El documento discute cómo el canto del gallo varía en diferentes idiomas, a pesar de que se cree que es universal. Explica que el acento de las personas puede influir en los animales y cómo los niños y animales pueden imitar expresiones similares de quienes los guían. También menciona un estudio que encontró que bebés franceses y alemanes lloraban de manera diferente, confirmando que los seres humanos imitan sonidos desde temprana edad y se ven influenciados por su idioma y área geográfica.