1. 11 ACTIVACIÓN LINFOCITOS B
P.Aparicio y T.Gallart
Los linfocitos B son células especializadas que poseen receptores con distribución
clonal que tras interaccionar con su ligando específico (antígeno) secretan inmunoglobulinas
(Ig) denominadas ahora anticuerpos (Ac). En su biografía hay que distinguir dos fases:
1. Desarrollo (linfopoyesis ontogénica) a partir de progenitores
linfoides derivados de la célula hematopoyética primordial (HSC), un
proceso independiente de estímulo antigénico y durante el cual se
reordenan los genes de las cadenas pesadas y ligeras de
inmunoglobulinas lo que permite la expresión en membrana de la
inmunoglobulina de membrana (mIg conocida también como del
receptor de antígeno del linfocito B (BCR),
2. Procesos que experimentan los linfocitos B maduros tras la
unión NO covalente del antígeno (Ag) con la mIg, cambios que
conducen a su expansión por proliferación celular y que culminan, por
un lado, con la generación de linfocitos B memoria, y por otro, con su
maduración hasta célula secretora de anticuerpos (ASC), cuyo estadío
terminal corresponde a la morfología de célula plasmática, una célula
de vida media corta.
Los linfocitos B memoria además de haber perdido la mIgD (al menos la mayoría de
ellos), en virtud del mecanismo de recombinación de los genes de la parte constante (genes C)
de las Ig, han cambiado la región constante de su mIg, de forma que en lugar de expresar
mIgM, expresan mIgG o mIgA o mIgE o combinaciones de mIgM/mIgG o mIgM/mIgA o incluso
mIgM/mIgG/mIgA. Esas mIg siguen expresando el mismo tipo de cadenas ligeras y las mismas
regiones VH y VL, aunque levemente modificadas por la aparición de cambios puntuales (hasta
diez) en ciertos aminoácidos de las regiones determinantes de la complementariedad, lo que in
vivo causan una mayor afinidad del anticuerpo por el Ag. Esos cambios se deben al fenómeno
de hipermutación somática de los genes que codifican las regiones VH y/o VL (véase
Estructura y genética de las Ig). Los linfocitos B memoria son los precursores inmediatos de las
ASC productoras de IgG o IgA o IgE de la respuesta secundaria, y se generan en el centro
germinal (vide infra, Respuesta de anticuerpos). Aparte de las diferencias de las mIg, no hay
ningún marcador conocido que permita distinguir de forma inequívoca, células B memoria de
los linfocitos B primarios (Figura 11.1).
FIG: 11.1
2. REPERTORIO DE ESPECIFICIDADES DEL ANTICUERPO
El hecho de que los genes V de las Ig se distribuyen clonalmente, es decir, que cada
linfocito B exprese una única región VH y una única región VL y por tanto una única
especificidad antigénica distinta de la expresada por los otros linfocitos B, constituye el punto
esencial de la teoría de la selección clonal, según la cual el Ag exógeno se une (selecciona) a
los linfocitos B cuyas Ig de membrana sean específicas (complementarias) para él. El repertorio
o catálogo de especificidades anticuerpo distribuidas entre los linfocitos B recientemente
formados y que no han tenido contacto todavía con el Ag exógeno, se denomina repertorio
primario o preinmune. Los segmentos de genes VH y VL expresados por las células B
primarias, tal como se veía en el capítulo 5, se hallan en configuración germinal (no han
experimentado hipermutaciones somáticas, como ocurre tras la respuesta al Ag) y su repertorio
surge de los mecanismos recombinatorios de los distintos segmentos génicos VH DH y JH
(cadena pesada) y VL y JL (cadena ligera) usados, así como del ensamblamiento de una
región VH con una región VL para formar una zona común de unión al Ag. Esas posibilidades
combinatorias pueden determinar un repertorio potencial que parece tender al infinito,
calculándose que, en el ratón, pueda ser de 108
109
. Ello garantiza que cualquier Ag exógeno
de los múltiples (potencialmente millones) presentes de forma natural o artificialmente creados
por el hombre, que entre en el organismo pueda tener oportunidad de encontrar (seleccionar),
aunque sea en muy bajas proporciones, linfocitos B que lo reconozcan. Sin embargo, por
estudios de frecuencia de células B específicas contra antígenos definidos (hapteno-portador)
se infiere que el repertorio realmente utilizado parece ser mucho menor (106
-107
).
