4. Acompañantes Terápeuticos | 5
Índice
Prólogo ..........................................................................................7
Introducción........................................................................................11
ACOMPAÑANTES, RECORRIDO INICIAL..................................19
Capítulo 1. Acompañamiento terapéutico...........................................21
Pablo Dragotto, María Laura Frank
Capítulo 2. La formación en el acompañamiento terapéutico......................39
María Laura Frank
ASPECTOS TÉCNICOS DEL AT.....................................................51
Capítulo 3. Reflexiones sobre el Encuadre en el Acompañamiento
Terapéutico......................................................................53
María Laura Frank
Capítulo 4. El acompañamiento terapéutico, campo de intervenciones
específicas. Una cuestión ética..........................................69
Raúl Guillermo Romero
Capítulo 5. Acompañando acompañantes. Notas acerca de la indicación,
lacoordinaciónylasupervisiónenacompañamientoterapéutico.....81
Pablo A. Dragotto
5. 6 | Acompañantes Terápeuticos
HACIA UNA TEORÍA DEL AT......................................................101
Capítulo 6. Ética y acompañamiento terapéutico..............................103
María Laura Frank y Pablo Dragotto
Capítulo7. Hospitalidadyextranjeríaenelacompañamientoterapéutico.
.....113
Pablo A. Dragotto
Capítulo 8. El campo vincular en el acompañamiento terapéutico: at –
paciente - equipo terapéutico - supervisión.....................119
Pedro Poeta
EXPERIENCIAS: TEORÍA Y TÉCNICA EN ACCION.................139
Capítulo 9. Adicciones......................................................................141
Pablo Dragotto
Capítulo 10. Algunas puntualizaciones sobre el acompañamiento
terapéutico con adolescentes...........................................169
María Giraudo
Capítulo 11. Acompañamiento terapéutico grupal.............................181
María Laura Frank
Capítulo 12. Acompañamiento terapéutico escolar............................197
Coordinadora: Lic. Wanda Campise
Ats: Carolina Bartoloni , Lic. Rosario Del Corro, Lic. Jesica Morán,
Lic. Soledad Seratti, Soledad Tamagnone.
Capítulo 13. Acompañamiento terapéutico en el ámbito éducativo ...205
Cristina Rossi
Capítulo 14. Acompañamiento terapéutico en el ámbito judicial.......219
Costansa Gigante, María Giraudo, Natacha Herrera,
Natalia Brugger, Romina Machado
6. Prólogo | 7
Prólogo
Estamos frente a un libro intenso, comprometido, escrito no solo
desde la práctica clínica del acompañamiento terapéutico sino desde la
vocación de conceptualizar la tarea y de transmitir la experiencia. Un libro
que aborda diversos temas que tal como los autores lo plantean, encuentran
su punto de anudamiento, en el significante AT. Un libro cuya co-autoría
da cuenta de una vocación compartida: la de restituirle la palabra al sujeto
desamparado, buscando generar un espacio y condiciones en las que el
conflicto pueda desplegarse. María Laura Frank y Pablo Dragotto, con
quienes hemos compartido seminarios, talleres, congresos, encuentros, se
vienen dedicando a la docencia desde 1997, crearon la Fundación Sistere,
y este libro es fiel reflejo de su trayectoria.
Losautoresplanteanelacompañamientoterapéuticocomounrecurso
asistencial que puede ser utilizado en los distintos niveles de abordaje,
tanto en la prevención, como en el tratamiento y la rehabilitación en el
campo de la salud mental. Se proponen dar cuenta de una práctica clínica:
la del acompañamiento terapéutico y de los desarrollos conceptuales que
giran alrededor de esta práctica. También del modo en que han concebido
y llevan a cabo la formación de AT en tres espacios articulados: la reunión
teórica práctica semanal, la supervisión grupal quincenal, la práctica en
una institución.
Un libro inclusivo abierto a otras voces que se entrelazan.
Reflexiones sobre el encuadre, la ética, la hospitalidad, el campo
vincular, la supervisión, y el relato de acompañamientos terapéuticos
grupales (M. L. Frank), de adictos (P. Dragotto), con adolescentes (M.
Giraudo) y de otras experiencias realizadas en el marco escolar (W. Campise,
C. Bartoloni, R. Del Corro, J. Morán, S. Seratti y S. Tamagnone), en el
ámbito educativo (C. Rossi) y en el judicial, con familias que se encuentran
7. 8 | Acompañantes Terápeuticos
en el régimen de visitas controladas (C. Gigante, M. Giraudo, N. Herrera,
R. Machado y N. Brugger), dan cuenta del desarrollo y de los alcances de
este dispositivo asistencial en el campo de la salud mental.
El acompañamiento terapéutico efectivamente encuentra hoy en el
concepto de dispositivo una perspectiva útil para hacer más inteligible la
tarea clínica. Así lo hemos entendido con Susana Kuras de Mauer y en
nuestro último libro1
hemos definido el concepto de dispositivo siguiendo
los lineamientos foucaultianos como la relación o la red de naturaleza
estratégica, de formaciones heterogéneas que van armando trama.
Nos referimos a una serie de prácticas y mecanismos que se ponen en
marcha con el objetivo de hacer frente a una urgencia. Habría entonces
“una coincidencia inicial con el modo en el que surge el acompañamiento
terapéutico como práctica clínica adscripta a tratamientos psiquiátricos y
psicoterapéuticos excedidos en sus posibilidades de contención por una parte
y como propuesta estratégica conceptualmente innovadora por otra. La
heterogeneidad constitutiva del Acompañamiento Terapéutico como dispositivo
atañe a la formación del AT, a la diversidad de su práctica clínica y a la
multiplicidad de relaciones en las que anida. Pero también son heterogéneos
los modos de constitución de los dispositivos, la naturaleza de las relaciones que
entabla con el entorno asistencial, es decir su inserción interdisciplinaria, así
como son heterogéneas, hasta el momento, sus incumbencias y la regulación de
su ejercicio.”2
Consecuentes con la idea de dispositivo y fieles a su compromiso
con la tarea María Laura Frank y Pablo Dragotto también han militado
activamente por el reconocimiento y la legitimidad de esta profesión: su
participación en la creación de AATRA (Asociación de Acompañantes
Terapéuticos de la República Argentina) como socios fundadores es uno
de las tantas acciones que dan cuenta de ello. Darle al acompañamiento
terapéutico su “carta de ciudadanía” forma desde hace muchos años parte
de sus desvelos. Ellos entienden que la filiación y la pertenencia son
elementos claves en la constitución de la identidad profesional
En esa misma línea, María Laura Frank, por su parte, participó junto
con Graciela Bustos en la elaboración de un Código de Ética que fuera
aprobado en Asamblea (2010) por la Comisión de AATRA durante la
Presidencia de Pablo Dragotto.
Los autores con la agudeza y la continuidad que los caracteriza, dando
1
Mauer S. Resnizky S. El acompañamiento terapéutico como dispositivo. Letra Viva.
Buenos Aires 2011.
2
Idem, página 23.
8. Prólogo | 9
cuenta de su vasta experiencia en la formación de AT, también puntualizan
que “el logro de una titulación oficial, del reconocimiento de la profesión, de
una plena inscripción en los deberes y los derechos como trabajador y como
profesional no debería ser sinónimo de aburguesamiento, burocratización y
encierro en las instituciones.”
Principios básicos del acompañamiento terapéutico están formulados
en este libro y claramente desarrollados. No hay acompañamiento
terapéutico sin analista (o equipo terapéutico). Afirman con plena
convicción que “el at nunca trabaja solo sino que lo hace siguiendo las
consignas de un terapeuta o profesional a cargo en el marco de un equipo
interdisciplinario. Hacer equipo es una tarea primordial del at.”
Aunque el lugar y la función de at estarían marcados por las
coordenadas de lo fraterno, la capacitación resulta fundamental y lo
distingue de amigos, voluntarios y cuidadores. No menos importante
sostienen los autores es la psicoterapia personal y la supervisión de su
trabajo.
“Acompañantes. Conceptualizaciones y experiencias en A.T.”
permite delinear el perfil y los alcances de esta profesión, constituye un
aporte valioso para la formación de acompañantes terapéuticos.
Silvia Resnizky
Buenos Aires, mayo de 2012.
9.
10. Introducción | 11
Introducción
Este libro reúne las producciones originales de profesionales de
la salud mental que vienen trabajando en acompañamiento terapéutico
desde hace más de veinte años. Trabajos escritos en distintos momentos
por autores diversos que convergieron en torno a una praxis profesional y
en un lugar de encuentro. Lugar institucional construido y deconstruido
diariamente desde el año 1997, nombrado como Fundación Sistere desde
el año 2006, localizado en la ciudad de Córdoba, Argentina.
Sistere es un vocablo latino cuyas derivaciones se escuchan en
distintas palabras utilizadas en nuestro campo: asistencia, existencia, etc.
Sus significaciones remiten a estar, sostener, poner.
