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Lo de antes (antecedentes de dos vidas)
En eso de reivindicar el derecho a la tristeza, va incluida la nostalgia y el recuerdo.
Cuando salí de casa, lo hice por aproximación. A una vida nueva. Con mis
palabras extendidas. En ese vuelo hacia la libertad. Y es que todo comenzó
cuando, en sueños, vi a Catalina Ramírez. Con ese hálito de misterio. Conversaba
con ella. También reíamos. Tal vez, en el imaginario vivo. Cuando nos decíamos,
en lo hablado, una proclama. Siendo, en veces, mensajes estrechos. Como ese
que permanecía en mi memoria, Como en otro tiempo. Ella decía no entender.
Expresando potente duda. Decía que no estuvo conmigo en el barriecito amado.
En ese Medellín que recién comenzaba. Le dije, yo, que era cierto. Es más, le
señalé un detalle, a manera de código. Ese escarpado vago. En el solar de
Juliana. En ese diciembre que recién comenzaba, Era un universo de luces de
colores azul y rojo. Un farolito encendido, fue nuestro mudo testigo. Le hablé,
también, de ese nicho que habíamos construido, De ladrillos color café y piso en
arenilla. Nos besamos al terminar la obra. Y que, ella, susurró las palabritas
aquellas: “estoy destinada vos.” En una coquetería embriagante. Le dije, también,
lo mucho que teníamos para caminar. Y que, lo digo yo ahora, se suponía que
iríamos hasta el mar. En la intención de vagar en esas aguas saladas. Pero
solidarias, aún en sus bravías horas, en la tarde, Cuando el padre Sol, se
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embriaga de ternura, Mirando a la Luna. Recibiendo todas las voces todas. Mar
adentro estaba los barcos y las sirenas.
Después, cerré la puerta que daba entrada y salida, a mi cuarto. Mamá no lloró.
Aun en el entendido de la soledad. Y que, como madre soltera, no habría lugar
para aspirar a un hombre más o menos de su talante. Simplemente me bendijo. Y
no supe más de ella en lo que me quedaba de vida. Andando el tiempo, quise
reparar mi memoria. Para poder contar que había sido en mi infancia temprana. Y
dibujé un letargo. Una opción un tanto herética, pero que ella pretendía disipar. Y,
de verdad, que no supe interpretar sus palabras. De lo que se trata, ahora, es
hilvanar los hechos. De tal manera que volvamos a esa línea, en el tiempo, que
hizo de nuestras vidas, postulados válidos.
En ese mismo momento, en que cerré la puerta de mi cuarto, comprendí que, mi
viaje en sí, iría por un camino distinto al que había previsto antes. Un tipo de
recordación, el de ahora, más cifrado en aquello que yo no conocía. Como ese
universo de haceres que no había entendido. Por lo mismo que había llegado a un
punto estacionario. Viviendo la vida, desde esa infancia temprana, tratando de
revivir la imagen de mi papá. Al parecer nunca lo conocí. Tal parece que mi
memoria no alcanza. Es, más bien, un imaginario famélico. Como en vía de
extinción, desde el mismo momento en que creí que existía en mí.
Supe de él mediante una historia de vida que contó mamá. Un domingo de agosto,
mientras se celebraba mi cumpleaños tercero. Lo dibujó en ese vuelo que tienen
las mujeres. Retrotrayendo su misma memoria, hasta ese comienzo de siglo.
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Cuando lo conoció en San Jacinto. Empezaron a comunicarse en el lenguaje de
palabras de calidez. Luego, él empezó a visitarla en la casa de la abuela. Se
tuvieron un lunes, justo en la fiesta de Corpus, estando en el paseo que había
organizado el abuelo. Tal parece que la preñez fue inmediata. El abuelo y la
abuela coincidieron en echarla de la casa. Y, mi mamá, no tuvo otra alternativa
que solicitarle a su amiga más cercana, un refugio transitorio. Mientras, según ella,
llegaba mi papa… Así lo había prometido.
Nunca llegó. Entonces, mamá Escolástica, tuvo que buscar un horizonte para
viajar. Horizonte precario. Llegó a casa de la señora Oliva. Una amiga de la
abuela. Empezó a pagar la estadía, lavando ropas. Un ejercicio que, cada vez, se
hacía más agotador. A la velocidad de mi crecimiento.
A Catalina Ramírez le pasó lo mismo. A causa de la refrendación de mi condición
de macho perverso. La había convencido de aligerar nuestros espasmos. Yo
había aprendido eso de los orgasmos, en una revistica que me prestó Leonidas. Y
sí que logré mi cometido. A partir de esa retahíla de palabras lisonjeras, perversas.
Ejerciendo como violín de tu danza y canto, me ha dado por recorrer todo lo que
vivimos antes. Toda una expresión que vuelve a revivir el recuerdo. De mi parte te
he adjudicado una línea en el tiempo básico. Para que, conmigo, iniciemos la
caminata hacia ese territorio efímero. Un ir y venir absoluto tratando de encontrar
la vida. Aquella que no veo desde el tiempo en que tratamos de iniciar los pasos
por el camino provistos de un y mil aventuras. Como esa, cuando yo tomé la
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decisión de vincular mis ilusiones a la vastedad de perspectivas que me dijiste
habías iniciado; desde el mismo momento en que naciste.
Todo fue como arrebato de verdades sin localizar en el universo que ya, desde
ese momento, había empezado su carrera. Y, por lo mismo entonces, la noción de
las cosas, no pasaba de ser diminutivo centrado en posibles expresiones que no
irían a fundamentar ninguna opción de vida. Viendo a Natura explayarse por todos
los territorios que han sido espléndidos. Uno a uno los fuimos contando. Haciendo
de ese inventario un emblema sucinto. A propósito de sonsacar a los tiernos días
que viajan. Unitarios y autónomos. En ese recorrido nos situamos en la misma
línea habida. Situada en posición de entender su dinámica.-
La vía nuestra, fue y ha sido, entonces, un bruma falsa. Que impide que veamos
todos los indicios manifiestos. Y que, en su lugar, incorpora a sus hábitos, todo
aquello que se venía insinuando. Desde ese mismo anchuroso rio benévolo. Y, de
mi parte, insistí en navegar contracorriente. Tratando de no eludir ninguna bronca.
Todo a su tiempo, te dije. Y esperamos en esa pasadera de tiempo. Y volvimos,
en esos escarceos, a habilitar la doctrina de los ilusionistas inveterados. Todo, en
una gran holgura de haceres trascendentes.
Y, ya que lo mío es ahora, una copia lánguida de todo lo que yo mismo había
enunciado en ese canto a capela. Y que traté de impulsar, como principio aludido
y nunca indagado. En esa sordera de vida. Solo comparable con el momento en
que te fuiste. Y entendía que no escuchaba las voces. Las ajenas y las nuestras,
Como tiovivo enjuto. Varado en la primera vuelta. Y que tú lloraste. Pero seguía el
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olvido de tus palabras. Porque ya se había instalado, en mí, la condición de no
hablante, no sujeto de escucha. Mil momentos tuve que pasar, antes de volver a
escucharte. Y paso, porque tú ya habías entendido y dominado el rol del silencio y
de la vocinglería. Contradictores frente a frente. Y que empezaste a enhebrar lo
justo de las recomendaciones que te hicieron los dioses chicaneros.
Tu irreverencia se hizo aún más propicia. Yendo para ese lugar que habías
heredado de las otras mujeres plenas. Hurgando, en ese espasmo doloroso, me
encontré con tu otro nombre. No iniciado. Pero que, estando ahí, sin uso. Lograste
la licencia para actuar con él. En todas las acechanzas que te siguieron desde ese
día
Yo, entonces, me fui irguiendo como sujeto desamparado. Viviendo mi miseria de
vida. Anclada en suelo de los tuyos. Y me dijiste que era como plantar la
esperanza. Para que, después que el Sol deje de alumbrar; pudiésemos
enrolarnos al ejército de los niños y las niñas que, a compás, de tu música, iban
implantando la ilusión en ver otro universo. Sin el mismo Sol. Muerto ya. Tú debes
elegir cual enana roja estrella nos alumbrará
Insípido tiempo. Este que deambula por ahí como si nada. Aun sabiendo que lleva
en sí, ese tejido nefasto de violencia. De insania viva a toda hora y día. Con esos
niños y esas niñas que van y vienen sin horizonte. A cuenta de opciones de vida y
de conceptos, que las y las sitúan en posición de ser vulnerados por vejámenes.
Abiertos, asincrónicos. De aquí y de allá. Como si fuese único horizonte habido y
posible. O con esas mujeres nuestras, matadas. Vulneradas. Como sopladura en
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ese vahído maldito. Que nos cruza. Que las infiere como simples expresiones de
vida sin pulsión válida. O, en esos dolores todos. Asumidos como vigencia y vigía
circundantes. Como si fuese oxígeno necesario para vivir, así. En esa penuria de
alma y de valores. Que están ahí mismo. En ese ir y venir de toda hora y
momento.
Y sí que, entonces, este tiempo es tenido en cuenta como referente de las
gobernanzas. Huero y hueco soporte de haceres alongados, potenciados. Erigidos
como valores universales, a ser acatados. Como simbología que se torna
proclama de recinto en lentejuelas soportado. Como vasos comunicantes, hechos
hervideros de solapados agentes. Sujetos catalépticos, que obran como momias
vivas. Revividas a puro golpe de normativas. Y de imperativos. En esa lógica con
nervadura trinitaria. Con horizonte impúdico a lomo del gestor virulento, aciago,
cicatero, malparido. En lo que esto tiene, no de referencia a mujer ninguna. Más
bien como cuerpo y vida hecha y contrahecha, a partir de manuales pensados
para armar. Rompecabezas, con piezas preestablecidas. En eso que tienen todos
los modelos construidos. A semejanza de rutinas, pensadas en catacumbas
pútridos.
O, en esa ironía que da la vida, ver rodando y crescendo, la búsqueda de orquesta
que partitura interprete. En cualquier opción de pentagrama. Así sea en RE o en
Do desparramado. Erigiendo, como expresión con algún sentido y tono, la
vendimia de los saqueadores de culturas y promotores de lobotomías colectivas.
Directrices hechas y, por lo mismo, diseminadas. Como pandemias. Expuestas al
viento. Para que vuelen. Y que, volando, hagan aplicación en su derrotero. Aquí y
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allá. Como en el ahí de los troyanos sorprendidos. Como esos inventos de toda la
vida y de todos los días. En cuanto que somos sujetos y sujetas de locomoción,
entre incierta y cierta. Viviendo en una u otra entelequia. Qué más da. Si todo lo
habido ha sido y será, secuencia a perpetuidad pensada. O no pensada. Siendo
cierto, eso sí, que lo que más odian y han odiado los exterminadores ha sido y es
a la fémina ternura. Tal vez, más por ser fémina que otra cosa.
Y, yendo en ese por ahí, tortuoso e in-sereno; hemos ido encontrando lo avieso de
las conjuras. Hemos ido andando el pantano. Que succiona los cuerpos y las vidas
en ellos. Caminando lo empinado y pedregoso. Como yendo al lugar que
conocimos como cuna de Pedro Páramo. O en el cuarto frío, en tierra en que vivió
el que encontró la perla casi viva; en la nomenclatura de palabras en Steimbeck.
Y sí que, en ese envolvente torbellino de vidas juntas. O en las soledades solas de
Kafka. O en lo insólito vivido por el sujeto sutilmente áspero de Camus. O, en esa
comunidad internalizada, viviente y compleja de Cortázar en su Rayuela. O, en fin,
en ese saber que somos. Casi siempre sin haber sido nosotros y nosotras. Ahí, en
ese tejido de vida pasando y pasando. En este maldito tiempo de cronología que
mata. Por lo mismo que, siendo tiempo, no redimido. Por lo mismo que redención
es sinonimia de puro embeleco mata pasiones y mata ilusiones.
Será por eso que yo, en mi íntimo yo incierto y perturbado, sigo amando a esa
ramera propuesta por Manolo Galván. En esa simple letra, en canción casi clisé
zalamero. O, en esa misma línea, sigo amando a la amante del puerto que dio
origen a la otra simpleza del “hombre llamado Jesús””; el hijo de esa que entregó
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su cuerpo a quien pasó primero. Vuelvo y digo: será por eso. Por tantas simplezas
juntas; que sigo viviendo a diario, con la dermis ilusionada, expuesta, a lo que
pasa, pasando. Tal vez pobre sujeto, insumiso empedernido. Que sigue atado a
cualquier canto de letra compleja o fútil. Pero expeliendo más vida que este
tiempo enjuto. Pletórico de sujetos, serios. De pies en tierra, dominando. Valgo
más yo, como sujeto ingrávido de fácil volar, volando.
Parte uno
Juvenal Portocarrero, colocó el texto que estaba leyendo, en su mesa de noche.
Se sentía como sujeto empalagoso. Como esos que quieren terminar una lectura,
pero que retrotraen el quehacer, buscando algo…no se sabe qué. Vino a su
memoria el trajín del día. Visita al Museo de Especies en vía de extinción. Luego
su conferencia acerca de “Los pasos Olvidados en las Historia”, Percibió que no le
había ido muy bien. Juliana, una niña de escasos quince años lo había increpado
en esos de las figuras que la psicología denomina “estados de pensamiento
vacíos”. Algo así como tratar de recordar los desafueros de la razón. No tanto en
términos kantianos. Más bien en lo que se llama, ahora, lo cotidiano como brújula
necesaria”. Se sintió molesto, al ver que no le fluían las palabras necesarias y
adecuadas. De todas maneras incursionó por la vía aristotélica. En eso de los
“mundos y sus visiones”. Juliana no quedó a gusto con sus respuestas
improvisadas.
Salió del campus universitario, acongojado. Porque n, el mismo, supo de sus
debilidades al momento de responder inquietudes. Como cuando, en cada uno de
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nosotros y nosotras, se asoma la debilidad en lo cotidiano. Se decía, “yo he sido
muy bueno a la hora de escribir y expresar opiniones en extenso. Lo cierto es que
llegó a su casa desanimado. Recordando, incluso, que no quiso atender a la
señorita Juliana, al salir del campus.
Lo que leía “Cuaderno Dorado# de Dorado escrito por Doris leasing, premio Nobel
de Literatura en 2007”, era algo así como ese sucedáneo que necesitaba para
tratar de demostrar u ilustración literata. Pero no más. Un recorrer el camino de la
lucha feminista. Aquí y Ahora. No había logrado descifrar las postulaciones la
escritora. Por lo mismo casi despedaza el texto en un arrebato de ir4a. Justificada
por la derrota que había sufrido en su conferencia.
Antes de acostarse, trató de dilucidar su verdadero escozor. Su fastidio. Su
vergüenza. Hasta que, simplemente, dejó de pensar y de hablar consigo mismo.
Una vez en la cama, trató de recordar su historia. Desde su infancia primera.
Auque tarde se dio cuenta que, su hogar, no fue más que sumatoria de
obviedades. Todo por cuenta de papá Rigoberto y mamá Sara. Unas ínfulas de
catedráticos poseídos de enorme egolatría. Y, como único hijo, sufrió los
mandatos académicos. Ante todo de papá Rigoberto. Había graduado como
“doctor en Historia Comparada”. En ese tipo de desarrollos temáticos, ampulosos.
Ahora, él. Los veía e interpretaba como mediocres teorías de un sujeto que nunca
supo que la vida es más que simple vivirla.
Se levantó en la madrugada, No había podido conciliar sueño. Una rutina de
imágenes incorpóreas la azotaron durante la noche. Una vez en pie, trató de
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serenarse. Recibió el periódico y leyó algunas líneas. Por ejemplo: “…se calienta
el país, con las declaraciones de Valencia Benjumea, presidente.”. Fue, algo así,
como volver a la realidad. De un país casi destrozado. Políticas absurdas,
trazadas para tratar de conjurar la destrucción de la ideología. Como cuando uno
se da cuenta que hemos recorrido caminos de repetición. Validando eso del decir
popular “los mismos con las mismas”
Encontró a Juliana a la salida del Liceo “Giordano Bruno”. Ella estudiaba allí,
desde grado sexto. Tal parece que no fue tan fortuito el encuentro; Más bien como
león herido en sus ínfulas de intelectual pristino. Pero, a su vez, ese pulso latente
que convoca a volver a mirar a la mujer que deseas. En esto iba mucho la noción
que, Juvenal, tenía aparentemente claro. Juliana mucho menor que él. Casi podría
ser su padre. Cuando Juliana salió, Juvenal la abordó. El pretexto, tenía que ver
con un libro titulado “ De las cosas que pasan en nuestra vida”. Un autor muy
conocido, Epaminondas Sanjuán. Un texto que, aunque farragoso, exponía una
intención, más allá de la simple historia etérea. Más bien un posicionamiento en la
hora temprana de Sigmund Freud. Cuando éste recorría las fuentes de Sócrates.
Su ética y su perspectiva de los sujetos. Como cuando, en el discípulo del
maestro. “Aristóteles”. Un embriagante insumo de potencia ideológica. Similar a la
de Aristófanes, en su seguidilla de expresiones de una democracia ateniense.
Juliana recibió a Juvenal, con una risa sincera. Una expectante. Quería
profundizar con Juvenal, eso de la doctrina asociada a la teoría de la historia,
cuando se cuenta con documentos heredados de fuentes más o menos veraces.
Así como los recursos teóricos a partir de las intuiciones derivadas de lo inmediato
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soportado en la hilatura cotidiana, contada por hombres y mujeres partícipes de
momentos, preferiblemente espontáneos. De eso que requiere de la vivencia y su
entendido. Más allá de cualquier especulación hegeliana.
Juvenal la invitó a recorrer el parque. Aun siendo conocedor de la disciplina a la
que estaba acostumbrada la autoridad de papá Olegario y mamá Cristina. No
siendo un hogar autoritario, era más lo de acceder a una rutina coloquial, pero
inmersa en principios obvios de cuidado elemental. Juliana se mostró de acuerdo
con la invitación. Pero solo por una hora.
Un envolvente universo de decires y expresiones relacionadas con la
internalización de los sujetos. Pero, asumiendo como punto de partida el exterior
como exógeno principio e insumo. Juliana expuso su teoría simple, pero de gran
dimensión. Algo así como lo social construido a partir del quehacer de los y las
sujetos. Nunca en aceptación del llamado recurso premonitorio y/o de los haceres
predestinados. En su clase de “historia de las religiones”, compartía
permanentemente este tipo de expresiones con el profesor Asdrúbal. Un bello
sujeto, en el cual la ternura, iba acompañada de una solidez conceptual y teórica.
En una de sus clases, antes de terminar el primer periodo académico, hizo una
lectura y reflexión de un texto escrito por él en el proceso de una investigación
acerca del rol asumido por los cristianos, unos años después de la muerte de
Jesús. Era algo así como la relevancia de estudiar y comparar los escritos
antiguos con las realizaciones de este tiempo. Juliana conservaba el texto original
escrito por el profesor Asdrúbal. Lo leyeron juntos…
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Dos caras, a propósito de Orígenes y de Melisa
I(Dos caras)
Dijo que estuvo Antioquía, buscando a aquellos que vivieron con el Maestro.
Siendo ya confeso partidario, necesitaba conocer más de cerca las condiciones en
que se había desarrollado la doctrina. En todo eso que tenía de enigmático y
susceptible de transformación bicéfala. Tal vez con un recuento de Hechos,
conocido de parte de Lucas. En esa inmensidad de caminos. Tanto en lo
conceptual; así como también en lo plebeyo de la casuística. En un tiempo en el
cual el mensaje estaba aún vivo en lo inmediato.
Hizo alusión a las contradicciones fundamentales. De un lado la opción judía que
reclamaba una versión apologética de la enseñanza mosaica. Por la vía de
entender la posibilidad del salvamento, ligada al ritual de los circuncisos. Algo así
como la generación espontánea de la fe primera.
Y es que Pablo de Tarso, convertía su discurso no en lo efímero y liviano del
conocimiento. Por el contrario, soportado en la verticalidad. Así se lo hizo saber a
Santiago, el hermano del crucificado. Como quiera que, en ciernes, existía la
argumentación básica para asumir la perduración doctrinaria. En una conexión
indispensable con el mandato no conocido en escritura. Más bien, una herencia,
centrada en la transmisión verbal. Por lo mismo que la orientación había sido
difundir la hermenéutica de la condicionalidad teórica, referida a entender la
relación causa-efecto; en una perspectiva trascendente.
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Un azoramiento visceral, cruzaba ese momento crucial histórico. Como una
especie de vena rota que convoca a surtir las proclamas. Con arrebatos místicos,
en principio. Pero racionales en lo que esto tiene de asumir los íconos
indispensables. Ya lo diría, casi cinco siglos después Sor Juana Inés y Juan de la
Cruz; por la vía del catecismo lírico. En una exaltación continua del viaje hacia el
conocimiento de Dios; a partir de una versión herética, sublime
Si hubo o no transgresiones, en razón a la profundización del conocimiento, no se
puede afirmar en términos absolutos. Lo que sí quedó plenamente claro, son las
condiciones que debía prefigurarse antes de la proclamación evangélica. Con todo
a lo que conllevaba. Es decir, ese ilusionario universo de ideas y, de otra parte, de
dificultades no superadas. Como en esa noción de trámite, casi notarial que
acompaña a toda heredad teórica, poco sistemática y mucho de confusa.
Es decir, visto en esa dinámica, el movimiento de persuasión en lo que
correspondía a la ética y a la religiosidad; no tenía grandes motivaciones. No
había posibilidad de encarar los retos propios de la explicación y justificación de la
teoría en sí. Inclusive, porque ser o no cristiano, seguidor de la palabra hablada de
Jesús, se había convertido en una didáctica aplanada. Con la mirada puesta, más
en la vivencia que fue real e inmediata; que el escenario filosófico y teológico.
Pablo, por esto mismo, caminó hasta deshacer el cuerpo físico y reconstruir el
cuerpo doctrinal. Siempre por una vía, tan profundamente humana, que a cada
nada la eclosión del mensaje se tornaba en simple borbotón de frases
inacabadas.
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Y lo encontraron, cualquier día, al lado de Santiago, tratando de descifrar por si
mismos los secretos internalizados de la Escuela Farisaica. En ese ir y venir de
expresiones monosilábicas. Casi como mero susurro. En una envoltura ya lejana,
como pensamiento y como afinidad directa con el Dios perdido. Y, Santiago, no
atinaba a ser coherente. Como cuando alguien no ha tenido claridad acerca de lo
vivido. Mucho menos acerca de lo trascedente de ese haber vivido de cerca el
proceso de martirologio.
Otra cosa, bien distinta, hubiera sido la historia de lo sagrado como proceso, si
Sor Juana Inés y Juan de la Cruz, hubiesen vivido mil quíntenos años antes y
estuvieran allí, con los dos reunidos.
Tertuliano estuvo, ese día, trillando su discurso. El mismo. Como referente lo
cotidiano en el actuar de los apologéticos de la diáspora. Tal vez, en lo más
íntimo, el conocía de su equivocación al elegir ese camino. Pero ya no había
vuelta atrás. El conflicto se había profundizado. Tanto que, el judeocristianismo
sucumbía como opción única válida en el proceso de consolidación del
monoteísmo mosaico. Ya, la devertebración, estaba acunada. Porque no había
por donde ni con que desglosar las doctrinas básicas.
En ese tiempo, la división política y administrativa, comprometía una noción
primaria del concepto de estado. Por una vía apenas lógica, dado el contexto. Una
configuración geopolítica con fronteras tan delgadas, que el Imperio Romano, se
deslizaba hacia una figura de poder un tanto extraviada. O, para decirlo mejor, en
el cual las directrices cruzaban territorios acicalados con ese universo de opciones
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de interpretación en términos de lo que pudiera constituir el referente básico. Una
posición dubitativa. Entre la permanencia de la ortodoxia fundamental del
politeísmo inherente a las convicciones heredadas. Y el crecimiento de lo tripartito.
