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INTRODUCCIÓN
Epidemiología
La infección, junto al aflojamiento, es la complicación
principal, más temida y catastrófica de las prótesis articu-
lares. Entre otras, comporta las siguientes consecuencias:
defectos esqueléticos, demora en el reimplante, disminución
de la calidad de vida y elevado gasto sanitario. En Estados
Unidos se colocan unas 400.000 prótesis de cadera y rodi-
lla al año, y en todo el mundo más de un millón. El coste
medio del tratamiento de una prótesis infectada (retirada,
seis semanas de antibioticoterapia parenteral y sustitución
posterior) se ha estimado en unos 50.000$. Se calcula que
el coste global de las infecciones de prótesis en Estados
Unidos puede oscilar entre 1,2 y 4 millardos de dólares en
reconstrucciones ortopédicas (1).
La incidencia de infección sobre prótesis articulares se
ha reducido de forma significativa en las últimas décadas,
gracias a factores tales como la mejoría de la técnica qui-
rúrgica, el tratamiento del aire en el quirófano y la profila-
xis antibiótica. En la actualidad, las cifras oscilan en torno
al 1,5% en las prótesis de cadera y el 2,5% en las de rodi-
lla (2).
Etiopatogenia
El origen más frecuente de estas infecciones se encuen-
tra en la contaminación durante el acto quirúrgico a partir
de la flora cutánea del propio paciente, del personal que in-
terviene en la cirugía y del medio ambiente del quirófano,
suponiendo más del 60% de los casos. El resto se produce por
bacteriemias desde un foco distante, por contigüidad desde
uno vecino, por implantación directa en un procedimiento
diagnóstico o terapéutico y, más raramente, por infecciones
quiescentes del hueso previas al implante que se reactivan por
el traumatismo que conlleva su colocación (2-4).
La etiología es bien conocida y existe un claro predomi-
nio de las infecciones causadas por microorganismos gram-
positivos, que constituyen más del 50% de los casos, parti-
cularmente el género Staphylococcus (Tabla 1) (4-9). No es
intención de este documento revisar los factores patogéni-
cos asociados a este tipo de infecciones, que el lector inte-
resado puede encontrar en otras fuentes (2, 10-15). Además
de los factores asociados a los materiales y a los microor-
ganismos, existen otros propios del paciente que predispo-
nen a la infección, como la diabetes mellitus, la artritis reu-
matoide y las sondas vesicales permanentes (1, 2, 4).
Rev Esp Quimioterap, Diciembre 2003; Vol.16 (Nº 4): 467-478
 2003 Prous Science, S.A.- Sociedad Española de Quimioterapia
Consenso
Diagnóstico, tratamiento y prevención
de la infección de prótesis articulares
Sociedad Española de Quimioterapia
y Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología
Este documento ha sido redactado por J. Barberán, E. Bouza, J.M. Aguado, J.R. Azanza, J.A. García-Rodríguez y J. Prieto, de la Sociedad Española de
Quimioterapia; y R. Cordero, J. Hernández-Quero y R. Pelletier, de la Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología.
Clasificación
Se han realizado varias clasificaciones de las infeccio-
nes de prótesis articulares, fundamentalmente con una base
cronológica. Hoy se acepta la idea de que una infección que
se presenta en el primer mes postoperatorio (infección pre-
coz) verosímilmente ha sido adquirida durante el acto
quirúrgico y puede intentar tratarse para mantener la próte-
sis. La infección que se presenta entre el segundo y el sex-
to mes tras la cirugía (infección intermedia) sigue teniendo
en la mayoría de los casos un origen quirúrgico, pero no
siempre el tratamiento permite mantener la prótesis. Final-
mente, debemos considerar las que ocurren transcurridos al
menos seis a doce meses tras la intervención (infecciones
tardías), en las cuales el mecanismo de llegada de los pató-
genos a la prótesis no suele guardar relación con la cirugía
(hematógena o por contigüidad) (7, 8) (Tabla 2).
DIAGNÓSTICO
¿Cuándo debe considerarse infectada
una prótesis?
La infección de una prótesis articular sólo es clara e in-
contestable en situaciones flagrantes o extremas. Se trata
de pacientes con pus alrededor de la prótesis durante la ci-
rugía o con fístulas que alcanzan la propia prótesis. Fuera
de estas circunstancias, puede afirmarse que distintos sig-
nos clínicos, datos de laboratorio o pruebas de imagen su-
gieren la infección, pero ninguno de ellos la establece de
forma incuestionable por sí mismo. Por el contrario, cual-
quier combinación de datos sobre inflamación local y ma-
nifestaciones compatibles con una respuesta inflamatoria sis-
témica o disfunción (dolorosa o no) de la prótesis, debe
obligar a incluir la infección en el diagnóstico diferencial
(Tabla 3) (9, 10).
La fiebre aparece en menos de la mitad de los casos
y ni su presencia establece el diagnóstico de infección
de la prótesis, ni su ausencia puede utilizarse para excluir-
la. En el periodo postoperatorio la fiebre es un signo muy
inespecífico que pocas veces se correlaciona con la infec-
ción de la prótesis (11-13). Los signos inflamatorios loca-
les, como eritema, calor y tumefacción de la piel, pueden
ser más o menos manifiestos dependiendo de la localiza-
ción de la prótesis. Su presencia tiene tanto más valor pre-
dictivo de infección en la medida en que se presenten co-
mo una manifestación tardía y no inmediatamente en el
postoperatorio. No existe un momento crítico determinado
a partir del cual deban desaparecer todos los signos infla-
matorios de la cirugía. Muchos de ellos deben cesar en los
primeros 14 días y la mayoría antes de ocho semanas, pe-
ro los que persisten o aparecen después de seis meses de-
ben ser considerados siempre como muy sospechosos de
infección (13). Los signos inflamatorios suelen ser más
manifiestos en las prótesis más próximas a la superficie de
la piel.
Los parámetros de laboratorio son igualmente ines-
pecíficos. Aunque en la mayoría de los pacientes la velo-
cidad de sedimentación globular y la proteína C reactiva
suelen volver a la normalidad dentro de las tres semanas
siguientes a la intervención, su elevación puede persistir
hasta un año después. Por lo general, es un dato más cons-
tante la vuelta a la normalidad de la proteína C reactiva en
las tres primeras semanas (13-15). Su significación au-
menta cuando se descartan otras enfermedades inflamato-
rias (13, 16).
Ante los signos o síntomas antes mencionados (Tabla 3)
el paciente debe ser remitido a un experto para su eva-
luación.
SEQ y SECOT R E V E S P Q U I M I O T E R A P468
Tabla 1. Etiología de las infecciones de prótesis articulares (6).
Microorganismo %
Estafilococos coagulasa negativos 22
Staphylococcus aureus 22
Streptococcus spp. 14
Enterococcus spp. 7
Bacilos gramnegativos 25
Anaerobios 10
Tabla 2. Clasificación cronológica de las infecciones de pró-
tesis.
Tipo de infección Origen
Precoz: 1er mes Durante la cirugía
Intermedia: 2-6 meses tras cirugía Durante la cirugía
Tardía: 6-12 meses tras cirugía Bacteriemia o contigüidad
Tabla 3. Manifestaciones clínicas y de laboratorio que de-
ben hacer sospechar infección de prótesis tras el implante.
– Dolor
– Calor
– Rubor
– Tumefacción
– Fiebre
– Leucocitosis
– Aumento de la velocidad de sedimentación globular
– Aumento de la proteína C reactiva
¿Cuál es el valor diagnóstico
de las pruebas de imagen?
Las pruebas de imagen tampoco resuelven plenamente
las cuestiones anteriores y su mayor utilidad es el valor pre-
dictivo negativo elevado que pueden tener en pacientes que
se presentan con molestias después de seis meses tras la in-
tervención. Por tanto, no valen para el diagnóstico de las
infecciones precoces.
La radiografía simple no es útil para hacer un diagnós-
tico precoz de la infección, pues los signos más caracterís-
ticos (radiotransparencia de la interfase cemento-hueso de
>2 mm, osteólisis periprotésica, reacción periostal y modifi-
caciones en la posición de los elementos del implante) tar-
dan al menos seis meses en mostrarse y son los mismos que
aparecen en el aflojamiento, por lo que ni siquiera permite
hacer la distinción entre ambos procesos (1, 13, 17-21).
La gammagrafía ósea con 99m
Tc MDP (tecnecio 99 me-
taestable metilén difosfonato) tiene una gran sensibilidad,
pero carece de especificidad ya que no distingue entre in-
fección y aflojamiento, y en ausencia de complicaciones es
positiva al menos durante los seis primeros meses tras la in-
tervención. Su asociación con citrato de 67
Ga no supone un
gran beneficio, sólo un aumento de la especificidad. Los
leucocitos marcados con 111
In o 99m
Tc HMPAO (tecnecio 99
metaestable hexametilpropilenamina oxima) sólo mejoran
la sensibilidad y son relativamente insensibles a las infec-
ciones de bajo grado. La utilidad de la gammagrafía ósea
radica en su alto valor predictivo negativo, por lo que la fal-
ta de captación es muy indicativa de que no hay infección
(22-27).
La ecografía es de gran ayuda en la localización de he-
matomas y abscesos, y sirve de guía para la aspiración per-
cutánea con aguja (28-30).
La tomografía computarizada no es de gran utilidad en
estas circunstancias por las interferencias que aparecen con
el material protésico. La resonancia magnética tampoco es
el método diagnóstico de elección y sólo está permitido re-
alizarla cuando el implante no es de material ferromagnéti-
co (31, 32).
¿Es posible asegurar el diagnóstico
en las anteriores circunstancias
basándose en los resultados
microbiológicos?
El hallazgo de microorganismos en el cultivo de mues-
tras articulares obtenidas en condiciones óptimas de asep-
sia (durante la intervención quirúrgica o fuera de ella) es de
gran valor diagnóstico, pero no está exenta de matices.
El diagnóstico de infección es incuestionable ante la
obtención de microorganismos que en ningún caso puedan
formar parte de la flora cutánea ni ser contaminantes de la-
boratorio. Es prudente recordar que, entre otros, los micro-
organismos que pueden formar parte de la flora cutánea son
Staphylococcus spp., Corynebacterium spp., Bacillus spp. y
Streptococcus del grupo viridans (33).
La ausencia de microorganismos detectables no exclu-
ye absolutamente la posible infección de la prótesis. El va-
lor predictivo negativo aumenta, sin embargo, con el nú-
mero de muestras en que se repite la negatividad, en pa-
cientes que no han recibido tratamiento antimicrobiano y
cuando se realiza un muestreo en distintos puntos. Debe te-
nerse bien presente que la metodología utilizada para el
cultivo puede ser también un factor limitante (13, 16, 31,
34). De no utilizarse medios para el aislamiento de bacte-
rias anaerobias o técnicas precisas para la recuperación de
hongos o micobacterias, no se puede atribuir valor negati-
vo a su ausencia.
