El artículo reflexiona sobre por qué los gallos de diferentes países tienen cantos distintos como "quiquiriquí" en español, "cocoroco" en francés y "cock-a-doodle-doo" en inglés. El autor argumenta que esto se debe a que los sonidos de los animales para comunicarse son finitos y se utilizan de manera diferente en cada idioma, por lo que las palabras para describirlos no son arbitrarias, a diferencia de los signos lingüísticos.