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INTRODUCCIÓN
Hace unos 2.300 años un griego, Erasistrato, al estu-
diar la función cardíaca, antepuso la dilatación de las
cavidades ventriculares a su constricción. Tal idea fue
430 años más tarde recogida por Galeno quien, al de-
fenderla y propugnarla, dio lugar a la prevalencia de la
misma hasta el siglo XVII, momento a partir del cual
inició su declive al quedar enfrentada a las afirmacio-
nes de Harvey quien, con el descubrimiento de la cir-
culación de la sangre, valoró a la constricción ventri-
cular como la más trascendente función del corazón.
La dilatación fue a partir de entonces erróneamente
considerada como mera consecuencia de la brusca
irrupción, en las cavidades ventriculares, de la sangre
procedente de las aurículas.
Pero a mediados del presente siglo, en 1954, To-
rrent-Guasp publica un trabajo teórico1
en el que, se-
ñalando la imposibilidad de atribuir a la presión auri-
cular el llenado ventricular, defiende la existencia de
una succión ventricular diastólica atribuible a una con-
tracción.
Más tarde, en 1956, un destacado autor especializa-
do en el retorno venoso, Brecher2-4
, comunica privada-
mente por escrito (el 9 de febrero de 1956), tras la lec-
tura de aquella publicación1
, manifiestas dudas
respecto a la posibilidad de demostrar experimental-
mente una succión ventricular diastólica:
«You will realize that the experimental proof for the
existence of a ventricular diastolic sucking force is, in-
deed, very difficult to establish».
(Reconocerá que conseguir una prueba experimental
demostrativa de una succión ventricular diastólica es,
realmente, muy difícil).
Pero, sin embargo, Brecher, condicionado por las su-
gerencias de aquella lectura, acaba por decidir ahondar
en el tema y, sorprendentemente, logra demostrar la
existencia de succión ventricular2-4
. Desde entonces,
por determinadas razones que serán analizadas más
adelante, la actividad diastólica, supuestamente desa-
rrollada por una contracción muscular gracias a un des-
conocido mecanismo, ha sido universalmente aceptada.
El alcance del conocimiento del sustrato morfológi-
co y de la peripecia funcional de tal mecanismo ha
despertado un inusitado interés en la vanguardia de la
investigación cardiológica básica dadas sus posibles
derivaciones a la clínica. Y la descripción de aquella
morfología y la precisión de aquel funcionalismo re-
presentan el objetivo perseguido con la presente publi-
cación.
MÉTODOS
En primer lugar, los trabajos llevados a cabo por To-
rrent Guasp5-23
en la segunda mitad del presente siglo so-
bre la anatomía macroscópica del corazón (figs. 1 y 2),
cuyos resultados fueron más tarde plenamente corrobo-
rados por Streeter24
mediante estudios anatómicos y
matemáticos y después por Lunkenheimer22,23
mediante
tomografía computarizada, han sido la base fundamen-
tal que ha permitido el alcance de aquellos objetivos.
En segundo lugar, el conocimiento referido por diver-
sidad de estudios fisiológicos experimentales6-12,25-28
,
91
Estructura y función del corazón
Francisco Torrent-Guasp
Médico.
Correspondencia: Dr. F. Torrent Guasp.
La Plana, 63. 03700 Denia. Alicante.
Correo electrónico: ftorrentg@meditex.es
La reducción y el aumento del volumen de las ca-
vidades ventriculares, respectivas causas de la ex-
pulsión de sangre a las arterias y de la succión de
sangre de las aurículas, representan específicas
consecuencias de la contracción de correspondien-
tes segmentos del miocardio ventricular.
THE STRUCTURE AND FUNCTION OF THE HEART
The decrease and increase of ventricular cavities
volume, which respectively causes the ejection of
blood to the arteries and the suction of blood from
the atria, are specific consequences of the contrac-
tion of correspondent segments of the ventricular
myocardium.
(Rev Esp Cardiol 1998; 51: 91-102)
conducción cardíaca/ flujo sanguíneo/ función cardíaca/ hemodinámica/ miocardiopatía hipertrófica/ ventrículo derecho/ ventrículo izquierdo
ha supuesto una fuente de datos esenciales para el en-
juiciamiento y valoración de aquella morfología y de
su proyección funcional.
Por último, ha resultado también decisivo poder dis-
poner de los datos dinámicos que se consiguen con la
utilización de la moderna tecnología utilizada en clíni-
ca para el diagnóstico por imagen mediante ecografía
y tomografía computarizada pero, fundamentalmente,
han sido las filmaciones realizadas por Oliete29
, mon-
tadas con imágenes obtenidas mediante resonancia
magnética de un corazón humano normal latiendo, las
que han facilitado la mayoría de aquellos datos. Gra-
cias, pues, a tales filmaciones, actualmente disponibles
en todo avanzado centro radiológico, han podido ser
apreciadas, en plena función, las paredes ventriculares
y las cavidades que delimitan, así como los movimien-
tos de las válvulas y de la totalidad del corazón.
Obviamente, la cinesia de aquellos filmes no puede
ser transferida a las páginas de esta publicación, aun-
que lo evidenciado por los mismos ha sido expresado
mediante palabras y dibujos esquemáticos. Recomen-
damos pues, a quien desee comprobar y aprehender
con mayor facilidad lo expuesto a continuación, la ob-
servación de la filmación de un corazón normal latien-
do captado, preferiblemente, mediante resonancia
magnética aunque cualquier otro procedimiento puede
ser igualmente válido si permite apreciar la dinámica
de las paredes ventriculares vistas en un corte longitu-
dinal como el representado en la figura 3.
Con el mismo fin, el de facilitar el entendimiento y
comprobación de lo expuesto, resultará igualmente
conveniente poder disponer de una preparación anató-
mica, en la que mediante disección haya sido eviden-
ciada la banda miocárdica ventricular, o de un modelo
elástico del corazón, quizá más apropiado por ser de
más fácil manejo y conservación, como el descrito en
anteriores publicaciones30-32
.
RESULTADOS
La estructuración macroscópica del miocardio
ventricular
En otros trabajos5-24
ha sido detalladamente expues-
ta la estructuración de la musculatura de los ventrícu-
los. El resultado de estos estudios podría ser resumido
del siguiente modo (fig. 1):
El miocardio ventricular configura una banda ex-
tendida desde la raíz de la arteria pulmonar a la raíz
de la aorta que delimita, describiendo en el espacio
una helicoide, dos cavidades, los llamados ventrícu-
los.
En tal banda pueden ser distinguidas dos lazadas
(fig. 2, inferior), la basal y la apexiana, cada una de
las cuales a su vez queda dividida en dos segmentos,
todos ellos definidos por respectivas particularida-
des morfológicas: los segmentos derecho e izquierdo,
REVISTA ESPAÑOLA DE CARDIOLOGÍA. VOL. 51, NÚM. 2, FEBRERO 1998
92
Ao PA PA Ao
PA Ao
c
a b
g
f e
f
e
g
Ao
f
g
PA
T M APM
gCPT
RFW LFW
c
fd
b
a
Segmento
derecho
Segmento
izquierdo
Segmento
descendente
Segmento
ascendente
Lazada basal Lazada apexiana
Fig. 1. Las sucesivas fases del desenrolle de la banda miocárdica
vetricular. Superior izquierda, la banda en su posición normal,
como aparece en el corazón intacto. Inferior, la banda extendida
en toda su extensión con la arteria pulmonar en el extremo iz-
quierdo y la aorta en el extremo derecho. Corazón de bóvido.
Fig. 2. Representación esquemática de la banda miocárdica ven-
tricular; disposición normal (superior izquierda); separación de
la arteria pulmonar y pared libre del ventrículo derecho (superior
derecha); separación de la arteria pulmonar y de la aorta (centro)
y extendida en toda su extensión (inferior). Ao: aorta; PA: arteria
pulmonar; a: raíz de la arteria pulmonar; b: dobladura de la ban-
da; c: raíz de la aorta; d: surco interventricular posterior; e: ori-
ficio virtual apexiano; f: segmento descendente; g: segmento as-
cendente; CPT: cordón pulmotricúspide; T: borde lateral externo
del orificio tricúspide; M: borde lateral externo del orificio mi-
tral; RFW: pared libre del ventrículo dercho; LFW: pared libre
del ventrículo izquierdo; APM: músculo papilar anterior.
pertenecientes a la lazada basal y los segmentos des-
cendente y ascendente, componentes de la lazada ape-
xiana.
La propagación de los estímulos por el miocardio
ventricular
El presente artículo, cuyo objetivo es explicar el me-
canismo por el cual el corazón lleva a cabo mediante su
actividad contráctil la disminución (causa de la expul-
sión de sangre) y dilatación (causa de la succión de
sangre) de ambas cavidades ventriculares, requiere una
nueva interpretación del modo en el que tiene lugar la
difusión de los estímulos a lo largo y ancho de los ven-
trículos. Sería, por tanto, conveniente, a fin de validar
lo referido en la exposición de tal nueva concepción de
la mecánica cardíaca, emprender antes un estudio expe-
rimental exclusivamente encaminado a demostrar la re-
alidad de aquella nueva interpretación sobre la difusión
de los estímulos, lo que, sin embargo, afortunadamente
no es necesario. En la segunda mitad del siglo XX en
gran diversidad de centros de investigación han surgido
multitud de trabajos experimentales, aislada e indepen-
dientemente desarrollados, caracterizados por haber
sido enfocados, en su gran mayoría, a precisar datos
concretos sin estar engarzados a un plan de investiga-
ción proyectado a más amplios objetivos. Resultados
de este modo obtenidos facilitan hoy día suficientes
pruebas experimentales mediante las cuales se convali-
da plenamente, y desde muy diversos ángulos como
será comprobado a continuación, aquella nueva inter-
pretación evidenciadora de caminos muy distintos a los
actualmente señalados para el tránsito de los estímulos
en su propagación por el miocardio ventricular.
Por un lado, debido a lo establecido por los fisiólogos
de la primera mitad del siglo XX, mediante asertos a ve-
ces un tanto dogmáticos (Lewis, 1915), usualmente se
acepta todavía hoy día que, en el miocardio ventricular,
los estímulos, llegados a lo largo del haz de His, atravie-
san las paredes ventriculares en el sentido endocardio-
epicardio. Por otro lado, se admite igualmente que los
músculos papilares son las primeras estructuras contrác-
tiles eléctricamente activadas en cada ciclo cardíaco.
Posiblemente la aparición y la pervivencia de éstas,
hoy ya viejas creencias, sobre la difusión del estímulo
por el miocardio ventricular, hayan venido en gran
parte condicionadas por la carencia, en aquellos tiem-
pos, de todo tipo de coherente conocimiento sobre la
estructura macroscópica del miocardio ventricular. Es
decir, aquella interpretación de la difusión del estímulo
quizás exprese el resultado del desconocimiento, im-
perante en las esferas científicas de aquellas décadas,
del plan general de organización rector de la disposi-
ción en el espacio de todas y cada una de las fibras
miocárdicas, unas fibras cuyas aparentemente intrinca-
das trayectorias representan inesquivables caminos
preestablecidos necesariamente concordantes con la
marcha de los estímulos.
Y aquellas viejas creencias han prevalecido hasta la
actualidad, durante casi un siglo, a pesar, sorprendente
hecho de muy difícil explicación, de las dudas que
provoca el planteamiento supuesto por las mismas y a
pesar de la existencia de evidentes hechos experimen-
tales abiertamente opuestos a su validez.
Por ejemplo, sistemáticamente ha sido olvidada la
pregunta formulada por Robb y Robb25
hace ya más de
medio siglo:
¿Cómo es posible que la transmisión de los impul-
sos tenga lugar desde la cara endocárdica a la epicár-
dica, como todos los datos eléctricos indican (una in-
dicación sólo verificable en la cara anterior del
ventrículo izquierdo, como será comprobado más ade-
lante), siendo así que la pared ventricular está com-
puesta por haces bien diferenciados y separados por
vainas de tejido conjuntivo?
