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Estudiantes:
Castro Eileen 28.338.632
Chávez Raúl C.I. 25.541.399
Ramos Katerin C.I. 28.466.633
Silva Mariuska C.I. 29.506.132
Sección 2105 PNF CP
Asignación:
Sistema Económico y Modelo
de Desarrollo Venezolano
Profesor:
Quintero Gutiérrez José Martin
Venezuela en el Siglo xx: El Tránsito hacia la
Modernidad
El siglo XIX fue una época sombría para Venezuela, señala Domingo Alberto
Rangel en su obra Venezuela en tres siglos (2004). En su transcurrir
desaparecieron industrias enteras, la mortalidad consumió a la población y una
‹guerra crónica de merodeo› donde los caudillos, nacionales y locales,
sustituyeron a la peonada y la azada por el fusil, lo que terminó por devastar lo
que quedaba.
Sin embargo, a finales de la primera década del siglo XX, el panorama que
ensombreció a Venezuela y promovió el desinterés que el mundo le manifestó,
comenzó a cambiar.
Fueron dos factores claves los que dieron lugar a este cambio, el primero fue la
apertura del canal de Panamá lo que convirtió a Venezuela en un país estratégico
para el comercio mundial, y el segundo fue el petróleo del subsuelo venezolano
lo que dio lugar a reservas de una materia prima fundamental para Europa y
Estados Unidos (Rangel, 2004).
Antes de la concreción de estos factores las condiciones que presentaba
Venezuela, eran las siguientes:
• Desde el punto de vista demográfico era un país con un crecimiento natural
primitivo
• Tenía una estructura geográfica de la población fundamentalmente rural y
prácticamente analfabeta.
• A principios del siglo XX, la población total era 2.542.316 y sólo alcanzó
2.992.468 efectivos en 1920 (Brito, 1966).
Ahora bien, en cuanto al cambio que suscitó por el petróleo, no fue sino hasta
1907 cuando compañías extranjeras —canadienses, holandesas y
estadounidenses— comenzaron a desarrollar en el territorio nacional, labores
de exploración y explotación a gran escala mediante la figura de concesiones
otorgadas por el Estado venezolano, a pesar de que fue en 1865 que se inició la
primera concesión para su explotación en el estado Táchira.
Posteriormente debido a los ajustes realizados en el esquema de la
participación del Estado en esta naciente actividad, conllevó el paso de un
impuesto por explotación a una renta lo cual produjo que el país experimentara
un excedente económico que nunca percibió con la agro-exportación. Este
ingreso continuó incrementándose en la medida que el gobierno fortaleció
progresivamente los mecanismos para apoderarse de la riqueza extraída del
subsuelo por empresas extranjeras.
La nueva bonanza no tardó en influir en la dinámica socioeconómica nacional,
especialmente después de la muerte del presidente Juan Vicente Gómez (1936).
Venezuela experimentó transformaciones sin precedentes en el continente
americano. En comparación con América Latina y el Caribe entre 1970 y 2010,
Venezuela tuvo un comportamiento en el proceso de urbanización que se
clasifica como excepcional, ya que Venezuela era uno de los países más
atrasados en materia de desarrollo a principios del siglo XX, dentro de la
región.
Venezuela en el Siglo xx: El Tránsito hacia la
Modernidad
Además de financiar el desarrollo socioeconómico de la nación, los ingresos
provenientes de la actividad petrolera también permitieron al Estado absorber
la mano de obra llegada a la ciudad, como afirma Baptista (2004), mediante la
provisión de empleo público.
Los ingentes ingresos petroleros también favorecieron que la dinámica del
sector público se hiciera autónoma de factores condicionantes como el
crecimiento de la población y la propia complejización de sus funciones
(Baptista, 2004). La figura 5 representa la relación entre el comportamiento del
empleo público venezolano entre el período 1936-2008 y el que debió tener, si
los factores antes mencionados hubiesen ejercido su función reguladora.
Frente al comportamiento que experimentó el empleo público en el país,
Baptista (2010: 176) señala: «Sentado el grado de desarrollo económico del país
y, por tanto, sus requerimientos normales de servicios de parte del Estado, el
empleo público en Venezuela llegó a ser en promedio, para el lapso 1945-2008,
casi el doble de lo que hubiera sido necesario».
Dado el conjunto de transformaciones financiado, sin lugar a dudas, a través del
ingreso petrolero, se puede afirmar que en Venezuela tuvo lugar un acelerado
proceso de desarrollo; uno imposible de lograr, en ritmo y calidad, si se hubiese
mantenido la agro-exportación como pilar de la economía nacional
El Petróleo en la Formación Política, Económica y Social de
Venezuela
Petróleo y Política en Venezuela
Con el auge de la actividad petrolera y la depresión del sector agro-exportador,
se inició en la década de los años 30 un gran debate en torno a qué hacer con los
ingresos derivados de la explotación y exportación de este recurso.
La discusión sobre el uso de los ingresos petroleros -propiedad de la Nación-, se
centró en dos tesis:
1. ‹Sembrar el Petróleo› planteada por Arturo Uslar Pietri, implementada con
rigor entre 1936 y 1945
2. ‹Distribuir la Renta Petrolera› propuesta por Rómulo Betancourt y Juan
Pablo Pérez Alfonzo, inicialmente puesta en práctica en el trienio 1945-
1948— (Crazut, 2006).
Desde la perspectiva de Uslar Pietri, cuyos primeros planteamientos fueron
expuestos en un editorial del diario Ahora (1936), los recursos provenientes de
la renta petrolera no debían tener otro destino que el desarrollo industrial y
agrícola del país.
En el pensamiento de Uslar Pietri subyacía una gran preocupación: la riqueza
fácil como factor de corrupción de la sociedad, debido a la generación de
actitudes facilistas y la propensión al despilfarro. Con la siembra del petróleo, a
juicio de este pensador, se lograría legitimar la renta petrolera, eliminar la
corrupción a que daba lugar un ingreso extraordinario no derivado del trabajo de
los nacionales y evitar la dependencia de un sólo recurso que, además, era finito
(España, 1988). La figura 6 intenta esquematizar las bases de la siembra del
petróleo.
Por otra parte, de acuerdo con Betancourt (2001), principal representante del
distribucionismo, la siembra del petróleo pasaba por alto la incongruencia entre
los grandes problemas que agobiaban a las mayorías nacionales y los elevados
ingresos que percibía el Estado por concepto de renta petrolera.
Por tanto, su destino no podía ser otro que la atención de las necesidades
primarias de la población para, posteriormente, ser invertido en el desarrollo
económico de la nación (Baptista y Mommer, 2006).
La racionalidad imperante de este estadista se centró en el hecho que de nada
serviría crear grandes industrias si en contrapartida, no existía una población
capaz de formar un mercado nacional amplio e integrado, que tuviera poder de
compra con el cual acceder a los productos nacionales.
El Petróleo en la Formación Política, Económica y Social de
Venezuela
La figura 7 muestra un esquema de la propuesta ‹Distribuir la Renta Petrolera›. Siguiendo los principios de la distribución de la ‹renta petrolera›, el trienio
adeco, dedicó sus esfuerzos a aumentar el gasto público para así mejorar las
condiciones de vida de la población, formar capital humano y crear un mercado
nacional.
No obstante, contrario a lo esperado, no se potenció la industria nacional, las
importaciones aumentaron y las presiones venidas del sector privado junto con
las críticas de la oposición, hicieron claudicar esta política hasta disminuir su
intensidad (España, 1988).
A partir de la instauración de la democracia en el país (1960 en adelante), la
política nacional fue una suerte de combinación entre la ‹siembra del petróleo› y
la ‹distribución de la renta›.
Así pues, en la lucha por evitar el despilfarro de la riqueza petrolera, lograr el
desarrollo industrial y eliminar la dependencia, tanto de las importaciones como
del petróleo, los diferentes planes de la Nación, se concentraron en cuatro
objetivos básicos que se extienden a la actualidad:
1. Diversificar la economía nacional
2. Lograr la equitativa distribución de la riqueza derivada del petróleo
3. Disminuir las importaciones
4. Mejorar el nivel de vida de los venezolanos
El Petróleo en la Formación Política, Económica y Social de
Venezuela
Petróleo y Economía en Venezuela
La producción petrolera en el país representó tanto cambios como permanencias
en la economía nacional. Cambios, porque constituyó el tránsito de una
economía centrada en una actividad poco tecnificada, de productividad en
franco descenso y en manos de los nacionales, a una de tecnología de punta,
productividad creciente y realizada por empresas y mano de obra extranjera.
Permanencias, porque siguió siendo una economía del sector primario, mono-
productora, dependiente de la dinámica del precio internacional de una materia
prima e importadora por excelencia; en este caso, se pasó del café —materia
prima del subsector agrícola—, al petróleo —materia prima del subsector
minero— y de allí en adelante, sólo será éste recurso, la base económica
nacional.
Frente a los ingentes ingresos petroleros, los impuestos derivados de las
actividades no petroleras perdieron progresivamente importancia para el sector
público, hasta el punto de ser casi dispensables para el funcionamiento del
Estado.
Sobre esta situación destaca Baptista (2010: 179): «…entre 1980 y 1992 el
monto de impuestos pagados por las personas naturales fue 0,8 % del ingreso
recibido, en tanto que las corporaciones no petroleras pagaron sólo 2,4 % en
promedio… El mismo concepto, en el caso de una economía como la
norteamericana, fue 13,4 %».
A razón de lo anterior, el gobierno venezolano dejó de requerir los aportes
privados, vía impuestos, para cumplir su función social; de hecho, creó y sigue
implementando otros mecanismos para hacer uso de la riqueza petrolera sin
necesidad del aporte económico de los venezolanos. Entre ellos, el subsidio a la
gasolina y de la moneda.
