Este documento critica el tiempo presente como hueco y carente de valores, donde la violencia y la vulnerabilidad son parte de la vida cotidiana para niños, mujeres y otras personas. También critica a los gobernantes como catalépticos que imponen normas diseñadas para controlar a la gente, especialmente a las mujeres, y promueven la lobotomía colectiva. A pesar de vivir en este tiempo deshumanizante, el autor encuentra consuelo en la poesía y la música que expresan más vida.
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Instrucciones del procedimiento para la oferta y la gestión conjunta del proceso de admisión a los centros públicos de primer ciclo de educación infantil de Pamplona para el curso 2024-2025.
1. Yo, sujeto ingrávido
Insípido tiempo. Este que deambula por ahí como si nada. Aun sabiendo que lleva en sí, ese tejido
nefasto de violencia. De insania viva a toda hora y día. Con esos niños y esas niñas que van y
vienen sin horizonte. A cuenta de opciones de vida y de conceptos, que las y las sitúan en posición
de ser vulnerados por vejámenes. Abiertos, asincrónicos. De aquí y de allá. Como si fuese único
horizonte habido y posible. O con esas mujeres nuestras, matadas. Vulneradas. Como sopladura en
ese vahído maldito. Que nos cruza. Que las infiere como simples expresiones de vida sin pulsión
válida. O, en esos dolores todos. Asumidos como vigencia y vigía circundantes. Como si fuese
oxígeno necesario para vivir, así. En esa penuria de alma y de valores. Que están ahí mismo. En
ese ir y venir de toda hora y momento.
Y sí que, entonces, este tiempo es tenido en cuenta como referente de las gobernanzas. Huero y
hueco soporte de haceres alongados, potenciados. Erigidos como valores universales, a ser
acatados. Como simbología que se torna proclama de recinto en lentejuelas soportado. Como vasos
comunicantes, hechos hervideros de solapados agentes. Sujetos catalépticos, que obran como
momias vivas. Revividas a puro golpe de normativas. Y de imperativos. En esa lógica con nervadura
trinitaria. Con horizonte impúdico a lomo del gestor virulento, aciago, cicatero, malparido. En lo que
esto tiene, no de referencia a mujer ninguna. Más bien como cuerpo y vida hecha y contrahecha, a
partir de manuales pensados para armar. Rompecabezas, con piezas preestablecidas. En eso que
tienen todos los modelos construidos. A semejanza de rutinas, pensadas en catacumbas pútridos.
O, en esa ironía que da la vida, ver rodando y crescendo, la búsqueda de orquesta que partitura
interprete. En cualquier opción de pentagrama. Así sea en RE o en Do desparramado. Erigiendo,
como expresión con algún sentido y tono, la vendimia de los saqueadores de culturas y promotores
de lobotomías colectivas. Directrices hechas y, por lo mismo, diseminadas. Como pandemias.
Expuestas al viento. Para que vuelen. Y que, volando, hagan aplicación en su derrotero. Aquí y allá.
Como en el ahí de los troyanos sorprendidos. Como esos inventos de toda la vida y de todos los
días. En cuanto que somos sujetos y sujetas de locomoción, entre incierta y cierta. Viviendo en una
u otra entelequia. Qué más da. Si todo lo habido ha sido y será, secuencia a perpetuidad pensada.
O no pensada. Siendo cierto, eso sí, que lo que más odian y han odiado los exterminadores ha sido
y es a la fémina ternura. Tal vez, más por ser fémina que otra cosa.
Y, yendo en ese por ahí, tortuoso e in-sereno; hemos ido encontrando lo avieso de las conjuras.
Hemos ido andando el pantano. Que succiona los cuerpos y las vidas en ellos. Caminando lo
empinado y pedregoso. Como yendo al lugar que conocimos como cuna de Pedro Páramo. O en el
cuarto frío, en tierra en que vivió el que encontró la perla casi viva; en la nomenclatura de palabras
en Steimbeck.
Y sí que, en ese envolvente torbellino de vidas juntas. O en las soledades solas de Kafka. O en lo
insólito vivido por el sujeto sutilmente áspero de Camus. O, en esa comunidad internalizada,
viviente y compleja de Cortázar en su Rayuela. O, en fin, en ese saber que somos. Casi siempre sin
haber sido nosotros y nosotras. Ahí, en ese tejido de vida pasando y pasando. En este maldito
tiempo de cronología que mata. Por lo mismo que, siendo tiempo, no redimido. Por lo mismo que
redención es sinonimia de puro embeleco mata pasiones y mata ilusiones.
Será por eso que yo, en mi íntimo yo incierto y perturbado, sigo amando a esa ramera propuesta
por Manolo Galván. En esa simple letra, en canción casi clisé zalamero. O, en esa misma línea, sigo
amando a la amante del puerto que dio origen a la otra simpleza del “hombre llamado Jesús””; el
hijo de esa que entregó su cuerpo a quien pasó primero. Vuelvo y digo: será por eso. Por tantas
simplezas juntas; que sigo viviendo a diario, con la dermis ilusionada, expuesta, a lo que pasa,
pasando. Tal vez pobre sujeto, insumiso empedernido. Que sigue atado a cualquier canto de letra
compleja o fútil. Pero expeliendo más vida que este tiempo enjuto. Pletórico de sujetos, serios. De
pies en tierra, dominando. Valgo más yo, como sujeto ingrávido de fácil volar, volando.