2. ESPECIALIZACIÓN EN PEDAGOGÍA
Pregunta Ética
¿Qué aportes presenta la pedagogía de
San Agustín a la formación de los
futuros licenciados en Lenguas
Extranjeras?
6. • Aurelio Agustín nació en
Tagaste , región de Cartago
,en el África romana el 13 de
noviembre del año 354.
• Su padre, Patricio era pagano y
su madre Mónica, era cristiana.
• La situación económica de la
familia era buena y Agustín
pudo recibir una sólida
formación acorde a la época.
• Estudió diversas disciplinas,
especializándose en gramática,
filosofía y retórica. Impartió
clases de esta última materia
en Cartago, Tagaste , Roma y
Milán
7. Cartago
Año
367
• Se traslada a
Cartago
• A los 17 años
empieza a
cohabitar con
una jóven con
la que tiene un
hijo, Adeodato.
• Se siente
atraído hacia
la filosofía al
leer el
Hortensio de
Cicerón y
decide
dedicar su
vida hacia la
búsqueda de
la verdad.
Año 371 Año 372 Año 373
• En su
búsqueda de
la verdad se
encuentra con
la secta de los
Maniqueos , a
la que
pertenece
desde los 19
hasta los 28
años.
• Enseña
retórica.
Su juventud es turbulenta , se abandona a las pasiones,
tanto del cuerpo, como del espíritu.
8. Los maniqueos
Fundados por el filósofo y
místico persa,
Manes(216-274).
Sostenían que la realidad
era una lucha entre la luz (el
bien, el espíritu) y las
tinieblas (el mal, la materia)
Le daban cierto valor a
Jesús de Nazaret, pero no
admitían la legitimidad de la
Iglesia pues argumentaban
que había traicionado a
Cristo y cambiado su
Evangelio original.
Después de su bautismo, San
Agustín rebatirá esta acusación
exigiendo a los maniqueos que,
puesto que decían conocer la
doctrina primigenia de Cristo ,
aportaran como prueba de su
afirmación el texto original del
Evangelio.
9. Roma yMilán
Año 383
• Marcha a Roma
para abrir una
escuela de
retórica, pero no
alcanza el éxito
que esperaba.
Año 384
• Con el apoyo de
los maniqueos,
consigue una
cátedra para
enseñar retórica
en Milán
importante
núcleo político ,
filosófico y
social.
Año 385
• La palabra y el
ejemplo del
Obispo Ambrosio
y los consejos de
su madre, logran
que Agustín se
haga catecúmeno.
Año 386
• Deja la enseñanza
, se retira a
Cassiciaco,cerca
de Milán donde
escribe sus
primeras obras.
10. Regreso a supatria.
Año 387
• Recibe el
bautismo de
manos de San
Ambrosio,
junto con su
hijo, Adeodato
y se traza la
misión de
defender en
su patria la
verdad
cristiana.
Año 390
• Muere su hijo
Adeodato al
poco tiempo
de llegar a
África.
Año 391
• Se
ordena
sacerdote.
Año 395
• Es consagrado
obispo de
Hipona
11. Obras
Su obra es extensa, desde el punto de vista filosófico son importantes,de sus
primeros escritos :
Contra académicos (386) discusión contra el escepticismo de la academia nueva y
defiende las posibilidades y el alcance del conocimiento humano.
De la vida felíz (386): Donde aborda el tema de la felicidad.
Del orden (386) : Sobre el orden de las cosas.
Soliloquios (386-387) : Sobre el conocimiento ,la verdad, la sabiduría.
El Libre arbedrío (388-395) : Sobre la libertad de decidir sobre el mal.
De magistro : Diálogos con su hijo Adeodato sobre el enseñar y el aprender.
12. Obras
De las obras posteriores , escritas cuando ya era obispo:
Confesiones (400): Trece libros que definen la personalidad del autor
y los caminos que ha tenido que seguir para encontrar la verdad.
La Trinidad (400-416) : Extensa obra sobre las relaciones de la razón
y la revelación que intenta pensar en la Trinidad a través dela
introspección en el espíritu del hombre.
La ciudad de Dios (413-426) : Considerada la obra maestra de San
Agustín,consta de 22 libros en los que presenta su visión del Imperio
Romano en ruina y su filosofía de la historia.
Las retractaciones (427) : Al final de su vida mira en retrospectiva toda su
obra literaria corrigiendo los errores y las imperfecciones dogmáticas.
13. Filosofía.
Desde que la lectura de Cicerón
lo introdujera en la Filosofía ,
hasta sus últimas obras, San
Agustín la entendió y la vivió
como una búsqueda incansable
de la sabiduría, de la verdad.
Para él, Dios es el término
último de esta búsqueda
racional porque es la suma
verdad.