Fundamentalmente en lo respecta al fariseísmo político-administrativo, el
judaísmo venido directamente desde las escrituras antiguas, mosaicas y los
hechos asociados a la nueva versión mesiánica; habida cuenta del crecimiento del
mensaje de Jesús. Como Nuevo Gran Profeta.
Rondando “El Templo”, como instrumento físico; fortalecido, reconstruido en
gobierno de Herodes el Grande. Y que se hacía escenario de confrontación. En
diatribas portentosas. Casi como acariciando la contienda precursora de un nuevo
régimen político-religioso. Vista, la nueva ideología como herética y como
originada en especulaciones, más que en doctrina sólida. Porque, en lo cotidiano,
ya estaba hecho el ejercicio. Ya había un discurso y unas acciones de
proselitismo, permeado por una nueva noción de Dios Significante; en necesidad
de retar a la humanidad que se deterioraba cada día más, a partir de escindir y
extraviar el acumulado histórico y religioso. Inclusive, con el agravante que era
casi imposible dilucidar contenidos.
Y es que Tertuliano pretendía zanjar la confrontación (casi cieno cincuenta años
después) una disputa que empezó a trascender la simple arenga. Por lo mismo
que, a la par con la confrontación centrada entre el Imperio y la tripartita
amalgama contestaría; se iban desgranando posiciones menores, pero adheridas
al mismo piso originario. Ya los fariseos administradores, tenían un disenso, por la
vía de los zelotas. Siendo estos una representación grupal, enfrentada con el fisco
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romano. Y allá, en Jerusalén, se hacían excesivamente fuertes. Casi como
desplazando todo el contenido mismo de las expresiones judeocristianas.
Daba cuenta, el rico propietario y esponjoso crítico leguleyo, de pretensiones un
tanto militaristas. Como si evocara, hacia atrás, los condicionamientos propios de
la historia religiosa asociada con el Pueblo Judío. De la dirección política de
Moisés y de su capacidad para establecer con sus dirigidos una relación de
prepotencia centrada en los Diez Mandatos Fundamentales. Y se hizo fuerte,
Tertuliano, a partir de su ofensiva en contra del decantamiento en la doctrina,
realizado por Pablo de Tarso. Algo así como, en una seguidilla de torpezas a
nombre de la ortodoxia.
Los Juegos Olímpicos en 165, marcaron el surgimiento de otra arista en la
confrontación. Marciòn, empezó a ejercer como opción preponderante. En un
entramado de confusión. Al menos en lo que respecta al significado de la
propuesta de los eirenos. De la razón de ser de la variante en Peregrino y su
inmolación, e nexo con la defensa de sus postulados fundamentales.
Ya estaba dicho, diría Pablo de Tarso, de lo que se trata es de la preservación del
hilo conductor básico. De no dejar extinguir el fuego del cristianismo; por la vía de
ignorar que la confrontación con la teoría helenizante, no era otra cosa que
expresiones de la dinámica misma de la contradicción. Entre el Jesús histórico,
ambivalente. Y el Cristo, resucitado. Es decir, no surtir teoría escindiendo las dos
partes. Por el contrario, haciendo cohesión. Centrando la divulgación en el
ejercicio doctrinal, a partir de ese equilibrio. Y, tal vez por esto último, la Trilogía
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Pablo-Santiago-Pedro, se fue deshaciendo. Porque no cabían ambigüedades;
siendo como era el momento de decisiones.
Lucas, en apariencia, esperaba descifrar los nuevos códigos propuestos por El
Reformador. Pero su estreches intelectual, dio lugar a la escritura de los Hechos,
de su versión evangélica, como palabras agrupadas en una linealidad que no da
cuenta de la estructura doctrinal del Maestro y de sus acciones. Por ahí, entonces,
Lucas se tuvo que contentar con el distanciamiento. Lo que podría llamarse bajo
perfil. Solo pasados casi doscientos años se vino a exhibir el escrito suyo, en
cierta hilatura, por lo menos cohesionadora.
Ya andaba Popea con su Nerón. Y ya había pasado el momento histórico de
Herodes el Grande. Y sus sucesores, Herodes Antipas, Arquelao y Herodes Filipo,
vieron diluirse el poder entre sus manos. Y, el crecimiento de los cristianos y los
judeocristianos seguía siendo disímil y agrandado en confusión. Un tanto
remontando la historia del antes de, los esenios, Anàs, de Aarón, de los levíticos.
Se encuentra nuestro Tertuliano, confeso ignorante, de frente con esa
historiografía. Que solo logra dilucidar en lo inmediato primario de las andanadas
en contra de Pablo. Y siendo así, se erige en defensor de la diáspora, casi que por
simple ley de la gravedad.
Cuando Popea incita, entonces viene a cuento la tragedia de Juan El Bautista. Ya
ahí, en el mero episodio de la acción iniciática de Jesús. En el agua, como agua
pura que remite a borrar rastros; estaba presente, en latencia casi, la diversidad
estatutaria. Si es quien, Jesús, superior a quien es Juan El Bautista; es un circulo
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que nunca se cerró. Y lo mismo va para la designación del espacio temporal para
el ejercicio sacramental. Si, en ese contexto físico y conceptual de Templo
Sagrado. O de, en menor dimensión, el propio Sanedrín. El ir y venir de las
acciones y sus consecuencias.
Perdiendo la cabeza El Bautista, como que se pierde en el tiempo la posibilidad de
la dilucidación. Quedan, entonces, en remojo parte de los orígenes. Y se remonta,
otra vez, predecesores. No solo en lo que hace alusión los hacedores de profecías
en el pasado. También en cuanto a los nexos con posturas de los clásicos
helénicos. Desde Sócrates hasta Aristóteles; pasando por las opciones
propuestas por Séneca. Siendo, eso sí, la partición de las Doce Tribus. Y las
enseñanzas, en torno al Dios Vengador e Iracundo, de Moisés. Y la noción de
sacrificio, en términos de la conminación a Jacob. Y, a su vez, la herencia máxima
doctrinal judía propiamente dicha.
Cuando Constantino entra en baza, el manejo de las contradicciones no se ha
atenuado. Y no tenía por qué. Seguía siendo referente el consolidado de Pablo y
sus prístinas propuestas de vaciar los contenidos de la diáspora; de tal manera
que pudiese decantarse la enseñanza en sí. Ya no de su misterio en relación con
la opción trinitaria. Ni con el símbolo propio pentecostal.
Haciéndose, como en verdad se hizo, converso utilitarista. Propiciador de recursos
físicos. De poder y de obligatoriedad deriva de él; sumerge a la doctrina en un
pozo absolutamente obscuro y contradictorio, de por sí. En este contexto, la
19
aparición de Orígenes y de sus reflexiones filosóficas, proveen de nuevo
instrumento a la teoría del de Tarso.
Nuestro Tertuliano, pues, se fue extinguiendo. Él mismo se dice y se replica. Y se
va diluyendo en los avatares propios de una dinámica que lo trasciende. Y,
cualquier día, lo encontramos inmerso en su propio discurso. Ahogado en sus
propias palabras insípidas e intrascendentes.
Yo, en Melisa Vivo. Como en Egea doliente Como que estaba yo sumido en
tinieblas. Y relampagueante vino Cronos en búsqueda de Egea la Madre mía. Y
que, en el Urano naciente, decantaron las cosas habidas. En tránsito elocuente.
Por la vía de la partición de lo circundante. Como propio Dios avieso. En
elongación propuesta; al término del vivir manifiesto. Y me embolaté en roles. Lo
permitido era casi nada. Por lo mismo que el Zeus venido, hacía de su séquito de
nubes una expresión primera. Una vía encarnada en lo que supo, después, por su
madre valerosa. Que engañó al engañador pétreo. Y que hizo de él, torrente de
vida plena. Esa Rea vigorosa en puño de voz de acción. A partir de la profecía de
Urano. En teniéndolo lo ocultó. Una expresión de viva potencia. Y, allí, con las
Horas hechas en separación del mundo terreno. El de Egea viva. Y lo arroparon
en la Creta posible. Como cuna para albergar al bienvenido y bien protegido. Y, en
la avanzada misma, Hefestos, castigado por el avieso Cronos, empezó la agenda
que haría posible el Trono mismo para el admirado. Ese Zeus vibrante, apoyado
en la hermosa cabra Amaltea. Y, por ahí mismo, se fueron dibujando los pasos y
las potenciales acciones. Con Melisa, abeja admirable y solidaria, empezaron a
acuñar al latente Dios en ciernes. En la posición de albergar a cada día; aquello
20
que solo sería posible, con el arrebato mismo de la pasión concreta. Con esos
inicios desparramando alegorías y trinos.
Un cantar venido y habido. Y, cada quien, como yo mismo, embelesado en lo que
sería euforia en transcurriendo el día. Y la noche postulada. Como manto para
evitar la soledad y la agonía. Provenida desde allá mismo. Desde la creación
primera. Y que, yo, sin asirla sucumbía en los quebrantos de lo que me albergaba.
Como territorio y como proclama perdida. Por ahí, vagando. Con el alma
endurecida. Con esos pliegues de ternura perdidos. Desde que había perecido la
gran Metis acompañante. Desde que no supe más de la Melisa mía. O de Zeus…
En fin que me di a la tarea de ser yo único. En esa intención presenta, cada día,
de penetrar la Tierra misma. La Egea sumida en simple trozo pasivo y ceniciento.
Y, por ahí que fue la cosa, me fui poniendo el rótulo de doliente humano presente.
Perdido. Ausente. Venido a menos, como cualquier coloquial verso cantado por la
Luna misma.
Y sí que, deambulando en lo que soy, fui perfilando el futuro seré. Anclado en los
testimonios perdidos. Nunca encontrados. De lo que Prometeo dijo al momento de
nacer. En esa elocuencia viva de tejedor de verdades y de haceres en solidaridad
conmigo y que todos y todas. En ese ir yendo de sabiduría y de solidaridad
perenne. Como cuando veía, yo, coser los hilos a mi madre. Para la cobija. Para
las vestiduras mías. A cada paso y a cada momento de realidad posible. O
imposible. Según la lectura que cada quien quiera hacer. O inventar.
21
Y sí que, en crecimiento necesario, me fui acercando a mi yo concreto. Palpable.
En construcción de lo que pude haber sido. En derrota de la decrepitud. Me
acerqué al ser Lacaniano. Invertido. Puesto en el pellejo de lo propuesto por
Freud. Como Dios silente. En cantilena expresada. En el derrotero incipiente. O
real. O ya culminado. Cualquiera cosa dicha, se tornaba en la preclusión de lo
propuesto. De lo ejercido. De lo manifiesto. En ese aquí y allá dicho. Vivo.
Escudero, yo, de lo que vendría. Entre el Lacan insidioso y herético. Y el Freud,
cimentando cada yo sujeto puesto. Manifiesto. Ahí postulado y previsto.
Y sí que se derrumbó mi vida. La vida. Esa que, en mí, se tornó en bicicleta de
tres pedales. Sujeto en posición crítica. Perdularia. O cimera, en lo que esto tiene
de haber estado. O estar. O seguidilla de haceres y de propuestas. En la
vaguedad sombría. De mi Luna. O del lado del Sol hiriente. Como martinete
machacante. Perenne. O efímero. O doliente. Como cuerpo atravesado por la
daga mía. O de cualquiera. Que, en fin, no volví. Y no volveré. Ante la Egea
promiscua. Sabedora de lo que pasa y pasará. Aquí. En donde estoy hoy. Pero
que no estaré mañana.
II (La diosa amada)
22
El erizado cabello estaba ahí. En cabeza de ella; la que solo conocí en ciernes.
Como al relámpago no sutil. Por lo mismo que como afanoso convocante. Siendo,
como es en verdad, una especie de alondra pasajera y mensajera. Se me parece
al verdor de los bosques que crecen en silencio. Sin sentir unos ojos
ensimismados por su pureza; siempre presente. Creciendo en lentitud. Pero,
siempre, en ebullición de células, en trabajo constante. Haciendo real lo que
potencial al sembrarlos era.
En verdad no la había visto pasar nunca. Como si la urdimbre de la vida en ella,
no fuera más que simple expresión de fugaz cantinela. Abarcando circunstancias
y momentos. En sentimientos explayada. Como momentos de transitorio paso.
Por cada lugar, muchas veces umbríos. Como simple pasar de largo. Sintiendo lo
que está; como si no estuviera.
Y así fue siempre. Cada ícono suyo, más velado que el anterior. Como Medusa
incorpórea. Solo latente. Sin Prometeo ahí. Vigilante. Hacedor del hombre.
Acurrucado en esa veta grisácea. Tejiendo el lodo. Amasándolo. Hasta lograr
cuerpo preciso. Y, soplado por Hera, vivo aparece. En los mares primero. Tierra
adentro después. Locuaz a más no poder. Por lo mismo que el jocoso Hermes
robó el tesoro vacuno de Apolo. Y lo paseó en praderas voluntarias. Que
ofrecieron sus tejidos en hojas convertidos.
En esto estaba mi pensamiento ahora. Cuando vi surgir el agua. Desde ahí.
Desde ese sitio en cautiverio. Y la vi correr hacia abajo. Rauda. Persistente.
Siendo, en esto mismo, niña ahora. Y va pasando de piedra en piedra hasta
23
hacerse agua adulta. En ríos inmortales. Y la Afrodita coqueta, mirándola no más.
Tomándola en sus manos después. Besándola triunfal. Haciéndola límpida a más
no poder. Y juntas. Agua y Diosa, recibiendo el yo navegante. Inmerso en ellas.
Con la mirada puesta en el Océano más lejano. El de Jonios. O el de Ulises.
Desafiando a Poseidón. El Dios agrio e insensible. El mismo que robó tierra a la
Diosa cercana al Padre Mayor. Y que fue conminado a devolverla. Y que, por
esto, secó todos los ríos y lagunas. Solo el nuestro permaneció. Por estar ella
presente.
Al hacerse noche de obscuridad afanada. Vimos una luz alada. Cruzando el aire
de neutralidad dispuesto y de fuerza creciente. Y bajó esa luz. Prendida en una
rama. Con sus alas apagadas. Ya no luciérnaga veloz. Más bien postura de bujía
con tonalidades diversas. Y nos dijo, al vuelo, que guiaría nuestra fuga. Hasta
encontrar la flecha que mataría al Dios de Mares insolente y perverso. Y que, allí,
no más llegásemos, plantaría surtidores de agua dulce. Y separaría estos de la
pesada sal de los mares. Dándonos la clave para revivir lo que había sido muerto.
Y que era, entonces, nuestro tutor y conversador en lúdica creciente.
Cuando se fue ella, volvió la luz; aun siendo noche. Río abajo fuimos.
Encontrando caminos de disímil figura. Escarpados unos. Tersos, lisos, otros. Y,
en cada uno, sembramos ternura. Llegando a ellos, vimos llegar las creaturas
prometeicas. Y llegó Perseo. Engalanado. Como sabio tendencial Como
creyéndose ya, Dios de plena corporeidad. Superior al Padre Mayor. Por encima
del Olimpo enhiesto.
24
Y, allí mismo, surgieron los apareamientos. Ninfas con Titanes. Vírgenes no
puras, con los hijos espurios de Cronos. Pasó, también, el Jehová de los Judíos.
Con vuelo rasante y tardío. En busca del Moisés hablado y trajinado; en desierto
consumido. Y vimos al Adán insaciado: Buscando el sexo de su Eva no
encontrada. También pasaron los hijos de Hades. Buscando abrigo temporal. Y
volvieron las lluvias. Presagio de la muerte del Dios de los mares salados.
Una vez llegamos a Creta, nos dispusimos a organizar las Jornadas Olímpicas. A
viva voz y vivo puño. De gladiadores dotados de los frutos que da la paz. Y
vinieron las trompetas. Desde Delfos. Pasaron los Argonautas Homéricos. Vino el
potente Ulises, desafiando la gravedad sin saber que era ella. Soplaron los vientos
mandados desde el Olimpo. Júpiter henchido de fuego.
Dios retador latino ante el Dios Griego Zeus. Las carrozas dispuestas. Las
coronas también, para quienes deberían se coronados, siendo triunfantes.
Así pasaron, por mi recuerdo, las cosas que viví en antes. Bajo este cielo, ahora,
me siento tan solo como la pareja que se quedó del Arca del transportador Noé.
Una soledad asfixiante. Persuasiva en lo que tiene de válido la resignación.
Estando aquí, ahora, se quiebra mi pasión por verla de nuevo. A la Diosa incitante
que cautivó mi ser. Tanto que ya no respiro tranquilo. Viéndola en remisión a su
Cielo. Y, volviéndola a ver, aguas abajo. Como cuando conquistamos el Paraíso.
Como cuando nos hicimos inmortales pasajeros del vuelo y de la vida. Recurrente
es, pues, mi silencio, adrede, por lo más. Estando así, recuerdo a la Eva
convocante. Y veo su cuerpo de tersura infinita. Y la poseo antes que su Adán
25
regrese del exilio. Y, de su preñez, nacieron dos réplicas de Tetis y de Vulcano.
Creciendo, a la par, se fueron difuminando en el amplio espectro. Llegando Adán,
palpó el vientre de su Eva. Y supo que allí había anidado alguien y había dejado
su semilla. Y la violentó con bravura inmensa. Lo maté yo. Así en veloz disparo de
flecha.
Ahora estoy en reposo obligado. Ya no está conmigo la fuerza que me había sido
cedida por Sansón. Ya no experimento ninguna incitación. Como antes, cuando mi
visión volaba en busca de la desnudez de las mujeres todas. Como en represalia
por haber perdido para siempre a la Diosa Pura. Aquella con la cual navegué. Y
que, su sexo, inauguré. Habiendo frotado antes, en mí, la sangre de los genitales
cortados por Cronos a su padre. Y, todavía, escucho su voz diciéndome: has
sembrado en mí. Mañana no me verás más. Pariré al lado de mi padre. Y lanzaré
al fuego eterno lo que de ti pueda algún día nacer.
No la volveré a ver más. Es, por lo mismo, que moriré; como lo hizo, en cercano
pasado, Cleopatra. Una cobra hincará sus colmillos en mi cuerpo. Y mi espíritu
volará al infinito. A purgar mis penas, al lado de los dioses despojados de
atributos. Expulsados del Olimpo Sagrado; por haber agraviado al Padre Zeus. O
al Dios Júpiter llegado.
III
(Palas Atenea)
26
Sucedió como casi siempre suceden las cosas, cuando son nuestras. Estando
ahí, situado en la esquina tercera del barrio; una joven mató a su amiga.
Aparentemente en juego guerrero de recordación perdida. De mi parte, solo un
vahído absoluto. Como cuando uno siente que en ese dolor se le va el alma. Un
cuadro impresionante. La joven agresora, muchacha bien dotada de cuerpo. Con
rasgos de cara un tanto masculinos. Con ojazos negros, penetrantes. De esos que
se involucran con uno y lo traspasan. La agredida, ahí en el piso. Pero todavía con
ojos verdes abiertos. Labios gruesos, provocantes. Cuerpo de una delgadez
envidiable. Piel color canela, lisa, embriagante.
Y pasó que, se hizo aglomeración inmediata. Cada quien tratando de esculcar
cualquier versión. Que fue a propósito. Que las habían visto discutir el día anterior.
Que la muerta era amante de la que le dio muerte. Que no hubo tal juego. Que el
puñal entró con fuerza inusitada. Que las vieron pasar de las manos cogidas. Que
la de la piel café no era del barrio. Que…
Por lo mío, no tuve dudas. En verdad un juego de libre interpretación. Como
luchadoras cuerpo a cuerpo. Un brilloso metal hecho arma ligera. Ahí en el piso.
Ganaba quien lo cogiera primero e hiciera un giro de cuerpo en su propio eje. Y
atacara con la fuerza de su brazo derecho. Y, simplemente, se le fue la mano a la
primera que cogió el metal.
Lo digo, porque ya lo había visto. En ese sueño de mitad de noche, anterior una
vez lo soñé y comenzó el no poder dormir; viajé en el tiempo. Y localicé las
hendiduras de la ciudad profana. Y, allí, estaban ellas. En otro tiempo. Con sus
27
telas trasparentes, actuando como envolturas. Y sus cuerpos al desnudo, se
exhibían en las transparencias. Y vi esos muslos sólidos, puestos en firme.
Guerreras ahí, en pleno coliseo temerariamente habilitado. Y estaban otras
mujeres cuando empezó el duelo. Y vi volar caballos alados adornados con
estolas de flores. Y vinieron en veloz carrera, como rayos enceguecedores,
caballeros de alta estima. Dicho así por lo que vestían. Adornadas sus cabezas
con olivos en fuego.
A la otra noche. Noche antes del día en que en la esquina tercera del barrio; volví
a ver el duelo. Ya en la arena del coliseo. Y tribunas todas colmadas. Y llegaron
otros en carrozas, haladas por machos cabríos. Conté hasta cien de ellos. Y
bajaron los señores. Y se instalaron en tribuna especial. Con sus frentes en alto.
Con gestos imperiales. Y localicé las aureolas que circulaban en torno a su
cabeza.
Esa misma noche, antes del día aquel, empezó el duelo en verdad. Y la de ojazos
negros penetrantes. Se abalanzó sobre la morena de muslos bien henchidos. Con
ese cabello al viento. Y vi el metal ahí, en la arena. Y entraron en el cuerpo a
cuerpo. Brazos y piernas entrelazadas. Fundidos al unísono. Con la música al
aire. Siguiendo sus movimientos. Y cayeron en la arena. La de negros ojos
inhabilitó a la otra. Y cogió el metal, tratando de incorporarse para hacerse
vencedora, en ademán no previsto abrió el pecho de la vencida. Y su corazón al
aire Fue.
28
Yo seguía ahí. Viendo el cuerpo endurecerse. Viendo esa piel hermosa
languidecer. Tornándose en opaco gris desierto. Viendo como sus ojos se iban
apagando. Viendo ese cuerpo entero provocante, languidecer al infinito. Ya frío.
Ya sangré antes viscosa a torrentes, una resequedad muda. Pétrea. Y seguía
llegando gente. Inventando palabras para azorar a la vencedora. Y ella puesta en
pie. Con su mirada perdida. Como implorando perdón, no se sabe a quién. Y su
vuelo de cabello apuntando al infinito. En esa ráfaga de viento que, de pronto,
llegó desde la nada.
Volví a la otra noche, antes de este día aciago. Ya, otra vez, el desvelo. Insomnio
tardío. Volcado a la arena del coliseo que seguía pleno. La arena teñida de rojo. Al
lado de las dos. Y la del metal en la mano, erguida. Sus ojos de tristeza absoluta,.
El cuerpo tirado ahí. Ya perdido. Ya sin el brillo de la vida. Cabello que se tornó
opaco. Ya no con el brillo de antes. Toda arropada en el velo traslúcido. La
desnudez abierta. Paso a paso fui recorriendo con mi mirada su hermosura. Y la
sentí como si fuera mía. Como si antes del duelo la hubiera poseído con delirio.
Con ternura exacta, sin la expresión dubitativa mía en otros quehaceres.
Ahí, en esa tercera esquina seguía yo. Como impávido testigo de lo que vi en la
otra noche. Gente inmediata. Un grupo asfixiante por lo tumultuoso. Ya llegaron
los levanta cuerpos. Con sus guantes finos. Pegados a la piel de sus manos. Y
con la parsimonia acostumbrada. Abriendo los labios gruesos, con pinzas
plateadas. Cerrando los ojos de la que fue muerta en lance absurdo. Tocando la
herida del pecho. Agrietándola más. Y cubriendo todo el cuerpo con manta blanca.
Ya no podía ver yo, esa hermosura apretada en bajo vientre. Y metieron el cuerpo
29
en bolsa negra. Y luego la cerraron. Y desapareció, pues, el cuerpo entero. Y la
vencedora dolorida. Con espasmos cada vez más fuertes. Mirándolo todo en
derredor. Auscultando. Como buscando un nombre para la tragedia. Para ella y
para la vencida.