Para mejorar el rendimiento de los cultivos es deseable
no utilizar torundas al tomar las muestras. Ante la escasez
de material siempre puede hacerse un lavado con suero fi-
siológico aspirando con jeringa y aguja.
Otro problema importante es el del valor predictivo po-
sitivo de los microorganismos hallados en muestras articu-
lares que pueden formar parte de la flora cutánea normal.
El mejor ejemplo es el aislamiento de Staphylococcus epi-
dermidis en un líquido sinovial. Su valor debe juzgarse con
precaución y se refuerza ante un contexto clínico sugeren-
te de infección y particularmente ante la repetición de ais-
lamientos idénticos en varios puntos o en varios momentos
sucesivos (35, 36).
La tinción de Gram sólo es positiva en el 25% de los ca-
sos, pero la presencia de microorganismos contribuye a la
credibilidad de los resultados del cultivo. La negatividad de
la tinción de Gram es frecuente en casos de infección pro-
bada y, por tanto, en absoluto excluye la existencia de in-
fección (33, 37, 38). El criterio de infección se apoya tam-
bién en el hallazgo de más de cinco polimorfonucleares por
campo de 400 aumentos en cinco campos diferentes en
biopsias intraoperatorias, cuya sensibilidad y especificidad
superan el 90% (13, 16, 39).
Globalmente puede decirse que los cultivos tienen una
sensibilidad del 70% y una especificidad del 80% al 90%
(13, 16, 31, 34).
El cultivo de la secreción que puede obtenerse en una
fístula debe interpretarse con gran precaución, ya que pue-
de corresponder a una infección superficial o a una coloni-
zación de la propia fístula (40).
El cultivo de las muestras intraoperatorias tiene el ma-
yor valor diagnóstico y tradicionalmente ha sido considera-
do como el patrón oro. Se aconseja enviar tres a seis mues-
tras tomadas de distintos puntos, aceptando la existencia de
Diagnostico, tratamiento y prevención de la infección de prótesis articulares2003; Vol. 16 (Nº 4) 469
infección si hay tres o más cultivos positivos de diferente
localización en el caso de microorganismos posiblemente
contaminantes. La presencia de un solo aislamiento de un
microorganismo de probada patogenicidad es suficiente. El
uso de la reacción en cadena de la polimerasa no está bien
establecido en el diagnóstico de la infección de prótesis ar-
ticulares (2, 8, 24, 39).
Toda muestra de tejido obtenida de los bordes de una
prótesis articular debe ser enviada tanto al servicio de mi-
crobiología como al de anatomía patológica (40, 41).
La Fig. 1 muestra un esquema de aproximación diag-
nóstica en las infecciones de prótesis articulares.
TRATAMIENTO
En la actualidad el tratamiento no está bien definido y
los resultados son insatisfactorios. Su finalidad es curar la
infección, eliminar el dolor y restaurar la funcionalidad de
la articulación con los menores efectos secundarios posi-
bles. Está condicionado por la estabilidad de la prótesis y el
tipo de infección (8, 42-50) (Tablas 4 a 6).
¿Qué pacientes pueden ser tratados
sin retirar la prótesis?
Sólo se puede intentar salvar las prótesis infectadas que
se mantienen ancladas y con buen estado funcional, parti-
cularmente cuando se trate de microorganismos cuya sen-
sibilidad in vitro permita tratamientos por vía oral a largo
plazo, como sucede con los del género Staphylococcus (51-
SEQ y SECOT R E V E S P Q U I M I O T E R A P470
Figura 1. Algoritmo de tratamiento de las infecciones agudas de prótesis
articulares.
Tabla 4. Tipos de tratamiento de las infecciones de próte-
sis y sus indicaciones.
1) Desbridamiento + antibioticoterapia prolongada:
Infecciones precoces, algunas intermedias y tardías con próte-
sis estable.
2) Retirada de prótesis + reimplante:
Infección intermedia con prótesis aflojada y la mayoría de las
tardías.
– Un tiempo (antibiótico en cemento ± antibioticoterapia sis-
témica):
Ausencia de pus al abrir la articulación
Aislamiento de microorganismos poco virulentos
– Dos tiempos (antibioticoterapia sistémica i.v. 4-6 semanas
entre retirada y reimplante)
3) Tratamiento antimicrobiano supresor crónico:
Infección de cualquier tipo con prótesis estable e imposibili-
dad de reimplante.
Tabla 5. Elección del tratamiento antimicrobiano para las
infecciones de prótesis.
1) Tratamiento empírico:
– No aceptable en la mayoría de los casos
– Cubrir siempre Staphylococcus spp. resistentes a meticilina:
Elección: teicoplanina ± rifampicina
Alternativa: vancomicina ± rifampicina
2) Infección por estafilococos:
– Staphylococcus spp. resistentes a meticilina:
teicoplanina o vancomicina ± rifampicina
– Tratamiento oral prolongado:
Elección: fluoroquinolona (levofloxacino, ofloxacino o
ciprofloxacino) + rifampicina
Alternativa: cotrimoxazol + rifampicina
3) Infección por otros cocos grampositivos,
bacilos gramnegativos o anaerobios:
Según la sensibilidad del microorganismo
55). La experiencia con bacilos gramnegativos es muy
escasa.
La esencia para poder intentar la salvación de una pró-
tesis infectada consiste en el desbridamiento muy precoz
tras la aparición de los síntomas. Este periodo se cifra, en
algunos estudios, en los primeros 5 a 14 días de infección
en el periodo postoperatorio inmediato (43-47). Esto supo-
ne, en la práctica, un grupo pequeño y selecto del total de
pacientes que sufren infección de la prótesis en una institu-
ción. Las probabilidades de éxito son tanto mayores cuan-
to más precoz es la intervención con desbridamiento y lim-
pieza periprotésica, y requiere complementariamente un
uso prolongado de antimicrobianos “supresores” (56-67).
En algunas infecciones tardías, con un inicio muy agu-
do, ciertos autores consideran que pueden aplicarse los cri-
terios de la infección precoz y existen posibilidades de sal-
var la prótesis con desbridamiento quirúrgico rápido y tra-
tamiento antimicrobiano, pero numéricamente el éxito en
esta situación es poco frecuente (48).
Otro motivo para intentar conservar una prótesis es que
las circunstancias del paciente impidan una cirugía que su-
pondría un riesgo excesivo para su vida, o que la desinser-
ción pueda dejar lesiones óseas irreparables que impidan
una futura reimplantación. Estos pacientes serían candida-
tos a un tratamiento antimicrobiano supresor, que en oca-
siones se ha mostrado curativo.
¿Cuándo se debe retirar
la prótesis infectada?
En ausencia de una contraindicación médica o quirúrgi-
ca absoluta para retirar una prótesis, las siguientes circuns-
tancias indican hacerlo:
– Siempre que la prótesis esté aflojada y no sea funcional.
– En infecciones protésicas tardías (generalmente hemató-
genas o por contigüidad), la decisión de retirar la próte-
sis surge siempre de la combinación de una serie de fac-
tores, entre los que hay que considerar la edad y calidad
de vida del paciente, los riesgos de la cirugía de retira-
da, las posibilidades de tratamiento médico tolerable a
largo plazo y las probabilidades que la literatura médica
ofrece de “curación” en casos semejantes. Entendemos
en este segundo grupo que la prótesis se mantiene fun-
cional. De forma global, es preciso conocer que las po-
sibilidades de salvar a largo plazo una prótesis en esta si-
tuación son bajas y que la retirada precoz es la opción
principal, excepto en las infecciones que se presentan de
forma aguda y se actúa precozmente, como se ha comen-
tado con anterioridad. A modo de ejemplo, las infeccio-
nes causadas por enterobacterias y Pseudomonas aeru-
ginosa tienen muy pocas posibilidades de curación real
a largo plazo.
– En pacientes con situaciones intermedias, cuya infec-
ción se manifiesta entre el segundo y sexto mes tras la
implantación y con prótesis estable o funcional, no exis-
te una evidencia de cuál es la mejor aproximación y en-
tran en juego los mismos factores comentados para la in-
fección de prótesis tardía. Los participantes del consenso
se inclinan por una revisión quirúrgica. En los pacientes
en que la exploración quirúrgica demuestra una prótesis
estable, ha sido posible desbridar adecuadamente la zo-
na infectada y existe un microorganismo tratable con an-
timicrobianos por vía oral a largo plazo, proponemos la
opción de mantener la prótesis con tratamiento antibió-
tico y vigilar su evolución.
¿Cuáles son las indicaciones
de retirada urgente de la prótesis?
La aparición de una artritis séptica por microorganis-
mos piógenos, acompañada de un cuadro de sepsis grave
que amenaza la vida, es sin duda una indicación urgente de
retirada de la prótesis.
El riesgo de que esa infección cree metástasis sépticas,
particularmente en pacientes con dispositivos endovascula-
res, es otra razón para proceder a una retirada inmediata.
Diagnostico, tratamiento y prevención de la infección de prótesis articulares2003; Vol. 16 (Nº 4) 471
Tabla 6. Dosis de los antimicrobinanos en adultos.
Cloxacilina 2 g/4-6 h i.v., 1 g/4 h p.o.
Amoxicilina-ác. clav. 2-0,2 g/8 h i.v., 875-125 mg/6-8 h p.o.
Ampicilina-sulbactam 1-0,5 g/6-8 h i.v., 375-750 mg/8-12 h p.o.
Piperacilina-tazobact. 4-0,5 g/6-8 h i.v.
Cefazolina 1 g/6 h i.v.
Cefoxitina 1-2 g/4-6 h i.v.-i.m.
Cefotaxima 1-2 g/6-8 h i.v.
Ceftriaxona 2 g/12-24 h i.v.-i.m.
Ceftazidima 1-2 g/6-8 h i.v.
Cefepima 1-2 g/8-12 h i.v.
Aztreonam 1-2 g/6-8 h i.v.
Imipenem 1 g/8 h i.v.
Meropenem 1 g/ 8 h i.v.
Vancomicina 1 g/12 h i.v.
Teicoplanina 400-800 mg/24 h i.v.-i.m.
Ciprofloxacino 200-400 mg/12 h i.v., 500-750 mg/12 h p.o.
Ofloxacino 200 mg/12 h i.v., 200-400 mg/12 h p.o.
Levofloxacino 500 mg/24 h i.v., 500 mg/24 h p.o.
Cotrimoxazol 800-160 mg/8-12 h i.v.-p.o.
Clindamicina 600 mg/6-8 h i.v., 300 mg/6-8 h p.o.
Rifampicina 600-900 mg/24 h i.v.-p.o.
Fosfomicina 1 g/6 h i.v.-p.o.
Metronidazol 500 mg/8 h i.v.-p.o.
¿Cuál es el momento oportuno
de reimplantar una prótesis
tras la retirada de una anterior
por infección?