Entendida así, la filosofía
de Agustín tendrá que
plantearse la relación
entre la racionalidad
(razón abierta y ampliada)
y la fé.
Esta relación la resuelve
Agustín en una interacción
mutua que se sintetiza en la
frase:
Ab intellegere ad credere,
ab credere ad intellegere .
14. Teoríade lailuminación
Agustín concibe una
iluminación mediante la cual,
la verdad se irradia desde
Dios sobre el espíritu del
hombre.
No se trata de una
iluminación sobrenatural, de
una revelación , sino de algo
natural por la cual el
conocimiento de toda verdad
nueva no solo implica signos o
palabras, sino una efectiva
intervención divina que actúa
como una ilumínación en lo
profundo del ser humano.
15. Dios y elalma
Dios es la verdad, el hombre
encuentra la verdad
fundamental dentro de sí, es
decir en su alma.
De ahí la famosa frase de San
Agustín :
“ No salgas de ti, vuelve a ti
mismo, en el interior del hombre
habita la verdad y si encuentras
mudable tu naturaleza,
trasciéndete a ti mismo.”
16. Elhombre
El hombre ha sido creado a
imagen y semejanza de Dios,.
Sus actividades fundamentales :
Memoria, inteligencia y voluntad,
corresponden a las 3 personas
de la Trinidad divina y
constituyen un alma única.
Puede buscar y amar a Dios, pero
también puede alejarse de Él y
caer en el pecado.
El hombre tiene libre albedrío, y
este consiste en que puede
elegir no pecar, fruto de su
relación con Dios.
17. Elfinal.
Agustín se va apagando, en los últimos años
de su vida se dedica a la oración.
Se niega a abandonar la ciudad y a sus fieles durante
el asedio de los vándalos de Genserico a Hipona .
El 28 de Agosto del año 430 el obispo muere
Cuenta la tradición que la biblioteca de Agustín se salva .
En ella conservaba sus obras y viejos códices de los
autores clásicos.
18. Pedagogía
Es importante revisar algunas concepciones de pedagogía y
su evolución con el tiempo, para terminar contextualizando los
lineamientos de una pedagogía fundamentada en la filosofía
Agustiniana.
19. La palabra pedagogía deriva del griego Paidós que significa niño y agein que
significa guiar, conducir, es decir, “el que conduce niños”, y es precisamente en la
Grecia antigua, donde se cimenta el concepto de paideia con el fin de alcanzar la
perfección del hombre a través de las enseñanzas de varias disciplinas.
Encontramos aquí la influencia de pensadores como Sócrates, la Paideia es la que
pone al hombre en el camino hacia su naturaleza. Para Platón, quien inicia su libro
VII de La República (1992, pág. 1) así: "Y a continuación compara con la siguiente
escena el estado en que con respecto a la educación (Paideia) o a la falta de ella se
halla nuestra naturaleza".
20. Encontramos aquí la influencia de pensadores como Sócrates, la Paideia es la
que pone al hombre en el camino hacia su naturaleza. Para Platón, quien inicia
su libro VII de La República (1992, pág. 1) así: "Y a continuación compara con
la siguiente escena el estado en que con respecto a la educación (Paideia) o a
la falta de ella se halla nuestra naturaleza".
21. Los griegos no sólo intuyen la forma humana sino que quieren
presenciarla, verla actuante, y ello es lo que dirige la Paideia.
(Vergara, 1989, pág. 158)
22. A través de los años, la Pedagogía ha construido diferentes progresos
de acuerdo a las teorías de enseñanza en las cuales se contextualiza,
así podemos ver la Pedagogía como ciencia de la educación del
hombre aborda cuatro aspectos básicos:
23. • Estudia las leyes de la dirección del proceso educativo, las leyes de la
educación escolarizada fundamentalmente.
• Determina los fundamentos teóricos del contenido y de los métodos de
educación, la instrucción y la enseñanza
• Estudia y resume la práctica (experiencia) más avanzada en el campo
de la educación, la instrucción y la enseñanza.
• Pone al descubierto la técnica de la ciencia pedagógica, sus secretos y
concede al pedagogo el dominio de los procedimientos modernos, más
perfectos en el campo de la educación y la enseñanza, el arte completo de
influir en el educando.