Y, esa misma noche del antes de, vi a Zeus en la tribuna. Envejecido. Llorando
también. Y su séquito. Hermes, Afrodita, Aquiles, Hera. Todos y todas,
lamentando la muerte. En la arena seguía, con sus ojos agrandados, lamentando
lo sucedido. Rogando la no tipificación de preterintencionalidad. Buscando asidero
en la belleza de la perdedora y en la suya propia. Con el velo alzado al viento.
Con la desnudez exaltada. Sus pechos inflamados, pero tristes también. Y
vinieron a caballo a levantar el cuerpo. Sin guantes. Espada al cinto. Lo alzaron
sin dulzura. Lo colocaron ahì, en el carruaje. Sin ceremonia. Casi sin respeto. Los
vi alejarse con la rapidez de corcel recién adiestrado para la guerra.
Ya es otra noche. Yo sigo ahì. En la esquina tercera de mi barrio. Ya ha pasado
todo. Solo está ella. Aturdida. Me le acerqué. La abracé con mi cariño posible,
henchido. Secándole las lágrimas que ya hacían como laguna en el piso. Con
oleadas vibrantes. De un azul celeste divino. Y le acaricié su cabello. Se había
vuelto blanco, casi níveo.
Sin saber cómo, ni porqué, se deshizo de mí. Volando se fue. Acompañada de
nubes grises, presagiando tormentas. Hasta que se perdió en el infinito cielo
herrumbroso. Su última mirada fue para mí. Diciéndome adiós
30
Esa misma noche volví al sueño y al desvelo. Ya no había nadie en el coliseo. La
arena toda teñida de rojo a borbotones. Ella ahí. Mirándome. Con el metal en la
mano. Lo lanzó al aire. Y ella tras él. Ascendió rauda. Detrás del envejecido Zeus.
Con su mano, un adiós que todavía es latente en mí; a pesar de haber pasado
cuarenta noches, de sueño perdido. De desvelos perennes y por la noche
guarnecido.
Parte dos
Juvenal había nacido y crecido en familia muy humilde. Papá Alcibíades, tenía
una tierrita, en la cual cultivaba, en eso que llaman “pan coger”. Mamá Aurelia,
como casi todas las mujeres, se encarga de todo lo necesario para que “los
hombres” tuvieran todo al momento que lo necesitara. Desde la alimentación,
hasta el lavado y planchado de la ropa. Lo que se producía, no iba más allá de
tener asegurada la manutención de la familia. Por lo mismo, papá Alcibíades
tenía que asumir otras actividades para, al menos, algunos recursos extras.
Tenía un compromiso con la empresa de comercialización de cerdos. El
negocio suponía que, a él le entregaban los cerdos recién nacidos. Y, él
asumía todo lo relacionado con lo que se llama “engorde”, hasta que los críos
alcanzaban los tres años. Tiempo en el cual se alcanzaba la edad para ser
comercializados. Recibía el 20% de lo producido hasta la venta en canal.
Estudió en el Colegio “El Buen Dios”, Allí termino la básica primaria y el
bachillerato. No fue muy brillante. Pasó con los mínimo posible.. Combinaba
31
sus estudios y las urgencias vinculadas con la actividad familiar. Papá
Alcibíades, entró en conversación con el señor Eufrates Montoya que lideraba
una cooperativa. Dos Eufrates y su familia, vivía en CIUDAD PIEDRA,;
localizada a 200 kilómetros de ciudad Benítez.. En la intención que Juvenal
accediera a la educación universitaria.
Juvenal llegó a ciudad Piedra, un domingo de abril. De inmediato se dirigió al
local de la cooperativa. Conversó con don Eufrates. Al día siguiente ya estaba
trabajando como auxiliar administrativo, en la bodega.
La Universidad Claretiana, ofrecía los programas de sociología, Filosofía e
ingeniería de sistemas. Juvenal, siempre había manifestado profundo interés
por la sociología. Decidió empezar a preparar la prueba de ingreso. En ese
trajín conoció a Hildebrando Mosquera. Un joven que estaba estudiando
Filosofía. Se hicieron amigos y empezaron a compartir inquietudes.
Fundamentalmente, en lo referido a las actividades universitarias.
Profundizando en áreas relacionadas con la sociedad y sus perspectivas. Ante
todo, en lo que se refiere a lo que se ha dado en llamar “la noción de autoridad
del o la sujeto, individualmente considerado.
Juvenal pasó la prueba de admisión, de una manera sobresaliente. Tuvo que
matricular en horario nocturno, en razón a su actividad laboral en la
cooperativa. Entretanto conoció a Belarmino Pantoja, compañero de estudio.
32
Con él analizaban las diferentes expresiones académicas. Fundamentalmente,
en lo que tiene que ver con el nexo entre sociedad, individual la naturaleza. Los
fines de semana, se reunían después de terminar los asuntos relacionados con
su trabajo. Más adelante, el señor Eufrates, le concedía permisos, para que
extendiera sus estudios de fines de semana.
Corriendo el tiempo, Juvenal y Belarmino, fueron profundizando en sus
análisis. Un tipo de profundización que les permitió revalidar muchos aspectos
que habían sido asumidos como válidos. Fundamentalmente, tratándose de
comparaciones entre Hobbes, Rousseau y Maquiavelo. Algunos (as)
estudiante se fueron interesando en esas reuniones; vinculándose al grupo.
Belarmino tenía una hermana (Mariana). Una joven destacada en diferentes
áreas del conocimiento. Estudiaba Ingeniería en la misma universidad. Desde
chica había empezado un proceso autónomo. Visitaba bibliotecas y mantenía
contactos con algunas estudiantes del resto del país. Su vinculación al grupo,
supuso un esfuerzo adicional, para ella. Simpatizaba con Juvenal, en razón a
lo que Belarmino tipificó como “simpatía primera, con visos de enamoramiento.
De la simple expectación académica, pasaron al análisis de las sociedades
locales e internacionales. Fue creciendo la actividad del grupo. De tal manera
que se constituyó en referente para los y las estudiante de la universidad.
Había un aspecto que convocaba con mayor profundidad. Algo así como el
entendido de la historia universal y sus repercusiones en una formación social
33
como la nuestra. Ante el notable éxito del grupo de trabajo, fueron creciendo
opciones interpretación
A manera de ilustración (...con las reservas obvias), es pertinente presentar la
reflexión efectuada por Francisco Segui, en el prólogo a una de las ediciones de
La República (Platón); veamos: “...Si la vida ciudadana, la polis como forma
comunitaria, se hunde desgarrada por el escepticismo, el agnosticismo y el
relativismo, la polis como organización política sucumbe ante el empuje de la
democracia. Y si Sócrates buscaba la solución invitando a revisar los conceptos
éticos, a encontrar lo absoluto, Platón idea todo un mecanismo político-social. Su
República no es una descripción de un mundo ideal: es una técnica de formación
de una sociedad. Aunque de vez en vez caiga en ciertas disquisiciones sobre
conceptos tales el de justicia o felicidad, está orientada al estudio de los aparatos
de control social. Su objetivo es el orden, la estabilidad (rechazará todo cambio
que no sea un acercamiento al ideal descrito en la obra). Y para ello parte de la
educación. La educación es el principal elemento represivo, el medio más eficaz
para el control, el más apropiado homogenizador social. Educar es, para Platón,
construir ciudadanos. En la educación se hará al ciudadano: se condicionará su
sensibilidad, su voluntad y su pensamiento, de modo que nada pueda desear sino
aquella situación que por naturaleza le pertenece.
Toda técnica de control social responde a una concepción del hombre y de la vida,
sin duda. Pero es un error pensar que Platón extrae sus ideas políticas de la teoría
34
de las ideas. Al contrario, la Ideas serán una metafísica, una cosmovisión, una
especie de creencia favorable para llevar a cabo la política…”1
Desde la interpretación acerca del poder, propuesta y desarrollado en este escrito,
es evidente la asimilación al concepto de control. El asunto siguiente tiene que ver
con su definición en términos de control político. Lo anterior, por cuanto la noción
de política, adquiere una connotación relacionada con la actuación colectiva. Algo
así como entenderla, en el contexto permitido por los agregados adquiridos a
través de determinados procesos previos. Es decir: la política no constituye una
opción originada en el proceso de internalización que efectúa cada sujeto (a), con
respecto a la exterioridad. Es, por el contrario, el desarrollo de elaboraciones
acumuladas, a través de procesos que trascienden a cada sujeto (a); comoquiera
que se configuran a partir de una forma de apropiación realizada por parte de
quien o quienes convierten esas elaboraciones, en opciones que entran a ejercer
como referentes. En consecuencia constituyen, por esto mismo, un mandato; una
convocatoria que pretende el reconocimiento individual y colectivo. Está
expresada en códigos (...o definiciones) que conforman un cuerpo teórico, con
repercusiones prácticas en el quehacer cotidiano. Es, en otras palabras, el soporte
necesario para ejercer gobierno, autoridad; por parte de quien o quienes se han
separado de los (as) otros (as); en su condición de usufructuarios (as) de esos
mismos códigos.
La diferenciación comienza, desde el momento mismo en que aparecen insumos
que la permiten. Si bien es ilustrativa la interpretación (...un poco lineal) propuesta
1
Segui, Francisco. Prólogo a La República, Tomo I. Ed. Universales, Bogotá
35
en el recorrido: sociedad primitiva-esclavismo-feudalismo-capitalismo; como
proceso explicativo en cuanto al origen de la dominación. Lo cierto es que el
asunto es mucho más complejo. Porque supone, entre otras cosas, retomar el
entendido de la apropiación de los referentes y su imposición; a partir de un
ejercicio originado en la diferenciación; pero asimismo, en nexo con el proceso de
internalización individual. Valga presentarlo de la siguiente manera: si la sociedad
primitiva descrita por Lewis H. Morgan, constituyó un estado en el desarrollo de la
humanidad; no puede inferirse, necesariamente, la ausencia de determinadas
formas de diferenciación...y de control. Con las limitaciones sociológicas y
políticas propias de su investigación, el texto que la resume, tiene elementos
importantes; en cuanto a la interpretación de los hechos originados en la misma
investigación que se relacionan con la actividad humana. Por lo mismo es
pertinente resaltar lo siguiente:
“..Los hechos indican la formación gradual y el desarrollo subsiguiente de ciertas
ideas, pasiones y aspiraciones. Aquellos que ocupan las posiciones más
prominentes, caben ser generalizados como crecimientos de ideas particulares, a
las que se encuentran íntimamente vinculadas…
..ÚLTIMO. La idea de propiedad se formó lentamente en el pensamiento humano,
permaneciendo naciente y endeble durante períodos inmensos de tiempo.
Adquiriendo vida en el salvajismo, requirió toda la experiencia de este período y
del subsiguiente, de la barbarie, para desarrollar el germen y preparar el cerebro
36
humano para la aceptación de su influencia de contralor. Su imperio como pasión
por sobre todas las demás pasiones, señala el comienzo de la civilización...”2
Ahora bien, como lo hemos señalado arriba, el poder adquiere significado a partir
de la apropiación unilateral de insumos relacionados con el conocimiento
acumulado. Esta apropiación permite la elaboración de unas determinadas
condiciones que deben ser acatadas, por parte de quien o quienes no actúan en
posición de usufructuarios. Así planteado, entonces, no implica necesariamente un
nexo primario con la posesión de bienes. Otra cosa es que la posesión permita el
desarrollo y consolidación posteriores de mecanismos de control y, por esta vía,
de imposición. Lo anterior es lo mismo que entender la dinámica del poder y del
control; como una sucesión de eventos en los cuales se van estructurando unas
instancias en las que predominan instrumentos conceptuales, como opciones
únicas para la interpretación de la naturaleza y de las relaciones necesarias para
transformarla…o, simplemente, para convivir con ella.
A partir de esta lógica para la interpretación del poder; se entiende que este
adquiere una connotación política, como opción válida en el proceso de
consolidación y defensa del mismo, por parte de quien o quienes actúan como
detentadores. Lo que, en principio, era un control en términos de pautas y códigos
propuestos (...o impuestos) como única alternativa para establecer un nexo con la
externalidad; se convierte en la instauración de instancias que identifican esos
pautas y códigos con los usufructuarios. Esto supone el desarrollo de mecanismos
constitutivos de reglas orientadas a distanciar, aún más, el poder con respecto a
2
Morgan, Lewis H. La Sociedad Primitiva, edición Divulgación Cultural Universidad Nacional de Colombia,
1972.
37
quienes se controla. Es decir este (el poder) se torna mucho más complejo;
comoquiera que se configura la intermediación como requisito indispensable para
acceder a sus representantes. El territorio, en este contexto, deja de ser simple
externalidad primaria, natural en la cual se efectúa la interacción y el intercambio
por parte de los (as) sujetos (as). Se convierte, por lo mismo que se consolida la
figura del poder, en escenario en el cual la relaciones (...Sociales) adquieren
características, cada vez, más complejas. Ya no es, entonces, la simple
aceptación de los códigos originarios, casi siempre asociados a la religiosidad.
Ahora se trata de una figura ensanchada de este. Una ampliación del espectro; en
función de los nuevos elementos que lo acompañan y sustentan.
Vale la pena reiterar acerca del condicionamiento que se le imprime a la actuación
individual. El proceso, por medio del cual se instaura la dominación, supone una
inhibición a la libertad. Ya no existe la posibilidad de ejercer la autonomía inicial;
para exteriorizar los conceptos elaborados a partir de la relación con la naturaleza,
con la externalidad. Lo que prevalece, ahora, es la asunción de los referentes
establecidos como única opción posible. Es una interpretación mediada por los
códigos y las instancias desarrolladas por parte de quien o quienes ejercen como
detentadores de esos referentes. A esto se agrega el hecho del nexo entre esa
acción de control primaria y la evolución del sistema de apropiación de los
excedentes derivados del trabajo. Se configuran, entonces, unas relaciones
sociales en las que prevalece la imposición de reglas. Algo así como una
sumatoria de conceptos básicos que obligan. Actuar en contravía de los mismos
sitúa, a quien o quienes lo hacen, por fuera de esas condiciones. Por lo tanto debe
38
ser entendido como desafío, como rebelión. Esto es lo que explica, en términos
del concepto de legalidad, la estructuración de figuras que describen y validan el
castigo; como procedimiento indispensable para mantener el control. Es ahí en
donde, el poder, adquiere su connotación política.
s pertinente, para este caso, citar la posición expresada por J.C. Friedrich, en su
texto La filosofía del derecho. “..Puesto que para el derecho siempre tiene
importancia fundamental que la obligación de sus normas se encuentre
firmemente anclada en la convicción de la legitimidad de la autoridad que crea la
ley, sea Dios, sea la acción popular, la importancia de las normas legales en la
vida social estará, en todo momento, hondamente influida por la fe en la
legitimidad del gobierno que las impone y por la cual son creadas. El nomos y el
jus de griegos y romanos estuvieron en vigor mientras se mantuvo la fe en la
comunidad de la polis, pues la polis estaba regulada por el nomos y el jus, debido
a la constante fe del pueblo en la heroica sabiduría de algún antiguo legislador, ya
fuera un Solón, un Licurgo, o las Doce Tablas. Sin embargo, para los judíos del
Antiguo Testamento, no fue Moisés, ni siquiera los profetas, sino el Dios único,
quien habló a Moisés y le ordenó que comunicara sus leyes a su pueblo (Levítico
19: 1-2). Y fue su pueblo el que quedó convertido en una comunidad sagrada
gracias a esa comunicación, por la santidad misma del Dios que había dictado las
leyes. Y de esta santificación, al dar y obedecer la ley, se desarrolló o, quizá fuera
mejor decir que se derivó, como corolario la doctrina del pueblo elegido...”3
3
Friedrich, C.J., La Filosofía del derecho, ed. Fondo de Cultura Económica
39
Ya quedó planteada la interpretación en torno al poder y al control. Se infiere, en
consecuencia, una connotación asociada al concepto de sociedad; entendida
como interacción colectiva en un determinado territorio y cohesionada por una
reglamentación; impuesta como norma de obligatorio acatamiento.
Cabe ahora extender esa interpretación. Ya no tanto en lo que hace referencia a la
implementación coercitiva de los códigos y de las instancias a cuyo cargo está la
vigilancia y desarrollo de los mismos. Se trata de entender la dinámica que
adquiere esa implementación; a través de un proceso que va instaurando
instancias, como figuras mucho más complejas en lo que hace referencia a los
mecanismos de control, de su desarrollo y distanciamiento con respecto a la
interpretación primaria, rígida de la inhibición y subyugación hacia el (
...o los) sujeto (os).
Lo que antes era un escenario en el cual se exhibían unas relaciones simples de
dominación; ahora se va convirtiendo en territorio en donde los códigos y normas
conforman un sistema lógico, abstracto. De tal manera que los (as) sujetos (as)
involucrados (as) como dominados (as), pasan a ser un colectivo que es obligado
a identificarse con ese sistema complejo de mandatos y requerimientos;
intermediado por instancias próximas y lejanas. Es, en otras palabras, una
asociación forzada que tiene como justificación y como centro, la aceptación de
ese sistema normativo. Al mismo tiempo, implica el reconocimiento de
intermediarios que ejercen como representación válida de esa asociación (...de
ese Contrato Social, diría Rousseau).
40
Lo anterior no supone, en estricto, la pérdida de las aspiraciones íntimas de cada
sujeto (a), entendido en los términos propuestos arriba. Por el contrario, a pesar
de la imposición del sistema de normas, persiste ese conflicto (...o malestar que
llamaría Freud) latente con respecto a esa misma imposición. Veámoslo, un poco,
en los siguientes términos:
“..Creo poder decir, en resumen, que la filosofía estoico-ciceroniana del derecho
tiene sus raíces en una ética racional a la que se adjudica una validez universal,
como ley de la naturaleza humana. Esta ley, como todas las leyes de la
naturaleza, es la razón inherente a la naturaleza toda; es su significado. Por tanto,
podemos, y debemos derivar leyes de esta ley (a lege ducendum est juris
exordium), porque esta ley, la ley natural, es la fuerza de la naturaleza (naturae
vis) y, por tal motivo, es la norma que define lo que es bueno y lo que es malo. El
cumplimiento de esta ley natural es tarea impuesta a los diversos estados
(civitates) que expresan la verdadera ley en las normas del jus pentium, común a
todas ellas. Cada comunidad, sin embargo, tiene su propio jus civile, válido sólo
para sus ciudadanos, ya que toma en consideración las condiciones especiales,
tanto espirituales como materiales, que son peculiares de tal comunidad. Pero ni el
jus Pentium ni el jus civile deberán estar en conflicto con el jus naturae. Si lo
están, tales normas no son verdaderas leyes, sino mandatos arbitrarios...”4
Hasta aquí queda claro, en nuestra línea de interpretación, la dicotomía que
subyace a la implementación del poder político, como una expresión de la
coacción hacia el sujeto. Este ejercicio de dominación tiene, como colateral, una
4
Friedrich, C.J., obra citada.
41
forma de subyugación; en tanto supone la imposición de limitaciones al desarrollo
autónomo individual que permite acceder a la naturaleza y tomar de ella las
percepciones e impresiones necesarias para construir el bagaje conceptual
indispensable, como proceso que consolida la independencia de cada sujeto (a).
La inhibición, derivada de la imposición de ese tipo de poder, induce a reprimir la
autonomía y la libertad; como cuota necesaria que debe otorgar el (la) sujeto (a)
para disfrutar las posibilidades derivadas del poder que, a su vez, se erige como
avance colectivo en la escala de la evolución humana...de la civilización; pero
implica asimismo la latencia del conflicto, del deseo de libertad reprimido.
Veámoslo, en términos de Marcuse:
“El desarrollo del sistema jerárquico de trabajo social no solo racionaliza la
dominación, sino que también contiene la rebelión contra la dominación. En el
nivel individual, la rebelión original es contenida dentro del marco del conflicto de
Edipo normal. En el nivel social, las recurrentes rebeliones y revoluciones han sido
seguidas por contrarrevoluciones y restauraciones. Desde la rebelión de los
esclavos en el mundo antiguo hasta la revolución socialista, la lucha de los
oprimidos ha terminado siempre con el establecimiento de un nuevo, y mejor,
sistema de dominación; el progreso ha tenido lugar a través de una cadena de
control cada vez más eficaz...*5
Son evidentes las limitaciones en el enfoque Freudiano propuesto por Marcuse.
No solo en lo que respecta al espectro social y su dinámica; sino también en lo
que hace referencia al desarrollo y manifestación de los mecanismos de
5
Marcuse, Hebert, Eros y Civilización, Ed. Seix Barral Barcelona, 1968, página 92
42
dominación, mucho más complejos que los esbozados en ese enfoque. Habría
que mirar, en perspectiva, análisis desde la interpretación sociológica y política.
Pero, de todas maneras, Marcuse permite reconocer e identificar el conflicto entre
sujeto y poder, que subyace a la tensión constante que acompaña a cada
individuo inmerso en el sujeto colectivo y en su expresión orgánica; como
instancias de control.
Así la cosas, entonces, existe un nexo insoslayable entre poder político y Estado.
Este último no es otra cosa que la racionalización y organización del poder
político; por la vía de instancias jerárquicas, independientes del sujeto individual y
del sujeto colectivo. A través de ellas se expresan unas relaciones de dominio
que abarcan territorios definidos. Es, el Estado, un ordenamiento a partir del poder
político. Le imprime a este una connotación abstracta, en razón a que ejerce como
referente que convoca a la aceptación; como garantía para la cohesión de quienes
comparten el territorio y que, asimismo, tienen un origen y expresiones culturales
comunes. Constituye, en otras palabras, la única posibilidad para acceder a
beneficios en condiciones de igualdad. Uno de ellos, a manera de ejemplo, tiene
que ver con la opción para dirimir conflictos, entre los súbditos. Lo anterior por la
vía de la interpretación lógica y neutral; a cargo de instancias creadas y
desarrolladas en el marco permitido por el Estado.
La confrontación es un agregado del conflicto. Es su manifestación; como quiera
que supone la expresión, mediante acciones precisas y concretas, bien sea de
una parte del conflicto o de la totalidad de este. Si es lo uno o lo otro, se define a
43
partir de los contenidos que adquieren las acciones; pero también de, a partir de
su significado con respecto al poder y sus manifestaciones.
Lo anterior se entiende mejor, ubicado en el contexto que ejerce como escenario
en el cual se aplica y desarrolla el poder. De las instancias, procedimientos a
través de los cuales se ejerce el control. De las franjas o sectores sociales que
aparecen como dominados. Inclusive, en un análisis más preciso, de la
diferenciación que adquiere la dominación; según la identidad que pueden
alcanzar algunas de esas franjas o sectores, con respecto a los beneficiarios
directos del poder. Algo así como entender una dinámica en la cual aparecen
beneficiarios (as) transitorios y parciales; sin que esto implique la asunción del
poder en sí.
En nuestra línea de interpretación, se trata de proponer una opción, en la cual se
hace visible la presencia de la dominación en diferentes niveles. Ya no tanto en lo
que hace referencia a las instancias y/o los aparatos ideológicos del Estado, como
expresiones a partir de las cuales se pueda explicar y generalizar la cobertura y
afectación de la dominación. Lo nuestro es más la pretensión de alcanzar una
caracterización de la dinámica que adquiere la aplicación del poder y la
dominación; en cuanto que ejerce una cobertura que permea sectores específicos,
vinculándolos al proceso inherente al control político y económico; como
beneficiarios transitorios. O, simplemente, como soportes pasivos a partir de lograr
su apoyo en términos de captar su identificación con los propósitos últimos del
poder. Cuando, en este marco conceptual propuesto, se producen fricciones o
rupturas; se configuran expresiones de la confrontación que vinculan a esos
44
sectores con acciones que expresan contenidos concretos de un determinado
conflicto; sin que esto implique la disolución de nexo con las instancias del poder.
