1. Apuntes breves
(Proceso designación rector U.N. 2012-2015)
“…no más echó a andar la palabra, empezamos a decir de todo”
En verdad no se me ocurre otra expresión. Una vez leídas las propuestas. Queda claro que no
asumo posiciones irrespetuosas. Pero, así mismo, es apenas obvio que quienes hemos arriesgado
conceptos, opciones, propuestas y acciones en relación a la universidad pública; no podemos
tatararear el escape. Al menos, de mi parte, siempre ha sido así.
-El universo conceptual
En todos y todas es el mismo. Una plática en la que se exhiben estribillos políticos y filosóficos.
Alguno (como en el caso del profesor Leopoldo Múnera Ruíz), con una manera de emplear giros
lingüísticos acerca de lo público y de la participación democrática, que lo aproxima a lo que yo
llamo “populismo ilustrado”. Basta la lectura de su proclama en torno a claustros y colegiaturas y su
nexo con la elaboración de propuestas y decisiones en términos de la misión institucional. O, el
galimatías que construye, tratándose del proceso de elección del (la) rector (a).O, eso de la
composición de los consejos de facultad, en un espectro que incluye a los (as) empleados (as)
administrativos (as). Pero, cosas rara, no expresa posición definida acerca de la composición del
Consejo Superior.
Otro (como en el caso del profesor Diego G. Arango M.), con una punta de lanza teórica soportada
en “la prosperidad para todos”. Como si este gobierno y, particularmente el señor presidente de la
república Juan Manuel Santos alguna vez en su vida hubiese expresado siquiera dos palabras de
profundidad en torno a la educación superior pública.
O, cuando el profesor Jorge I. Bula Escobar, coge el brete de “la inserción en el mundo globalizado”
y de “las profundas transformaciones que necesita la educación superior en Colombia, tomando
como referente el proceso de reforma a la Ley 30 de 1992”. Y recaba en forcejeo consigo mismo.
Simplemente, porque no atina a decir nada diferente a lo que le escuchamos, inclusive, desde que
estábamos adportas de conocer texto de Ley 30 de 1992; D.E., 1210 de 1993 y Ley 100 de 1993.
O, como cuando leemos lo expresado por el profesor Diego F. Hernández Losada, en una
presunción de alto vuelo en términos de la lectura e interpretación de los registros simbólicos. Y de
torceduras conceptuales aplicadas a las opciones ortodoxas validas históricas, que comprometen el
quehacer de las universidades públicas. Un recorrido que atraviesa lo que somos y que nos ofrece
nada a cambio. A no ser: actuar a nombre de lo que significa la Universidad Nacional de Colombia,
por la vía de acumular retazos.
Leyendo a la profesora Myriam Jimeno Santoyo, con todo y que ha frenteado en la búsqueda de
una efectiva equidad de género en esta nuestra universidad tan cruzada expresiones de
perversidad sutil machista, queda un vacío inmenso. Como cuando uno siente que lo que dice ya
fue dicho y no tan bien dicho.
Lo mismo en torno al soporte de postulación de la profesora Beatriz Sánchez Herrera. Con el
agravante de una defensa de los “logros” del profesor Wasserman, en términos de universidad
pública, autonomía, eficiencia, transparencia, calidad, etc.
Quien creyera, al que leí con más prevención por cuanto conocía sus inapropiadas expresiones en
relación con el concepto de universidad pública, del humanismo que la debe soportar; resultó ser el
2. más cercano a una posición crítica asertiva. Con una visión de universidad que desnuda los
supuestos avances en los dos periodos anteriores. Un tanto pragmático. Pero, al menos, muy
preciso en el sentido de proponer modificaciones a lo actuado. Fundamentalmente, en relación lo
ha significado la ampliación de cobertura, con una planta docente atrofiada la búsqueda de
resultados estadísticos.
--De lo concreto en propuestas.
Por lo mismo que, en el pasado reciente, ellos y ellas de una u otra manera, estuvieron al tanto de
la movilización que protestó el proyecto gubernamental de reforma a la Ley 30 de 1992, hacen
alusión a “las transformaciones que requiere la educación superior en Colombia”. En esto ninguno y
ninguna se atreve a una disidencia. Porque, y es molesto que lo hagan aparecer como triunfo, la
movilización de finales de 2011, no fue otra cosa que reiterar en proponer al unísono
generalidades. O, cuando no, asumir que el movimiento iba a redimir a los obreros, las obreras, los
campesinos, las campesinas, …!Nada más dañino¡.
Lo cierto es que no hubo ni ha habido propuestas, en relación con lo que se debe proponer. Mesas
de trabajo al garete. Estudiantes, profesores y profesoras, tratando de reinventar conceptos.
Cuando más, dando cuenta de conclusiones extemporáneas, forzadas. De un proceso que no se
dio. Porque, no nos digamos mentiras, todo se había endosado a la actividad gubernamental. Ya,
inclusive, se percibía una concertación entre los y las rectores y rectoras con la ministra y sus
asesores. Cuando la MANE, decidió ejercer presión, todos y todas a la expectativa. Y a la nave de la
“victoria”. Deberían, por lo menos, ellos y ellas, indagar en que va el proceso al interior de los
rectores y las rectoras de las universidades públicas. Porque, ya hay compromisos adquiridos en
torno a las propuestas de reforma.
Entonces, centrar un programa relacionado con “las transformaciones que requiere la educación
superior en Colombia”, en el proceso de designación de rector o rectora en la Universidad Nacional
de Colombia, y anclado en opciones tan endebles como las que se conocieron en octubre y
noviembre de 2011. O, lo que es lo mismo, en las visiones presentadas por candidatos y
candidatas, más por decir algo aunque no se diga nada; da lo mismo.
Preocupa, profundamente, el énfasis de todos y todas en la nueva Ley de Regalías y la supuesta
bonanza que se derivaría desde allí para la financiación a programas de la Universidad Nacional.
Hablando, inclusive, del significado, en ese contexto de las sedes de frontera.
Seguimos, como siempre, hablando del proceso de internacionalización. Y de la acreditación de
programas y procesos. Con referentes que no van más allá de las comparaciones parametradas en
símbolos estadísticos. Nada de construir un discurso que revolucione conceptos. Que arriesgue en
la confrontación sin pausa al modelo económico y político que se impone y profundiza. Nada de
redefinir las acciones de la universidad pública. No con tímidas posturas de autonomía. Nada de
convocar, desde la universidad, a la resistencia en contra de la imposición de esa opción en la que
predomina eso de “hacerse a la idea de que no es conmigo” lo que está sucediendo. Nos hundimos
como país, nos limitan, nos condicionan. Y, los programas, simplemente hablan de la redistribución
equitativa de las miserias culturales y científicas. Con tal y que tengamos programas certificados…y,
para acabar de acotar ahora, con tal y que nosrediman con parte de la regalías
Luis Parmenio Cano Gómez
Pensionado Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá