El modelo de terapia familiar sistémica de la Escuela de Milán evolucionó a través de varias etapas, comenzando con un enfoque psicoanalítico y luego adoptando una perspectiva sistémica. Más tarde, desarrollaron un enfoque comunicacional que se centró en los patrones disfuncionales de comunicación, y luego una etapa paradójica que inducía crisis para provocar cambios. Posteriormente, se centraron en la generación de hipótesis y preguntas circulares. Finalmente, adoptaron un enfoque multidimensional que incorporó
MODELOS DE TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA .Terapia de la Escuela de Milán.
1. MODELOS DE TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA II
Terapia de la Escuela de Milán.
Señalan las autoras de este capítulo la importancia del contexto sociopolítico en el que
surgió este modelo: la antipsiquiatría de Laing, Cooper y Basaglia con el
cuestionamiento de la enfermedad mental como algo interno al aparato psíquico. En este
marco, un grupo de ocho psiquiatras italianos con orientación psicoanalítica
constituyeron en 1967 un equipo terapéutico centrado en la intervención clínica y la
investigación con pacientes con anorexia mental y psicosis. Ante su insatisfacción con
los resultados de la aplicación del enfoque psicoanalítico a estos casos clínicos, a partir
de 1971 un grupo de cuatro de ellos (Mara Selvini, Luigi Boscolo, Giafranco Cecchin y
Giulana Prata) fue progresivamente incorporando los conceptos teóricos y estrategias
terapéuticas provenientes del intercambio de ideas y paradigmas del grupo de Palo Alto
(Teoría de la Comunicación de G. Bateson) y más tarde de la Escuela estratégica, con
Paul Watzlawick como consultor del equipo. En 1980 se produce una nueva escisión del
grupo de Milán y Mara Selvini creará dos equipos terapéuticos; uno de ellos con
Giulana Prata que mantiene hasta 1985 y el segundo con Stefano Cirillo, Ana Mª
Sorrentino y Matteo Selvini. El trabajo que se presenta en este capítulo es
principalmente el desarrollado por Selvini, Prata y sus colaboradores, caracterizado por
la constante revisión y evolución de sus enfoques y abordajes terapéuticos así como la
conexión que se ha mantenido en todo momento entre la clínica y la investigación.
Es necesario detenerse en cada una de las etapas que describen Blanca Armijo, Vanessa
Gómez y Teresa Suarez y que han ido marcando la evolución y desarrollo de esta
Escuela, para poder comprender el marco teórico y las estrategias terapéuticas de
intervención, así como sus importantes aportaciones al conocimiento de aquellos
sistemas familiares con miembros portadores de patologías severas.
El equipo asumió inicialmente un enfoque psicoanalítico, situando el proceso de
cambio en lo intrapsíquico y en la influencia de la transferencia y contratransferencia de
la relación terapéutica, pero pronto abandonaron este enfoque para adoptar una
perspectiva sistémica.
En la siguiente etapa, definida como comunicacionalista, pusieron el foco de la
intervención terapéutica en los patrones disfuncionales de comunicación que acababan
generando patología en uno de sus miembros. La teoría del “doble vínculo”, por
ejemplo, explicaba la esquizofrenia como fruto de un tipo particular de desajustes en la
comunicación familiar. La herramienta utilizada para el cambio terapéutico era
fundamentalmente pedagógica, enseñar a comunicar. Pronto vieron que estas tácticas
pedagógicas eran insuficientes y además no se correspondían con un contexto
terapéutico. Esto les condujo a la etapa paradójica, en la cual el terapeuta asumía un rol
provocador y catalizador de cambios.
2. En la etapa paradójica se incorpora una perspectiva cibernética, considerando la
enfermedad mental como producto de la homeostasis familiar. Las familias que
presentaban miembros con trastornos mentales se caracterizaban por una homeostasis
rígida, es decir una marcada incapacidad de cambiar sus modos de funcionamiento ante
nuevas exigencias del sistema. Los terapeutas inducen crisis para cuestionar esa
homeostasis rígida, modificando así la visión de la familia sobre el mundo, el síntoma y
las interacciones entre ellos. El cambio se concibe como un salto (Watzlawick et al.,
1976), un discontinuo, en contraposición a concepciones más gradualistas. En esta etapa
desarrollan una metodología de intervención en la que dos coterapeutas (hombre y
mujer, para evitar sesgos de género), intervienen directamente con la familia, mientras
que el equipo terapéutico observa la sesión a través de un espejo unidireccional. Se hace
una pausa para que los terapeutas puedan consultar con el equipo, y al final de la sesión
se transmite a la familia las conclusiones de éste, con las que buscarán un efecto
perturbador de su equilibrio y provocar así el cambio. Emplean herramientas más en
consonancia con las nuevas bases sistémicas en las que se apoyan: prescripciones
ritualizadas, la connotación positiva (aprobación no sólo de los síntomas del paciente,
sino del resto de los comportamientos disfuncionales de todos los miembros familiares),
o la prescripción del síntoma, como intervención paradójica.
