El Imperio Bizantino experimentó un esplendor en el siglo VI bajo el emperador Justiniano, quien intentó restaurar el Imperio Romano y codificó las leyes romanas. Sin embargo, luego sufrió una lenta decadencia a medida que perdió territorios ante enemigos como los lombardos, visigodos y musulmanes. Finalmente, en 1453, los turcos otomanos conquistaron Constantinopla y pusieron fin al Imperio Bizantino.