1. PENSIONES PUBLICAS: TRES PILARES.
Manfred Nolte
El vigente sistema público de pensiones en España se asienta sobre el principio
de la solidaridad. En el llamado ‘sistema de reparto’ las generaciones de
trabajadores con empleo activo financian con sus aportaciones mensuales las
prestaciones que la Caja Única de la Seguridad social dispensa al colectivo de
jubilados, viudos, huérfanos y beneficiarios de pensiones no contributivas de
todo el territorio nacional. Esta caja única ejercita la solidaridad citada de dos
maneras. La primera de forma horizontal –entre todos los ciudadanos a lo largo
de la geografía del estado- y la segunda de forma vertical –la generación actual
soportando a las generaciones pasadas que han causado la jubilación-.
Como es de dominio público, las pensiones en España contempladas como un
presupuesto cerrado e independiente, compuesto por los ingresos y gastos
propios y especificaos del sistema registran en este momento un déficit
insoportable que incluso han esquilmado la llamada ‘hucha de las pensiones’, el
fondo que sucesivos superávits presupuestarios del pasado fueron acumulado
par atender contingencias futuras. La extinción del fondo y el déficit corriente
entre aportaciones y prestaciones ha conducido a una decisión heroica tan solo
unos días atrás: la pensión extraordinaria de fines de año de 2.017 se ha
financiado mediante el endeudamiento con el Estado, lo que como efecto
indirecto equivale a decir que la prestación navideña de los jubilados se ha
realizado mediante la emisión de deuda del Estado. Este asombroso suceso no
ha despertado la atención que sin duda merece y no ha hecho sino añadir leña al
fuego de las infinitas especulaciones que vienen teniendo lugar en el foro de la
comisión parlamentaria de los pactos de Toledo, sin que políticamente se
vislumbre avance sustantivo alguno en las medidas a tomar sobre el candente
tema que nos ocupa.
El sistema de reparto aplicado a las pensiones en España es inviable y aunque a
corto plazo sus necesidades serán sin duda atendidas desde los presupuestos
2. generales del Estado, no se vislumbran medidas concretas para su estabilización
y reflotamiento.
En este contexto surgen con alguna vehemencia propuestas que sugieran la
vuelta –si bien parcial y progresiva- a sistemas de capitalización que formen una
estrategia múltiple para hallar un nuevo equilibrio para la atención sostenible
de los actuales pensionistas, y también de los pensionistas del futuro. Las voces
no solo surgen de entre nuestras latitudes sino que comienzan a tener cuerpo en
las normativas de otros países, dentro y fuera de la Unión Europea.
Simplificando su contenido, el nuevo diseño se apoya en tres pilares que
constituyen con funciones distintas y complementarias el posible futuro edificio
de unas pensiones sostenibles.
El primero consiste en la traslación gradual y paralela de las contribuciones de
los actuales trabajadores activos a una especie de plan de capitalización privado.
Se dice ‘una especie’ porque lo es únicamente a efectos teóricos y contables, de
tal modo que aunque sus contribuciones se vuelquen en el fondo común (de
reparto) se anoten en una cuenta personal denominada cuenta ‘nocional’
(nocional, con ‘o’). Llegado el cumplimiento de la jubilación, y con cargo a la
caja única, se asignaría actuarialmente una cuota personalizada al beneficiario,
que constituiría su pensión personal vitalicia.
El segundo pilar consiste en la inveterada apelación a la previsión social
complementaria o privada. Naturalmente la construcción de esta segunda
columna está afectada por dos consideraciones significativas. Una, que no todo
el mundo podrá permitírsela en función de las rentas y capacidad de ahorro del
sujeto considerado. La segunda, que esta propuesta debería ir acompañada de
algunos apoyos públicos que la hagan fiable en primer término y rentable en
segundo. Como sucede en alguna normativa del entorno europeo, los capitales
de estos planes podrían estar garantizados por el Estado. Paralelamente estos
planes deberían de gozar de una fiscalidad atractiva de la que carecen en la
actualidad. Fondos y EPSVs suponen simplemente un diferimiento fiscal pero
carecen de estímulo alguno que los haga especialmente atractivos.
El tercer pilar es obviamente el brazo protector del Estado que deberá establecer
unos umbrales de pensiones mínimas, y en base a ellos otorgar los
complementos necesarios. Antes con impuestos que con endeudamiento.
Las reformas de 2.011 y 2.013, que ahora algunos pretenden derogar, son
insuficientes aunque necesarias para devolver la sostenibilidad del sistema.
Muchas otras incongruencias –destaca la alarmante contributividad del
sistema- tendrán que ser abordadas de forma congruente.
Pero todo indica, como se desprende del ejemplo de países de nuestro entorno,
que las pensiones del futuro descansarán en los tres pilares descritos.