La autora critica el enfoque de las competencias educativas, argumentando que corresponde a un modelo globalizado impuesto por organismos financieros internacionales sin especialización en educación. Este enfoque presenta la formación como un proceso a lo largo de toda la vida orientado al mercado laboral, enfatizando características del escolanovismo pero ocultando su carácter humanista. Además, hace depender los resultados de la capacidad individual y la eficacia del sistema al exterior, lo que no alcanza para emancipar.