Incluso antes, en l936, Sands-Robb y Robb26
, tras
laboriosas disecciones y concienzudos estudios elec-
trocardiográficos de los haces musculares, ya habían
llegado a la conclusión de que la difusión del estímulo
tenía lugar a lo largo de los mismos, es decir, en senti-
do longitudinal, no en sentido transversal como postu-
laron los clásicos. Estos dos autores, basados en los
resultados obtenidos de aquellos trabajos experimenta-
les, establecieron lo siguiente:
«These data indicate that the excitatory process is
conducted “axially” in the muscles studied along a
pathway parallel to fiber direction».
(Estos resultados indican que la conducción del pro-
ceso de excitación tiene lugar «axialmente», en la
musculatura estudiada, a lo largo de una trayectoria
paralela a la dirección de la fibra).
F. TORRENT GUASP.– ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CORAZÓN
93
Fig. 3. Sección transversal del tórax en la que el corazón aparece
en un corte longitudinal tal como puede ser captado en las filma-
ciones mediante resonancia magnética. Los ventrículos han sido
reproducidos en negro.
A su vez, Armour y Randall28
, en 1970, evidencia-
ron experimentalmente, en las paredes ventriculares,
que la contracción de la musculatura más superficial,
la subepicárdica, precede a la contracción de la mus-
culatura profunda, la subendocárdica. Se demostraba
así que la interpretación clásica, según la cual la difu-
sión del estímulo tiene lugar en el sentido endocardo-
epicardio, era errónea, toda vez que, en realidad, esta
secuencia tiene lugar en el sentido epicardio-endocar-
dio. Dicen a tales respectos estos autores:
«Rather, the contracting epicardium forms a stiff
outer shell, and subsequent contraction of the bulk of
the myocardium is responsible for pressure genera-
tion».
(Más bien la contracción de la musculatura subepi-
cárdica forma una rígida concha externa dentro de la
cual tiene lugar la subsiguiente contracción del resto
de la masa miocárdica, generadora de la presión intra-
ventricular).
Una masa miocárdica de la que forman parte inte-
grante los músculos papilares, cuya contracción obli-
gadamente tendrá por tanto lugar bien adentrada la sís-
tole.
Pero la sorprendente exactitud de aquellas asevera-
ciones de Armour y Randall, que serán más adelante
comprobadas en todos sus extremos, no hacen más
que refrendar los resultados obtenidos, en 1890, por
Roy y Adami27
, quienes llegaron a una similar conclu-
sión al precisar las relaciones cronológicas entre la
contracción de la musculatura subepicárdica y los mo-
vimientos de las valvas de la mitral.
Obviamente, la anteriormente mencionada concha
externa está constituida por la lazada basal de la banda
miocárdica ventricular que, discurriendo de la raíz de
la arteria pulmonar a la raíz de la aorta (de a a b, es-
quema superior izquierdo de la fig. 2), envuelve, o,
mejor, define, la mitad basal de ambas cavidades ven-
triculares. La lazada basal, transformada por su con-
tracción en una rígida coraza, es pues la que alberga al
resto del miocardio ventricular, que, representado por
la lazada apexiana (f y g en la fig. 2; véanse los dos es-
quemas superiores), entra en contracción a continua-
ción y origina, según estos datos experimentales28
, el
aumento de la presión intraventricular.
Pero, de entrada, sin necesidad de hacer referencia a
hallazgo experimental alguno, la estructuración ma-
croscópica del miocardio ventricular5-24
sugiere clara-
mente que la ruta trazada por la banda (fig. 2), en su
discurrir desde la raíz de la arteria pulmonar a la raíz
de la aorta, inapelablemente condicionará una progre-
sión longitudinal del estímulo, hecho que, a su vez,
exige y determina una secuencia, en la contracción de
las diversas regiones del corazón, expresada por la es-
calonada entrada en actividad de los sucesivos seg-
mentos constitutivos de la banda (esquema inferior de
la fig. 2), una suposición confirmada por los siguientes
hechos experimentales.
La contracción del segmento derecho (como es de
todos conocido la estimulación del ventrículo derecho
precede a la del ventrículo izquierdo) es seguida por la
del segmento izquierdo, hecho confirmado por Ar-
mour y Randall28
al observar la inicial conformación
de aquel rígido caparazón externo (expresión de la
contracción de la lazada basal que discurre por todo el
perímetro de la masa ventricular como puede ser apre-
ciado en el esquema superior izquierdo de la fig. 2, de
a a b) en cuyo interior tiene lugar la subsiguiente con-
tracción del resto de la masa miocárdica, es decir, de
la lazada apexiana, en la que, por las razones que se
expondrán a continuación, como era de esperar sucesi-
vamente entran en actividad el segmento descendente,
en primer lugar, y el ascendente, posteriormente.
Debido a la trayectoria helicoidal de la lazada ape-
xiana, los segmentos descendente y ascendente (seña-
lados con f y g en la fig. 2, esquemas superiores) que-
dan sobrepuestos, razón por la que el segmento
descendente (f) adopta una situación subendocárdica
mientras el ascendente discurre subepicárdicamente
(g en los dos esquemas superiores) por la cara anterior
del ventrículo izquierdo. Esta particularidad, unida al
hecho de que el segmento descendente (f, esquema in-
ferior) está situado a continuación del segmento iz-
quierdo (LFW), determina que en esta área, la repre-
sentada por la cara anterior del ventrículo izquierdo (g
en esquema superior izquierdo), la aparición de activi-
dad eléctrica en la musculatura subendocárdica, repre-
sentada por el segmento descendente (f; véase el es-
quema superior derecho y el inferior), preceda al
inicio de toda actividad eléctrica en la musculatura su-
bepicárdica (que corresponde al segmento ascendente,
g, véanse ambos esquemas superiores), precedencia
que ha sido experimentalmente demostrada por Ar-
mour y Randall28
, quienes afirman:
«Electrical activity proceeded from endocardium to
epicardium in the anterior left ventricular wall».
(La actividad eléctrica avanza desde el endocardio
al epicardio en la cara anterior de la pared ventricular
izquierda).
El hecho en cuestión, representado por la caracterís-
tica local de la cara anterior del ventrículo izquierdo,
contrasta con lo sucedido en el resto de la masa ventri-
cular, en la cual, al estar constituida en todo el períme-
tro de su base por la lazada basal, la actividad eléctrica
de la musculatura subepicárdica precede siempre a la de
las regiones profundas, subendocárdicas.
Así pues, aunque por regla general la actividad eléc-
trica de los estratos musculares subepicárdicos prece-
de a la de los subendocárdicos, motivos funcionales, la
progresión del estímulo a lo largo de la banda, y razo-
nes morfológicas, la relativamente profunda situación
del segmento descendente (f; véase esquema superior
derecho de la fig. 2) con respecto al ascendente (g),
determinan que en la cara anterior del ventrículo iz-
quierdo ocurra lo contrario, toda vez que en esta re-
REVISTA ESPAÑOLA DE CARDIOLOGÍA. VOL. 51, NÚM. 2, FEBRERO 1998
94
gión, como ha sido comprobado experimentalmente28
,
los estratos musculares subendocárdicos, constituidos
por el segmento descendente, entran en actividad antes
que los subepicárdicos, componentes del segmento as-
cendente.
Queda pues de este modo precisado, conclusión
asistida por razones basadas en la estructura macros-
cópica del miocardio y en los datos experimentales re-
feridos, que la secuencia representante de la activación
eléctrica del miocardio ventricular viene expresada por
la cadena (véase el esquema inferior de la fig. 2) de los
sucesivos segmentos constitutivos de la banda miocár-
dica ventricular:
Derecho > izquierdo > descendente > ascendente.
Así pues, la referida secuencia de la escalonada acti-
vación eléctrica de los sucesivos segmentos viene co-
rroborada por las observaciones de Robb y Robb25
,
quienes señalan la presencia y el papel dieléctrico de
las envolturas conectivas de las fibras miocárdicas y,
por otro lado, encaja plenamente con los datos experi-
mentales aportados por Sands-Robb y Robb26
, según
los cuales la difusión de los estímulos tiene lugar a lo
largo de los haces musculares, y con los proporciona-
dos por Armour y Randall28
, quienes registran con
gran exactitud la aparición de actividad eléctrica en las
diversas regiones de los ventrículos demostrando la
equivocada suposición de los fisiólogos clásicos al in-
terpretar, en las primeras décadas del siglo XX, que el
estímulo, atravesando todo obstáculo interpuesto en
su camino, avanzaba sin dificultad alguna en sentido
endocardio-epicardio atravesando las paredes ventri-
culares.
Pero es más, como será comprobado en las páginas
sucesivas, la evidencia del artilugio mecánico al que
recurre el corazón en el cumplimiento de su doble mi-
sión, expulsar y succionar sangre, prueba la realidad
de aquella secuencia marcada por el longitudinal des-
plazamiento del estímulo a lo largo de la banda mio-
cárdica ventricular.
En resumen, en primer lugar, los referidos datos
experimentales, todos ellos obtenidos sin existir en
quienes los llevaron a cabo idea preconcebida alguna
sobre su significado en el contexto funcional del co-
razón; en segundo lugar, el conocimiento de algo tan
objetivo como es la estructura macroscópica del mio-
cardio ventricular, igualmente evidenciada descono-
ciendo su proyección funcional, y en tercer lugar,
como se verá a continuación, la sucesión de las vici-
situdes funcionales de la mecánica cardíaca, repre-
sentan pruebas inequívocas de la difusión longitudi-
nal de los estímulos a lo largo de la banda miocárdica
ventricular. Tal hecho, por otro lado, hoy día ya es de
muy fácil comprobación, ya que el conocimiento de
las características topográficas de todas la regiones
miocárdicas permite un preciso seguimiento de la tra-
yectoria descrita en el espacio por la banda miocárdi-
ca ventricular.
La dinámica ventricular
En un corazón latiendo, observado directamente o a
través de una filmación, pueden distinguirse sucesiva-
mente, en cada ciclo, cuatro destacados movimientos
de los ventrículos (fig. 4):
1. Estrechamiento de las cavidades ventriculares
mediante la disminución de su diámetro transversal
(fig. 4b).
2. Acortamiento de las cavidades ventriculares me-
diante el decremento de su eje longitudinal (fig. 4c).
3. Alargamiento de las cavidades ventriculares me-
diante el incremento de su eje longitudinal (fig. 4b).
4. Ensanchamiento de las cavidades ventricula-
res mediante el aumento de su diámetro transversal
(fig. 4a).
F. TORRENT GUASP.– ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CORAZÓN
95
a
b
c
Fig. 4. Reproducción esquemática de los ventrículos; a: en reposo;
b: tras su estrechamiento; c: tras su acortamiento; b: tras su alar-
gamiento; a: tras su ensanchamiento.
Obviamente, los ventrículos efectúan la expulsión
de sangre, hacia las grandes arterias, mediante el estre-
chamiento y acortamiento de sus cavidades mientras
llevan a cabo la succión de sangre, contenida en las
aurículas, mediante el ensanchamiento y alargamiento
de sus cavidades. Pero en el desarrollo de estos cuatro
movimientos, fácil y claramente observables en un co-
razón latiendo o en una filmación de éste, llaman la
atención dos hechos.
Por un lado, el ápex, que al presionar sobre la pared
costal origina el latido de la punta (fig. 2), permanece
prácticamente inmóvil con un desplazamiento relativa-
mente muy reducido cuando se compara con los des-
plazamientos efectuados por la base ventricular. Este
paradójico fenómeno, puesto que la movilidad corres-
ponde a la base, aun permaneciendo perennemente an-
clada a la aorta, arteria pulmonar y aurículas, y la in-
movilidad corresponde al ápex, aun estando libre de
toda atadura, viene determinado por dos circunstancias
desencadenadas por la actividad ventricular.
En primer lugar, el ápex permanece fijo, o práctica-
mente inmóvil, debido al efecto de retropropulsión
provocado por la expulsión de sangre hacia las arte-
rias, fuerza que le obliga a efectuar una compresión
sobre la pared costal durante el tiempo en el que tiene
lugar la expulsión ventricular. En segundo lugar, a
esta compresión contribuye también, como será ex-
puesto detalladamente más adelante, el alargamiento
de los ventrículos, fenómeno cuyo desarrollo tiene lu-
gar después de finalizar la expulsión de sangre, por el
que de nuevo es comprimido el ápex contra la pared
costal.