El proceso de maduración de los linfocitos B en la médula es complejo y en él intervienen varias
citocinas (Figura 11.2).
FIG: 11.2
RECEPTOR DE CELULAS B (BCR).
Las Ig de membrana de los linfocitos B maduros constituyen parte del receptor de Ag
(BCR). Las cadenas pesadas de las mIg difieren de las cadenas pesadas de las Ig secretadas
en una pequeña parte del extremo carboxi-terminal. El hecho de que las Ig se expresen en la
membrana (linfocitos B primarios o vírgenes) o pasen a secretarse tras el contacto con el
antígeno, se debe a un mecanismo de empalme diferencial de los exones M1 y M2 de los
genes CH presentes en el RNA.
La región citoplásmica de la mIgM y mIgD (humanas) sólo tiene 3 aa, (lisina-valina-
lisina) mientras que la de las otras mIg es algo mayor (25 aa adicionales para la mIgG e mIgE).
3. Hace unos años quedó claro que el ligamiento cruzado de las mIg (puenteo o agregación)
mediante anticuerpos anti-Ig (que vienen a representar la acción del Ag) transducía señales
activadoras. Sin embargo, dada la escasa parte citoplásmica de las mIg se sospechaba que no
eran las Ig por si mismas las que transducían esas señales a la maquinaria intracitoplásmica
generadora de segundos mensajeros, sino que ello podía ser responsabilidad de moléculas
asociadas a las mIg, de forma análoga a como ocurre con las moléculas CD3 asociadas al
receptor antigénico de las células T (TCR). Actualmente está plenamente establecido que las
mIg se hallan asociadas de forma no covalente a un complejo de dos cadenas polipeptídicas
unidas entre sí por enlaces disulfuro, llamadas Ig-alfa e Ig-beta, que están codificadas por los
genes llamados mb-1 y B29 respectivamente
La arquitectura del receptor, esto es, número de heterodímeros y orden de las cadenas
dentro del heterodímero que están en contacto con las cadenas pesadas de la mIg no se
conoce, pero el modelo aceptado actualmente asume la configuración que se esquematiza en
la Figura 11.3, en que dos heterodímeros estarían en contacto con cada una de las dos
cadenas pesadas de la mIg.
Fig.:11.3
La parte citoplasmática de las cadenas Ig-a e Ig-b carecen de dominios catalíticos, pero
poseen residuos tirosina que son fosforilados por proteín-tirosín-cinasas. El segmento
intracitoplasmático del receptor antigénico de célula B (BCR) está asociado de forma no
covalente a proteín-tirosín-cinasas (PTK) que catalizan la forsorilación de residuos de tirosina
en varios substratos intracelulares, incluidas ellas mismas, inmediatamente después de que se
produzca el ligamiento cruzado de las mIg. Dichos procesos de fosforilación se cree que son de
importancia capital en la transducción de señales activadoras al interior de la célula, tras la
unión del Ag a las mIg. Entre esas PTK se hallan lyn, fyn, blk (y posiblemente otras),
pertenecientes a la familia de src-PTC que contactan con la membrana (ver capítulo dedicado a
tansmisión de señales en linfocitos). También se halla asociado una PTK no perteneciente a
esta familia, denominada syk, que al revés de las del tipo src-PTK es completamente
citoplasmática, sin conexión con la membrana y de enorme semjanza a la cinasa ZAP-70
4. presente en células T. Como se indica más adelante, el BCR se halla funcionalmente asociado
al complejo no covalente que forman las moléculas CD21 y CD19.
RECEPTOR SUBRROGADO DE LAS CELULAS PRE-B.