En la etapa siguiente, que toma el nombre de un artículo publicado en 1980,
“Hipotetización, circularidad, neutralidad” (Selvini Palazzoli et al, 1980), el interés de
la Escuela se desplaza desde la intervención final a los modos de conducción de las
sesiones. El cambio no depende de la conclusión final y retadora sino también de cada
una de las intervenciones del terapeuta en el proceso terapéutico. Ponen el acento en la
generación de hipótesis que van construyendo con los datos observados en la dinámica
familiar. Las hipótesis son contrastadas a través de preguntas, especialmente las
llamadas preguntas circulares mediante las cuales se exploran las distintas percepciones
sobre diferencias y cambio, pidiendo a cada persona información sobre la relación entre
los otros miembros de la familia. La posición del terapeuta debe responder aquí al
principio de neutralidad, cuidando de no tomar partido por ninguno de los componentes
de la familia.
Su afán investigador les lleva a buscar un método que les permita obtener información
significativa para el control de hipótesis y la valoración posterior de los resultados
terapéuticos. Con esta finalidad surge la serie invariable de prescripciones con la que se
denomina esta nueva etapa: etapa de la prescripción invariable, y en la que la
intervención mantiene la cadencia siguiente: se realiza una primera entrevista con todos
los miembros significativos de la familia extensa buscando información sobre los juegos
familiares y tras esta primera sesión agradecen la participación y despiden a los
miembros de la familia ajenos a la familia nuclear. En la segunda entrevista convocan a
padres e hijos con un propósito similar al de la primera sesión. Se despide
posteriormente a los hijos y se convoca solamente a los padres para la tercera sesión. A
éstos, ya solos con los terapeutas se les asigna un rol de coterapeutas en la resolución de
los problemas de sus hijos y se prescriben acciones ritualizadas como mantener el
3. silencio sobre los contenidos de las sesiones, salidas secretas de los padres, etc. Con
estas actuaciones se pretende conseguir además del fortalecimiento de la alianza con el
terapeuta, la modificación de las reglas del juego generadoras de patología y el
desvelamiento de posibles coaliciones intergeneracionales ocultas, creando así un marco
distinto al que generó las disfunciones.
El análisis de la prescripción invariable permitirá a la Escuela el desarrollo teórico y
estratégico de la metáfora del Juego como instrumento de cambio (Selvini Palazzoli et
al, 1990), que se plasmará en la etapa siguiente:etapa del juego familiar. Desde esta
concepción "los síntomas no son vistos como productos sólo de reglas del sistema, sino
que forman parte de estrategias indirectas, encubiertas, llevadas a cabo por un miembro
de la familia cuando la adaptación a la organización familiar va en detrimento de su
bienestar y le causa sufrimiento". El terapeuta, desde este modelo, buscará el
esclarecimiento del juego y de aquellas jugadas ocultas o negadas que se llevan a cabo a
espaldas de otros miembros de la familia y principalmente del paciente designado. Fruto
de la investigación en esta etapa desarrollan dos conceptos que responden a
movimientos significativos que permite entender la patología: “el embrollo” (la
confusión y el sentimiento de traición que siente el paciente en relación al “padre
preferido”) y “la instigación” (dimensión relacional en la que quien empuja a alguien
contra otro, es a la vez también instigado por éste y por un tercero). En esta etapa la
actitud del terapeuta es más colaborativa con un tono más de comprensión y empatía.
Siguiendo con la ya mencionada actitud de revisión y crítica de su modelo, el equipo de
Milán cuestionó posteriormente la rigidez del encuadre terapéutico utilizado en etapas
anteriores así como el uso de paradojas y prescripciones invariables. En su última etapa
de trabajo, caracterizada por un modelo multidimensional,recogen una descripción del
comienzo y evolución del problema y de los intentos de resolverlo que permitirá al
terapeuta construir una definición del problema en sentido psicológico y relacional.
Incorporan también el trabajo con subsistemas familiares y realizan sesiones sin la
obligatoriedad de que estén presentes todos los miembros de la familia.
Ref. Gómez de Agüero, E. (2015). Manual de Terapia Sistémica. Principios y herramientas de
intervención (II). Lecturas psicoanalísticas. Revista internacional de psicoanálisis. Nº 50. 2015.
Ignacio González Sarrió.
Doctor en Psicología Jurídica.
Perito judicial y forense.
Miembro del Turno de Peritos Forenses del Ilustre Colegio Oficial de Psicólogos.
Coordinador Grupos de Trabajo en Psicología Jurídica.
http://psicolegalyforense.blogspot.com
NºCol.cv06179.
696102043
Valencia.