24. De acuerdo con el MEN, Pedagogía:
Es el saber propio de las maestras y los maestros, ese saber que les permite orientar los
procesos de formación de los y las estudiantes. Ese saber que se nutre de la historia que
nos da a conocer propuestas que los pedagogos han desarrollado a lo largo de los siglos,
pero que también se construye diariamente en la relación personal o colegiada sobre lo
que acontece diariamente en el trabajo con alumnos, alumnas y colegas, sobre los logros
propuestos y obtenidos, sobre las metodologías más apropiadas para conseguir
desarrollo humano y la construcción de la nueva Colombia a medida que se desarrollan
los proyectos pedagógicos y las demás actividades de la vida escolar. (MEN, s.f)
25. Por otra parte, “En el proceso educativo formal intervienen estudiantes, el maestro y
el saber, actuando en un contexto determinado. La relación que se establece y el
papel asignado a cada uno de ellos determinan las estrategias metodológicas o
didácticas a desarrollar en el salón de clases. La reflexión metodológica está, pues,
enmarcada en los parámetros de la reflexión curricular, dado que el método no es
autónomo ni de los propósitos, ni de los contenidos, ni de la secuenciación curricular”
(Zubiría, 2006, págs. 57,58), todas las acciones que se desarrollan para establecer
las relaciones entre estos elementos constituyen los Procesos Metodológicos.
26. Presupuestos filosóficos de la pedagogía agustiniana
San Agustín durante su vida fue pedagogo y educador, formado en el arte de la
oratoria ejerció como profesor de gramática en Tagaste, su pueblo natal.
Enseñó artes liberales y retórica en Cartago, Roma y en Milán; posteriormente
luego de su conversión con sus escritos y su labor pastoral se empeñó en la
educación y formación de sus lectores u oyentes.
27. Su pedagogía recibió aportes de Sócrates, Platón, Cicerón y Quintiliano; que fue
enriqueciendo con su experiencia y deseo de hallar la verdad y ayudarla a
encontrar. Los escritos más importantes con elementos pedagógicos son: El
Maestro, la catequesis para principiantes, la doctrina cristiana.
28. Sus grandes aportaciones son la búsqueda de la verdad, el respeto a la persona del
educando y su protagonismo en el proceso educativo, el método del diálogo, el
proceso de interioridad, el diálogo con el maestro interior, la amistad, la actitud
humilde, el aprendizaje comunitario, la caridad y la alegría.
Dos rasgos centrales de Agustín y, por tanto, del educador agustiniano, son enseñar
con afecto y desde una búsqueda incansable de la verdad. Y la fuente del amor y de
la verdad es Dios, quien nos habla a través de las Escrituras. Por eso el buen
educador ha de conocer a Dios, a los demás y a sí mismo
29. Toda pedagogía se fundamenta sobre una antropología, una concepción del ser
humano. El modo de formular las grandes cuestiones del hombre y las respuestas
concretas a las preguntas últimas, condicionan la orientación de la educación. Y
facilitan la tarea de desentrañar el propio misterio de ser hombre
30. Entre los presupuestos filosóficos de la pedagogía en san Agustín están:
la comprensión del ser humano en cuanto es un misterio creado, siempre en
proceso hacia la plenitud, pero necesitado de acompañamiento para alcanzar tal fin,
dotado de conciencia; por tanto, educar es crecer en la capacidad del hombre para
crecer desde sí mismo. Partiendo del dinamismo interior como imagen del creador
que forma el ser, conocer y querer.
31. Un segundo presupuesto es la doble dimensión del ser humano que tiene hombre:
el hombre interior y exterior; donde la primera es la conciencia, sensibilidad por el
mundo de los valores y la capacidad de autodeterminación, mientras que la segunda
es la realidad corporal instintiva, al que nace volcado hacia la exterioridad. Por tanto,
para Agustín el verdadero desarrollo se alcanza por un proceso de interiorización
hasta hallar en el predominio de la propia vida
32. Un tercer presupuesto es la memoria interior o espiritual:
que lleva la búsqueda de la verdad, la felicidad, en cuanto se realiza el proceso de
interiorización se llega al mundo más profundo, donde están los sentimientos y
donde se escucha a Dios. En consecuencia, el educador tiene la misión enseñar
desde la realidad del ser humano en sus dos dimensiones por lo cual está llamado
a provocar que surja el hombre interior en medio de la exterioridad en la que se
halla el educando, para que sea el protagonista de su crecimiento.
33. Pedagogía Agustiniana
La pedagogía agustiniana se basa en un proceso integral (espiritual, intelectual,
moral y de la voluntad) encaminado a hacer emerger y dinamizar, mediante la
fuerza cognitiva del amor, todas las potencialidades latentes en el alumno.
34. Esta pedagogía actúa en tres dimensiones: intelectual,
moral, de la voluntad, y se basa en los siguientes
principios pedagógicos:
• Partir de las necesidades reales del alumno conectando con sus aspiraciones e inquietudes
más hondas, desarrollando un aprendizaje reflexivo y una escucha activa.