No es, pues, que el corazón disminuya y aumente el
volumen de sus cavidades mediante, respectivamente,
un acercamiento y alejamiento del ápex con respecto a
la pared costal (que en todo caso comprime a esta pa-
red pero sin efectuar desplazamiento valorable algu-
no); todo lo contrario, es la base ventricular la que
efectúa desplazamientos al descender (figs. 4b y c),
hecho que da lugar a la reducción del volumen de las
cavidades ventriculares determinante de la expulsión
de sangre, y al ascender (figs. 4c y b), hecho que da
lugar al aumento del volumen de las cavidades ventri-
culares determinante de la succión de sangre.
Por otro lado, segundo hecho a resaltar, debe hacer-
se notar que el estrechamiento y el ensanchamiento de
la base ventricular, expresados respectivamente por la
disminución y el aumento de su diámetro transversal,
suponen un desplazamiento de muy reducida magnitud
cuando comparado con el movimiento representado
por el descenso y ascenso de la base ventricular (en la
fig. 4 puede apreciarse, aproximadamente, la magnitud
del estrechamiento [figs. 4a y b], y del acortamiento
[figs. 4b y c] de los ventrículos). La menor relevancia
de los movimientos transversales, representados por el
estrechamiento y ensanchamiento, cuando se compa-
ran con los longitudinales, acortamiento y alargamien-
to, resulta también un tanto paradójica toda vez que,
habitualmente, la disminución y el aumento del volu-
men de las cavidades ventriculares son fenómenos por
lo general unidos, en la mente de todos, a una respecti-
va constricción y dilatación.
La problemática planteada por la dilatación
ventricular
No es pues que, en su mayor parte, la expulsión y la
succión de sangre dependan, respectivamente, de los
movimientos transversales del corazón, constricción o
estrechamiento y dilatación o ensanchamiento de las
cavidades ventriculares (compárense las figs. 4a y b).
Todo lo contrario, a la luz de este fenómeno, aprecia-
ble mediante la observación directa o indirecta (filma-
ción) de un corazón latiendo, es más bien mediante los
movimientos longitudinales, retracción o acortamiento
y elongación o alargamiento (figs. 4a y c), el modo en
que, respectivamente, se consiguen los dos objetivos,
la expulsión y la succión de sangre.
En un intento de cuantificación, mediante la compa-
ración del cambio de tamaño de la masa ventricular en
ambos movimientos (fig. 4), el volumen de sangre ex-
pulsada o succionada en cada latido posiblemente de-
penda en un 25% de los movimientos transversales,
estrechamiento y ensanchamiento, y en un 75% de los
movimientos longitudinales, acortamiento y alarga-
miento.
Con la concepción clásica de la mecánica cardíaca,
la explicación de la expulsión no ofrecía dificultad al-
guna, toda vez que esta expulsión encajaba plenamen-
te con la constricción o estrechamiento de las cavida-
des ventriculares, es decir, la acción de constreñir era
coherente con la salida de la sangre a las arterias.
Pero, sin embargo, surgía una insalvable dificultad
para explicar cómo tenía lugar el movimiento contra-
rio, la dilatación que seguía a la constricción, ya que,
evidentemente, la magnitud de la energía exigida por
la dilatación debía ser concordante con el potente fe-
nómeno, experimentalmente demostrado2-4
y actual-
mente aceptado por todos, representado por la succión
ejercida por los ventrículos sobre la sangre de las aurí-
culas. Porque, pensando lógicamente, la energía re-
querida por la dilatación o ensanchamiento de las ca-
vidades ventriculares, supuestamente generadora de
una presión negativa capaz de originar la progresión
de la sangre por las venas de todo el organismo me-
diante una rápida y potente retirada hacia los lados de
las paredes de los ventrículos, sólo podría proceder de
una contracción muscular, toda vez que las hipotéticas
fuerzas elásticas, que tímidamente han sido atribuidas
por algunos autores a las características histológicas
del miocardio20,21
, no podían ser aceptadas.
Pero esta conclusión, que exigía atribuir la dilata-
ción o ensanchamiento de las cavidades ventriculares
a una contracción, chocaba frontalmente con el hecho
REVISTA ESPAÑOLA DE CARDIOLOGÍA. VOL. 51, NÚM. 2, FEBRERO 1998
96
supuesto por la reducción de tamaño que habitualmen-
te conlleva toda contracción. La pregunta quedó, pues,
planteada en estos términos: ¿cómo es posible que me-
diante una contracción, fenómeno que conlleva retrac-
ción y disminución de tamaño, tenga lugar la dilata-
ción de los ventrículos?
El mecanismo determinante de la expulsión
y de la succión ventricular
En la figura 5A se representan unos ventrículos tras
haber sido desenrollada la gran banda miocárdica ven-
tricular. La lazada basal (en blanco), desprendida me-
diante un corte, aparece abierta mostrando en su inte-
rior a la lazada apexiana (en negro). Ambos segmentos
de la lazada apexiana, cruzados en X, se reproducen
más esquemáticamente en la figura 5B, en la que el
segmento descendente es señalado con ds y el ascen-
dente con as.
El estrechamiento ventricular
Cuando, estando el corazón en reposo, se inicia un
nuevo ciclo en primer lugar se produce (fig. 2, infe-
rior) la contracción del segmento derecho (RFW) que
es seguida de la del izquierdo (LFW) por la relación
de continuidad existente entre ambos. La lazada basal
(que constituida por estos dos segmentos discurre de a
a b como se aprecia en el esquema superior izquierdo
de la misma figura), queda entonces transformada, de
acuerdo con los resultados de los trabajos experimen-
tales anteriormente referidos de Armour y Randall, en
una rígida concha externa dentro de la que tiene lugar
la subsiguiente contracción del resto del miocardio
ventricular, el representado por la lazada apexiana, es
decir, tiene lugar la sucesiva contracción del segmento
descendente (f, que es la continuación del segmen-
to izquierdo, LFW), y del ascendente (g, que es la con-
tinuación del descendente; véase el esquema inferior
F. TORRENT GUASP.– ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CORAZÓN
97
A
rs ls
ds as
lb rb
B
C D
Fig. 5. A: representación de la
banda miocárdica ventricular
en la que la lazada basal, con
sus segmentos derecho (rs) e iz-
quierdo (ls), tras ser desprendi-
da mediante un corte en la do-
bladura central de la banda (b
en la fig. 2, inferior), ha sido
abierta para mostrar en su inte-
rior a la lazada apexiana con
sus dos segmentos cruzados en
X; B: una más esquemática re-
presentación de los dos segmen-
tos de la lazada apexiana en la
que el descendente es señalado
con ds y el ascendente con as;
C: contracción del segmento
descendente; D: contracción del
segmento ascendente. El seg-
mento ascendente con su enva-
ramiento, producido tras su
contracción, da lugar, como si
de una agresiva serpiente se tra-
tara, al ascenso de la base ven-
tricular. En negro, ápex; lb:
borde izquierdo del corazón; rb:
borde derecho del corazón.
de la fig. 2). Ambos segmentos aparecen respectiva-
mente señalados con ds y as en la figura 5B.
Se efectúa de este modo, a resultas de la contracción
de la lazada basal (representada en blanco en la fig. 5A),
una reducción del diámetro transversal de los ventrícu-
los, es decir, una constricción o estrechamiento de las
cavidades ventriculares. Esta contracción de la lazada
basal, que por su disposición en el espacio (véase pri-
mera preparación de la fig. 1 y el esquema superior iz-
quierdo de la fig. 2) circunda, delimitando externa-
mente, a las cavidades ventriculares, es, pues, la que,
además de reducir el diámetro ventricular, conforma,
con su contracción, la rígida concha externa.
El acortamiento ventricular
Tras la contracción de la lazada basal sobreviene la
contracción de la lazada apexiana entrando en primer
lugar en actividad el segmento descendente (fig. 5C)
que, originando un descenso de la base ventricular
(compárense las figs. 5B y C), da lugar a un acorta-
miento de los ventrículos lo que determina, al mismo
tiempo, que el ápex sufra un desplazamiento y una ro-
tación hacia su izquierda (lb, borde izquierdo del co-
razón).
El alargamiento ventricular
Inmediatamente sigue la contracción del segmento
ascendente (fig. 5D) que, no pudiendo provocar un
mayor descenso de la base ventricular, origina, por la
forzada disposición que ha sido obligado a adoptar
(fig. 5C), un envaramiento de sus fibras mediante el
que tiene lugar un ascenso de la base ventricular y, si-
multáneamente, un desplazamiento y una rotación del
ápex hacia hacia su derecha (borde derecho del cora-
zón, rb).
El ascenso de la base ventricular tiene lugar me-
diante un mecanismo similar al utilizado por las ser-
pientes cuando, paradójicamente, mediante la contrac-
ción de su musculatura plantifican el cuerpo (fig. 5)
creciendo en altura. De este modo, pues, se efectúa el
alargamiento de las cavidades ventriculares, hecho que
representa un considerable aumento de su capacidad y
de su volumen y que determina la succión de la sangre
REVISTA ESPAÑOLA DE CARDIOLOGÍA. VOL. 51, NÚM. 2, FEBRERO 1998
98
a b
A
B
C
C
Expulsión
Succión
Fig. 6. A: un cilindro, móvil, con su pistón, fijo; el descenso del ci-
lindro (b), implica la expulsión del contenido mientras el ascenso
del mismo; a: origina la succión de lo habido fuera; B y C: repre-
sentaciones de los ventrículos en una sección longitudinal reprodu-
ciendo el artilugio mecánico referido en A. En el mismo sentido han
sido reproducidos los ventrículos, vistos por su cara anterior, en D.
Fig. 7. Representación de la disposición adoptada por la banda
miocárdica ventricular durante la contracción del segmento des-
cendente (derecha), determinante del descenso de la base (expul-
sión), y del ascendente (izquierda), determinante del ascenso de la
base (succión).
de las aurículas forzando, por ende, la progresión de la
misma a lo largo de las venas. Se justifica así el decre-
ciente gradiente tensional detectable, desde la periferia
al corazón, a lo largo de todo el árbol venoso.
Al igual que un pistón cuando desciende por el ci-
lindro, el relativo cambio de posición de la lazada ape-
xiana que, telescópicamente empotrada en el rígido ci-
lindro representado por la concha externa constituida
por la lazada basal (figs. 5A y 6) permanece fija como
pegada a la pared costal, determina, por el ascenso de
la lazada basal, la aparición de una presión negativa en
la cavidad ventricular, causa de aquella succión. Por-
que, debe ser especificado, en el corazón ocurre lo
contrario de lo sucedido con el pistón y el cilindro de
un motor de explosión; como puede ser apreciado en
las filmaciones de un corazón latiendo, el ápex perma-
nece siempre prácticamente inmóvil (motivo por el
cual la lazada apexiana, que asume el papel de «pis-
tón», está siempre reproducida sin efectuar desplaza-
miento alguno en las figs. 5, 6 y 7; en todas ellas el
ápex contacta siempre, tanto en el descenso como en
el ascenso de la base, con la línea horizontal inferior)
siendo la concha externa representada por la lazada
basal (que asume el papel de «cilindro», véanse las
mismas figs. 5, 6 y 7) la que efectúa el ascenso y des-
censo. Es decir, paradójicamente, tal como ya ha sido
referido, es la base, perennemente anclada a la aorta,
arteria pulmonar y aurículas, la que efectúa los despla-
zamientos ascendiendo y descendiendo mientras el
ápex, libre de toda atadura, permanece prácticamente
inmóvil.
Así, pues, reproduciendo el mecanismo representa-
do por los relativos cambios de posición de un cilindro
y su émbolo (en este caso desplazamiento de un cilin-
dro, móvil, con respecto a su émbolo, fijo), el corazón
cumple con sus dos misiones, expulsión y succión,
mediante, respectivamente, el descenso de la base ven-
tricular, acortamiento de los ventrículos (b en la fig.
6), y su ascenso, alargamiento de los ventrículos (a en
la fig. 6). De este modo se origina, respectivamente,
una potente compresión, causante de la expulsión de la
sangre a las arterias, y una no menos enérgica descom-
presión, determinante de la succión de la sangre de las
aurículas.