En esta perspectiva, inclusive, cabe validar el concepto que propone un entendido
del Estado, como una sumatoria de micropoderes; a la manera de bloque de
sectores o de clases en el poder. Esta opción supone la presencia de una figura
asociada al equilibrio, en el cual confluyen intereses, en veces divergentes, unidos
alrededor de una (...o unas) determinadas formas de poder que les permite
imponer decisiones en nexo con sus intereses estratégicos. Es más, por esta vía,
podría entenderse la “delegación del poder formal”, a individuos y sectores que
ejercen como expresiones “neutrales”.
Vale la pena, como ejemplo, transcribir el aparte del texto “Los Límites de la
Modernización”, escrito por la profesora Consuelo Corredor Martínez. Lo
consideramos importante, en razón a que se insinúa una interpretación del poder y
la dominación; a partir del análisis de un período concreto de la historia del
desarrollo político y económico en nuestro País.
“..Los alcances de esta modernización han sido bastante limitados y sus
implicaciones extremadamente conflictivas, debido a que ella se ha adelantado en
un contexto marcadamente liberal en el cual han prevalecido los intereses de las
élites dominantes. El modelo liberal de desarrollo ha significado la subordinación
del Estado, minimizando su función de interpretar, gestionar y regular los intereses
colectivos, y obstaculizando la configuración de un espacio público en el que se
45
puedan expresar, confrontar y resolver los conflictos sociales. El Estado
colombiano es un Estado privatizado, atrapado entre el liberalismo económico y el
conservadurismo político.
En esta perspectiva liberalismo y conservadurismo no se oponen sino que, por el
contrario, se articulan y se prestan mutuos servicios. El logro de intereses
particulares sin importar los costos sociales encuentra un terreno propicio en el
orden jerárquico y tradicional por el cual se vela el conservadurismo. El costo de
esa coexistencia ha sido el rezago de la organización política de las
transformaciones socioeconómicas que han trastocado el orden en que estaba
cimentada.
Las restricciones derivadas de los sistemas económico y político colombianos han
entretejido una gama de relaciones tanto modernas como posmodernas, lo que
hace la sociedad más compleja y fragmentada que en el pasado. Ha sido una
acumulación histórica de tensiones que han significado en forma continua
períodos de crisis y de relativa estabilidad. Y en esta dinámica, los momentos de
crisis son cada vez más severos por la fragmentación de los escenarios y de los
actores, la mayor polarización y desigualdad sentidas y una amplia percepción del
carácter excluyente de los sistemas social y político…”6
6
Corredor, Consuelo. Los Límites de la Modernización, segunda edición. Editada por Cinep, página 23
46
A partir de esta opción nuestra de interpretación, en consecuencia, se hace
necesario presentar un análisis que permita introducir la diferenciación acerca de
los contenidos, alcances y significación, en cuanto a niveles de expresión del
conflicto, de la confrontación y las acciones por medio de las cuales este se
concreta.
La connotación que adquiere la diferenciación, en el contexto de las relaciones
sociales, supone una determinada caracterización de roles; a partir de análisis
soportados en categorías conceptuales y metodológicas. Por lo tanto, ya no se
trata de una simple réplica de lo observado, como representación objetiva. Por el
contrario, significa profundizar acerca de esas expresiones de superficie;
indagando por las condiciones que la subyacen, como soporte. Ya, en ese
procedimiento, pueden y deben aparecer algunos niveles de abstracción, referidos
a la interpretación alusiva a los acumulados históricos en nexo con la
participación, en esas mismas relaciones sociales, de los (as) sujetos individuales
y colectivos (as). De las condiciones en que esta se ha producido y del grado de
inserción con respecto al conocimiento, a las instancias que lo promueven y
controlan. Pero también, y con mayor énfasis habida cuenta del horizonte
propuesto en nuestro escrito, acerca del significado de esa participación con
respecto al poder y a las instancias que lo soportan, a sus manifestaciones como
instrumentos de control, de dominación y de imposición.
Ha habido, en el curso del tiempo, interpretaciones que asocian la caracterización
antes aludida, a posiciones antropológicas y culturales. Por esta vía, se ha
desembocado en expresiones que delimitan (a manera de diferenciación) la
47
intervención de los (as) sujetos individuales y colectivos en el desarrollo de las
relaciones sociales; a partir de asignarle a determinados sectores una posición
periférica, respecto a los beneficios del conocimiento, entendido como proceso,
como aprendizaje que va decantando, segregando. Aquí, en esta opción, se
valida, en veces, un instrumento de diferenciación asociado a la pertenencia a una
determinada raza y/o etnia. Visto así, entonces, cabe una propuesta de
interpretación generalizante; pero también de especialización; por cuanto se
establece unos condicionantes vinculados con normas y pautas, a la manera de
posición que reivindica una versión predominantemente aceptada y acatada, de
cultura, como sinónimo de civilización; como paradigma, a partir del cual es
posible establecer una segregación.
Ya no se trata, en el anterior escenario conceptual, de admitir una posición
periférica respecto al poder y a las instancias que lo soportan. Aquí, la noción de lo
periférico, está referido a un espectro mucho más amplio; en razón a que los
márgenes constitutivos de la delimitación social, están contraídos en términos del
grado de apropiación y/o de acceso a los beneficios del conocimiento, y de la
cultura asumidos como referentes de civilización. Esto no es otra cosa que
entenderlo, como adecuación, como asimilación de los roles y los paradigmas allí
consignados.
En un documento de trabajo (La Educación Superior en América Latina),
presentado en el debate al interior de la Universidad Nacional de Colombia, previo
a la realización del Primer Congreso Nacional de Educación Superior, realizado en
48
la ciudad de Barranquilla los días 1,2 y 3 de diciembre de 1999; se expresa un
concepto que consideramos válido. Veamos:
“…En estas condiciones, la Escuela, no es otra cosa que una expresión que, en
principio, transfiere el dominio estatal. No tanto en la aplicación elemental marxista
de aparato ideológico; sino como complejidad que articula instancias del
conocimiento, aplicadas y estructuradas en programas y acciones, a partir del ese
centro-poder, sin ser él. No es, entonces, una aplicación a partir de la lógica lineal.
Es una interacción heterogénea orientada por unos perfiles definidos a partir de
las necesidades inherentes a los intereses que impone ese centro-poder. Es decir,
lo suyo no es otra cosa que contextualizar la sociedad en términos de su propio
rol, de su significación. Con esto tratamos de establecer lo siguiente: la
globalización siempre ha existido, si asumimos que esta no es otra cosa que la
imposición de referentes a partir del dominio ejercido.
Sin pretender un traslado conceptual mecánico, las condiciones impuestas desde
el centro-poder económico y político internacional, permiten trazos que imprimen
todo el quehacer económico, político y cultural de los dependientes. Ya, de por sí,
el solo hecho de reivindicar los autóctono (como acervo cultural) es constitutivo de
herejía con respecto a los modelos considerados prevalecientes. Esto es mucho
más evidente, en lo que respecta al desarrollo del conocimiento por la vía de
implementaciones programáticas escolarizadas. La escolarización, en sí, origina
rupturas si se compara con las aprehensiones y las tradiciones propias de las
culturas nativas. Porque no habría de serlo, entonces, a partir de la concreción del
dominio desde el centro hacia la periferia. En esto, por decirlo de alguna manera,
49
se mantiene incólume el postulado de Samir Amin, cuando en su texto en torno al
capitalismo, su desarrollo e implicaciones, habla de las culturas periféricas, atadas
a las condiciones que impone el centro-poder..7
Arribamos, así, a una opción conceptual que nos permite proponer un entendido
en torno a los sectores sociales periféricos. Es decir, aquellos sectores no solo
desvinculados de los beneficios del poder, subyugados y dominados por este; sino
también segregados por la dinámica propia del desarrollo cultural predominante.
Algo así como insertos en la civilización, pero ajenos a ella, en lo que esta tiene de
otorgadora de roles asociados a los paradigmas originados en ese mismo
desarrollo cultural, por parte de sus usufructuarios. Ahora bien, no puede inferirse
de nuestra expresión, el hecho de que proponemos una asimilación de intereses
entre los beneficiarios del poder y sus instancias de dominación y aquellos
sectores que acceden y se identifican con los avances del conocimiento y de la
cultura que ejercen como predominantes; como expresión avanzada de la
civilización.
Surge entonces, en nuestra opinión, un insumo que soporta una segregación: lo
periférico, en cuanto sector y/o sectores considerados por fuera de la versión
oficial de la cultura; entendida esta como originaria de paradigmas, pautas y
comportamientos. Para nosotros, esto no es otra cosa que la denominación de lo
popular, referido a esos sectores que, de por sí, adquieren una dinámica propia y
unas expresiones propias, diferenciadas. Es obvia, sin embargo, la necesidad de
apuntalar este concepto, con arreglo al significado que adquiere el contexto social
7
Pira Claudia y Cano Parmenio. La Educación Superior en América Latina, edición en cuadernillo,
noviembre 1999, Bogotá D.C.
50
y económico; en el cual se desenvuelven estos (as) sujetos (as). Tanto en sus
expresiones individuales como colectivas. Para este caso, el problema surge al
momento de establecer las pautas y/o el horizonte teórico. Porque no puede
delimitarse solo a partir de la figura elemental asociada al lugar en el cual se sitúa
con respecto a las características del beneficio plusválico, derivado del modo de
producción vigente, o prevaleciente. De ser así no habría lugar a postular la
diferenciación que se advierte en la definición anterior.
Por lo tanto, el análisis remite a un territorio de mayor complejidad: uno de los
elementos clave para dilucidar ese significado, tiene que ver con el entendido de
contexto social y económico. Ya decíamos antes: es un escenario no determinado
por la voluntad o por la noción primaria acerca de lo ético. Por el contrario,
constituye una instancia, como período histórico. Esto, a su vez, remite a la
evolución de las relaciones sociales; como proceso soportado en sucesión de
rupturas y equilibrios. Estos últimos, impuestos por quienes adquieren posiciones
de dominio. Así, entonces, cada momento (sin importar su duración) en el cual se
exhibe o manifiesta ese equilibrio; no es otra cosa que la expresión de unas
determinadas condiciones de dominación económica y política.
Ahora bien, como lo hemos postulado antes, en la franja constituida por quienes
(bien sea que se tipifiquen como sectores o como secciones del espectro social)
no ejercen como beneficiarios directos del poder, se erige la heterogeneidad. Ya
ahí, se introduce otro insumo como soporte para la segregación. A manera de
51
ejemplo: la posición y comportamiento de aquellos sectores sociales sobre los
cuales se ejerce dominación politica y económica; pero que han accededlo a
determinados beneficios del acumulado plusválico y cultural (como poseedores y
usufructuarios del conocimiento); no puede ser el mismo, comparado con la
posición y el comportamiento de aquellos sectores absolutamente vulnerables y
desvinculados de cualquier beneficio plusválico y cultural.
Lo anterior conlleva, en consecuencia, a establecer categorías diferenciadas en el
análisis de lo popular, como expresión de determinados sectores sociales; en el
contexto de unas determinadas relaciones de dominación político y económico.
Puede colegirse de nuestra línea de interpretación, una conclusión fundamental:
no todo sector social dominado es, necesariamente, un sector popular. Por lo
tanto, aún a riesgo de silogismo, al momento de tipificar acciones (inmediatas,
mediatas o tendenciales) específicas de confrontación a determinadas
manifestaciones de la dominación política y económica; es preciso trabajar con
estas categorías.
Luego, el espectro de cobertura, está dado por la definición de objetivos
vinculados a conceptos y escenarios heterogéneos; en términos del nexo con los
sectores sociales. No es, por esto mismo, una opción en la cual se configure una
posición de clase; al menos en la versión ortodoxa marxista. No supone,
asimismo, una posición necesariamente revolucionaria y/o de confrontación al
origen y vertebración del poder y de las relaciones de producción vigentes.
Adquiere connotaciones diversas, en la mayoría de los casos asociadas a
reclamaciones puntuales, relacionadas con determinadas condiciones de vida. Sin
52
embargo puede, derivar en expresiones híbridas; en cuanto pueden coincidir
diferentes aspectos en los cuales ejerza importancia un cuestionamiento a
posiciones y/o programas gubernamentales o políticas de estado. Tal es el caso, a
manera de ejemplo, de algunos movimientos populares desarrollados en relación
con decisiones que vulneran determinados intereses y derechos de franjas
amplias de la población. Siendo así, cabe resaltar tonos grises en la diferenciación
teórica y práctica entre movimientos populares, movimientos sociales y
movimientos políticos. En veces, puede hablarse de diferenciación en términos del
espectro de cobertura. Otras veces, puede plantearse en relación con los
contenidos de sus opciones o programas. Con respecto a este asunto del método
para construir tipologías; es pertinente presentar una expresión como la siguiente:
“… ¿Se politizan las luchas urbanas por el hecho de enfrentarse en la mayoría de
los casos al Estado, como lo afirma Castells? No podemos en este momento
desarrollar la discusión sobre el papel fundamental ocupado por el Estado en la
urbanización capitalista, caracterización que parte de una generalización, arbitraria
a nuestro juicio, de la relación entre Estado y Sociedad Civil – en el sentido dado
por Marx y no en el Gramsciano-, pero si podemos afirmar que no basta que el
blanco al cual se dirigen las flechas de un movimiento social sea el Estado, para
determinar su carácter político; es el carácter de sus reivindicaciones, el contenido
de clase de sus luchas, su método y sus formas las que lo definen, y no basta
encontrar un contenido político, hay que identificar si se trata de una lucha
democrático-burguesa (en lo formal o lo real), o socialista.
Vayamos por partes:
53
A similitud de una huelga obrera en una empresa capitalista de Estado o de los
asalariados de un ministerio burgués que levanta reivindicaciones puramente
económicas, sin plantearse modificaciones en las relaciones de poder entre las
clases, ni en el carácter del Estado o de sus formas de ejercicio de la dominación
burguesa, un movimiento de colonos o inquilinos que solicita, por ejemplo, la
regularización de la propiedad de sus tierras, o un servicio cualquiera y que utiliza
para ello el método de la negociación apoyado por llamados a la opinión pública a
través de los medios de comunicación, paradas en los organismos oficiales, etc.,
pero sin plantearse en ningún momento consignas políticas, no es político. No es
el agente social al cual se enfrenta un movimiento el que define el carácter de la
lucha, sino el contenido concreto de clase de él, manifestado en su programa
reivindicativo y su método para alcanzarlo. ..”8
Puede colegirse, entonces, lo insensato de las generalizaciones; a partir de
categorías preestablecidas. De lo que se trata no es de posicionar modelos de
caracterización, como paradigmas inamovibles. En nuestro caso, hemos efectuado
un recorrido amplio; a través del cual hemos postulado opciones de interpretación
relacionadas con las condiciones que actúan sobre los (as) sujetos (as). Esto nos
ha permitido proponer la asunción de conceptos asociados a la conciencia y al
nexo entre esta y las acciones inmediatas o tendenciales; por medio de las cuales
estos (as) intervienen en procesos particulares, de confrontación.
8
Pradilla Cobos, Emilio. “Mitos y realidades de los llamados movimientos sociales urbanos”. Artículo escrito
en junio de 1981, en Méjico, D.F. Ponencia presentada al 4º Seminario Internacional cehap-peval Los
pobladores: protagonistas urbanos en América Latina; realizado en la ciudad de Medellín, entre los días 7 y
11 de abril de 1986.
54
Ya se ha señalado arriba algunos elementos vinculados a la noción del poder,
entendido como instrumento que concreta la dominación. En términos de
identificación y/o del establecimiento de tipologías, es conveniente realizar algunas
precisiones. Se trata de enfatizar acerca del contenido conceptual y práctico del rol
del Estado y su desarrollo. Asimismo del entendido de democracia y del ejercicio
de la representación.
Uno de los elementos centrales tiene que ver con auscultar en torno a la
transformación del poder o, mejor sería definirlo así: el surgimiento e instauración
de expresiones del poder que, de alguna manera, ejercen como distanciamiento
con respecto a los dominados, por parte de los dominadores, por la vía de
instancias que se sitúan como posibilidad de equilibrio. Algo así como desprender
esas instancias de toda connotación vinculada con los intereses inmediatos.
Lo anterior se entiende mejor, a partir de algunas definiciones (...que no son otra
cosa diferente a la tipificación). Veamos: En su escrito Ética a Nicómaco,
Aristóteles expresa conceptos asociados a la figura del poder, por la vía de
señalar algunos aspectos relacionados con las condiciones inherentes a quienes
asumen el poder. Ya ahí, un tanto como se expresó antes, aparece una noción de
poder distanciado; comoquiera que se requiere de una diferenciación, al momento
de validar una determinada opción. No es, entonces para Aristóteles, la figura de
la oclocracia (gobierno de la multitud o plebe). Por el contrario, es la asunción de
una posición en la cual los roles se distribuyen, como condición necesaria al
momento de definir la gobernabilidad. Así las cosas, en consecuencia, los
conceptos de monarquía, aristocracia y democracia; adquieren presencia.
55
Inclusive, en la referencia a las Ciudades-Estados (Atenas, Corinto, Esparta), se
prefigura la representación como instrumento válido e indispensable.
Esto traduce condicionantes para los sujetos. El significado de la libertad, aparece
como intermediación con respecto al poder. Antes hemos referenciado este
aspecto. Basta con recordar el recorrido efectuado, a manera de ejemplo, en las
expresiones de Rousseau, Marx, Morgan, Marcuse; así como la referencia a
Hobbes, en su versión del poder en Leviatán. Inclusive, es pertinente (...en la
perspectiva propia del desarrollo teórico, acerca de la organización política) hacer
alusión a Alexis de Tocqueville (La Democracia en América, El Antiguo Régimen y
la Revolución Francesa); Raymond Aron (Introducción a la Filosofía de la Historia,
Democracia y Totalitarismo) y Max Weber (La Ética Protestante y el Desarrollo del
Capitalismo).
Sin embargo, consecuente con nuestra línea de interpretación del poder y del
significado de la libertad; conviene resaltar un texto no muy divulgado y, aún
menos conocido. Se trata de La Teoría Metafísica del Estado, escrito por L.T.
Hubiese. Aclarando, otra vez, la posición crítica que nos ha acompañado al
momento de transcribir algunas citas; vale la pena presentar, en extenso, una
parte del texto señalado. Particularmente la referida al concepto de Estado y de
libertad. Es lo siguiente:
“…Por otra parte, la familia, tal y como se mantiene en un momento determinado,
es simplemente la totalidad coordinada o asociada de sus miembros, tal y como se
mantienen en el mismo momento. Es una expresión de la vida de esos miembros,
56
en tanto que vidas en común o en estrecha relación entre sí. La familia,
especialmente, no tiene bienestar, ni felicidad, ni buena o mala fortuna que no sea
el bienestar, felicidad y buena o mala fortuna de alguno de sus miembros o de
varios de ellos. En una organización profesional o sindical, en un negocio o una
fábrica, p. Ej., hay también un conjunto en el que se pueden totalizar tantos
cientos o miles de individuos como miembros que la compongan. En todos los
casos, esos miembros cambian, en mayor o menor grado, debido a la asociación a
la que pertenecen. Del sindicato, profesión o negocio podrán decirse cosas que no
serían ciertas si se dijesen de sus miembros cuando estos no pertenecieran a
ellos. Pero, repetimos, en la totalidad no hay otra cosa que la actividad asociada o
coordinada de los individuos que la constituyen. Esto sigue siendo verdad aunque
la organización pueda ser permanente, pero cambien los individuos. Una
universidad puede tener durante siglos un carácter y un sello peculiares y
exclusivos. El número de individuos que pasan por ella y reciben su influencia es
innumerable. Semejante totalidad no la constituyen solamente el número de
miembros que lo ocupan en un determinado momento; ni podemos enumerar a los
que han estado bajo su influencia durante toda su existencia. Sin embargo, su
tradición, su espíritu, que no parece albergar ningún individuo aislado, lo
mantienen los individuos, se propaga de generación a generación, se rompe,
quizá, a veces por el influjo de un nuevo tipo de carácter que no es capaz de
asimilar la tradición que encuentra.
De este modo, al pensar sobre la sociedad, estamos expuestos a dos errores. Por
una parte, podemos caer en negar la realidad del grupo social, rehusando
57
concebirlo como una entidad distinta, insistiendo en disolverlo entre sus
componentes individuales, como si esos individuos no fueran afectados por el
hecho de la asociación. Por otra parte, como reacción ante este exagerado
individualismo, podemos pensar que la sociedad es una entidad distinta de los
individuos, no simplemente en el sentido de que sea un agregado de individuos
considerados en una relación especial, sino en el sentido de que se trata de un
todo que, de alguna manera, existe fuera de ellos o en la que ellos se han
fusionado en perjuicio de su identidad individual. Además, habiendo alcanzado la
concepción de una entidad supra personal en la que los individuos están
inmersos, tendemos a buscar esta entidad, no en todas las diversas formas de
vida social que se entrecruzan y se cortan entre sí, sino en alguna forma especial
de asociación que parece incluir al resto para presentarse como un conjunto al
que el individuo debe pertenecer como elemento. Los escritores idealistas han
encontrado esta entidad en el Estado. Hay, pues, dos puntos que hemos de
considerar: primero, la noción general de una entidad supra personal y, después,
la identificación de esa entidad con el Estado...” 9
De nuestra parte, se trata de establecer algunos elementos de reflexión; en torno
al significado de la representación. De lo presentado, hasta ahora, se infiere la
importancia de los condicionantes; al momento de definir y posicionar los
contenidos teóricos y prácticos del poder. Es decir, la evolución de las instancias
de control y su justificación teórica, han pasado por identificar y aceptar como
válida la pérdida absoluta o parcial de la libertad absoluta, del sujeto individual y
9
Hubiese, L.T., Teoría Metafísica del Estado, Ed. Aguilar, 1981, páginas 26-27. Traducción de Dalmasio
Negro Pavón.
58
del sujeto colectivo no beneficiarios del poder. Cuando más, en una aplicación
amplia de la figura asociada a la intermediación, se ha construido una variante de
esa libertad absoluta, por la vía de desarrollar una opción en la cual esos sujetos
individuales y colectivos acceden a una expresión en esas instancias; a través de
delegar. O lo que es lo mismo: a través de la cesión de parte de esa libertad; tal
vez la fundamental.
Siendo así, entonces, hacemos tránsito hacia el origen de este concepto en
Occidente. En el siglo XIII, se conoció (para el caso británico), una figura primaria
de parlamento anglosajón (Witenagemot). Un tipo de representación
absolutamente distanciada de los súbditos dominados, no beneficiarios del poder.
Asumió roles en nexo con los intereses inmediatos de sectores, aunque no
vinculados directamente a la Corona, ejercían una fuerte influencia. En principio
ejercieron como Consejo Asesor, en lo que respecta a la consecución de recursos
y/o a la orientación y aplicación de lo que podría llamarse como el gasto público.
Con algunas variantes, en términos de su connotación política, en el siglo XVI;
este tipo de Consejo Asesor, mantuvo un significado asociado a la representación
de determinados sectores, en su relación con la Corona. Aunque, en estricto,
carecía de la fuerza necesaria para erigirse como alternativa de gobierno; de todas
maneras prefiguró el surgimiento de agrupaciones políticas, entendías como
partidos, si aplicamos el método de análisis que se hizo vigente en los siglos XVII
y XVIII, para el caso del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Otra
cosa fue, con la diferenciación propia inherente al significado de la Revolución
59
Francesa, la expresión de los Jacobinos en la Asamblea Nacional y el
desconocimiento de la autoridad del Rey.
El concepto de Nación – Estado (siglo XVI; permitió identificar una evolución
fundamental, en lo que respecta a las agrupaciones políticas; en tanto que la
influencia de la Reforma Protestante, proveyó insumos importantes,
fundamentalmente en lo que hace al Calvinismo. Fue algo así como la culminación
de un proceso iniciado tres siglos antes, en contra del poder de la Iglesia Católica
y su rol en los asuntos políticos y económicos. Encontramos allí, en el contexto de
ese proceso anterior a la Reforma y en los hechos posteriores a esta, elementos
determinantes, para entender expresiones políticas como las de los Whig y los
Tory (presbiterianos-liberales y conservadores, respectivamente).