Los autores de los capítulos de este libro forman parte de la
cotidianeidad y la historia de Fundación Sistere y del desarrollo del
acompañamiento terapéutico en Córdoba. Cada uno de ellos ama esta
profesión que nos ha enseñado a trabajar en salud mental, acompañando
a personas aquejadas de padecimientos habitualmente nombrados como
psiquiátricos o psicológicos. La praxis del AT1
nos ha enseñado la poderosa
determinación de las interacciones sociales, vinculares y familiares en
la génesis de la enfermedad mental. Cada uno de los autores trabaja
actualmente o ha trabajado como acompañante terapéutico y desde ese
lugar ha podido experimentar la realidad concreta de los efectos terapéuticos
del vínculo que se establece entre at y paciente, en el marco del tratamiento
psicoterapéutico, cuando el dispositivo se articula adecuadamente
(equipo terapéutico, supervisión y análisis del at); así como también han
experimentado la impotencia ante la cronicidad de la enfermedad y de
1
Tal como se viene utilizando en la literatura específica, la sigla `AT´ se refiere a
“Acompañamiento Terapéutico”, mientras que las iniciales en minúsculas `at´ se refieren
a “acompañante terapéutico”.
11. 12 | Acompañantes Terápeuticos
algunos vínculos patológicos. Pero, sobre todo, los autores de estos textos
comparten el deseo de reflexionar y conceptualizar esta praxis aún nueva
y transmitir su experiencia a otros acompañantes y a la comunidad en
general.
Fundación Sistere ha sido el lugar donde nos encontramos y donde
hemos producido estos textos.
Este libro no pretende ser un compendio ni un manual de
acompañamiento terapéutico. Nos propusimos mostrar nuestro trabajo tal
como sucede día a día en los acompañamientos, en las aulas, en los cursos,
en los espacios de supervisión y compartir nuestros intentos de reflexión y
conceptualización de esta práctica, quizás, demasiado próxima.
Así, cada capítulo desarrolla un tema, un área de inserción del at o
un aspecto del dispositivo.
El capítulo 1 puede considerarse una introducción al acompaña-
miento terapéutico en tanto realiza un recorrido histórico y conceptual
que sintetiza el surgimiento y las coordenadas principales de esta disci-
plina, así como enumera algunas áreas de inserción de los at de amplio
desarrollo en la actualidad.
En el capítulo 2, Laura Frank aborda el tema de la formación de
acompañantes terapéuticos, describiendo la experiencia que los docentes
nucleados en Fundación Sistere llevan a cabo desde hace más de 15 años y
reflexiona acerca de los desafíos que implica para los equipos formadores
el proceso de oficialización de la profesión al que asistimos por estos días.
El importante tema del Encuadre en el AT es desarrollado por
María Laura Frank en el capítulo 3. Partiendo de autores clásicos en el
psicoanálisis como José Bleger, incorpora los aportes del psicoanálisis
vincular para proponer elementos singulares del encuadre y el contrato en
el acompañamiento terapéutico.
En el capítulo 4, a cargo de Raúl Romero, se articulan experiencia
clínica y reflexión sobre la ética para “mostrar, a partir de un caso clínico,
el teorizar de la praxis, luego ver cómo se entreteje la Técnica y el inmiscuir
constante del Deseo. “
En el capítulo 5 Pablo Dragotto aborda el dispositivo de AT
puntuando momentos decisivos como son el de la indicación por parte
del terapeuta (que origina cada acompañamiento) y el de la supervisión
en la que el at revisa su trabajo junto a un profesional de más experiencia
con la finalidad de sostener el rol del at en su riqueza y su especificidad
junto al paciente. El autor lleva a cabo una comparación y distinción
entre los roles de coordinador y supervisor en AT intentando delimitar
12. Introducción | 13
funciones e indicaciones para los mismos.
En el capítulo 6 se abre la sección “Hacia una teoría del AT” con
una reflexión en torno a la ética en el AT, la cual intentan avanzar más allá
de la deontología profesional (delimitada en el código de ética de AATRA)
para articularlas con algunas características de la época descriptas por
autores como Z. Bauman y E. Levinas. En continuidad con la temática
pueden considerarse los capítulos siguientes de Pablo Dragotto (cap. 7)
que desarrollan aspectos inherentes a las legalidades que intervienen y
posibilitan un acompañamiento terapéutico desde los planos formales a la
experiencia clínica misma, donde las situaciones de ajenidad y extrañeza
en las que queda envuelto el at tornan indispensables las referencias éticas
y contractuales para el sostenimiento de la praxis.
El capítulo 8 presenta los desarrollos teóricos realizados por Pedro
Poeta acerca del Campo Víncular en el AT y a partir de una rigurosa
investigación del autor que articula los desarrollos teóricos de Pichon
Riviere y Bion , la participación en grupos de supervisión de at y la praxis
misma del acompañamiento. Realiza aportes originales acerca del campo
vincular en el AT.
A partir del capítulo 9 comienza la sección dedicada a experiencias
específicas del AT en ámbitos diferenciados. En el capítulo 9 se desarrollan
las implicancias y diversos aspectos técnicos del AT cuando se implementa
en el tratamiento de pacientes adictos. Allí Dragotto da cuenta de un modo
de entender la drogodependencia fundamentado en los aportes de autores
psicoanalíticos y en su propia experiencia clínica como psicoterapeuta y
acompañante terapéutico.
María Giraudo, en el capítulo 10, da cuenta de las vicisitudes del
acompañamiento terapéutico a sujetos que atraviesan la adolescencia.
Apoyándose en desarrollos teóricos psicoanalíticos y en valiosas viñetas
clínicas, despliega una comprensión de la adolescencia como etapa vital
en la que el acompañar tendrá como objetivo el promover condiciones
de simbolización historizante, que permitan a los pacientes reelaborar
versiones de su propia historia.
En el capítulo 11, la licenciada Frank, nos presenta una revisión
sistemática de experiencias de acompañamiento grupal, llamando la
atención acerca de la escasa bibliografía disponible al respecto, aun
cuando es una modalidad de amplia difusión en la práctica. Propone una
delimitación conceptual del acompañamiento grupal y contribuye de
esta manera a llenar un vacío existente en los textos de acompañamiento
terapéutico.
13. 14 | Acompañantes Terápeuticos
Los capítulos 12 y 13 abordan la temática del acompañamiento
terapéutico en relación a ámbitos educativos. En el primero, el equipo
del área de niños y adolescentes de Fundación Sistere, encabezados por la
Lic. Wanda Campise, lleva a cabo una ajustada puntualización respecto
del AT escolar, deteniéndose en aspectos cruciales tales como el rol del
at, la demanda de AT, las dificultades de esta práctica y la diferenciación
entre espacios e intervenciones terapéuticos y pedagógicos. Por su parte,
Cristina Rossi, parte de una definición abarcativa de Ámbito Educativo
para desarrollar una interesante casuística de acompañamiento terapéutico
en distintas situaciones educativas que exceden al contexto escolar.
Finalmente, en el capítulo 14 nos encontramos con los valiosos
desarrollos de C. Gigante, M. Giraudo, N. Herrera, R. Machado y N.
Brugger en relación al AT en el ámbito judicial. Más precisamente a familias
que se encuentran en regímenes de visitas controlados por indicación del
Juez de Familia. En relación a esta demanda tan poco clínica, las autoras han
elaborado indicaciones, intervenciones y modos de proceder específicos,
que integran la riqueza y la flexibilidad del rol de at, los imperativos éticos
de la profesión y una rigurosa conceptualización, que serán de gran utilidad
para los equipos que se inician en esta praxis singular.
Como puede verse, los temas abordados en este libro son amplios y
diversos, pero encuentran su punto de anudamiento en el significante AT.
El acompañamiento terapéutico como praxis, se despliega en cada uno de
los capítulos del libro, como un abanico que se abre y se mueve en el aire.
Ojalá el recorrido por estas páginas le brinde al lector que se acerca al AT
por primera vez los motivos para profundizar en esta experiencia fascinante
de acompañar. Y a los acompañantes terapéuticos, esperamos que este libro
les dé motivos de reflexión y nuevas herramientas para su trabajo cotidiano.
Pablo Dragotto
María Laura Frank
Córdoba, mayo de 2012.
14. Acompañantes Terápeuticos | 15
Hay acompañantes.
Porque hay acompañante hay acompañamiento terapéutico.
Así como hay psicoanálisis porque hay analista.
Es el deseo del at el que instituye el acompañamiento terapéutico.
Deseo de acompañar que se encuentra en disyunción con el deseo de analizar.
La vieja definición de acompañamiento terapéutico en la que se describe
su labor como “no interpretativa” y “vivencial” no debería entenderse tanto
como una prohibición (interdicción) sino como una imposibilidad; no tanto
como una admonición sino como una advertencia: no hay acompañamiento
terapéutico sin analista (o equipo terapéutico), pero especialmente: no hay AT
donde hay analista.
Allí donde/cuando devengo analista, dejo de ser at.