• Convertir al alumno en el protagonista de su proceso de enseñanza y aprendizaje,
respetando y estimulando sus singularidades y adaptándose a su ritmo evolutivo.
• Establecer la interioridad como un eje fundamental para desarrollar la capacidad de
reflexión, poniendo el énfasis en lo positivo y buscando la superación de lo negativo.
• Fomentar un modelo basado en aprender a escuchar e interrogar, haciendo conectar el
interior con la realidad exterior para así modelarla, interactuar y transformarla.
35. A su vez se basa en los siguientes principios
metodológicos:
• Desarrollo de destrezas didácticas encaminadas a despertar el interés ante los propios deberes,
y fomentar el diálogo en una relación fluida educador-alumno.
• Fomento de la autonomía personal en el aprendizaje en sintonía con el educador que se
convierte en impulsor, facilitador y mediador del entusiasmo.
• Adecuación del proceso de enseñanza-aprendizaje a las capacidades individuales de todos y
cada uno de los alumnos atendiendo a su diversidad y desarrollando su propia personalidad.
• Establecimiento del amor, la alegría, el entusiasmo y la cercanía como elementos
dinamizadores de una enseñanza positiva y eficiente.
• Creación de un entorno cooperativo de aprendizaje con un alto nivel de compromiso
interpersonal que impulse las expectativas del alumno y del educador
36.
37. Agustín de Hipona: Profesor, Maestro, Pedagogo
Muchos títulos con toda propiedad y mérito le son aplicados a
San Agustín por los más altos pensadores y los más hondos
sentidores de todos los tiempos. Igualmente, se le ha dado
con todo mérito y propiedad, también el de “primer pedagogo
moderno”
38. Enseñar y aprender fue la actividad de su vida. Aprender para
enseñar, y enseñar para aprender. Plus amo discere quam
docere: Quiero más aprender que enseñar, y así lo confieso,
escribe al distinguido tribuno Dulcicio. A mí, me place más oír
al Maestro que ser oído como maestro
39. S. Agustín –dicendi peritus– es maestro, también, en el decir :
1. Principio pedagógico.- Un principio pedagógico agustiniano es más la libera
curiositas que la meticulosa necessitas.Es decir, más la afición libre que la
obligada exigencia.
Lo expresa S. Agustín por experiencia propia. Mas la educación –educere, sacar
de– es dura labranza que empeña frutos de verano, pero se hace con no pequeños
sacrificios de invierno y entrega perseverante. “Educar significa sacar el corazón del
formando de una situación de presente para llevarlo más allá, hacia su futuro como
persona y como miembro de una comunidad”
40. Una entre los miles de bellísimas reglas del pensamiento
de Agustín. Resuene ya en los oídos de muchos, la
cadenciosa y musical retórica agustiniana:
Nec attendas quam illi sis molestus, sed quam tibi ille sit
dilectus. Dice al profesor:
No te importe cuán molesto puedas serle tú a él, sino cuán
amable debe serte él a ti.
41. Objetivo inequívoco de Agustín fue formar personas. Y personas cristianas,
razón última de toda su antropología. Sus valores fueron los de la persona.
Empezando por la búsqueda de la verdad, estuviera donde estuviere: Veritas nec
mea sit propria, nec tua, ut et tua sit et mea : La verdad no es mía ni tuya para
que sea tuya y mía.
42. “Los alumnos enseñan a través de sus maestros lo que aprenden
de ellos, y los maestros aprenden en aquellos lo mismo que les
enseñan. Por la identificación que confiere el afecto mutuo se
hacen nuevas en ambos las antiguas verdades trasmitidas”.
43. El oficio de maestro será trasmitir ciencia y sabiduría para llevar a la Sabiduría.
“¿Y qué debemos entender por sabiduría sino la Sabiduría de Dios?” ¿Y qué es la
sabiduría de Dios sino la Verdad? Donde encontré la verdad allí encontré la
verdad. Y la verdad consiste en una suprema Medida –summum modum–. O, con
la multisecular palabra escolástica, sublimada, la adaequatio. Y siendo suprema y
perfecta, es también verdadera Medida. Medida y Verdad coinciden. Quien por la
verdad, pues, viniere a la suprema Medida, beatus est, ese es el hombre feliz.
Esto es poseer a Dios –Deum habere–. Y eso es gozar de Dios –Deo frui– .
Porque Dios es la medida del hombre. Y nadie puede llenar al hombre, sino el que
creó al hombre.
