1. Viejo Fredy libertario
La convocación primera me llama, ahora. Teniendo el recuerdo vivo. En el absurdo volcado. Como
lo vi en ese ayer no sereno. Guerrero. Y no dejando pasar el olvido. Ni que se asiente aquí, ahora.
Y me vino la locuacidad del silencio. En un engaño, a veces, traté de hacer recilencia. Pero pudo
más el hecho del recuerdo cierto. En viéndolo ahora como sujeto de entrenada ternura. Para que
no fuese a brotar al lado de quienes nunca la sintieron. Ni la sentirán. De esa imborrable mirada,
suya. Con la suficiencia plena. Por ahí andando. Tratando de encontrar el futuro pleno. En lo que
esto tiene tendrá de amplitud de bondad rebelde: Que quiso ceder, tal vez, cuando mataron su
cuerpo. Una infame perspectiva. Anclada en lo que somos como sujetos en violencia maldita. Pero,
en él estaba, el sueño escondido. Para ponerlo a vibrar al lado de quienes amó siempre. Sus
súbditos voluntarios. Al lado suyo. Queriendo irse con él. Hacia esa brecha de silencio vivo.
Elocuente. Dispuesto a volar en anchuroso vuelo de libertad prístina.
Y estuvimos a su lado siempre. Aún en esa ausencia del no estar reclamándoles a los dadores de
muerte aciaga. Pero, en eso que tenemos de nervadura oscilante, pero férrea, nos hicimos a la idea
de no haberlo visto partir por ese camino no querido. Pero transitado por otros y otras muchas y
muchos. De los que se fueron antes que él. Pero que le dejaron la huella viva, abierta. Tal vez para
que la recogerá cualquier día. Pensado en eso de que vivir tenemos en fuerza y en lucha. Y que,
esa muerte ahí, al tanto de los cuerpos que ya no respiran. Pero, así mismo, en ese verlos flotar en
el espíritu que tenían. De pura pulsión de vida cimera
Y, en este hoy tardío, aquí. Se va la memoria a rescatarlos. Pero, sobre todo, a él. El sujeto Fredy.
Empalagoso con tanta fuerza puesta al servicio de la libertad. Y, en esa recordadera de ahora, me
encuentro en este yo flagelado por el hecho de no poderlo ver más. Desde ese día. En su trinchera
de verdad. De la academia sin fisuras. Al lado de setenta veces siete volantines. Hombres y
mujeres. De los niños y las niñas, puestos en primera fila. Para no dejar que el olvido se asiente. Y
deje que cobre fuerza la acechanza pérfida. Ellos y ellas. Pero ante todo este yo que sintió su voz
en la cercanía misma. Ahí en el boquejarro no estridente. Acicalado por la doctrina cierta, certera.
De la teoría y la acción empecinadas en no naufragar nunca.
Es, como si ahora, en este tiempo presente. Venido del pasado. Pero nunca del olvido. Yo siento
que me fui por la verdad como simple sortilegio inusual, innecesario, Tal vez cómplice de los
matadores de hoy y de ayer. Y de los que se van suceder como empotrados en los tronos de
miseria y de poca vida ilustre y lúcida. Es como cuando siento y he sentido, el ave agorera volando
alrededor de nosotros y nosotras. Ave creada por los perdularios. Para extender el dominio de su
ignominiosa presencia. Como Chabacanes que fungen como sujetos de venganza. Tratando de
impedir el vuelo de la esperanza. Como vuelo de vida perenne.
A unísono, mi yo y mi fuerza, seguiremos empecinados en darle vuelta a las cosas. Como en esa
subversión necesaria. Más ahora que quienes fueron libertarios y libertarias con nosotros y
nosotras, otrora; los vemos y las vemos al lado de la democracia vergonzosa. Como queriendo,
ellos y ellas, dar a creer que lo pasado de la revolución necesaria, hizo crisis. Qué diría el viejo
Fredy, si le hubiese tocado ver esta sangría. Este entregarse a los dueños del poder. De los que, a
cada paso. Nutren de vergüenza y de dolor el territorio que habrá de ser nuestro. Y que te
esperamos, cuando se haga presencia absoluta. Inamovible. Para que nos veas desfilar en la
divertida alegría. De libre vuelo. De esperanza henchidos y henchidas. Haciéndoles morder polvo a
los matadores. Como esos que te mataron el cuerpo. Pero que no mataron tu recuerdo.