¿Podríamos decir que el lugar y la función de at estaría marcado por las
coordenadas de lo fraterno?
Elqueestáahí,alapar,comotestigo.Elcompañeroqueacompañacompartiendo
el pan y la tarea.
Está aquí, a mi lado, en la escena cotidiana mientras la escena transcurre.
El analista, habitualmente, no está en la escena cotidiana mientras ésta sucede.
Al analista se le relata la escena. El analista escucha un relato y atiende de
manera flotante el discurso del inconsciente enmarcado en un dispositivo que
intenta despojar toda referencia a la presencia de otro semejante.
El analista no es un semejante.
El at sí.
Sostener que el at es un semejante para el paciente delimita un campo, una
función y un lugar, a la vez que excluye otros.
Si bien los avatares de la transferencia no excluyen a priori ninguna imago
(paterna, materna, fraterna) como posibilidad de despliegue en la relación
paciente- at, creemos que especialmente las referencias a lo fraterno están
resaltadas en el vínculo que se instaura en dicha relación como lo señalaron
Kuras y Resnizky.
15. 16 | Acompañantes Terápeuticos
¿Tendrá esto algo que ver con el hecho de que la mayoría de los at sean personas
jóvenes? Esa edad, la juventud, en la que se va saliendo como se puede de la
dependencia respecto de los padres y aún no se ejerce el rol parental; esa etapa en
la que los amigos y la vida social están en su apogeo. ¿Tendrá esto alguna relación
con que, al pasar a la adultez, muchos at vayan dejando el acompañamiento
terapéutico al mismo tiempo que los vínculos fraternos pierden protagonismo en
la vida conyugal y en el ejercicio de la parentalidad cuando ésta llega?
Por algo el primer nombre para el AT fue “amigo calificado”. Esa marca
de origen, esa primera inscripción, punto de arranque para luego pasar a:
acompañante (terapéutico).
Es curioso que, en estas denominaciones, los adjetivos suenen problemáticos.
Hay algo de negación o de condicionalidad que recorta negando algo de lo que
el sustantivo afirma.
Amigo calificado (nos) suena como:
amigo…
…pero no tanto
…pero distinto
...más que amigo
…no un amigo amigo.
Como si el adjetivo calificativo estuviera ahí, no tanto para describir o agregar
especificidad sino para distinguir, frenar, proteger de un exceso.
Acompañante / terapéutico.
¿A qué remite “terapéutico” aquí?
Acompañante…
… pero no cualquier acompañante ¿eh?
… pero para curar….
… pero del y desde el tratamiento, y el equipo….
… con condiciones
16. Acompañantes Terápeuticos | 17
Los amigos están en las buenas y en las malas (siempre). Se espera que un amigo
no nos falle. Se espera más incondicionalidad de una relación de amistad que
de una relación de pareja. Pero sucede que las amistades pueden romperse (y
para siempre).
El adjetivo terapéutico… ¿intenta proteger de ese exceso… de identificación?,
¿de incondicionalidad?
¿O es un amigo ortopédico para aquellos que no tienen amigos?
¿O es un testigo/soporte/acompañante que está ahí cuando emerge algo que
resulta intolerable para los vínculos?
Un vínculo que no cede ante la emergencia de aquello que atenta contra los
vínculos.
Lo fraterno conlleva la competencia y la rivalidad. También de eso protege o
atenúa la calificación de terapéutico.
La transferencia negativa en el AT se liga a imagos persecutorias al comienzo
de la relación y de rivalidad, envidia o decepción en las etapas más avanzadas
del vínculo. Momentos en los que el paciente siente al at como “el que puede lo
que yo no puedo”, o “el que no me deja…”, en sus variantes de “el que no me
permite”, “el que no me abandona (le) haga lo que (le) haga”, “el que no me
deja caer”, o “el que me falló”.
Es en esos momentos cuando se hace más palpable la necesidad de la función
tercera del analista para trabajar esa transferencia hostil con el at.
Pablo Dragotto
20. Capítulo 1 | 21
Capítulo 1
Acompañamiento terapéutico
Pablo Dragotto2
María Laura Frank3
Origen
El acompañamiento terapéutico (AT) es un recurso que surge a
mediados de la década de los ‘60 en Argentina, si bien algunos autores
mencionan antecedentes de este rol en algunos países europeos a principios
del siglo XX. La práctica del acompañamiento terapéutico ha tenido un
gran desarrollo en Latinoamérica, principalmente en Argentina, Uruguay
y Brasil.
Se origina en el campo de los tratamientos en salud mental, en un
contexto de auge de nuevas teorías y de búsqueda de nuevas herramientas
terapéuticas para abordar patologías que anteriormente se consideraban
intratables o condenadas al confinamiento asilar (psicosis, demencias,
adicciones,etc.);etapacaracterizadaporlaapariciónderecursosalternativos
tales como el hospital de día o las comunidades terapéuticas. Según diversos
autores, el apogeo de la teoría psicoanalítica, la mirada sobre la familia que
aportó la teoría sistémica, los desarrollos del psicodrama y la psicoterapia
de grupo junto a los cuestionamientos de la antipsiquiatría a los abordajes
clásicos, crearon un terreno fértil para que este recurso naciera.
Surge de la mano de las ideas que cuestionan la marginación y
la estigmatización del paciente, en un intento de evitar la internación
2
pabloadragotto@gmail.com
3
mlaurafrank@yahoo.com.ar
21. 22 | Acompañantes Terápeuticos
psiquiátrica o haciendo que la misma sea más acotada. Aparece como
respuesta a una encrucijada en la cual nos ponen algunos pacientes que
presentan dificultad para ser abordados terapéuticamente: pacientes graves,
crónicos, impulsivos.
Al decir de Susana Kuras y Silvia Resnisky, “…el rol del AT encuentra
su origen en una concepción psiquiátrica dinámica opuesta al planteo clásico
que confina al enfermo mental con el rótulo de loco, alejándolo de su familia y
de la comunidad. El AT como agente de salud, se inscribe en la corriente que
busca restituir la posibilidad de diálogo con la sinrazón.
“El trabajo del AT es fundamentalmente asistencial (…). Surgió
como una necesidad clínica en relación a pacientes con quienes los abordajes
terapéuticos clásicos fracasaban.” (Kuras S. y Resnisky S. 1985).
Acompañar
El AT es un dispositivo que permite diseñar una estrategia adecuada a
la singularidad de cada paciente, dependiendo de la situación que el sujeto
esté atravesando. Para ello el acompañante terapéutico (at) se insertará en
la vida cotidiana del paciente, donde éste se encuentre compartiendo con
él “su mundo”, su cotidianeidad. Trabaja siempre inserto en un equipo
terapéutico colaborando, siguiendo y expandiendo la estrategia del
terapeuta.
Entre las múltiples funciones que puede cumplir un acompañante
terapéutico, se destacan las de contención y socialización, en tanto y en
cuanto su trabajo parte de un posicionamiento epistemológico e ideológico
que entiende que las personas aquejadas de patología mental son parte
de la sociedad y su tratamiento debe realizarse, siempre que sea posible,
prescindiendo del aislamiento. Contención a través de un vínculo humano
que posibilita que el sujeto no sea segregado de la trama social y relacional
a la que pertenece. Es una apuesta a la emergencia de la subjetividad a
través del desarrollo de un vínculo que contemple la alteridad.
El término acompañar deriva del vocablo latino cumpanis, el cual
designaba a los compañeros que se reunían para elaborar una materia
prima, el pan. La inclusión del prefijo “a” a la palabra compañero provoca
algunos cambios: introduce una asimetría en el vínculo y marca una
dirección, el acompañante es quien camina junto a otro, es una presencia
comprometida (Saurí F 1997). Esta presencia es uno de los fundamentos
22. Capítulo 1 | 23
del AT al decir de S. Resnisky:
“El sujeto se constituye en redes relacionales, o sea en relación con otros y nuestra
idea sobre la cual basamos la conceptualización del acompañamiento es que
el psiquismo es un psiquismo abierto que se va constituyendo, que no está
constituido de una vez y para siempre. Es cierto que los encuentros inaugurales,
los primeros encuentros y las situaciones que dieron origen al psiquismo son
sumamente importantes, pero no son la única determinación. Esta posibilidad
de un psiquismo abierto es lo que le da sentido al hecho de que otros encuentros
significativos, no cualquier encuentro, también pueden ser constituyentes de
subjetividad y también pueden armar marca, armar aparato (psíquico). (…)
Estamos hablando de un aparato psíquico en formación permanente,… de un
sujeto que va deviniendo con otro, con la idea de que uno no es de una manera
y para siempre, sino que va deviniendo en contacto con el otro, pensamos que
cada encuentro le impone al psiquismo un procesamiento y ofrece la posibilidad
de un proceso de transformación.” (Resnisky 2004).
