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ESTUDIANTE: Valentina Cerna González
SEGUNDA PRUEBA
3.- Describa y explique las principales críticas que Joanna Moncrieff hace a los antidepresivos
comercializados por la industria farmacéutica.
Moncrieff (2002) hace una revisión crítica de investigaciones sobre antidepresivos, argumentando, en primer
lugar, que estos presentan problemas metodológicos respecto a la medición de los efectos de antidepresivos.
Respecto a la comparación de los efectos de antidepresivos (droga) y placebos, señala que la medicación activa
no presenta un tamaño del efecto significativo respecto del placebo inerte o el placebo activo. En este sentido,
critica la validez de las técnicas de medición de estos efectos señalando que algunas escalas de medición para la
depresión han sido diseñadas para maximizar las diferencias entre antidepresivos y placebos. Así mismo, señala
que el uso de variables discretas en lugar de variables continuas no muestra el grado de intensidad del efecto
que se mide, por lo que, generalmente, sólo mide presencia o ausencia de efecto. Respecto a los sesgos
sistemáticos, muestra que el “análisis de intensión de tratar” aumenta los efectos aparentemente exitosos de los
antidepresivos, que el uso de un “periodo de lavado” no evita sesgos en la medición y que las fuentes de
financiamiento de las publicaciones de esta materia pueden predecir los resultados.
En segundo lugar, respecto a la naturaleza de los estudios que buscan legitimar el consumo de antidepresivos,
señala que hay una gran heterogeneidad de ensayos clínicos controlados aleatorizados de antidepresivos
comparados con placebos en que hay una proporción sustantiva en que no se encuentran diferencias
significativas entre droga y placebo. Es ante esto que acusa que los estudios recientes son casi todos realizados
con pacientes externos y la mayoría son financiados por las industrias farmacéuticas. Esto hace posible que
haya un gran potencial para los efectos placebo y, por lo tanto, para un efecto placebo ampliado en personas con
trastornos más leves. Sin embargo, hay tan pocos estudios que prueben la integridad de este doble sesgo
sistemático que es difícil saber qué tan extendido está
En tercer lugar, cuestiona la especificidad de los antidepresivos argumentando que se ha encontrado que muchas
sustancias que no son antidepresivos pero que tienen una eficacia equivalente a los antidepresivos.
Aunque hay el supuesto de que los antidepresivos actúan específicamente sobre algunos procesos bioquímicos
involucrados en el origen patológico de la depresión, no hay un acuerdo consistente acerca de qué es lo que esto
podría significar. El hecho de que la condición depresiva también responda a una variedad de psicoterapias
también implica que su recuperación no se alcanza a través de alguna manipulación bioquímica particular.
Por último, plantea que los efectos físicos adversos de los tratamientos con antidepresivos son bien conocidos,
pero los efectos psicológicos raramente son discutidos. En este sentido, señala que las consecuencias para el
individuo pueden contribuir a la tendencia hacia aumentar la percepción de mala salud y de la necesidad de
recurrir a la intervención médica, puesto que pueden incluir una deficiencia para desarrollar estrategias propias
para enfrentar su condición, ser llevado a la dependencia psicológica del tratamiento con drogas, y aumentar la
susceptibilidad a la reaparición de su cuadro. La industria farmacéutica es un beneficiario obvio de esta
situación.
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4.- Explique qué medidas prácticas no médicas podrían tomarse en casos de alteración conductual
extrema. Explique por qué es necesario tratar la alteración conductual extrema de manera no médica.
Explique por qué las políticas de contención permanente, o de contención preventiva deben ser
consideradas como atentados contra los derechos y la salud de las personas.
Tal y como vimos en clases, una alteración conductual extrema, a la cual llamaremos crisis, re quiere de una
intervención inmediata e interpersonal en la cual, en primer lugar, se debe comprobar contexto farmacológico
de la persona para no psicologizar la crisis y no tratar farmacológicamente malestares subjetivos. Como medida
de acción preventiva, es necesario considerar los orígenes de estos malestares en el régimen de alimentación y/o
consumo de drogas, puesto que una crisis puede ser desencadenada por el uso de un nuevo medicamento,
cambio de dosis y/o abandono de un medicamento.
De acuerdo a lo anterior, tal y como señala Carlos Pérez Soto, para acercarnos más humanamente a la locura
debemos reconocer de una vez que no conocemos prácticamente nada de sus posibles causas orgánicas, y que
solo logramos identificar sus eventuales causas sociales cuando son extremadamente evidentes. Considerar los
comportamientos de los locos por sí mismos, por sobre las teorías explicativas habituales, puede ser un
acercamiento más humano, más inmediato, que el de los intentos “científicos”. La prescripción de
medicamentos para la depresión conlleva el poderoso mensaje de que somos víctimas pasivas de nuestra
biología. Las consecuencias para el individuo pueden incluir una deficiencia para desarrollar estrategias propias
para enfrentar su condición, ser llevado a la dependencia psicológica del tratamiento con drogas, y aumentar la
susceptibilidad a la reaparición de su cuadro. A nivel social los efectos pueden contribuir a la tendencia hacia
aumentar la percepción de mala salud y de la necesidad de recurrir a la intervención médica.
Es por esto que, además de acompañar y dialogar con los alterados, es necesario entender que es posible
contener una crisis sin tratarla como una urgencia médica, puesto que la interrupción de una crisis a través de la
disuasión de sus síntomas no se justifica medicamente; constituye una represalia que busca beneficiar más al
entorno del afectado que al afectado mismo, por lo que constituye una falta de ética médica y atenta contra los
derechos y la salud de las personas.