El reimplante es la alternativa terapéutica más deseable
para el enfermo con una infección de prótesis articular, con
la que se han obtenido los mejores resultados funcionales y
la mayor satisfacción para el paciente, pero está contrain-
dicado en las siguientes situaciones: mala situación clínica
del paciente para una nueva intervención quirúrgica, per-
sistencia de la infección, graves daños en la piel y tejidos
blandos, pérdida extensa de hueso y presencia de circuns-
tancias que hagan altamente probable una reinfección (2).
El reimplante se puede hacer en uno o dos tiempos. La
colocación de una segunda prótesis en el mismo tiempo qui-
rúrgico en que se retira la infectada se desaconseja cuando
haya una fístula, pus en la articulación o se aíslen microor-
ganismos virulentos como Staphylococcus aureus y bacilos
gramnegativos. En caso de realizar un reimplante en un pri-
mer estadio, se recomienda hacer la fijación con cemento im-
pregnado de antibiótico, con lo cual se han alcanzado mejo-
res tasas de curación (70% a 80%) que si se emplea cemento
simple. La continuación con un tratamiento antimicrobiano
sistémico no está bien estandarizada. Sus ventajas son un
coste sanitario más bajo y una menor morbilidad, y la facili-
dad para la reinserción. El procedimiento está especialmente
recomendado en pacientes que precisan una rehabilitación
funcional urgente, primordialmente los enfermos de edad
avanzada. Como inconvenientes destacan la imposibilidad de
utilizar un antibiótico específico en el cemento por el des-
conocimiento del agente etiológico, la dificultad de extraer
la prótesis en caso de que se infecte de nuevo y el mayor nú-
mero de aflojamientos asépticos (2, 4, 8).
El reimplante en un segundo tiempo es la mejor opción.
Se lleva a cabo tras un periodo variable con antibióticos por
vía sistémica (cuatro a seis semanas es lo más aceptado)
una vez retirada la prótesis infectada. Entre tanto se colocan
moldes de cemento con antibióticos y en los últimos años
se vienen utilizando prótesis de cemento acrílico también
con antibióticos, que mantienen la funcionalidad del miem-
bro hasta la colocación del implante definitivo. Las tasas de
curación son algo más elevadas (85% a 97%) que con el
anterior sistema, aunque no se han hecho estudios compa-
rativos entre uno y otro. No se ha demostrado que los re-
sultados varíen con la adición de antibióticos al cemento,
aunque es una práctica relativamente extendida (8).
En el reimplante en un segundo tiempo se pueden em-
plear prótesis porosas fijadas sin cemento para evitar el efec-
to deletéreo que el cemento de polimetilmetacrilato ejerce
sobre los mecanismos defensivos en el espacio periprotési-
co, pero los aflojamientos asépticos parecen ser más fre-
cuentes y la recuperación funcional peor (2, 8, 50). Los in-
jertos óseos necesarios, a veces, para reconstruir los graves
defectos causados por la infección, no aumentan el riesgo
de reinfección (2, 8, 50, 51).
¿Cuánto debe durar el tratamiento
tras retirar la prótesis?
La duración óptima no se sabe con certeza, pero en nu-
merosos trabajos se ha observado que con cuatro a seis se-
manas es suficiente. No obstante, puede ser razonable man-
tener los antibióticos hasta que los cultivos se negativicen
y la proteína C reactiva se normalice (4, 8, 52).
¿Qué fármacos deben utilizarse
en los pacientes para los que no hay
o no es posible
un tratamiento etiológico?
Es indispensable comenzar por afirmar que la ausencia
de un diagnóstico etiológico es “poco tolerable” en el terre-
no de la infección de la prótesis articular, y que existen muy
pocas circunstancias en que la situación del paciente no
pueda esperar a que se obtengan las muestras adecuadas.
Las muestras tomadas por punción múltiple, antes o du-
rante la intervención quirúrgica, deben obtenerse con la
mejor garantía de éxito y por tanto sin tratamiento previo.
Los tratamientos previos, justificados por algunos por el
propio hecho de la intervención quirúrgica, son injustifica-
bles en casi todas las circunstancias.
El único tratamiento empírico que se puede explicar, en
la mayoría de los casos, es el que se administra tras el pro-
cedimiento de obtención de dichas muestras y hasta la lle-
gada de la información microbiológica.
En ausencia de interferencia con antibióticos, la negati-
vidad de los cultivos, sin que excluya la etiología infeccio-
sa del cuadro, obliga a ponerla en cuestión.
Sea como fuere, el tratamiento empírico debe tener, a
juicio de los participantes en este consenso, un carácter de
interinidad e incluir entre sus objetivos la cobertura ade-
cuada de al menos el género Staphylococcus y de P. aeru-
ginosa en el caso de gravedad extrema del paciente. En
nuestro medio, empíricamente, debe considerarse siempre
que los estafilococos tienen una posibilidad elevada de ser
resistentes a la meticilina y, por tanto, el tratamiento empí-
rico correcto requiere la administración de glucopéptidos
(teicoplanina o vancomicina) asociados o no a rifampicina
(Fig. 2). Es más dudosa la necesidad de tratamiento empí-
rico para microorganismos gramnegativos en los pacientes
que se encuentren en una situación clínicamente estable.
SEQ y SECOT R E V E S P Q U I M I O T E R A P472
¿Cuál es el tratamiento antibiótico
al disponer del diagnóstico etiológico?
Los antimicrobianos son menos efectivos en estas in-
fecciones por el efecto negativo que ejerce el cuerpo ex-
traño sobre los sistemas defensivos y la formación de limo.
Se deben elegir fármacos activos sobre los microorganis-
mos aislados, que alcancen buenas concentraciones y sean
estables en el hueso y en el limo, no inductores de resis-
tencias y con poca toxicidad (1). La administración se pue-
de hacer por vía intravenosa, oral o local.
Uno de los problemas más importantes es el tratamien-
to de los estafilococos resistentes a la meticilina (y por en-
de a todos los betalactámicos). Estos microorganismos no
pueden tratarse con quinolonas, ya que son resistentes o de-
sarrollan resistencia rápidamente, y con frecuencia son tam-
bién resistentes a la rifampicina. Ello obliga al uso de glu-
copéptidos por vía intravenosa. Para el tratamiento a largo
plazo, la teicoplanina es más conveniente que la vancomi-
cina por alcanzar mayores concentraciones óseas (65% de
la sérica) y por sus características farmacocinéticas (larga
semivida, dosis única diaria y administración tanto intrave-
nosa como intramuscular), que posibilitan tratamientos pro-
longados, incluso domiciliarios (53).
¿Monoterapia
o tratamiento combinado?
Es importante distinguir entre el tratamiento de la pró-
tesis mientras está implantada, que generalmente es un tra-
tamiento supresor largo, y el tratamiento de la osteomieli-
tis residual cuando la prótesis ha sido retirada. En este se-
gundo caso las recomendaciones derivan de aplicar a esta
situación los conceptos adquiridos en el tratamiento de la
osteomielitis crónica.
En la infección estafilocócica (por microorganismos
sensibles a la meticilina) se recomienda en la actualidad la
terapia combinada con rifampicina y otro antibiótico por los
buenos resultados obtenidos (Tabla 5 y Fig. 2) (44, 49, 54,
55). La utilidad de la rifampicina radica en su buena acti-
vidad sobre Staphylococcus spp., con la ventaja añadida so-
bre los betalactámicos y los glucopéptidos de actuar en la
fase estacionaria bacteriana, y de su excelente penetración
en tejidos y fluidos corporales y en el interior de los fago-
citos. La rifampicina no se ha de utilizar en monoterapia
por el rápido desarrollo de resistencias, lo cual podría ocu-
rrir aun en tratamientos combinados si el antibiótico acom-
pañante pierde la actividad sobre el microorganismo que
produce la infección (44).
La asociación de una fluoroquinolona y rifampicina, a
pesar de su antagonismo in vitro, ha conseguido tasas de
curación del 74% al 100% en el tratamiento de osteomieli-
tis estafilocócicas y ha demostrado ser más eficaz que los
betalactámicos (44, 49, 54, 55). Con las modernas fluoro-
quinolonas de tercera y cuarta generación sólo hay expe-
riencia con levofloxacino, aunque poco extensa, pero por
su mayor actividad sobre los cocos grampositivos, incluido
S. aureus sensible a la meticilina, es de esperar que su com-
Diagnostico, tratamiento y prevención de la infección de prótesis articulares2003; Vol. 16 (Nº 4) 473
Figura 2. Recomendación de tratamiento (esquema terapéutico) de las infecciones de prótesis.
portamiento sea igual o mejor que el de ciprofloxacino y
ofloxacino (56-59). Otras ventajas del levofloxacino son la
mayor concentración ósea, la dosis única diaria, la elevada
biodisponibilidad oral (>95%), la posibilidad de hacer tra-
tamientos secuenciales (de vía intravenosa a vía oral) con
bioequivalencia de dosis y su perfil de seguridad, especial-
mente en tratamientos a largo plazo; argumentos éstos de
importancia a la hora de tomar decisiones terapéuticas en
las infecciones de prótesis articulares (56, 57, 59, 60). La
comodidad y tolerabilidad de estos tratamientos combinados
orales han permitido prolongarlos durante meses (tres a nue-
ve meses). No se conoce la duración ideal del tratamiento
supresor, pero depende de que la prótesis se mantenga o no
(49). La rifampicina también se ha asociado a otros anti-
bióticos, como ácido fusídico y cotrimoxazol, con buenos
resultados, pero la experiencia es más reducida (61, 62).
¿El tratamiento debe ser parenteral
o puede ser oral?
La administración se puede hacer por vía intravenosa u
oral. La primera ruta no permite tratamientos muy prolon-
gados, a veces necesarios en estos pacientes. En los últimos
años contamos con antibióticos orales de elevada biodispo-
nibilidad, que pueden sustituir total o parcialmente a los in-
travenosos, lo cual ha motivado cambios en el tiempo que
se pueden tratar estas infecciones. Además, posibilitan el
tratamiento ambulatorio de los pacientes, mejorando su ca-
lidad de vida y reduciendo gastos. Así se han utilizado el
cotrimoxazol y sobre todo algunas fluoroquinolonas, como
ciprofloxacino y ofloxacino, en monoterapia y en asocia-
ción con otros antibióticos para evitar resistencias (Fig. 2)
(44, 49, 54, 55, 61, 62). Esta opción nos parece especial-
mente útil en las infecciones intermedias si se opta por con-
servar la prótesis, pues tratamientos durante meses han de-
mostrado buena capacidad supresora cuando no es posible
la cirugía (49).
¿Cuándo está indicado
el tratamiento antibiótico local?
Su principal indicación, mezclado con el cemento, es el
reimplante en un primer estadio, independientemente de la
continuidad o no con antimicrobianos sistémicos. También
se recomienda en la implantación en un segundo tiempo
(2, 17). Los antibióticos más utilizados de forma local, en
cementos o rosarios, son los aminoglucósidos (gentamici-
na y tobramicina) por la posible alergia a los betalactámi-
cos. Otros menos usados son vancomicina, eritromicina,
clindamicina y colistina. Deben cumplir una serie de requi-
sitos: no debilitar el cemento, hipersensibilidad baja, esta-
bilidad a la temperatura corporal y a más de 100 ºC, hidro-
solubilidad para tener una incorporación estable, liberación
adecuada y acción bactericida.