Frente a la abundancia de recursos financieros, el Estado venezolano,
particularmente de 1945 en adelante, apostó por promover el desarrollo
industrial y agrícola del país, en una primera etapa, de manera indirecta, a través
de la Corporación Venezolana de Fomento (1946) y, de manera directa, creando
industrias en diferentes ramas.
Inicialmente se concentró en fomentar las industrias básicas (desarrollo
energético-siderúrgico de Guayana y sistema de electrificación), de
alimentación, combustibles y habitación, esperando pasar luego al desarrollo de
industrias complementarias, semi-pesadas y pesadas. A la par iría
implementando programas de desarrollo agrícola, piscícola y pecuario
complementados con ‘la compra por agencia del Estado de los excedentes de
cosechas’ (Betancourt, 2001).
Para finales de la década de los años 50, bajo la consigna de diversificar el
aparato industrial a los fines de sustituir las importaciones, el Estado creó un
sistema de protección de la industria nacional frente a los bienes de consumo
provenientes del exterior y por medio de la Corporación Venezolana de Fomento
implementó un sistema de créditos para las nuevas industrias.
Fue así que, sostiene Purroy (1997), surgió el eje de desarrollo industrial
Caracas-Maracay-Valencia y el complejo industrial de Guayana.
El Petróleo en la Formación Política, Económica y Social de
Venezuela
Entre la década de los años 60 y 70, la política de sustitución de importaciones
comenzó a dar signos de agotamiento. El financiamiento industrial se hizo un
lastre difícil de mantener, el mercado interno fue insuficiente y las industrias
ineficientes y no competitivas, se acostumbraron a la protección estatal. Sin
embargo, gracias a la inusitada alza de los precios internacionales del petróleo,
el esquema sustitutivo volvió a tomar oxígeno (Purroy, 1997). Para la década de
los años 80, el Estado venezolano era propietario de 78 empresas de diferentes
ramos (Crazut, 2006) y se había desarrollado un sector industrial privado a la
sombra de éste, mediante créditos y decretos de prohibición de importaciones
(Melcher, 1995).
En el transcurso de la década en cuestión, a pesar de los ingresos petroleros, el
país incurrió en un elevado endeudamiento; la inestabilidad económica se hizo
común y se comenzaron a implementar mecanismos de estabilización —
devaluación de la moneda y control cambiario, p. ej.—. Ya para finales de la
década, el presidente Carlos Andrés Pérez, en un intento por reactivar la
economía, implementó las políticas de ajuste estructural del Fondo Monetario
Internacional que dieron origen a un desencanto popular por la eliminación de
subsidios y protección.
No obstante, tal y como recalca Purroy (1997), el alza de los precios del
petrolero dio un nuevo respiro económico y postergó la urgencia de las
reformas.
En el presente, tras una redefinición de la política de industrialización del país,
aparte de una nueva estatización de industrias de todo tipo, el Estado, por la vía
de la nacionalización mediante expropiaciones, apuesta por la denominada
Economía Popular, sustentada en empresas de producción social (EPS) que, al
igual que en épocas pasadas, se mantienen bajo la sombra del subsidio público.
A pesar de los esfuerzos realizados, la economía nacional actualmente sigue
siendo mono-productora y dependiente de la explotación y exportación de
petróleo, así como de las importaciones y el sector industrial. Evidencias de ello
son las cifras de exportación de CONAPRI (2010) representadas en la figura 9.
Como se puede concluir de la figura 9, las exportaciones del país siguen siendo
fundamentalmente petroleras. Las importaciones de bienes se comportan al
ritmo que establecen las exportaciones del mineral y, lo más grave, es que el
país comenzó, a partir de 2006, a incrementar sus importaciones petroleras.
El Petróleo en la Formación Política, Económica y Social de
Venezuela
Petróleo y Sociedad en Venezuela
Sobre la base de la propiedad estatal-nacional del petróleo, se creó entre la
sociedad venezolana y el Estado un acuerdo tácito, reforzado además por las
ideas que sustentaron particularmente la tesis de la ‹Distribución de la Renta
Petrolera›: el Estado percibe una renta que debe hacerla llegar a todos los
venezolanos, independientemente de cuál sea la participación en su generación.
De esta manera, a la luz de la relación contrato social-pacto fiscal, el Estado
venezolano debe cumplir sus funciones sin que sea necesario para ello, la
contribución material de los venezolanos.
A los fines de que el Estado pueda cumplir sus funciones, el contrato social
arropa otro tipo de acuerdo: el pacto fiscal, el cual contempla los mecanismos de
financiamiento de las políticas a implementar para cumplir el contrato. La lógica
imperante es: para disfrutar de los beneficios del contrato social es necesario un
esfuerzo común. En la medida en que el Estado adquiera más responsabilidades
sociales, en esa medida se adecuará el pacto fiscal para garantizar la base
material que respaldará económicamente su actuación. La figura 10 intenta
representar la lógica antes señalada.
Bajo estas premisas se instituye y adecúa la relación Estado-sociedad civil en
los países industrializados, así como la política fiscal —dentro de ella la presión
tributaria— que respalda el Estado social.
En el caso venezolano, debido a la propiedad estatal-nacional del petróleo y a
los ingentes recursos provenientes de su explotación, el pacto fiscal se ha
caracterizado por una carga impositiva muy baja.
Esta tradición tributaria ha traído consigo en Venezuela, como sostienen
Rodríguez y Rodríguez (2012), una relación ciudadano-Estado de dependencia
unidireccional; en este particular, los ciudadanos esperan y dependen, para
mejorar sus condiciones de vida, del reparto que realiza el Estado de la riqueza
petrolera y no, como ocurre en países con economías tradicionales, donde el
Estado depende de los aportes de los ciudadanos para cumplir sus funciones. La
figura 13 muestra el esquema general de este pacto fiscal rentista.
El Petróleo en la Formación Política, Económica y Social de
Venezuela
Ésta forma de relacionamiento ha permitido la preponderancia del Estado
venezolano sobre la sociedad civil modelando «…las creencias y expectativas
que constituyen el contrato fiscal rentista: el Estado como padre proveedor,
financiado por una abundancia infinita, y el ciudadano como dependiente
receptor» (Rodríguez y Rodríguez, 2012: 110).
Los principios de esta relación se han profundizado en tal medida, que la
dinámica de las crisis sociales del país depende de la capacidad distributiva del
Estado y de la propia cantidad de riqueza distribuida.
En la actualidad, las premisas del contrato fiscal rentista están más enraizadas
aún. La distribución de la renta petrolera se hace cada vez más de manera
directa y discrecional en la selección de los beneficiarios, con el agravante de
que los criterios prevalecientes son más políticos que sociales. Al respecto,
Rodríguez y Rodríguez (2012: 114) apuntan: «Entre 2004 y 2011, en promedio,
37 % de los ingresos petroleros dirigidos al gato público se han manejado fuera
del presupuesto. En 2011 esta cifra alcanzó 65 %...».
Los Ingresos Petroleros en el Imaginario
Venezolano
El imaginario de una sociedad constituye el sistema de creencias y de
representaciones, en constante formación, que comparten sus miembros en un
momento dado. Del mismo deriva, en palabras de Rojas (2011: 26), «…un orden
simbólico que le da sentido a las instituciones sociales y al propio individuo» y,
de acuerdo a la dinámica de desarrollo de esa sociedad, el mismo se re-crea o se
transforma. De allí que se pueda hablar de ‹imaginarios›.
A juicio de Castoriadis (2007: 258), el imaginario no es lo real, tampoco lo
racional o irracional, ni verdadero ni falso, sino del orden de la significación;
«…es la creación imaginaria propia de la historia, aquello en y por lo que la
historia se construye…». Moldea la mentalidad, los valores, los hábitos y las
actitudes, individuales y colectivas, a partir de las cuales se hace frente a la
cotidianidad.
Según Arenas (2012), el imaginario es importante porque crea realidad y, si es
político más aún, pues desde éste se diseñan e implementan acciones que
intervienen en el orden social. Como sostiene Dávila (2005), lo político media
en el sistema de creencias colectivas sobre el poder y su acción sobre todo con
lo que éste se relaciona.
En el caso venezolano, ese sistema de creencias y de representaciones, ese
imaginario social desde el inicio de la actividad petrolera, es el resultado del
influjo de diversos mensajes empleados para:
• Legitimar una riqueza disfrutada por los venezolanos, pero no producida por
éstos.
• Justificar la lucha del gobierno para que el Estado lograra una mayor
participación en las ganancias de la actividad
• Movilizar políticamente el sentimiento nacional, según los intereses
partidistas.
Su surgimiento fue tan abrupto como la modernización misma del país y se
superpuso a una Venezuela de mitos, supersticiones y magia que se hizo
moderna, como diría Picón Salas (citado en Dávila, 2005: 6): «…sin contar con
el respaldo del imaginario de la modernidad».
Algunos elementos del imaginario petrolero del venezolano están dados por:
• El país extremadamente rico
• El igualitarismo
• El Estado todopoderoso
• El pueblo expoliado, desangrado, por capitales extranjero
• El fracaso político por no haber logrado la ‹siembra del petróleo›
• El clientelismo y la epopeya de la viveza
• La corrupción como forma de vida
Los Ingresos Petroleros en el Imaginario
Venezolano
Ahora bien, la idea del ‹país extremadamente rico›, porque es heredero de una
inmensa fortuna natural, por la gracia de Dios (Ugalde, 2001), ha creado en el
venezolano la sensación de poder crecer económicamente de manera acelerada y
atender, por la vía del dinero, problemas de diversa índole sin necesidad, como
contrapartida, de ningún tipo de esfuerzo relacionado con el aumento de la
productividad, el ahorro, la mesura y la organización. Desde esta perspectiva,
los ingresos petroleros alcanzan para dar respuesta a todo tipo de necesidades
(Romero, 1996). En este caso, el problema no es de producción sino de
distribución; la pobreza no se vincula con la baja productividad del trabajo
nacional, sino con una ineficiente distribución de la riqueza petrolera.
