La explosion del campo esta ultima semana tiene dos vectores: el primero la precariedad de los agricultores que cada vez ven pagados sus productos a precios más menguados. Pero igualmente sorprende negativamente el factor multiplicador del precio final del consumo en relación al de origen. Las causas son más complejas de lo que aparentan.
1. LA REVUELTA CAMPESINA.
Manfred Nolte
En solo veinte años, entre 1950 y 1970, el campo español se vació. Las
consecuencias de aquel éxodo marcan el carácter de la España de hoy, de la
España vacía y su causa principal, la depauperación del campo, la creciente
inviabilidad de nuestro sector primario. La agricultura (junto a la ganadería, la
pesca y la minería) que en los años de la autarquía y el aislacionismo posteriores
a la guerra española y la segunda guerra mundial representaba en España más
del 50% del PIB, dio gradualmente paso a la industrialización, a los servicios y a
la apertura internacional con el Plan de Estabilización. Luego vino el Mercado
común y más tarde el euro y la Unión Económica y Monetaria. Hoy en día, el
sector primario, la agricultura, la ganadería y la pesca apenas significan el 2,5%
del PIB.
La paradoja migratoria nos revela que, aunque la población española ha crecido
un 36% desde 1975 hasta los 47 millones de nuestros días, amplias zonas del país
se han trasladado desde el campo a las ciudades. Provincias como Soria han
perdido un 23% de su población y con ella Castilla y León, Aragón y Extremadura
entre otras. En las dos últimas décadas los municipios de mil habitantes o menos
han perdido el 9% de sus pobladores. El agro y la ganadería se han trocado por la
industria y los servicios en las grandes conurbaciones.
El campo no solo está desabastecido sino infravalorado. El reciente estallido
social y las manifestaciones, algunas violentas, acaecidas la semana pasada en
Don Benito (Badajoz), Madrid y en otros lugares de España no pueden sino
reclamar la atención de los espectadores imparciales. Los precios de los
productos del agro se encarecen en destino y simultáneamente se hunden en
origen. A ello hay que agregar que el desempleo agrario prosigue, después de las
fortísimas caídas del último trimestre de 2019, fundamentalmente en Castilla la
Mancha, Murcia y Andalucía. Las dos subidas consecutivas (28%) en un breve
plazo del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), tal vez han resultado ser la gota
2. de agua que ha hecho desbordar la amarga copa de la incomprensión hacia un
sector esencial, pero no es la razón única ni la más determinante. En el estallido
de la burbuja del campo español convergen en este momento dos graves
situaciones: la caída de los precios quelos campesinos obtienen por sus productos
y, a nivel sectorial, el encarecimiento desmesurado de su precio al término de su
cadena de distribución. En enero el Índice de Precios promedio en Origen y
Destino (IPOD) de productos agrarios y ganaderos se situó en 4,15. En algunos
artículos concretos es sensiblemente superior. Por ejemplo, se ha observado
como las patatas se pagaron en origen a 0,15 €/Kg de media, mientras que los
consumidores pagaban en los comercios a 1,20 €/Kg, lo que supone un
incremento del 700% en el trayectoque va desde la huerta a la mesa. Algo similar
sucede con las naranjas, las cebollas o los ajos.
Si el hartazgo de los microempresarios del campo suscita una comprensible
adhesión, el análisis que se vienerealizando sobre sus causas, y en alguna ocasión
sobre la determinación sus culpables, precisa de alguna importante
consideración. Son múltiples los factores a considerar para interpretar
correctamente las demandas de los agricultores y ganaderos junto a los
problemas estructurales del sector. Como se ha citado, las organizaciones
agrarias dan un peso relativoa las subidas del SMI según zonas y según sectores,
aunque no puede negarse un efecto subida a lo largo de todos los escalones de la
cadena alimentaria y no solo en los salarios directos de actividades de recogida
de frutas o verduras.
Los referidos efectos en la cadena tienen que ser matizados si tenemos en cuenta
que el 80% de la producción agraria española se destina a la exportación y solo el
20% se dirige a las empresas alimentarias minoristas o grandes superficies en el
país. De ahí que reclamar de las grandes superficies una solución al problema que
debatimos, como ha hecho el presidente del Gobierno, es utópico dado que
ejercen control sobre poco mas del 10% de la producción agrícola. Pero, es más.
En ningún caso las grandes superficies son las responsables de los graves
problemas citados. La mayor de las cadenas operantes en España, Mercadona,
con una facturación en 2018 de 24.305 millones de euros y un beneficio neto de
593 millones, obtuvo un margen del 2,43%, esto es de 2 céntimos de euro por
euro facturado. El modelo de Mercadona se basa en una actividad masiva con un
margen extremadamente ajustado, que difícilmente puede citarse como el
causante de la distorsión de los precios en la cadena alimentaria. Lasolución fácil,
aunque insuficiente, sería trasladar las subidas de precios a los agricultores hasta
nuestros supermercados.
Las razones de mayor peso pueden hallarse en los problemas externos derivados
de la política comunitaria bien sea por acción o por omisión. Los aranceles
impuestos sobre algunos productos españoles por la administración Trump, la
diferente varademedir la exigencia fitosanitaria a los productos nacionales frente
a los de países terceros elevan los costes nacionales por los altos estándares de
calidad exigidos frente a la permisividad aplicada a los productos de terceros,
tantoen producción agraria como en fertilizantes oproductos fito o zoosanitarios.
Mientras tanto no se traspone en España la directiva de competencia desleal que
interviene la cadena de distribución, manteniéndose de hecho la aberrante figura
de la ‘venta a pérdidas’.
3. Pero quizá el punto más delicado se situé en las amenazas volcadas en la Política
agraria Común (PAC) que se debate en estos momentos en Bruselas. La línea roja
política hay que situarla en que no se rebajen para España las ayudas europeas
PAC o de cohesión.
Quedan aun por recordar las medidas de cara al futuro. Aquellas que den un giro
a la concepción del campo como algo residual, carente de reconocimiento y con
el estigma de la contaminación o falta de concienciación respecto del cambio
climático.
Cuando la ley del mercado se desploma hay que luchar contra la despoblación y
la injusticia mediante políticas de subsidios. Lo hacen todos los países del mundo.
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