Con estos procedimientos se consigue una liberación
retardada y prolongada del antimicrobiano (semanas, me-
ses o incluso años) y unas concentraciones locales elevadas
(cinco a diez veces mayores que las alcanzadas por vía
sistémica y muy por encima de la CMI de los microorga-
nismos causales) y séricas mínimas (<3 mg/l) que práctica-
mente anulan su toxicidad (13, 63, 64). Los rosarios, ade-
más, ofrecen las ventajas de rellenar espacios muertos y po-
der ser retirados en caso de hipersensibilidad. No obstante,
siempre deben extraerse unas seis semanas después de su
colocación, con el consiguiente sufrimiento para el pacien-
te y el riesgo de infección (65). Una nueva alternativa, que
evita este inconveniente, es la utilización de materiales bio-
degradables como el colágeno, del que asociado a genta-
micina hay cierta experiencia. Es flexible y se puede cortar
en pequeños fragmentos, lo que facilita su introducción en
pequeños espacios y cavidades (66).
¿Existe el concepto de supresión
permanente? ¿A quién debe aplicarse?
El tratamiento antimicrobiano supresor crónico consti-
tuye una alternativa terapéutica en los pacientes en que por
diversas razones no es posible retirar la prótesis infectada.
Su objetivo es la reducción de las manifestaciones de la in-
fección y la conservación de la funcionalidad articular. La
utilización, durante largos periodos de tiempo, de antibióti-
cos capaces de actuar frente a bacterias en fase estaciona-
ria, de localización intracelular y adheridas a superficies
inertes, como la rifampicina, ha cambiado la situación en
las infecciones estafilocócicas. En diversos ensayos clíni-
cos, algunos iniciados con fines supresores, la rifampicina
asociada a otros antibióticos, sobre todo fluoroquinolonas,
no sólo ha hecho posible el control de la infección sino que
la ha erradicado en porcentajes superiores al 70% (55, 67).
Estos resultados tan prometedores hacen del tratamiento
antimicrobiano supresor una realidad válida en nuestros días,
teniendo como principales condiciones la estabilidad del
implante, el conocimiento del microorganismo causal y de
su sensibilidad, la falta de infección sistémica, la posibili-
dad de un tratamiento oral prolongado bien tolerado y el
cumplimiento por parte del paciente. No obstante, su indi-
cación, duración y eficacia están aún por definir, pero pa-
rece determinante la rapidez en el diagnóstico de la infec-
ción y en el inicio del tratamiento (desbridamiento y anti-
bioticoterapia), y no tanto que sólo deban ser tratadas así
las infecciones por microorganismos poco virulentos (46).
SEQ y SECOT R E V E S P Q U I M I O T E R A P474
¿Qué controles son necesarios
para evaluar al paciente tratado?
En este apartado debemos distinguir entre el control del
paciente en tratamiento y el seguimiento que se hace una
vez finalizado éste.
El control del paciente en tratamiento incluye la evolu-
ción de la propia infección y los posibles efectos adversos
de los fármacos administrados, en particular cuando se em-
plean terapias orales de larga duración. Sobre la infección,
hay que vigilar la mejoría de las manifestaciones clínicas
(dolor, tumefacción, supuración, etc.) y algunos parámetros
biológicos como la velocidad de sedimentación globular y
la proteína C reactiva, que deben ir descendiendo a la par
que van desapareciendo los síntomas y signos. No hay da-
tos exactos acerca de cuándo se debe producir la normali-
zación, pero la ausencia de mejoría a partir de la segunda
semana es sospechosa de falta de eficiencia del tratamien-
to instaurado. Es deseable, por tanto, tener una determina-
ción previa de los mencionados parámetros biológicos al
inicio del tratamiento. En cuanto a las técnicas de imagen,
la desaparición de los signos de infección en la radiografía
simple y de la captación del isótopo en la gammagrafía son
buenas señales.
Con respecto a los efectos secundarios de los antibióti-
cos hay que vigilar aspectos clínicos y biológicos (hemo-
grama y bioquímica sérica), naturalmente dependiendo de
los antimicrobianos empleados.
La frecuencia con que se deben hacer las determinacio-
nes sanguíneas no está clara, pero una buena norma puede
ser semanalmente durante el primer mes de tratamiento,
pudiendo pasar a ser quincenal o mensualmente después, si
no ha habido ninguna complicación. La repetición de la ra-
diografía puede ser más espaciada ya que la evolución de
las lesiones es lenta. La gammagrafía ósea sólo hay que re-
alizarla al final del tratamiento para ver si la captación ini-
cial del isótopo ha desaparecido.
El seguimiento del enfermo tratado tampoco está regla-
mentado, pero el sentido común indica que debe ser visita-
do cada tres a seis meses, al menos durante el primer año,
pudiendo hacerse después anualmente. En estas visitas, ade-
más de la observación clínica, hay que solicitar un hemo-
grama, velocidad de sedimentación globular, proteína C re-
activa y radiografía simple.
¿Cuál es la indicación
y cuáles son los fármacos adecuados
para la profilaxis antibiótica
en cirugía de implantación de prótesis?
En el momento actual la profilaxis antimicrobiana pri-
maria ante la implantación de una prótesis articular se con-
sidera un estándar de calidad indiscutible, ya que puede
disminuir la incidencia de infección de la prótesis, tanto
precoz como tardía (68-79). La profilaxis puede hacerse
mediante la administración de antimicrobianos por vía sis-
témica, “con carácter regional” o incluyéndolos en el ce-
mento y en el material implantable.
El uso sistémico es el más ampliamente aceptado. El
antimicrobiano elegido debe ser activo frente a una parte
importante de los agentes más frecuentemente causantes de
infección, debe tener un perfil farmacocinético que asegu-
re su presencia en cantidad adecuada en el sitio quirúrgico
y en el momento preciso, debe ser bien tolerado por el en-
fermo y su uso debe implicar poco riesgo de desarrollo de
resistencias bacterianas.
La actividad principal de los fármacos elegidos para la
profilaxis debe ser frente a bacterias grampositivas. Los
fármacos de primera elección, en el momento presente, son
las cefalosporinas, particularmente las de primera genera-
ción, como la cefazolina. En los pacientes que no pueden
recibir cefalosporinas por intolerancia, y en lugares donde
la incidencia de infecciones por microorganismos resisten-
tes a los betalactámicos es muy elevada, se recomienda el
uso alternativo de glucopéptidos. Estudios comparativos en-
tre glucopéptidos y cefalosporinas no han demostrado dife-
rencias significativas en cuanto a eficacia (73-76). Las ven-
tajas de las cefalosporinas residen en la amplia experiencia
que con ellas se tiene, su buena tolerabilidad y su bajo pre-
cio. La mayor preocupación es que son inactivas frente a
los estafilococos coagulasa negativos y coagulasa positivos
resistentes a la meticilina, que en muchos centros constitu-
yen los microorganismos más frecuentemente causantes de
infección en prótesis. Los glucopéptidos, por su parte, tie-
nen una excelente actividad frente a dichos microorganis-
mos y nula sobre los gramnegativos, y son fármacos no
siempre bien tolerados. Actualmente se procura no genera-
lizar su uso por el riesgo que tienen de inducir resistencias
en grampositivos, porque son fármacos muy necesarios e
imprescindibles en la terapéutica.
En un estudio multicéntrico y aleatorizado realizado en
Italia (73) se comparó la profilaxis con una dosis única de
teicoplanina (400 mg por vía intravenosa en el momento de
la anestesia) frente a cinco dosis de cefazolina administra-
das durante un periodo de 24 horas (2 g en la inducción
anestésica seguido de 1 g cada 6 horas en el postoperatorio)
en pacientes sometidos a artroplastia de rodilla. De los 860
pacientes incluidos, 427 recibieron teicoplanina y 433 ce-
fazolina. Tuvieron una infección de la herida quirúrgica
seis enfermos del grupo de teicoplanina (1,5%) y siete del
grupo de cefazolina (1,7%), y tampoco hubo diferencias a
largo plazo en la tasa de infecciones de otro tipo. Se pro-
Diagnostico, tratamiento y prevención de la infección de prótesis articulares2003; Vol. 16 (Nº 4) 475
dujeron efectos indeseables en el 0,7% de los tratados con
teicoplanina y en el 2,1% de los que recibieron cefazolina.
No hay duda de que el momento de instaurar la profila-
xis es el de la inducción de la anestesia y no antes. Se dis-
cute, sin embargo, la duración adecuada. En la actualidad
no hay datos que justifiquen una duración que supere el
tiempo de cirugía o, como máximo, las 24 horas siguientes.
El uso regional de antibióticos consiste en su administra-
ción por una vena distal a la prótesis que va a ser implantada
después de haber realizado la compresión con un manguito
para producir isquemia. Esto garantiza elevadas concentra-
ciones locales durante el tiempo de cirugía. La técnica, que
resulta ingeniosa e interesante, no es aplicable a todas las
prótesis, obliga a canalizar venas distales en las extremida-
des inferiores y no ha demostrado mayor eficacia que la ad-
ministración sistémica. Se ha realizado con dosis habitua-
les de teicoplanina inmediatamente después de que se infle
el manguito de compresión (77).
La inclusión de antibióticos en el cemento o su aplica-
ción en la vecindad de la prótesis puede ser tan útil como
una profilaxis sistémica y no es incompatible con ella, pe-
ro tampoco se ha demostrado superioridad de esta técnica
sobre la administración sistémica convencional de antibió-
ticos.
¿Cuándo y cómo se debe hacer
profilaxis secundaria en los pacientes
con prótesis articulares
sometidos a otro procedimiento?
A pesar de las catastróficas consecuencias de las infec-
ciones de prótesis articulares, en la actualidad no debemos
recomendar la profilaxis antibiótica secundaria en los pa-
cientes con implantes articulares que vayan a ser sometidos
a procedimientos diagnósticos o terapéuticos que puedan
causar bacteriemias. Los efectos adversos y el gasto sanita-
rio que comporta este uso supera a los del tratamiento de la
infección de la propia prótesis. No obstante, parece razona-
ble llevarla a cabo ante infecciones localizadas sobre las
que se vaya a actuar quirúrgicamente o a hacer alguna ma-
nipulación endoscópica, pero sería mejor retrasar estos pro-
cedimientos hasta que la infección haya curado. La elec-
ción del antibiótico dependerá del microorganismo aislado
o se realizará empíricamente de acuerdo con la flora bacte-
riana de la zona afectada (78, 79).