Más que dar una definición de acompañamiento terapéutico nos
interesa delimitar un campo y una modalidad en un rol dentro del trabajo en
equipoensaludmental.Algoquecaracterizaalatesquesehacapacitadopara
trabajar desde ese rol. No se trata de un operar espontáneo y autoconvocado
desde la vocación de servicio y el sentido común, aunque estos elementos
tengan su importancia en el posterior ejercicio de esta función. Un at se
entrena y se capacita como todo profesional en el campo de la salud.
Esa capacitación deberá incluir nociones acerca de la salud y la patología
mental, el desarrollo del psiquismo, psicología evolutiva, psicoterapias, el
fenómeno de la transferencia y la contratransferencia, trabajo en equipo,
entre otros. Así como todo lo concerniente a la especificidad del rol del
AT, su conceptualización teórica y recursos técnicos. La capacitación debe
contemplar un elemento de entrenamiento en el ejercicio del rol de modo
tal que el futuro at pueda incorporar la singularidad de la experiencia de
inserción en un equipo terapéutico y de operar desde la lógica y la estrategia
de un tratamiento en curso.
Es decir que la inclusión de un at cobra un sentido no solo a partir
de la necesidad o el pedido que formule el paciente y/o su familia, sino
fundamentalmente a partir del lugar que le hace el terapeuta que conduce
el tratamiento. La inserción del at siempre tiene un “para qué” implícito
aun cuando éste no siempre pueda formularse en términos de objetivos; y
ese para qué no se basa en el sentido común o en la ética del bien común
sino en una estrategia terapéutica basada en la evaluación y comprensión
que el equipo terapéutico tiene de la problemática del paciente y de sus
23. 24 | Acompañantes Terápeuticos
síntomas de acuerdo con su marco teórico de referencia. En ese sentido,
la implementación de acompañamientos terapéuticos se lleva a cabo
actualmente por equipos de las más diversas escuelas teóricas en el campo
de las psicoterapias, la rehabilitación y la salud mental. Las concepciones
de ser humano, de psiquismo, de la patología y de la terapéutica serán
distintas en cada caso, y por ende las consignas y los objetivos planteados
para el AT. No obstante, esto da cuenta de que el AT está dejando de
ser una práctica marginal para ser pensada en su especificidad para las
distintas modalidades de tratamiento, problemáticas a abordar y esquemas
conceptuales referenciales operativos.
Existe un consenso acerca de que el at nunca trabaja solo sino que
lo hace siguiendo las consignas de un terapeuta o profesional a cargo en
el marco de un equipo interdisciplinario. El otro elemento distintivo de
esta praxis es que la misma se inserta en la vida cotidiana del paciente,
interviniendo en la misma de modo tal de posibilitar cambios que tiendan
a una mejor calidad de vida, a la traslación a este ámbito del trabajo
terapéutico. Es por ello que las herramientas e intervenciones de los at
no apuntan tanto a la conflictiva intrapsíquica del paciente, la cual es
competencia del psicólogo (aunque el at pueda tener cabal comprensión
de la misma tanto por su formación como por el trabajo en equipo), sino
que priorizan los aspectos relacionales y de participación en el espacio
social público. El ejemplo dado por Altomano para diferenciar el rol del
analista y del at en el tratamiento de una persona que padece agorafobia es
bien conocido: allí donde el analista podrá indagar en las determinaciones
inconcientes del síntoma, interpretando el mismo en relación a la historia
del sujeto, la conflictiva intrapsíquica, lo reprimido, etc., el at intentará
salir al espacio público con el paciente evaluando empáticamente a cada
paso, si con esa persona, en ese momento, es conveniente insistir o esperar,
alentar o disuadir, darle la mano o mantenerse a cierta distancia para que
pueda trascender las limitaciones impuestas por la enfermedad.
Así como la capacitación es fundamental para el at y lo distingue de
amigos, voluntarios y cuidadores, no menos importante es la psicoterapia
personal y la supervisión de su trabajo. Como psicólogos clínicos, la
referencia al trípode de la formación clínica (estudios de la teoría y la
técnica, análisis personal y supervisión) nos es tan conocida que nos parece
obvia, pero esto no se reproduce en otras profesiones. El AT a nuestro
entender se debe inscribir en esa tradición de la clínica que, a sabiendas
que trabajamos con un sujeto humano y que nosotros mismos somos
nuestro instrumento de trabajo, considera indispensables la elaboración de
24. Capítulo 1 | 25
la conflictiva personal en su propia psicoterapia y el control de su tarea en
la supervisión periódica con un clínico de más experiencia.
Inserciones
Si bien el AT surge en el marco de los tratamientos de las adicciones
y la psicosis, con el devenir del tiempo el campo de abordaje del AT se
fue ampliando a diversas patologías y diferentes contextos, sin perder
la particularidad del rol. A medida que los campos de inserción se van
ampliando y los acompañantes son requeridos en relación a problemáticas
en las que no habían trabajado con anterioridad, simultáneamente nos
vemos obligados a pensar y formular las especificidades teóricas y técnicas
para cada una de estas áreas.
No desarrollaremos aquí cada uno de esos campos pero a modo de
resumen señalaremos algunos. Para una mejor exposición, los presentamos
ordenados según la problemática que abordan, según la edad de los
pacientes y según el ámbito desde el cual se solicita al AT o en el cual se
desempeña la tarea, entendiendo que estas son clasificaciones que tienen
una finalidad de facilitar la presentación pero que en la práctica no se
excluyen mutuamente sino que aparecen interrelacionadas.
Según la problemática a abordar podemos distinguir los campos
referidos a (a) Salud Mental, (b) Discapacidad, (c)Trastornos Neurológicos
y Demencias, (d) Enfermedades en Estadio Terminal y (e) Ámbito Judicial.
Eltrabajoeneláreadelasaludmental,yamencionadoanteriormente,
se refiere a todos aquellas problemáticas que tradicionalmente han sido
abordadas terapéuticamente por la psicología y la psiquiatría, enfatizando
lo dicho más arriba respecto a que el at trabaja en aquellos casos que
ofrecen una mayor dificultad al tratamiento, ya sea por las dificultades de
simbolización de estos pacientes, el déficit en el control de los impulsos,
la falta de contención familiar o social adecuada. “…es la clínica del
desvalimiento, donde anida el acompañamiento terapéutico, son las patologías
del desamparo, las patologías del no ser, las que convocan de una manera más
unívoca al Acompañamiento Terapéutico.” (Resnisky, S. 2004).
El campo de las psicosis, las adicciones, los trastornos borderline,
momentos de desorganización y crisis en pacientes neuróticos, duelos
patológicos, son solo algunos ejemplos de cuadros en los que puede ser
pertinente la implementación de un AT.
25. 26 | Acompañantes Terápeuticos
La discapacidad es una de las áreas más amplias en la inserción de
ats: tanto la discapacidad mental, los trastornos severos del desarrollo como
la discapacidad física y la discapacidad física adquirida. Los acompañantes
se incorporan para el abordaje integral desde la planificación del equipo a
cargo, ya sea en la escuela especial, hospital de día, talleres terapéuticos, o
en el domicilio del paciente otorgando mayor eficacia terapéutica y mayor
calidad de vida, colaborando en la formación de apoyos que permitan al
sujeto una mayor autonomía e independencia del medio ambiente. En todo
grupo familiar en el que hay un miembro que padece una discapacidad
(sea ésta congénita o adquirida) ciertas pautas en las relaciones tienden
a instaurarse. Es frecuente observar la sobreprotección al discapacitado,
así como la dedicación casi exclusiva a su cuidado de algún miembro
de la familia (generalmente la madre). Esta situación sumada al carácter
crónico de estas afecciones y a la frustración en las expectativas e ideales
tanto del paciente como de su familia, suele desembocar en sentimientos
de ambivalencia, estados de tensión y cuadros depresivos (francos o
encubiertos). La inserción de uno o más at puede colaborar a descomprimir
estas redes tan esenciales como son los vínculos familiares permitiendo que
tanto el paciente como sus familiares experimenten momentos en los que
otro “se hace cargo” y que pueden tener espacios y tiempos separados el
uno del otro. En este campo de trabajo el at deberá formarse especialmente
en el tratamiento de la discapacidad, los distintos tipos de discapacidad,
modos de asistencia, tratamientos de rehabilitación, técnicas para mover a
un paciente con movilidad disminuida, lenguaje de señas, entre otros.
Los trastornos neurológicos y las demencias constituyen un
amplio campo de trabajo para los at y las consultas para este tipo de casos
son cada vez más frecuentes. Nos referimos a las demencias en general,
el mal de alzheimer y una amplia variedad de trastornos diagnosticados
y tratados desde la neurología (en algunos casos hay psicólogos en los
equipos también) que requieren la realización de ejercicios y tareas
cotidianamente para estimular cognitivamente al paciente, o requieren
cuidados domiciliarios, ejercicios físicos, caminatas, etc.
El acompañante, al insertarse en la vida cotidiana del paciente, se
convierte en una herramienta indispensable del equipo para trabajar la
continuidad de las consignas planteadas en el equipo interdisciplinario
tanto como para contener e intervenir con las familias.