44. Su honradez como profesor le hace ser necesariamente honrado como pedagogo. En
la pedagogía de S. Agustín vale distinguir dos tiempos que se imbrican; en uno
acentúa la enseñanza humanista; en otro afirma sobre todo la formación ascética. En
ambos, lo decisivo es la conciencia moral, que ilumina nuestra inteligencia y en esa
luz nos hace conocer la Ley eterna. Aquella que de jóvenes aprendimos de memoria
y que conviene recordar hoy en esta época de contracultura y aberraciones
impuestas por tendencias de políticos arrogantes. Aquella Ley eterna que S. Agustín
define, contra Fausto el maniqueo, como Ratio vel voluntas Dei ordinem naturaliem
conservari iubens, perturbari vetans.
45. No descuidará la cultura, ni la ciencia, ni la elocuencia ni la retórica
para la vida espiritual. Todo es puesto al servicio de la salvación. Lo
intuyó claramente Sta. Mónica para su hijo. Lo ejerció admirablemente
en toda su obra S. Agustín.
46. Lo decisivo es la formación de la voluntad. Para que los tiempos sean mejores, formemos
voluntades buenas. Nos sumus tempora; quales sumus, talia sunt tempora. Serán los
tiempos como los hagamos nosotros. Utinam non abundarent mali, et non abundarent mala:
Si no abundaran los malos, no abundarían los males. “Homines sunt voluntates” (Civ Dei
XIV, 6), ha quedado como universal máxima culta, en el sentido de que la voluntad y la
disciplina son capaces de lo que parece inalcanzable. O dicho como sentencia: Hacer
puedo lo que quiero, si quiero hacer lo que puedo (Ep. 10, 1). Y al endeble propósito
refranístico del año nuevo, vida nueva, p. ej., se le opone agustiniana y palmariamente el
inconcuso hecho como pedagogía y como fruto: A vida nueva, año nuevo. Bene vivamus, et
bona sunt tempora: Vivamos bien, y solo entonces será verdad aquello de “próspero año
nuevo”. No se imponga, pues, la actitud fatalista, ni la simple ocurrencia; sino iluminar
cualquier circunstancia desde perspectiva inteligente y propósito responsable.
47. Cuanto más capaz es uno de entender una cosa, tanto más apto es
para enseñársela a los demás.[14] Sentencia que ya profesaba
Aristóteles: el poder enseñar es lo que distingue al que sabe del que
no sabe (Metaf. A 1). O en la concisión latina, omnino signum
scientis est posse docere.
48. El estudio y el saber no pueden menos que conducir a la sabiduría de Dios.
Los saberes que no conducen a Dios, no solo desconocen la fuente, sino que no alcanzan su
meta.
O sea: es saber muy poco, o es un pobre saber.
Y ciencia tan alta, nos la enseñó ya temprana y sencillamente la quintilla popular:
Es la ciencia consumada
el que el hombre en gracia acabe,
que al final de la jornada
aquel que se salva sabe
y el que no, no sabe nada.
49. 2. Enseñanza agustiniana.- La enseñanza y la pedagogía agustiniana está
sembrada a través del anchísimo campo de sus obras. Hay muchos estudios y muy
valiosos sobre los principios, método, pautas y aplicación de la rica pedagogía del
Hiponense. S. Agustín recogió lo mejor de la pedagogía griega y latina; y la
cristianizó al poner a Cristo como fundamento y culmen de toda enseñanza y de
todo aprendizaje de sabiduría.
50. En tres obras se halla tratado principalmente el tema de la educación y la enseñanza.
La primera es el libro De Magistro, (c. 389) escrito, en Tagaste, al año o poco más, de
venir bautizado de Milán. Es un diálogo entre Agustín y su hijo Adeodato. Este, con
apenas quince años y su ingenio, aventajaba a muchos varones doctos y graves: “Vos
sabéis, confiesa Agustín ante Dios, que son suyas todas aquellas sentencias que puse
en su boca, cuando corría sus dieciséis años”.
51. La enseñanza, dice en De Magistro, se realiza por el lenguaje que el maestro trasmite al
discípulo. ¿Pero se da esta trasmisión?
No entramos aquí en la teoría tan influida de platonismo y desarrollada en De Magistro
sobre el aprendizaje. Si un alumno aprende la definición de una idea, dice S. Agustín, es
porque, de alguna forma, poseía en la mente la idea propuesta. Si no, nada entendería.
Por tanto la palabra en la enseñanza es insuficiente. ¿Se puede enseñar? Sí, claro.
¿Aprender? Por supuesto. El alumno aprende de las palabras, de los demás signos y de
los gestos.
52. Pero de modo principal, en virtud de una propiedad de la mente, por una intuición
en la que se manifiesta la Verdad. Comprendemos las cosas en nuestra
inteligencia, no por la voz exterior de quien nos habla, sino consultando
interiormente la voz que habla en nuestra mente. El maestro exterior es más bien
un ministro. El verdadero Maestro es Jesucristo.
