El documento resume los costes económicos del terrorismo global. Indica que en 2015, el impacto económico del terrorismo alcanzó los 90.000 millones de dólares y que los costes se han multiplicado por 11 en los últimos 15 años. Los mayores costes se dan en países en conflicto como Irak, Afganistán y Siria, donde el terrorismo ha reducido su crecimiento económico entre un 2,8% y un 17,3% del PIB. Aunque ataques esporádicos de alta intensidad como el 11S tienen efectos econó
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LOS COSTES ECONOMICOS DEL TERRORISMO. (LONG)
Manfred Nolte
Los efectos económicos del terrorismo son tan solo uno de los flancos que
exhibe esta terrible lacra de nuestros días. La irrecuperable pérdida de vidas
humanas encabeza con prioridad absoluta el listado de las perversidades
desatadas por sus ataques. La reciente masacre de autoría yihadista ocurrida en
Cataluña reabre la herida emocional en nuestro País y se convierte en un
eslabón dramático de la cadena de atentados a lo largo y ancho del planeta, que
hacen del terror y sus autores uno de los problemas más importantes de
naturaleza y alcance global. No se refieren estas líneas a sus causas ni tampoco a
sus remedios sino a los costes económicos del terror global.
No estará de más recordar que por terrorismo se entiende el uso o amenaza de
uso de la violencia por parte de individuos o grupos para obtener objetivos
políticos a través de la intimidación de amplios colectivos más allá de las
víctimas inmediatas. Para calificarse de terrorista un ataque debe contener una
razón política, lo que pone bien a las claras que el uso de la violencia política no
solo no es un eximente moral sino que define un acto específico y execrable de
perversión criminal. El terrorismo yihadista encubre bajo el manto de la religión
una motivación política, anexionista e imperialista.
Los costes asociados al terrorismo no son homogéneos. Es fácil entender que la
incidencia será distinta entre un escenario de guerra civil y violencia
generalizada y aquellos otros escenarios alternativos como los definidos por
atentados de baja frecuencia y alto impacto o alternativamente de alta
frecuencia e impacto bajo pero sostenido. Analicemos estos supuestos.
La actividad terrorista en escenarios bélicos registra, según el ‘Índice de
Terrorismo global’ (ITG) de 2016 publicado por el ‘Instituto para la Economía y
la Paz’, su mayor concentración en cinco países: Irak, Nigeria, Afganistán,
Pakistán y Siria. Estos territorios censan el 72 por ciento de la víctimas mortales
ocurridas en 2015. Paralelamente, solo cuatro grupos han sido responsables del
74 por ciento de todas las muertes acaecidas: Estado Islámico (IS), Boko
Haram, los Talibanes y Al Qaeda. Los países citados, se desenvuelven en un
escenario económico caótico, sin perspectivas de inversión exterior ni
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crecimiento y los estragos de las acciones terroristas tienen una causalidad
directa en su más que precaria situación económica, compensada desigualmente
por ayudas internacionales públicas o de la sociedad privada civil. El terrorismo
afecta adversamente al crecimiento económico, a los movimientos de capitales y
a los flujos del comercio. El terrorismo reduce la actividad económica dado que
incrementa el riesgo real y el percibido. Los inversores reducen su implicación
directa y en ocasiones desinvierten y retiran el capital local. Un estudio
realizado sobre 78 países en desarrollo ha encontrado que incluso un leve
aumento de los niveles de terrorismo desalienta significativamente la inversión
exterior directa.
El impacto económico global del terrorismo alcanzó en 2.015 la cifra de 90.000
millones de dólares. Los costes económicos y de oportunidad derivados del
terrorismo se han multiplicado por once en los últimos quince años. En
circunstancias de intensa actividad terrorista como las sucedidas en territorio
iraquí, el citado coste supuso a su economía una pérdida equivalente al 17,3 por
ciento del PIB en 2.015. El 16,8% en Afganistán, el 8,3% en Siria, el 4,5% en
Nigeria y el 2,8% en Pakistán.