Las cadenas m libres, es decir no unidas a cadenas ligeras, aunque estén codificadas
con los exones apropiados para expresarse en la membrana, no pueden hacerlo. Para ello,
además de su ensamblamiento a las cadenas ligeras, se requiere la expresión del
heterodímero Ig-alfa e Ig-beta. Las cadenas m producidas por las células pre-B tardías (cuando
todavía no se han reordenado los genes V de las cadenas ligeras) quedan retenidas en el
retículo endoplásmico unidas a la proteína copuladora de las Ig (BiP) una molécula carabina
(que es idéntica a la proteína grp78), donde se degradan. Recientemente se ha visto que una
pequeña parte de las cadenas m de las células pre-B no quedan retenidas en el citoplasma
sino que son exportadas a la membrana. Ello se consigue gracias a su ensamblaje con una
pseudo cadena ligera (y-LC) que subroga la función de las cadenas ligeras auténticas, mientras
éstas no se reordenan y expresan.
Hay evidencias de que la mIgM subrogada (pre-BCR) de las células pre-B transduce
señales que ordenan el cese de más reordenamientos de los genes de las cadenas pesadas,
fenómeno subyacente a la exclusión alélica que caracteriza la expresión de los genes de las Ig
(véase genes de las Ig) además de favorecer la supervivencia celular mientras se reordenan
los genes de las cadenas ligeras.
ACTIVACION Y DIFERENCIACION DE LINFOCITOS B.
Teoría de la selección clonal.
Un hito fundamental en el conocimiento de la función de los linfocitos B fue la
demostración de que las células B que unen un antígeno determinado son las responsables de
la secreción de anticuerpos contra ese antígeno. La producción de anticuerpos solubles
requiere la inyección del antígeno (inmunización) al animal en una solución que induce
inflamación (adyuvante). Se supuso que la interacción física del antígeno con alguna célula del
organismo induciría su activación y posterior diferenciación a célula secretora de
inmunoglobulinas. Para la demostración de esta teoría se realizaron una serie de experimentos
en los que se adicionó un antígeno marcado radioctivamente a un cultivo de célula de bazo
(órgano que contiene un abundante número de células B). Aquellos linfocitos B que unían el
antígeno morían por irradiación (Figura 11.4).
Fig.:11.4
5. Las células supervivientes (la inmensa mayoría porque sólo 1 de cada 50.000 células
unían el antígeno) se transferían a un ratón irradiado letalmente. Sin embargo, la inmunización
de ese ratón con el mismo antígeno no despertaba respuesta de anticuerpos específicos, cosa
que sí ocurría cuando el antígeno utilizado en la inmunización no estaba marcado
radioactivamente. Estos experimentos sólo podían ser interpretados según la teoría
denominada de selección clonal. De acuerdo con esta teoría, los linfocitos B tienen receptores
distribuidos clonalmente (inmunoglobulinas de membrana responsables de la unión al
antígeno) y por tanto, presentan un potencial de estimulación antigénica restringido. Tras el
contacto con el antígeno, los linfocitos B se activan y diferencian a células secretoras de
inmunoglobulinas, las cuales tienen una especificidad casi idéntica, a la expresada en la
membrana de las células B que han unido el antígeno (con mutaciones puntuales en los
segmentos VH y VL.Las células B inmaduras que unen antígenos propios son eliminadas
(delección clonal) o son incapaces de diferenciarse a células secretoras de inmunoglobulina
(anergia). Efectivamente, el desarrollo del sistema inmune necesita compaginar dos fenómenos
casi contradictorios; a) generar una enorme diversidad de receptores que reconozcan antígeno y
b) seleccionar de todas estas especificidades generadas al azar las no dañinas para el organismo.
De no ser así, los autoanticuerpos generados producirían fenómenos inflamatorios destructivos
para órganos y tejidos.