Como en todos los casos, los acompañantes que trabajen en esta área
tendrán la necesidad de una capacitación específica en estas patologías y sus
26. Capítulo 1 | 27
tratamientos. Una particularidad es que se trabaja con equipos numerosos
conformados por varias disciplinas. En algunos casos se constituyen equipos
para la rehabilitación y/o tratamiento de estos trastornos neurológicos en
los que se integran distintos profesionales (psicólogos, fonoaudiólogos,
psicomotricistas, etc.) y en los que el at comienza a tener un lugar propio.
En ese sentido, consideramos que la atención y la promoción de la
subjetividad de los pacientes, así como su capacitación en salud mental,
son características del rol del at al integrar los equipos, que lo distinguen
de otros roles técnicos.
El acompañamiento a pacientes terminales es un área de inserción
para los at que exige una capacitación específica y una importante
preparación personal y disposición emocional. Insertos en el equipo
terapéutico, los at con una formación adecuada, apuntan desde los cuidados
paliativos a una mejor calidad de vida del paciente. En no pocas ocasiones
se hacen voceros de los últimos trámites y decisiones del enfermo, que le
van permitiendo despedirse, afrontar activamente la última etapa de su
vida. En estos momentos los familiares suelen estar muy afectados con
el dolor del ser querido y por su propio dolor ante la pérdida inminente.
Wanda Campise sintetiza el rol del at: “…Sintiendo un profundo respeto
por el camino particular de cada persona que va a morir, se puede proponer
acompañarlo y, eventualmente, ayudarlo en un contacto que no elimina a la
muerte sino que pone al paciente en relación con ésta, como en el nacimiento.
Ya que este último tránsito hasta el morir puede permitir nacer completamente,
antes de desaparecer.” (Campise W. 2003).
Actualmente, se están incorporando ats en el ámbito judicial4
, un
área de inserción relativamente nueva en el campo del acompañamiento
terapéutico. El AT en este ámbito acompaña a familias que, por diversos
motivos, se encuentran bajo regímenes de visitas controlados dispuestos por
Tribunales de Familia. Esta modalidad del AT se desarrolla in extenso en el
capítulo 14, por lo que aquí nos limitaremos a un breve resumen.
Los regímenes de visitas son controlados cuando un Juez establece
que uno de los miembros de la familia requiere de la presencia de un tercero
para encontrarse con su familiar no conviviente.
4
Herrera N., Giraudo M., Machado R. y Brugger N. “AT Judicial”. Ficha Interna
Fundación Sistere.
27. 28 | Acompañantes Terápeuticos
La implementación del recurso del acompañante terapéutico en los
regímenes de visitas controlados fue pensada debido a la saturación de los
servicios existentes en el sistema judicial y con el objetivo de “promover un
espacio más cotidiano para estos encuentros (que el ámbito tribunalicio) con
la intención de evitar una mayor judicialización de la conflictiva familiar”
(Gigante C. y Giraudo M., Ib.).
La inserción del AT en este ámbito permite entonces, que las visitas
se lleven a cabo en lugares como el domicilio de alguno de los padres o
algún lugar público (plaza, confitería, shopping, entre otros). Dado que
las familias que se acompañan generalmente atraviesan por situaciones
conflictivas, signadas por acontecimientos de violencia física y/o simbólica,
en las que se ha producido un avasallamiento subjetivo del niño/a, el
dispositivo de ATJ apunta a que las visitas entre el adulto y el niño se
configuren como un espacio saludable.
Es por ello que más allá de que el rol del at se construye en relación
a las singularidades de cada caso, pudiendo ser más o menos interviniente,
siempre su función específica implica acompañar al vínculo resguardando
la integridad física y psíquica del niño/a o el adulto a quien se visita. El
AT acompaña al vínculo, operando como terceridad que representa la ley
y excede a las partes en conflicto.
De esta manera la inserción del AT en este ámbito nos invita a
analizar la confluencia de dos campos en los que desenvolverse, por un
lado la clínica del acompañamiento y por el otro el ámbito jurídico. Por
ellos es que el ATJ requiere de una formación específica que brinde las
herramientas para intervenir desde lo clínico y también los recursos para
abordar situaciones relativas a lo judicial, tales como audiencias, citaciones
judiciales, entrevistas con letrados, entre otros.
Acompañamiento en distintos momentos vitales
El AT es un recurso que se inserta en las estrategias de tratamiento
ante distintas problemáticas, crisis o trastornos en cada una de las etapas
de la vida del sujeto. En nuestra práctica observamos que hay diferencias
en la teoría y en la técnica del abordaje de cada una de ellas.
El acompañamiento al vínculo temprano de la madre y el bebé,
cuando por diversas razones (psicosis puerperales, psicosis en general,
situaciones traumáticas simultáneas al embarazo, el parto o el puerperio)
28. Capítulo 1 | 29
el psiquismo de la madre es inundado por exigencias pulsionales o de
adaptación a una situación de emergencia que hacen que ella no cuente
con la disposición necesaria para acoger al infante de manera adecuada.
La at (en estos casos suele priorizarse el género femenino) asiste al vínculo
ayudando a la madre a registrar, decodificar las necesidades del bebé y a
que ella pueda brindarle esa asistencia fundante del psiquismo humano.
Contiene a la madre para que pueda ejercer la función materna; contribuye
a que esa mujer no sea desplazada, sustituida, destituida de su posibilidad
de ejercer ese rol.
La intervención con niños desde su nacimiento, impone cierta
adecuación en el manejo del tiempo, flexibilidad y creatividad por parte del
at. El espacio de acompañamiento puede estar poblado por títeres, cuentos,
juegos, fábulas que colaboran en mediar, poner palabras, organizar al niño,
interlocutores en este espacio intermedio que hay que crear entre los niños
y sus acompañantes, en el marco de una terapia que generalmente incluye
también a la familia.
El acompañante terapéutico escolar (ver capítulos 13 y 14) va
deviniendo hoy en un recurso indispensable y muy utilizado en el abordaje
de niños. El at lejos de ser una maestra integradora, acompañará al niño
desde el abordaje terapéutico en la posibilidad de sostener la escolaridad,
anticipando, conteniendo, planificando. Los acompañantes se insertan en el
jardín de infantes, nivel pre-escolar, primario, y con menor frecuencia en el
nivel medio y terciario. Actualmente encontramos muchos acompañantes
trabajando en escuelas públicas y privadas, de escolaridad normal y en
escuelas especiales.
El trabajo con adolescentes (ver cap. 10) ha sido, desde los
comienzos, un desafío para el AT.
“El propósito era crear condiciones de amparo y sostén, ofrecer algún borde que
ordene; sujetar con presencia y escuchar, sobre todo escuchar. (…) Excesos y
desmedida son una marca de nuestra época. Con estos comportamientos tóxicos,
los adolescentes buscan aliviar y anestesiar transitoriamente sentimientos de
vacío, de impotencia, de sufrimiento. Es fundamental ayudarlos a trazar algún
borde para evitar los desbordes constantes de las patologías autodestructivas más
acuciantes como la bulimia, la anorexia, el alcoholismo, las conductas violentas
y otras adicciones” (Kuras, S.; Resnisky, S. 2005).
La adolescencia es, quizás, la etapa de la vida en la que la inclusión
de un at sea más dificultosa para el quipo terapéutico, aun cuando pueda
29. 30 | Acompañantes Terápeuticos
ser muy necesaria. En no pocos casos ésta se lleva a cabo sin contar con la
aceptación explícita del paciente.
Debido a su necesidad de autoafirmación, el adolescente es reacio a
aceptar ayuda externa y mucho más a solicitarla, aun cuando piense que
puede venirle bien. Dada la importancia que tiene, para el adolescente,
la valoración que de él haga su grupo de pares, el mostrarse con un at
puede constituir una herida narcisística insoportable para el joven y verse
expuesto a la burla despiadada de sus compañeros.
El acompañante puede constituir un borde que aloje desde la
presencia; no se trata de proponerles pasatiempos sino ofrecer posibilidades
más auspiciosas, evitando situaciones de riesgo, comprometidos en la
búsqueda de referentes identificatorios.
Enlaadultez(exceptuandolaspatologíasmencionadasenelapartado
salud mental) los pedidos de at más frecuentes se orientan a la depresión.
En algunas circunstancias los adultos encuentran que el devenir no fue lo
que ellos esperaban cuando eran jóvenes, esto puede desencadenar duelos
de la vida adulta (Kuras, S.; Resnisky, S. 2005). En este caso, como en
todo acompañamiento, es importante tener una comprensión global del
sujeto, no recortar los síntomas del contexto que esté atravesando sin que
se convierta en justificación.
En la adultez, muchas veces se hace necesario acompañar a personas
con diagnósticos previos de discapacidad, por ejemplo síndrome de down.