Correspondencia: Emilio Bouza, Servicio de Microbiología Clínica y En-
fermedades Infecciosas, Hospital General Universitario Gregorio Ma-
rañón, C/ Dr. Esquerdo 46, 28007 Madrid. Tel.: 91-586 84 52, Fax: 91-
372 17 21, e-mail: ebouza@microb.net
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Infecciones asociadas a protesis

  • 1. INTRODUCCIÓN Epidemiología La infección, junto al aflojamiento, es la complicación principal, más temida y catastrófica de las prótesis articu- lares. Entre otras, comporta las siguientes consecuencias: defectos esqueléticos, demora en el reimplante, disminución de la calidad de vida y elevado gasto sanitario. En Estados Unidos se colocan unas 400.000 prótesis de cadera y rodi- lla al año, y en todo el mundo más de un millón. El coste medio del tratamiento de una prótesis infectada (retirada, seis semanas de antibioticoterapia parenteral y sustitución posterior) se ha estimado en unos 50.000$. Se calcula que el coste global de las infecciones de prótesis en Estados Unidos puede oscilar entre 1,2 y 4 millardos de dólares en reconstrucciones ortopédicas (1). La incidencia de infección sobre prótesis articulares se ha reducido de forma significativa en las últimas décadas, gracias a factores tales como la mejoría de la técnica qui- rúrgica, el tratamiento del aire en el quirófano y la profila- xis antibiótica. En la actualidad, las cifras oscilan en torno al 1,5% en las prótesis de cadera y el 2,5% en las de rodi- lla (2). Etiopatogenia El origen más frecuente de estas infecciones se encuen- tra en la contaminación durante el acto quirúrgico a partir de la flora cutánea del propio paciente, del personal que in- terviene en la cirugía y del medio ambiente del quirófano, suponiendo más del 60% de los casos. El resto se produce por bacteriemias desde un foco distante, por contigüidad desde uno vecino, por implantación directa en un procedimiento diagnóstico o terapéutico y, más raramente, por infecciones quiescentes del hueso previas al implante que se reactivan por el traumatismo que conlleva su colocación (2-4). La etiología es bien conocida y existe un claro predomi- nio de las infecciones causadas por microorganismos gram- positivos, que constituyen más del 50% de los casos, parti- cularmente el género Staphylococcus (Tabla 1) (4-9). No es intención de este documento revisar los factores patogéni- cos asociados a este tipo de infecciones, que el lector inte- resado puede encontrar en otras fuentes (2, 10-15). Además de los factores asociados a los materiales y a los microor- ganismos, existen otros propios del paciente que predispo- nen a la infección, como la diabetes mellitus, la artritis reu- matoide y las sondas vesicales permanentes (1, 2, 4). Rev Esp Quimioterap, Diciembre 2003; Vol.16 (Nº 4): 467-478  2003 Prous Science, S.A.- Sociedad Española de Quimioterapia Consenso Diagnóstico, tratamiento y prevención de la infección de prótesis articulares Sociedad Española de Quimioterapia y Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología Este documento ha sido redactado por J. Barberán, E. Bouza, J.M. Aguado, J.R. Azanza, J.A. García-Rodríguez y J. Prieto, de la Sociedad Española de Quimioterapia; y R. Cordero, J. Hernández-Quero y R. Pelletier, de la Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología.
  • 2. Clasificación Se han realizado varias clasificaciones de las infeccio- nes de prótesis articulares, fundamentalmente con una base cronológica. Hoy se acepta la idea de que una infección que se presenta en el primer mes postoperatorio (infección pre- coz) verosímilmente ha sido adquirida durante el acto quirúrgico y puede intentar tratarse para mantener la próte- sis. La infección que se presenta entre el segundo y el sex- to mes tras la cirugía (infección intermedia) sigue teniendo en la mayoría de los casos un origen quirúrgico, pero no siempre el tratamiento permite mantener la prótesis. Final- mente, debemos considerar las que ocurren transcurridos al menos seis a doce meses tras la intervención (infecciones tardías), en las cuales el mecanismo de llegada de los pató- genos a la prótesis no suele guardar relación con la cirugía (hematógena o por contigüidad) (7, 8) (Tabla 2). DIAGNÓSTICO ¿Cuándo debe considerarse infectada una prótesis? La infección de una prótesis articular sólo es clara e in- contestable en situaciones flagrantes o extremas. Se trata de pacientes con pus alrededor de la prótesis durante la ci- rugía o con fístulas que alcanzan la propia prótesis. Fuera de estas circunstancias, puede afirmarse que distintos sig- nos clínicos, datos de laboratorio o pruebas de imagen su- gieren la infección, pero ninguno de ellos la establece de forma incuestionable por sí mismo. Por el contrario, cual- quier combinación de datos sobre inflamación local y ma- nifestaciones compatibles con una respuesta inflamatoria sis- témica o disfunción (dolorosa o no) de la prótesis, debe obligar a incluir la infección en el diagnóstico diferencial (Tabla 3) (9, 10). La fiebre aparece en menos de la mitad de los casos y ni su presencia establece el diagnóstico de infección de la prótesis, ni su ausencia puede utilizarse para excluir- la. En el periodo postoperatorio la fiebre es un signo muy inespecífico que pocas veces se correlaciona con la infec- ción de la prótesis (11-13). Los signos inflamatorios loca- les, como eritema, calor y tumefacción de la piel, pueden ser más o menos manifiestos dependiendo de la localiza- ción de la prótesis. Su presencia tiene tanto más valor pre- dictivo de infección en la medida en que se presenten co- mo una manifestación tardía y no inmediatamente en el postoperatorio. No existe un momento crítico determinado a partir del cual deban desaparecer todos los signos infla- matorios de la cirugía. Muchos de ellos deben cesar en los primeros 14 días y la mayoría antes de ocho semanas, pe- ro los que persisten o aparecen después de seis meses de- ben ser considerados siempre como muy sospechosos de infección (13). Los signos inflamatorios suelen ser más manifiestos en las prótesis más próximas a la superficie de la piel. Los parámetros de laboratorio son igualmente ines- pecíficos. Aunque en la mayoría de los pacientes la velo- cidad de sedimentación globular y la proteína C reactiva suelen volver a la normalidad dentro de las tres semanas siguientes a la intervención, su elevación puede persistir hasta un año después. Por lo general, es un dato más cons- tante la vuelta a la normalidad de la proteína C reactiva en las tres primeras semanas (13-15). Su significación au- menta cuando se descartan otras enfermedades inflamato- rias (13, 16). Ante los signos o síntomas antes mencionados (Tabla 3) el paciente debe ser remitido a un experto para su eva- luación. SEQ y SECOT R E V E S P Q U I M I O T E R A P468 Tabla 1. Etiología de las infecciones de prótesis articulares (6). Microorganismo % Estafilococos coagulasa negativos 22 Staphylococcus aureus 22 Streptococcus spp. 14 Enterococcus spp. 7 Bacilos gramnegativos 25 Anaerobios 10 Tabla 2. Clasificación cronológica de las infecciones de pró- tesis. Tipo de infección Origen Precoz: 1er mes Durante la cirugía Intermedia: 2-6 meses tras cirugía Durante la cirugía Tardía: 6-12 meses tras cirugía Bacteriemia o contigüidad Tabla 3. Manifestaciones clínicas y de laboratorio que de- ben hacer sospechar infección de prótesis tras el implante. – Dolor – Calor – Rubor – Tumefacción – Fiebre – Leucocitosis – Aumento de la velocidad de sedimentación globular – Aumento de la proteína C reactiva
  • 3. ¿Cuál es el valor diagnóstico de las pruebas de imagen? Las pruebas de imagen tampoco resuelven plenamente las cuestiones anteriores y su mayor utilidad es el valor pre- dictivo negativo elevado que pueden tener en pacientes que se presentan con molestias después de seis meses tras la in- tervención. Por tanto, no valen para el diagnóstico de las infecciones precoces. La radiografía simple no es útil para hacer un diagnós- tico precoz de la infección, pues los signos más caracterís- ticos (radiotransparencia de la interfase cemento-hueso de >2 mm, osteólisis periprotésica, reacción periostal y modifi- caciones en la posición de los elementos del implante) tar- dan al menos seis meses en mostrarse y son los mismos que aparecen en el aflojamiento, por lo que ni siquiera permite hacer la distinción entre ambos procesos (1, 13, 17-21). La gammagrafía ósea con 99m Tc MDP (tecnecio 99 me- taestable metilén difosfonato) tiene una gran sensibilidad, pero carece de especificidad ya que no distingue entre in- fección y aflojamiento, y en ausencia de complicaciones es positiva al menos durante los seis primeros meses tras la in- tervención. Su asociación con citrato de 67 Ga no supone un gran beneficio, sólo un aumento de la especificidad. Los leucocitos marcados con 111 In o 99m Tc HMPAO (tecnecio 99 metaestable hexametilpropilenamina oxima) sólo mejoran la sensibilidad y son relativamente insensibles a las infec- ciones de bajo grado. La utilidad de la gammagrafía ósea radica en su alto valor predictivo negativo, por lo que la fal- ta de captación es muy indicativa de que no hay infección (22-27). La ecografía es de gran ayuda en la localización de he- matomas y abscesos, y sirve de guía para la aspiración per- cutánea con aguja (28-30). La tomografía computarizada no es de gran utilidad en estas circunstancias por las interferencias que aparecen con el material protésico. La resonancia magnética tampoco es el método diagnóstico de elección y sólo está permitido re- alizarla cuando el implante no es de material ferromagnéti- co (31, 32). ¿Es posible asegurar el diagnóstico en las anteriores circunstancias basándose en los resultados microbiológicos? El hallazgo de microorganismos en el cultivo de mues- tras articulares obtenidas en condiciones óptimas de asep- sia (durante la intervención quirúrgica o fuera de ella) es de gran valor diagnóstico, pero no está exenta de matices. El diagnóstico de infección es incuestionable ante la obtención de microorganismos que en ningún caso puedan formar parte de la flora cutánea ni ser contaminantes de la- boratorio. Es prudente recordar que, entre otros, los micro- organismos que pueden formar parte de la flora cutánea son Staphylococcus spp., Corynebacterium spp., Bacillus spp. y Streptococcus