Las células B inmaduras (aquellas células B que acaban de reordenar los genes de las
cadenas ligeras) que interaccionen con antígenos propios multivalentes expresados en alta
cantidad en la membrana celular (p.e. moléculas MHC), mueren por un proceso denominado
apoptosis, en el que se produce la fragmentación de DNA y la eliminación de fragmentos
celulares por células fagocíticas sin liberación de enzimas citoplasmáticas pro-inflamatorias al
entorno. De hecho, algunas células B autorreactivas vuelven a intentar reordenar la cadena
ligera (edición del receptor) con el fin de no reaccionar contra elementos propios y poder
sobrevivir. Cuando el antígeno propio reconocido por las células B inmaduras es soluble, el
linfocito B autorreactivo no muere, pero tampoco se diferencia a célula secretora de
inmunoglobulinas. Esta peculiar forma de respuesta se denomina anergia funcional, y trae
como consecuencia la modificación de la recirculación tisular de estas células y el acortamiento
de su vida media.
Cooperación T: B. Teoría de las dos señales.
Primera señal.
En los fenómenos inducidos por el Ag en las células B tras su unión a las Igm, es
clásico distinguir tres acontecimientos secuenciales: activación (entrada en la fase G1 del ciclo
celular), proliferación (síntesis de DNA y división celular) y maduración y diferenciación hacia
ASC. Estos acontecimientos se inician con la unión del Ag a las mIg del BCR. Aunque esa
división pueda parecer artificiosa por cuanto fisiológicamente esos fenómenos son un
continuum, es útil e importante por cuanto se trata de acontecimientos con un control y
requerimentos distintos. Se demostró que la unión no covalente entre el antígeno y la
inmunoglobulina de membrana sólo se traducía señales al interior de la célula cuando al menos
dos moléculas de mIg se pongan en íntimo contacto (puenteo del BCR). Ello se puede lograr
de dos formas, bien porque el antígeno tenga estructuras (epítopos) repetidas y que cada una
de ellas interaccione con una molécula de mIg, o bien porque el antígeno sea captado por una
célula que lo fije a su membrana facilitando el puenteo de mIg. Dado que el número de
linfocitos B con mIg específicas para un determinado Ag es muy bajo, el estudio in vitro de la
activación inducida por el Ag se ha modelizado usando anticuerpos anti-Ig, que sirven a modo
de panantígeno capaz de unirse a las mIg de todos los linfocitos B, con independencia de la
especificidad anticuerpo (activación policlonal). Durante la mitad de los 80 quedó claro que el
ligamiento cruzado o puenteo de las mIg por anticuerpos anti-Ig inducían a las células B a
entrar en la fase G1 del ciclo celular (activación) que se caracteriza por aumento del tamaño
celular y aspecto blástico, hiperexpresión de moléculas HLA de clase II, expresión de antígenos
de activación (receptores de IL-2R y de otras citocinas y otros antígenos de activación),
formación de agregados celulares mediados por moléculas de adhesión (principalmente a
través de la integrina leucocitaria LFA-1 (CD11a/CD18) y su unión a ICAM-1 (CD54), ICAM-2 e
6. ICAM-3 (CDw50) y síntesis de RNA. Esto se puede observar durante las primeras 24-48 hr. del
cultivo. Los mecanismos de transducción de señales desde la membrana al citoplasma y luego
al núcleo, donde se activará la transcripción de genes implicados en la entrada de la célula en
el ciclo celular, son comunes a otros tipos celulares tras interacciones receptor-ligando, y son
muy similares a los procesos que se desencadenan tras la interacción del receptor para el
antígeno (TCR) de los linfocitos T con el complejo péptido- molécula MHC. Sin embargo, estos
cambios incluyen como mínimo: activación de tirosin-cinasas asociadas al BCR, que catalizan
la fosforilación de varios substratos intracelulares, incluidas ellas mismas, así como la
fosfolipasa C-gamma (PLC-gamma), CD19, y las cadenas Ig-alfa e Ig-beta. La fosforilización de
la PLC se cree que causa su activación con lo que luego cataliza la hidrólisis de
fosfoinositoles, generándose inositoltrifosfato (IP3) y diacilglicerol (DAG) que causan ,
respectivamente, aumento del calcio libre intracelular (primero por descaraga de los almacenes
internos, despues por entrada de calcio extracelular) y activación de la protein-cinasa C (PKC).