El ensanchamiento ventricular
Por un lado, posiblemente la inercia conferida a la
sangre de las aurículas, que succionada por el alarga-
miento de los ventrículos bruscamente irrumpe en las
cavidades ventriculares, contribuirá a la dilatación del
corazón pero este factor es, en todo caso, secundario.
Igualmente, por otro lado, la vuelta del ápex a la posi-
ción normal, lo que podría ser denominado la destor-
sión del ápex a raíz de la contracción del segmento as-
cendente (compárense los esquemas del ápex, en
F. TORRENT GUASP.– ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CORAZÓN
99
Fig. 8. La disección de las fibras aberrantes. Los ventrículos vistos por el borde izquierdo del corazón antes, A, y después, B, de la separa-
ción de las fibras aberrantes. Corazón de bóvido.
A B
negro, en las figs. 5C y D), puede también, de algún
modo, actuar en el mismo sentido pero tampoco el es-
trechamiento ventricular puede ser atribuido a este
otro factor.
El ensanchamiento de las cavidades ventriculares
es, así mismo, el producto de la contracción de un es-
pecífico contingente de haces musculares (fig. 8). El
segmento ascendente cede, al llegar al surco interven-
tricular anterior, unas fibras que, en vez de continuar
su camino hacia la raíz de la aorta discurriendo intra-
septalmente (véase la indicación en blanco en la fig.
8B) con el resto de las fibras componentes de este seg-
mento, pasan a tapizar la pared libre del ventrículo de-
recho y, sobrepasando el surco interventricular poste-
rior, la del izquierdo (fig. 9). Todas estas fibras acaban
su recorrido quedando sucesivamente insertadas, a lo
largo de todo el perímetro de la base ventricular, en los
anillos de la arteria pulmonar, del orificio tricúspide,
del orificio mitral y de la aorta. En anteriores publica-
ciones5,20
se describieron, y fueron después denomina-
das23
, fibras aberrantes, para señalar la desviación su-
frida por su curso al llegar al surco interventricular
anterior. Por su disposición en el espacio recubren a la
lazada basal en toda su extensión, envolviendo por
tanto a ambos ventrículos (véase el sentido de las fle-
chas en la fig. 9), por detrás y por los lados, en su mi-
tad basal (fig. 9).
Resulta así que las fibras aberrantes, originarias del
ápex o, más precisamente, del segmento ascendente de
la lazada apexiana, con su contracción determinan, por
su especial disposición en el espacio y por su inserción
en los anillos tricúspide y mitral, el desplazamiento
hacia los lados de ambas paredes libres, la del ventrí-
culo derecho y la del izquierdo, hecho que implica el
ensanchamiento de las cavidades ventriculares. Pero,
como ya ha sido referido, este ensanchamiento tiene,
por su relativa escasa magnitud, menos importancia de
la que siempre le ha sido atribuida.
La ubicación cronológica de la disminución
y el aumento del volumen de las cavidades
ventriculares en el ciclo cardíaco
La contracción de la lazada basal, en primer lugar, y
del segmento descendente (fig. 10), después, determi-
na el estrechamiento-acortamiento de los ventrículos
causa, a su vez, de la disminución del volumen de las
cavidades ventriculares; tiene lugar, de este modo, el
REVISTA ESPAÑOLA DE CARDIOLOGÍA. VOL. 51, NÚM. 2, FEBRERO 1998
100
lb rb
Contracción
segmento
descendente
Contracción
segmento
ascendente
Reposo
0,25 s 0,20 s 0,35 s
base
ventricular
base
ventricular
Actividad
AscensoDescenso
Las clásicas Sístole
0,3 s
Diástole
0,5 s
y
Presión
intraventricular
Fig. 9. Representación de los ventrículos vistos por su aspecto an-
terior. Han sido resecados dos grupos de fibras aberrantes para
exponer la musculatura autóctona del ventrículo derecho señalan-
do; así, el salto que, desde la cara anterior del ventrículo izquier-
do, efectúan las fibras aberrantes para pasar primero a tapizar la
pared libre del ventrículo derecho (véase flecha a la izquierda del
dibujo) y después, tras sobrepasar el surco interventricular poste-
rior, volver de nuevo a la cara anterior (flecha a la derecha). Fig. 10. La ubicación de los cambios de volumen de las cavidades
ventriculares durante el ciclo cardíaco. La disminución de volu-
men (causa de la expulsión) iniciada por la contracción de la la-
zada basal y culminada por la contracción del segmento descen-
dente, va seguida de un aumento de volumen (causa de la succión)
como resultado de la contracción del segmento ascendente. Ob-
sérvese la relación cronológica de estos acontecimientos con la
sístole y diástole clásicas.
aumento de presión que origina la expulsión de sangre
a las arterias. Estas dos sucesivas contracciones vienen
señaladas por la duración de la rampa ascendente de la
curva de presión intraventricular, desde el momento en
que inicia su ascenso hasta el momento en que lo ter-
mina al llegar a su punto más alto.
La contracción del segmento ascendente (fig. 10)
determina el alargamiento-ensanchamiento de los ven-
trículos causa, a su vez, del aumento del volumen de
las cavidades ventriculares; de este modo tiene lugar
una disminución de la presión intraventricular que ori-
gina la succión de la sangre de las aurículas. Esta con-
tracción viene señalada por la duración de la rampa
descendente de la curva de presión intraventricular,
desde el momento en que inicia su descenso hasta el
momento en el que lo termina al llegar a su punto más
bajo.
DISCUSIÓN
En la interpretación clásica de la mecánica cardíaca,
los movimientos transversales, causa del estrecha-
miento y ensanchamiento (o de la constricción y dila-
tación, si se prefiere) de las cavidades ventriculares,
son considerados de mayor relevancia cuantitativa, al
menos esta es la idea que ha acabado por quedar incul-
cada en la mente de todos los investigadores (se ha
pensado siempre que el corazón se constriñe y se dila-
ta más que se acorta y se alarga), que la ofrecida por
los movimientos longitudinales, causa del acortamien-
to y alargamiento (o elongación y retracción), de las
cavidades ventriculares.
Con la interpretación clásica de la mecánica cardía-
ca, basada en la constricción y dilatación ventricular,
puede ser fácilmente explicada la expulsión de sangre,
considerándola como resultado de la constricción de
los ventrículos, pero no puede ser explicada la succión
de sangre, consecuencia de la dilatación de los ven-
trículos, dado que, por obvias razones, en este contex-
to conceptual, esta dilatación no puede atribuirse, en
modo alguno, a una contracción.
En la interpretación expuesta en este artículo los
movimientos longitudinales, causa del alargamiento y
acortamiento (o elongación y retracción, si se prefiere)
de las cavidades ventriculares, respectivamente expre-
sados por el descenso y ascenso de la base ventricular
(constituida por la lazada basal de la banda miocárdica
ventricular), son considerados de una mayor relevan-
cia cuantitativa que la ofrecida por los movimientos
transversales, estrechamiento o constricción y ensan-
chamiento o dilatación. Con esta interpretación es fá-
cilmente explicada la expulsión de sangre, mera con-
secuencia del descenso de la lazada basal (base
ventricular) determinada por la contracción del seg-
mento descendente de la lazada apexiana; por esta ra-
zón, la lazada apexiana (ápex), que permanece prácti-
camente inmóvil durante todo el ciclo cardíaco, actúa
entonces, por ser telescópicamente enfundada por el
descenso de la lazada basal, como un émbolo que as-
cendiera empujando a la sangre hacia las arterias. Así
mismo, con esta nueva interpretación de la mecánica
cardíaca se explica fácilmente la succión de sangre,
mera consecuencia del ascenso de la lazada basal
(base ventricular) determinado por la contracción del
segmento ascendente de la lazada apexiana; por esta
razón, la lazada apexiana (ápex), prácticamente inmó-
vil, actúa entonces, al ser telescópicamente desenfun-
dada por el ascenso de la lazada basal, como un émbo-
lo que descendiera atrayendo tras de sí a la sangre
procedente de las aurículas.
CONCLUSIÓN
La contracción de la lazada basal da lugar a la
constitución de una rígida coraza externa (cilindro)
que al enfundar y desenfundar a la lazada apexiana
(émbolo), mediante un correspondiente descenso
(contracción del segmento descendente) y ascenso
(contracción del segmento ascendente), origina la ex-
pulsión (cuando esta lazada basal desciende) y suc-
ción (cuando esta lazada basal asciende) ventricular.
Dicho de otro modo, por un lado, al ser envainada la
lazada apexiana durante el descenso de la rígida cora-
za representada por la lazada basal, la sangre, compri-
mida, es empujada hacia la base siendo expulsada a
las arterias. Después, por otro lado, al tener lugar el
ascenso de aquella coraza, la lazada apexiana provo-
ca, al ser desenvainada, la descompresión de la sangre
remanente (volumen residual) que es arrastrada hacia
el ápex originando la succión del contenido de las au-
rículas (succión diastólica).
Tanto la succión de sangre contenida en las aurícu-
las como la expulsión de sangre a las arterias obede-
cen, pues, a sendos fenómenos contráctiles cuya ac-
ción, originando respectivamente una disminución y
un aumento del volumen de las cavidades ventricula-
res mediante un correspondiente descenso y ascenso
de la lazada basal sobre una lazada apexiana que no
acusa desplazamiento alguno valorable, es consecuen-
cia de la específica disposición adoptada en el espacio
por las fibras miocárdicas, organización arquitectural
expresada por una banda que, configurando una heli-
coide con dos vueltas de espiral, se extiende desde la
arteria pulmonar a la aorta.
Conjuntar los datos morfológicos aportados por la
evidencia de la estructuración macroscópica del mio-
cardio ventricular5-23
, junto con los resultados de diver-
sos trabajos experimentales sobre varias facetas fun-
cionales del corazón6,25-28
y la posibilidad de poder
apreciar directamente la dinámica cardíaca mediante
las modernas tecnologías diagnósticas29
utilizadas en
clínica, han permitido poder ofrecer una explicación
coherente del mecanismo al que recurren los ventrícu-
los para llevar a cabo, mediante sendas contracciones,
F. TORRENT GUASP.– ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CORAZÓN
101
la expulsión y la succión de sangre. Pero pese a haber
sido comprobadas la evidencia y coherencia existentes
entre todos aquellos datos anatómicos, fisiológicos y
dinámicos, es innegable la necesidad de emprender en
el momento actual una serie de comprobaciones expe-
rimentales, en todos los campos de la cardiología, me-
diante las cuales precisar detalladamente, por un lado,
todos los aspectos del dualismo funcional del corazón
y, por otro, todas las derivaciones clínicas a que esta
nueva concepción de la mecánica cardíaca pueda dar
lugar a nivel diagnóstico y terapéutico.