La Guerra Civil Inglesa (1642-1649), constituyó una expresión importante, en lo
que respecta al rol del Parlamento. Recuérdese nuestra anotación anterior, en
cuanto al significado inicial adquirido por esta figura colectiva, como
representación. En la línea de interpretación propuesta, no es otra cosa que la
evolución de los Consejo Asesores del Rey y, en veces recaudadores de recursos
u orientadores para efectos del gasto público.
Es pertinente resaltar, en el contexto de los antecedentes y significado de la
Guerra Civil Inglesa, la convocatoria efectuada por Carlos I, al Parlamento en 1640
(denominado transitoriamente como Parlamento Largo); con la intención de
promover la consecución de recursos para su guerra en contra de Escocia. Ya, de
por sí, obraba un contenido religioso en la confrontación. Anglicanos y
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  • 1. 1 Lo de antes (antecedentes de dos vidas) En eso de reivindicar el derecho a la tristeza, va incluida la nostalgia y el recuerdo. Cuando salí de casa, lo hice por aproximación. A una vida nueva. Con mis palabras extendidas. En ese vuelo hacia la libertad. Y es que todo comenzó cuando, en sueños, vi a Catalina Ramírez. Con ese hálito de misterio. Conversaba con ella. También reíamos. Tal vez, en el imaginario vivo. Cuando nos decíamos, en lo hablado, una proclama. Siendo, en veces, mensajes estrechos. Como ese que permanecía en mi memoria, Como en otro tiempo. Ella decía no entender. Expresando potente duda. Decía que no estuvo conmigo en el barriecito amado. En ese Medellín que recién comenzaba. Le dije, yo, que era cierto. Es más, le señalé un detalle, a manera de código. Ese escarpado vago. En el solar de Juliana. En ese diciembre que recién comenzaba, Era un universo de luces de colores azul y rojo. Un farolito encendido, fue nuestro mudo testigo. Le hablé, también, de ese nicho que habíamos construido, De ladrillos color café y piso en arenilla. Nos besamos al terminar la obra. Y que, ella, susurró las palabritas aquellas: “estoy destinada vos.” En una coquetería embriagante. Le dije, también, lo mucho que teníamos para caminar. Y que, lo digo yo ahora, se suponía que iríamos hasta el mar. En la intención de vagar en esas aguas saladas. Pero solidarias, aún en sus bravías horas, en la tarde, Cuando el padre Sol, se
  • 2. 2 embriaga de ternura, Mirando a la Luna. Recibiendo todas las voces todas. Mar adentro estaba los barcos y las sirenas. Después, cerré la puerta que daba entrada y salida, a mi cuarto. Mamá no lloró. Aun en el entendido de la soledad. Y que, como madre soltera, no habría lugar para aspirar a un hombre más o menos de su talante. Simplemente me bendijo. Y no supe más de ella en lo que me quedaba de vida. Andando el tiempo, quise reparar mi memoria. Para poder contar que había sido en mi infancia temprana. Y dibujé un letargo. Una opción un tanto herética, pero que ella pretendía disipar. Y, de verdad, que no supe interpretar sus palabras. De lo que se trata, ahora, es hilvanar los hechos. De tal manera que volvamos a esa línea, en el tiempo, que hizo de nuestras vidas, postulados válidos. En ese mismo momento, en que cerré la puerta de mi cuarto, comprendí que, mi viaje en sí, iría por un camino distinto al que había previsto antes. Un tipo de recordación, el de ahora, más cifrado en aquello que yo no conocía. Como ese universo de haceres que no había entendido. Por lo mismo que había llegado a un punto estacionario. Viviendo la vida, desde esa infancia temprana, tratando de revivir la imagen de mi papá. Al parecer nunca lo conocí. Tal parece que mi memoria no alcanza. Es, más bien, un imaginario famélico. Como en vía de extinción, desde el mismo momento en que creí que existía en mí. Supe de él mediante una historia de vida que contó mamá. Un domingo de agosto, mientras se celebraba mi cumpleaños tercero. Lo dibujó en ese vuelo que tienen las mujeres. Retrotrayendo su misma memoria, hasta ese comienzo de siglo.
  • 3. 3 Cuando lo conoció en San Jacinto. Empezaron a comunicarse en el lenguaje de palabras de calidez. Luego, él empezó a visitarla en la casa de la abuela. Se tuvieron un lunes, justo en la fiesta de Corpus, estando en el paseo que había organizado el abuelo. Tal parece que la preñez fue inmediata. El abuelo y la abuela coincidieron en echarla de la casa. Y, mi mamá, no tuvo otra alternativa que solicitarle a su amiga más cercana, un refugio transitorio. Mientras, según ella, llegaba mi papa… Así lo había prometido. Nunca llegó. Entonces, mamá Escolástica, tuvo que buscar un horizonte para viajar. Horizonte precario. Llegó a casa de la señora Oliva. Una amiga de la abuela. Empezó a pagar la estadía, lavando ropas. Un ejercicio que, cada vez, se hacía más agotador. A la velocidad de mi crecimiento. A Catalina Ramírez le pasó lo mismo. A causa de la refrendación de mi condición de macho perverso. La había convencido de aligerar nuestros espasmos. Yo había aprendido eso de los orgasmos, en una revistica que me prestó Leonidas. Y sí que logré mi cometido. A partir de esa retahíla de palabras lisonjeras, perversas. Ejerciendo como violín de tu danza y canto, me ha dado por recorrer todo lo que vivimos antes. Toda una expresión que vuelve a revivir el recuerdo. De mi parte te he adjudicado una línea en el tiempo básico. Para que, conmigo, iniciemos la caminata hacia ese territorio efímero. Un ir y venir absoluto tratando de encontrar la vida. Aquella que no veo desde el tiempo en que tratamos de iniciar los pasos por el camino provistos de un y mil aventuras. Como esa, cuando yo tomé la
  • 4. 4 decisión de vincular mis ilusiones a la vastedad de perspectivas que me dijiste habías iniciado; desde el mismo momento en que naciste. Todo fue como arrebato de verdades sin localizar en el universo que ya, desde ese momento, había empezado su carrera. Y, por lo mismo entonces, la noción de las cosas, no pasaba de ser diminutivo centrado en posibles expresiones que no irían a fundamentar ninguna opción de vida. Viendo a Natura explayarse por todos los territorios que han sido espléndidos. Uno a uno los fuimos contando. Haciendo de ese inventario un emblema sucinto. A propósito de sonsacar a los tiernos días que viajan. Unitarios y autónomos. En ese recorrido nos situamos en la misma línea habida. Situada en posición de entender su dinámica.- La vía nuestra, fue y ha sido, entonces, un bruma falsa. Que impide que veamos todos los indicios manifiestos. Y que, en su lugar, incorpora a sus hábitos, todo aquello que se venía insinuando. Desde ese mismo anchuroso rio benévolo. Y, de mi parte, insistí en navegar contracorriente. Tratando de no eludir ninguna bronca. Todo a su tiempo, te dije. Y esperamos en esa pasadera de tiempo. Y volvimos, en esos escarceos, a habilitar la doctrina de los ilusionistas inveterados. Todo, en una gran holgura de haceres trascendentes. Y, ya que lo mío es ahora, una copia lánguida de todo lo que yo mismo había enunciado en ese canto a capela. Y que traté de impulsar, como principio aludido y nunca indagado. En esa sordera de vida. Solo comparable con el momento en que te fuiste. Y entendía que no escuchaba las voces. Las ajenas y las nuestras, Como tiovivo enjuto. Varado en la primera vuelta. Y que tú lloraste. Pero seguía el
  • 5. 5 olvido de tus palabras. Porque ya se había instalado, en mí, la condición de no hablante, no sujeto de escucha. Mil momentos tuve que pasar, antes de volver a escucharte. Y paso, porque tú ya habías entendido y dominado el rol del silencio y de la vocinglería. Contradictores frente a frente. Y que empezaste a enhebrar lo justo de las recomendaciones que te hicieron los dioses chicaneros. Tu irreverencia se hizo aún más propicia. Yendo para ese lugar que habías heredado de las otras mujeres plenas. Hurgando, en ese espasmo doloroso, me encontré con tu otro nombre. No iniciado. Pero que, estando ahí, sin uso. Lograste la licencia para actuar con él. En todas las acechanzas que te siguieron desde ese día Yo, entonces, me fui irguiendo como sujeto desamparado. Viviendo mi miseria de vida. Anclada en suelo de los tuyos. Y me dijiste que era como plantar la esperanza. Para que, después que el Sol deje de alumbrar; pudiésemos enrolarnos al ejército de los niños y las niñas que, a compás, de tu música, iban implantando la ilusión en ver otro universo. Sin el mismo Sol. Muerto ya. Tú debes elegir cual enana roja estrella nos alumbrará Insípido tiempo. Este que deambula por ahí como si nada. Aun sabiendo que lleva en sí, ese tejido nefasto de violencia. De insania viva a toda hora y día. Con esos niños y esas niñas que van y vienen sin horizonte. A cuenta de opciones de vida y de conceptos, que las y las sitúan en posición de ser vulnerados por vejámenes. Abiertos, asincrónicos. De aquí y de allá. Como si fuese único horizonte habido y posible. O con esas mujeres nuestras, matadas. Vulneradas. Como sopladura en
  • 6. 6 ese vahído maldito. Que nos cruza. Que las infiere como simples expresiones de vida sin pulsión válida. O, en esos dolores todos. Asumidos como vigencia y vigía circundantes. Como si fuese oxígeno necesario para vivir, así. En esa penuria de alma y de valores. Que están ahí mismo. En ese ir y venir de toda hora y momento. Y sí que, entonces, este tiempo es tenido en cuenta como referente de las gobernanzas. Huero y hueco soporte de haceres alongados, potenciados. Erigidos como valores universales, a ser acatados. Como simbología que se torna proclama de recinto en lentejuelas soportado. Como vasos comunicantes, hechos hervideros de solapados agentes. Sujetos catalépticos, que obran como momias vivas. Revividas a puro golpe de normativas. Y de imperativos. En esa lógica con nervadura trinitaria. Con horizonte impúdico a lomo del gestor virulento, aciago, cicatero, malparido. En lo que esto tiene, no de referencia a mujer ninguna. Más bien como cuerpo y vida hecha y contrahecha, a partir de manuales pensados para armar. Rompecabezas, con piezas preestablecidas. En eso que tienen todos los modelos construidos. A semejanza de rutinas, pensadas en catacumbas pútridos. O, en esa ironía que da la vida, ver rodando y crescendo, la búsqueda de orquesta que partitura interprete. En cualquier opción de pentagrama. Así sea en RE o en Do desparramado. Erigiendo, como expresión con algún sentido y tono, la vendimia de los saqueadores de culturas y promotores de lobotomías colectivas. Directrices hechas y, por lo mismo, diseminadas. Como pandemias. Expuestas al viento. Para que vuelen. Y que, volando, hagan aplicación en su derrotero. Aquí y
  • 7. 7 allá. Como en el ahí de los troyanos sorprendidos. Como esos inventos de toda la vida y de todos los días. En cuanto que somos sujetos y sujetas de locomoción, entre incierta y cierta. Viviendo en una u otra entelequia. Qué más da. Si todo lo habido ha sido y será, secuencia a perpetuidad pensada. O no pensada. Siendo cierto, eso sí, que lo que más odian y han odiado los exterminadores ha sido y es a la fémina ternura. Tal vez, más por ser fémina que otra cosa. Y, yendo en ese por ahí, tortuoso e in-sereno; hemos ido encontrando lo avieso de las conjuras. Hemos ido andando el pantano. Que succiona los cuerpos y las vidas en ellos. Caminando lo empinado y pedregoso. Como yendo al lugar que conocimos como cuna de Pedro Páramo. O en el cuarto frío, en tierra en que vivió el que encontró la perla casi viva; en la nomenclatura de palabras en Steimbeck. Y sí que, en ese envolvente torbellino de vidas juntas. O en las soledades solas de Kafka. O en lo insólito vivido por el sujeto sutilmente áspero de Camus. O, en esa comunidad internalizada, viviente y compleja de Cortázar en su Rayuela. O, en fin, en ese saber que somos. Casi siempre sin haber sido nosotros y nosotras. Ahí, en ese tejido de vida pasando y pasando. En este maldito tiempo de cronología que mata. Por lo mismo que, siendo tiempo, no redimido. Por lo mismo que redención es sinonimia de puro embeleco mata pasiones y mata ilusiones. Será por eso que yo, en mi íntimo yo incierto y perturbado, sigo amando a esa ramera propuesta por Manolo Galván. En esa simple letra, en canción casi clisé zalamero. O, en esa misma línea, sigo amando a la amante del puerto que dio origen a la otra simpleza del “hombre llamado Jesús””; el hijo de esa que entregó
  • 8. 8 su cuerpo a quien pasó primero. Vuelvo y digo: será por eso. Por tantas simplezas juntas; que sigo viviendo a diario, con la dermis ilusionada, expuesta, a lo que pasa, pasando. Tal vez pobre sujeto, insumiso empedernido. Que sigue atado a cualquier canto de letra compleja o fútil. Pero expeliendo más vida que este tiempo enjuto. Pletórico de sujetos, serios. De pies en tierra, dominando. Valgo más yo, como sujeto ingrávido de fácil volar, volando. Parte uno Juvenal Portocarrero, colocó el texto que estaba leyendo, en su mesa de noche. Se sentía como sujeto empalagoso. Como esos que quieren terminar una lectura, pero que retrotraen el quehacer, buscando algo…no se sabe qué. Vino a su memoria el trajín del día. Visita al Museo de Especies en vía de extinción. Luego su conferencia acerca de “Los pasos Olvidados en las Historia”, Percibió que no le había ido muy bien. Juliana, una niña de escasos quince años lo había increpado en esos de las figuras que la psicología denomina “estados de pensamiento vacíos”. Algo así como tratar de recordar los desafueros de la razón. No tanto en términos kantianos. Más bien en lo que se llama, ahora, lo cotidiano como brújula necesaria”. Se sintió molesto, al ver que no le fluían las palabras necesarias y adecuadas. De todas maneras incursionó por la vía aristotélica. En eso de los “mundos y sus visiones”. Juliana no quedó a gusto con sus respuestas improvisadas. Salió del campus universitario, acongojado. Porque n, el mismo, supo de sus debilidades al momento de responder inquietudes. Como cuando, en cada uno de
  • 9. 9 nosotros y nosotras, se asoma la debilidad en lo cotidiano. Se decía, “yo he sido muy bueno a la hora de escribir y expresar opiniones en extenso. Lo cierto es que llegó a su casa desanimado. Recordando, incluso, que no quiso atender a la señorita Juliana, al salir del campus. Lo que leía “Cuaderno Dorado# de Dorado escrito por Doris leasing, premio Nobel de Literatura en 2007”, era algo así como ese sucedáneo que necesitaba para tratar de demostrar u ilustración literata. Pero no más. Un recorrer el camino de la lucha feminista. Aquí y Ahora. No había logrado descifrar las postulaciones la escritora. Por lo mismo casi despedaza el texto en un arrebato de ir4a. Justificada por la derrota que había sufrido en su conferencia. Antes de acostarse, trató de dilucidar su verdadero escozor. Su fastidio. Su vergüenza. Hasta que, simplemente, dejó de pensar y de hablar consigo mismo. Una vez en la cama, trató de recordar su historia. Desde su infancia primera. Auque tarde se dio cuenta que, su hogar, no fue más que sumatoria de obviedades. Todo por cuenta de papá Rigoberto y mamá Sara. Unas ínfulas de catedráticos poseídos de enorme egolatría. Y, como único hijo, sufrió los mandatos académicos. Ante todo de papá Rigoberto. Había graduado como “doctor en Historia Comparada”. En ese tipo de desarrollos temáticos, ampulosos. Ahora, él. Los veía e interpretaba como mediocres teorías de un sujeto que nunca supo que la vida es más que simple vivirla. Se levantó en la madrugada, No había podido conciliar sueño. Una rutina de imágenes incorpóreas la azotaron durante la noche. Una vez en pie, trató de
  • 10. 10 serenarse. Recibió el periódico y leyó algunas líneas. Por ejemplo: “…se calienta el país, con las declaraciones de Valencia Benjumea, presidente.”. Fue, algo así, como volver a la realidad. De un país casi destrozado. Políticas absurdas, trazadas para tratar de conjurar la destrucción de la ideología. Como cuando uno se da cuenta que hemos recorrido caminos de repetición. Validando eso del decir popular “los mismos con las mismas” Encontró a Juliana a la salida del Liceo “Giordano Bruno”. Ella estudiaba allí, desde grado sexto. Tal parece que no fue tan fortuito el encuentro; Más bien como león herido en sus ínfulas de intelectual pristino. Pero, a su vez, ese pulso latente que convoca a volver a mirar a la mujer que deseas. En esto iba mucho la noción que, Juvenal, tenía aparentemente claro. Juliana mucho menor que él. Casi podría ser su padre. Cuando Juliana salió, Juvenal la abordó. El pretexto, tenía que ver con un libro titulado “ De las cosas que pasan en nuestra vida”. Un autor muy conocido, Epaminondas Sanjuán. Un texto que, aunque farragoso, exponía una intención, más allá de la simple historia etérea. Más bien un posicionamiento en la hora temprana de Sigmund Freud. Cuando éste recorría las fuentes de Sócrates. Su ética y su perspectiva de los sujetos. Como cuando, en el discípulo del maestro. “Aristóteles”. Un embriagante insumo de potencia ideológica. Similar a la de Aristófanes, en su seguidilla de expresiones de una democracia ateniense. Juliana recibió a Juvenal, con una risa sincera. Una expectante. Quería profundizar con Juvenal, eso de la doctrina asociada a la teoría de la historia, cuando se cuenta con documentos heredados de fuentes más o menos veraces. Así como los recursos teóricos a partir de las intuiciones derivadas de lo inmediato
  • 11. 11 soportado en la hilatura cotidiana, contada por hombres y mujeres partícipes de momentos, preferiblemente espontáneos. De eso que requiere de la vivencia y su entendido. Más allá de cualquier especulación hegeliana. Juvenal la invitó a recorrer el parque. Aun siendo conocedor de la disciplina a la que estaba acostumbrada la autoridad de papá Olegario y mamá Cristina. No siendo un hogar autoritario, era más lo de acceder a una rutina coloquial, pero inmersa en principios obvios de cuidado elemental. Juliana se mostró de acuerdo con la invitación. Pero solo por una hora. Un envolvente universo de decires y expresiones relacionadas con la internalización de los sujetos. Pero, asumiendo como punto de partida el exterior como exógeno principio e insumo. Juliana expuso su teoría simple, pero de gran dimensión. Algo así como lo social construido a partir del quehacer de los y las sujetos. Nunca en aceptación del llamado recurso premonitorio y/o de los haceres predestinados. En su clase de “historia de las religiones”, compartía permanentemente este tipo de expresiones con el profesor Asdrúbal. Un bello sujeto, en el cual la ternura, iba acompañada de una solidez conceptual y teórica. En una de sus clases, antes de terminar el primer periodo académico, hizo una lectura y reflexión de un texto escrito por él en el proceso de una investigación acerca del rol asumido por los cristianos, unos años después de la muerte de Jesús. Era algo así como la relevancia de estudiar y comparar los escritos antiguos con las realizaciones de este tiempo. Juliana conservaba el texto original escrito por el profesor Asdrúbal. Lo leyeron juntos…
  • 12. 12 Dos caras, a propósito de Orígenes y de Melisa I(Dos caras) Dijo que estuvo Antioquía, buscando a aquellos que vivieron con el Maestro. Siendo ya confeso partidario, necesitaba conocer más de cerca las condiciones en que se había desarrollado la doctrina. En todo eso que tenía de enigmático y susceptible de transformación bicéfala. Tal vez con un recuento de Hechos, conocido de parte de Lucas. En esa inmensidad de caminos. Tanto en lo conceptual; así como también en lo plebeyo de la casuística. En un tiempo en el cual el mensaje estaba aún vivo en lo inmediato. Hizo alusión a las contradicciones fundamentales. De un lado la opción judía que reclamaba una versión apologética de la enseñanza mosaica. Por la vía de entender la posibilidad del salvamento, ligada al ritual de los circuncisos. Algo así como la generación espontánea de la fe primera. Y es que Pablo de Tarso, convertía su discurso no en lo efímero y liviano del conocimiento. Por el contrario, soportado en la verticalidad. Así se lo hizo saber a Santiago, el hermano del crucificado. Como quiera que, en ciernes, existía la argumentación básica para asumir la perduración doctrinaria. En una conexión indispensable con el mandato no conocido en escritura. Más bien, una herencia, centrada en la transmisión verbal. Por lo mismo que la orientación había sido difundir la hermenéutica de la condicionalidad teórica, referida a entender la relación causa-efecto; en una perspectiva trascendente.
  • 13. 13 Un azoramiento visceral, cruzaba ese momento crucial histórico. Como una especie de vena rota que convoca a surtir las proclamas. Con arrebatos místicos, en principio. Pero racionales en lo que esto tiene de asumir los íconos indispensables. Ya lo diría, casi cinco siglos después Sor Juana Inés y Juan de la Cruz; por la vía del catecismo lírico. En una exaltación continua del viaje hacia el conocimiento de Dios; a partir de una versión herética, sublime Si hubo o no transgresiones, en razón a la profundización del conocimiento, no se puede afirmar en términos absolutos. Lo que sí quedó plenamente claro, son las condiciones que debía prefigurarse antes de la proclamación evangélica. Con todo a lo que conllevaba. Es decir, ese ilusionario universo de ideas y, de otra parte, de dificultades no superadas. Como en esa noción de trámite, casi notarial que acompaña a toda heredad teórica, poco sistemática y mucho de confusa. Es decir, visto en esa dinámica, el movimiento de persuasión en lo que correspondía a la ética y a la religiosidad; no tenía grandes motivaciones. No había posibilidad de encarar los retos propios de la explicación y justificación de la teoría en sí. Inclusive, porque ser o no cristiano, seguidor de la palabra hablada de Jesús, se había convertido en una didáctica aplanada. Con la mirada puesta, más en la vivencia que fue real e inmediata; que el escenario filosófico y teológico. Pablo, por esto mismo, caminó hasta deshacer el cuerpo físico y reconstruir el cuerpo doctrinal. Siempre por una vía, tan profundamente humana, que a cada nada la eclosión del mensaje se tornaba en simple borbotón de frases inacabadas.