La importancia de la activación de la PKC para la activación de las células B, fue corroborado
por el hecho de que los esteres de forbol, que causan la activación de la PKC y su
translocación a la membrana celular, en conjunción con ionóforos de calcio, que causan
entrada de calcio extracelular, actúan de modo sinérgico causando los mismo fenómenos
activatorios que los anticuerpos anti-Ig. De hecho la combinación de esos agentes
farmacológicos, constituye el activador policlonal más potente de células B.
Hoy en día se acepta que por muy favorable que sea la estimulación de linfocitos B vía
mIg, siempre que se estudien células mIgM+/mIgD+ verdaderamente quiescentes y altamente
purificadas, la activación B no suele progresar hacia síntesis de DNA, ni muchísimo menos
madura hacia ASC. Ello llevo a hipotetizar que las células B necesitaban dos señales para su
diferenciación terminal, una proveniente del puenteo de la Ig de membrana y otra segunda
señal proveniente de alguna célula accesoria.
Segunda señal. Papel de los linfocitos T
Los experimentos que involucraban a las células T en la diferenciación de células B
tienen su base en experimentos muy antiguos de cooperación entre células provenientes de
médula ósea (linfocitos B) y timo (linfocitos T). Estos experimentos se interpretaron bajo la
hipótesis de que las células B eran capaces de producir anticuerpos pero para ello requerían el
auxilio de células T. Veamos la naturaleza de esta segunda señal:
1. Factores solubles. Los estudios de este fenómeno se basaron en
experimetos que demostraron que los linfocitos T eran capaces de producir
factores solubles tras su estimulación con antígenos o mitógenos, y que
algunos de estos factores solubles estaban involucradas en procesos de
proliferación. Así, se probó el efecto de sobrenadantes de células T
activadas en la proliferación y diferenciación de células B. Se demostró
que la adición de estos factores solubles (citocinas) a células B
estimuladas con anti-IBM eran capaces de inducir proliferación de células
B pero no su diferenciación (Figura 11.5). Sin embargo, se obtuvieron
datos aparentemente contradictorios con este postulado al lograrse “in
vitro” la diferenciación de células B de tamaño superior al normal y de una
densidad baja en presencia únicamente de factores solubles. Datos
posteriores evidenciaron que estas células B probablemente habían sido
activadas in vivo, probablemente gracias a la colaboración T, y por ello su
diferenciación final aparentemente sólo requería factores solubles (vide
infra).
2. Moléculas de membrana. Se ha demostrado que tanto los linfocitos B
como las células T que han reconocido antígeno expresan en su
membrana transitoriamente moléculas de activación, con ligandos
recíprocos. Así, las células B expresan las moléculas de activación CD80 y
CD86 que interaccionan con CD28 presente en linfocitos T mientras que la
molécula de activación de linfocitos T CD40-L se une a CD40 presente en
linfocitos B.C) Cooperación entre factores solubles y moléculas de
7. activación. Diversos abordajes experimentales han demostrado que las
moléculas de activación presentes en linfocitos T y B activados con
ligandos recíprocos unidas a la secreción de interleucinas por linfocitos T
son las señales que hacen diferenciarse a linfocitos B que han contactado
con el antígeno y por tanto constituyen conjuntamente la segunda
señal.(Figura 11.5).
Fig.:11.5
Cooperación linfocitos T y B.
Veremos separadamente los procesos relacionados con la activación de linfocitos T y
después de linfocitos B.
Activación de linfocitos T.