Seguidamente, tomando a Ramírez (2003), se puede afirmar que igualitarismo
difiere de igualdad, ya que esta última refiere equivalencia en el acceso a las
oportunidades y opciones, y, por tanto, la responsabilidad juega un rol
primordial en la superación individual.
Por su parte, en el igualitarismo se desestima cualquier esfuerzo particular,
puesto que todos se consideran iguales y, por tanto, portadores de los mismos
derechos sin importar el esfuerzo que se imprima o la preparación que se
disponga. Ello, a juicio de la referida autora, desvaloriza en el vocabulario
popular venezolano el elemento ‘responsabilidad’.
Es tan importante esta idea del igualitarismo que los gobiernos venezolanos,
unos más que otros, se han caracterizado por no promover ni la competencia, ni
el mérito, ni el esfuerzo personal y tal vez, sin planteárselo, han establecido un
sistema de nivelación en detrimento de la excelencia (Ramírez, 2003).
Continuado hasta nuestros días, este elemento del imaginario venezolano se ha
exacerbado en el marco de una política populista, en la cual «La igualdad hace a
los desiguales menos desiguales a través de las distintas políticas públicas del
Gobierno. El igualitarismo coloca a todo el mundo en un mismo rasero,
decidido arbitrariamente por un poder, en este caso el Gobierno» (Sucre
Heredia, citado en: Espinoza, 2008: s/p).
Y es en el marco de este igualitarismo que surge el tercer elemento
característico del imaginario venezolano vinculado con el petróleo: el Estado
todopoderoso, pues es éste el que por medio de sus acciones logra igualar a la
sociedad.
En el seno de la Venezuela petrolera, el ‹Estado todopoderoso› es aquel que
«…no sólo decide que esos recursos suyos [los derivados de la actividad
petrolera] circulen internamente, sino también acerca de quién habrá de
recibirlos. Por consiguiente, la distribución de la renta del petróleo tiene
también un carácter político…» (Baptista, 2004: 251).
Dado esto, es el Estado el que maneja cuantiosos ingresos y que además, por su
naturaleza, lo hace discrecionalmente para financiar el desarrollo nacional y su
propia legitimación, de forma selectiva y excluyente, de acuerdo con lealtades
políticas (Rodríguez y Rodríguez, 2011).
Ese Estado todopoderoso «…tiene casi total independencia frente al resto de
factores de la sociedad y una capacidad gigantesca de incidir en la actividad
económica y de producir fortunas en manos de algunos… individuos o
empresas» (Briceño-León, 2004: 330). Dado lo anterior, la idea subyacente es
que el destino del país está en manos del Estado y, particularmente, en el
gobierno.
Los Ingresos Petroleros en el Imaginario
Venezolano
En el caso de la idea del ‹pueblo expoliado, desangrado, por capitales
extranjeros›, se destaca el nuevo contenido del discurso político que refuerza
este elemento en el imaginario nacional, desde el primer gobierno del presidente
Chávez (1999-2001): la expoliación hecha por las propias élites nacionales.
Sobre este tema, Arenas (2012: 142-143) señala dos componentes discursivos
cruciales:
«…la renta pertenece al pueblo, pero una elite corrupta se apodera de ella,
despojando al resto de la sociedad»
«Nunca hubo una gota de petróleo para el pueblo de Venezuela, el petróleo se lo
chupó la oligarquía criolla y sobretodo el imperio norteamericano».
El ‹fracaso político por no haber logrado la siembra del petróleo› es otro
componente importante del imaginario venezolano, particularmente en el seno
de la comunidad intelectual del país, y que permanece hasta la actualidad.
Ross (2008: 17), afirma lo siguiente: «El problema fundamental que confronta
la economía y la sociedad venezolana es que a pesar de la posesión y
explotación de uno de los recursos más valiosos del planeta… y del hecho que
éstos hayan generado una cuantiosa magnitud de recursos financieros, los
resultados económicos y sociales en el largo plazo han sido decepcionantes…».
Si bien la idea del fracaso, por no haber logrado la siembra del petróleo, es un
elemento del imaginario venezolano que tiene su origen en los círculos
intelectuales, ha contribuido a crear un halo de frustración, de metas no
cumplidas que, si se suman al imaginario del pueblo expoliado, dan como
resultado una sociedad con una baja autoestima.
El ‹clientelismo y la epopeya de la viveza› son otros elementos del imaginario
venezolano de esta etapa petrolera que, podría afirmase, se relacionan con lo
que Guédez (2003) denomina el (anti)capital ideológico caracterizado por una
actitud reactiva y excluyente. En este caso, el venezolano antes que actuar,
prefiere reaccionar y, en lugar de incluir, tiende a excluir producto de una gran
desconfianza que se puede decir, deviene de su conocida ‹viveza› que entraña
engaño, mentira, falta de palabra y mala fe (Ramírez, 2003).
Debido a la preeminencia del (anti)capital ideológico en el país es posible
señalar que el clientelismo se ha establecido como un tipo de estrategia de
sobrevivencia de la población. Altez (2000: 438) considera que el clientelismo
es un «…comportamiento característico de los individuos pertenecientes al
Los Ingresos Petroleros en el Imaginario
Venezolano
sector popular cuando intentan acceder a otros espacios, fundamentalmente
cuando aspiran elevar su status social y no cuentan con los instrumentos
exigidos y necesarios para ello».
Finalmente, la ‹corrupción como forma de vida›, es un elemento que se
relaciona con la propiedad estatal-nacional del petróleo. Briceño-León (2004:
337) sostiene: «La idea que el petróleo es de todos y que en consecuencia la
riqueza petrolera es propiedad de todos hace que se pueda justificar que uno
intente tomar su porción de la torta, pues no se está tomando algo que es de otro,
sino que es de uno mismo pues ha debido repartirse. La crítica surge hacia otros
que… han acaparando la torta y dedicado a comer solos…».
La concepción de la propiedad del petróleo, a lo largo de discursos políticos de
décadas, ha creado una deformación en el sistema de valores del venezolano, en
materia de corrupción. De hecho, Briceño-León (2004) afirma que la corrupción
no siempre es mal vista y, en gran medida, es consecuencia del sistema de
recompensa y castigo del país, ya que los actos de corrupción escasamente son
condenados.
La redes clientelares aunque no necesariamente conducen a la corrupción,
fácilmente puede prestarse para ello. A lo interno se crea una base de
relacionamiento deformado en el cual, el beneficio no se logra por una
capacidad o un esfuerzo, sino por el contacto hecho, y en buena medida, ese
contacto, se caracteriza por ‹no comer sólo›.
El imaginario así construido ha dado lugar a una fuerte externalidad en el
venezolano. Prevalece, a juicio de Ugalde (2001), el ‹locus de control externo›
según el cual, para la persona la solución de sus problemas no descansa en su
capacidad y esfuerzo, sino en factores externos: el capitalismo, el gobierno, la
suerte, Dios, entre otros. En el marco de estas creencias, señala España (2001),
no falta quienes crean que no pueden hacer mucho para mejorar su situación y
requieren de la ayuda de otros.
Como se puede apreciar, los elementos referidos son base de un sistema de
creencias a partir del cual los venezolanos se mueven día a día, se relacionan
entre sí y plantean su vida. Incuestionablemente, este sistema de creencias ha
sido permeado por la riqueza petrolera y fortalecido por el discurso político y la
actividad partidista, particularmente, desde el comienzo de la era democrática.
La Cuestión del Petróleo y su Recta Contabilización
Cabe comenzar por lo que debería ser más bien la conclusión de un argumento.
Sólo es posible captar la naturaleza económica del petróleo si a éste se lo mira a
través de unos lentes que habrán de juzgarse en general como anacrónicos. De
hecho, por su mediación se lo ve como una especie de reliquia cuya única
misión es la de permitir recordar, y éste es un pensamiento generalizado, como
era el mundo cuatro o cinco siglos atrás, cuando de otro modo la marea de los
tiempos, muy rápidamente, estaba destruyendo antiguas formas de vida
económica.
El petróleo es un indispensable medio de producción para el mundo
contemporáneo, con una particularidad, sin embargo: es un medio no producido.
Cuando la Oficina de Estudios Geológicos de Estados Unidos informó hace
unos años que para julio de 1858, un tiempo antes de iniciarse la explotación
petrolera comercial en el mundo, la disponibilidad de petróleo era de unos 2,5
billones de barriles (trillones anglosajones), no estaba diciendo otra cosa sino
que el petróleo es un medio de producción no producido. En tal estricto sentido
es parte de la riqueza de la humanidad, mas no lo es, ciertamente, del capital de
la humanidad (v. Ricardo, 1951:cap. XX).
La Renta Territorial del Petróleo
La expresión «renta» tiene un significado mucho más limitado y rico al mismo
tiempo, que sirve para nombrar la clase de remuneración a la que tiene derecho
el propietario de unos medios de producción no producidos, cuando esos medios
son parte de una relación económica moderna. Esta cita que a continuación se
transcribe se pone de manifiesto tanto la complejidad de la materia envuelta
como la clara posibilidad de comprenderla, sólo si usan de manera adecuada
aquellos lentes presuntamente anacrónicos.
El representante de la tierra como capital no es el terrateniente, sino
el agricultor. Los frutos rendidos por la tierra como capital son intereses y
beneficios industriales, no renta. La tierra, en cuanto rinde interés o beneficios,
es un capital, y como tal capital no genera renta, valga decir, no es una
propiedad territorial. [En suma,] la renta resulta de las relaciones sociales dentro
de las cuales toma lugar el aprovechamiento de la tierra. No es el producto de
una naturaleza más o menos durable del suelo. La renta es una consecuencia de
la sociedad, no de la tierra (Marx, 1971:165).
La Medida Contable de la Renta del Petróleo
Por ser el petróleo, desde siempre, un objeto mercantil propio del comercio
mundial, hay que desprender del funcionamiento y prácticas de dicho ámbito las
referencias de medida.