  • 14. 14 Y lo encontraron, cualquier día, al lado de Santiago, tratando de descifrar por si mismos los secretos internalizados de la Escuela Farisaica. En ese ir y venir de expresiones monosilábicas. Casi como mero susurro. En una envoltura ya lejana, como pensamiento y como afinidad directa con el Dios perdido. Y, Santiago, no atinaba a ser coherente. Como cuando alguien no ha tenido claridad acerca de lo vivido. Mucho menos acerca de lo trascedente de ese haber vivido de cerca el proceso de martirologio. Otra cosa, bien distinta, hubiera sido la historia de lo sagrado como proceso, si Sor Juana Inés y Juan de la Cruz, hubiesen vivido mil quíntenos años antes y estuvieran allí, con los dos reunidos. Tertuliano estuvo, ese día, trillando su discurso. El mismo. Como referente lo cotidiano en el actuar de los apologéticos de la diáspora. Tal vez, en lo más íntimo, el conocía de su equivocación al elegir ese camino. Pero ya no había vuelta atrás. El conflicto se había profundizado. Tanto que, el judeocristianismo sucumbía como opción única válida en el proceso de consolidación del monoteísmo mosaico. Ya, la devertebración, estaba acunada. Porque no había por donde ni con que desglosar las doctrinas básicas. En ese tiempo, la división política y administrativa, comprometía una noción primaria del concepto de estado. Por una vía apenas lógica, dado el contexto. Una configuración geopolítica con fronteras tan delgadas, que el Imperio Romano, se deslizaba hacia una figura de poder un tanto extraviada. O, para decirlo mejor, en el cual las directrices cruzaban territorios acicalados con ese universo de opciones
  • 15. 15 de interpretación en términos de lo que pudiera constituir el referente básico. Una posición dubitativa. Entre la permanencia de la ortodoxia fundamental del politeísmo inherente a las convicciones heredadas. Y el crecimiento de lo tripartito. Fundamentalmente en lo respecta al fariseísmo político-administrativo, el judaísmo venido directamente desde las escrituras antiguas, mosaicas y los hechos asociados a la nueva versión mesiánica; habida cuenta del crecimiento del mensaje de Jesús. Como Nuevo Gran Profeta. Rondando “El Templo”, como instrumento físico; fortalecido, reconstruido en gobierno de Herodes el Grande. Y que se hacía escenario de confrontación. En diatribas portentosas. Casi como acariciando la contienda precursora de un nuevo régimen político-religioso. Vista, la nueva ideología como herética y como originada en especulaciones, más que en doctrina sólida. Porque, en lo cotidiano, ya estaba hecho el ejercicio. Ya había un discurso y unas acciones de proselitismo, permeado por una nueva noción de Dios Significante; en necesidad de retar a la humanidad que se deterioraba cada día más, a partir de escindir y extraviar el acumulado histórico y religioso. Inclusive, con el agravante que era casi imposible dilucidar contenidos. Y es que Tertuliano pretendía zanjar la confrontación (casi cieno cincuenta años después) una disputa que empezó a trascender la simple arenga. Por lo mismo que, a la par con la confrontación centrada entre el Imperio y la tripartita amalgama contestaría; se iban desgranando posiciones menores, pero adheridas al mismo piso originario. Ya los fariseos administradores, tenían un disenso, por la vía de los zelotas. Siendo estos una representación grupal, enfrentada con el fisco
  • 16. 16 romano. Y allá, en Jerusalén, se hacían excesivamente fuertes. Casi como desplazando todo el contenido mismo de las expresiones judeocristianas. Daba cuenta, el rico propietario y esponjoso crítico leguleyo, de pretensiones un tanto militaristas. Como si evocara, hacia atrás, los condicionamientos propios de la historia religiosa asociada con el Pueblo Judío. De la dirección política de Moisés y de su capacidad para establecer con sus dirigidos una relación de prepotencia centrada en los Diez Mandatos Fundamentales. Y se hizo fuerte, Tertuliano, a partir de su ofensiva en contra del decantamiento en la doctrina, realizado por Pablo de Tarso. Algo así como, en una seguidilla de torpezas a nombre de la ortodoxia. Los Juegos Olímpicos en 165, marcaron el surgimiento de otra arista en la confrontación. Marciòn, empezó a ejercer como opción preponderante. En un entramado de confusión. Al menos en lo que respecta al significado de la propuesta de los eirenos. De la razón de ser de la variante en Peregrino y su inmolación, e nexo con la defensa de sus postulados fundamentales. Ya estaba dicho, diría Pablo de Tarso, de lo que se trata es de la preservación del hilo conductor básico. De no dejar extinguir el fuego del cristianismo; por la vía de ignorar que la confrontación con la teoría helenizante, no era otra cosa que expresiones de la dinámica misma de la contradicción. Entre el Jesús histórico, ambivalente. Y el Cristo, resucitado. Es decir, no surtir teoría escindiendo las dos partes. Por el contrario, haciendo cohesión. Centrando la divulgación en el ejercicio doctrinal, a partir de ese equilibrio. Y, tal vez por esto último, la Trilogía
  • 17. 17 Pablo-Santiago-Pedro, se fue deshaciendo. Porque no cabían ambigüedades; siendo como era el momento de decisiones. Lucas, en apariencia, esperaba descifrar los nuevos códigos propuestos por El Reformador. Pero su estreches intelectual, dio lugar a la escritura de los Hechos, de su versión evangélica, como palabras agrupadas en una linealidad que no da cuenta de la estructura doctrinal del Maestro y de sus acciones. Por ahí, entonces, Lucas se tuvo que contentar con el distanciamiento. Lo que podría llamarse bajo perfil. Solo pasados casi doscientos años se vino a exhibir el escrito suyo, en cierta hilatura, por lo menos cohesionadora. Ya andaba Popea con su Nerón. Y ya había pasado el momento histórico de Herodes el Grande. Y sus sucesores, Herodes Antipas, Arquelao y Herodes Filipo, vieron diluirse el poder entre sus manos. Y, el crecimiento de los cristianos y los judeocristianos seguía siendo disímil y agrandado en confusión. Un tanto remontando la historia del antes de, los esenios, Anàs, de Aarón, de los levíticos. Se encuentra nuestro Tertuliano, confeso ignorante, de frente con esa historiografía. Que solo logra dilucidar en lo inmediato primario de las andanadas en contra de Pablo. Y siendo así, se erige en defensor de la diáspora, casi que por simple ley de la gravedad. Cuando Popea incita, entonces viene a cuento la tragedia de Juan El Bautista. Ya ahí, en el mero episodio de la acción iniciática de Jesús. En el agua, como agua pura que remite a borrar rastros; estaba presente, en latencia casi, la diversidad estatutaria. Si es quien, Jesús, superior a quien es Juan El Bautista; es un circulo
  • 18. 18 que nunca se cerró. Y lo mismo va para la designación del espacio temporal para el ejercicio sacramental. Si, en ese contexto físico y conceptual de Templo Sagrado. O de, en menor dimensión, el propio Sanedrín. El ir y venir de las acciones y sus consecuencias. Perdiendo la cabeza El Bautista, como que se pierde en el tiempo la posibilidad de la dilucidación. Quedan, entonces, en remojo parte de los orígenes. Y se remonta, otra vez, predecesores. No solo en lo que hace alusión los hacedores de profecías en el pasado. También en cuanto a los nexos con posturas de los clásicos helénicos. Desde Sócrates hasta Aristóteles; pasando por las opciones propuestas por Séneca. Siendo, eso sí, la partición de las Doce Tribus. Y las enseñanzas, en torno al Dios Vengador e Iracundo, de Moisés. Y la noción de sacrificio, en términos de la conminación a Jacob. Y, a su vez, la herencia máxima doctrinal judía propiamente dicha. Cuando Constantino entra en baza, el manejo de las contradicciones no se ha atenuado. Y no tenía por qué. Seguía siendo referente el consolidado de Pablo y sus prístinas propuestas de vaciar los contenidos de la diáspora; de tal manera que pudiese decantarse la enseñanza en sí. Ya no de su misterio en relación con la opción trinitaria. Ni con el símbolo propio pentecostal. Haciéndose, como en verdad se hizo, converso utilitarista. Propiciador de recursos físicos. De poder y de obligatoriedad deriva de él; sumerge a la doctrina en un pozo absolutamente obscuro y contradictorio, de por sí. En este contexto, la
  • 19. 19 aparición de Orígenes y de sus reflexiones filosóficas, proveen de nuevo instrumento a la teoría del de Tarso. Nuestro Tertuliano, pues, se fue extinguiendo. Él mismo se dice y se replica. Y se va diluyendo en los avatares propios de una dinámica que lo trasciende. Y, cualquier día, lo encontramos inmerso en su propio discurso. Ahogado en sus propias palabras insípidas e intrascendentes. Yo, en Melisa Vivo. Como en Egea doliente Como que estaba yo sumido en tinieblas. Y relampagueante vino Cronos en búsqueda de Egea la Madre mía. Y que, en el Urano naciente, decantaron las cosas habidas. En tránsito elocuente. Por la vía de la partición de lo circundante. Como propio Dios avieso. En elongación propuesta; al término del vivir manifiesto. Y me embolaté en roles. Lo permitido era casi nada. Por lo mismo que el Zeus venido, hacía de su séquito de nubes una expresión primera. Una vía encarnada en lo que supo, después, por su madre valerosa. Que engañó al engañador pétreo. Y que hizo de él, torrente de vida plena. Esa Rea vigorosa en puño de voz de acción. A partir de la profecía de Urano. En teniéndolo lo ocultó. Una expresión de viva potencia. Y, allí, con las Horas hechas en separación del mundo terreno. El de Egea viva. Y lo arroparon en la Creta posible. Como cuna para albergar al bienvenido y bien protegido. Y, en la avanzada misma, Hefestos, castigado por el avieso Cronos, empezó la agenda que haría posible el Trono mismo para el admirado. Ese Zeus vibrante, apoyado en la hermosa cabra Amaltea. Y, por ahí mismo, se fueron dibujando los pasos y las potenciales acciones. Con Melisa, abeja admirable y solidaria, empezaron a acuñar al latente Dios en ciernes. En la posición de albergar a cada día; aquello
  • 20. 20 que solo sería posible, con el arrebato mismo de la pasión concreta. Con esos inicios desparramando alegorías y trinos. Un cantar venido y habido. Y, cada quien, como yo mismo, embelesado en lo que sería euforia en transcurriendo el día. Y la noche postulada. Como manto para evitar la soledad y la agonía. Provenida desde allá mismo. Desde la creación primera. Y que, yo, sin asirla sucumbía en los quebrantos de lo que me albergaba. Como territorio y como proclama perdida. Por ahí, vagando. Con el alma endurecida. Con esos pliegues de ternura perdidos. Desde que había perecido la gran Metis acompañante. Desde que no supe más de la Melisa mía. O de Zeus… En fin que me di a la tarea de ser yo único. En esa intención presenta, cada día, de penetrar la Tierra misma. La Egea sumida en simple trozo pasivo y ceniciento. Y, por ahí que fue la cosa, me fui poniendo el rótulo de doliente humano presente. Perdido. Ausente. Venido a menos, como cualquier coloquial verso cantado por la Luna misma. Y sí que, deambulando en lo que soy, fui perfilando el futuro seré. Anclado en los testimonios perdidos. Nunca encontrados. De lo que Prometeo dijo al momento de nacer. En esa elocuencia viva de tejedor de verdades y de haceres en solidaridad conmigo y que todos y todas. En ese ir yendo de sabiduría y de solidaridad perenne. Como cuando veía, yo, coser los hilos a mi madre. Para la cobija. Para las vestiduras mías. A cada paso y a cada momento de realidad posible. O imposible. Según la lectura que cada quien quiera hacer. O inventar.
  • 21. 21 Y sí que, en crecimiento necesario, me fui acercando a mi yo concreto. Palpable. En construcción de lo que pude haber sido. En derrota de la decrepitud. Me acerqué al ser Lacaniano. Invertido. Puesto en el pellejo de lo propuesto por Freud. Como Dios silente. En cantilena expresada. En el derrotero incipiente. O real. O ya culminado. Cualquiera cosa dicha, se tornaba en la preclusión de lo propuesto. De lo ejercido. De lo manifiesto. En ese aquí y allá dicho. Vivo. Escudero, yo, de lo que vendría. Entre el Lacan insidioso y herético. Y el Freud, cimentando cada yo sujeto puesto. Manifiesto. Ahí postulado y previsto. Y sí que se derrumbó mi vida. La vida. Esa que, en mí, se tornó en bicicleta de tres pedales. Sujeto en posición crítica. Perdularia. O cimera, en lo que esto tiene de haber estado. O estar. O seguidilla de haceres y de propuestas. En la vaguedad sombría. De mi Luna. O del lado del Sol hiriente. Como martinete machacante. Perenne. O efímero. O doliente. Como cuerpo atravesado por la daga mía. O de cualquiera. Que, en fin, no volví. Y no volveré. Ante la Egea promiscua. Sabedora de lo que pasa y pasará. Aquí. En donde estoy hoy. Pero que no estaré mañana. II (La diosa amada)
  • 22. 22 El erizado cabello estaba ahí. En cabeza de ella; la que solo conocí en ciernes. Como al relámpago no sutil. Por lo mismo que como afanoso convocante. Siendo, como es en verdad, una especie de alondra pasajera y mensajera. Se me parece al verdor de los bosques que crecen en silencio. Sin sentir unos ojos ensimismados por su pureza; siempre presente. Creciendo en lentitud. Pero, siempre, en ebullición de células, en trabajo constante. Haciendo real lo que potencial al sembrarlos era. En verdad no la había visto pasar nunca. Como si la urdimbre de la vida en ella, no fuera más que simple expresión de fugaz cantinela. Abarcando circunstancias y momentos. En sentimientos explayada. Como momentos de transitorio paso. Por cada lugar, muchas veces umbríos. Como simple pasar de largo. Sintiendo lo que está; como si no estuviera. Y así fue siempre. Cada ícono suyo, más velado que el anterior. Como Medusa incorpórea. Solo latente. Sin Prometeo ahí. Vigilante. Hacedor del hombre. Acurrucado en esa veta grisácea. Tejiendo el lodo. Amasándolo. Hasta lograr cuerpo preciso. Y, soplado por Hera, vivo aparece. En los mares primero. Tierra adentro después. Locuaz a más no poder. Por lo mismo que el jocoso Hermes robó el tesoro vacuno de Apolo. Y lo paseó en praderas voluntarias. Que ofrecieron sus tejidos en hojas convertidos. En esto estaba mi pensamiento ahora. Cuando vi surgir el agua. Desde ahí. Desde ese sitio en cautiverio. Y la vi correr hacia abajo. Rauda. Persistente. Siendo, en esto mismo, niña ahora. Y va pasando de piedra en piedra hasta
  • 23. 23 hacerse agua adulta. En ríos inmortales. Y la Afrodita coqueta, mirándola no más. Tomándola en sus manos después. Besándola triunfal. Haciéndola límpida a más no poder. Y juntas. Agua y Diosa, recibiendo el yo navegante. Inmerso en ellas. Con la mirada puesta en el Océano más lejano. El de Jonios. O el de Ulises. Desafiando a Poseidón. El Dios agrio e insensible. El mismo que robó tierra a la Diosa cercana al Padre Mayor. Y que fue conminado a devolverla. Y que, por esto, secó todos los ríos y lagunas. Solo el nuestro permaneció. Por estar ella presente. Al hacerse noche de obscuridad afanada. Vimos una luz alada. Cruzando el aire de neutralidad dispuesto y de fuerza creciente. Y bajó esa luz. Prendida en una rama. Con sus alas apagadas. Ya no luciérnaga veloz. Más bien postura de bujía con tonalidades diversas. Y nos dijo, al vuelo, que guiaría nuestra fuga. Hasta encontrar la flecha que mataría al Dios de Mares insolente y perverso. Y que, allí, no más llegásemos, plantaría surtidores de agua dulce. Y separaría estos de la pesada sal de los mares. Dándonos la clave para revivir lo que había sido muerto. Y que era, entonces, nuestro tutor y conversador en lúdica creciente. Cuando se fue ella, volvió la luz; aun siendo noche. Río abajo fuimos. Encontrando caminos de disímil figura. Escarpados unos. Tersos, lisos, otros. Y, en cada uno, sembramos ternura. Llegando a ellos, vimos llegar las creaturas prometeicas. Y llegó Perseo. Engalanado. Como sabio tendencial Como creyéndose ya, Dios de plena corporeidad. Superior al Padre Mayor. Por encima del Olimpo enhiesto.
  • 24. 24 Y, allí mismo, surgieron los apareamientos. Ninfas con Titanes. Vírgenes no puras, con los hijos espurios de Cronos. Pasó, también, el Jehová de los Judíos. Con vuelo rasante y tardío. En busca del Moisés hablado y trajinado; en desierto consumido. Y vimos al Adán insaciado: Buscando el sexo de su Eva no encontrada. También pasaron los hijos de Hades. Buscando abrigo temporal. Y volvieron las lluvias. Presagio de la muerte del Dios de los mares salados. Una vez llegamos a Creta, nos dispusimos a organizar las Jornadas Olímpicas. A viva voz y vivo puño. De gladiadores dotados de los frutos que da la paz. Y vinieron las trompetas. Desde Delfos. Pasaron los Argonautas Homéricos. Vino el potente Ulises, desafiando la gravedad sin saber que era ella. Soplaron los vientos mandados desde el Olimpo. Júpiter henchido de fuego. Dios retador latino ante el Dios Griego Zeus. Las carrozas dispuestas. Las coronas también, para quienes deberían se coronados, siendo triunfantes. Así pasaron, por mi recuerdo, las cosas que viví en antes. Bajo este cielo, ahora, me siento tan solo como la pareja que se quedó del Arca del transportador Noé. Una soledad asfixiante. Persuasiva en lo que tiene de válido la resignación. Estando aquí, ahora, se quiebra mi pasión por verla de nuevo. A la Diosa incitante que cautivó mi ser. Tanto que ya no respiro tranquilo. Viéndola en remisión a su Cielo. Y, volviéndola a ver, aguas abajo. Como cuando conquistamos el Paraíso. Como cuando nos hicimos inmortales pasajeros del vuelo y de la vida. Recurrente es, pues, mi silencio, adrede, por lo más. Estando así, recuerdo a la Eva convocante. Y veo su cuerpo de tersura infinita. Y la poseo antes que su Adán
  • 25. 25 regrese del exilio. Y, de su preñez, nacieron dos réplicas de Tetis y de Vulcano. Creciendo, a la par, se fueron difuminando en el amplio espectro. Llegando Adán, palpó el vientre de su Eva. Y supo que allí había anidado alguien y había dejado su semilla. Y la violentó con bravura inmensa. Lo maté yo. Así en veloz disparo de flecha. Ahora estoy en reposo obligado. Ya no está conmigo la fuerza que me había sido cedida por Sansón. Ya no experimento ninguna incitación. Como antes, cuando mi visión volaba en busca de la desnudez de las mujeres todas. Como en represalia por haber perdido para siempre a la Diosa Pura. Aquella con la cual navegué. Y que, su sexo, inauguré. Habiendo frotado antes, en mí, la sangre de los genitales cortados por Cronos a su padre. Y, todavía, escucho su voz diciéndome: has sembrado en mí. Mañana no me verás más. Pariré al lado de mi padre. Y lanzaré al fuego eterno lo que de ti pueda algún día nacer. No la volveré a ver más. Es, por lo mismo, que moriré; como lo hizo, en cercano pasado, Cleopatra. Una cobra hincará sus colmillos en mi cuerpo. Y mi espíritu volará al infinito. A purgar mis penas, al lado de los dioses despojados de atributos. Expulsados del Olimpo Sagrado; por haber agraviado al Padre Zeus. O al Dios Júpiter llegado. III (Palas Atenea)
  • 26. 26 Sucedió como casi siempre suceden las cosas, cuando son nuestras. Estando ahí, situado en la esquina tercera del barrio; una joven mató a su amiga. Aparentemente en juego guerrero de recordación perdida. De mi parte, solo un vahído absoluto. Como cuando uno siente que en ese dolor se le va el alma. Un cuadro impresionante. La joven agresora, muchacha bien dotada de cuerpo. Con rasgos de cara un tanto masculinos. Con ojazos negros, penetrantes. De esos que se involucran con uno y lo traspasan. La agredida, ahí en el piso. Pero todavía con ojos verdes abiertos. Labios gruesos, provocantes. Cuerpo de una delgadez envidiable. Piel color canela, lisa, embriagante. Y pasó que, se hizo aglomeración inmediata. Cada quien tratando de esculcar cualquier versión. Que fue a propósito. Que las habían visto discutir el día anterior. Que la muerta era amante de la que le dio muerte. Que no hubo tal juego. Que el puñal entró con fuerza inusitada. Que las vieron pasar de las manos cogidas. Que la de la piel café no era del barrio. Que… Por lo mío, no tuve dudas. En verdad un juego de libre interpretación. Como luchadoras cuerpo a cuerpo. Un brilloso metal hecho arma ligera. Ahí en el piso. Ganaba quien lo cogiera primero e hiciera un giro de cuerpo en su propio eje. Y atacara con la fuerza de su brazo derecho. Y, simplemente, se le fue la mano a la primera que cogió el metal. Lo digo, porque ya lo había visto. En ese sueño de mitad de noche, anterior una vez lo soñé y comenzó el no poder dormir; viajé en el tiempo. Y localicé las hendiduras de la ciudad profana. Y, allí, estaban ellas. En otro tiempo. Con sus
  • 27. 27 telas trasparentes, actuando como envolturas. Y sus cuerpos al desnudo, se exhibían en las transparencias. Y vi esos muslos sólidos, puestos en firme. Guerreras ahí, en pleno coliseo temerariamente habilitado. Y estaban otras mujeres cuando empezó el duelo. Y vi volar caballos alados adornados con estolas de flores. Y vinieron en veloz carrera, como rayos enceguecedores, caballeros de alta estima. Dicho así por lo que vestían. Adornadas sus cabezas con olivos en fuego. A la otra noche. Noche antes del día en que en la esquina tercera del barrio; volví a ver el duelo. Ya en la arena del coliseo. Y tribunas todas colmadas. Y llegaron otros en carrozas, haladas por machos cabríos. Conté hasta cien de ellos. Y bajaron los señores. Y se instalaron en tribuna especial. Con sus frentes en alto. Con gestos imperiales. Y localicé las aureolas que circulaban en torno a su cabeza. Esa misma noche, antes del día aquel, empezó el duelo en verdad. Y la de ojazos negros penetrantes. Se abalanzó sobre la morena de muslos bien henchidos. Con ese cabello al viento. Y vi el metal ahí, en la arena. Y entraron en el cuerpo a cuerpo. Brazos y piernas entrelazadas. Fundidos al unísono. Con la música al aire. Siguiendo sus movimientos. Y cayeron en la arena. La de negros ojos inhabilitó a la otra. Y cogió el metal, tratando de incorporarse para hacerse vencedora, en ademán no previsto abrió el pecho de la vencida. Y su corazón al aire Fue.