53. Otro libro es el De doctrina christiana (c. 397). Es una introducción a la Sda.
Escritura y una enseñanza de los modos de predicación sobre ella. Se trata de
encontrar un método –modus inveniendi– para saber lo que quiere decir; y encontrar
otro método –modus proferendi– para exponer lo entendido.
“El hilo conductor, que da unidad al conjunto es, en este caso, la pretensión
agustiniana –que es primicia histórica– de ofertar un currículum académico que
responda a todas las necesidades e inquietudes del hombre: desde las puramente
científicas hasta las más profundamente religiosas. Todo ello a la luz de la fe y de la
mano de la Sagrada Escritura
54. El libro que hace el tema de nuestra charla y del que tomamos unas pautas
pedagógicas es el De Catechizandis rudibus. En él encontramos testimonios muy
valiosos, agudas observaciones y aplicaciones muy sabias. Catequesis para
principiantes lo escribiría S. Agustín hacia el 405.
Con el término rudes, entendemos todos aquellos que son objeto de enseñanza, de
la acción pastoral de catequesis, de ser catequizados o instruidos en la doctrina
cristiana
55. Un diácono en Cartago, llamado Deogracias, pide al obispo Agustín que le escriba
algo de catechizandis rudibus, o sea, para instruir a los que empiezan y poder así
cumplir con el encargo de catequista que tiene en la Iglesia.
Deogracias está preocupado porque quiere saber bien cómo empezar y cómo
terminar su exposición, según las reglas más o menos vigentes de la oratoria;
también si debe añadir alguna exhortación. A veces queda insatisfecho de su
exposición, hasta siente fastidio, tanto por sí mismo como por los que le escuchan.
Y así se lo confía al obispo.
56. Agustín, por paternidad espiritual, por su preparación clásica, rétor de profesión y su
experiencia pastoral, advierte primeramente a su discípulo que no tiene que
preocuparse en demasía porque su discurso le parezca a él desaliñado; sucede a
veces que lo que a ti te suena a pobre y aburrido, a muchos oyentes puede
parecerles cosa muy distinta. Y le cuenta su propia sensación. No pueden alcanzar
las palabras a expresar siempre la idea o el sentimiento.
57. 3. Hombre agustiniano.- Entremos en el libro que nos ocupa. Agustín –y el hombre
agustiniano– es buscador y amador. El método pedagógico y aun la suma de los
saberes se apoyan en el trípode agustiniano de credere, intelligere, sapere. Creer para
entender; entender para creer con más hondura, y alcanzar así la posesión gozosa de
la verdad.
Desde estos pilares, con mucha sencillez y fina pedagogía, le va exponiendo a
Deogracias su enseñanza. Muchas cosas parecen sabidas. Pero se necesita darles
vigencia o ponerlas en circulación. Un caso práctico. La palabra ira, p. ej,. se dice de
modo distinto en latín que en griego, pero la expresión de la persona airada no es latina
ni griega. Si dices, iratus sum, solo te entenderán los latinos. Pero si la irritación
enciende tu rostro y lo trasforma, todos se enterarán del grado de tu ira.
58. Agustín señala que el gesto, el rostro, la voz, las palabras, todo contribuye, y a veces
decisivamente, a la mayor comprensión, aunque no siempre puedan reflejar o
exteriorizar la idea o intuiciones de nuestra mente. Al no conseguirlo, puede invadirnos
el tedio y nuestro discurso languidece. Debe alentarnos el asunto y la intención. ¡No al
desánimo! ¿Acaso estamos haciendo algo inútil? Los recursos sicológicos y hasta en la
debida mesura, teatrales, son grandes elementos didácticos: intuición, locución,
emoción, expresión; que entren en juego los sentidos; fides ex auditu, escribía San
Pablo (Rom. 10, 17); como paráfrasis, diremos también: fides ex visu, esto es, el
lenguaje visivo. S. Agustín convoca a las distintas potencias, pero las aglutina desde un
arte profesional y las fundamenta en una raíz motivadora insustituible: la caritas: in
caritate radicati et fundati (Ef. 3,17). La caridad, en su doble versión de amor a Dios y al
prójimo, es como una facultad intelectual y actitud antropológica que nos dispone para
oír a Dios.
59. A su discípulo Deogracias le dice que logre suscitar en sus catequizandos la atención
y el interés. Poseer destreza y arte didácticos para arrancar el deseo por aprender y
admirar, explorando y desarrollando esa capacidad del hombre por lo maravilloso, lo
noble, lo grande, lo bello, hoy generalmente prostituido por los instrumentos masivos.
El docente tiene la responsabilidad de crecer y hacer crecer en sus alumnos tales
valores.
60. También por la repetición necesaria, no como refugio de la pereza, sino como oferta de
generosidad y entrega sincera a todos.