Las condiciones de explotación del recurso en su interior sirven como patrón
referencial. Por ejemplo, para el año 2000, la producción de petróleo por pozo
en el mundo era de unos 75 barriles por día; en Venezuela esa magnitud era de
unos 150 barriles/día, mientras que en EE. UU. era de 10,9 barriles/día (OPEC,
2002; U.S. Department of Commerce, 2004).
La rentabilidad del capital en la explotación petrolera en EE. UU. es la
referencia que servirá para calcular el verdadero producto del sector petrolero
venezolano. El gráfico 2 ofrece la tasa general de beneficios en el caso del
petróleo estadounidense. Se muestra también la tasa implícita de beneficio en
los cálculos convencionales del producto interno petrolero en Venezuela.
La Cuestión del Petróleo y su Recta Contabilización
La brecha que se muestra entre una y otra tasa de rentabilidad es el espacio
económico donde el propietario del recurso dirige su mirada. Su remuneración
surge de allí: ese es el ámbito propio de la renta territorial del petróleo. Ahora
bien, y este es un punto decisivo de todo el argumento: esa remuneración, que es
entonces una renta territorial originada en el mercado mundial y que desde este
último capta el propietario, no tiene por qué formar parte del producto, aunque,
obviamente, sí del ingreso nacional. Y no debe formar parte del producto por la
elemental razón de que ni el trabajo ni el capital nacional se hallan tras su
generación.
A diferencia del modo convencional de proceder, aquí se excluye ese ingreso
que capta el propietario del recurso petrolero en Venezuela por las
circunstancias privilegiadas de sus yacimientos, además de por la acción –
acción del Estado– dirigida a valorizar mercantilmente su propiedad territorial.
El gráfico 3 representa el producto petrolero en sus dos versiones: el de las
cuentas nacionales convencionales, equivocado sin duda, y el que resulta de las
consideraciones anteriores.
Todo ello da pie para el gráfico 4, donde se exhibe el desempeño económico
general de la economía. Se brindan dos versiones, atendiendo a los argumentos
anteriores: el producto interno bruto convencional y lo que habrá de llamarse en
adelante el producto interno bruto no rentístico.
La Cuestión del Petróleo y su Recta Contabilización
Una importante consecuencia que es preciso poner de relieve tiene que ver con
las exportaciones petroleras. En efecto, su estimación en las cuentas
convencionales del gasto interno bruto adolece del mismo y severo defecto de
incluir lo que no se debe, esto es, el monto de la renta del petróleo. Para insistir
en el argumento, esa significativa porción del excedente de operación del
negocio petrolero que capta el propietario del recurso en su condición de tal no
se origina en el esfuerzo productivo representado por el trabajo y el capital
nacionales, y en tal sentido debe quedar por fuera de los cálculos.
En el gráfico 5 se representa el porcentaje respecto del producto interno tanto de
las exportaciones petroleras convencionales como de las que excluyen la renta.
En suma, la estructura de la economía venezolana contiene un rasgo muy
singular, a saber: que su ingreso nacional es significativamente mayor que el
producto nacional neto de depreciación, esto es, que el producto del que se han
deducido ya las transferencias netas con cargo a la propiedad de no residentes
(gráfico 6). Tal diferencia, que en promedio monta a un 20 % para todo el
período de observación (1936-2002), conforma una peculiaridad histórica
merecedora de toda la atención. Tal peculiaridad justifica con creces que a dicha
estructura se le dé un nombre propio: capitalismo rentístico.
La Naturaleza del Capitalismo Rentístico
A los fines de dar cuenta del singular carácter del capitalismo rentístico en sus
aspectos cuantitativos, conviene detenerse en algunos aspectos sobresalientes de
su estructura.
El tamaño del empleo público
El Estado propietario del recurso petrolero, y, por ende, perceptor originario de
la renta, goza de márgenes de acción excepcionales. Uno de ellos es la
capacidad de ofrecer empleos directos sin generar presiones inflacionarias.
Obviando aquí aspectos argumentales que pertenecen a otro ámbito, y que
justifican el método de indagación que lleva a las cifras por brindar, vale mirar
al tamaño relativo del empleo público en Venezuela teniendo como orientación
la vasta experiencia de la vida económica en Occidente, que atestigua una sólida
relación entre el grado de desarrollo económico de un país –medido por su
producto per cápita– y el tamaño relativo del empleo público.
Dada, pues, una larga experiencia estadísticamente documentada que pone al
descubierto la antedicha relación, es posible dar una idea de cuáles pueden ser
los volúmenes de empleo público que se espera tenga una economía cualquiera
en unas circunstancias específicas. Para el caso particular de Venezuela, así, y
durante el período comprendido entre 1950 y el año 2001, se pueden calcular las
cifras sobre los volúmenes del empleo público que correspondían a su grado
relativo de desarrollo. Estas cifras se denominan empleo «normal» en el cuadro
1. El empleo «efectivo», por su parte, es el que reportan las fuentes oficiales, y
el que se llama «excedentario» es el obtenido luego de deducir el normal del
efectivo.
Como se ve, pues, el volumen del empleo público excedentario es enorme. Su
promedio durante los cincuenta años referidos es de 56%, lo que bien se
entenderá como una genuina «anomalía». Por lo demás, la contrapartida
económica de esta realidad no puede ser otra que ese ingreso extraordinario
proveniente del extranjero que el Estado recibe por su sola condición de
propietario del recurso petrolero.
Las Relaciones del Mercado de Trabajo
El mercado de trabajo está dominado por una relación primordial, a saber, que
las variaciones de los salarios reales se ajustan siempre y en todo caso a las
variaciones de la productividad. Entre 1950 y 2004 la productividad de la
economía de EE. UU. creció a una tasa anual del 1,34%, en tanto que los
La Naturaleza del Capitalismo Rentístico
salarios reales lo hicieron a una tasa del 1,22%. De manera que el cociente entre
ellas, como se puede juzgar, es mayor que la unidad.
Este, pues, es el rasgo dominante del mercado de trabajo contemporáneo.
Pueden, desde luego, darse desviaciones más o menos significativas de esta
suerte de regularidad, pero por lo general su lapso de vigencia es muy breve.
La experiencia de Venezuela hace patente una sistemática desviación de la
antedicha regularidad, y, de nuevo, la causa a la que debe dirigirse la atención
es, por fuerza, la renta del petróleo.
El Patrón de Acumulación
La economía capitalista impone un patrón de acumulación de capital que tiene
muy diversas manifestaciones. Una de ellas puede tomarse como representativa.
En efecto, las necesidades de inversión suponen la disposición de recursos que
de otra manera podrían, por ejemplo, consumirse.
Las circunstancias propias de Venezuela se apartan del comportamiento normal
o esperado, ya que el consumo por habitante se expande, en el extremo, a la
misma tasa a la cual lo hace la producción en general. El gráfico 8 refiere el
desenvolvimiento del consumo y del producto por habitante, en el período 1936-
2002.
Aquí se muestran, en aparente continuidad, dos tiempos del país. Tomando el
primero de ellos, que abarca las décadas que corren entre los años treinta y
finales de los setenta, el resultado es singular. El consumo creció entonces al 4%
anual, en tanto el producto sólo al 3,1. El cociente entre ambos crecimientos, por
consiguiente, es 1,27. Si se acota el período para el lapso 1950-1978, la
singularidad es aún mayor. El cociente, en estas circunstancias, monta a 1,86.
Pero el patrón de acumulación puede verse desde otro ángulo, no menos
interesante que el precedente. En efecto, la propiedad del acervo de capital,
pública o privada, es un poderoso indicador de su carácter y, por consiguiente,
del todo de la sociedad en escrutinio.
En el caso de Venezuela, el patrón de acumulación de Venezuela exhibe un
peculiar desenvolvimiento. Lo sobresaliente, para empezar, es la importancia
relativa de la propiedad pública, que al presente toma cerca del 70% del capital
total.
La Naturaleza del Capitalismo Rentístico
La sobrevaluación del tipo de cambio
La economía de Venezuela, salvo unos pocos años, ha podido mantener una tasa
de cambio de su moneda significativamente sobrevaluada. Según lo expresado
en el gráfico 11 se quiere indicar con esto que los compradores de dólares a
cambio de bolívares han conseguido como resultado de la compra-venta más
poder adquisitivo del que tenían antes de la transacción en cuestión. Esa
diferencia, en el caso venezolano tiene su contrapartida en el ingreso rentístico
de propiedad del Estado.
La Inviabilidad del Capitalismo Rentístico
El capitalismo rentístico es una estructura inviable, en el estricto sentido de que
carece de mecanismos de autorregulación, valga decir, y en los términos
convencionales de la teoría económica, carece de un equilibrio estable (v.
Baptista, 1997, passim). Ello significa, además, su imposibilidad de auto-
reproducirse, y por lo tanto de garantizar un crecimiento sostenido de su
actividad económica.
El análisis económico tiene en la relación capital-producto un poderoso
indicador del estado general de la economía. Más aún, es un índice grandemente
revelador de la intensidad de una crisis económica, puesto que en él se refleja,
como en ninguno otro, la capacidad auto-reproductiva de la estructura
económica.
El cuadro 2 que sigue, da cuenta de las variaciones de este indicador en
situaciones de agudas crisis económicas. Se muestra así la variación porcentual,
en los años críticos, respecto del valor promedio de la relación comentada
durante la década previa.
Es patente, pues, como el colapso que experimenta Venezuela en los años
decisivos de finales de los años setenta resulta de un desequilibrio sin paralelo
en la vida económica contemporánea. Ello es expresión indudable del
capitalismo rentístico. Pero esto no concluye aquí. El capitalismo rentístico lleva
en su interior un desbalance primordial en sus relaciones de poder, que
igualmente hacen su reproducción insostenible (v. Baptista, 2004:cap.11).