  • 28. 28 Yo seguía ahí. Viendo el cuerpo endurecerse. Viendo esa piel hermosa languidecer. Tornándose en opaco gris desierto. Viendo como sus ojos se iban apagando. Viendo ese cuerpo entero provocante, languidecer al infinito. Ya frío. Ya sangré antes viscosa a torrentes, una resequedad muda. Pétrea. Y seguía llegando gente. Inventando palabras para azorar a la vencedora. Y ella puesta en pie. Con su mirada perdida. Como implorando perdón, no se sabe a quién. Y su vuelo de cabello apuntando al infinito. En esa ráfaga de viento que, de pronto, llegó desde la nada. Volví a la otra noche, antes de este día aciago. Ya, otra vez, el desvelo. Insomnio tardío. Volcado a la arena del coliseo que seguía pleno. La arena teñida de rojo. Al lado de las dos. Y la del metal en la mano, erguida. Sus ojos de tristeza absoluta,. El cuerpo tirado ahí. Ya perdido. Ya sin el brillo de la vida. Cabello que se tornó opaco. Ya no con el brillo de antes. Toda arropada en el velo traslúcido. La desnudez abierta. Paso a paso fui recorriendo con mi mirada su hermosura. Y la sentí como si fuera mía. Como si antes del duelo la hubiera poseído con delirio. Con ternura exacta, sin la expresión dubitativa mía en otros quehaceres. Ahí, en esa tercera esquina seguía yo. Como impávido testigo de lo que vi en la otra noche. Gente inmediata. Un grupo asfixiante por lo tumultuoso. Ya llegaron los levanta cuerpos. Con sus guantes finos. Pegados a la piel de sus manos. Y con la parsimonia acostumbrada. Abriendo los labios gruesos, con pinzas plateadas. Cerrando los ojos de la que fue muerta en lance absurdo. Tocando la herida del pecho. Agrietándola más. Y cubriendo todo el cuerpo con manta blanca. Ya no podía ver yo, esa hermosura apretada en bajo vientre. Y metieron el cuerpo
  • 29. 29 en bolsa negra. Y luego la cerraron. Y desapareció, pues, el cuerpo entero. Y la vencedora dolorida. Con espasmos cada vez más fuertes. Mirándolo todo en derredor. Auscultando. Como buscando un nombre para la tragedia. Para ella y para la vencida. Y, esa misma noche del antes de, vi a Zeus en la tribuna. Envejecido. Llorando también. Y su séquito. Hermes, Afrodita, Aquiles, Hera. Todos y todas, lamentando la muerte. En la arena seguía, con sus ojos agrandados, lamentando lo sucedido. Rogando la no tipificación de preterintencionalidad. Buscando asidero en la belleza de la perdedora y en la suya propia. Con el velo alzado al viento. Con la desnudez exaltada. Sus pechos inflamados, pero tristes también. Y vinieron a caballo a levantar el cuerpo. Sin guantes. Espada al cinto. Lo alzaron sin dulzura. Lo colocaron ahì, en el carruaje. Sin ceremonia. Casi sin respeto. Los vi alejarse con la rapidez de corcel recién adiestrado para la guerra. Ya es otra noche. Yo sigo ahì. En la esquina tercera de mi barrio. Ya ha pasado todo. Solo está ella. Aturdida. Me le acerqué. La abracé con mi cariño posible, henchido. Secándole las lágrimas que ya hacían como laguna en el piso. Con oleadas vibrantes. De un azul celeste divino. Y le acaricié su cabello. Se había vuelto blanco, casi níveo. Sin saber cómo, ni porqué, se deshizo de mí. Volando se fue. Acompañada de nubes grises, presagiando tormentas. Hasta que se perdió en el infinito cielo herrumbroso. Su última mirada fue para mí. Diciéndome adiós
  • 30. 30 Esa misma noche volví al sueño y al desvelo. Ya no había nadie en el coliseo. La arena toda teñida de rojo a borbotones. Ella ahí. Mirándome. Con el metal en la mano. Lo lanzó al aire. Y ella tras él. Ascendió rauda. Detrás del envejecido Zeus. Con su mano, un adiós que todavía es latente en mí; a pesar de haber pasado cuarenta noches, de sueño perdido. De desvelos perennes y por la noche guarnecido. Parte dos Juvenal había nacido y crecido en familia muy humilde. Papá Alcibíades, tenía una tierrita, en la cual cultivaba, en eso que llaman “pan coger”. Mamá Aurelia, como casi todas las mujeres, se encarga de todo lo necesario para que “los hombres” tuvieran todo al momento que lo necesitara. Desde la alimentación, hasta el lavado y planchado de la ropa. Lo que se producía, no iba más allá de tener asegurada la manutención de la familia. Por lo mismo, papá Alcibíades tenía que asumir otras actividades para, al menos, algunos recursos extras. Tenía un compromiso con la empresa de comercialización de cerdos. El negocio suponía que, a él le entregaban los cerdos recién nacidos. Y, él asumía todo lo relacionado con lo que se llama “engorde”, hasta que los críos alcanzaban los tres años. Tiempo en el cual se alcanzaba la edad para ser comercializados. Recibía el 20% de lo producido hasta la venta en canal. Estudió en el Colegio “El Buen Dios”, Allí termino la básica primaria y el bachillerato. No fue muy brillante. Pasó con los mínimo posible.. Combinaba
  • 31. 31 sus estudios y las urgencias vinculadas con la actividad familiar. Papá Alcibíades, entró en conversación con el señor Eufrates Montoya que lideraba una cooperativa. Dos Eufrates y su familia, vivía en CIUDAD PIEDRA,; localizada a 200 kilómetros de ciudad Benítez.. En la intención que Juvenal accediera a la educación universitaria. Juvenal llegó a ciudad Piedra, un domingo de abril. De inmediato se dirigió al local de la cooperativa. Conversó con don Eufrates. Al día siguiente ya estaba trabajando como auxiliar administrativo, en la bodega. La Universidad Claretiana, ofrecía los programas de sociología, Filosofía e ingeniería de sistemas. Juvenal, siempre había manifestado profundo interés por la sociología. Decidió empezar a preparar la prueba de ingreso. En ese trajín conoció a Hildebrando Mosquera. Un joven que estaba estudiando Filosofía. Se hicieron amigos y empezaron a compartir inquietudes. Fundamentalmente, en lo referido a las actividades universitarias. Profundizando en áreas relacionadas con la sociedad y sus perspectivas. Ante todo, en lo que se refiere a lo que se ha dado en llamar “la noción de autoridad del o la sujeto, individualmente considerado. Juvenal pasó la prueba de admisión, de una manera sobresaliente. Tuvo que matricular en horario nocturno, en razón a su actividad laboral en la cooperativa. Entretanto conoció a Belarmino Pantoja, compañero de estudio.
  • 32. 32 Con él analizaban las diferentes expresiones académicas. Fundamentalmente, en lo que tiene que ver con el nexo entre sociedad, individual la naturaleza. Los fines de semana, se reunían después de terminar los asuntos relacionados con su trabajo. Más adelante, el señor Eufrates, le concedía permisos, para que extendiera sus estudios de fines de semana. Corriendo el tiempo, Juvenal y Belarmino, fueron profundizando en sus análisis. Un tipo de profundización que les permitió revalidar muchos aspectos que habían sido asumidos como válidos. Fundamentalmente, tratándose de comparaciones entre Hobbes, Rousseau y Maquiavelo. Algunos (as) estudiante se fueron interesando en esas reuniones; vinculándose al grupo. Belarmino tenía una hermana (Mariana). Una joven destacada en diferentes áreas del conocimiento. Estudiaba Ingeniería en la misma universidad. Desde chica había empezado un proceso autónomo. Visitaba bibliotecas y mantenía contactos con algunas estudiantes del resto del país. Su vinculación al grupo, supuso un esfuerzo adicional, para ella. Simpatizaba con Juvenal, en razón a lo que Belarmino tipificó como “simpatía primera, con visos de enamoramiento. De la simple expectación académica, pasaron al análisis de las sociedades locales e internacionales. Fue creciendo la actividad del grupo. De tal manera que se constituyó en referente para los y las estudiante de la universidad. Había un aspecto que convocaba con mayor profundidad. Algo así como el entendido de la historia universal y sus repercusiones en una formación social
  • 33. 33 como la nuestra. Ante el notable éxito del grupo de trabajo, fueron creciendo opciones interpretación A manera de ilustración (...con las reservas obvias), es pertinente presentar la reflexión efectuada por Francisco Segui, en el prólogo a una de las ediciones de La República (Platón); veamos: “...Si la vida ciudadana, la polis como forma comunitaria, se hunde desgarrada por el escepticismo, el agnosticismo y el relativismo, la polis como organización política sucumbe ante el empuje de la democracia. Y si Sócrates buscaba la solución invitando a revisar los conceptos éticos, a encontrar lo absoluto, Platón idea todo un mecanismo político-social. Su República no es una descripción de un mundo ideal: es una técnica de formación de una sociedad. Aunque de vez en vez caiga en ciertas disquisiciones sobre conceptos tales el de justicia o felicidad, está orientada al estudio de los aparatos de control social. Su objetivo es el orden, la estabilidad (rechazará todo cambio que no sea un acercamiento al ideal descrito en la obra). Y para ello parte de la educación. La educación es el principal elemento represivo, el medio más eficaz para el control, el más apropiado homogenizador social. Educar es, para Platón, construir ciudadanos. En la educación se hará al ciudadano: se condicionará su sensibilidad, su voluntad y su pensamiento, de modo que nada pueda desear sino aquella situación que por naturaleza le pertenece. Toda técnica de control social responde a una concepción del hombre y de la vida, sin duda. Pero es un error pensar que Platón extrae sus ideas políticas de la teoría
  • 34. 34 de las ideas. Al contrario, la Ideas serán una metafísica, una cosmovisión, una especie de creencia favorable para llevar a cabo la política…”1 Desde la interpretación acerca del poder, propuesta y desarrollado en este escrito, es evidente la asimilación al concepto de control. El asunto siguiente tiene que ver con su definición en términos de control político. Lo anterior, por cuanto la noción de política, adquiere una connotación relacionada con la actuación colectiva. Algo así como entenderla, en el contexto permitido por los agregados adquiridos a través de determinados procesos previos. Es decir: la política no constituye una opción originada en el proceso de internalización que efectúa cada sujeto (a), con respecto a la exterioridad. Es, por el contrario, el desarrollo de elaboraciones acumuladas, a través de procesos que trascienden a cada sujeto (a); comoquiera que se configuran a partir de una forma de apropiación realizada por parte de quien o quienes convierten esas elaboraciones, en opciones que entran a ejercer como referentes. En consecuencia constituyen, por esto mismo, un mandato; una convocatoria que pretende el reconocimiento individual y colectivo. Está expresada en códigos (...o definiciones) que conforman un cuerpo teórico, con repercusiones prácticas en el quehacer cotidiano. Es, en otras palabras, el soporte necesario para ejercer gobierno, autoridad; por parte de quien o quienes se han separado de los (as) otros (as); en su condición de usufructuarios (as) de esos mismos códigos. La diferenciación comienza, desde el momento mismo en que aparecen insumos que la permiten. Si bien es ilustrativa la interpretación (...un poco lineal) propuesta 1 Segui, Francisco. Prólogo a La República, Tomo I. Ed. Universales, Bogotá
  • 35. 35 en el recorrido: sociedad primitiva-esclavismo-feudalismo-capitalismo; como proceso explicativo en cuanto al origen de la dominación. Lo cierto es que el asunto es mucho más complejo. Porque supone, entre otras cosas, retomar el entendido de la apropiación de los referentes y su imposición; a partir de un ejercicio originado en la diferenciación; pero asimismo, en nexo con el proceso de internalización individual. Valga presentarlo de la siguiente manera: si la sociedad primitiva descrita por Lewis H. Morgan, constituyó un estado en el desarrollo de la humanidad; no puede inferirse, necesariamente, la ausencia de determinadas formas de diferenciación...y de control. Con las limitaciones sociológicas y políticas propias de su investigación, el texto que la resume, tiene elementos importantes; en cuanto a la interpretación de los hechos originados en la misma investigación que se relacionan con la actividad humana. Por lo mismo es pertinente resaltar lo siguiente: “..Los hechos indican la formación gradual y el desarrollo subsiguiente de ciertas ideas, pasiones y aspiraciones. Aquellos que ocupan las posiciones más prominentes, caben ser generalizados como crecimientos de ideas particulares, a las que se encuentran íntimamente vinculadas… ..ÚLTIMO. La idea de propiedad se formó lentamente en el pensamiento humano, permaneciendo naciente y endeble durante períodos inmensos de tiempo. Adquiriendo vida en el salvajismo, requirió toda la experiencia de este período y del subsiguiente, de la barbarie, para desarrollar el germen y preparar el cerebro
  • 36. 36 humano para la aceptación de su influencia de contralor. Su imperio como pasión por sobre todas las demás pasiones, señala el comienzo de la civilización...”2 Ahora bien, como lo hemos señalado arriba, el poder adquiere significado a partir de la apropiación unilateral de insumos relacionados con el conocimiento acumulado. Esta apropiación permite la elaboración de unas determinadas condiciones que deben ser acatadas, por parte de quien o quienes no actúan en posición de usufructuarios. Así planteado, entonces, no implica necesariamente un nexo primario con la posesión de bienes. Otra cosa es que la posesión permita el desarrollo y consolidación posteriores de mecanismos de control y, por esta vía, de imposición. Lo anterior es lo mismo que entender la dinámica del poder y del control; como una sucesión de eventos en los cuales se van estructurando unas instancias en las que predominan instrumentos conceptuales, como opciones únicas para la interpretación de la naturaleza y de las relaciones necesarias para transformarla…o, simplemente, para convivir con ella. A partir de esta lógica para la interpretación del poder; se entiende que este adquiere una connotación política, como opción válida en el proceso de consolidación y defensa del mismo, por parte de quien o quienes actúan como detentadores. Lo que, en principio, era un control en términos de pautas y códigos propuestos (...o impuestos) como única alternativa para establecer un nexo con la externalidad; se convierte en la instauración de instancias que identifican esos pautas y códigos con los usufructuarios. Esto supone el desarrollo de mecanismos constitutivos de reglas orientadas a distanciar, aún más, el poder con respecto a 2 Morgan, Lewis H. La Sociedad Primitiva, edición Divulgación Cultural Universidad Nacional de Colombia, 1972.
  • 37. 37 quienes se controla. Es decir este (el poder) se torna mucho más complejo; comoquiera que se configura la intermediación como requisito indispensable para acceder a sus representantes. El territorio, en este contexto, deja de ser simple externalidad primaria, natural en la cual se efectúa la interacción y el intercambio por parte de los (as) sujetos (as). Se convierte, por lo mismo que se consolida la figura del poder, en escenario en el cual la relaciones (...Sociales) adquieren características, cada vez, más complejas. Ya no es, entonces, la simple aceptación de los códigos originarios, casi siempre asociados a la religiosidad. Ahora se trata de una figura ensanchada de este. Una ampliación del espectro; en función de los nuevos elementos que lo acompañan y sustentan. Vale la pena reiterar acerca del condicionamiento que se le imprime a la actuación individual. El proceso, por medio del cual se instaura la dominación, supone una inhibición a la libertad. Ya no existe la posibilidad de ejercer la autonomía inicial; para exteriorizar los conceptos elaborados a partir de la relación con la naturaleza, con la externalidad. Lo que prevalece, ahora, es la asunción de los referentes establecidos como única opción posible. Es una interpretación mediada por los códigos y las instancias desarrolladas por parte de quien o quienes ejercen como detentadores de esos referentes. A esto se agrega el hecho del nexo entre esa acción de control primaria y la evolución del sistema de apropiación de los excedentes derivados del trabajo. Se configuran, entonces, unas relaciones sociales en las que prevalece la imposición de reglas. Algo así como una sumatoria de conceptos básicos que obligan. Actuar en contravía de los mismos sitúa, a quien o quienes lo hacen, por fuera de esas condiciones. Por lo tanto debe
  • 38. 38 ser entendido como desafío, como rebelión. Esto es lo que explica, en términos del concepto de legalidad, la estructuración de figuras que describen y validan el castigo; como procedimiento indispensable para mantener el control. Es ahí en donde, el poder, adquiere su connotación política. s pertinente, para este caso, citar la posición expresada por J.C. Friedrich, en su texto La filosofía del derecho. “..Puesto que para el derecho siempre tiene importancia fundamental que la obligación de sus normas se encuentre firmemente anclada en la convicción de la legitimidad de la autoridad que crea la ley, sea Dios, sea la acción popular, la importancia de las normas legales en la vida social estará, en todo momento, hondamente influida por la fe en la legitimidad del gobierno que las impone y por la cual son creadas. El nomos y el jus de griegos y romanos estuvieron en vigor mientras se mantuvo la fe en la comunidad de la polis, pues la polis estaba regulada por el nomos y el jus, debido a la constante fe del pueblo en la heroica sabiduría de algún antiguo legislador, ya fuera un Solón, un Licurgo, o las Doce Tablas. Sin embargo, para los judíos del Antiguo Testamento, no fue Moisés, ni siquiera los profetas, sino el Dios único, quien habló a Moisés y le ordenó que comunicara sus leyes a su pueblo (Levítico 19: 1-2). Y fue su pueblo el que quedó convertido en una comunidad sagrada gracias a esa comunicación, por la santidad misma del Dios que había dictado las leyes. Y de esta santificación, al dar y obedecer la ley, se desarrolló o, quizá fuera mejor decir que se derivó, como corolario la doctrina del pueblo elegido...”3 3 Friedrich, C.J., La Filosofía del derecho, ed. Fondo de Cultura Económica
  • 39. 39 Ya quedó planteada la interpretación en torno al poder y al control. Se infiere, en consecuencia, una connotación asociada al concepto de sociedad; entendida como interacción colectiva en un determinado territorio y cohesionada por una reglamentación; impuesta como norma de obligatorio acatamiento. Cabe ahora extender esa interpretación. Ya no tanto en lo que hace referencia a la implementación coercitiva de los códigos y de las instancias a cuyo cargo está la vigilancia y desarrollo de los mismos. Se trata de entender la dinámica que adquiere esa implementación; a través de un proceso que va instaurando instancias, como figuras mucho más complejas en lo que hace referencia a los mecanismos de control, de su desarrollo y distanciamiento con respecto a la interpretación primaria, rígida de la inhibición y subyugación hacia el ( ...o los) sujeto (os). Lo que antes era un escenario en el cual se exhibían unas relaciones simples de dominación; ahora se va convirtiendo en territorio en donde los códigos y normas conforman un sistema lógico, abstracto. De tal manera que los (as) sujetos (as) involucrados (as) como dominados (as), pasan a ser un colectivo que es obligado a identificarse con ese sistema complejo de mandatos y requerimientos; intermediado por instancias próximas y lejanas. Es, en otras palabras, una asociación forzada que tiene como justificación y como centro, la aceptación de ese sistema normativo. Al mismo tiempo, implica el reconocimiento de intermediarios que ejercen como representación válida de esa asociación (...de ese Contrato Social, diría Rousseau).
  • 40. 40 Lo anterior no supone, en estricto, la pérdida de las aspiraciones íntimas de cada sujeto (a), entendido en los términos propuestos arriba. Por el contrario, a pesar de la imposición del sistema de normas, persiste ese conflicto (...o malestar que llamaría Freud) latente con respecto a esa misma imposición. Veámoslo, un poco, en los siguientes términos: “..Creo poder decir, en resumen, que la filosofía estoico-ciceroniana del derecho tiene sus raíces en una ética racional a la que se adjudica una validez universal, como ley de la naturaleza humana. Esta ley, como todas las leyes de la naturaleza, es la razón inherente a la naturaleza toda; es su significado. Por tanto, podemos, y debemos derivar leyes de esta ley (a lege ducendum est juris exordium), porque esta ley, la ley natural, es la fuerza de la naturaleza (naturae vis) y, por tal motivo, es la norma que define lo que es bueno y lo que es malo. El cumplimiento de esta ley natural es tarea impuesta a los diversos estados (civitates) que expresan la verdadera ley en las normas del jus pentium, común a todas ellas. Cada comunidad, sin embargo, tiene su propio jus civile, válido sólo para sus ciudadanos, ya que toma en consideración las condiciones especiales, tanto espirituales como materiales, que son peculiares de tal comunidad. Pero ni el jus Pentium ni el jus civile deberán estar en conflicto con el jus naturae. Si lo están, tales normas no son verdaderas leyes, sino mandatos arbitrarios...”4 Hasta aquí queda claro, en nuestra línea de interpretación, la dicotomía que subyace a la implementación del poder político, como una expresión de la coacción hacia el sujeto. Este ejercicio de dominación tiene, como colateral, una 4 Friedrich, C.J., obra citada.
