El autor argumenta que el mundo no es un conjunto de objetos externos observables, sino que surge de la interacción dinámica entre los seres humanos. El mundo real depende de cómo cada persona se relaciona y comunica con los demás, condicionado por su historia y sentimientos. Para alcanzar armonía, cada persona debe asumir la responsabilidad de sus acciones y entender que su realidad depende de cómo interactúa con los otros.