La Naturaleza del Capitalismo Rentístico
La sociedad moderna descansa sobre la recíproca necesidad que entre sí tienen,
de una parte, el poder político, encarnado en el Estado, y de la otra parte, el
poder económico, monopolio de la sociedad civil. A la pobreza material del
Estado, compensada por lo que representa el poder político, se le contrapone la
riqueza material tras los intereses privados, huérfana siempre de garantías
políticas para poder florecer. Este balance de fuerzas, de recíprocas
codependencias, asienta un marco de cosas que hace propicio el
desenvolvimiento de los intereses privados, y por consiguiente, la creciente
marcha de los asuntos económicos.
El capitalismo rentístico carece de este balance primordial. Su Estado es
económicamente autónomo, por ser propietario de unos medios de producción
que remunera el mercado mundial. Ello cobra un altísimo precio, que no es otro
que su inviabilidad.

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  • 2. Venezuela en el Siglo xx: El Tránsito hacia la Modernidad El siglo XIX fue una época sombría para Venezuela, señala Domingo Alberto Rangel en su obra Venezuela en tres siglos (2004). En su transcurrir desaparecieron industrias enteras, la mortalidad consumió a la población y una ‹guerra crónica de merodeo› donde los caudillos, nacionales y locales, sustituyeron a la peonada y la azada por el fusil, lo que terminó por devastar lo que quedaba. Sin embargo, a finales de la primera década del siglo XX, el panorama que ensombreció a Venezuela y promovió el desinterés que el mundo le manifestó, comenzó a cambiar. Fueron dos factores claves los que dieron lugar a este cambio, el primero fue la apertura del canal de Panamá lo que convirtió a Venezuela en un país estratégico para el comercio mundial, y el segundo fue el petróleo del subsuelo venezolano lo que dio lugar a reservas de una materia prima fundamental para Europa y Estados Unidos (Rangel, 2004). Antes de la concreción de estos factores las condiciones que presentaba Venezuela, eran las siguientes: • Desde el punto de vista demográfico era un país con un crecimiento natural primitivo • Tenía una estructura geográfica de la población fundamentalmente rural y prácticamente analfabeta. • A principios del siglo XX, la población total era 2.542.316 y sólo alcanzó 2.992.468 efectivos en 1920 (Brito, 1966). Ahora bien, en cuanto al cambio que suscitó por el petróleo, no fue sino hasta 1907 cuando compañías extranjeras —canadienses, holandesas y estadounidenses— comenzaron a desarrollar en el territorio nacional, labores de exploración y explotación a gran escala mediante la figura de concesiones otorgadas por el Estado venezolano, a pesar de que fue en 1865 que se inició la primera concesión para su explotación en el estado Táchira. Posteriormente debido a los ajustes realizados en el esquema de la participación del Estado en esta naciente actividad, conllevó el paso de un impuesto por explotación a una renta lo cual produjo que el país experimentara un excedente económico que nunca percibió con la agro-exportación. Este ingreso continuó incrementándose en la medida que el gobierno fortaleció progresivamente los mecanismos para apoderarse de la riqueza extraída del subsuelo por empresas extranjeras. La nueva bonanza no tardó en influir en la dinámica socioeconómica nacional, especialmente después de la muerte del presidente Juan Vicente Gómez (1936). Venezuela experimentó transformaciones sin precedentes en el continente americano. En comparación con América Latina y el Caribe entre 1970 y 2010, Venezuela tuvo un comportamiento en el proceso de urbanización que se clasifica como excepcional, ya que Venezuela era uno de los países más atrasados en materia de desarrollo a principios del siglo XX, dentro de la región.
  • 3. Venezuela en el Siglo xx: El Tránsito hacia la Modernidad Además de financiar el desarrollo socioeconómico de la nación, los ingresos provenientes de la actividad petrolera también permitieron al Estado absorber la mano de obra llegada a la ciudad, como afirma Baptista (2004), mediante la provisión de empleo público. Los ingentes ingresos petroleros también favorecieron que la dinámica del sector público se hiciera autónoma de factores condicionantes como el crecimiento de la población y la propia complejización de sus funciones (Baptista, 2004). La figura 5 representa la relación entre el comportamiento del empleo público venezolano entre el período 1936-2008 y el que debió tener, si los factores antes mencionados hubiesen ejercido su función reguladora. Frente al comportamiento que experimentó el empleo público en el país, Baptista (2010: 176) señala: «Sentado el grado de desarrollo económico del país y, por tanto, sus requerimientos normales de servicios de parte del Estado, el empleo público en Venezuela llegó a ser en promedio, para el lapso 1945-2008, casi el doble de lo que hubiera sido necesario». Dado el conjunto de transformaciones financiado, sin lugar a dudas, a través del ingreso petrolero, se puede afirmar que en Venezuela tuvo lugar un acelerado proceso de desarrollo; uno imposible de lograr, en ritmo y calidad, si se hubiese mantenido la agro-exportación como pilar de la economía nacional
  • 4. El Petróleo en la Formación Política, Económica y Social de Venezuela Petróleo y Política en Venezuela Con el auge de la actividad petrolera y la depresión del sector agro-exportador, se inició en la década de los años 30 un gran debate en torno a qué hacer con los ingresos derivados de la explotación y exportación de este recurso. La discusión sobre el uso de los ingresos petroleros -propiedad de la Nación-, se centró en dos tesis: 1. ‹Sembrar el Petróleo› planteada por Arturo Uslar Pietri, implementada con rigor entre 1936 y 1945 2. ‹Distribuir la Renta Petrolera› propuesta por Rómulo Betancourt y Juan Pablo Pérez Alfonzo, inicialmente puesta en práctica en el trienio 1945- 1948— (Crazut, 2006). Desde la perspectiva de Uslar Pietri, cuyos primeros planteamientos fueron expuestos en un editorial del diario Ahora (1936), los recursos provenientes de la renta petrolera no debían tener otro destino que el desarrollo industrial y agrícola del país. En el pensamiento de Uslar Pietri subyacía una gran preocupación: la riqueza fácil como factor de corrupción de la sociedad, debido a la generación de actitudes facilistas y la propensión al despilfarro. Con la siembra del petróleo, a juicio de este pensador, se lograría legitimar la renta petrolera, eliminar la corrupción a que daba lugar un ingreso extraordinario no derivado del trabajo de los nacionales y evitar la dependencia de un sólo recurso que, además, era finito (España, 1988). La figura 6 intenta esquematizar las bases de la siembra del petróleo. Por otra parte, de acuerdo con Betancourt (2001), principal representante del distribucionismo, la siembra del petróleo pasaba por alto la incongruencia entre los grandes problemas que agobiaban a las mayorías nacionales y los elevados ingresos que percibía el Estado por concepto de renta petrolera. Por tanto, su destino no podía ser otro que la atención de las necesidades primarias de la población para, posteriormente, ser invertido en el desarrollo económico de la nación (Baptista y Mommer, 2006). La racionalidad imperante de este estadista se centró en el hecho que de nada serviría crear grandes industrias si en contrapartida, no existía una población capaz de formar un mercado nacional amplio e integrado, que tuviera poder de compra con el cual acceder a los productos nacionales.
  • 5. El Petróleo en la Formación Política, Económica y Social de Venezuela La figura 7 muestra un esquema de la propuesta ‹Distribuir la Renta Petrolera›. Siguiendo los principios de la distribución de la ‹renta petrolera›, el trienio adeco, dedicó sus esfuerzos a aumentar el gasto público para así mejorar las condiciones de vida de la población, formar capital humano y crear un mercado nacional. No obstante, contrario a lo esperado, no se potenció la industria nacional, las importaciones aumentaron y las presiones venidas del sector privado junto con las críticas de la oposición, hicieron claudicar esta política hasta disminuir su intensidad (España, 1988). A partir de la instauración de la democracia en el país (1960 en adelante), la política nacional fue una suerte de combinación entre la ‹siembra del petróleo› y la ‹distribución de la renta›. Así pues, en la lucha por evitar el despilfarro de la riqueza petrolera, lograr el desarrollo industrial y eliminar la dependencia, tanto de las importaciones como del petróleo, los diferentes planes de la Nación, se concentraron en cuatro objetivos básicos que se extienden a la actualidad: 1. Diversificar la economía nacional 2. Lograr la equitativa distribución de la riqueza derivada del petróleo 3. Disminuir las importaciones 4. Mejorar el nivel de vida de los venezolanos
  • 6. El Petróleo en la Formación Política, Económica y Social de Venezuela Petróleo y Economía en Venezuela La producción petrolera en el país representó tanto cambios como permanencias en la economía nacional. Cambios, porque constituyó el tránsito de una economía centrada en una actividad poco tecnificada, de productividad en franco descenso y en manos de los nacionales, a una de tecnología de punta, productividad creciente y realizada por empresas y mano de obra extranjera. Permanencias, porque siguió siendo una economía del sector primario, mono- productora, dependiente de la dinámica del precio internacional de una materia prima e importadora por excelencia; en este caso, se pasó del café —materia prima del subsector agrícola—, al petróleo —materia prima del subsector minero— y de allí en adelante, sólo será éste recurso, la base económica nacional. Frente a los ingentes ingresos petroleros, los impuestos derivados de las actividades no petroleras perdieron progresivamente importancia para el sector público, hasta el punto de ser casi dispensables para el funcionamiento del Estado. Sobre esta situación destaca Baptista (2010: 179): «…entre 1980 y 1992 el monto de impuestos pagados por las personas naturales fue 0,8 % del ingreso recibido, en tanto que las corporaciones no petroleras pagaron sólo 2,4 % en promedio… El mismo concepto, en el caso de una economía como la norteamericana, fue 13,4 %». A razón de lo anterior, el gobierno venezolano dejó de requerir los aportes privados, vía impuestos, para cumplir su función social; de hecho, creó y sigue implementando otros mecanismos para hacer uso de la riqueza petrolera sin necesidad del aporte económico de los venezolanos. Entre ellos, el subsidio a la gasolina y de la moneda. Frente a la abundancia de recursos financieros, el Estado venezolano, particularmente de 1945 en adelante, apostó por promover el desarrollo industrial y agrícola del país, en una primera etapa, de manera indirecta, a través de la Corporación Venezolana de Fomento (1946) y, de manera directa, creando industrias en diferentes ramas. Inicialmente se concentró en fomentar las industrias básicas (desarrollo energético-siderúrgico de Guayana y sistema de electrificación), de alimentación, combustibles y habitación, esperando pasar luego al desarrollo de industrias complementarias, semi-pesadas y pesadas. A la par iría implementando programas de desarrollo agrícola, piscícola y pecuario complementados con ‘la compra por agencia del Estado de los excedentes de cosechas’ (Betancourt, 2001). Para finales de la década de los años 50, bajo la consigna de diversificar el aparato industrial a los fines de sustituir las importaciones, el Estado creó un sistema de protección de la industria nacional frente a los bienes de consumo provenientes del exterior y por medio de la Corporación Venezolana de Fomento implementó un sistema de créditos para las nuevas industrias. Fue así que, sostiene Purroy (1997), surgió el eje de desarrollo industrial Caracas-Maracay-Valencia y el complejo industrial de Guayana.