Los costes directos de los ataques terroristas incluyen el valor de las vidas
humanas perdidas y la sanación de los heridos, los destrozos de bienes y
propiedad, los gastos de limpieza rescates y recuperación, asistencia temporal a
los desplazados, y los impactos directos sobre los negocios -reducción de ventas-
fundamentalmente en turismo, medios de comunicación y otros servicios. La
medición de los costes indirectos consiste –como veremos- en la respuesta
ocasionada tanto por el sector público como el privado a los ataques terroristas
y en particular a su prevención y réplica, pero no se agrega al concepto anterior.
Fuente: ITG (2.016).
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Diferente es la incidencia en aquellas latitudes geográficas azotadas por un
terrorismo de alta frecuencia e impacto bajo pero sostenido. Es el caso de lo
acontecido en Israel, Colombia, Turquía o Euskadi. Varios autores han
investigado el caso del terrorismo nacionalista vasco, durante el apogeo de la
banda ETA. En los años 70, Euskadi ocupaba la tercera posición de renta per
cápita en España. Tras 30 años bajo el yugo de los fanáticos independentistas,
ocupaba el sexto lugar. Algunos autores concluyen que el terrorismo costó al
País Vasco más del 10% del PIB per cápita desde finales de los 60 a mediados de
los 90 del pasado siglo. Otros analistas han elevado el porcentaje hasta el 20%.
Análogos resultados se estiman para Israel en ausencia de terrorismo en los tres
años anteriores a 2.004.
El tercer colectivo –que atañe también a los recientes atentados en Cataluña- se
refiere a los escenarios de baja frecuencia y alto impacto. Algunos ejemplos
destacados, son el 11S de 2001 en Nueva York y Washington, el 11M de 2004 en
Madrid, o Londres en Julio de 2005. En algunos de los casos se registró un
ligero efecto negativo tanto en las bolsas como en la economía real con caídas
del consumo, renta e inversión extranjera. Pero las pérdidas económicas
potenciales de los ataques resultaron asumibles en poco tiempo. Dicho
diagnóstico es aplicable a los recientes sucesos de horror en Cataluña.
Hay que destacar que 2.015 fue el peor año de azote terrorista en los países de la
OCDE desde el inicio del censo ITG. El número de agresiones en la zona
aumentó por sexto año consecutivo, contabilizando 731 ataques en 2.015, un
aumento del 23 por ciento en relación a 2.004. Veintiuno de los 34 países de la
OCDE sufrieron ataques entre 2.015 y 2.017, la mayoría inspirados por el
Estado Islámico. Paris (noviembre 2.015, 136 víctimas), Ankara (octubre 2.015,
105 víctimas), Suru (34 victimas). En 2.016, Bruselas (35 víctimas), Niza (julio,
87 víctimas), y Orlando (junio, 50 víctimas). Después y hasta la fecha nuevos
atentados en Estambul(12.16. Vodafone Arena 38 policías muertos), Bagdad
(309 víctimas), Berlín (diciembre 16, 12 muertos), Múnich (22 de Julio, 10
víctimas), Reino Unido (22 de marzo 2.017 , 6 víctimas), Suecia (8 de abril
2.017, 5 víctimas), Manchester (22 de mayo 2017, 23 víctimas), Londres (3 de
junio 2.017, 11 victimas) y Cataluña (17 de agosto, 16 víctimas). España cierra la
sangrienta lista de atentados mortales. Al término de 2015 nuestro país ocupaba
el número 89 en el índice de amenaza terrorista mundial, ranking que sin duda
se habrá visto empeorado por los sangrientos sucesos de agosto.
Fuente:ITG(2.016)
Las economías más avanzadas y diversificadas son más flexibles y registran
periodos de recuperación más cortos tras los incidentes de terrorismo. Los
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países más pequeños y menos diversificados sufren consecuencias mas hondas y
también más duraderas. Las primeras tienen mas facilidad para reasignar
recursos en los sectores o actividades afectadas. Adicionalmente, las economías
avanzadas gozan de más recursos y mayor base institucional para resistir los
ataques del fanatismo terrorista.