del grupo viridans (33). La ausencia de microorganismos detectables no exclu- ye absolutamente la posible infección de la prótesis. El va- lor predictivo negativo aumenta, sin embargo, con el nú- mero de muestras en que se repite la negatividad, en pa- cientes que no han recibido tratamiento antimicrobiano y cuando se realiza un muestreo en distintos puntos. Debe te- nerse bien presente que la metodología utilizada para el cultivo puede ser también un factor limitante (13, 16, 31, 34). De no utilizarse medios para el aislamiento de bacte- rias anaerobias o técnicas precisas para la recuperación de hongos o micobacterias, no se puede atribuir valor negati- vo a su ausencia. Para mejorar el rendimiento de los cultivos es deseable no utilizar torundas al tomar las muestras. Ante la escasez de material siempre puede hacerse un lavado con suero fi- siológico aspirando con jeringa y aguja. Otro problema importante es el del valor predictivo po- sitivo de los microorganismos hallados en muestras articu- lares que pueden formar parte de la flora cutánea normal. El mejor ejemplo es el aislamiento de Staphylococcus epi- dermidis en un líquido sinovial. Su valor debe juzgarse con precaución y se refuerza ante un contexto clínico sugeren- te de infección y particularmente ante la repetición de ais- lamientos idénticos en varios puntos o en varios momentos sucesivos (35, 36). La tinción de Gram sólo es positiva en el 25% de los ca- sos, pero la presencia de microorganismos contribuye a la credibilidad de los resultados del cultivo. La negatividad de la tinción de Gram es frecuente en casos de infección pro- bada y, por tanto, en absoluto excluye la existencia de in- fección (33, 37, 38). El criterio de infección se apoya tam- bién en el hallazgo de más de cinco polimorfonucleares por campo de 400 aumentos en cinco campos diferentes en biopsias intraoperatorias, cuya sensibilidad y especificidad superan el 90% (13, 16, 39). Globalmente puede decirse que los cultivos tienen una sensibilidad del 70% y una especificidad del 80% al 90% (13, 16, 31, 34). El cultivo de la secreción que puede obtenerse en una fístula debe interpretarse con gran precaución, ya que pue- de corresponder a una infección superficial o a una coloni- zación de la propia fístula (40). El cultivo de las muestras intraoperatorias tiene el ma- yor valor diagnóstico y tradicionalmente ha sido considera- do como el patrón oro. Se aconseja enviar tres a seis mues- tras tomadas de distintos puntos, aceptando la existencia de Diagnostico, tratamiento y prevención de la infección de prótesis articulares2003; Vol. 16 (Nº 4) 469
  • 4. infección si hay tres o más cultivos positivos de diferente localización en el caso de microorganismos posiblemente contaminantes. La presencia de un solo aislamiento de un microorganismo de probada patogenicidad es suficiente. El uso de la reacción en cadena de la polimerasa no está bien establecido en el diagnóstico de la infección de prótesis ar- ticulares (2, 8, 24, 39). Toda muestra de tejido obtenida de los bordes de una prótesis articular debe ser enviada tanto al servicio de mi- crobiología como al de anatomía patológica (40, 41). La Fig. 1 muestra un esquema de aproximación diag- nóstica en las infecciones de prótesis articulares. TRATAMIENTO En la actualidad el tratamiento no está bien definido y los resultados son insatisfactorios. Su finalidad es curar la infección, eliminar el dolor y restaurar la funcionalidad de la articulación con los menores efectos secundarios posi- bles. Está condicionado por la estabilidad de la prótesis y el tipo de infección (8, 42-50) (Tablas 4 a 6). ¿Qué pacientes pueden ser tratados sin retirar la prótesis? Sólo se puede intentar salvar las prótesis infectadas que se mantienen ancladas y con buen estado funcional, parti- cularmente cuando se trate de microorganismos cuya sen- sibilidad in vitro permita tratamientos por vía oral a largo plazo, como sucede con los del género Staphylococcus (51- SEQ y SECOT R E V E S P Q U I M I O T E R A P470 Figura 1. Algoritmo de tratamiento de las infecciones agudas de prótesis articulares. Tabla 4. Tipos de tratamiento de las infecciones de próte- sis y sus indicaciones. 1) Desbridamiento + antibioticoterapia prolongada: Infecciones precoces, algunas intermedias y tardías con próte- sis estable. 2) Retirada de prótesis + reimplante: Infección intermedia con prótesis aflojada y la mayoría de las tardías. – Un tiempo (antibiótico en cemento ± antibioticoterapia sis- témica): Ausencia de pus al abrir la articulación Aislamiento de microorganismos poco virulentos – Dos tiempos (antibioticoterapia sistémica i.v. 4-6 semanas entre retirada y reimplante) 3) Tratamiento antimicrobiano supresor crónico: Infección de cualquier tipo con prótesis estable e imposibili- dad de reimplante. Tabla 5. Elección del tratamiento antimicrobiano para las infecciones de prótesis. 1) Tratamiento empírico: – No aceptable en la mayoría de los casos – Cubrir siempre Staphylococcus spp. resistentes a meticilina: Elección: teicoplanina ± rifampicina Alternativa: vancomicina ± rifampicina 2) Infección por estafilococos: – Staphylococcus spp. resistentes a meticilina: teicoplanina o vancomicina ± rifampicina – Tratamiento oral prolongado: Elección: fluoroquinolona (levofloxacino, ofloxacino o ciprofloxacino) + rifampicina Alternativa: cotrimoxazol + rifampicina 3) Infección por otros cocos grampositivos, bacilos gramnegativos o anaerobios: Según la sensibilidad del microorganismo
  • 5. 55). La experiencia con bacilos gramnegativos es muy escasa. La esencia para poder intentar la salvación de una pró- tesis infectada consiste en el desbridamiento muy precoz tras la aparición de los síntomas. Este periodo se cifra, en algunos estudios, en los primeros 5 a 14 días de infección en el periodo postoperatorio inmediato (43-47). Esto supo- ne, en la práctica, un grupo pequeño y selecto del total de pacientes que sufren infección de la prótesis en una institu- ción. Las probabilidades de éxito son tanto mayores cuan- to más precoz es la intervención con desbridamiento y lim- pieza periprotésica, y requiere complementariamente un uso prolongado de antimicrobianos “supresores” (56-67). En algunas infecciones tardías, con un inicio muy agu- do, ciertos autores consideran que pueden aplicarse los cri- terios de la infección precoz y existen posibilidades de sal- var la prótesis con desbridamiento quirúrgico rápido y tra- tamiento antimicrobiano, pero numéricamente el éxito en esta situación es poco frecuente (48). Otro motivo para intentar conservar una prótesis es que las circunstancias del paciente impidan una cirugía que su- pondría un riesgo excesivo para su vida, o que la desinser- ción pueda dejar lesiones óseas irreparables que impidan una futura reimplantación. Estos pacientes serían candida- tos a un tratamiento antimicrobiano supresor, que en oca- siones se ha mostrado curativo. ¿Cuándo se debe retirar la prótesis infectada? En ausencia de una contraindicación médica o quirúrgi- ca absoluta para retirar una prótesis, las siguientes circuns- tancias indican hacerlo: – Siempre que la prótesis esté aflojada y no sea funcional. – En infecciones protésicas tardías (generalmente hemató- genas o por contigüidad), la decisión de retirar la próte- sis surge siempre de la combinación de una serie de fac- tores, entre los que hay que considerar la edad y calidad de vida del paciente, los riesgos de la cirugía de retira- da, las posibilidades de tratamiento médico tolerable a largo plazo y las probabilidades que la literatura médica ofrece de “curación” en casos semejantes. Entendemos en este segundo grupo que la prótesis se mantiene fun- cional. De forma global, es preciso conocer que las po- sibilidades de salvar a largo plazo una prótesis en esta si- tuación son bajas y que la retirada precoz es la opción principal, excepto en las infecciones que se presentan de forma aguda y se actúa precozmente, como se ha comen- tado con anterioridad. A modo de ejemplo, las infeccio- nes causadas por enterobacterias y Pseudomonas aeru- ginosa tienen muy pocas posibilidades de curación real a largo plazo. – En pacientes con situaciones intermedias, cuya infec- ción se manifiesta entre el segundo y sexto mes tras la implantación y con prótesis estable o funcional, no exis- te una evidencia de cuál es la mejor aproximación y en- tran en juego los mismos factores comentados para la in- fección de prótesis tardía. Los participantes del consenso se inclinan por una revisión quirúrgica. En los pacientes en que la exploración quirúrgica demuestra una prótesis estable, ha sido posible desbridar adecuadamente la zo- na infectada y existe un microorganismo tratable con an- timicrobianos por vía oral a largo plazo, proponemos la opción de mantener la prótesis con tratamiento antibió- tico y vigilar su evolución. ¿Cuáles son las indicaciones de retirada urgente de la prótesis? La aparición de una artritis séptica por microorganis- mos piógenos, acompañada de un cuadro de sepsis grave que amenaza la vida, es sin duda una indicación urgente de retirada de la prótesis. El riesgo de que esa infección cree metástasis sépticas, particularmente en pacientes con dispositivos endovascula- res, es otra razón para proceder a una retirada inmediata. Diagnostico, tratamiento y prevención de la infección de prótesis articulares2003; Vol. 16 (Nº 4) 471 Tabla 6. Dosis de los antimicrobinanos en adultos. Cloxacilina 2 g/4-6 h i.v., 1 g/4 h p.o. Amoxicilina-ác. clav. 2-0,2 g/8 h i.v., 875-125 mg/6-8 h p.o. Ampicilina-sulbactam 1-0,5 g/6-8 h i.v., 375-750 mg/8-12 h p.o. Piperacilina-tazobact. 4-0,5 g/6-8 h i.v. Cefazolina 1 g/6 h i.v. Cefoxitina 1-2 g/4-6 h i.v.-i.m. Cefotaxima 1-2 g/6-8 h i.v. Ceftriaxona 2 g/12-24 h i.v.-i.m. Ceftazidima 1-2 g/6-8 h i.v. Cefepima 1-2 g/8-12 h i.v. Aztreonam 1-2 g/6-8 h i.v. Imipenem 1 g/8 h i.v. Meropenem 1 g/ 8 h i.v. Vancomicina 1 g/12 h i.v. Teicoplanina 400-800 mg/24 h i.v.-i.m. Ciprofloxacino 200-400 mg/12 h i.v., 500-750 mg/12 h p.o. Ofloxacino 200 mg/12 h i.v., 200-400 mg/12 h p.o. Levofloxacino 500 mg/24 h i.v., 500 mg/24 h p.o. Cotrimoxazol 800-160 mg/8-12 h i.v.-p.o. Clindamicina 600 mg/6-8 h i.v., 300 mg/6-8 h p.o. Rifampicina 600-900 mg/24 h i.v.-p.o. Fosfomicina 1 g/6 h i.v.-p.o. Metronidazol 500 mg/8 h i.v.-p.o.
