La economía española está desacelerándose más rápido de lo previsto, con un crecimiento del PIB del 1.6% en el segundo trimestre de 2019. Como resultado, la tasa de desempleo ha dejado de reducirse, aumentando ligeramente en los últimos dos trimestres. El empleo solo creció 69,400 personas en el tercer trimestre, una fracción de los aumentos en años anteriores. Además, la mitad de los nuevos puestos de trabajo fueron en el sector público. La desaceleración económica está afectando
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LA DIFICIL REDUCCION DEL DESEMPLEO.
Manfred Nolte
Se ha hablado repetidamente de las llamadas ‘profecías autocumplidas’ que se
refieren a la influencia que los relatos y narrativas pesimistas tienen sobre la
realidad económica, ya que, si cunde el desaliento injustificado o simplemente
exagerado en las familias y en los inversores, el retraimiento de sus compras tiene
un efecto altamente pernicioso sobre la oferta, esto es sobre el PIB, y con él sobre
toda la actividad económica. De ahí que los analistas económicos debemos
contribuir al difícil equilibrio de comentar las vicisitudes más sobresalientes que
ocurran en los mercados, pero con la cautela y el tino suficientes como para no
aumentar la volatilidad del ciclo económico. Preservar el ritmo de las compras
agregadas de una economía es una labor no solamente de políticos e Instituciones
sino también de sus informantes. Fomentar el desaliento de la demanda es un
crimen estúpido e irreparable.
Dicho lo cual y dentro del marco ya conocido de desaceleración suave y progresiva
al triple nivel mundial, europeo y español, dos juegos de indicadores publicados
por el Instituto Nacional de Estadística (INE) empañan el horizonte y subrayan
la fuerza de la citada desaceleración.
El primero se refiere a las variaciones consignadas por los principales agregados
económicos de la Contabilidad Nacional al término del segundo trimestre de
2019. La tasa trimestral anualizada de crecimiento del PIB en el segundo
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trimestre (1,6%) demuestra que la desaceleración de la economía española está
siendo más fuerte de lo previsto a inicios de 2019. El crecimiento interanual se
sitúa ahora en el 2,0%, frente al 2,2% del trimestre precedente. Las previsiones
se sitúan a final de año en ese porcentaje o ligeramente inferior, pero la rebaja
comienza a tener su influencia en el empleo, que es el segundo de los agregados y
el que nos despierta el interés más significativo. Es muy probable que el último
trimestre del año progrese a tasas interanuales de PIB inferiores al 1,5%. Y en esas
circunstancias según se anuncia en la ‘ley de Okun’, que relaciona unívocamente
crecimiento y empleo, la economía ya no es capaz de crear empleo adicional.
La reciente encuesta de población activa pone en evidencia la hipótesis de Okun
y demuestra que la recuperación del mercado laboral se ha interrumpido en el
tercer trimestre de 2019. La ocupación, esto es, el número de personas que accede
al mundo del trabajo creció en el trimestre en 69.400 personas, aumentando en
los servicios en 87.700 personas y en la industria en 51.200, mientras la
agricultura desciende en 63.000 y la construcción en 6.500.
Este aumento es significativamente inferior al crecimiento registrado en
cualquiera de los terceros trimestres de los últimos siete años. En efecto,
representa la tercera parte del crecimiento de 2018, la cuarta parte del de 2017 y
es análogo al de 2013, el último año de la crisis, que en su conjunto tuvo
crecimiento de PIB negativo. Pero un elemento adicional ensombrece el citado
registro, y no es otro que la naturaleza del empleador. En los últimos nueve
trimestres el empleo del sector público ha presentado una tasa de variación muy
superior a la del sector privado. En el tercer trimestre de 2019 los 69.400 nuevos
puestos de trabajo proceden a partes iguales del sector publico y del sector
privado. En su conjunto El empleo privado se incrementa en 35.200 personas,
situándose en 16.645.700. El número de funcionarios aumenta en 34.200, hasta
3.228.700.
A diferencia de la ocupación, el paro tiene en cuenta a aquellas personas que
buscan acceso al mercado de trabajo y no lo hallan. Pues bien, en el trimestre el
paro apenas se ha reducido (-16,200 personas) y se compara muy mal con las
reducciones de los terceros trimestres de años anteriores. Así,
164.000(2018),182.000(2017),254.000(2016) y 300.000(2015).
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En consecuencia, la tasa de paro se sitúa en el 13,92%, y en los 12 últimos meses
solo ha bajado 63 centésimas.
Pero resta una última consideración alarmante, y es la que se refiere a la
consideración de la ocupación y del paro en términos desestacionalizados,
(homogeneizando los datos tras corregir el efecto de las fluctuaciones periódicas) en cuyo
caso el INE consigna que la tasa de variación trimestral del empleo es nula
(0,09%) y la tasa de paro lleva dos trimestres consecutivos aumentando (0,74% y
1,72% respectivamente).
La desaceleración se cobra su víctima más frágil en el frenazo súbito a la
reducción del desempleo. Surge nuevamente la duda de la posible incidencia
adversa del último aumento meteórico del salario mínimo, advertida por el Banco
de España. A la incidencia del insuficiente crecimiento del PIB para su capacidad
regeneradora del empleo (cíclica) hay que añadir la limitación estructural (no
cíclica) que acompaña a la reducción del paro en España, de la que ya se ha hecho
mención en repetidas ocasiones. Ello no es óbice para que en 2020 pueda
producirse un repunte de la actividad económica que reactive el empleo cíclico.
No es lo más probable, pero no debe excluirse. En parte obedece a factores
internacionales externos de todos conocidos, pero también dependerá de las
políticas económicas domésticas que se decidan en la próxima legislatura. Mucho
tiento, en consecuencia, y pocas veleidades.