¿Competencia emocional o inteligencia emocional? Desde que Daniel Goleman publicó su trabajo dando nombre a la inteligencia emocional, he participado en varios cursos impartidos por instituciones de prestigio y excelentes profesores. Reflexionando sobre lo sucedido en estos cursos y su contenido he llegado a la conclusión de que eran un ejercicio parecido a, como reza la expresión española, ver los toros desde la barrera. Está claro que el mapa no es el mundo, una cosa es ver el tibet en un atlas geográfico o en planos topográficos y otra muy diferente calzarse unas botas y enfrentarse a la cordillera del Himalaya. Con los cursos de inteligencia emocional sucede algo parecido. ¿Qué buscan las empresas con ellos? Por ejemplo mejorar las relaciones entre los empleados, el clima laboral, la motivación, el compromiso, el liderazgo… Sin embargo los planteamientos habituales son en exceso teóricos, algo así como dar un repaso resumido al libro de Goleman. Una exposición de definiciones seguidas de lógicos razonamientos que deberían conducir al oyente al hecho fundamental de la importancia del uso de la inteligencia emocional en su vida profesional. Pero la razón, la lógica, no motivan. La motivación como la propia palabra implica es una consecuencia de la emoción. Etimológicamente la emoción es lo que “nos mueve” hacia algo en concreto y la motivación es ese movimiento mismo. Por esto mismo no se puede plantear un curso de inteligencia emocional como si se tratase de una simple exposición de teorías más o menos refrendadas por la experiencia. Las personas deben implicarse, deben sentir la emoción que conecta a su ser con el hecho concreto, con la realidad motivadora que se encuentra en el corazón y no en el cerebro. Por eso creo que más importante que la inteligencia emocional es la competencia emocional, el proceso mediante el cual se produce la conexión con la emoción real. Tu audiencia debe vibrar con el contenido de la exposición, involucrarse al 100% y sentir en su propia piel más allá de las simples palabras. ¿Cómo se puede lograr esto? Personalmente lo he hecho utilizando algo que mueve muchas emociones en nuestro tiempo, la industria cinematográfica. Las películas contienen mensajes de gran trascendencia, muchos de los cuales nos pasan desapercibidos cuando las vemos por primera vez. Es mucha la emoción que puede transmitir una buena escena con un buen mensaje y muy importante la involucración de la audiencia en el proceso porque, a fin de cuentas, ¿a quién no le gusta el cine? Hay un gran atractivo en poder experimentar y emocionarse con las vivencias ajenas. Es la curiosidad del diablo cojuelo que levanta los techos de las casas para poder espiar las actividades de sus habitantes. Contemplar una película puede ser todo un acto de empatía inconsciente. A través del cine un buen curso buscará que los participantes encuentren la