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EL METAVERSO DE LA INFLACION.
Manfred Nolte
Metaverso es un acrónimo compuesto por meta, que significa trascendente, y
verso, como abreviatura de universo. El novelista de ciencia ficción Neal
Stephenson acuñó el término en su novela de 1992 “Snow Crash” para describir
un mundo virtual en el que el protagonista, Hiro Protagonist, vence a sus
enemigos del mundo real a través de su doble. Como el pijerío (insustancialidad)
digital de bajura está desmadrado incorporando la palabra con furor deportivo a
su repertorio léxico, no veo ninguna razón para que nosotros no hagamos lo
propio, que al fin y al cabo resulta en una aportación a la pedagogía transversal,
la llamada culturilla general, desde el ámbito económico hacia los temas
esotéricos.
El tema protagonista hoy, en consecuencia, es el metaverso de la inflación.
¿Virtual o real? ¿Temporal o recurrente? ¿Asumible o reprobable? ¿Pasajero o
estructural? El mundo de los gurús, el de los de primera talla, se halla dividido.
Es una primera conclusión. La segunda esque el tema empieza a irse de las manos
y va a superar la competencia de los estados nacionales. Finalmente, la maltrecha
teoría económica monetaria tradicional que aparentaba estar laminada por el
despilfarro de los bancos centrales comienza a recobrar su relevancia anterior y
revive de sus cenizas. Ley del péndulo en los mercados de dinero. Repasemos los
tres avances de conclusiones.
Comencemos por las cifras y las estadísticas, aunque muchos tengamos la mosca
detrás de la oreja con la fiabilidad de los números del INE, con ejemplos como el
del flagrante recorte de nuestro PIB del segundo trimestre que se contrajo hasta
el 1,1% frente al 2,8% estimado inicialmente. Sorprende en análoga medida que
en este último mes se incumpla la Ley de Okun, la que vincula empleo y
crecimiento, ya que España se enfrenta a una famélica previsión de crecimiento
según la OCDE, y sin embargo, asombra a todos con un milagroso aumento de la
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afiliación a la seguridad social y consiguiente rebaja del paro, 61.768 nuevos
cotizantes a la Seguridad Social y 74.381 desempleados menos, un dato insólito
en un mes que, además, está coincidiendo con la sexta ola de la epidemia.
Pues bien, las cifras relativas a la inflación en España producen una creciente
zozobra. A falta de que el INE ratifique que el IPC de noviembre fue del 5,6%
interanual, y con las previsiones disponibles de diciembre, todo apunta a que los
precios terminarán el año con una subida media del 3%, tal como predicen
FUNCAS y otros. Eso es mucho para estabilizar una economía que pugna por
volver a la normalidad, porque en términos sociales supone la mayor pérdida de
poder adquisitivo de los salarios en 26 años y propicias reivindicaciones y
desordenes indeseados, los temidos ‘efectos de segunda ronda’, donde el alza de
los precios se traduce en subidas de salarios y en que las empresas trasladan el
aumento de costes a sus tarifas. Ambas cosas generarían aun más inflación. Es
cierto, y venimos recordándolo sin tregua, que la inflación subyacente, sin
computar alimentos ni energía, registra a noviembre una subida del 1,7%
interanual, casi cuatro puntos menos que la tasa del IPC general. No es consuelo
despreciable.
Los datos de inflación no solo asustan en España. La UE entera está sometida a
esta contrariedad monetaria. Bélgica (7,5%) y Alemania (6%) superan nuestras
tasas interanuales y la media es del 4,9%. Por no hablar de Estados Unidos (6,2%)
o del 5,2% de crecimiento para el conjunto de la OCDE.
¿Qué recorrido tiene esta historia según los expertosmundiales? Aunque cuando
las razones que mantienen la ebullición de los precios son de sobra conocidas las
opiniones son dispares. De Guindos, del Banco Central Europeo, reconoce que "la
inflación es el elemento más preocupante" para la recuperación, mientras
Lagarde, su presidenta declara que “la presión de los precios no se descontrolará”.
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Por su parte,DE COS, Gobernador del Banco de España sostiene que “la inflación
será eminentemente temporal y se desvanecerá durante 2022”.
El que ha cambiado súbitamente de chaqueta es Jerome Powell, el presidente de
la Reserva Federal americana, recomendando a su administración que retire la
palabra ‘transitoria’ para describir la presente inflación que califica de ‘pertinaz.’
“Todo es transitorio. La vida es transitoria”, pero lo importante es conocer el
ritmo de la transición.
De tal manera está generalizado el mal monetario que los gobiernos están
mirando algo mas que de reojillo a los bancos centrales, que se debaten entre
seguir apuntalando la recuperación con políticas heterodoxas o desempolvar ya
con cierta celeridad el arsenal tradicional para combatir la inflación: ‘tapering’ o
rebaja en la compra de bonos y subida de tipos de interés.
Finalmente, hay voces autorizadas, sobre todo en la Academia, que aprovechan
la tensión de la actualidad para rehabilitar la validez de la teoría monetaria
cuantitativa y recordar que en buena parte la actual subida de precios obedece a
la estratosférica espiral de crecimiento de la liquidez, de regalar dinero a
espuertas, que como ya se sabía desde Friedman, Fisher y otros, siempre
desemboca en inflación.
Es tema, este de la inflación, que habrá que seguir con la máxima solicitud,
porque si estos fenómenos no son transitorios y están llamados a enquistarse, nos
encontraremos con el lobo de la recesión amenazando de nuevo nuestras
cabañas. Hay que vigilar la subida del precio mayorista de la electricidad que se
ha cuadruplicado en un año, el encarecimiento del gas y de los derechos de
emisión de CO2, la subida de los costes del transporte de mercancías que
encarecen el comercio, los cuellos de botella que se están produciendo en las
cadenas globales industriales, los déficits de materias primas y bienes
intermedios y el alcance retrictivo para la movilidad de ‘Omicron’, la nueva
variante del virus Covid.
Sin abandonar un punto de optimismo.