1. Epimeleia heautou: de la yo clásico al sujeto moderno
En el texto “Del yo clásico al sujeto moderno”, Foucault
menciona un precepto griego: epimeleia heautou que significa el
cuidado del propio yo. Lo cual no significa solamente estar
interesado en uno mismo, ni tampoco que se tienda a una
fascinación por sí mismo.
Epimeleia heautou más bien está orientado a trabajar en o
estar interesado por algo. En palabras de Foucault, es una frase
muy poderosa que describe un tipo de trabajo, una actividad,
implica atención, conocimiento, técnica.
La cuestión central en la que indaga Foucault es si la
aplicación del conocimiento y la tecnología del yo es una
invención moderna. Pues ante esto, el autor destaca que el
conocimiento jugaba un papel diferente en el cuidado clásico del
yo.
“El que cuidaba de sí mismo debía elegir entre todas las cosas que se
pueden aprehender a través del conocimiento científico, sólo aquellas que
tenían relación con él y eran importantes para la vida”.
El núcleo de pensamiento versa sobre si la comprensión
teórica y la científica eran secundarias y subordinadas a los
intereses éticos y estéticos. Por ejemplo, menciona Foucault que
para los epicúreos el conocimiento general de lo que es el mundo,
cuál es la necesidad del mundo, la relación entre el mundo, la
necesidad y los dioses, todo esto era muy importante para el
cuidado de sí. De este modo, en primer lugar, era motivo de
meditación: “si estabas en condiciones de entender exactamente
cuál era la necesidad del mundo, entonces podías dominar las
pasiones de una manera mucho mejor”. Para los epicúreos la
2. razón por la cual uno debía familiarizarse con la física o la
cosmología era que se debía cuidar de sí.
Es así que en la antigüedad, este trabajo sobre el propio yo,
con su austeridad correspondiente no era impuesto sobre el
individuo mediante ninguna ley civil u obligación, sino que era
una elección acerca de la existencia realizada por el individuo.
“Ellos mismos decidían por sí mismo cuidar de sí o no hacerlo”,
En la edad clásica, se actuaba, por lo general, de manera tal
de darles a sus vidas ciertos valores: imitar ciertos ejemplos, dejar
detrás de sí una exaltada reputación, dar el brillo máximo a sus
vidas. De esto modo, la meta era hacer de la propia vida un objeto
para cierto conocimiento, para una techne, para un arte. Al
respecto, destaca el pensador que ninguna técnica, ninguna
habilidad profesional puede ser adquirida sin el debido ejercicio;
tampoco se puede aprender el arte de vivir, o techne tou biou, sin
una askesis que debe ser considerada como el entrenamiento de
uno por uno mismo.
En contrapunto, explica Foucault que en la modernidad y la
contemporaneidad casi no subsiste en la sociedad esa idea de que
la principal obra de arte de la que debe encargarse el individuo, el
área central sobre la que deben aplicarse los valores estéticos, es
uno mismo, la propia vida.
Esto es, había una práctica del yo, una concepción del yo,
muy distinta de nuestra actual cultura del yo. Hay una disonancia
de la cultura clásica del yo. Esto se produjo cuando el
cristianismo substituyó la idea de un yo que debía ser creado
como una obra de arte, por la de que debía renunciarse al yo, ya
que aferrándose a él se estaba en contra de la voluntad de Dios.
En determinado momento, el problema de una estética de la
existencia es cubierto por el de la pureza, que es un tema distinto
y requiere otro tipo de técnica. Con el ascetismo cristiano, la
3. cuestión de la pureza pasa a ser más y más importante; la razón
por la cual se debe tener control sobre uno mismo, es para
mantenerse puro. Por lo tanto, el nuevo yo cristiano ya no fue más
algo que debía ser formado, sino algo a lo que había que
renunciar, y que debía ser descifrado. Es así que entre el
paganismo y el cristianismo, se produce una oposición en relación
a la austeridad: por un lado ésta está ligada a una estética de la
existencia y, por otro, hay otras formas de austeridad que están
relacionadas a la necesidad de renunciar al yo y descifrar su
verdad.
Foucault explica que no es suficiente decir que el sujeto se
constituye en un sistema simbólico. No solamente en el juego de
los símbolos se constituye el sujeto sino que se conforma en
prácticas reales, que son históricamente analizables. “Existe una
tecnología de la constitución del yo, que cruza los sistemas
simbólicos, mientras hace uso de ellos”.
Asimismo, las técnicas del yo, para el autor, pueden
encontrarse en todas las culturas, en diferentes formas.
“Del mismo modo que es necesario estudiar y comparar las distintas
técnicas de la producción de objetos y la dirección de los hombres por
hombres a través del gobierno, también deben estudiarse las técnicas del
yo”.
Pero en cuanto al estudio de las técnicas del yo, nos
encontramos con que frecuentemente son técnicas invisibles y, en
segundo plano, a menudo se relacionan con las técnicas para la
conducción de otros.
Y la verdad siempre tiene un precio: no se permite el acceso
a la verdad sin ascesis. Pero con Descartes encontramos un sujeto
de conocimiento no ascético, Pues antes de él no se podía ser
impuro, inmoral y conocer la verdad. Este cambio introducido por
4. éste nos lleva a la posible institucionalización de la ciencia
moderna, pues la evidencia directa es suficiente.
Es así como el pensamiento desarrollado por Foucault se
inclina a que Descartes hubo liberado el racionalismo científico
de la ética y que con Kant cuando se introduce un nuevo enfoque
en nuestra tradición: el yo no es meramente dado sin que se
constituye en relación a sí mismo como sujeto. La relación
kantiana con lo universal me hace ético al estar en conformidad
con la razón práctica.