Al igual que los linfocitos B, las células T necesitan el puenteo de su receptor
antigénico para la modificación de su fisiología y con ello la ganancia de ciertas funciones que
antes no tenía, tales como secreción de factores solubles, expresión en membrana de
moléculas de activación, etc. El receptor de linfocitos T no reconoce, tal y como lo hacen los
linfocitos B, una enorme variedad de estructuras moleculares (incluyendo hidratos de carbono)
sino que está sesgado para el reconocimiento de moléculas del complejo principal de
histocompatibilidad (MHC) debido a un proceso de selección que tiene lugar en el timo. Las
moléculas codificadas en el MHC son capaces de alojar péptidos en una hendidura que
aparece en su estructura cuaternaria. El receptor de linfocito T sólo es capaz de unirse a
complejos péptido-MHC, interaccionando los aminoácidos de las cadenas que forman el
receptor de linfocito T tanto con aminoácidos del péptido como de la molécula MHC en la que
éste se encuentra alojado. Estos péptidos se generan por la proteolisis de proteínas generadas
en el interior de la célula (por ejemplo proteínas virales) o de aquellas captadas del medio
externo tras su endocitosis o pinocitosis (proteínas bacterianas). Este proceso se denomina
presentación antigénica.
8. También la activación de las células T requiere otra segunda señal no del todo aclarada
pero que probablemente sea debida a la interacción de proteínas de membrana de la célula
presentadora con otras proteínas de membrana del linfocito T. Es importante resaltar que sólo
algunas células del organismo son capaces de facilitar a las células T esta segunda señal, a las
que se denominan células accesorias. Si el linfocito T reconoce un péptido en una célula sin
capacidad accesoria, el linfocito T no sólo no se activa, sino que se hace refractario a
activación, entrando en un proceso denominado anergía. Las células que clásicamente se les
han considerado células accesorias (monocitos, macrófagos y células dentríticas) captan el
antígeno bien por pinocitosis o por endocitosis a través de receptores para el fragmento Fc de
Ig (RFc), receptores de factores de complemento (RC) o receptores de manosa.
Célula B como célula presentadora de antígenos T dependientes.
En 1985 A. Lanzavecchia demostró que la inmunoglobulina de superficie de células B
era capaz de captar y de concentrar antígenos solubles de naturaleza proteica (antígenos T
dependientes) permitiendo una presentación antigénica a células T extremadamente eficaz.
Esta nueva función de linfocitos B podría ser la base de respuestas de anticuerpos específicas
a bajas concentraciones de antígeno, y, al mismo tiempo, explicaría la especificidad de la
respuesta inmune. Los linfocitos B que interaccionaran a través de su Igm con un antígeno
denominado por ejemplo X, lo procesarían y presentarían unidos a MHC péptidos del mismo
antígeno X (péptidos-X). Los linfocitos T con especificidad anti-(peptidos-X) que han
interaccionado previamente con el antígeno en células accesorias clásicas, reconocerían el
complejo MHC-péptido en la membrana de la célula B, transmitiendo las segundas señales
necesarias para la diferenciación de células B (factores solubles más interacción membrana-
membrana) (Figura 11.6).
Fig.:11.6
Es importante destacar que las partes del antígeno X reconocidas por linfocitos T y B
pueden ser muy distintas. Las células B pueden interaccionar con los hidratos de carbono de la
glicoproteina X, mientras que los linfocitos T anti-X sólo reconocen péptidos de esta proteína X.