BIBLIOGRAFÍA
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REVISTA ESPAÑOLA DE CARDIOLOGÍA. VOL. 51, NÚM. 2, FEBRERO 1998
102

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Estructura y funcion_del_corazon

  • 1. INTRODUCCIÓN Hace unos 2.300 años un griego, Erasistrato, al estu- diar la función cardíaca, antepuso la dilatación de las cavidades ventriculares a su constricción. Tal idea fue 430 años más tarde recogida por Galeno quien, al de- fenderla y propugnarla, dio lugar a la prevalencia de la misma hasta el siglo XVII, momento a partir del cual inició su declive al quedar enfrentada a las afirmacio- nes de Harvey quien, con el descubrimiento de la cir- culación de la sangre, valoró a la constricción ventri- cular como la más trascendente función del corazón. La dilatación fue a partir de entonces erróneamente considerada como mera consecuencia de la brusca irrupción, en las cavidades ventriculares, de la sangre procedente de las aurículas. Pero a mediados del presente siglo, en 1954, To- rrent-Guasp publica un trabajo teórico1 en el que, se- ñalando la imposibilidad de atribuir a la presión auri- cular el llenado ventricular, defiende la existencia de una succión ventricular diastólica atribuible a una con- tracción. Más tarde, en 1956, un destacado autor especializa- do en el retorno venoso, Brecher2-4 , comunica privada- mente por escrito (el 9 de febrero de 1956), tras la lec- tura de aquella publicación1 , manifiestas dudas respecto a la posibilidad de demostrar experimental- mente una succión ventricular diastólica: «You will realize that the experimental proof for the existence of a ventricular diastolic sucking force is, in- deed, very difficult to establish». (Reconocerá que conseguir una prueba experimental demostrativa de una succión ventricular diastólica es, realmente, muy difícil). Pero, sin embargo, Brecher, condicionado por las su- gerencias de aquella lectura, acaba por decidir ahondar en el tema y, sorprendentemente, logra demostrar la existencia de succión ventricular2-4 . Desde entonces, por determinadas razones que serán analizadas más adelante, la actividad diastólica, supuestamente desa- rrollada por una contracción muscular gracias a un des- conocido mecanismo, ha sido universalmente aceptada. El alcance del conocimiento del sustrato morfológi- co y de la peripecia funcional de tal mecanismo ha despertado un inusitado interés en la vanguardia de la investigación cardiológica básica dadas sus posibles derivaciones a la clínica. Y la descripción de aquella morfología y la precisión de aquel funcionalismo re- presentan el objetivo perseguido con la presente publi- cación. MÉTODOS En primer lugar, los trabajos llevados a cabo por To- rrent Guasp5-23 en la segunda mitad del presente siglo so- bre la anatomía macroscópica del corazón (figs. 1 y 2), cuyos resultados fueron más tarde plenamente corrobo- rados por Streeter24 mediante estudios anatómicos y matemáticos y después por Lunkenheimer22,23 mediante tomografía computarizada, han sido la base fundamen- tal que ha permitido el alcance de aquellos objetivos. En segundo lugar, el conocimiento referido por diver- sidad de estudios fisiológicos experimentales6-12,25-28 , 91 Estructura y función del corazón Francisco Torrent-Guasp Médico. Correspondencia: Dr. F. Torrent Guasp. La Plana, 63. 03700 Denia. Alicante. Correo electrónico: ftorrentg@meditex.es La reducción y el aumento del volumen de las ca- vidades ventriculares, respectivas causas de la ex- pulsión de sangre a las arterias y de la succión de sangre de las aurículas, representan específicas consecuencias de la contracción de correspondien- tes segmentos del miocardio ventricular. THE STRUCTURE AND FUNCTION OF THE HEART The decrease and increase of ventricular cavities volume, which respectively causes the ejection of blood to the arteries and the suction of blood from the atria, are specific consequences of the contrac- tion of correspondent segments of the ventricular myocardium. (Rev Esp Cardiol 1998; 51: 91-102) conducción cardíaca/ flujo sanguíneo/ función cardíaca/ hemodinámica/ miocardiopatía hipertrófica/ ventrículo derecho/ ventrículo izquierdo
  • 2. ha supuesto una fuente de datos esenciales para el en- juiciamiento y valoración de aquella morfología y de su proyección funcional. Por último, ha resultado también decisivo poder dis- poner de los datos dinámicos que se consiguen con la utilización de la moderna tecnología utilizada en clíni- ca para el diagnóstico por imagen mediante ecografía y tomografía computarizada pero, fundamentalmente, han sido las filmaciones realizadas por Oliete29 , mon- tadas con imágenes obtenidas mediante resonancia magnética de un corazón humano normal latiendo, las que han facilitado la mayoría de aquellos datos. Gra- cias, pues, a tales filmaciones, actualmente disponibles en todo avanzado centro radiológico, han podido ser apreciadas, en plena función, las paredes ventriculares y las cavidades que delimitan, así como los movimien- tos de las válvulas y de la totalidad del corazón. Obviamente, la cinesia de aquellos filmes no puede ser transferida a las páginas de esta publicación, aun- que lo evidenciado por los mismos ha sido expresado mediante palabras y dibujos esquemáticos. Recomen- damos pues, a quien desee comprobar y aprehender con mayor facilidad lo expuesto a continuación, la ob- servación de la filmación de un corazón normal latien- do captado, preferiblemente, mediante resonancia magnética aunque cualquier otro procedimiento puede ser igualmente válido si permite apreciar la dinámica de las paredes ventriculares vistas en un corte longitu- dinal como el representado en la figura 3. Con el mismo fin, el de facilitar el entendimiento y comprobación de lo expuesto, resultará igualmente conveniente poder disponer de una preparación anató- mica, en la que mediante disección haya sido eviden- ciada la banda miocárdica ventricular, o de un modelo elástico del corazón, quizá más apropiado por ser de más fácil manejo y conservación, como el descrito en anteriores publicaciones30-32 . RESULTADOS La estructuración macroscópica del miocardio ventricular En otros trabajos5-24 ha sido detalladamente expues- ta la estructuración de la musculatura de los ventrícu- los. El resultado de estos estudios podría ser resumido del siguiente modo (fig. 1): El miocardio ventricular configura una banda ex- tendida desde la raíz de la arteria pulmonar a la raíz de la aorta que delimita, describiendo en el espacio una helicoide, dos cavidades, los llamados ventrícu- los. En tal banda pueden ser distinguidas dos lazadas (fig. 2, inferior), la basal y la apexiana, cada una de las cuales a su vez queda dividida en dos segmentos, todos ellos definidos por respectivas particularida- des morfológicas: los segmentos derecho e izquierdo, REVISTA ESPAÑOLA DE CARDIOLOGÍA. VOL. 51, NÚM. 2, FEBRERO 1998 92 Ao PA PA Ao PA Ao c a b g f e f e g Ao f g PA T M APM gCPT RFW LFW c fd b a Segmento derecho Segmento izquierdo Segmento descendente Segmento ascendente Lazada basal Lazada apexiana Fig. 1. Las sucesivas fases del desenrolle de la banda miocárdica vetricular. Superior izquierda, la banda en su posición normal, como aparece en el corazón intacto. Inferior, la banda extendida en toda su extensión con la arteria pulmonar en el extremo iz- quierdo y la aorta en el extremo derecho. Corazón de bóvido. Fig. 2. Representación esquemática de la banda miocárdica ven- tricular; disposición normal (superior izquierda); separación de la arteria pulmonar y pared libre del ventrículo derecho (superior derecha); separación de la arteria pulmonar y de la aorta (centro) y extendida en toda su extensión (inferior). Ao: aorta; PA: arteria pulmonar; a: raíz de la arteria pulmonar; b: dobladura de la ban- da; c: raíz de la aorta; d: surco interventricular posterior; e: ori- ficio virtual apexiano; f: segmento descendente; g: segmento as- cendente; CPT: cordón pulmotricúspide; T: borde lateral externo del orificio tricúspide; M: borde lateral externo del orificio mi- tral; RFW: pared libre del ventrículo dercho; LFW: pared libre del ventrículo izquierdo; APM: músculo papilar anterior.
  • 3. pertenecientes a la lazada basal y los segmentos des- cendente y ascendente, componentes de la lazada ape- xiana. La propagación de los estímulos por el miocardio ventricular El presente artículo, cuyo objetivo es explicar el me- canismo por el cual el corazón lleva a cabo mediante su actividad contráctil la disminución (causa de la expul- sión de sangre) y dilatación (causa de la succión de sangre) de ambas cavidades ventriculares, requiere una nueva interpretación del modo en el que tiene lugar la difusión de los estímulos a lo largo y ancho de los ven- trículos. Sería, por tanto, conveniente, a fin de validar lo referido en la exposición de tal nueva concepción de la mecánica cardíaca, emprender antes un estudio expe- rimental exclusivamente encaminado a demostrar la re- alidad de aquella nueva interpretación sobre la difusión de los estímulos, lo que, sin embargo, afortunadamente no es necesario. En la segunda mitad del siglo XX en gran diversidad de centros de investigación han surgido multitud de trabajos experimentales, aislada e indepen- dientemente desarrollados, caracterizados por haber sido enfocados, en su gran mayoría, a precisar datos concretos sin estar engarzados a un plan de investiga- ción proyectado a más amplios objetivos. Resultados de este modo obtenidos facilitan hoy día suficientes pruebas experimentales mediante las cuales se convali- da plenamente, y desde muy diversos ángulos como será comprobado a continuación, aquella nueva inter- pretación evidenciadora de caminos muy distintos a los actualmente señalados para el tránsito de los estímulos en su propagación por el miocardio ventricular. Por un lado, debido a lo establecido por los fisiólogos de la primera mitad del siglo XX, mediante asertos a ve- ces un tanto dogmáticos (Lewis, 1915), usualmente se acepta todavía hoy día que, en el miocardio ventricular, los estímulos, llegados a lo largo del haz de His, atravie- san las paredes ventriculares en el sentido endocardio- epicardio. Por otro lado, se admite igualmente que los músculos papilares son las primeras estructuras contrác- tiles eléctricamente activadas en cada ciclo cardíaco. Posiblemente la aparición y la pervivencia de éstas, hoy ya viejas creencias, sobre la difusión del estímulo por el miocardio ventricular, hayan venido en gran parte condicionadas por la carencia, en aquellos tiem- pos, de todo tipo de coherente conocimiento sobre la estructura macroscópica del miocardio ventricular. Es decir, aquella interpretación de la difusión del estímulo quizás exprese el resultado del desconocimiento, im- perante en las esferas científicas de aquellas décadas, del plan general de organización rector de la disposi- ción en el espacio de todas y cada una de las fibras miocárdicas, unas fibras cuyas aparentemente intrinca- das trayectorias representan inesquivables caminos preestablecidos necesariamente concordantes con la marcha de los estímulos. Y aquellas viejas creencias han prevalecido hasta la actualidad, durante casi un siglo, a pesar, sorprendente hecho de muy difícil explicación, de las dudas que provoca el planteamiento supuesto por las mismas y a pesar de la existencia de evidentes hechos experimen- tales abiertamente opuestos a su validez. Por ejemplo, sistemáticamente ha sido olvidada la pregunta formulada por Robb y Robb25 hace ya más de medio siglo: ¿Cómo es posible que la transmisión de los impul- sos tenga lugar desde la cara endocárdica a la epicár- dica, como todos los datos eléctricos indican (una in- dicación sólo verificable en la cara anterior del ventrículo izquierdo, como será comprobado más ade- lante), siendo así que la pared ventricular está com- puesta por haces bien diferenciados y separados por vainas de tejido conjuntivo? Incluso antes, en l936, Sands-Robb y Robb26 , tras laboriosas disecciones y concienzudos estudios elec- trocardiográficos de los haces musculares, ya habían llegado a la conclusión de que la difusión del estímulo tenía lugar a lo largo de los mismos, es decir, en senti- do longitudinal, no en sentido transversal como postu- laron los clásicos. Estos dos autores, basados en los resultados obtenidos de aquellos trabajos experimenta- les, establecieron lo siguiente: «These data indicate that the excitatory process is conducted “axially” in the muscles studied along a pathway parallel to fiber direction». (Estos resultados indican que la conducción del pro- ceso de excitación tiene lugar «axialmente», en la musculatura estudiada, a lo largo de una trayectoria paralela a la dirección de la fibra). F. TORRENT GUASP.– ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CORAZÓN 93 Fig. 3. Sección transversal del tórax en la que el corazón aparece en un corte longitudinal tal como puede ser captado en las filma- ciones mediante resonancia magnética. Los ventrículos han sido reproducidos en negro.
