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Indice del terrorismo global 2.017
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INDICE DE TERRORISMO GLOBAL, 2.017.
Manfred Nolte
La quinta edición del Índice de terrorismo global (2.017), destaca un punto de
inflexión en la lucha contra el Islamismo fundamentalista. Las estadísticas
muestran un descenso global en el número de muertes consecuencia de ataques
criminales de naturaleza política, hasta las 25.673 víctimas, un 22% menos que
en su máximo de 2.014. El terrorismo se ha reducido significativamente en
Siria, Pakistán, Afganistán y Nigeria, que son cuatro de los cinco países más
afectados del planeta por el fanatismo radical. ISIS (Estado Islámico) ha sido el
grupo más sanguinario en 2.106, autor de 9.132 muertes, un 50% más que en
2.015, la mayoría de ellas ocurridas en Irak. Le siguen Boko Haram, los
Talibanes y Al Qaeda, con menor número de siniestros que en 2.015. La mayor
caída se produjo en Nigeria donde las muertes de terrorismo atribuidas a Boko
Haram (cuya denominación actual es ‘Wilayat al Sudan al Gharbi’ ) cayeron en
un 80% en 2016.
Aunque los efectos económicos del terrorismo político son tan solo uno de los
flancos –no el más grave ni irreparable- que exhibe esta terrible lacra de
nuestros días, su evaluación puede resultar conveniente para enjuiciar con rigor
una de las principales preocupaciones que aquejan a la sociedad de nuestros
días. Sorprende, sin embargo, que este capítulo tenga relevancia en la lista de
las preocupaciones de la ciudadanía española, tal y como se recogen en el
‘Barómetro’ del Centro de Investigaciones sociológicas (CIS).
El impacto económico global del terrorismo se estima en 84.000 millones de
dólares en 2.016, lo que supone un doble descenso del 7% sobre el año previo y
un 19% desde el máximo de 2.014. Estas cifras no incluyen los costes del
contraterrorismo, ni de prevención del mismo, ni tampoco sus costes indirectos
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sobre los negocios, que duplicarían la cifra citada. Los costes directos incluyen
exclusivamente los derivados de las vidas humanas perdidas y la sanación de los
heridos, los destrozos de bienes y propiedad, los gastos de limpieza rescates y
recuperación, la asistencia temporal a los desplazados, y los impactos directos
sobre los negocios -reducción de ventas- fundamentalmente en turismo, medios
de comunicación y otros servicios. En términos de porcentaje sobre su PIB la
incidencia del terror supuso el pasado año el 17% en Irak y Afganistán, el 8% en
Siria y el 7% en Yemen, países que encabezan la relación de siniestrados.
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A diferencia de las acciones acometidas en otras zonas geográficas donde se
desarrollan los grandes conflictos, el coste de llevar a cabo acciones terroristas
en Europa ha sido despreciable. La mayoría de los registrados en nuestro viejo
continente han sido autofinanciadas, no superando los 10.000 dólares por
acción.
En el resto del mundo los grandes grupos terroristas tienen sus propias fuentes
de financiación. ISIS es el grupo terrorista más cruento y a la vez el que dispone
de mayores recursos económicos, mediante una estrategia de autofinanciación a
lo largo de los territorios que están bajo su control. Las cifras se han reducido
drásticamente, debido a los importantes reveses bélicos sufridos en territorio
iraquí y sirio. Con todo la recaudación de la organización ha ascendido a 1.500
millones de dólares en 2.015, la mitad de los cuales proceden de la venta del
petróleo en sus territorios de implantación. Para las otras organizaciones, las
estimaciones presupuestarias hablan de 400 millones de dólares para los
Talibanes, 250 millones para Al Qaeda y 25 millones para Boko Haram.
Los Talibanes operan básicamente en 171 de los 398 distritos administrativos de
Afganistán. Los ingresos procedentes del comercio del opio y la heroína
suponen la mitad de su financiación. Los impuestos gravados en las áreas de su
control son la segunda fuente, con bases imponibles como las cosechas o las
propiedades y riquezas del contribuyente. Junto a una extorsión creciente,
existen indicadores fiables acerca de importantes donaciones procedentes de los
Países del Golfo (Catar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait,
Omán y Bahréin), incluidos prominentes Saudís sometidos a investigación por
sus ayudas a Universidades, escuelas coránicas y mezquitas en a la difusión de
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la teología radical (Wahabismo) en la región. El wahabismo destaca por su rigor
en la aplicación de la ‘Sharía’ y por su espíritu expansionista mundial.
La financiación de Al Qaeda estuvo inicialmente atendida por su fundador el
millonario Osama Bin Laden y por las generosas donaciones de personas u
organizaciones puntuales de los Estados árabes del Golfo. Con su expansión, el
grupo disponía de una tupida red de donantes, con procedencia de
organizaciones civiles, mezquitas, bancos y foros digitales. Esta fuente ha ido
cediendo su importancia y el grupo ha tenido que apelar a secuestros, atracos y
al trafico de drogas.
A diferencia del resto de organizaciones criminales, Boko Haram se financia de
acciones puntuales y descentralizadas que dejan en manos de sus comandantes
la responsabilidad de sus finanzas. Junto a los secuestros, la extorsión y los
atracos, Boko Haram recibe fondos de Al Qaeda con alguna periodicidad.
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La ‘Coalición Global’ global de 74 países surgida para combatir en el frente
fundamentalmente bélico al islamismo radical está llevando a cabo un
progresivo desmantelamiento de las redes e infraestructuras financieras del
Estado Islámico. Hasta principios de 2.017 la Coalición había destruido más de
2.600 puntos relacionados con la extracción, refino y venta de crudo. Arrasando
más de 25 macro depósitos de efectivo ha hecho desaparecer varios cientos de
millones de dólares en billetes. Dado que el terrorismo islámico ve recortadas
sus fuentes tradicionales, se ve obligada a desviarse a las citadas partidas
derivadas de la extorsión, el trafico de drogas y las donaciones de terceros.
Las resoluciones de Naciones Unidas, así como otras de origen en la Unión
Europea dirigidas a impedir el trafico blanqueado del terrorismo en los países
occidentales asfixia progresivamente la existencia de este tipo de financiación
criminal.
Los datos distan de ser tranquilizadores. Los atentados de bajo coste aumentan
en occidente. Y los países en desarrollo siguen siendo una olla en ebullición.
Desde el viernes, una vez más el mundo entero asiste conmovido a la masacre
producida en el templo sufí de Bir al Abed, al norte egipcio del Sinaí. En suma,
la barbarie yihadista disminuye en número pero crece en crueldad.