Una forma de enseñanza es el fomento del diálogo. Nos parece hoy tan normal. Hasta el
punto de que una de las preguntas evaluatorias del profesor, es preguntar a los alumnos
si el profesor fomenta el diálogo en su clase. Con cariñosa invitación, ofreciendo la
confianza contra la timidez, la caridad frente a la ignorancia, la libertad confiada y el
respeto. Pero enseñando siempre, sin altivez, sin dejar puntos erróneos ni confusos. S.
Agustín ya ejerce de distintas maneras métodos que luego intentan sistematizar los
teóricos de la educación. Y aplica el método erotemático: así se va in-struyendo –es decir,
construyendo por dentro– al alumno o catequizando. Y el método acroamático, esto es, la
lectura, exposición u opinión del alumno, interrumpido oportunamente por las preguntas u
observaciones del maestro. Y, por supuesto, los métodos catequético y dialógico.
61. Agustín con mejores recursos que el mismo Sócrates, quiere ante todo que el
alumno aprenda su maieusis, su propia mayéutica, y por el conocimiento del
profesor, la confianza captada por el alumno y el arte director del maestro, sea el
alumno quien mayéuticamente vaya alumbrando la verdad. No siempre será posible
alcanzar este parto natural, pero en aquellas cosas que previamente hay que
aprender, es bueno encontrarles la relación de conveniencia para el mayor
conocimiento universal. Le advierte a su discípulo que observando la reacción de sus
oyentes descubrirá que sacan algún provecho de su discurso
62. A Deogracias le quiere corregir su timidez y le advierte que, enseñe quien
enseñe, hay siempre una gran distancia entre lo que enseñamos y las
realidades divinas sobre las que hablamos. Y Agustín, desde arriba siempre, le
aplica el texto paulino: Porque ¿quién no ve en esta vida sino en enigma y
como en un espejo?
63. 4. Delectando discere.- Para evitar la monotonía o el aburrimiento, el maestro tiene
que ejercer con alegría. Superando la materia, identificarse con el valor de la
materia. Y aquí Agustín, hace de la hilaritas, toda una postura de filosofía cristiana.
Cuanto más alegre esté el profesor, tanto más beneficiará como maestro a los
alumnos. Debemos cuidar para que el catequista lo haga siempre con alegría, pues
cuanto más contento muestre el expositor más grato será para el catequizando.
La hilaritas, es virtud que debe entregar a los alumnos, pero que tiene su motivación
o fundamento en la caritas. Enseñar con alegría porque, ciertamente multo gratius
audimur, cum et nos eodem opere delectamur.[23] Hasta aporta el santo una razón
a fortiori: “Si Dios ama a quien da con alegría la limosna material, con cuanta más
razón amará al que da con alegría lo espiritual”. Si enim in pecunia corporali, quanto
magis in spiritali hilarem datorem diliget Deus
64. La alegría es una manifestación externa de la felicidad. Trasmitir que somos
felices, que poseemos felicidad en el mensaje que damos, traslada igualmente
nuestra alegría al discípulo. Fácilmente se llegará a la conclusión de que la
enseñanza que se da con alegría verdadera al alumno, la acogerá también
como verdadera, ya que ve el discípulo que al maestro le produce alegría y
felicidad.[26] Multo gratius auditur, cum et nos eodem opere delectamur (D
Catch rud, 2, 4, 12).
65. Es más: Agustín piensa que muchas dificultades de la enseñanza se pueden superar
con la alegría: la diferencia entre lo que pensamos y lo que decimos, la pereza que
nos tienta, la rutina o la monotonía pueden llevarnos al hastío. Todo esto se puede
superar con el entusiasmo (que también tiene que ver con la divinidad) y la alegría.
Iovis, iuvenis, iovialis..., es decir, joven, jovial, tienen la misma raíz divina de Iovis,
Júpiter, y bien vendrá recordarlo para caer en la cuenta de que enseñar con alegría o
jovialidad, es un oficio –ministerium– religioso y cuasidivino.
66. Agustín dice que no es difícil tratar las cosas, incluso de la fe, para enseñar el
dónde, el cuándo y cómo. Cuándo habrá que echar mano de una fórmula breve y
otra extensa, con tal que siempre sea plena: aliquando brevior, aliquando longior,
semper tamen plena atque perfecta sit.