La incidencia de los ataques de la insurgencia sobre el turismo merece algún
comentario. Los viajes y el turismo suponen el 10% del PIB mundial en 2.015.
Los efectos adversos sobre estos sectores se hacen perceptibles aun cuando los
ataques terroristas no se dirijan específicamente a dichas industrias. No es
ningún secreto que el ocio itinerante busca la seguridad y rehúye el riesgo. El
boom turístico español de los últimos dos años tiene mucho que ver con el
rechazo de los usuarios a destinos inicialmente elegidos, pero descartados por la
amenaza posible de los violentos.
La economía del terror incluye obviamente la réplica contraterrorista. Los
gobiernos de los países afectados incrementan habitualmente sus gastos para
activar la respuesta a los atentados de los saboteadores. Gastos militares y
gastos de las agencias de inteligencia. Estas actividades no se han incluido sin
embargo en la estimación del costo económico global del terrorismo. Las
dotaciones por los conceptos aludidos se estiman del orden de los 117.000
millones de dólares en 2.014 para los países del G20.
Por citar un ejemplo especial, en respuesta al 11S, Estados Unidos se lanzó a una
guerra de 13 años en Afganistán cuyo coste se estima en 690.000 millones de
dólares. La guerra con Irak le ha supuesto 815.000 millones de dólares. Entre
las dos ha registrado 6.888 bajas, más del doble de las muertes del 11S.
Restan dos apuntes de gran importancia.
El primero, que es menester una decidida acción global para cortar las fuentes
de financiación de los grupos y organizaciones terroristas, muy especialmente
las que nutren al Estado Islámico. Rusia ha acusado a Turquía en repetidas
ocasiones de financiar al IS adquiriendo crudo de la organización terrorista,
crudo proveniente de los diversos pozos que el grupo controla en el norte de
Irak y Siria. Las ventas anuales se cifran en unos 2.000 millones de dólares. Una
segunda fuente se atribuye a las remesas privadas o públicas de países terceros,
en especial desde Arabia Saudí, Kuwait, Qatar y Emiratos Árabes. Algunos
expertos aluden a aspectos sórdidos tales como el contrabando de sangre y
órganos de seres humanos y por supuesto, la droga y el tráfico clandestino de
armas. El grupo obtiene financiación, asimismo, de tasas confiscatorias a los
ciudadanos sometidos, secuestros y extorsiones. La resolución 2253 de
Naciones Unidas para la lucha contra la financiación de IS ha complicado la
operativa del grupo yihadista y junto a la caída del precio del crudo y el
bombardeo de sus centros logísticos financieros anticipa un debilitamiento del
movimiento criminal.
El segundo y último apunte busca situar el coste del terror global dentro de la
cifra de los gastos totales ocasionados por las actividades criminales y violentas
–no políticas- en el mundo. Aunque la cifra atribuida al coste del terror de
90.000 millones de dólares en 2.015 es muy significativa, resulta pequeña si la
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comparamos con el coste del resto de formas de violencia. El impacto general de
la violencia en 2.015 se estima en 13,6 billones de dólares, cien veces más que el
coste del terrorismo político. Mientras que el terrorismo puro es una forma de
violencia cuyo impacto sicológico en las sociedades afectadas es muy
significativo, el resto de formas de violencia tienen unas consecuencias mucho
más devastadoras.
Fuente: ITG (2.016).
El cuadro 4.4. del informe ITG (2.016) destaca que los gastos dedicados a la
creación y mantenimiento de la paz son muy escasos comparados con las
pérdidas economías causadas por los conflictos terroristas. Estas últimas apenas
suman el dos por ciento de los costes derivados de la violencia común y los
conflictos terroristas tomados de forma agregada.