Un ejemplo clásico de este tipo de reconocimiento es la respuesta a haptenos que no
contengan aminoácidos. Los haptenos son estructuras moleculares de pequeño tamaño que
pueden ser reconocidas por ciertas inmunoglobulinas de membrana, pero que paradójicamente
son incapaces de inducir la diferenciación de células B tras su inyección “in vivo” por no recibir
la cooperación de linfocitos T. Por ejemplo, haptenos que no contengan aminoácidos
(poliazúcares) no pueden presentar ningún péptido presente en su estructura a linfocitos T, por
lo que no se generarían las segundas señales necesarias para la diferenciación de linfocitos B
9. hapteno específicos (los que han unido hapteno a través de su BCR). Lógicamente, la
inmunización de una nueva estructura molecular en la que el hapteno se uniera
convalentemente a proteínas no presentes en el animal (no propias) sí despiertan una
respuesta de anticuerpos “in vivo”. Ello se debe a que las células B que unen el hapteno,
endocitan el complejo hapteno-proteina (denominada transportadora o carrier). degradan
enzimáticamente la porción proteica generando péptidos que se unen a MHC. Esta estructura
péptido-MHC sería reconocida por algunos linfocitos T CD4, que se activarían y generarían
segundas señales que permitirían la diferenciación terminal de estas células B que secretarían
inmunoglobulinas anti-hapteno
Dado que los linfocitos T han sufrido un proceso de selección en timo por el que se han
seleccionado aquellos con una cierta afinidad por moléculas MHC propias y considerando que
previamente han reconocido el antígeno (más exactamente un péptido de él) en el contexto de
moléculas MHC propias presentes en la célula accesoria presentadora de antígeno, es lógico
que las células T sólo cooperan con células B que hayan unido el antígeno y lo hayan
presentado en moléculas MHC idénticas a las presentes en células dentríticas, que en
condiciones fisiológicas son también las presentes en células T. Como las moléculas MHC son
polimórficas en poblaciones, las células B, T y dentríticas deben expresar el mismo alelo MHC
al que se une el péptido para cooperar entre sí, fenómeno por ello denominado “restricción
alélica HLA”.
Otras vias de activación de células B.
Entre estas vías destacan las son antígenos T independientes de aquellas que son
antígeno T dependientes, según el grado de necesidad de que participen estos linfocitos en la
respuesta inmune.
Antígenos T independientes.
Algunos antígenos son capaces de despertar una respuesta de anticuerpos en
ausencia de células T. Este tipo de antígenos se ha dividido en dos grupos, los denominados
antígenos T independientes 1 (TI-1) o 2 (TI-2). Los antígenos TI-1 son antígenos de la pared
bacteriana que inducen una diferenciación policlonal de células B murinas independiente de la
especificidad de su receptor clonotípico, ya que este no interviene en el reconocimiento. El
ejemplo clásico en el modelo experimental murino es la respuesta a LPS (Figura 11. 7).
Fig.:11.7
Por el contrario, los antígenos TI-2 son estructuras repetidas, normalmente hidratos de
carbono, que son reconocidos por el receptor B. Las características moleculares de los Ag TI-2
hacen que se produzca un puenteo de varias moléculas de Igs (un número crítico parece ser
de 12-16). Este puenteo masivo local favorece la activación de linfocitos B, aún en la ausencia
de una interacción T: B membrana-membrana. Cómo ya hemos desarrollado, los hidratos de
10. carbono no puede activar células T al no contener aminoácidos en su estructura molecular. Así,
el puenteo masivo de Igm por antígenos TI-2 provoca un estado de activación en el linfocito B,
en el cual los contactos membrana-membrana con linfocitos T no son necesarios. Sin embargo
parece que factores solubles producidos por células T o no T (mastocitos) sí juegan un cierto
papel en este tipo de respuesta.
Fig.:11.8
Tanto los antígenos TI-1 como TI-2 se encuentran sobre todo en bacterias, sugiriendo
que la respuesta antibacteriana pueda tener un componente T independiente. Este parece ser
el caso, ya que las inmunodeficiencias T genéticas o adquiridas no suelen asociarse a un
aumento exagerado de infecciones bacterianas. De hecho, recientemente se ha descrito la
activación policlonal de linfocitos B tras su interacción con DNA bacteriano en un proceso en el
que no interviene el BCR, por lo que este DNA podría considerarse un antígeno TI-1.
Es de destacar que en general, los epitopos reconocidos por las células B no
corresponden a los reconocidos por los linfocitos T (Figura 11. 8). Una vez que las células B
se activan adecuadamente, éstas se transforman en células plasmáticas (Figura 11. 9) o en
células memoria que por su situación de preactivadas responden con gran eficacia en
estímulos posteriores.
Fig.:11.9
11. BIBLIOGRAFIA
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