Es notorio que existen muy pocos centros de día para pacientes adultos con
estas problemáticas; la mayoría está diseñada para niños y jóvenes. Con el
avance de la medicina y de los conocimientos acerca de esta población se
ha extendido la expectativa de vida de estas personas. Hay actualmente
una numerosa población de discapacitados adultos que encuentran pocas
alternativas para su rehabilitación, para facilitar vínculos con otros y para
descomprimir las redes familiares.
La tercera edad, es otra de las áreas de inserción con mayor
crecimiento para el trabajo del at. Esto se debe al desvalimiento del sujeto
mayor, por la precarización de los vínculos que la modernidad impone,
sumado a que por los motivos antes expuestos se ha extendido la expectativa
de vida de las personas. Hoy encontramos muchos ats trabajando en este
campo y no solo a partir de la enfermedad. La mayor demanda en esta
área es a causa de las demencias, el parkinson y también la soledad, que va
deviniendo en pérdida de facultades cognitivas y afectivas.
30. Capítulo 1 | 31
Momentos e indicación
El acompañamiento terapéutico puede implementarse en diferentes
momentos del proceso terapéutico.
En la etapa diagnóstica, ya que por su inserción en la vida cotidiana
y familiar del paciente aporta información invalorable para el equipo
acerca de la dinámica familiar, las interacciones, el lugar donde el paciente
vive, su modo de actuar y comunicarse. Así el equipo accede a información
que, en otras circunstancias, rara vez le llegaría de primera mano, lo cual
permite contar con más elementos para pensar un diagnóstico situacional
y una estrategia terapéutica.
Durante el proceso terapéutico puede suceder que irrumpan
situaciones de crisis agudas de personas que hasta el momento eran
tratadas con las estrategias clásicas. Crisis psicóticas, pérdidas traumáticas,
desintoxicaciones, crisis de angustia, entre otras. En estas situaciones la
instrumentación de un AT puede contribuir al sostenimiento del sujeto y
del tratamiento. Una vez superada la situación de crisis será decisión del
terapeuta si es pertinente continuar con esta estrategia o si se lleva a cabo
un cierre y el tratamiento continúa con el encuadre anterior.
Otra situación en la que el AT ha demostrado su utilidad es en
el proceso de externación de personas que han necesitado de una
internación psiquiátrica. El pasaje brusco del ámbito controlado y aislado
de la internación al afuera de la institución –generalmente anhelado por el
paciente pero también con una cuota de negación de las dificultades que
allí le esperan– suele plantear una exigencia inmanejable para quien tiene
un frágil aparato psíquico y a quien los vínculos cercanos no pudieron
sostener adecuadamente. El paciente sale de alta y al salir vuelve al medio
donde se encontraba antes de la internación. No son raras las recaídas y
descompensaciones rápidas con la consecuente demanda de reinternación.
La inclusión de un at algunos días antes del momento de la externación,
colaboraaconstruirpuentesconelafuera,anticiparsituacionesangustiantes,
elaborar las ansiedades inherentes a esta situación y a que tanto el paciente
como su familia se preparen mejor para el momento de la salida. Hemos
observado que en aquellos casos donde la externación fue trabajada con
AT, se favoreció la reinserción social y la búsqueda de un lugar donde vivir
y hasta un trabajo, siendo mucho menor el índice de reinternación.
Si bien el AT es un recurso preponderantemente asistencial, hay
situaciones en las que su intervención puede pensarse con características
preventivas. Uno de esos casos es el trabajo con el vínculo temprano de
31. 32 | Acompañantes Terápeuticos
la madre y el bebé, que describiéramos anteriormente, o el trabajo con los
niños y sus familias.
Resumiendo, el acompañamiento terapéutico es un recurso que
puede ser utilizado en los tres niveles de abordajes, en la prevención, el
tratamiento y la rehabilitación en el campo de la salud mental.
Modalidades
El acompañamiento al abordar la singularidad de cada caso y la
necesidad de cada momento va adoptando diferentes modalidades de
acuerdo a los contextos en las que interviene. (S. Kuras, S. Resniky; G.
Pulice, G Rossi). Solo a modo de mención y para graficar esta situación
podemos nombrar:
Institucionales: el at se inserta en una institución acorde a una
estrategia de un equipo, como hemos mencionado, es el caso de las escuelas,
hospitales, psiquiátricos, geriátricos, hospitales de día, etc.
Allí pueden insertarse con el fin de acompañar a un sujeto a partir de
la demanda del equipo sosteniendo una estrategia desde la particularidad
del caso. Llamaremos a estos acompañamientos, individuales.
Dentro de las instituciones también se implementan estrategias
grupales de acompañamiento, en talleres de reinserción social, laboral,
comunidades terapéuticas, hospitales de día, etc. El rol del at no pierde
su esencia en esta modalidad, no se convierte en coordinador del taller,
ni asistente, “en esta modalidad los acompañantes van a acompañar a los
sujetos que integran un grupo, con el fin de contribuir al desarrollo de la tarea
programada para ese espacio, acompañar el proceso grupal y las dificultades que
los sujetos puedan manifestar, contener situaciones de crisis, peleas, discusiones
tendientes a favorecer la tolerancia a la frustración, los tiempos de espera y de
escucha que favorezcan la posibilidad de estar y compartir con otros. Así el
acompañante en un grupo más allá de estar atento a la actividad o al proceso
del grupo tiene una mirada en los sujetos que conforman este grupo y promueve
un espacio en el cual el sujeto pueda desplegar su subjetividad dentro de un
grupo.”5
5
María Laura Frank 2011. “Acompañamiento Terapéutico Grupal”, texto inédito.
32. Capítulo 1 | 33
Acompañamientos ambulatorios: en este caso el acompañamiento
se desarrolla fuera de la institución. Desde el abordaje terapéutico
institucional o de un consultorio privado el equipo sostiene un abordaje en
la cotidianidad del sujeto. En estos casos será aún más importante la claridad
en el encuadre y contrato de trabajo. El at coordinará la frecuencia, lugar
y horas de acompañamiento según la estrategia planteada por el equipo.
Según la versatilidad del recurso la estrategia puede ser conformada de
acuerdo a la necesidad del sujeto.
En un AT pueden intervenir uno o varios acompañantes, de acuerdo
a la posibilidad vincular y a la cantidad de horas a cubrir. Cuando la
estrategia incluye varios acompañantes, es recomendable que se incorpore
un coordinador que junto con el terapeuta o miembro a cargo del equipo
tendrán todos los recaudos a la hora de implementar la estrategia.
Internaciones domiciliarias: de ser necesario se cubren todas las
horas del día con un grupo rotativo de acompañantes. En este caso es
de fundamental importancia evaluar bien la implementación por su alto
costo no solo económico sino de desgaste del equipo. Se establecen turnos
rotativos de acompañantes que abarcan las 24 horas del día, o las horas
diurnas o las horas nocturnas, según la estrategia planteada. En estos casos
es importante contar con la presencia de un coordinador del equipo de
at. Cabe agregar que esta estrategia solo se utiliza ante casos de alto riesgo
de auto o heteroagresión, algunas desintoxicaciones u otras crisis, cuando
se descarta una internación por diversos motivos, o como primer paso
posterior a una internación institucional.
En todo caso, la indicación de un AT debe ser cuidadosamente
evaluada por el profesional a cargo del caso y trabajada con el paciente y
su familia. Es muy importante contar con la aceptación de la familia y del
paciente (si estuviera en condiciones de hacerlo).
En nuestra experiencia, mientras más se trabaja con anterioridad
la inserción del AT existe mayor posibilidad de éxito, mientras que de
no ser así muchas veces termina en el fracaso. Es conveniente que el
terapeuta tenga reuniones previas con el acompañante para informar las
particularidades del caso así como las vicisitudes, pensar en conjunto la
estrategia, y posibles intervenciones en caso de crisis. Sugerimos también
que sea el psicólogo o profesional a cargo quien presente al acompañante
de forma que el paciente pueda observar la coordinación de ambos
espacios y concebir al at como parte integral del tratamiento. En este acto
algunos profesionales sostienen que se hace un pasaje de la transferencia y
la confianza depositadas en el terapeuta.
33. 34 | Acompañantes Terápeuticos
Es muy importante que entre los intervinientes se realicen reuniones
periódicas y en algunas circunstancias supervisiones, a las que asistan todos
los miembros del equipo (además de las supervisiones que el at pueda hacer
por su cuenta para pensar su rol).
Es conveniente para la circulación de la información que los
acompañantes escriban informes; la frecuencia dependerá del caso y de
la intensidad del acompañamiento. Actualmente se utiliza el sistema del
correo electrónico en muchos equipos de acompañantes del país. Los
acompañantes escriben vía e-mail su informe (diario, semanal o mensual)
y lo envían al terapeuta y en caso de haber varios acompañantes, a todos
ellos. Este medio da la posibilidad de acceder a todo el equipo en forma
inmediata de lo acontecido y además se convierte en un importante recurso
a la hora de buscar cierta protección legal, dado que el correo electrónico
está automáticamente fechado de forma externa e inalterable.