Es ante esto que es necesaria una intervención política donde se reivindique el derecho a no ser medicado a la
fuerza, y algunas medidas importantes para prevenir la medicalización son:
• Prohibir medicalización psiquiátrica de sectores vulnerables (menores de edad, embarazadas, adultos
mayores)
• Prohibir medicalización psiquiátrica por conductas o comportamientos violentos
• Restringir el uso de fármacos
• Prohibir que cualquier medico recete fármacos psiquiátricos (como se hace en ginecología y en
oftalmología)
• Prohibir clasificación de efectos en primarios y secundarios, puesto que todos los efectos tienen
incidencia alta y son generales.
• Prohibir propaganda falsa de ansiolíticos, moduladores de ánimo, antipsicótico, antidepresivos, puesto
que son creados por departamentos comerciales de negocio farmacéutico.
• Redactar los derechos del usuario desde el punto de vista del usuario
• Reconocer la validez de la medicina alternativa como paliativos
• Prohibir el encierro y la medicalización forzosa
• Reconocer la capacidad de discernimiento de las personas para garantizar sus correspondientes
derechos.
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5.- Explique en qué consistió el estudio de David Rosenhan sobre las condiciones de vida en la internación
psiquiátrica. Enumere las principales observaciones consignadas en el estudio de Rosenhan acerca de la
vida en un internado psiquiátrico vista desde los internos. Comente la relación de estas características de
la internación con la práctica psiquiátrica sobre personas NO internadas.
Rosenhan plantea que la normalidad y anormalidad, el estar sano y el estar loco, así como los diagnósticos que
se deriven de ello son posiblemente menos terminantes de lo que se cree generalmente. En este sentido, se
cuestiona si las características sobresalientes que conducen al diagnóstico residen en el propio paciente de la
clínica psiquiátrica. Para responder estos cuestionamientos, se realiza un experimento en el cual ocho personas
mentalmente sanas consiguen ser admitidas en doce diferentes clínicas.
Fuera de la simulación de síntomas y de los cambios de nombre, profesión y lugar de trabajo, no se realizaron
modificaciones de la persona. Con excepción de un breve período de nerviosidad, el pseudopaciente se
comportaba en la institución de la misma manera en que lo hacía "normalmente".
A pesar del comportamiento normal, fueron internados y en ningún momento de la hospitalización de ninguno
de los pacientes se puso en duda su calidad de enfermos. Incluso hubo un caso diagnosticado con esquizofrenia,
el cual, clasificado una vez de esquizofrénico, nada puede hacer para librarse de ese estigma; se distorsiona
profundamente la opinión de otros acerca de él y de su propia conducta. En un sentido estricto se ha creado así
una realidad en la cual la significación que se adjudicó a sus manifestaciones (ambivalencia, inestabilidad
afectiva) se acuñó definitivamente con el diagnóstico de esquizofrenia.
De esta manera, Rosenhan cuestiona la confiabilidad de los diagnósticos psiquiátricos al señalar que una
clasificación psiquiátrica crea una realidad propia y con ello, sus propios efectos, puesto que el significado de
las formas de conducta muchas veces es malinterpretado, al asumirse como rasgos caracterológicos teñidos por
esta clasificación. Ante esto, cree importante destacar la influencia de las estructuras del hospital, en la cual el
personal y los pacientes están estrictamente separados, puesto que el hospital dispone de áreas de trabajo
provistas de vidrios en las que permanece el personal (bautizadas por los pseudopacientes como "jaula"). Los
médicos, especialmente los psiquiatras, estaban aún menos tiempo cerca de los pacientes, y, por una cuestión de
jerarquía, estos son modelos de comportamiento para los empleados. Esta distancia entre los pacientes y los
empleados, para Rosenhan, constituye un proceso de despersonalización, puesto que la falta de contacto visual y
de comunicación verbal significa evitación y despersonalización. Como consecuencia de su internación
psiquiátrica, el paciente es desprovisto de muchos de sus derechos legales y en base a su clasificación
psiquiátrica pierde credibilidad. Su libertad de movimiento se limita, ya que no puede establecer relación con el
personal. Prácticamente no existen esferas privadas, ni en las habitaciones y ni en los objetos de propiedad de
los pacientes. Los pseudopacientes recibieron un total de casi 2100 tabletas indistintamente, a pesar de que
presentaban los mismos síntomas. Además, durante el estudio ocurrieron numerosos incidentes, dentro de los
que se incluyen testimonios escritos de pacientes que fueron castigados por el personal.
El riesgo de una actitud distorsionada, como muestra este estudio, parece siempre presente teniendo en cuenta
que la persona sana no es "sana" constantemente, puesto que en ocasiones estamos deprimidos, enojados o
angustiados, también sin causa real. De la misma manera, los enfermos mentales no están constantemente locos.
Cuando los orígenes y los estímulos que desencadenan una conducta no son claros o son desconocidos, o
cuando la conducta nos parece imposible de influir, es comprensible que sean adjudicadas a la persona en
cuestión. Cuando, en cambio, los orígenes y los desencadenantes son conocidos y explicables, la discusión se
limita a la conducta misma. En este sentido, Rosenhan concluye preguntándose: ¿cuántos pacientes podrían ser
"normales" fuera de la institución psiquiátrica, pero parecen dementes dentro de ella, no porque en ellos anide
la locura, como querríamos que fuera, sino porque reaccionan a un entorno grotesco, un medio que
posiblemente sólo exista en instituciones destinadas a personas privadas de todo privilegio?