  • 7. El Petróleo en la Formación Política, Económica y Social de Venezuela Entre la década de los años 60 y 70, la política de sustitución de importaciones comenzó a dar signos de agotamiento. El financiamiento industrial se hizo un lastre difícil de mantener, el mercado interno fue insuficiente y las industrias ineficientes y no competitivas, se acostumbraron a la protección estatal. Sin embargo, gracias a la inusitada alza de los precios internacionales del petróleo, el esquema sustitutivo volvió a tomar oxígeno (Purroy, 1997). Para la década de los años 80, el Estado venezolano era propietario de 78 empresas de diferentes ramos (Crazut, 2006) y se había desarrollado un sector industrial privado a la sombra de éste, mediante créditos y decretos de prohibición de importaciones (Melcher, 1995). En el transcurso de la década en cuestión, a pesar de los ingresos petroleros, el país incurrió en un elevado endeudamiento; la inestabilidad económica se hizo común y se comenzaron a implementar mecanismos de estabilización — devaluación de la moneda y control cambiario, p. ej.—. Ya para finales de la década, el presidente Carlos Andrés Pérez, en un intento por reactivar la economía, implementó las políticas de ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional que dieron origen a un desencanto popular por la eliminación de subsidios y protección. No obstante, tal y como recalca Purroy (1997), el alza de los precios del petrolero dio un nuevo respiro económico y postergó la urgencia de las reformas. En el presente, tras una redefinición de la política de industrialización del país, aparte de una nueva estatización de industrias de todo tipo, el Estado, por la vía de la nacionalización mediante expropiaciones, apuesta por la denominada Economía Popular, sustentada en empresas de producción social (EPS) que, al igual que en épocas pasadas, se mantienen bajo la sombra del subsidio público. A pesar de los esfuerzos realizados, la economía nacional actualmente sigue siendo mono-productora y dependiente de la explotación y exportación de petróleo, así como de las importaciones y el sector industrial. Evidencias de ello son las cifras de exportación de CONAPRI (2010) representadas en la figura 9. Como se puede concluir de la figura 9, las exportaciones del país siguen siendo fundamentalmente petroleras. Las importaciones de bienes se comportan al ritmo que establecen las exportaciones del mineral y, lo más grave, es que el país comenzó, a partir de 2006, a incrementar sus importaciones petroleras.
  • 8. El Petróleo en la Formación Política, Económica y Social de Venezuela Petróleo y Sociedad en Venezuela Sobre la base de la propiedad estatal-nacional del petróleo, se creó entre la sociedad venezolana y el Estado un acuerdo tácito, reforzado además por las ideas que sustentaron particularmente la tesis de la ‹Distribución de la Renta Petrolera›: el Estado percibe una renta que debe hacerla llegar a todos los venezolanos, independientemente de cuál sea la participación en su generación. De esta manera, a la luz de la relación contrato social-pacto fiscal, el Estado venezolano debe cumplir sus funciones sin que sea necesario para ello, la contribución material de los venezolanos. A los fines de que el Estado pueda cumplir sus funciones, el contrato social arropa otro tipo de acuerdo: el pacto fiscal, el cual contempla los mecanismos de financiamiento de las políticas a implementar para cumplir el contrato. La lógica imperante es: para disfrutar de los beneficios del contrato social es necesario un esfuerzo común. En la medida en que el Estado adquiera más responsabilidades sociales, en esa medida se adecuará el pacto fiscal para garantizar la base material que respaldará económicamente su actuación. La figura 10 intenta representar la lógica antes señalada. Bajo estas premisas se instituye y adecúa la relación Estado-sociedad civil en los países industrializados, así como la política fiscal —dentro de ella la presión tributaria— que respalda el Estado social. En el caso venezolano, debido a la propiedad estatal-nacional del petróleo y a los ingentes recursos provenientes de su explotación, el pacto fiscal se ha caracterizado por una carga impositiva muy baja. Esta tradición tributaria ha traído consigo en Venezuela, como sostienen Rodríguez y Rodríguez (2012), una relación ciudadano-Estado de dependencia unidireccional; en este particular, los ciudadanos esperan y dependen, para mejorar sus condiciones de vida, del reparto que realiza el Estado de la riqueza petrolera y no, como ocurre en países con economías tradicionales, donde el Estado depende de los aportes de los ciudadanos para cumplir sus funciones. La figura 13 muestra el esquema general de este pacto fiscal rentista.
  • 9. El Petróleo en la Formación Política, Económica y Social de Venezuela Ésta forma de relacionamiento ha permitido la preponderancia del Estado venezolano sobre la sociedad civil modelando «…las creencias y expectativas que constituyen el contrato fiscal rentista: el Estado como padre proveedor, financiado por una abundancia infinita, y el ciudadano como dependiente receptor» (Rodríguez y Rodríguez, 2012: 110). Los principios de esta relación se han profundizado en tal medida, que la dinámica de las crisis sociales del país depende de la capacidad distributiva del Estado y de la propia cantidad de riqueza distribuida. En la actualidad, las premisas del contrato fiscal rentista están más enraizadas aún. La distribución de la renta petrolera se hace cada vez más de manera directa y discrecional en la selección de los beneficiarios, con el agravante de que los criterios prevalecientes son más políticos que sociales. Al respecto, Rodríguez y Rodríguez (2012: 114) apuntan: «Entre 2004 y 2011, en promedio, 37 % de los ingresos petroleros dirigidos al gato público se han manejado fuera del presupuesto. En 2011 esta cifra alcanzó 65 %...».
  • 10. Los Ingresos Petroleros en el Imaginario Venezolano El imaginario de una sociedad constituye el sistema de creencias y de representaciones, en constante formación, que comparten sus miembros en un momento dado. Del mismo deriva, en palabras de Rojas (2011: 26), «…un orden simbólico que le da sentido a las instituciones sociales y al propio individuo» y, de acuerdo a la dinámica de desarrollo de esa sociedad, el mismo se re-crea o se transforma. De allí que se pueda hablar de ‹imaginarios›. A juicio de Castoriadis (2007: 258), el imaginario no es lo real, tampoco lo racional o irracional, ni verdadero ni falso, sino del orden de la significación; «…es la creación imaginaria propia de la historia, aquello en y por lo que la historia se construye…». Moldea la mentalidad, los valores, los hábitos y las actitudes, individuales y colectivas, a partir de las cuales se hace frente a la cotidianidad. Según Arenas (2012), el imaginario es importante porque crea realidad y, si es político más aún, pues desde éste se diseñan e implementan acciones que intervienen en el orden social. Como sostiene Dávila (2005), lo político media en el sistema de creencias colectivas sobre el poder y su acción sobre todo con lo que éste se relaciona. En el caso venezolano, ese sistema de creencias y de representaciones, ese imaginario social desde el inicio de la actividad petrolera, es el resultado del influjo de diversos mensajes empleados para: • Legitimar una riqueza disfrutada por los venezolanos, pero no producida por éstos. • Justificar la lucha del gobierno para que el Estado lograra una mayor participación en las ganancias de la actividad • Movilizar políticamente el sentimiento nacional, según los intereses partidistas. Su surgimiento fue tan abrupto como la modernización misma del país y se superpuso a una Venezuela de mitos, supersticiones y magia que se hizo moderna, como diría Picón Salas (citado en Dávila, 2005: 6): «…sin contar con el respaldo del imaginario de la modernidad». Algunos elementos del imaginario petrolero del venezolano están dados por: • El país extremadamente rico • El igualitarismo • El Estado todopoderoso • El pueblo expoliado, desangrado, por capitales extranjero • El fracaso político por no haber logrado la ‹siembra del petróleo› • El clientelismo y la epopeya de la viveza • La corrupción como forma de vida
  • 11. Los Ingresos Petroleros en el Imaginario Venezolano Ahora bien, la idea del ‹país extremadamente rico›, porque es heredero de una inmensa fortuna natural, por la gracia de Dios (Ugalde, 2001), ha creado en el venezolano la sensación de poder crecer económicamente de manera acelerada y atender, por la vía del dinero, problemas de diversa índole sin necesidad, como contrapartida, de ningún tipo de esfuerzo relacionado con el aumento de la productividad, el ahorro, la mesura y la organización. Desde esta perspectiva, los ingresos petroleros alcanzan para dar respuesta a todo tipo de necesidades (Romero, 1996). En este caso, el problema no es de producción sino de distribución; la pobreza no se vincula con la baja productividad del trabajo nacional, sino con una ineficiente distribución de la riqueza petrolera. Seguidamente, tomando a Ramírez (2003), se puede afirmar que igualitarismo difiere de igualdad, ya que esta última refiere equivalencia en el acceso a las oportunidades y opciones, y, por tanto, la responsabilidad juega un rol primordial en la superación individual. Por su parte, en el igualitarismo se desestima cualquier esfuerzo particular, puesto que todos se consideran iguales y, por tanto, portadores de los mismos derechos sin importar el esfuerzo que se imprima o la preparación que se disponga. Ello, a juicio de la referida autora, desvaloriza en el vocabulario popular venezolano el elemento ‘responsabilidad’. Es tan importante esta idea del igualitarismo que los gobiernos venezolanos, unos más que otros, se han caracterizado por no promover ni la competencia, ni el mérito, ni el esfuerzo personal y tal vez, sin planteárselo, han establecido un sistema de nivelación en detrimento de la excelencia (Ramírez, 2003). Continuado hasta nuestros días, este elemento del imaginario venezolano se ha exacerbado en el marco de una política populista, en la cual «La igualdad hace a los desiguales menos desiguales a través de las distintas políticas públicas del Gobierno. El igualitarismo coloca a todo el mundo en un mismo rasero, decidido arbitrariamente por un poder, en este caso el Gobierno» (Sucre Heredia, citado en: Espinoza, 2008: s/p). Y es en el marco de este igualitarismo que surge el tercer elemento característico del imaginario venezolano vinculado con el petróleo: el Estado todopoderoso, pues es éste el que por medio de sus acciones logra igualar a la sociedad. En el seno de la Venezuela petrolera, el ‹Estado todopoderoso› es aquel que «…no sólo decide que esos recursos suyos [los derivados de la actividad petrolera] circulen internamente, sino también acerca de quién habrá de recibirlos. Por consiguiente, la distribución de la renta del petróleo tiene también un carácter político…» (Baptista, 2004: 251). Dado esto, es el Estado el que maneja cuantiosos ingresos y que además, por su naturaleza, lo hace discrecionalmente para financiar el desarrollo nacional y su propia legitimación, de forma selectiva y excluyente, de acuerdo con lealtades políticas (Rodríguez y Rodríguez, 2011). Ese Estado todopoderoso «…tiene casi total independencia frente al resto de factores de la sociedad y una capacidad gigantesca de incidir en la actividad económica y de producir fortunas en manos de algunos… individuos o empresas» (Briceño-León, 2004: 330). Dado lo anterior, la idea subyacente es que el destino del país está en manos del Estado y, particularmente, en el gobierno.
