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LA DESEABLE SUBIDA DE LOS SALARIOS.
Manfred Nolte
El poder benéfico de una subida de salarios para la economía en su conjunto es
determinante. Solo hay que pensar que las retribuciones salariales a quienes
trabajan por cuenta ajena suponen la mitad de la renta nacional. De modo que
cualquier porcentaje de aumento promedio de los sueldos en una economía
resulta en un porcentaje equivalente a su mitad sobre la renta nacional, sobre el
Producto Nacional de un país, área o región; un impacto espectacular.
No puede sorprender en consecuencia el doble clamor que se escucha a favor de
un alza de la retribución a los trabajadores. De una parte, con procedencia y
carácter reivindicativo de quienes perciben dichos emolumentos, porque han
visto como entre 2.008 y 2.016, sus percepciones han resultado prácticamente
congeladas. Para el periodo 2.007-2.017, el aumento de los sueldos medios
nominales se ha movido en la estrecha horquilla que va del 15% al 16% según
grupos laborales. Dado que la inflación acumulada del periodo ha sido del
14,2%, el incremento salarial neto equivalente a la mejora de poder adquisitivo
se cifra en los dos puntos.
A nivel global, la remuneración total de los asalariados entre 2.008 y 2.016 cayó
un 12,8% consecuencia del cierre de empresas y de la remisión al paro de
cientos de miles de trabajadores. Solo las pensiones de los jubilados
aumentaron en el periodo, hasta un 30,4% al mantenerse intactos los esquemas
de protección social.
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Pero la petición surge también de los estamentos públicos conscientes de los
beneficios macroeconómicos y sociales que la medida apareja. Ya en enero
pasado, apoyado en el convencimiento de que Euskadi afrontaba 2017 con pulso
firme, el responsable de la política económica vasca animó a las empresas a
subir los sueldos de sus trabajadores, no sin provocar una amplia contestación.
Ahora el discurso va calando. En Julio de 2.017 Fátima Báñez urgió a los
empresarios a que trasladasen la recuperación a los salarios. Y en el mismo mes
el ministro Montoro anunció una subida salarial a los funcionarios para 2.018
por encima de la inflación y “propio del crecimiento y posibilidades que el año
ofrezca”. En Davos, hace unos días, ha glosado los buenos datos de crecimiento
de la economía española agregando que “en estas circunstancias ha llegado el
momento de las subidas salariales”.
Más aun, el mago y conciliador de la prima de riesgo española y jefe del
Eurobanco, Mario Draghi, está preocupado porque la inflación no termina de
arrancar poniendo en peligro la sostenibilidad de la reactivación económica. Por
ello ha solicitado a los empresarios que den prioridad a las subidas salariales
respecto a la estabilidad en las cifras de empleo. Europa, ha dicho, necesita
incrementos de sueldos.
Paralelamente al indisimulado deseo de dos de los tres actores en litigio por el
aumento de los salarios, el empresariado, tercer actor en juego, alega que los
salarios contenidos aseguran el empleo al apuntalar la competitividad y por lo
tanto la continuidad de la empresa. En otro orden, la alegación empresarial de
que la recuperación está siendo asimétrica y que no todos los sectores ni todas
las empresas se han beneficiado aún de la mejora de la economía es
razonablemente asumible.
Así las cosas 2.018 encara el complejo reto de las subidas salariales. A pesar del
acuerdo entre Gobierno y Agentes sociales para situar escalonadamente el
salario mínimo en 2.020 hasta los 850 euros los sindicatos aspiran a mas. Por
ejemplo que nadie gane menos de 14.000 euros brutos al año, por negociación
colectiva. Y en el marco general alzas que lleguen al 3,1%.
¿Cuál es el espacio posible para las citadas subidas, al margen de la mera
expresión de deseos y voluntades? ¿Qué podemos decir con la cartilla de los
enunciados de la teoría económica?
La primera y ampliamente repetida, que los incrementos salariales deben
responder a incrementos en la productividad laboral. Esa es la base de la
competitividad de una empresa y de su subsistencia. Si el Estado abandona esta
regla con los funcionarios públicos serán los contribuyentes en última instancia
quienes estén financiando el déficit de productividad respecto de las subidas de
los salarios públicos. En un flash, recordaremos que en 2.017, y a pesar de las
penurias señaladas, los sueldos en España subieron un 0,43% mas que la
productividad.
La segunda que no es habitual observar subidas salariales en situaciones de
amplias bolsas de desempleo, como es aun el caso de la economía española con
un paro registrado de 3,5 millones de personas, equivalentes al 16,5% de la
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población activa. El ajuste del mercado laboral se está produciendo primero en
el número de empleos y solo después en el nivel de las retribuciones.
Si atendemos al Gobierno de la nación, las previsiones enviadas a Bruselas en el
Plan de Estabilidad 2017-2020, contemplan una rebaja de la tasa de paro hasta
el 11,2% al final de dicho periodo, una caída de 16 puntos en el nivel de
desempleo en relación al peor momento de la crisis, en 2013, aunque lejos de los
mínimos de 2.007.
En teoría, solo a partir del momento en que la economía española toque el suelo
del llamado paro estructural, -cuyas previsiones son más pesimistas en boca de
la Comisión europea (15%) que en la del Gobierno-cabe pensar en un mercado
salarial al alza. Naturalmente el mercado laboral es profundamente asimétrico y
lo anterior no implica que haya déficits de recursos humanos en sectores o
empresas de alta cualificación y que en esos ámbitos las subidas salariales sean
notables.
La conclusión es que en tanto prosiga afortunadamente la recuperación del
empleo, los aumentos salariales deberán ajustarse a la paridad de su incremento
de productividad. Los salarios medios en Suiza o en Singapur son muy altos
porque la productividad y competencia de sus trabajadores es muy alta.
Entretanto hay que hacer un esfuerzo del redimensionamiento empresarial(en
España el 98% de las empresas emplean a menos de 10 trabajadores) y abordar
algunas disfuncionalidades críticas de nuestro sistema productivo, entre las que
destaca la falta de adaptación a las innovaciones tecnológicas. Al desempleo
estructural puede sumarse en breve –si no se remedia- el desempleo tecnológico
lo que conducirá a ahondar la sima que divide a los ocupados con valor añadido
de aquellos menos preparados.
Cerraremos citando al nobel americano Paul Krugman cuando señala que “la
capacidad de un país para mejorar su nivel de vida a lo largo del tiempo
depende, casi enteramente, de su capacidad para que la producción por
trabajador empleado aumente”. O también como ha resumido el profesor N.G.
Manki, “explicar las grandes diferencias que existen entre los niveles de vida en
todo el mundo es en cierto sentido muy fácil y puede resumirse en una sola
palabra: productividad”.
5.02.18