En las actuales circunstancias de desaceleración de la economia española la subida del SMI y la posible derogación de las Reformas laborales, no parecen lo más adecuado.
Situación y Perspectivas de la Economía Mundial (WESP) 2024-UN.pdf
Los límites del empleo en España ante la desaceleración económica
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FOTOGRAFIA: EL CONFIDENCIAL.
LOS LIMITES DEL EMPLEO.
Manfred Nolte
Puede valer la pena representar el papel de espectador moderado – optimista
sería una hipérbole- y no cargar las tintas en lo que puedan representar las cifras
del mercado laboral de noviembre de 2019. Todo apunta, salvo sorpresas
mayúsculas, a que diciembre devolverá los números a una cierta senda de
normalidad. Una normalidad relativa, no obstante.
Justamente el ánimo de las líneas que siguen no es otro que atisbar cual es el
recorrido que tiene el empleo en España en los próximos trimestres en un
incuestionable e incuestionado escenario de desaceleración, al que hay que
añadir aspectos específicos, rasgos peculiares y limitativos de la idiosincrasia
laboral de la economía española.
Los datos puntuales de noviembre, un mes tradicionalmente adverso a la creación
de empleo, no son precisamente halagüeños, al registrar una disminución de
53.115 afiliados a la seguridad social en el mes, mayor que la del resto de meses
de noviembre de los años pasados. El paro registrado aumentó en 20.525
personas en el mes, aumento superior asimismo a la media de meses de
noviembre de los últimos siete años.
Como se ha dicho, siendo las cifras malas, no deben ofuscarnos. En primer lugar,
porque eliminando el efecto de la estacionalidad la afiliación aumenta en 21.700
personas y el paro relata un modesto crecimiento de 560 parados. En segundo
lugar, porque diciembre augura un aumento de la afiliación de 54.200 personas
hasta situarse en la cifra promedio de 19.279.000, que si bien incluye la
generación de nuevo empleo público -las administraciones públicas emplean a
3.228.700 funcionarios- es la cifra mas alta desde 2001. En el año la afiliación
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habrá aumentado un 2,6% equivalente a 491.000 altas en la seguridad social,
según estimaciones de FUNCAS, el laboratorio de ideas de las antiguas Cajas de
Ahorro.
Lo que aquí nos concierne no son las fotografías estáticas de tal o cual mes sino
adivinar qué recorrido tiene todavía la creación de empleo en nuestro país, o al
menos, cuales son los aspectos o las variables que van a condicionar que el empleo
prosiga su actual senda de crecimiento desacelerado, pero crecimiento, al fin y al
cabo.
La referida senda de desaceleración del nuevo empleo guarda una relación directa
con la desaceleración del PIB en virtud de la llamada Ley de Okun. Ambas son
dos caras de la misma moneda de la creación de empleo cíclico. Con la
ralentización del crecimiento del PIB decrece la incorporación de nuevas
personas al mundo del trabajo. Así lo dicen las cifras de los crecimientos de la
ocupación registrados en los terceros trimestres de los últimos siete años. En
efecto, representa la tercera parte del crecimiento de 2018, la cuarta parte del de
2017 y es análogo al de 2013, el último año de la crisis, que en su conjunto tuvo
crecimiento de PIB negativo. Según esta tendencia el crecimiento del empleo
cíclico se halla próximo a su extenuación.
En las referidas circunstancias cabría alguna consideración sobre las pretendidas
propuestas que circulan por los mentideros políticos de volver a subir el salario
mínimo interprofesional (SMI) y aun en su caso de proceder a la derogación de
las reformas laborales o aspectos sustantivos de las mismas.
Sobre los efectos de una subida drástica del SMI sobre el empleo se han escrito
ríos, tal vez mares de tinta. La conclusión es bastante clara, pero se olvida una y
otra vez con una amnesia descorazonadora. No es lo mismo que la elevación tenga
lugar en una situación de pleno empleo donde los empleadores pugnan por
nuevos recursos humanos que en un escenario como el que nos atañe con un paro
promedio del 14% que en algunas regiones supera el 20%. Difiere en cuanto a cual
sea el sector y quien el empleador y su situación relativa en el mercado, una gran
empresa o un autónomo que apenas cubre gastos de explotación y es igualmente
distinta según sea la latitud geográfica y el nivel de los salarios relativos en dicho
territorio. La subida del SMI, una deseable iniciativa social, no puede obviar el
principio probado de que en una economía de mercado el salario viene dictado
por la productividad marginal (en su caso media) del trabajo en los centros de
explotación. Si el salario adicional del empleado adicional produce pérdidas a la
empresa el empleado perderá su empleo o en su caso no se creará un nuevo
puesto potencial.
El mismo argumentario es absolutamente válido y aplicable a la pretendida
derogación de aspectos vitales de la reforma laboral como han sido la posibilidad
del convenio por centro de trabajo frente al convenio sectorial. Las políticas de
‘café para todos’ en una diversidad empresarial como la ya citada y donde más del
90% de las empresas emplean a menos de 10 empleados, son irracionales y en las
circunstancias actuales, peligrosas y contraproducentes para el empleo. La
productividad no puede ser sustituida por el voluntarismo ciego. De hacerse, en
un plazo mayor o menor la empresa puede estar abocada a abandonar el mercado.
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Circula entre nosotros la fundada sospecha del reciente traslado de empleo
precario a la economía sumergida. Así lo ha sugerido la semana pasada el
secretario de Estado de la Seguridad Social, Octavio Granado. Resulta
complicado tanto el probarlo como el desmentirlo de forma tajante. Pero
mientras la economía española esté inmersa en una coyuntura a la baja y se
identifique con aspectos estructurales de escasa productividad, lo mejor es que
los experimentos se sigan haciendo con gaseosa.