  • 12. Los Ingresos Petroleros en el Imaginario Venezolano En el caso de la idea del ‹pueblo expoliado, desangrado, por capitales extranjeros›, se destaca el nuevo contenido del discurso político que refuerza este elemento en el imaginario nacional, desde el primer gobierno del presidente Chávez (1999-2001): la expoliación hecha por las propias élites nacionales. Sobre este tema, Arenas (2012: 142-143) señala dos componentes discursivos cruciales: «…la renta pertenece al pueblo, pero una elite corrupta se apodera de ella, despojando al resto de la sociedad» «Nunca hubo una gota de petróleo para el pueblo de Venezuela, el petróleo se lo chupó la oligarquía criolla y sobretodo el imperio norteamericano». El ‹fracaso político por no haber logrado la siembra del petróleo› es otro componente importante del imaginario venezolano, particularmente en el seno de la comunidad intelectual del país, y que permanece hasta la actualidad. Ross (2008: 17), afirma lo siguiente: «El problema fundamental que confronta la economía y la sociedad venezolana es que a pesar de la posesión y explotación de uno de los recursos más valiosos del planeta… y del hecho que éstos hayan generado una cuantiosa magnitud de recursos financieros, los resultados económicos y sociales en el largo plazo han sido decepcionantes…». Si bien la idea del fracaso, por no haber logrado la siembra del petróleo, es un elemento del imaginario venezolano que tiene su origen en los círculos intelectuales, ha contribuido a crear un halo de frustración, de metas no cumplidas que, si se suman al imaginario del pueblo expoliado, dan como resultado una sociedad con una baja autoestima. El ‹clientelismo y la epopeya de la viveza› son otros elementos del imaginario venezolano de esta etapa petrolera que, podría afirmase, se relacionan con lo que Guédez (2003) denomina el (anti)capital ideológico caracterizado por una actitud reactiva y excluyente. En este caso, el venezolano antes que actuar, prefiere reaccionar y, en lugar de incluir, tiende a excluir producto de una gran desconfianza que se puede decir, deviene de su conocida ‹viveza› que entraña engaño, mentira, falta de palabra y mala fe (Ramírez, 2003). Debido a la preeminencia del (anti)capital ideológico en el país es posible señalar que el clientelismo se ha establecido como un tipo de estrategia de sobrevivencia de la población. Altez (2000: 438) considera que el clientelismo es un «…comportamiento característico de los individuos pertenecientes al
  • 13. Los Ingresos Petroleros en el Imaginario Venezolano sector popular cuando intentan acceder a otros espacios, fundamentalmente cuando aspiran elevar su status social y no cuentan con los instrumentos exigidos y necesarios para ello». Finalmente, la ‹corrupción como forma de vida›, es un elemento que se relaciona con la propiedad estatal-nacional del petróleo. Briceño-León (2004: 337) sostiene: «La idea que el petróleo es de todos y que en consecuencia la riqueza petrolera es propiedad de todos hace que se pueda justificar que uno intente tomar su porción de la torta, pues no se está tomando algo que es de otro, sino que es de uno mismo pues ha debido repartirse. La crítica surge hacia otros que… han acaparando la torta y dedicado a comer solos…». La concepción de la propiedad del petróleo, a lo largo de discursos políticos de décadas, ha creado una deformación en el sistema de valores del venezolano, en materia de corrupción. De hecho, Briceño-León (2004) afirma que la corrupción no siempre es mal vista y, en gran medida, es consecuencia del sistema de recompensa y castigo del país, ya que los actos de corrupción escasamente son condenados. La redes clientelares aunque no necesariamente conducen a la corrupción, fácilmente puede prestarse para ello. A lo interno se crea una base de relacionamiento deformado en el cual, el beneficio no se logra por una capacidad o un esfuerzo, sino por el contacto hecho, y en buena medida, ese contacto, se caracteriza por ‹no comer sólo›. El imaginario así construido ha dado lugar a una fuerte externalidad en el venezolano. Prevalece, a juicio de Ugalde (2001), el ‹locus de control externo› según el cual, para la persona la solución de sus problemas no descansa en su capacidad y esfuerzo, sino en factores externos: el capitalismo, el gobierno, la suerte, Dios, entre otros. En el marco de estas creencias, señala España (2001), no falta quienes crean que no pueden hacer mucho para mejorar su situación y requieren de la ayuda de otros. Como se puede apreciar, los elementos referidos son base de un sistema de creencias a partir del cual los venezolanos se mueven día a día, se relacionan entre sí y plantean su vida. Incuestionablemente, este sistema de creencias ha sido permeado por la riqueza petrolera y fortalecido por el discurso político y la actividad partidista, particularmente, desde el comienzo de la era democrática.
  • 14. La Cuestión del Petróleo y su Recta Contabilización Cabe comenzar por lo que debería ser más bien la conclusión de un argumento. Sólo es posible captar la naturaleza económica del petróleo si a éste se lo mira a través de unos lentes que habrán de juzgarse en general como anacrónicos. De hecho, por su mediación se lo ve como una especie de reliquia cuya única misión es la de permitir recordar, y éste es un pensamiento generalizado, como era el mundo cuatro o cinco siglos atrás, cuando de otro modo la marea de los tiempos, muy rápidamente, estaba destruyendo antiguas formas de vida económica. El petróleo es un indispensable medio de producción para el mundo contemporáneo, con una particularidad, sin embargo: es un medio no producido. Cuando la Oficina de Estudios Geológicos de Estados Unidos informó hace unos años que para julio de 1858, un tiempo antes de iniciarse la explotación petrolera comercial en el mundo, la disponibilidad de petróleo era de unos 2,5 billones de barriles (trillones anglosajones), no estaba diciendo otra cosa sino que el petróleo es un medio de producción no producido. En tal estricto sentido es parte de la riqueza de la humanidad, mas no lo es, ciertamente, del capital de la humanidad (v. Ricardo, 1951:cap. XX). La Renta Territorial del Petróleo La expresión «renta» tiene un significado mucho más limitado y rico al mismo tiempo, que sirve para nombrar la clase de remuneración a la que tiene derecho el propietario de unos medios de producción no producidos, cuando esos medios son parte de una relación económica moderna. Esta cita que a continuación se transcribe se pone de manifiesto tanto la complejidad de la materia envuelta como la clara posibilidad de comprenderla, sólo si usan de manera adecuada aquellos lentes presuntamente anacrónicos. El representante de la tierra como capital no es el terrateniente, sino el agricultor. Los frutos rendidos por la tierra como capital son intereses y beneficios industriales, no renta. La tierra, en cuanto rinde interés o beneficios, es un capital, y como tal capital no genera renta, valga decir, no es una propiedad territorial. [En suma,] la renta resulta de las relaciones sociales dentro de las cuales toma lugar el aprovechamiento de la tierra. No es el producto de una naturaleza más o menos durable del suelo. La renta es una consecuencia de la sociedad, no de la tierra (Marx, 1971:165). La Medida Contable de la Renta del Petróleo Por ser el petróleo, desde siempre, un objeto mercantil propio del comercio mundial, hay que desprender del funcionamiento y prácticas de dicho ámbito las referencias de medida. Las condiciones de explotación del recurso en su interior sirven como patrón referencial. Por ejemplo, para el año 2000, la producción de petróleo por pozo en el mundo era de unos 75 barriles por día; en Venezuela esa magnitud era de unos 150 barriles/día, mientras que en EE. UU. era de 10,9 barriles/día (OPEC, 2002; U.S. Department of Commerce, 2004). La rentabilidad del capital en la explotación petrolera en EE. UU. es la referencia que servirá para calcular el verdadero producto del sector petrolero venezolano. El gráfico 2 ofrece la tasa general de beneficios en el caso del petróleo estadounidense. Se muestra también la tasa implícita de beneficio en los cálculos convencionales del producto interno petrolero en Venezuela.
