1. TECNICA N°60 ACEPTACIÓN.
Cuarta técnica para observar: Objetos y deseos existen en mí como en los demás. De modo que,
aceptando, deja que se transformen.
Esta técnica puede ser muy útil. Cuando estás enfadado, siempre justificas tu ira, pero cuando otra persona se
enfada, siempre criticas. Tu desvarío es normal, pero el desvarío de los demás es pura perversión. Todo lo
que tú haces es bueno; o, incluso si no era bueno, era necesario hacerlo. Siempre encuentras alguna
racionalización para ello.
Los demás hacen lo mismo, pero entonces no lo racionalizas de la misma forma. Si tú estás enfadado,
dices que era necesario para ayudar al otro. Si no te hubieras enfadado, el otro se habría destruido, habría
cogido un mal hábito, de modo que fue bueno castigarle. Fue sólo por su bien. Pero cuando alguien se enfada
contigo, la misma racionalización no es aplicable. Entonces esa persona está loca, es mala.
Tenemos pautas dobles: una pauta para uno mismo y otra pauta para todos los demás. Esta mente de la
pauta doble siempre será profundamente desgraciada. Esta mente no es justa, y a no ser que tu mente
sea justa no puedes tener un vislumbre de la verdad. Sólo una mente justa puede dejar esta pauta doble.
Jesús dice: «No hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan a ti». Esto significa que es necesaria
una pauta similar. Esta técnica está basada en la idea de una pauta única: Objetos y deseos existen en mi
como en los demás... No eres excepcional, aunque todo el mundo piensa que es excepcional. Si piensas
que eres excepcional, ten muy claro que es así como piensa toda mente corriente. Saber que uno es corriente
es lo más extraordinario de este mundo.
Alguien le preguntó a Suzuki acerca de su maestro: «¿Qué tenía de excepcional tu maestro, Suzuki? Suzuki era
un maestro Zen, así que dijo: «Lo único que nunca olvidaré es esto, que nunca he visto a un hombre que
se considerase tan corriente. Era simplemente corriente, y eso es lo más extraordinario, porque toda
mente corriente piensa que es excepcional, extraordinaria».
Pero nadie es extraordinario, y si sabes esto te vuelves extraordinario. Todo el mundo es como todos los
demás. Los mismos deseos que te rondan les rondan a todos los demás. Pero a tu sexo lo llamas amor; al amor
de los demás lo llamas sexo. Todo lo que haces, lo proteges. Dices que es bueno. Por eso lo estás haciendo, y
lo mismo hecho por otros no es lo mismo. Y esto no les sucede sólo a las personas; les sucede a las razas, a
las naciones. Es por esto que el mundo entero se ha vuelto un embrollo, debido a esto.
Si India sigue fortaleciendo su ejército es para la defensa, y si China sigue fortaleciendo su ejército es para el
ataque. Todos los gobiernos del mundo llaman «defensa» a su organización militar. Entonces ¿quién ataca? Si
todos están defendiéndose, ¿quién es el agresor? Si te internas en la Historia, no encontrarás a nadie que sea
un agresor. Por supuesto, los vencidos resultan ser los agresores. Los vencidos siempre resultan ser los
agresores, porque ellos no pueden escribir la Historia. Los que ganan escriben la Historia.
Si Hitler pudiera haber ganado entonces, la Historia habría sido diferente. Entonces él habría sido el salvador
del mundo, no el agresor. Entonces Churchill y Roosevelt y los demás aliados habrían sido los agresores, y
habría sido bueno que fueran destruidos. Pero como Hitler no pudo vencer, él fue el agresor, y Churchill y
Roosevelt y Stalin y los demás aliados salvaron a la humanidad. No sólo con las personas, sino con todo lo que
hacemos -como naciones, como razas- se aplica la misma lógica. Nosotros somos diferentes, y el otro es
diferente.