  • 4. A su vez, Armour y Randall28 , en 1970, evidencia- ron experimentalmente, en las paredes ventriculares, que la contracción de la musculatura más superficial, la subepicárdica, precede a la contracción de la mus- culatura profunda, la subendocárdica. Se demostraba así que la interpretación clásica, según la cual la difu- sión del estímulo tiene lugar en el sentido endocardo- epicardio, era errónea, toda vez que, en realidad, esta secuencia tiene lugar en el sentido epicardio-endocar- dio. Dicen a tales respectos estos autores: «Rather, the contracting epicardium forms a stiff outer shell, and subsequent contraction of the bulk of the myocardium is responsible for pressure genera- tion». (Más bien la contracción de la musculatura subepi- cárdica forma una rígida concha externa dentro de la cual tiene lugar la subsiguiente contracción del resto de la masa miocárdica, generadora de la presión intra- ventricular). Una masa miocárdica de la que forman parte inte- grante los músculos papilares, cuya contracción obli- gadamente tendrá por tanto lugar bien adentrada la sís- tole. Pero la sorprendente exactitud de aquellas asevera- ciones de Armour y Randall, que serán más adelante comprobadas en todos sus extremos, no hacen más que refrendar los resultados obtenidos, en 1890, por Roy y Adami27 , quienes llegaron a una similar conclu- sión al precisar las relaciones cronológicas entre la contracción de la musculatura subepicárdica y los mo- vimientos de las valvas de la mitral. Obviamente, la anteriormente mencionada concha externa está constituida por la lazada basal de la banda miocárdica ventricular que, discurriendo de la raíz de la arteria pulmonar a la raíz de la aorta (de a a b, es- quema superior izquierdo de la fig. 2), envuelve, o, mejor, define, la mitad basal de ambas cavidades ven- triculares. La lazada basal, transformada por su con- tracción en una rígida coraza, es pues la que alberga al resto del miocardio ventricular, que, representado por la lazada apexiana (f y g en la fig. 2; véanse los dos es- quemas superiores), entra en contracción a continua- ción y origina, según estos datos experimentales28 , el aumento de la presión intraventricular. Pero, de entrada, sin necesidad de hacer referencia a hallazgo experimental alguno, la estructuración ma- croscópica del miocardio ventricular5-24 sugiere clara- mente que la ruta trazada por la banda (fig. 2), en su discurrir desde la raíz de la arteria pulmonar a la raíz de la aorta, inapelablemente condicionará una progre- sión longitudinal del estímulo, hecho que, a su vez, exige y determina una secuencia, en la contracción de las diversas regiones del corazón, expresada por la es- calonada entrada en actividad de los sucesivos seg- mentos constitutivos de la banda (esquema inferior de la fig. 2), una suposición confirmada por los siguientes hechos experimentales. La contracción del segmento derecho (como es de todos conocido la estimulación del ventrículo derecho precede a la del ventrículo izquierdo) es seguida por la del segmento izquierdo, hecho confirmado por Ar- mour y Randall28 al observar la inicial conformación de aquel rígido caparazón externo (expresión de la contracción de la lazada basal que discurre por todo el perímetro de la masa ventricular como puede ser apre- ciado en el esquema superior izquierdo de la fig. 2, de a a b) en cuyo interior tiene lugar la subsiguiente con- tracción del resto de la masa miocárdica, es decir, de la lazada apexiana, en la que, por las razones que se expondrán a continuación, como era de esperar sucesi- vamente entran en actividad el segmento descendente, en primer lugar, y el ascendente, posteriormente. Debido a la trayectoria helicoidal de la lazada ape- xiana, los segmentos descendente y ascendente (seña- lados con f y g en la fig. 2, esquemas superiores) que- dan sobrepuestos, razón por la que el segmento descendente (f) adopta una situación subendocárdica mientras el ascendente discurre subepicárdicamente (g en los dos esquemas superiores) por la cara anterior del ventrículo izquierdo. Esta particularidad, unida al hecho de que el segmento descendente (f, esquema in- ferior) está situado a continuación del segmento iz- quierdo (LFW), determina que en esta área, la repre- sentada por la cara anterior del ventrículo izquierdo (g en esquema superior izquierdo), la aparición de activi- dad eléctrica en la musculatura subendocárdica, repre- sentada por el segmento descendente (f; véase el es- quema superior derecho y el inferior), preceda al inicio de toda actividad eléctrica en la musculatura su- bepicárdica (que corresponde al segmento ascendente, g, véanse ambos esquemas superiores), precedencia que ha sido experimentalmente demostrada por Ar- mour y Randall28 , quienes afirman: «Electrical activity proceeded from endocardium to epicardium in the anterior left ventricular wall». (La actividad eléctrica avanza desde el endocardio al epicardio en la cara anterior de la pared ventricular izquierda). El hecho en cuestión, representado por la caracterís- tica local de la cara anterior del ventrículo izquierdo, contrasta con lo sucedido en el resto de la masa ventri- cular, en la cual, al estar constituida en todo el períme- tro de su base por la lazada basal, la actividad eléctrica de la musculatura subepicárdica precede siempre a la de las regiones profundas, subendocárdicas. Así pues, aunque por regla general la actividad eléc- trica de los estratos musculares subepicárdicos prece- de a la de los subendocárdicos, motivos funcionales, la progresión del estímulo a lo largo de la banda, y razo- nes morfológicas, la relativamente profunda situación del segmento descendente (f; véase esquema superior derecho de la fig. 2) con respecto al ascendente (g), determinan que en la cara anterior del ventrículo iz- quierdo ocurra lo contrario, toda vez que en esta re- REVISTA ESPAÑOLA DE CARDIOLOGÍA. VOL. 51, NÚM. 2, FEBRERO 1998 94
  • 5. gión, como ha sido comprobado experimentalmente28 , los estratos musculares subendocárdicos, constituidos por el segmento descendente, entran en actividad antes que los subepicárdicos, componentes del segmento as- cendente. Queda pues de este modo precisado, conclusión asistida por razones basadas en la estructura macros- cópica del miocardio y en los datos experimentales re- feridos, que la secuencia representante de la activación eléctrica del miocardio ventricular viene expresada por la cadena (véase el esquema inferior de la fig. 2) de los sucesivos segmentos constitutivos de la banda miocár- dica ventricular: Derecho > izquierdo > descendente > ascendente. Así pues, la referida secuencia de la escalonada acti- vación eléctrica de los sucesivos segmentos viene co- rroborada por las observaciones de Robb y Robb25 , quienes señalan la presencia y el papel dieléctrico de las envolturas conectivas de las fibras miocárdicas y, por otro lado, encaja plenamente con los datos experi- mentales aportados por Sands-Robb y Robb26 , según los cuales la difusión de los estímulos tiene lugar a lo largo de los haces musculares, y con los proporciona- dos por Armour y Randall28 , quienes registran con gran exactitud la aparición de actividad eléctrica en las diversas regiones de los ventrículos demostrando la equivocada suposición de los fisiólogos clásicos al in- terpretar, en las primeras décadas del siglo XX, que el estímulo, atravesando todo obstáculo interpuesto en su camino, avanzaba sin dificultad alguna en sentido endocardio-epicardio atravesando las paredes ventri- culares. Pero es más, como será comprobado en las páginas sucesivas, la evidencia del artilugio mecánico al que recurre el corazón en el cumplimiento de su doble mi- sión, expulsar y succionar sangre, prueba la realidad de aquella secuencia marcada por el longitudinal des- plazamiento del estímulo a lo largo de la banda mio- cárdica ventricular. En resumen, en primer lugar, los referidos datos experimentales, todos ellos obtenidos sin existir en quienes los llevaron a cabo idea preconcebida alguna sobre su significado en el contexto funcional del co- razón; en segundo lugar, el conocimiento de algo tan objetivo como es la estructura macroscópica del mio- cardio ventricular, igualmente evidenciada descono- ciendo su proyección funcional, y en tercer lugar, como se verá a continuación, la sucesión de las vici- situdes funcionales de la mecánica cardíaca, repre- sentan pruebas inequívocas de la difusión longitudi- nal de los estímulos a lo largo de la banda miocárdica ventricular. Tal hecho, por otro lado, hoy día ya es de muy fácil comprobación, ya que el conocimiento de las características topográficas de todas la regiones miocárdicas permite un preciso seguimiento de la tra- yectoria descrita en el espacio por la banda miocárdi- ca ventricular. La dinámica ventricular En un corazón latiendo, observado directamente o a través de una filmación, pueden distinguirse sucesiva- mente, en cada ciclo, cuatro destacados movimientos de los ventrículos (fig. 4): 1. Estrechamiento de las cavidades ventriculares mediante la disminución de su diámetro transversal (fig. 4b). 2. Acortamiento de las cavidades ventriculares me- diante el decremento de su eje longitudinal (fig. 4c). 3. Alargamiento de las cavidades ventriculares me- diante el incremento de su eje longitudinal (fig. 4b). 4. Ensanchamiento de las cavidades ventricula- res mediante el aumento de su diámetro transversal (fig. 4a). F. TORRENT GUASP.– ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CORAZÓN 95 a b c Fig. 4. Reproducción esquemática de los ventrículos; a: en reposo; b: tras su estrechamiento; c: tras su acortamiento; b: tras su alar- gamiento; a: tras su ensanchamiento.
  • 6. Obviamente, los ventrículos efectúan la expulsión de sangre, hacia las grandes arterias, mediante el estre- chamiento y acortamiento de sus cavidades mientras llevan a cabo la succión de sangre, contenida en las aurículas, mediante el ensanchamiento y alargamiento de sus cavidades. Pero en el desarrollo de estos cuatro movimientos, fácil y claramente observables en un co- razón latiendo o en una filmación de éste, llaman la atención dos hechos. Por un lado, el ápex, que al presionar sobre la pared costal origina el latido de la punta (fig. 2), permanece prácticamente inmóvil con un desplazamiento relativa- mente muy reducido cuando se compara con los des- plazamientos efectuados por la base ventricular. Este paradójico fenómeno, puesto que la movilidad corres- ponde a la base, aun permaneciendo perennemente an- clada a la aorta, arteria pulmonar y aurículas, y la in- movilidad corresponde al ápex, aun estando libre de toda atadura, viene determinado por dos circunstancias desencadenadas por la actividad ventricular. En primer lugar, el ápex permanece fijo, o práctica- mente inmóvil, debido al efecto de retropropulsión provocado por la expulsión de sangre hacia las arte- rias, fuerza que le obliga a efectuar una compresión sobre la pared costal durante el tiempo en el que tiene lugar la expulsión ventricular. En segundo lugar, a esta compresión contribuye también, como será ex- puesto detalladamente más adelante, el alargamiento de los ventrículos, fenómeno cuyo desarrollo tiene lu- gar después de finalizar la expulsión de sangre, por el que de nuevo es comprimido el ápex contra la pared costal. No es, pues, que el corazón disminuya y aumente el volumen de sus cavidades mediante, respectivamente, un acercamiento y alejamiento del ápex con respecto a la pared costal (que en todo caso comprime a esta pa- red pero sin efectuar desplazamiento valorable algu- no); todo lo contrario, es la base ventricular la que efectúa desplazamientos al descender (figs. 4b y c), hecho que da lugar a la reducción del volumen de las cavidades ventriculares determinante de la expulsión de sangre, y al ascender (figs. 4c y b), hecho que da lugar al aumento del volumen de las cavidades ventri- culares determinante de la succión de sangre. Por otro lado, segundo hecho a resaltar, debe hacer- se notar que el estrechamiento y el ensanchamiento de la base ventricular, expresados respectivamente por la disminución y el aumento de su diámetro transversal, suponen un desplazamiento de muy reducida magnitud cuando comparado con el movimiento representado por el descenso y ascenso de la base ventricular (en la fig. 4 puede apreciarse, aproximadamente, la magnitud del estrechamiento [figs. 4a y b], y del acortamiento [figs. 4b y c] de los ventrículos). La menor relevancia de los movimientos transversales, representados por el estrechamiento y ensanchamiento, cuando se compa- ran con los longitudinales, acortamiento y alargamien- to, resulta también un tanto paradójica toda vez que, habitualmente, la disminución y el aumento del volu- men de las cavidades ventriculares son fenómenos por lo general unidos, en la mente de todos, a una respecti- va constricción y dilatación. La problemática planteada por la dilatación ventricular No es pues que, en su mayor parte, la expulsión y la succión de sangre dependan, respectivamente, de los movimientos transversales del corazón, constricción o estrechamiento y dilatación o ensanchamiento de las cavidades ventriculares (compárense las figs. 4a y b). Todo lo contrario, a la luz de este fenómeno, aprecia- ble mediante la observación directa o indirecta (filma- ción) de un corazón latiendo, es más bien mediante los movimientos longitudinales, retracción o acortamiento y elongación o alargamiento (figs. 4a y c), el modo en que, respectivamente, se consiguen los dos objetivos, la expulsión y la succión de sangre. En un intento de cuantificación, mediante la compa- ración del cambio de tamaño de la masa ventricular en ambos movimientos (fig. 4), el volumen de sangre ex- pulsada o succionada en cada latido posiblemente de- penda en un 25% de los movimientos transversales, estrechamiento y ensanchamiento, y en un 75% de los movimientos longitudinales, acortamiento y alarga- miento. Con la concepción clásica de la mecánica cardíaca, la explicación de la expulsión no ofrecía dificultad al- guna, toda vez que esta expulsión encajaba plenamen- te con la constricción o estrechamiento de las cavida- des ventriculares, es decir, la acción de constreñir era coherente con la salida de la sangre a las arterias. Pero, sin embargo, surgía una insalvable dificultad para explicar cómo tenía lugar el movimiento contra- rio, la dilatación que seguía a la constricción, ya que, evidentemente, la magnitud de la energía exigida por la dilatación debía ser concordante con el potente fe- nómeno, experimentalmente demostrado2-4 y actual- mente aceptado por todos, representado por la succión ejercida por los ventrículos sobre la sangre de las aurí- culas. Porque, pensando lógicamente, la energía re- querida por la dilatación o ensanchamiento de las ca- vidades ventriculares, supuestamente generadora de una presión negativa capaz de originar la progresión de la sangre por las venas de todo el organismo me- diante una rápida y potente retirada hacia los lados de las paredes de los ventrículos, sólo podría proceder de una contracción muscular, toda vez que las hipotéticas fuerzas elásticas, que tímidamente han sido atribuidas por algunos autores a las características histológicas del miocardio20,21 , no podían ser aceptadas. Pero esta conclusión, que exigía atribuir la dilata- ción o ensanchamiento de las cavidades ventriculares a una contracción, chocaba frontalmente con el hecho REVISTA ESPAÑOLA DE CARDIOLOGÍA. VOL. 51, NÚM. 2, FEBRERO 1998 96