Situación actual del campo del AT
El acompañante terapéutico en la actualidad es un miembro más
del equipo de salud, su inserción alcanza la mayoría de las instituciones
públicas y privadas; a pesar de ello, le falta aún recorrer el camino hacia el
pleno reconocimiento legal e institucional que se necesita. No obstante,
podemos mencionar distintos hechos que han contribuido al logro de una
mayor visibilidad y consistencia del campo del AT:
La producción teórica en el campo del acompañamiento ha crecido
conjuntamente con la publicación de libros en el tema, brindando el sostén
teórico que justifica y apoya la alta eficacia clínica del recurso.
Desdeelaño2001alafecha,loscongresosargentinosdeATserealizan
cada dos años con una creciente concurrencia de acompañantes de todo el
país y presentación de trabajos publicados en distintas revistas y libros del
medio. Estos congresos se intercalaron con congresos iberoamericanos e
internacionales, llevados a cabo en Brasil, México y España, lugares en los
que el AT se ha desarrollado de manera significativa.
La creación de AATRA (Asociación de Acompañantes Terapéuticos
de la República Argentina) en 2003 fue la primera entidad de alcance
nacional orientada a “velar por las normas del ejercicio profesional relativas
al AT y propender a la jerarquización del nivel académico de los títulos, así
como del ejercicio de esta profesión” (2003)6 7
.
6
Estatutos de AATRA.
7
Desde unos años antes ya existía la Asociación de Acompañantes de Bahía Blanca.
34. Capítulo 1 | 35
Asimismo se obtiene, poco a poco, el reconocimiento legal de esta
nueva profesión, tal como lo resume Graciela Bustos (2011):
ElreconocimientoprofesionaldelA.T.sehavistoreflejadoenlanuevalegislación
que ha comenzado a regular el ejercicio profesional en distintas provincias y en
la presentación de numerosos proyectos de Ley impulsados en diferentes lugares
de la Argentina.(…) San Juan fue la primera provincia en reconocer este nuevo
espacio profesional a través de la sanción de la Ley Nº 7697 (…) en el año
2006; (…) Luego se sumó la provincia de San Luis sancionando la Ley Nº III-
0599-2007; que regula el ejercicio profesional de los acompañantes terapéuticos;
explicitando en su artículo 4 que el A. T. dependerá del Ministerio de Salud de
la Provincia, donde solicitará su matricula profesional; reconociéndolo de esta
manera como un profesional del campo de la Salud.
Sumado a la sanción en el mes de octubre de 2010, de la Ley de Salud
Mental de la Provincia de Córdoba (Ley 9848) donde el Acompañamiento
Terapéutico aparece mencionado en cuatro oportunidades, como recurso
de la red prestacional, como recurso privilegiado que la medicación no
puede reemplazar y como recurso al cual el estado se compromete a
incorporar progresivamente en los equipos de salud pública. (art. 23, 27,
40 y 47)8
.
En este camino hacia la construcción de este nuevo rol profesional, se
suma la iniciativa de AATRA de elaborar en el año 2010 el primer Código
de Ética9
, que tiene como propósito proveer tanto principios generales
como normativas deontológicas orientadas a las situaciones con que pueden
encontrarse los acompañantes terapéuticos en el ejercicio de su profesión,
estableciendo así las reglas de conducta profesional que han de regir su
práctica. Entre algunos de los puntos más relevantes queda explicitado que
quien ejerce el rol de acompañante debe tener una formación especifica y
que la misma debe ser continua; y en el Art. 9: “Se abstendrá de intervenir
en aquellos casos en los que no hubiere terapeuta, coordinador o profesional
a cargo del tratamiento, en el entendimiento que el ejercicio profesional del
acompañamiento terapéutico constituye una labor auxiliar y complementaria
en los dispositivos asistenciales.”
8
El texto completo puede ser consultado en: http://acompaniamientoterapeutico.
blogspot.com/2010_10_01_archive.html
9
El Código de Ética de AATRA fue elaborado por una comisión encabezada por las
licenciadas María Laura Frank y Graciela Bustos y aprobado en Asamblea el 21-08-2010.
El texto completo puede consultarse en www.aatra.org.ar
35. 36 | Acompañantes Terápeuticos
Por último cabe mencionar la tendencia hacia la formalización de la
formación de los acompañantes terapéuticos evidenciada en la aparición
de planes de estudio a nivel terciario, tecnicaturas y títulos intermedios en
universidades en distintos puntos del país. Esta inscripción académica del
acompañamiento terapéutico nos muestra que en breve estaremos frente
a un nuevo escenario donde los acompañantes deberán realizar estudios
oficiales para ser reconocidos en su rol.
Consideraciones finales
Esta breve descripción muestra un panorama de cambio en el lugar
que ocupa el AT en el campo de la salud mental y en la sociedad en general:
un pasaje desde una práctica marginal, al progresivo reconocimiento en el
imaginario social, en los equipos profesionales y en la legislación, como
un nuevo agente de salud, diferenciado de los otros miembros del equipo.
En este contexto es importante que el Acompañamiento Terapéutico,
advertido en su posición ética, no se convierta en un objeto de consumo.
Para ello son fundamentales, como hemos señalado, tanto el ejercicio serio
de la profesión (formación, supervisión, terapia personal) como el respaldo
legal y el reconocimiento pleno desde las instituciones de la sociedad.
El acompañante, desde la empatía, puede aportar una sensación
de auxilio, trabaja a partir del reconocimiento del otro como semejante
y diferente. La versatilidad de las estrategias posibles y el diseño de las
mismas según la singularidad de cada caso, así como la posibilidad del at de
incorporase en la vida cotidiana, permiten trabajar terapéuticamente desde
la diversidad y la singularidad, favoreciendo una mayor eficacia clínica.
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37.
38. Capítulo 2 | 39
Capítulo 2
La formación en el acompañamiento terapéutico
María Laura Frank 2011
“Necesito pensar con otro(s) que me haga(n) pensar”
Isidoro Berenstein
El acompañamiento terapéutico, desde los años 70 hasta la
actualidad, ha tenido un gran desarrollo, tanto en su difusión como en
la construcción de un marco teórico propio. En aquellos comienzos los
primeros acompañantes fueron estudiantes avanzados de psicología que,
ante la demanda de algún psicólogo o psiquiatra, se embarcaron en la
tarea de acompañar. Aprendían el rol desde la experiencia por ensayo y
error. En la actualidad, nadie pone en duda que para desempeñar el rol de
acompañante es imprescindible transitar por una formación adecuada en
acompañamiento terapéutico.
Tanto la complejidad del trabajo del acompañante como la
responsabilidad que asume en los tratamientos de salud mental, hacen
indispensable una formación específica que posibilite un buen desempeño
del rol en el marco de la ética y la técnica de esta profesión. Una instrucción
que contemple contenidos teóricos pero que también contemple la
posibilidad de transitar por una práctica supervisada.
La capacitación del acompañamiento terapéutico debe ser específica
ya que es un rol diferente a cualquier otro. No alcanza con ser estudiante
de psicología, enfermero o trabajador social: si bien estas disciplinas
aportan conocimientos indispensables en la construcción del rol del at,
sus currículas están delineadas para desarrollar otro rol profesional. El
acompañamiento terapéutico se nutre de los conocimientos de estas y otras
carreras profesionales como sociología, psiquiatría, terapia ocupacional,
39. 40 | Acompañantes Terápeuticos
psicopedagogía, pero ninguna de estas formaciones nos habilita para
trabajar como acompañante.
A medida que el rol se fue legitimando y legalizando fue necesario
implementar una formación con título oficial, siendo pioneros en
las provincias de San Juan y San Luis con la tecnicatura que dicta la
Universidad Católica de Cuyo; luego se fueron multiplicando en otros
lugares distintos programas de tecnicaturas presenciales y a distancia como
en la Universidad Autónoma de Entre Ríos y en Esquel.
La oferta de espacios de formación fue creciendo como una espiral
ascendente, como resultado de, por un lado, una mayor solicitud de
acompañantes de parte de las instituciones y, por otro, de una mayor
demanda de formación. Hoy podemos encontrar un gran abanico,
propuestas diferentes que ofrecen formación en acompañamiento, con
distintas orientaciones, duración y modalidades en los distintos puntos de
nuestro país10
.
Enseñar a acompañar…
Hablar de la formación en acompañamiento exige interrogarnos
sobre qué entendemos por formación, por acompañamiento terapéutico y
cuales son las características del acompañamiento en la actualidad, ya que
la capacitación debe ser congruente con las condiciones históricas sociales
que nos toca vivir, con la demanda actual en el acompañamiento, de forma
de dar respuesta a los dilemas que la clínica nos presenta hoy.
Debe contemplar estos aspectos, entre otros, de forma de preparar
integralmente a quienes se acerquen a “aprender” a que puedan devenir
acompañantes terapéuticos; esto implica algo más que un saber, excede en
mucho la transmisión de una técnica o herramienta terapéutica.
