La educación romana se adaptó de la educación helenística al espíritu romano práctico y retórico. Séneca buscó revitalizar las convicciones morales mediante el seguimiento de la naturaleza y el dominio de las pasiones. Quintiliano consideró que el fin de la educación era formar oradores virtuosos cuya retórica defendiera la verdad y cuya moralidad coincidiera con su discurso.