  • 6. ¿Cuál es el momento oportuno de reimplantar una prótesis tras la retirada de una anterior por infección? El reimplante es la alternativa terapéutica más deseable para el enfermo con una infección de prótesis articular, con la que se han obtenido los mejores resultados funcionales y la mayor satisfacción para el paciente, pero está contrain- dicado en las siguientes situaciones: mala situación clínica del paciente para una nueva intervención quirúrgica, per- sistencia de la infección, graves daños en la piel y tejidos blandos, pérdida extensa de hueso y presencia de circuns- tancias que hagan altamente probable una reinfección (2). El reimplante se puede hacer en uno o dos tiempos. La colocación de una segunda prótesis en el mismo tiempo qui- rúrgico en que se retira la infectada se desaconseja cuando haya una fístula, pus en la articulación o se aíslen microor- ganismos virulentos como Staphylococcus aureus y bacilos gramnegativos. En caso de realizar un reimplante en un pri- mer estadio, se recomienda hacer la fijación con cemento im- pregnado de antibiótico, con lo cual se han alcanzado mejo- res tasas de curación (70% a 80%) que si se emplea cemento simple. La continuación con un tratamiento antimicrobiano sistémico no está bien estandarizada. Sus ventajas son un coste sanitario más bajo y una menor morbilidad, y la facili- dad para la reinserción. El procedimiento está especialmente recomendado en pacientes que precisan una rehabilitación funcional urgente, primordialmente los enfermos de edad avanzada. Como inconvenientes destacan la imposibilidad de utilizar un antibiótico específico en el cemento por el des- conocimiento del agente etiológico, la dificultad de extraer la prótesis en caso de que se infecte de nuevo y el mayor nú- mero de aflojamientos asépticos (2, 4, 8). El reimplante en un segundo tiempo es la mejor opción. Se lleva a cabo tras un periodo variable con antibióticos por vía sistémica (cuatro a seis semanas es lo más aceptado) una vez retirada la prótesis infectada. Entre tanto se colocan moldes de cemento con antibióticos y en los últimos años se vienen utilizando prótesis de cemento acrílico también con antibióticos, que mantienen la funcionalidad del miem- bro hasta la colocación del implante definitivo. Las tasas de curación son algo más elevadas (85% a 97%) que con el anterior sistema, aunque no se han hecho estudios compa- rativos entre uno y otro. No se ha demostrado que los re- sultados varíen con la adición de antibióticos al cemento, aunque es una práctica relativamente extendida (8). En el reimplante en un segundo tiempo se pueden em- plear prótesis porosas fijadas sin cemento para evitar el efec- to deletéreo que el cemento de polimetilmetacrilato ejerce sobre los mecanismos defensivos en el espacio periprotési- co, pero los aflojamientos asépticos parecen ser más fre- cuentes y la recuperación funcional peor (2, 8, 50). Los in- jertos óseos necesarios, a veces, para reconstruir los graves defectos causados por la infección, no aumentan el riesgo de reinfección (2, 8, 50, 51). ¿Cuánto debe durar el tratamiento tras retirar la prótesis? La duración óptima no se sabe con certeza, pero en nu- merosos trabajos se ha observado que con cuatro a seis se- manas es suficiente. No obstante, puede ser razonable man- tener los antibióticos hasta que los cultivos se negativicen y la proteína C reactiva se normalice (4, 8, 52). ¿Qué fármacos deben utilizarse en los pacientes para los que no hay o no es posible un tratamiento etiológico? Es indispensable comenzar por afirmar que la ausencia de un diagnóstico etiológico es “poco tolerable” en el terre- no de la infección de la prótesis articular, y que existen muy pocas circunstancias en que la situación del paciente no pueda esperar a que se obtengan las muestras adecuadas. Las muestras tomadas por punción múltiple, antes o du- rante la intervención quirúrgica, deben obtenerse con la mejor garantía de éxito y por tanto sin tratamiento previo. Los tratamientos previos, justificados por algunos por el propio hecho de la intervención quirúrgica, son injustifica- bles en casi todas las circunstancias. El único tratamiento empírico que se puede explicar, en la mayoría de los casos, es el que se administra tras el pro- cedimiento de obtención de dichas muestras y hasta la lle- gada de la información microbiológica. En ausencia de interferencia con antibióticos, la negati- vidad de los cultivos, sin que excluya la etiología infeccio- sa del cuadro, obliga a ponerla en cuestión. Sea como fuere, el tratamiento empírico debe tener, a juicio de los participantes en este consenso, un carácter de interinidad e incluir entre sus objetivos la cobertura ade- cuada de al menos el género Staphylococcus y de P. aeru- ginosa en el caso de gravedad extrema del paciente. En nuestro medio, empíricamente, debe considerarse siempre que los estafilococos tienen una posibilidad elevada de ser resistentes a la meticilina y, por tanto, el tratamiento empí- rico correcto requiere la administración de glucopéptidos (teicoplanina o vancomicina) asociados o no a rifampicina (Fig. 2). Es más dudosa la necesidad de tratamiento empí- rico para microorganismos gramnegativos en los pacientes que se encuentren en una situación clínicamente estable. SEQ y SECOT R E V E S P Q U I M I O T E R A P472
  • 7. ¿Cuál es el tratamiento antibiótico al disponer del diagnóstico etiológico? Los antimicrobianos son menos efectivos en estas in- fecciones por el efecto negativo que ejerce el cuerpo ex- traño sobre los sistemas defensivos y la formación de limo. Se deben elegir fármacos activos sobre los microorganis- mos aislados, que alcancen buenas concentraciones y sean estables en el hueso y en el limo, no inductores de resis- tencias y con poca toxicidad (1). La administración se pue- de hacer por vía intravenosa, oral o local. Uno de los problemas más importantes es el tratamien- to de los estafilococos resistentes a la meticilina (y por en- de a todos los betalactámicos). Estos microorganismos no pueden tratarse con quinolonas, ya que son resistentes o de- sarrollan resistencia rápidamente, y con frecuencia son tam- bién resistentes a la rifampicina. Ello obliga al uso de glu- copéptidos por vía intravenosa. Para el tratamiento a largo plazo, la teicoplanina es más conveniente que la vancomi- cina por alcanzar mayores concentraciones óseas (65% de la sérica) y por sus características farmacocinéticas (larga semivida, dosis única diaria y administración tanto intrave- nosa como intramuscular), que posibilitan tratamientos pro- longados, incluso domiciliarios (53). ¿Monoterapia o tratamiento combinado? Es importante distinguir entre el tratamiento de la pró- tesis mientras está implantada, que generalmente es un tra- tamiento supresor largo, y el tratamiento de la osteomieli- tis residual cuando la prótesis ha sido retirada. En este se- gundo caso las recomendaciones derivan de aplicar a esta situación los conceptos adquiridos en el tratamiento de la osteomielitis crónica. En la infección estafilocócica (por microorganismos sensibles a la meticilina) se recomienda en la actualidad la terapia combinada con rifampicina y otro antibiótico por los buenos resultados obtenidos (Tabla 5 y Fig. 2) (44, 49, 54, 55). La utilidad de la rifampicina radica en su buena acti- vidad sobre Staphylococcus spp., con la ventaja añadida so- bre los betalactámicos y los glucopéptidos de actuar en la fase estacionaria bacteriana, y de su excelente penetración en tejidos y fluidos corporales y en el interior de los fago- citos. La rifampicina no se ha de utilizar en monoterapia por el rápido desarrollo de resistencias, lo cual podría ocu- rrir aun en tratamientos combinados si el antibiótico acom- pañante pierde la actividad sobre el microorganismo que produce la infección (44). La asociación de una fluoroquinolona y rifampicina, a pesar de su antagonismo in vitro, ha conseguido tasas de curación del 74% al 100% en el tratamiento de osteomieli- tis estafilocócicas y ha demostrado ser más eficaz que los betalactámicos (44, 49, 54, 55). Con las modernas fluoro- quinolonas de tercera y cuarta generación sólo hay expe- riencia con levofloxacino, aunque poco extensa, pero por su mayor actividad sobre los cocos grampositivos, incluido S. aureus sensible a la meticilina, es de esperar que su com- Diagnostico, tratamiento y prevención de la infección de prótesis articulares2003; Vol. 16 (Nº 4) 473 Figura 2. Recomendación de tratamiento (esquema terapéutico) de las infecciones de prótesis.
  • 8. portamiento sea igual o mejor que el de ciprofloxacino y ofloxacino (56-59). Otras ventajas del levofloxacino son la mayor concentración ósea, la dosis única diaria, la elevada biodisponibilidad oral (>95%), la posibilidad de hacer tra- tamientos secuenciales (de vía intravenosa a vía oral) con bioequivalencia de dosis y su perfil de seguridad, especial- mente en tratamientos a largo plazo; argumentos éstos de importancia a la hora de tomar decisiones terapéuticas en las infecciones de prótesis articulares (56, 57, 59, 60). La comodidad y tolerabilidad de estos tratamientos combinados orales han permitido prolongarlos durante meses (tres a nue- ve meses). No se conoce la duración ideal del tratamiento supresor, pero depende de que la prótesis se mantenga o no (49). La rifampicina también se ha asociado a otros anti- bióticos, como ácido fusídico y cotrimoxazol, con buenos resultados, pero la experiencia es más reducida (61, 62). ¿El tratamiento debe ser parenteral o puede ser oral? La administración se puede hacer por vía intravenosa u oral. La primera ruta no permite tratamientos muy prolon- gados, a veces necesarios en estos pacientes. En los últimos años contamos con antibióticos orales de elevada biodispo- nibilidad, que pueden sustituir total o parcialmente a los in- travenosos, lo cual ha motivado cambios en el tiempo que se pueden tratar estas infecciones. Además, posibilitan el tratamiento ambulatorio de los pacientes, mejorando su ca- lidad de vida y reduciendo gastos. Así se han utilizado el cotrimoxazol y sobre todo algunas fluoroquinolonas, como ciprofloxacino y ofloxacino, en monoterapia y en asocia- ción con otros antibióticos para evitar resistencias (Fig. 2) (44, 49, 54, 55, 61, 62). Esta opción nos parece especial- mente útil en las infecciones intermedias si se opta por con- servar la prótesis, pues tratamientos durante meses han de- mostrado buena capacidad supresora cuando no es posible la cirugía (49). ¿Cuándo está indicado el tratamiento antibiótico local? Su principal indicación, mezclado con el cemento, es el reimplante en un primer estadio, independientemente de la continuidad o no con antimicrobianos sistémicos. También se recomienda en la implantación en un segundo tiempo (2, 17). Los antibióticos más utilizados de forma local, en cementos o rosarios, son los aminoglucósidos (gentamici- na y tobramicina) por la posible alergia a los betalactámi- cos. Otros menos usados son vancomicina, eritromicina, clindamicina y colistina. Deben cumplir una serie de requi- sitos: no debilitar el cemento, hipersensibilidad baja, esta- bilidad a la temperatura corporal y a más de 100 ºC, hidro- solubilidad para tener una incorporación estable, liberación adecuada y acción bactericida. Con estos procedimientos se consigue una liberación retardada y prolongada del antimicrobiano (semanas, me- ses o incluso años) y unas concentraciones locales elevadas (cinco a diez veces mayores que las alcanzadas por vía sistémica y muy por encima de la CMI de los microorga- nismos causales) y séricas mínimas (<3 mg/l) que práctica- mente anulan su toxicidad (13, 63, 64). Los rosarios, ade- más, ofrecen