  • 15. La Cuestión del Petróleo y su Recta Contabilización La brecha que se muestra entre una y otra tasa de rentabilidad es el espacio económico donde el propietario del recurso dirige su mirada. Su remuneración surge de allí: ese es el ámbito propio de la renta territorial del petróleo. Ahora bien, y este es un punto decisivo de todo el argumento: esa remuneración, que es entonces una renta territorial originada en el mercado mundial y que desde este último capta el propietario, no tiene por qué formar parte del producto, aunque, obviamente, sí del ingreso nacional. Y no debe formar parte del producto por la elemental razón de que ni el trabajo ni el capital nacional se hallan tras su generación. A diferencia del modo convencional de proceder, aquí se excluye ese ingreso que capta el propietario del recurso petrolero en Venezuela por las circunstancias privilegiadas de sus yacimientos, además de por la acción – acción del Estado– dirigida a valorizar mercantilmente su propiedad territorial. El gráfico 3 representa el producto petrolero en sus dos versiones: el de las cuentas nacionales convencionales, equivocado sin duda, y el que resulta de las consideraciones anteriores. Todo ello da pie para el gráfico 4, donde se exhibe el desempeño económico general de la economía. Se brindan dos versiones, atendiendo a los argumentos anteriores: el producto interno bruto convencional y lo que habrá de llamarse en adelante el producto interno bruto no rentístico.
  • 16. La Cuestión del Petróleo y su Recta Contabilización Una importante consecuencia que es preciso poner de relieve tiene que ver con las exportaciones petroleras. En efecto, su estimación en las cuentas convencionales del gasto interno bruto adolece del mismo y severo defecto de incluir lo que no se debe, esto es, el monto de la renta del petróleo. Para insistir en el argumento, esa significativa porción del excedente de operación del negocio petrolero que capta el propietario del recurso en su condición de tal no se origina en el esfuerzo productivo representado por el trabajo y el capital nacionales, y en tal sentido debe quedar por fuera de los cálculos. En el gráfico 5 se representa el porcentaje respecto del producto interno tanto de las exportaciones petroleras convencionales como de las que excluyen la renta. En suma, la estructura de la economía venezolana contiene un rasgo muy singular, a saber: que su ingreso nacional es significativamente mayor que el producto nacional neto de depreciación, esto es, que el producto del que se han deducido ya las transferencias netas con cargo a la propiedad de no residentes (gráfico 6). Tal diferencia, que en promedio monta a un 20 % para todo el período de observación (1936-2002), conforma una peculiaridad histórica merecedora de toda la atención. Tal peculiaridad justifica con creces que a dicha estructura se le dé un nombre propio: capitalismo rentístico.
  • 17. La Naturaleza del Capitalismo Rentístico A los fines de dar cuenta del singular carácter del capitalismo rentístico en sus aspectos cuantitativos, conviene detenerse en algunos aspectos sobresalientes de su estructura. El tamaño del empleo público El Estado propietario del recurso petrolero, y, por ende, perceptor originario de la renta, goza de márgenes de acción excepcionales. Uno de ellos es la capacidad de ofrecer empleos directos sin generar presiones inflacionarias. Obviando aquí aspectos argumentales que pertenecen a otro ámbito, y que justifican el método de indagación que lleva a las cifras por brindar, vale mirar al tamaño relativo del empleo público en Venezuela teniendo como orientación la vasta experiencia de la vida económica en Occidente, que atestigua una sólida relación entre el grado de desarrollo económico de un país –medido por su producto per cápita– y el tamaño relativo del empleo público. Dada, pues, una larga experiencia estadísticamente documentada que pone al descubierto la antedicha relación, es posible dar una idea de cuáles pueden ser los volúmenes de empleo público que se espera tenga una economía cualquiera en unas circunstancias específicas. Para el caso particular de Venezuela, así, y durante el período comprendido entre 1950 y el año 2001, se pueden calcular las cifras sobre los volúmenes del empleo público que correspondían a su grado relativo de desarrollo. Estas cifras se denominan empleo «normal» en el cuadro 1. El empleo «efectivo», por su parte, es el que reportan las fuentes oficiales, y el que se llama «excedentario» es el obtenido luego de deducir el normal del efectivo. Como se ve, pues, el volumen del empleo público excedentario es enorme. Su promedio durante los cincuenta años referidos es de 56%, lo que bien se entenderá como una genuina «anomalía». Por lo demás, la contrapartida económica de esta realidad no puede ser otra que ese ingreso extraordinario proveniente del extranjero que el Estado recibe por su sola condición de propietario del recurso petrolero. Las Relaciones del Mercado de Trabajo El mercado de trabajo está dominado por una relación primordial, a saber, que las variaciones de los salarios reales se ajustan siempre y en todo caso a las variaciones de la productividad. Entre 1950 y 2004 la productividad de la economía de EE. UU. creció a una tasa anual del 1,34%, en tanto que los
  • 18. La Naturaleza del Capitalismo Rentístico salarios reales lo hicieron a una tasa del 1,22%. De manera que el cociente entre ellas, como se puede juzgar, es mayor que la unidad. Este, pues, es el rasgo dominante del mercado de trabajo contemporáneo. Pueden, desde luego, darse desviaciones más o menos significativas de esta suerte de regularidad, pero por lo general su lapso de vigencia es muy breve. La experiencia de Venezuela hace patente una sistemática desviación de la antedicha regularidad, y, de nuevo, la causa a la que debe dirigirse la atención es, por fuerza, la renta del petróleo. El Patrón de Acumulación La economía capitalista impone un patrón de acumulación de capital que tiene muy diversas manifestaciones. Una de ellas puede tomarse como representativa. En efecto, las necesidades de inversión suponen la disposición de recursos que de otra manera podrían, por ejemplo, consumirse. Las circunstancias propias de Venezuela se apartan del comportamiento normal o esperado, ya que el consumo por habitante se expande, en el extremo, a la misma tasa a la cual lo hace la producción en general. El gráfico 8 refiere el desenvolvimiento del consumo y del producto por habitante, en el período 1936- 2002. Aquí se muestran, en aparente continuidad, dos tiempos del país. Tomando el primero de ellos, que abarca las décadas que corren entre los años treinta y finales de los setenta, el resultado es singular. El consumo creció entonces al 4% anual, en tanto el producto sólo al 3,1. El cociente entre ambos crecimientos, por consiguiente, es 1,27. Si se acota el período para el lapso 1950-1978, la singularidad es aún mayor. El cociente, en estas circunstancias, monta a 1,86. Pero el patrón de acumulación puede verse desde otro ángulo, no menos interesante que el precedente. En efecto, la propiedad del acervo de capital, pública o privada, es un poderoso indicador de su carácter y, por consiguiente, del todo de la sociedad en escrutinio. En el caso de Venezuela, el patrón de acumulación de Venezuela exhibe un peculiar desenvolvimiento. Lo sobresaliente, para empezar, es la importancia relativa de la propiedad pública, que al presente toma cerca del 70% del capital total.
  • 19. La Naturaleza del Capitalismo Rentístico La sobrevaluación del tipo de cambio La economía de Venezuela, salvo unos pocos años, ha podido mantener una tasa de cambio de su moneda significativamente sobrevaluada. Según lo expresado en el gráfico 11 se quiere indicar con esto que los compradores de dólares a cambio de bolívares han conseguido como resultado de la compra-venta más poder adquisitivo del que tenían antes de la transacción en cuestión. Esa diferencia, en el caso venezolano tiene su contrapartida en el ingreso rentístico de propiedad del Estado. La Inviabilidad del Capitalismo Rentístico El capitalismo rentístico es una estructura inviable, en el estricto sentido de que carece de mecanismos de autorregulación, valga decir, y en los términos convencionales de la teoría económica, carece de un equilibrio estable (v. Baptista, 1997, passim). Ello significa, además, su imposibilidad de auto- reproducirse, y por lo tanto de garantizar un crecimiento sostenido de su actividad económica. El análisis económico tiene en la relación capital-producto un poderoso indicador del estado general de la economía. Más aún, es un índice grandemente revelador de la intensidad de una crisis económica, puesto que en él se refleja, como en ninguno otro, la capacidad auto-reproductiva de la estructura económica. El cuadro 2 que sigue, da cuenta de las variaciones de este indicador en situaciones de agudas crisis económicas. Se muestra así la variación porcentual, en los años críticos, respecto del valor promedio de la relación comentada durante la década previa. Es patente, pues, como el colapso que experimenta Venezuela en los años decisivos de finales de los años setenta resulta de un desequilibrio sin paralelo en la vida económica contemporánea. Ello es expresión indudable del capitalismo rentístico. Pero esto no concluye aquí. El capitalismo rentístico lleva en su interior un desbalance primordial en sus relaciones de poder, que igualmente hacen su reproducción insostenible (v. Baptista, 2004:cap.11).
  • 20. La Naturaleza del Capitalismo Rentístico La sociedad moderna descansa sobre la recíproca necesidad que entre sí tienen, de una parte, el poder político, encarnado en el Estado, y de la otra parte, el poder económico, monopolio de la sociedad civil. A la pobreza material del Estado, compensada por lo que representa el poder político, se le contrapone la riqueza material tras los intereses privados, huérfana siempre de garantías políticas para poder florecer. Este balance de fuerzas, de recíprocas codependencias, asienta un marco de cosas que hace propicio el desenvolvimiento de los intereses privados, y por consiguiente, la creciente marcha de los asuntos económicos. El capitalismo rentístico carece de este balance primordial. Su Estado es económicamente autónomo, por ser propietario de unos medios de producción que remunera el mercado mundial. Ello cobra un altísimo precio, que no es otro que su inviabilidad.