El documento describe el exilio del pueblo de Israel en Babilonia en el siglo VI a.C., cuando fueron deportados después de que Babilonia destruyera Jerusalén y su templo. Este evento amenazó la identidad del pueblo al alejarlos de su tierra, rey, templo y culto. Aunque inicialmente cuestionaron si Dios los había abandonado, el pueblo renovó su fe a través de la Palabra de Dios y profetas como Ezequiel, confiando en que Dios los liberaría como antes.