las ventajas de rellenar espacios muertos y po- der ser retirados en caso de hipersensibilidad. No obstante, siempre deben extraerse unas seis semanas después de su colocación, con el consiguiente sufrimiento para el pacien- te y el riesgo de infección (65). Una nueva alternativa, que evita este inconveniente, es la utilización de materiales bio- degradables como el colágeno, del que asociado a genta- micina hay cierta experiencia. Es flexible y se puede cortar en pequeños fragmentos, lo que facilita su introducción en pequeños espacios y cavidades (66). ¿Existe el concepto de supresión permanente? ¿A quién debe aplicarse? El tratamiento antimicrobiano supresor crónico consti- tuye una alternativa terapéutica en los pacientes en que por diversas razones no es posible retirar la prótesis infectada. Su objetivo es la reducción de las manifestaciones de la in- fección y la conservación de la funcionalidad articular. La utilización, durante largos periodos de tiempo, de antibióti- cos capaces de actuar frente a bacterias en fase estaciona- ria, de localización intracelular y adheridas a superficies inertes, como la rifampicina, ha cambiado la situación en las infecciones estafilocócicas. En diversos ensayos clíni- cos, algunos iniciados con fines supresores, la rifampicina asociada a otros antibióticos, sobre todo fluoroquinolonas, no sólo ha hecho posible el control de la infección sino que la ha erradicado en porcentajes superiores al 70% (55, 67). Estos resultados tan prometedores hacen del tratamiento antimicrobiano supresor una realidad válida en nuestros días, teniendo como principales condiciones la estabilidad del implante, el conocimiento del microorganismo causal y de su sensibilidad, la falta de infección sistémica, la posibili- dad de un tratamiento oral prolongado bien tolerado y el cumplimiento por parte del paciente. No obstante, su indi- cación, duración y eficacia están aún por definir, pero pa- rece determinante la rapidez en el diagnóstico de la infec- ción y en el inicio del tratamiento (desbridamiento y anti- bioticoterapia), y no tanto que sólo deban ser tratadas así las infecciones por microorganismos poco virulentos (46). SEQ y SECOT R E V E S P Q U I M I O T E R A P474
  • 9. ¿Qué controles son necesarios para evaluar al paciente tratado? En este apartado debemos distinguir entre el control del paciente en tratamiento y el seguimiento que se hace una vez finalizado éste. El control del paciente en tratamiento incluye la evolu- ción de la propia infección y los posibles efectos adversos de los fármacos administrados, en particular cuando se em- plean terapias orales de larga duración. Sobre la infección, hay que vigilar la mejoría de las manifestaciones clínicas (dolor, tumefacción, supuración, etc.) y algunos parámetros biológicos como la velocidad de sedimentación globular y la proteína C reactiva, que deben ir descendiendo a la par que van desapareciendo los síntomas y signos. No hay da- tos exactos acerca de cuándo se debe producir la normali- zación, pero la ausencia de mejoría a partir de la segunda semana es sospechosa de falta de eficiencia del tratamien- to instaurado. Es deseable, por tanto, tener una determina- ción previa de los mencionados parámetros biológicos al inicio del tratamiento. En cuanto a las técnicas de imagen, la desaparición de los signos de infección en la radiografía simple y de la captación del isótopo en la gammagrafía son buenas señales. Con respecto a los efectos secundarios de los antibióti- cos hay que vigilar aspectos clínicos y biológicos (hemo- grama y bioquímica sérica), naturalmente dependiendo de los antimicrobianos empleados. La frecuencia con que se deben hacer las determinacio- nes sanguíneas no está clara, pero una buena norma puede ser semanalmente durante el primer mes de tratamiento, pudiendo pasar a ser quincenal o mensualmente después, si no ha habido ninguna complicación. La repetición de la ra- diografía puede ser más espaciada ya que la evolución de las lesiones es lenta. La gammagrafía ósea sólo hay que re- alizarla al final del tratamiento para ver si la captación ini- cial del isótopo ha desaparecido. El seguimiento del enfermo tratado tampoco está regla- mentado, pero el sentido común indica que debe ser visita- do cada tres a seis meses, al menos durante el primer año, pudiendo hacerse después anualmente. En estas visitas, ade- más de la observación clínica, hay que solicitar un hemo- grama, velocidad de sedimentación globular, proteína C re- activa y radiografía simple. ¿Cuál es la indicación y cuáles son los fármacos adecuados para la profilaxis antibiótica en cirugía de implantación de prótesis? En el momento actual la profilaxis antimicrobiana pri- maria ante la implantación de una prótesis articular se con- sidera un estándar de calidad indiscutible, ya que puede disminuir la incidencia de infección de la prótesis, tanto precoz como tardía (68-79). La profilaxis puede hacerse mediante la administración de antimicrobianos por vía sis- témica, “con carácter regional” o incluyéndolos en el ce- mento y en el material implantable. El uso sistémico es el más ampliamente aceptado. El antimicrobiano elegido debe ser activo frente a una parte importante de los agentes más frecuentemente causantes de infección, debe tener un perfil farmacocinético que asegu- re su presencia en cantidad adecuada en el sitio quirúrgico y en el momento preciso, debe ser bien tolerado por el en- fermo y su uso debe implicar poco riesgo de desarrollo de resistencias bacterianas. La actividad principal de los fármacos elegidos para la profilaxis debe ser frente a bacterias grampositivas. Los fármacos de primera elección, en el momento presente, son las cefalosporinas, particularmente las de primera genera- ción, como la cefazolina. En los pacientes que no pueden recibir cefalosporinas por intolerancia, y en lugares donde la incidencia de infecciones por microorganismos resisten- tes a los betalactámicos es muy elevada, se recomienda el uso alternativo de glucopéptidos. Estudios comparativos en- tre glucopéptidos y cefalosporinas no han demostrado dife- rencias significativas en cuanto a eficacia (73-76). Las ven- tajas de las cefalosporinas residen en la amplia experiencia que con ellas se tiene, su buena tolerabilidad y su bajo pre- cio. La mayor preocupación es que son inactivas frente a los estafilococos coagulasa negativos y coagulasa positivos resistentes a la meticilina, que en muchos centros constitu- yen los microorganismos más frecuentemente causantes de infección en prótesis. Los glucopéptidos, por su parte, tie- nen una excelente actividad frente a dichos microorganis- mos y nula sobre los gramnegativos, y son fármacos no siempre bien tolerados. Actualmente se procura no genera- lizar su uso por el riesgo que tienen de inducir resistencias en grampositivos, porque son fármacos muy necesarios e imprescindibles en la terapéutica. En un estudio multicéntrico y aleatorizado realizado en Italia (73) se comparó la profilaxis con una dosis única de teicoplanina (400 mg por vía intravenosa en el momento de la anestesia) frente a cinco dosis de cefazolina administra- das durante un periodo de 24 horas (2 g en la inducción anestésica seguido de 1 g cada 6 horas en el postoperatorio) en pacientes sometidos a artroplastia de rodilla. De los 860 pacientes incluidos, 427 recibieron teicoplanina y 433 ce- fazolina. Tuvieron una infección de la herida quirúrgica seis enfermos del grupo de teicoplanina (1,5%) y siete del grupo de cefazolina (1,7%), y tampoco hubo diferencias a largo plazo en la tasa de infecciones de otro tipo. Se pro- Diagnostico, tratamiento y prevención de la infección de prótesis articulares2003; Vol. 16 (Nº 4) 475
  • 10. dujeron efectos indeseables en el 0,7% de los tratados con teicoplanina y en el 2,1% de los que recibieron cefazolina. No hay duda de que el momento de instaurar la profila- xis es el de la inducción de la anestesia y no antes. Se dis- cute, sin embargo, la duración adecuada. En la actualidad no hay datos que justifiquen una duración que supere el tiempo de cirugía o, como máximo, las 24 horas siguientes. El uso regional de antibióticos consiste en su administra- ción por una vena distal a la prótesis que va a ser implantada después de haber realizado la compresión con un manguito para producir isquemia. Esto garantiza elevadas concentra- ciones locales durante el tiempo de cirugía. La técnica, que resulta ingeniosa e interesante, no es aplicable a todas las prótesis, obliga a canalizar venas distales en las extremida- des inferiores y no ha demostrado mayor eficacia que la ad- ministración sistémica. Se ha realizado con dosis habitua- les de teicoplanina inmediatamente después de que se infle el manguito de compresión (77). La inclusión de antibióticos en el cemento o su aplica- ción en la vecindad de la prótesis puede ser tan útil como una profilaxis sistémica y no es incompatible con ella, pe- ro tampoco se ha demostrado superioridad de esta técnica sobre la administración sistémica convencional de antibió- ticos. ¿Cuándo y cómo se debe hacer profilaxis secundaria en los pacientes con prótesis articulares sometidos a otro procedimiento? A pesar de las catastróficas consecuencias de las infec- ciones de prótesis articulares, en la actualidad no debemos recomendar la profilaxis antibiótica secundaria en los pa- cientes con implantes articulares que vayan a ser sometidos a procedimientos diagnósticos o terapéuticos que puedan causar bacteriemias. Los efectos adversos y el gasto sanita- rio que comporta este uso supera a los del tratamiento de la infección de la propia prótesis. No obstante, parece razona- ble llevarla a cabo ante infecciones localizadas sobre las que se vaya a actuar quirúrgicamente o a hacer alguna ma- nipulación endoscópica, pero sería mejor retrasar estos pro- cedimientos hasta que la infección haya curado. La elec- ción del antibiótico dependerá del microorganismo aislado o se realizará empíricamente de acuerdo con la flora bacte- riana de la zona afectada (78, 79). Correspondencia: Emilio Bouza, Servicio de Microbiología Clínica y En- fermedades Infecciosas, Hospital General Universitario Gregorio Ma- rañón, C/ Dr. Esquerdo 46, 28007 Madrid. Tel.: 91-586 84 52, Fax: 91- 372 17 21, e-mail: ebouza@microb.net BIBLIOGRAFÍA 1. Gillespie, W.J. Prevention and management of infection after total joint replacement. Clin Infect Dis 1997; 25: 1310-1317. 2. Hanssen, A.D., Rand, J.A. Evaluation and treatment of infection at the site of a total hip or knee arthroplasty. J Bone Joint Surg 1998; 80-A: 910-922. 3. 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  • 11. 22. Smith, S.L., Wastie, M.L., Forster, I. Radionuclide bone scintigraphy in the detection of significant complications after total knee joint re- placement. Clin Radiol 2001; 56: 221-224. 23. Williamson, B.R., McLaughlin, R.E., Wang, G.W., Miller, C.W., Teates, C.D., Bray, S.T. Radionuclide bone imaging as a means of dif- ferentiating loosening and infection in patients with a painful total hip prosthesis. Radiology 1979; 133 (3 Pt. 1): 723-725. 24. Palestro, C.J. Radionuclide imaging after skeletal interventional pro- cedures. Semin Nucl Med 1995; 25: 3-14. 25. Palestro, C.J., Torres, M.A. Radionuclide imaging in orthopedic in- fections. Semin Nucl Med 1997; 27: 334-345. 26. Pearlman, A.W. Loosening and infection in the post-implantation hip – Diagnostic screening with radionuclides. Bull Hosp Joint Dis 1979; 40: 55-63. 27. Love, C., Tomas, M.B., Marwin, S.E., Pugliese, P.V., Palestro, C.J. Role of nuclear medicine in diagnosis of the infected joint replace- ment. 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