  • 41. 41 forma de subyugación; en tanto supone la imposición de limitaciones al desarrollo autónomo individual que permite acceder a la naturaleza y tomar de ella las percepciones e impresiones necesarias para construir el bagaje conceptual indispensable, como proceso que consolida la independencia de cada sujeto (a). La inhibición, derivada de la imposición de ese tipo de poder, induce a reprimir la autonomía y la libertad; como cuota necesaria que debe otorgar el (la) sujeto (a) para disfrutar las posibilidades derivadas del poder que, a su vez, se erige como avance colectivo en la escala de la evolución humana...de la civilización; pero implica asimismo la latencia del conflicto, del deseo de libertad reprimido. Veámoslo, en términos de Marcuse: “El desarrollo del sistema jerárquico de trabajo social no solo racionaliza la dominación, sino que también contiene la rebelión contra la dominación. En el nivel individual, la rebelión original es contenida dentro del marco del conflicto de Edipo normal. En el nivel social, las recurrentes rebeliones y revoluciones han sido seguidas por contrarrevoluciones y restauraciones. Desde la rebelión de los esclavos en el mundo antiguo hasta la revolución socialista, la lucha de los oprimidos ha terminado siempre con el establecimiento de un nuevo, y mejor, sistema de dominación; el progreso ha tenido lugar a través de una cadena de control cada vez más eficaz...*5 Son evidentes las limitaciones en el enfoque Freudiano propuesto por Marcuse. No solo en lo que respecta al espectro social y su dinámica; sino también en lo que hace referencia al desarrollo y manifestación de los mecanismos de 5 Marcuse, Hebert, Eros y Civilización, Ed. Seix Barral Barcelona, 1968, página 92
  • 42. 42 dominación, mucho más complejos que los esbozados en ese enfoque. Habría que mirar, en perspectiva, análisis desde la interpretación sociológica y política. Pero, de todas maneras, Marcuse permite reconocer e identificar el conflicto entre sujeto y poder, que subyace a la tensión constante que acompaña a cada individuo inmerso en el sujeto colectivo y en su expresión orgánica; como instancias de control. Así la cosas, entonces, existe un nexo insoslayable entre poder político y Estado. Este último no es otra cosa que la racionalización y organización del poder político; por la vía de instancias jerárquicas, independientes del sujeto individual y del sujeto colectivo. A través de ellas se expresan unas relaciones de dominio que abarcan territorios definidos. Es, el Estado, un ordenamiento a partir del poder político. Le imprime a este una connotación abstracta, en razón a que ejerce como referente que convoca a la aceptación; como garantía para la cohesión de quienes comparten el territorio y que, asimismo, tienen un origen y expresiones culturales comunes. Constituye, en otras palabras, la única posibilidad para acceder a beneficios en condiciones de igualdad. Uno de ellos, a manera de ejemplo, tiene que ver con la opción para dirimir conflictos, entre los súbditos. Lo anterior por la vía de la interpretación lógica y neutral; a cargo de instancias creadas y desarrolladas en el marco permitido por el Estado. La confrontación es un agregado del conflicto. Es su manifestación; como quiera que supone la expresión, mediante acciones precisas y concretas, bien sea de una parte del conflicto o de la totalidad de este. Si es lo uno o lo otro, se define a
  • 43. 43 partir de los contenidos que adquieren las acciones; pero también de, a partir de su significado con respecto al poder y sus manifestaciones. Lo anterior se entiende mejor, ubicado en el contexto que ejerce como escenario en el cual se aplica y desarrolla el poder. De las instancias, procedimientos a través de los cuales se ejerce el control. De las franjas o sectores sociales que aparecen como dominados. Inclusive, en un análisis más preciso, de la diferenciación que adquiere la dominación; según la identidad que pueden alcanzar algunas de esas franjas o sectores, con respecto a los beneficiarios directos del poder. Algo así como entender una dinámica en la cual aparecen beneficiarios (as) transitorios y parciales; sin que esto implique la asunción del poder en sí. En nuestra línea de interpretación, se trata de proponer una opción, en la cual se hace visible la presencia de la dominación en diferentes niveles. Ya no tanto en lo que hace referencia a las instancias y/o los aparatos ideológicos del Estado, como expresiones a partir de las cuales se pueda explicar y generalizar la cobertura y afectación de la dominación. Lo nuestro es más la pretensión de alcanzar una caracterización de la dinámica que adquiere la aplicación del poder y la dominación; en cuanto que ejerce una cobertura que permea sectores específicos, vinculándolos al proceso inherente al control político y económico; como beneficiarios transitorios. O, simplemente, como soportes pasivos a partir de lograr su apoyo en términos de captar su identificación con los propósitos últimos del poder. Cuando, en este marco conceptual propuesto, se producen fricciones o rupturas; se configuran expresiones de la confrontación que vinculan a esos
  • 44. 44 sectores con acciones que expresan contenidos concretos de un determinado conflicto; sin que esto implique la disolución de nexo con las instancias del poder. En esta perspectiva, inclusive, cabe validar el concepto que propone un entendido del Estado, como una sumatoria de micropoderes; a la manera de bloque de sectores o de clases en el poder. Esta opción supone la presencia de una figura asociada al equilibrio, en el cual confluyen intereses, en veces divergentes, unidos alrededor de una (...o unas) determinadas formas de poder que les permite imponer decisiones en nexo con sus intereses estratégicos. Es más, por esta vía, podría entenderse la “delegación del poder formal”, a individuos y sectores que ejercen como expresiones “neutrales”. Vale la pena, como ejemplo, transcribir el aparte del texto “Los Límites de la Modernización”, escrito por la profesora Consuelo Corredor Martínez. Lo consideramos importante, en razón a que se insinúa una interpretación del poder y la dominación; a partir del análisis de un período concreto de la historia del desarrollo político y económico en nuestro País. “..Los alcances de esta modernización han sido bastante limitados y sus implicaciones extremadamente conflictivas, debido a que ella se ha adelantado en un contexto marcadamente liberal en el cual han prevalecido los intereses de las élites dominantes. El modelo liberal de desarrollo ha significado la subordinación del Estado, minimizando su función de interpretar, gestionar y regular los intereses colectivos, y obstaculizando la configuración de un espacio público en el que se
  • 45. 45 puedan expresar, confrontar y resolver los conflictos sociales. El Estado colombiano es un Estado privatizado, atrapado entre el liberalismo económico y el conservadurismo político. En esta perspectiva liberalismo y conservadurismo no se oponen sino que, por el contrario, se articulan y se prestan mutuos servicios. El logro de intereses particulares sin importar los costos sociales encuentra un terreno propicio en el orden jerárquico y tradicional por el cual se vela el conservadurismo. El costo de esa coexistencia ha sido el rezago de la organización política de las transformaciones socioeconómicas que han trastocado el orden en que estaba cimentada. Las restricciones derivadas de los sistemas económico y político colombianos han entretejido una gama de relaciones tanto modernas como posmodernas, lo que hace la sociedad más compleja y fragmentada que en el pasado. Ha sido una acumulación histórica de tensiones que han significado en forma continua períodos de crisis y de relativa estabilidad. Y en esta dinámica, los momentos de crisis son cada vez más severos por la fragmentación de los escenarios y de los actores, la mayor polarización y desigualdad sentidas y una amplia percepción del carácter excluyente de los sistemas social y político…”6 6 Corredor, Consuelo. Los Límites de la Modernización, segunda edición. Editada por Cinep, página 23
  • 46. 46 A partir de esta opción nuestra de interpretación, en consecuencia, se hace necesario presentar un análisis que permita introducir la diferenciación acerca de los contenidos, alcances y significación, en cuanto a niveles de expresión del conflicto, de la confrontación y las acciones por medio de las cuales este se concreta. La connotación que adquiere la diferenciación, en el contexto de las relaciones sociales, supone una determinada caracterización de roles; a partir de análisis soportados en categorías conceptuales y metodológicas. Por lo tanto, ya no se trata de una simple réplica de lo observado, como representación objetiva. Por el contrario, significa profundizar acerca de esas expresiones de superficie; indagando por las condiciones que la subyacen, como soporte. Ya, en ese procedimiento, pueden y deben aparecer algunos niveles de abstracción, referidos a la interpretación alusiva a los acumulados históricos en nexo con la participación, en esas mismas relaciones sociales, de los (as) sujetos individuales y colectivos (as). De las condiciones en que esta se ha producido y del grado de inserción con respecto al conocimiento, a las instancias que lo promueven y controlan. Pero también, y con mayor énfasis habida cuenta del horizonte propuesto en nuestro escrito, acerca del significado de esa participación con respecto al poder y a las instancias que lo soportan, a sus manifestaciones como instrumentos de control, de dominación y de imposición. Ha habido, en el curso del tiempo, interpretaciones que asocian la caracterización antes aludida, a posiciones antropológicas y culturales. Por esta vía, se ha desembocado en expresiones que delimitan (a manera de diferenciación) la
  • 47. 47 intervención de los (as) sujetos individuales y colectivos en el desarrollo de las relaciones sociales; a partir de asignarle a determinados sectores una posición periférica, respecto a los beneficios del conocimiento, entendido como proceso, como aprendizaje que va decantando, segregando. Aquí, en esta opción, se valida, en veces, un instrumento de diferenciación asociado a la pertenencia a una determinada raza y/o etnia. Visto así, entonces, cabe una propuesta de interpretación generalizante; pero también de especialización; por cuanto se establece unos condicionantes vinculados con normas y pautas, a la manera de posición que reivindica una versión predominantemente aceptada y acatada, de cultura, como sinónimo de civilización; como paradigma, a partir del cual es posible establecer una segregación. Ya no se trata, en el anterior escenario conceptual, de admitir una posición periférica respecto al poder y a las instancias que lo soportan. Aquí, la noción de lo periférico, está referido a un espectro mucho más amplio; en razón a que los márgenes constitutivos de la delimitación social, están contraídos en términos del grado de apropiación y/o de acceso a los beneficios del conocimiento, y de la cultura asumidos como referentes de civilización. Esto no es otra cosa que entenderlo, como adecuación, como asimilación de los roles y los paradigmas allí consignados. En un documento de trabajo (La Educación Superior en América Latina), presentado en el debate al interior de la Universidad Nacional de Colombia, previo a la realización del Primer Congreso Nacional de Educación Superior, realizado en
  • 48. 48 la ciudad de Barranquilla los días 1,2 y 3 de diciembre de 1999; se expresa un concepto que consideramos válido. Veamos: “…En estas condiciones, la Escuela, no es otra cosa que una expresión que, en principio, transfiere el dominio estatal. No tanto en la aplicación elemental marxista de aparato ideológico; sino como complejidad que articula instancias del conocimiento, aplicadas y estructuradas en programas y acciones, a partir del ese centro-poder, sin ser él. No es, entonces, una aplicación a partir de la lógica lineal. Es una interacción heterogénea orientada por unos perfiles definidos a partir de las necesidades inherentes a los intereses que impone ese centro-poder. Es decir, lo suyo no es otra cosa que contextualizar la sociedad en términos de su propio rol, de su significación. Con esto tratamos de establecer lo siguiente: la globalización siempre ha existido, si asumimos que esta no es otra cosa que la imposición de referentes a partir del dominio ejercido. Sin pretender un traslado conceptual mecánico, las condiciones impuestas desde el centro-poder económico y político internacional, permiten trazos que imprimen todo el quehacer económico, político y cultural de los dependientes. Ya, de por sí, el solo hecho de reivindicar los autóctono (como acervo cultural) es constitutivo de herejía con respecto a los modelos considerados prevalecientes. Esto es mucho más evidente, en lo que respecta al desarrollo del conocimiento por la vía de implementaciones programáticas escolarizadas. La escolarización, en sí, origina rupturas si se compara con las aprehensiones y las tradiciones propias de las culturas nativas. Porque no habría de serlo, entonces, a partir de la concreción del dominio desde el centro hacia la periferia. En esto, por decirlo de alguna manera,
  • 49. 49 se mantiene incólume el postulado de Samir Amin, cuando en su texto en torno al capitalismo, su desarrollo e implicaciones, habla de las culturas periféricas, atadas a las condiciones que impone el centro-poder..7 Arribamos, así, a una opción conceptual que nos permite proponer un entendido en torno a los sectores sociales periféricos. Es decir, aquellos sectores no solo desvinculados de los beneficios del poder, subyugados y dominados por este; sino también segregados por la dinámica propia del desarrollo cultural predominante. Algo así como insertos en la civilización, pero ajenos a ella, en lo que esta tiene de otorgadora de roles asociados a los paradigmas originados en ese mismo desarrollo cultural, por parte de sus usufructuarios. Ahora bien, no puede inferirse de nuestra expresión, el hecho de que proponemos una asimilación de intereses entre los beneficiarios del poder y sus instancias de dominación y aquellos sectores que acceden y se identifican con los avances del conocimiento y de la cultura que ejercen como predominantes; como expresión avanzada de la civilización. Surge entonces, en nuestra opinión, un insumo que soporta una segregación: lo periférico, en cuanto sector y/o sectores considerados por fuera de la versión oficial de la cultura; entendida esta como originaria de paradigmas, pautas y comportamientos. Para nosotros, esto no es otra cosa que la denominación de lo popular, referido a esos sectores que, de por sí, adquieren una dinámica propia y unas expresiones propias, diferenciadas. Es obvia, sin embargo, la necesidad de apuntalar este concepto, con arreglo al significado que adquiere el contexto social 7 Pira Claudia y Cano Parmenio. La Educación Superior en América Latina, edición en cuadernillo, noviembre 1999, Bogotá D.C.
  • 50. 50 y económico; en el cual se desenvuelven estos (as) sujetos (as). Tanto en sus expresiones individuales como colectivas. Para este caso, el problema surge al momento de establecer las pautas y/o el horizonte teórico. Porque no puede delimitarse solo a partir de la figura elemental asociada al lugar en el cual se sitúa con respecto a las características del beneficio plusválico, derivado del modo de producción vigente, o prevaleciente. De ser así no habría lugar a postular la diferenciación que se advierte en la definición anterior. Por lo tanto, el análisis remite a un territorio de mayor complejidad: uno de los elementos clave para dilucidar ese significado, tiene que ver con el entendido de contexto social y económico. Ya decíamos antes: es un escenario no determinado por la voluntad o por la noción primaria acerca de lo ético. Por el contrario, constituye una instancia, como período histórico. Esto, a su vez, remite a la evolución de las relaciones sociales; como proceso soportado en sucesión de rupturas y equilibrios. Estos últimos, impuestos por quienes adquieren posiciones de dominio. Así, entonces, cada momento (sin importar su duración) en el cual se exhibe o manifiesta ese equilibrio; no es otra cosa que la expresión de unas determinadas condiciones de dominación económica y política. Ahora bien, como lo hemos postulado antes, en la franja constituida por quienes (bien sea que se tipifiquen como sectores o como secciones del espectro social) no ejercen como beneficiarios directos del poder, se erige la heterogeneidad. Ya ahí, se introduce otro insumo como soporte para la segregación. A manera de
  • 51. 51 ejemplo: la posición y comportamiento de aquellos sectores sociales sobre los cuales se ejerce dominación politica y económica; pero que han accededlo a determinados beneficios del acumulado plusválico y cultural (como poseedores y usufructuarios del conocimiento); no puede ser el mismo, comparado con la posición y el comportamiento de aquellos sectores absolutamente vulnerables y desvinculados de cualquier beneficio plusválico y cultural. Lo anterior conlleva, en consecuencia, a establecer categorías diferenciadas en el análisis de lo popular, como expresión de determinados sectores sociales; en el contexto de unas determinadas relaciones de dominación político y económico. Puede colegirse de nuestra línea de interpretación, una conclusión fundamental: no todo sector social dominado es, necesariamente, un sector popular. Por lo tanto, aún a riesgo de silogismo, al momento de tipificar acciones (inmediatas, mediatas o tendenciales) específicas de confrontación a determinadas manifestaciones de la dominación política y económica; es preciso trabajar con estas categorías. Luego, el espectro de cobertura, está dado por la definición de objetivos vinculados a conceptos y escenarios heterogéneos; en términos del nexo con los sectores sociales. No es, por esto mismo, una opción en la cual se configure una posición de clase; al menos en la versión ortodoxa marxista. No supone, asimismo, una posición necesariamente revolucionaria y/o de confrontación al origen y vertebración del poder y de las relaciones de producción vigentes. Adquiere connotaciones diversas, en la mayoría de los casos asociadas a reclamaciones puntuales, relacionadas con determinadas condiciones de vida. Sin
  • 52. 52 embargo puede, derivar en expresiones híbridas; en cuanto pueden coincidir diferentes aspectos en los cuales ejerza importancia un cuestionamiento a posiciones y/o programas gubernamentales o políticas de estado. Tal es el caso, a manera de ejemplo, de algunos movimientos populares desarrollados en relación con decisiones que vulneran determinados intereses y derechos de franjas amplias de la población. Siendo así, cabe resaltar tonos grises en la diferenciación teórica y práctica entre movimientos populares, movimientos sociales y movimientos políticos. En veces, puede hablarse de diferenciación en términos del espectro de cobertura. Otras veces, puede plantearse en relación con los contenidos de sus opciones o programas. Con respecto a este asunto del método para construir tipologías; es pertinente presentar una expresión como la siguiente: “… ¿Se politizan las luchas urbanas por el hecho de enfrentarse en la mayoría de los casos al Estado, como lo afirma Castells? No podemos en este momento desarrollar la discusión sobre el papel fundamental ocupado por el Estado en la urbanización capitalista, caracterización que parte de una generalización, arbitraria a nuestro juicio, de la relación entre Estado y Sociedad Civil – en el sentido dado por Marx y no en el Gramsciano-, pero si podemos afirmar que no basta que el blanco al cual se dirigen las flechas de un movimiento social sea el Estado, para determinar su carácter político; es el carácter de sus reivindicaciones, el contenido de clase de sus luchas, su método y sus formas las que lo definen, y no basta encontrar un contenido político, hay que identificar si se trata de una lucha democrático-burguesa (en lo formal o lo real), o socialista. Vayamos por partes:
  • 53. 53 A similitud de una huelga obrera en una empresa capitalista de Estado o de los asalariados de un ministerio burgués que levanta reivindicaciones puramente económicas, sin plantearse modificaciones en las relaciones de poder entre las clases, ni en el carácter del Estado o de sus formas de ejercicio de la dominación burguesa, un movimiento de colonos o inquilinos que solicita, por ejemplo, la regularización de la propiedad de sus tierras, o un servicio cualquiera y que utiliza para ello el método de la negociación apoyado por llamados a la opinión pública a través de los medios de comunicación, paradas en los organismos oficiales, etc., pero sin plantearse en ningún momento consignas políticas, no es político. No es el agente social al cual se enfrenta un movimiento el que define el carácter de la lucha, sino el contenido concreto de clase de él, manifestado en su programa reivindicativo y su método para alcanzarlo. ..”8 Puede colegirse, entonces, lo insensato de las generalizaciones; a partir de categorías preestablecidas. De lo que se trata no es de posicionar modelos de caracterización, como paradigmas inamovibles. En nuestro caso, hemos efectuado un recorrido amplio; a través del cual hemos postulado opciones de interpretación relacionadas con las condiciones que actúan sobre los (as) sujetos (as). Esto nos ha permitido proponer la asunción de conceptos asociados a la conciencia y al nexo entre esta y las acciones inmediatas o tendenciales; por medio de las cuales estos (as) intervienen en procesos particulares, de confrontación. 8 Pradilla Cobos, Emilio. “Mitos y realidades de los llamados movimientos sociales urbanos”. Artículo escrito en junio de 1981, en Méjico, D.F. Ponencia presentada al 4º Seminario Internacional cehap-peval Los pobladores: protagonistas urbanos en América Latina; realizado en la ciudad de Medellín, entre los días 7 y 11 de abril de 1986.
  • 54. 54 Ya se ha señalado arriba algunos elementos vinculados a la noción del poder, entendido como instrumento que concreta la dominación. En términos de identificación y/o del establecimiento de tipologías, es conveniente realizar algunas precisiones. Se trata de enfatizar acerca del contenido conceptual y práctico del rol del Estado y su desarrollo. Asimismo del entendido de democracia y del ejercicio de la representación. Uno de los elementos centrales tiene que ver con auscultar en torno a la transformación del poder o, mejor sería definirlo así: el surgimiento e instauración de expresiones del poder que, de alguna manera, ejercen como distanciamiento con respecto a los dominados, por parte de los dominadores, por la vía de instancias que se sitúan como posibilidad de equilibrio. Algo así como desprender esas instancias de toda connotación vinculada con los intereses inmediatos. Lo anterior se entiende mejor, a partir de algunas definiciones (...que no son otra cosa diferente a la tipificación). Veamos: En su escrito Ética a Nicómaco, Aristóteles expresa conceptos asociados a la figura del poder, por la vía de señalar algunos aspectos relacionados con las condiciones inherentes a quienes asumen el poder. Ya ahí, un tanto como se expresó antes, aparece una noción de poder distanciado; comoquiera que se requiere de una diferenciación, al momento de validar una determinada opción. No es, entonces para Aristóteles, la figura de la oclocracia (gobierno de la multitud o plebe). Por el contrario, es la asunción de una posición en la cual los roles se distribuyen, como condición necesaria al momento de definir la gobernabilidad. Así las cosas, en consecuencia, los conceptos de monarquía, aristocracia y democracia; adquieren presencia.
  • 55. 55 Inclusive, en la referencia a las Ciudades-Estados (Atenas, Corinto, Esparta), se prefigura la representación como instrumento válido e indispensable. Esto traduce condicionantes para los sujetos. El significado de la libertad, aparece como intermediación con respecto al poder. Antes hemos referenciado este aspecto. Basta con recordar el recorrido efectuado, a manera de ejemplo, en las expresiones de Rousseau, Marx, Morgan, Marcuse; así como la referencia a Hobbes, en su versión del poder en Leviatán. Inclusive, es pertinente (...en la perspectiva propia del desarrollo teórico, acerca de la organización política) hacer alusión a Alexis de Tocqueville (La Democracia en América, El Antiguo Régimen y la Revolución Francesa); Raymond Aron (Introducción a la Filosofía de la Historia, Democracia y Totalitarismo) y Max Weber (La Ética Protestante y el Desarrollo del Capitalismo). Sin embargo, consecuente con nuestra línea de interpretación del poder y del significado de la libertad; conviene resaltar un texto no muy divulgado y, aún menos conocido. Se trata de La Teoría Metafísica del Estado, escrito por L.T. Hubiese. Aclarando, otra vez, la posición crítica que nos ha acompañado al momento de transcribir algunas citas; vale la pena presentar, en extenso, una parte del texto señalado. Particularmente la referida al concepto de Estado y de libertad. Es lo siguiente: “…Por otra parte, la familia, tal y como se mantiene en un momento determinado, es simplemente la totalidad coordinada o asociada de sus miembros, tal y como se mantienen en el mismo momento. Es una expresión de la vida de esos miembros,
  • 56. 56 en tanto que vidas en común o en estrecha relación entre sí. La familia, especialmente, no tiene bienestar, ni felicidad, ni buena o mala fortuna que no sea el bienestar, felicidad y buena o mala fortuna de alguno de sus miembros o de varios de ellos. En una organización profesional o sindical, en un negocio o una fábrica, p. Ej., hay también un conjunto en el que se pueden totalizar tantos cientos o miles de individuos como miembros que la compongan. En todos los casos, esos miembros cambian, en mayor o menor grado, debido a la asociación a la que pertenecen. Del sindicato, profesión o negocio podrán decirse cosas que no serían ciertas si se dijesen de sus miembros cuando estos no pertenecieran a ellos. Pero, repetimos, en la totalidad no hay otra cosa que la actividad asociada o coordinada de los individuos que la constituyen. Esto sigue siendo verdad aunque la organización pueda ser permanente, pero cambien los individuos. Una universidad puede tener durante siglos un carácter y un sello peculiares y exclusivos. El número de individuos que pasan por ella y reciben su influencia es innumerable. Semejante totalidad no la constituyen solamente el número de miembros que lo ocupan en un determinado momento; ni podemos enumerar a los que han estado bajo su influencia durante toda su existencia. Sin embargo, su tradición, su espíritu, que no parece albergar ningún individuo aislado, lo mantienen los individuos, se propaga de generación a generación, se rompe, quizá, a veces por el influjo de un nuevo tipo de carácter que no es capaz de asimilar la tradición que encuentra. De este modo, al pensar sobre la sociedad, estamos expuestos a dos errores. Por una parte, podemos caer en negar la realidad del grupo social, rehusando
  • 57. 57 concebirlo como una entidad distinta, insistiendo en disolverlo entre sus componentes individuales, como si esos individuos no fueran afectados por el hecho de la asociación. Por otra parte, como reacción ante este exagerado individualismo, podemos pensar que la sociedad es una entidad distinta de los individuos, no simplemente en el sentido de que sea un agregado de individuos considerados en una relación especial, sino en el sentido de que se trata de un todo que, de alguna manera, existe fuera de ellos o en la que ellos se han fusionado en perjuicio de su identidad individual. Además, habiendo alcanzado la concepción de una entidad supra personal en la que los individuos están inmersos, tendemos a buscar esta entidad, no en todas las diversas formas de vida social que se entrecruzan y se cortan entre sí, sino en alguna forma especial de asociación que parece incluir al resto para presentarse como un conjunto al que el individuo debe pertenecer como elemento. Los escritores idealistas han encontrado esta entidad en el Estado. Hay, pues, dos puntos que hemos de considerar: primero, la noción general de una entidad supra personal y, después, la identificación de esa entidad con el Estado...” 9 De nuestra parte, se trata de establecer algunos elementos de reflexión; en torno al significado de la representación. De lo presentado, hasta ahora, se infiere la importancia de los condicionantes; al momento de definir y posicionar los contenidos teóricos y prácticos del poder. Es decir, la evolución de las instancias de control y su justificación teórica, han pasado por identificar y aceptar como válida la pérdida absoluta o parcial de la libertad absoluta, del sujeto individual y 9 Hubiese, L.T., Teoría Metafísica del Estado, Ed. Aguilar, 1981, páginas 26-27. Traducción de Dalmasio Negro Pavón.
  • 58. 58 del sujeto colectivo no beneficiarios del poder. Cuando más, en una aplicación amplia de la figura asociada a la intermediación, se ha construido una variante de esa libertad absoluta, por la vía de desarrollar una opción en la cual esos sujetos individuales y colectivos acceden a una expresión en esas instancias; a través de delegar. O lo que es lo mismo: a través de la cesión de parte de esa libertad; tal vez la fundamental. Siendo así, entonces, hacemos tránsito hacia el origen de este concepto en Occidente. En el siglo XIII, se conoció (para el caso británico), una figura primaria de parlamento anglosajón (Witenagemot). Un tipo de representación absolutamente distanciada de los súbditos dominados, no beneficiarios del poder. Asumió roles en nexo con los intereses inmediatos de sectores, aunque no vinculados directamente a la Corona, ejercían una fuerte influencia. En principio ejercieron como Consejo Asesor, en lo que respecta a la consecución de recursos y/o a la orientación y aplicación de lo que podría llamarse como el gasto público. Con algunas variantes, en términos de su connotación política, en el siglo XVI; este tipo de Consejo Asesor, mantuvo un significado asociado a la representación de determinados sectores, en su relación con la Corona. Aunque, en estricto, carecía de la fuerza necesaria para erigirse como alternativa de gobierno; de todas maneras prefiguró el surgimiento de agrupaciones políticas, entendías como partidos, si aplicamos el método de análisis que se hizo vigente en los siglos XVII y XVIII, para el caso del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Otra cosa fue, con la diferenciación propia inherente al significado de la Revolución
  • 59. 59 Francesa, la expresión de los Jacobinos en la Asamblea Nacional y el desconocimiento de la autoridad del Rey. El concepto de Nación – Estado (siglo XVI; permitió identificar una evolución fundamental, en lo que respecta a las agrupaciones políticas; en tanto que la influencia de la Reforma Protestante, proveyó insumos importantes, fundamentalmente en lo que hace al Calvinismo. Fue algo así como la culminación de un proceso iniciado tres siglos antes, en contra del poder de la Iglesia Católica y su rol en los asuntos políticos y económicos. Encontramos allí, en el contexto de ese proceso anterior a la Reforma y en los hechos posteriores a esta, elementos determinantes, para entender expresiones políticas como las de los Whig y los Tory (presbiterianos-liberales y conservadores, respectivamente). La Guerra Civil Inglesa (1642-1649), constituyó una expresión importante, en lo que respecta al rol del Parlamento. Recuérdese nuestra anotación anterior, en cuanto al significado inicial adquirido por esta figura colectiva, como representación. En la línea de interpretación propuesta, no es otra cosa que la evolución de los Consejo Asesores del Rey y, en veces recaudadores de recursos u orientadores para efectos del gasto público. Es pertinente resaltar, en el contexto de los antecedentes y significado de la Guerra Civil Inglesa, la convocatoria efectuada por Carlos I, al Parlamento en 1640 (denominado transitoriamente como Parlamento Largo); con la intención de promover la consecución de recursos para su guerra en contra de Escocia. Ya, de por sí, obraba un contenido religioso en la confrontación. Anglicanos y