Que de eso se trata a las finales: de trasmitir conocimiento sólido, acabado,
formante. Y sabida es la densidad teológica y antropológica que S. Agustín da a
la palabra forma: Reconstruir desde los orígenes: por causa de su de-formación,
el alma debe ser re-formada por la Sabiduría-no-formada o Increada, mas por la
que todo fue formado
67. 5. Tarea de caridad.- Ordenar en rectitud nuestra vida para que sea eficaz y
fructífera nuestra enseñanza. Parece mero consejo moral; no sería poco. Pero
es, ante todo, método pedagógico y especialmente agustiniano. Y estar seguros
–certa cognitio– de la certeza que les trasmitimos, y firmes –solida scientia– en la
seguridad en que nos apoyamos Contamos con la certeza teórica de los
principios; se requiere la firme convicción en ellos. Conociéndose a fondo y
siendo honrado a cabalidad, Agustín, en otra de sus concisas expresiones,
rezaba así: Non certior de Te, sed firmior in Te. Su certeza sobre Dios ya era
suficiente; su firmeza en Él aún no era bastante.
68. Tener alumnos es fácil. Contar con discípulos es más difícil. Alumno –de alere–
es el que se alimenta, el que va adquiriendo conocimientos de algunas ciencias;
el discípulo es el que aprende, no solo la ciencia, sino el que trata de secundar
las enseñanzas o actitudes filosóficas o morales del maestro. No seamos solo
profesores de la asignatura que enseñamos; seamos maestros de los discípulos
a quienes enseñamos; cultivar las potenciales virtudes de los que nos oyen, nos
ven, y juzgan nuestras actitudes. Lo hizo el maestro Sócrates. En propósito
agustiniano, es hacer comprensible la Palabra y la obra de Dios, por la Palabra
inteligible que es Cristo. Lo que enseñas, enséñalo de tal modo que al que le
hablas, oyéndote crea, creyendo espere y esperando ame (De cat. rud. 4, 8).
69. Hay que manejar el modus, el comedimiento, base del arte pedagógico, aprender
a graduar le enseñanza con la paciencia, el amor con la corrección, la libertad con
la exigencia “para que el que está siendo curado no perezca entre las manos del
médico”. ¿Nos inquietaremos porque el enfermo retira la mano de quien le opera?
Non quam sis molestus, sed quam sit dilectus.
70. 6. Agustín tiene una bella página que aplicamos aquí para la pragmática
educativa. El contexto se refiere a los herejes de su tiempo, a quienes hay que
atraer, omni opere, omni sudore, a la unidad anterior. Pero debemos medir
nuestras fuerzas espirituales. “¿Cómo vamos a descongelar en ellos el hielo de la
iniquidad si no ardemos con la llama de la caridad?”.
71. No podía faltar, es claro, la taxativa sentencia agustiniana: Sed retia, nostra
vita est. Sí, las redes son nuestra vida. Los maestros, efectivamente, son como
modelos que imitar, y esto mismo será enseñar. Y otra vez: hombre de oración
antes que de predicación: sit orator antequam dictor. O, ceñidos al estilo
agustiniano: antes deprecador que predicador.
72. El concepto y aun la expresión de la enseñanza agustiniana, tienen vigencia plena, y,
seguramente, más que ayer.
Apelación puntual de Agustín: Que te mueva solo el amor. Quédate con el amor. No
temas ser importuno; actúa por el amor que le tienes: Ne attendas quam illi sis
molestus, sed quam tibi ille sit dilectus (De ut. ieiun. 9, 11). Qué clase de amor tendrías
si por no ser celoso, permites que se pierdan? Examínate, pues, qué clase de amor te
mueve y qué grado de amor posees. “Tu labor solo será auténtica cuando esté
motivada e impulsada por el amor, y en el amor descanse, como en su cálido hogar”.
Si amas el cielo, cielo eres, si amas la tierra, tierra eres, si amas a Dios, Dios eres.
73. Este es Agustín, “el hombre-palabra”, como también es llamado Y él sí urge
a contrarrestar el mal, educando, educere, sacando de, salvando de; a
fomentar el bien, enseñando, ministrando, somos ministros del Verbo, a
hacer discípulos de la verdad, de la honradez, de la cultura y de los sanos
valores.
74. Las voces más autorizadas han llamado a S. Agustín, “el primer hombre moderno”,
por su innegable y decisivo influjo en los hombres de la modernidad. El gran
agustinólogo, P. Capánaga, dice de S. Agustín que es igualmente “el hombre
antimoderno”, porque diagnostica y cura muy graves enfermedades y extravíos, sobre
todo, el despótico subjetivismo de nuestra época.
Si el cultivo de la interioridad –in te ipsum redi– lo aproxima tanto al hombre moderno,
supo y enseñó a trascender la subjetividad –transcende te ipsum– hacia el mundo
objetivo, platónico, abierto a los esplendores de la verdad, y dar el salto a la
Trascendencia y encontrar al Señor que nos hizo para Sí, donde por El, con Él y en Él
alabaremos, cantaremos y amaremos.