¡Nadie es diferente! Una mente religiosa sabe que todo el mundo es lo mismo, de modo que si te das
racionalizaciones a ti mismo, por favor, dales las mismas racionalizaciones también a los demás. Si
criticas a los demás, entonces aplícate la misma crítica a ti mismo. No crees dos pautas. Una sola pauta
transformará tu ser totalmente, porque con una sola pauta te vuelves justo, y por primera vez puedes mirar
directamente la realidad, tal como es. Objetos y deseos existen en mí como en los demás. De modo que,
aceptando, deja que se transformen.
Acéptalos y se transformarán. ¿Qué estamos haciendo? Aceptamos que existen en los demás. Todo lo que
está mal existe en los demás; todo lo que está bien existe en ti. Entonces ¿cómo vas a transformarte?
Ya estás transformado. Piensas que ya eres bueno y que todos los demás son malos; el mundo necesita
una transformación, no tú. Es por eso que siempre hay líderes, movimientos, profetas. Siguen sermoneando
para cambiar el mundo, para crear una revolución, y hemos estado haciendo revoluciones y revoluciones y no
2. cambia nada.
El hombre sigue siendo el mismo y la Tierra permanece en el mismo sufrimiento. Sólo las caras y las
etiquetas cambian, pero el sufrimiento continúa. No es una cuestión de cómo cambiar el mundo. El mun-
do no está en el error; tú estás en el error. La cuestión es cómo cambiarte a ti mismo. «¿Cómo cambiarme a
mí mismo?», es la búsqueda religiosa; «¿Cómo cambiar a todos los demás?», es la pregunta política.
Pero el político piensa que él está bien; en realidad, él es modelo de cómo debería ser el mundo entero. Él es
el modelo, él es el ideal, y depende de él cambiarlo todo. Todo lo que el hombre religioso ve en los
demás, lo ve también en sí mismo. Si hay violencia, inmediatamente se pregunta si la violencia existe o no en
él. Si hay avaricia, si ve avaricia en alguna parte, su primera reflexión es sobre si la misma avaricia existe o
no en él. Y cuanto más busca, más ve que él es la fuente de todo mal. Entonces no es una cuestión de
cómo cambiar el mundo; es una cuestión de cómo cambiarse a uno mismo. Y el cambio empieza en el
momento en que aceptas una pauta única. Entonces ya estás cambiando.
No condenes a los demás. No quiero decir que te condenes a ti mismo, ¡no! Simplemente no condenes a
los demás. Y si no estás condenando a los demás, tendrás una profunda compasión por ellos, porque
tienen los mismos problemas. Si alguien comete un pecado, un pecado a ojos de la sociedad, empiezas a
condenarle, sin pensar nunca que tú también tienes dentro de ti la semilla para cometer ese pecado. Si
alguien comete un asesinato, le condenas, pero ¿es que no has estado pensando siempre en matar a
alguien, en asesinar? ¿No está ahí siempre la semilla potencial? El hombre que ha cometido un asesinato no
era un asesino un momento antes, pero la semilla estaba ahí. Y la semilla también está en ti. Un momento
después, ¿quién sabe? Puede que seas un asesino.
Así que no le condenes. Más bien, acepta. Entonces sentirás una profunda compasión por él, porque lo que
haya hecho, cualquier hombre es capaz de hacerlo; tú eres capaz de hacerlo.
Una mente no condenatoria tendrá compasión; una mente no condenatoria tendrá una profunda aceptación.
Sabe que así es como es la humanidad, y que «así es como soy yo». Entonces el mundo entero se volverá
un reflejo de tu propio ser. Se volverá un espejo. Entonces cada rostro se convierte en un espejo para ti; te
miras a ti mismo en cada rostro.
Objetos y deseos existen en mí como en los demás. De modo que, aceptando, deja que se transformen. La
aceptación se convierte en transformación. Esto es difícil de comprender porque siempre rechazamos, y
tampoco así podemos transformar nada. Tienes avaricia, pero la rechazas. Nadie quiere considerarse
avaricioso. Eres sexual, pero lo rechazas. Nadie quiere considerarse sexual. Eres irascible, tienes ira, pero la
rechazas. Creas una fachada, y tratas de justificarla. Nunca te parece que estás enfadado o que tienes
ira.