  • 7. supuesto por la reducción de tamaño que habitualmen- te conlleva toda contracción. La pregunta quedó, pues, planteada en estos términos: ¿cómo es posible que me- diante una contracción, fenómeno que conlleva retrac- ción y disminución de tamaño, tenga lugar la dilata- ción de los ventrículos? El mecanismo determinante de la expulsión y de la succión ventricular En la figura 5A se representan unos ventrículos tras haber sido desenrollada la gran banda miocárdica ven- tricular. La lazada basal (en blanco), desprendida me- diante un corte, aparece abierta mostrando en su inte- rior a la lazada apexiana (en negro). Ambos segmentos de la lazada apexiana, cruzados en X, se reproducen más esquemáticamente en la figura 5B, en la que el segmento descendente es señalado con ds y el ascen- dente con as. El estrechamiento ventricular Cuando, estando el corazón en reposo, se inicia un nuevo ciclo en primer lugar se produce (fig. 2, infe- rior) la contracción del segmento derecho (RFW) que es seguida de la del izquierdo (LFW) por la relación de continuidad existente entre ambos. La lazada basal (que constituida por estos dos segmentos discurre de a a b como se aprecia en el esquema superior izquierdo de la misma figura), queda entonces transformada, de acuerdo con los resultados de los trabajos experimen- tales anteriormente referidos de Armour y Randall, en una rígida concha externa dentro de la que tiene lugar la subsiguiente contracción del resto del miocardio ventricular, el representado por la lazada apexiana, es decir, tiene lugar la sucesiva contracción del segmento descendente (f, que es la continuación del segmen- to izquierdo, LFW), y del ascendente (g, que es la con- tinuación del descendente; véase el esquema inferior F. TORRENT GUASP.– ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CORAZÓN 97 A rs ls ds as lb rb B C D Fig. 5. A: representación de la banda miocárdica ventricular en la que la lazada basal, con sus segmentos derecho (rs) e iz- quierdo (ls), tras ser desprendi- da mediante un corte en la do- bladura central de la banda (b en la fig. 2, inferior), ha sido abierta para mostrar en su inte- rior a la lazada apexiana con sus dos segmentos cruzados en X; B: una más esquemática re- presentación de los dos segmen- tos de la lazada apexiana en la que el descendente es señalado con ds y el ascendente con as; C: contracción del segmento descendente; D: contracción del segmento ascendente. El seg- mento ascendente con su enva- ramiento, producido tras su contracción, da lugar, como si de una agresiva serpiente se tra- tara, al ascenso de la base ven- tricular. En negro, ápex; lb: borde izquierdo del corazón; rb: borde derecho del corazón.
  • 8. de la fig. 2). Ambos segmentos aparecen respectiva- mente señalados con ds y as en la figura 5B. Se efectúa de este modo, a resultas de la contracción de la lazada basal (representada en blanco en la fig. 5A), una reducción del diámetro transversal de los ventrícu- los, es decir, una constricción o estrechamiento de las cavidades ventriculares. Esta contracción de la lazada basal, que por su disposición en el espacio (véase pri- mera preparación de la fig. 1 y el esquema superior iz- quierdo de la fig. 2) circunda, delimitando externa- mente, a las cavidades ventriculares, es, pues, la que, además de reducir el diámetro ventricular, conforma, con su contracción, la rígida concha externa. El acortamiento ventricular Tras la contracción de la lazada basal sobreviene la contracción de la lazada apexiana entrando en primer lugar en actividad el segmento descendente (fig. 5C) que, originando un descenso de la base ventricular (compárense las figs. 5B y C), da lugar a un acorta- miento de los ventrículos lo que determina, al mismo tiempo, que el ápex sufra un desplazamiento y una ro- tación hacia su izquierda (lb, borde izquierdo del co- razón). El alargamiento ventricular Inmediatamente sigue la contracción del segmento ascendente (fig. 5D) que, no pudiendo provocar un mayor descenso de la base ventricular, origina, por la forzada disposición que ha sido obligado a adoptar (fig. 5C), un envaramiento de sus fibras mediante el que tiene lugar un ascenso de la base ventricular y, si- multáneamente, un desplazamiento y una rotación del ápex hacia hacia su derecha (borde derecho del cora- zón, rb). El ascenso de la base ventricular tiene lugar me- diante un mecanismo similar al utilizado por las ser- pientes cuando, paradójicamente, mediante la contrac- ción de su musculatura plantifican el cuerpo (fig. 5) creciendo en altura. De este modo, pues, se efectúa el alargamiento de las cavidades ventriculares, hecho que representa un considerable aumento de su capacidad y de su volumen y que determina la succión de la sangre REVISTA ESPAÑOLA DE CARDIOLOGÍA. VOL. 51, NÚM. 2, FEBRERO 1998 98 a b A B C C Expulsión Succión Fig. 6. A: un cilindro, móvil, con su pistón, fijo; el descenso del ci- lindro (b), implica la expulsión del contenido mientras el ascenso del mismo; a: origina la succión de lo habido fuera; B y C: repre- sentaciones de los ventrículos en una sección longitudinal reprodu- ciendo el artilugio mecánico referido en A. En el mismo sentido han sido reproducidos los ventrículos, vistos por su cara anterior, en D. Fig. 7. Representación de la disposición adoptada por la banda miocárdica ventricular durante la contracción del segmento des- cendente (derecha), determinante del descenso de la base (expul- sión), y del ascendente (izquierda), determinante del ascenso de la base (succión).
  • 9. de las aurículas forzando, por ende, la progresión de la misma a lo largo de las venas. Se justifica así el decre- ciente gradiente tensional detectable, desde la periferia al corazón, a lo largo de todo el árbol venoso. Al igual que un pistón cuando desciende por el ci- lindro, el relativo cambio de posición de la lazada ape- xiana que, telescópicamente empotrada en el rígido ci- lindro representado por la concha externa constituida por la lazada basal (figs. 5A y 6) permanece fija como pegada a la pared costal, determina, por el ascenso de la lazada basal, la aparición de una presión negativa en la cavidad ventricular, causa de aquella succión. Por- que, debe ser especificado, en el corazón ocurre lo contrario de lo sucedido con el pistón y el cilindro de un motor de explosión; como puede ser apreciado en las filmaciones de un corazón latiendo, el ápex perma- nece siempre prácticamente inmóvil (motivo por el cual la lazada apexiana, que asume el papel de «pis- tón», está siempre reproducida sin efectuar desplaza- miento alguno en las figs. 5, 6 y 7; en todas ellas el ápex contacta siempre, tanto en el descenso como en el ascenso de la base, con la línea horizontal inferior) siendo la concha externa representada por la lazada basal (que asume el papel de «cilindro», véanse las mismas figs. 5, 6 y 7) la que efectúa el ascenso y des- censo. Es decir, paradójicamente, tal como ya ha sido referido, es la base, perennemente anclada a la aorta, arteria pulmonar y aurículas, la que efectúa los despla- zamientos ascendiendo y descendiendo mientras el ápex, libre de toda atadura, permanece prácticamente inmóvil. Así, pues, reproduciendo el mecanismo representa- do por los relativos cambios de posición de un cilindro y su émbolo (en este caso desplazamiento de un cilin- dro, móvil, con respecto a su émbolo, fijo), el corazón cumple con sus dos misiones, expulsión y succión, mediante, respectivamente, el descenso de la base ven- tricular, acortamiento de los ventrículos (b en la fig. 6), y su ascenso, alargamiento de los ventrículos (a en la fig. 6). De este modo se origina, respectivamente, una potente compresión, causante de la expulsión de la sangre a las arterias, y una no menos enérgica descom- presión, determinante de la succión de la sangre de las aurículas. El ensanchamiento ventricular Por un lado, posiblemente la inercia conferida a la sangre de las aurículas, que succionada por el alarga- miento de los ventrículos bruscamente irrumpe en las cavidades ventriculares, contribuirá a la dilatación del corazón pero este factor es, en todo caso, secundario. Igualmente, por otro lado, la vuelta del ápex a la posi- ción normal, lo que podría ser denominado la destor- sión del ápex a raíz de la contracción del segmento as- cendente (compárense los esquemas del ápex, en F. TORRENT GUASP.– ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CORAZÓN 99 Fig. 8. La disección de las fibras aberrantes. Los ventrículos vistos por el borde izquierdo del corazón antes, A, y después, B, de la separa- ción de las fibras aberrantes. Corazón de bóvido. A B
  • 10. negro, en las figs. 5C y D), puede también, de algún modo, actuar en el mismo sentido pero tampoco el es- trechamiento ventricular puede ser atribuido a este otro factor. El ensanchamiento de las cavidades ventriculares es, así mismo, el producto de la contracción de un es- pecífico contingente de haces musculares (fig. 8). El segmento ascendente cede, al llegar al surco interven- tricular anterior, unas fibras que, en vez de continuar su camino hacia la raíz de la aorta discurriendo intra- septalmente (véase la indicación en blanco en la fig. 8B) con el resto de las fibras componentes de este seg- mento, pasan a tapizar la pared libre del ventrículo de- recho y, sobrepasando el surco interventricular poste- rior, la del izquierdo (fig. 9). Todas estas fibras acaban su recorrido quedando sucesivamente insertadas, a lo largo de todo el perímetro de la base ventricular, en los anillos de la arteria pulmonar, del orificio tricúspide, del orificio mitral y de la aorta. En anteriores publica- ciones5,20 se describieron, y fueron después denomina- das23 , fibras aberrantes, para señalar la desviación su- frida por su curso al llegar al surco interventricular anterior. Por su disposición en el espacio recubren a la lazada basal en toda su extensión, envolviendo por tanto a ambos ventrículos (véase el sentido de las fle- chas en la fig. 9), por detrás y por los lados, en su mi- tad basal (fig. 9). Resulta así que las fibras aberrantes, originarias del ápex o, más precisamente, del segmento ascendente de la lazada apexiana, con su contracción determinan, por su especial disposición en el espacio y por su inserción en los anillos tricúspide y mitral, el desplazamiento hacia los lados de ambas paredes libres, la del ventrí- culo derecho y la del izquierdo, hecho que implica el ensanchamiento de las cavidades ventriculares. Pero, como ya ha sido referido, este ensanchamiento tiene, por su relativa escasa magnitud, menos importancia de la que siempre le ha sido atribuida. La ubicación cronológica de la disminución y el aumento del volumen de las cavidades ventriculares en el ciclo cardíaco La contracción de la lazada basal, en primer lugar, y del segmento descendente (fig. 10), después, determi- na el estrechamiento-acortamiento de los ventrículos causa, a su vez, de la disminución del volumen de las cavidades ventriculares; tiene lugar, de este modo, el REVISTA ESPAÑOLA DE CARDIOLOGÍA. VOL. 51, NÚM. 2, FEBRERO 1998 100 lb rb Contracción segmento descendente Contracción segmento ascendente Reposo 0,25 s 0,20 s 0,35 s base ventricular base ventricular Actividad AscensoDescenso Las clásicas Sístole 0,3 s Diástole 0,5 s y Presión intraventricular Fig. 9. Representación de los ventrículos vistos por su aspecto an- terior. Han sido resecados dos grupos de fibras aberrantes para exponer la musculatura autóctona del ventrículo derecho señalan- do; así, el salto que, desde la cara anterior del ventrículo izquier- do, efectúan las fibras aberrantes para pasar primero a tapizar la pared libre del ventrículo derecho (véase flecha a la izquierda del dibujo) y después, tras sobrepasar el surco interventricular poste- rior, volver de nuevo a la cara anterior (flecha a la derecha). Fig. 10. La ubicación de los cambios de volumen de las cavidades ventriculares durante el ciclo cardíaco. La disminución de volu- men (causa de la expulsión) iniciada por la contracción de la la- zada basal y culminada por la contracción del segmento descen- dente, va seguida de un aumento de volumen (causa de la succión) como resultado de la contracción del segmento ascendente. Ob- sérvese la relación cronológica de estos acontecimientos con la sístole y diástole clásicas.
