El acuerdo de libre comercio firmado entre el Reino Unido y la Union Europea solo ha evitado la debacle de un Brexit duro. Pero esto no ha hecho mas que emoezar.
1. BREXIT ES BREXIT.
Manfred Nolte
Cuatro años después del referéndum de 2016, la retadora invocación de Theresa
May ‘Brexit es Brexit’, ha quedado materializada, pero es necesario interpretarla.
Porque la noticia fue mala entonces, y conduce a resultados mediocres ahora. El
profundo suspiro de alivio proferido con carácter general se entiende solamente
ante la eventualidad de lo que podía haber sido una catástrofe mayor: el caos de
una salida sin acuerdo alguno. Con el ahora alcanzado, ambos, Reino Unido (RU)
y Unión Europea (UE) han cumplido, con enormes esfuerzos, el reducido objetivo
de limitar los estragos del Brexit.
Algo importante se ha convenido, ciertamente, pero la realidad es que, en breve,
la mesa de negociación volverá a convocarse y ambas partes tratarán de alcanzar
sucesivos términos de colaboración en cruciales ámbitos que han quedado
excluidos por el acuerdo. Pero los intereses no son estrictamente equivalentes, ya
que la UE intentará mejorar el trato con un nuevo ‘Estado tercero’ en beneficio
de sus miembros, pero al mismo tiempo deberá salvaguardar estrictamente su
andamiaje conceptual y jurídico. Conceder mediante acuerdos parciales al RU
algo que, sumado, se parezca al estatus de una unión aduanera o de un mercado
único, sin sometimiento a ley y jurisdicción comunitarias, sería la destrucción de
la UE. Por su parte, es de prever, que el RU no pondrá limite a sus aspiraciones.
Como inventario de la situación, en una primera instancia el RU figura como el
gran perdedor al autoexcluirse del proyecto europeo. Un país miembro de una
2. Unión económica y de un mercado interior único goza de los cuatro grandes
atributos clásicos consistentes en el libre movimiento transfronterizo de
mercancías, servicios, capitales y trabajadores. Bajo leyes y jurisdicción únicas,
asumiendo un arancel exterior común, la Unión Económica dispone de
mecanismos de ayuda derivados de un presupuesto conjunto, promueve la
armonización de mercados sectoriales como el medioambiental, migratorio,
bancario, de energía, de capitales y otros, con la aspiración última de adoptar una
moneda especifica, establecer un área fiscal común, con un tesoro único, y
alcanzar finalmente una Unión política. En el caso europeo, los Estados Unidos
de Europa.
Renunciando a esteproyectoglobal, el RU ha firmado con la UE un meroacuerdo
comercial y de cooperación, configurando un ‘área de libre comercio’: tránsito
recíproco exento de aranceles y de cupos para las mercancías de origen británico
o comunitario. Una libertad que tampoco evitará las penosas verificaciones
aduaneras que ralentizarán necesariamente el tráfico en las fronteras físicas. En
ambos sentidos, para ambos bloques, por desgracia.
A cambio, el RU retorna a una soberanía política jurídica, ajena a los dictados de
Bruselas y del Tribunal europeo de justicia, meta por la que han suspirado hasta
la extenuación. Una libertad condicionada, por el momento, ya que el acuerdo
prevé el mantenimiento del llamado ‘level playing field’ en virtud del cual quedan
excluidas en el ámbito del RU las ayudas de estado y otras prácticas con terceros,
de dumping comercial, sometidas a arbitraje de terceros.
El acuerdo no contempla el comercio de energía, de transporte rodado y aéreo,
de servicios, ni el digital, ni el crucial movimiento de personas. Los ciudadanos
de la UE y del RU ya no disponen de libertad para trabajar, estudiar o vivir en
ambos espacios. Se vuelve a los visados fronterizos. Desaparece el
reconocimiento de las calificaciones profesionales: médicos, ingenieros, químicos
o cualquier otro profesional deberá obtener el reconocimiento del título en cada
Estado miembro y, recíprocamente, en el RU. No se tocan los temas de seguridad
o los medioambientales. El pacto pesquero se ha conformado a sangre y fuego,
con un periodo de transición, acompañado de nuevas negociaciones.
Lástima o no, las cosas han llegado a donde fatalmente tenían que llegar. Gran
Bretaña nunca fue un socio constructivo o un familiar amante de la casa común
europea y no cesó, durante su pertenencia a la Unión, de recabar de ella
prebendas y privilegios, en ocasiones rozando el chantaje o la intimidación.
Brexit ha sido una decisión muy comprometida, cuyos resultados empezarán a
descubrirse a partir del próximo 1 de enero. Para ellos y para la Unión Europea.