Pero el rechazo nunca transforma nada. Simplemente reprime, y lo que es reprimido toma más fuerza. Se va a
tus raíces, a tu inconsciente en lo hondo de ti, y empieza a funcionar desde ahí. Y desde esa oscuridad
del inconsciente se vuelve más poderoso. Ya no puedes aceptarlo porque ni siquiera eres consciente de
ello. La aceptación lo saca todo a la superficie. No hay necesidad de reprimir.
Sabes que eres avaricioso, sabes que tienes ira, sabes que eres sexual, y lo aceptas como hechos naturales,
sin ninguna condena. No hay necesidad de reprimirlos. Llegan a la superficie de la mente, y desde la
superficie de la mente los puedes expeler. Desde el centro profundo no se pueden expeler. Y cuando están
en la superficie siempre eres consciente de ellos, pero cuando están en el inconsciente dejas de darte cuenta. Y
una enfermedad de la que eres consciente se puede curar; una enfermedad de la que no eres consciente
no se puede curar.
Tráelo todo a la superficie. Acepta tu humanidad, tu animalidad. Todo lo que haya en ti, acéptalo sin ninguna
condena. Está ahí, y sé consciente de ello. Hay avaricia; no trates de convertirla en no-avaricia. No puedes. Y si
intentas convertirla en no-avaricia, simplemente la reprimirás. Tu no-avaricia será simplemente otra forma de
avaricia y nada más. No intentes convertirla en otra cosa; no puedes cambiarla. Si quieres cambiar tu
avaricia, ¿qué harás? Y una mente avariciosa sólo puede sentirse atraída por el ideal de la no-avaricia si
mediante él es posible alguna avaricia adicional. Si alguien dice que «si abandonas todas tus riquezas,
podrás entrar en mi reino de Dios», entonces puedes incluso renunciar. Una avaricia adicional se vuelve
posible. Esto es un negocio.
La avaricia no tiene que volverse no-avaricia; la avaricia tiene que ser transcendida. No puedes cambiarla.
3. ¿Cómo va a poder una mente violenta volverse no-violenta? Si te fuerzas a ti mismo a ser no-violento,
estarás siendo violento contigo mismo. No puedes transformar una cosa en otra; simplemente puedes ser
consciente y aceptar. Acepta la avaricia tal como es. Aceptarla no significa que no haya necesidad de
transformarla. Aceptarla significa tan sólo que aceptas el hecho, el hecho natural, tal como es. Entonces
vas por la vida sabiendo muy bien que tienes avaricia. Haz lo que estés haciendo, recordando muy bien que
tienes avaricia. Esta consciencia, te transformará. Transforma porque no puedes ser avaricioso a
sabiendas, no puedes enfurecerte a sabiendas.
Para la ira, para la avaricia, para la violencia, la inconsciencia es un requisito básico; igual que no puedes
tomar veneno a sabiendas, igual que no puedes poner la mano en una llama a sabiendas. Puedes
hacerlo sin saberlo. Si no sabes qué es una llama, qué es el fuego, puedes poner tu mano en él. Pero si sabes
que el fuego quema, no puedes poner la mano en él.
Cuanto más vas sabiendo, más se convierte la avaricia en un fuego y más se convierte la ira en veneno.
Simplemente se vuelven imposibles. Sin ninguna represión, desaparecen. Y cuando la avaricia desaparece sin
ningún ideal de no-avaricia, tiene una belleza propia. Cuando la violencia desaparece sin que tú te hagas
no-violento, tiene una belleza propia.
De otra forma, un hombre no-violento es profundamente violento. Esa violencia está oculta, y puedes
vislumbrada también en su no-violencia. Se forzará a sí mismo su no-violencia y se la forzará a los demás
de una manera muy violenta. Esa violencia se ha vuelto sutil. Este sutra dice que la aceptación es
transformación, porque mediante la aceptación se hace posible la consciencia.