  • 11. aumento de presión que origina la expulsión de sangre a las arterias. Estas dos sucesivas contracciones vienen señaladas por la duración de la rampa ascendente de la curva de presión intraventricular, desde el momento en que inicia su ascenso hasta el momento en que lo ter- mina al llegar a su punto más alto. La contracción del segmento ascendente (fig. 10) determina el alargamiento-ensanchamiento de los ven- trículos causa, a su vez, del aumento del volumen de las cavidades ventriculares; de este modo tiene lugar una disminución de la presión intraventricular que ori- gina la succión de la sangre de las aurículas. Esta con- tracción viene señalada por la duración de la rampa descendente de la curva de presión intraventricular, desde el momento en que inicia su descenso hasta el momento en el que lo termina al llegar a su punto más bajo. DISCUSIÓN En la interpretación clásica de la mecánica cardíaca, los movimientos transversales, causa del estrecha- miento y ensanchamiento (o de la constricción y dila- tación, si se prefiere) de las cavidades ventriculares, son considerados de mayor relevancia cuantitativa, al menos esta es la idea que ha acabado por quedar incul- cada en la mente de todos los investigadores (se ha pensado siempre que el corazón se constriñe y se dila- ta más que se acorta y se alarga), que la ofrecida por los movimientos longitudinales, causa del acortamien- to y alargamiento (o elongación y retracción), de las cavidades ventriculares. Con la interpretación clásica de la mecánica cardía- ca, basada en la constricción y dilatación ventricular, puede ser fácilmente explicada la expulsión de sangre, considerándola como resultado de la constricción de los ventrículos, pero no puede ser explicada la succión de sangre, consecuencia de la dilatación de los ven- trículos, dado que, por obvias razones, en este contex- to conceptual, esta dilatación no puede atribuirse, en modo alguno, a una contracción. En la interpretación expuesta en este artículo los movimientos longitudinales, causa del alargamiento y acortamiento (o elongación y retracción, si se prefiere) de las cavidades ventriculares, respectivamente expre- sados por el descenso y ascenso de la base ventricular (constituida por la lazada basal de la banda miocárdica ventricular), son considerados de una mayor relevan- cia cuantitativa que la ofrecida por los movimientos transversales, estrechamiento o constricción y ensan- chamiento o dilatación. Con esta interpretación es fá- cilmente explicada la expulsión de sangre, mera con- secuencia del descenso de la lazada basal (base ventricular) determinada por la contracción del seg- mento descendente de la lazada apexiana; por esta ra- zón, la lazada apexiana (ápex), que permanece prácti- camente inmóvil durante todo el ciclo cardíaco, actúa entonces, por ser telescópicamente enfundada por el descenso de la lazada basal, como un émbolo que as- cendiera empujando a la sangre hacia las arterias. Así mismo, con esta nueva interpretación de la mecánica cardíaca se explica fácilmente la succión de sangre, mera consecuencia del ascenso de la lazada basal (base ventricular) determinado por la contracción del segmento ascendente de la lazada apexiana; por esta razón, la lazada apexiana (ápex), prácticamente inmó- vil, actúa entonces, al ser telescópicamente desenfun- dada por el ascenso de la lazada basal, como un émbo- lo que descendiera atrayendo tras de sí a la sangre procedente de las aurículas. CONCLUSIÓN La contracción de la lazada basal da lugar a la constitución de una rígida coraza externa (cilindro) que al enfundar y desenfundar a la lazada apexiana (émbolo), mediante un correspondiente descenso (contracción del segmento descendente) y ascenso (contracción del segmento ascendente), origina la ex- pulsión (cuando esta lazada basal desciende) y suc- ción (cuando esta lazada basal asciende) ventricular. Dicho de otro modo, por un lado, al ser envainada la lazada apexiana durante el descenso de la rígida cora- za representada por la lazada basal, la sangre, compri- mida, es empujada hacia la base siendo expulsada a las arterias. Después, por otro lado, al tener lugar el ascenso de aquella coraza, la lazada apexiana provo- ca, al ser desenvainada, la descompresión de la sangre remanente (volumen residual) que es arrastrada hacia el ápex originando la succión del contenido de las au- rículas (succión diastólica). Tanto la succión de sangre contenida en las aurícu- las como la expulsión de sangre a las arterias obede- cen, pues, a sendos fenómenos contráctiles cuya ac- ción, originando respectivamente una disminución y un aumento del volumen de las cavidades ventricula- res mediante un correspondiente descenso y ascenso de la lazada basal sobre una lazada apexiana que no acusa desplazamiento alguno valorable, es consecuen- cia de la específica disposición adoptada en el espacio por las fibras miocárdicas, organización arquitectural expresada por una banda que, configurando una heli- coide con dos vueltas de espiral, se extiende desde la arteria pulmonar a la aorta. Conjuntar los datos morfológicos aportados por la evidencia de la estructuración macroscópica del mio- cardio ventricular5-23 , junto con los resultados de diver- sos trabajos experimentales sobre varias facetas fun- cionales del corazón6,25-28 y la posibilidad de poder apreciar directamente la dinámica cardíaca mediante las modernas tecnologías diagnósticas29 utilizadas en clínica, han permitido poder ofrecer una explicación coherente del mecanismo al que recurren los ventrícu- los para llevar a cabo, mediante sendas contracciones, F. TORRENT GUASP.– ESTRUCTURA Y FUNCIÓN DEL CORAZÓN 101
  • 12. la expulsión y la succión de sangre. Pero pese a haber sido comprobadas la evidencia y coherencia existentes entre todos aquellos datos anatómicos, fisiológicos y dinámicos, es innegable la necesidad de emprender en el momento actual una serie de comprobaciones expe- rimentales, en todos los campos de la cardiología, me- diante las cuales precisar detalladamente, por un lado, todos los aspectos del dualismo funcional del corazón y, por otro, todas las derivaciones clínicas a que esta nueva concepción de la mecánica cardíaca pueda dar lugar a nivel diagnóstico y terapéutico. BIBLIOGRAFÍA 1. Torrent-Guasp F. El ciclo cardíaco. Madrid: Espasa Calpe, 1954. 2. Brecher GA. Venous return. Nueva York: Grune & Stratton, 1956. 3. Brecher GA. Experimental evidence of ventricular diastolic func- tion. Circ Res 1956; 4: 513-518. 4. Brecher GA. Critical review of recent works on ventricular dias- tolic suction. Circ Res 1958; 6: 554-566. 5. Torrent-Guasp F. Anatomía funcional del corazón. Madrid: Paz- Montalvo, 1957. 6. Torrent-Guasp F. An experimental approach on heart dynamics physiology and pharmacology. Eugene Talmadge Hospital. Au- gusta, Georgia, USA. Madrid: S. Aguirre Torre, 1959. 7. Torrent-Guasp F. Sobre morfología y funcionalismo cardiacos I Comunicación. Rev Esp Cardiol 1966; 19: 48. 8. Torrent-Guasp F. Sobre morfología y funcionalismo cardiacos. II Comunicación. Rev Esp Cardiol 1966; 19: 56. 9. Torrent-Guasp F. Sobre morfología y funcionalismo cardiacos. III Comunicación. Rev Esp Cardiol 1966; 19: 72. 10. Torrent-Guasp F. Sobre morfología y funcionalismo cardiacos. IV Comunicación. Rev Esp Cardiol 1967; 20: 1. 11. Torrent-Guasp F. Sobre morfología y funcionalismo cardiacos. V Comunicación. Rev Esp Cardiol 1967; 20: 14. 12. Torrent-Guasp F, Puff A. La dinámica valvular. Rev Esp Cardiol 1970; 23: 191. 13. Torrent-Guasp F. The electrical circulation. Denia: Imp. Fermar (Valencia), 1970. 14. Torrent-Guasp F. Estructuración macroscópica del ventrículo iz- quierdo. (I) Mitad apexiana. Rev Esp Cardiol 1972; 1: 68-81; (II) Mitad basal. Rev Esp Cardiol 1972; 2: 109-118. 15. Torrent-Guasp F. El músculo cardiaco. Madrid: Fundación Juan March, 1972. 16. Torrent-Guasp F. The cardiac muscle. Madrid: Fundación Juan March, 1972 17. Torrent-Guasp F. La estructura de la pared ventricular y su pro- yección quirúrgica. Cir Cardiovasc 1972; 1: 93-108. 18. Streeter DD, Torrent-Guasp F. Geodesic paths in the left ventri- cle of the mammalian heart. Circulation Vol. XLVIII. N.º 4. Oct. 1973. 19. Streeter DD, Powers WE, Ross MA, Torrent-Guasp F. Cardio- vascular system dynamics. En: Baan J, Noordergraph A, Raines J, editores. Cambridge, Mass.: M.I.T. Press 1978; 73. 20. Torrent-Guasp F. La estructuración macroscópica del miocardio ventricular. Rev Esp Cardiol 1980; 133: 265-287. 21. Torrent-Guasp F. Comentarios sobre la forma y la función del co- razón. Clin Cardiovasc 1982; 1: 85-88. 22. Lunkenheimer PP, Lunkenheimer A, Torrent-Guasp F. Kardiody- namic: Wege zur strukturgerechten Analyse der Myokardfunk- tion. Beiträge zur Kardiologie, Band 33. Heppenheim: Heraus ge- geben von K.-A. Zölch, 1985. 23. Torrent-Guasp F, Zarco P. Lunkenheimer PP, Aragoncillo P, Fa- riña J, Streeter DD et al. Estructura y mecánica del corazón. Bar- celona: Grass Ediciones, 1987. 24. Streeter DD. The Cardiovascular System I. En: American Physio- logical Society, editores. Handbook of Physiology. Baltimore: Williams & Wilkins Co., 1979; 4: 61-112. 25. Robb y Robb, citado por Wiggers CJ. Fisiología normal y patoló- gica. Madrid: Espasa-Calpe, S.A., 1949; 479. 26. Robb J Sands y Robb RC. Am J Physiol 1936; 115: 43. 27. Roy CS, Adami JG. Heart-beart and pulse-wave. Practitioner 1980; 44: 81-94. 28. Armour JA, Randall WC. American Journal of Physiology 1970; 218: 1.710-1.717. 29. Oliete S, Herraiz F. Filmaciones montadas con imágenes obteni- das mediante resonancia magnética de corazones normales latien- do. Madrid: Hospital Ruber Internacional, 1997. 30. Torrent-Guasp F, Whimster WF, Redmann K. A silicone rubber mould of the heart technology and health care 1997; 5: 13-20. 31. Torrent-Guasp F. La banda miocárdica ventricular. Internet, pági- na de la Sociedad Española de Cardiología, Grupo de Trabajo de Hipertensión Arterial. URL http://www.meditex.es/hipertension.sec 32. Torrent-Guasp F. Un modelo elástico del corazón. Rev Esp Car- diol 1996; 49: 516-522. REVISTA ESPAÑOLA DE CARDIOLOGÍA. VOL. 51, NÚM. 2, FEBRERO 1998 102