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BAJAR IMPUESTOS: ¿TRUCO O DESATINO?
Manfred Nolte
Como en tantas otras columnas anteriores, el presupuesto básico de la de hoy es
recabar un amplio consenso entre los partidos políticos para reducir el déficit
público no tanto porque así lo exigen la normativa europea y nuestra propia
Constitución, sino porque, una deuda publica mastodóntica como la que
acumulamos deja escaso margen para la nueva financiación en los mercados y
tener un cierto colchón de capacidad de endeudamiento para el futuro se
incluye entre las reglas más elementales de una gestión financiera previsora y
prudente.
Dicho lo cual vamos al tema del título.
Por segunda vez en pocos días el candidato del PP y presidente en funciones,
Mariano Rajoy, ha manifestado su voluntad de rebajar los impuestos en el caso
de ser reelegido para gobernar el País en la próxima legislatura. Cree el
mandatario en funciones, y así lo explicó en Palma en una charla informal con
periodistas, que a pesar de la pesada losa que supone el déficit fiscal que registra
la economía española, -amenaza de sanción incluida-, es posible aligerar la
carga tributaria de los españoles hasta dos puntos en todos los tramos del IRPF.
Alega para ello que si los ingresos fiscales siguen aumentando como hasta ahora
cabe llevar a cabo una promesa que cuenta con el precedente de las rebajas de
2015 que, en su opinión, fueron una de las causas determinantes del
crecimiento del consumo y en consecuencia también del PIB y del empleo. De
tal modo que el déficit se atenuará no recortando los gastos sino aumentando
los ingresos, consecuencia esto último de la rebaja de tipos que aumentará la
cifra recaudada.
En prueba de que no se trata de una ocurrencia opinable y sujeta a posteriores
correcciones el titular de Hacienda en funciones ha remachado el pasado jueves
las afirmaciones de su jefe de fila señalando a aquellas “nuevas formaciones”,
que “deberían estudiar mejor el resultado de la bajada que se ha hecho en
España”. Así, indicó que el PP está “comprometido con reducir impuestos”
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mientras que a otros partidos “no se les ocurre otra cosa que amenazarnos con
subirlos”. En similar línea Luis de Guindos ha afirmado el martes pasado que
“La reducción de impuestos que plantea el programa electoral del PP es factible
y compatible y el truco es mantener el crecimiento económico”. Si el alza del PIB
está en el entorno del 3%,ha dicho, “no tengan la más mínima duda de que es
posible y compatible con la reducción del déficit”. Con ello, la reducción del
IRPF sobrevive como promesa del PP, con una fecha concreta: rebaja gradual a
partir del 1 de enero de 2017.
Incluso, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, el popular Leopoldo
Barreda ha retado al PNV, que controla las Haciendas del País Vasco, a rebajar
asimismo los impuestos, recordando que la presión fiscal en Euskadi es dos
puntos superior a la media aplicada en el conjunto del Estado español. Y ello, en
aras de la creación de empleo y de la recuperación económica en nuestra
Comunidad autónoma.
Hay que reconocer la congruencia de bajar los impuestos para estimular la
demanda. Con ello, los agradecidos bolsillos de consumidores y empresarios ven
incrementada su renta disponible y se supone que pueden acometer nuevos
gastos que estimulan la producción y finamente el empleo. Todo ello forma
parte central de las políticas fiscales de corte expansivo. Al igual que sucede con
el gasto público, el efecto de la reducción de es multiplicador, aunque menor
que el de aquel.
Pero la pregunta que nos concierne y que hay que formular al Sr. Rajoy es si la
rebaja tributaria propuesta es congruente con la reducción del déficit publico
comprometido del 3,7% del PIB en 2016 y del 2,5% en 2017. Para ello 2016
puede ser un banco de pruebas de las aludidas promesas de 2017 y siguientes.
Porque, en nuestro análisis, se estimule lo que se estimule la economía, lo que
debemos evaluar es el efecto producido por el ciclo expansivo en el aumento de
la recaudación fiscal, esto es, cuanta masa de impuestos adicionales se
recaudará con la rebaja de los tipos impositivos. En otras palabras como se
compensará la caída de los ingresos estructurales del IRPF con la recuperación
cíclica de las bases imponibles. Sin olvidar, naturalmente, que el déficit cuenta
con dos pilares, los ingresos fiscales y los gastos. Si los gastos, como ha sido el
caso en 2015 y lo será en 2016 son de corte expansivo habrá que tenerlo en
cuenta a la hora de cerrar el déficit. Como recordatorio, aplicando la simpe
operación aritmética de la resta, la diferencia entre el 5,1% del PIB del déficit
registrado a finales de 2015 y el 3,7% del PIB objetivado a finales de 2016 es de
14.000 millones de euros en números redondos.
Hay que tener en cuenta que, como primer efecto, la rebaja fiscal supone una
reducción de recaudación (9.000 millones de euros entre 2015 y 2016, según el
propio Montoro). A continuación viene el efecto expansivo de la demanda pero
este no siempre se produce. Si hay mucha incertidumbre en la economía se
registra el llamado ‘efecto Ricardo’ como consecuencia del cual el aumento de
renta disponible no se dedica al consumo e inversión sino al ahorro, en
previsión de contingencias futuras.
En consecuencia, con todo lo anterior y con la previsión de un gasto
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moderadamente expansivo, ¿podemos realistamente esperar un aumento de la
recaudación fiscal en algo más de 14.000 millones de euros a lo largo de 2016 y
de 25.000 millones hasta finales de 2.017? El supuesto es heroico.
Es claro que el ciclo económico pujante de la economía española en 2016 y 2017
volverá a favorecer el ajuste de los presupuestos públicos, pero no tanto como
para reconducir el déficit hasta los objetivos de estabilidad comprometidos. Las
hipótesis más optimistas de relevantes casas de estudio españolas sitúan el
aumento de los ingresos públicos de 2016 en relación al cierre de 2015 en 3.000
millones de euros y en 5.000 millones al término de 2017. Y como es sabido las
cifras de recaudación a Abril de 2016 se sitúan un -8,7% por debajo de las de
2015.
Lo cual nos lleva a la conclusión de que la clave de la política de estabilidad
presupuestaria en este momento del ciclo económico, en un contexto de
crecientes demandas de gasto derivadas del envejecimiento de la población y
otras variables demográficas, se halla en una contención y racionalización del
gasto que no es equivalente a la reducción de sus servicios. Un incremento de la
recaudación es igualmente necesario y la línea de aumentar bases imponibles en
lugar de aumentar los tipos parece la adecuada. Adicionalmente surge de nuevo
y de forma inexcusable la necesidad de las reformas estructurales que
contribuyan a un sistema productivo más competitivo y eficiente, creador de
empleo de valor añadido.
Lo de bajar impuestos del Sr. Rajoy puede ser un truco o un cálculo desatinado.
NOTA FINAL
Debemos constatar que en 2.015 no se han cumplido las reglas fiscales vigentes, ni
la de España, ni la europea. Es posible incluso que la UE aplique sanciones hasta
un importe de 2.000 millones de euros. Al contrario de otros incumplimientos
previos, en 2015 se trata de una política fiscal expansiva, deliberadamente
contraria a la acordada con la Comisión Europea. Así, durante 2015 se han
adoptado un conjunto de medidas presupuestarias que redujeron los ingresos e
incrementaron los gastos públicos. Esta política se ha atribuido al ciclo electoral
que afectó a los tres niveles de gobierno, pero con ella se ha elevado el déficit
estructural desde 1,9% en 2014 hasta 2,9% en 2015.