Algunos autores diferencian el aprendizaje de la enseñanza. El
aprendizaje,aldecirdeJulioMoreno(2005)estámásligadoalatransmisión
de conceptos, de ideas, de un saber que puede ser realizado a través de un
libro, un manual, o aun a través de un programa de computación. La
enseñanza, en cambio, requiere de cierta intersubjetividad; debe haber
–a su entender— al menos dos seres humanos. La relación típica es la de
10
La Asociación de Acompañantes Terapéuticos de la República Argentina (AATRA) en
reunión de comisión directiva durante el año 2011, estableció criterios unificados para
avalar cursos de AT, estableciendo una carga horaria mínima de 80 horas cátedra y 40
horas de prácticas supervisadas.
40. Capítulo 2 | 41
maestro-alumno, en la que intervienen elementos como la identificación,
la transmisión de una experiencia, de un recorrido, de una reflexión que
en mucho excede lo meramente escrito. Parafraseando a Moreno (2005),
la enseñanza es un factor elemental en el proceso de crianza humana,
originando transformaciones en la subjetividad que nos hace diferentes a
los animales; de allí que los humanos de distintas culturas somos diferentes
porque nos conformamos como aquéllos que nos enseñan.
En estos términos creo que la formación del acompañante terapéutico
debe estar basada en un proceso de enseñanza y no de aprendizaje. La
enseñanza del “arte de acompañar” no puede ignorar la importancia
de la transmisión, del valor de la experiencia, del cuestionamiento,
del posicionamiento ético, de la duda como motor y herramienta de
conocimiento. Es por ello que resulta relevante que quienes enseñen
acompañamiento terapéutico sean o hayan sido acompañantes: haber
transitado por la experiencia les permitirá trasmitirla desde la vivencia más
allá del exclusivo conocimiento intelectual de un saber. Esto no siempre es
posible, en lugares donde el acompañamiento terapéutico está comenzando
y aún no cuentan con este recurso. En ese caso la falta de experiencia en
el ejercicio del rol podrá suplirse con profesionales que hayan coordinado
acompañantes, o que hayan incluido acompañantes en su trabajo; quienes
trabajen desde una clínica y una teoría dinámica, que contemple la
subjetividad tanto del alumno como de los pacientes a acompañar.
Cuando nombro a la duda como motor, me refiero a la trasmisión
de una lectura crítica de los textos que permita que los alumnos puedan
cuestionarlos, tomar posición, aplicar los contenidos teóricos a situaciones
reales; en la práctica de nuestra profesión de nada nos valen las certezas
teóricas si no las podemos aplicar, si no podemos pensar las intervenciones
en el acompañamiento.
Un aspecto importante, a mi criterio, es que la formación del at
no debe estar centrada en enseñar “acompañamiento terapéutico”,
sino enseñar “a acompañar”. Para acompañar no es suficiente una lista
de términos teóricos, conceptos y definiciones. Es necesario un trabajo
centrado en la posibilidad de pensar al otro como otro, semejante pero
diferente; uno debe sentir empáticamente con el otro sin quedar atrapado
en la red de la transferencia y la contratransferencia: la forma de mirar, de
sentir, de actuar con el otro tiene que ver con el acompañar. La formación,
en última instancia, consiste en acompañar a un sujeto para que pueda
devenir acompañante de otro sujeto que sufre.
41. 42 | Acompañantes Terápeuticos
Hace poco alguien me dijo: “hice un curso de AT, pensé que era muy
fácil, sabíamos la definición del AT, cuál es el rol, enumeramos las funciones,
pero no advertimos la complejidad. Ahora me doy cuenta que no es tan fácil”.
El campo del acompañamiento terapéutico debe ser transmitido en toda
su complejidad, por lo que es fundamental el trabajo sobre nuestra propia
persona en tanto herramienta. Asimismo lo es la reflexión sobre nuestros
posicionamientos éticos y morales; para poder dejar nuestra mirada, nuestra
historia, de forma que en el escenario del acompañamiento terapéutico el
único protagonista sea el paciente, respetado como sujeto a partir de una
mirada y una escucha sin prejuicios.
Metzger (2010) afirma “...la formación teórica aporta a la adquisición
de un saber, el acompañar nos coloca justamente en una situación de no-
saber. La escena misma del acompañamiento, no se trata de saber, pero sí de
acompañar, de escuchar algo que es singular, es diverso a un saber teórico.” La
formación del at debería acompañar a los sujetos a construir un andamiaje
teórico, un saber para luego poder entrar en la escena del acompañamiento
como un espacio vacante, dejando lugar al no saber que será llenado por la
subjetividad del paciente.
En el mismo artículo presentado por Metzger11
, refiere que el hecho
de haber concurrido a un curso no garantiza que la persona pueda ser
acompañante; debe haber una “implicación del deseo de ser acompañante”.
El deseo de acompañar puede llevar a que el sujeto busque formación, pero
la formación sin el deseo, sin esta implicancia, no alcanza para ser un at,
para sostener la transferencia, ser depositario de una estrategia, responder
a la singularidad del sujeto y no a la demanda.
Independientemente del tipo de institución formadora, ya sea
universitaria, terciaria, tecnicatura, o grupo de estudio, considero que hay
cuestiones como las mencionadas que no pueden dejar de ser tenidas en
cuenta. Estos planteos irán derivando en un estilo de acompañamiento,
una concepción de sujeto y por lo tanto de formación. Debe haber un hilo
conceptual que vaya enhebrando los distintos contenidos de la formación
de manera coherente.
De acuerdo a la noción de sujeto que tengamos obtendremos una
coordenada de la que se desprenderá de forma lógica lo que entendemos
por acompañamiento terapéutico, por síntoma, por conflicto. De allí
decantará cuál será el rol del acompañante, cuál va a ser el lugar del AT en
11
“Uma proposicao sobre a formacao do acompnhante terapeutico”. Presentado en el VII
Congreso Argentino de AT. Mar del Plata 2010.
42. Capítulo 2 | 43
el medio familiar, en el contexto social e institucional. Todo el andamiaje
cambia de color dependiendo desde el punto de vista que sea observado.
Una formación en acompañamiento que sea fiel a su esencia y a la
historia que le dio origen, debe posicionarse desde un lugar que contemple
la posibilidad de pensar al otro en su singularidad; que no reproduzca en
el vínculo con los acompañantes la mirada psiquiatrizante (al decir de
Leonel Dozza), de la cual el acompañamiento terapéutico en su origen
intentó diferenciarse. Una formación fiel al origen del acompañamiento
terapéutico debe estar orientada a generar un vínculo subjetivante que sea
respetuoso de la subjetividad y cree posibilidades.
En agosto de 2010, la asamblea de la Asociación de Acompañantes
Terapéuticos de la República Argentina (AATRA) aprobó un Código de
Ética para los acompañantes asociados. Es un hecho relevante para nosotros
ya que nos permite contar con lineamientos consensuados que inscriban
nuestra labor profesional en un marco ético deontológico.
En este código hay un artículo, de suma importancia a mi entender:
Art.14.- Es responsabilidad inherente al ejercicio profesional del
acompañante terapéutico:
a) La actualización periódica y permanente de sus conocimientos como
garantía de responsabilidad e idoneidad que contribuya al prestigio
de la práctica.
b) La supervisión del trabajo realizado con periodicidad.
c) Se sugiere que el acompañante pase por la experiencia de la
psicoterapia personal como garantía del servicio que se brinda.
Considero que este artículo refleja el marco en el cual la formación
del acompañante debe insertarse. Incluso más allá de la formación de
grado, o la formación que avale el ejercicio del acompañante, es necesario
inscribir nuestra práctica en el marco de la formación permanente y el
trabajo sobre nuestra persona.
Nuestra experiencia
Estasideas-ejequeatraviesanlaformaciónvanconformandodistintos
dispositivos y espacios para llevarlos a la práctica. Nuestra experiencia no
es la única ni la mejor, sino la que pudimos construir en el contexto en el
que estamos insertos.
43. 44 | Acompañantes Terápeuticos
Junto con Pablo Dragotto (y hasta 2002 Luis Leblebidjián)
comenzamos a dictar cursos de formación de acompañamiento terapéutico
en Córdoba, Argentina en el año 1997. A partir de aquel momento hasta
el día de la fecha, de manera ininterrumpida, seguimos dictando cursos
tanto en Córdoba como en distintas ciudades y provincias de Argentina.
En el año 2006 constituimos Fundación Sistere12
y continuamos con la
formación de acompañantes en distintos espacios, tales como el curso
anual de Formación en Acompañamiento Terapéutico, un segundo
nivel de Formación en Salud Mental y distintas propuestas apuntando
a la formación continua de los acompañantes tales como seminarios de
especialización en distintas temáticas (adicciones, AT al vínculo temprano,
acompañamiento escolar, taller de creatividad, taller de escritura de
informes, etc), grupos de estudios y espacios de supervisión.
Pensamos la formación basada en tres espacios: teoría, práctica,
supervisión, que van cobrando sentido en un espacio grupal. En cada
grupo hay dos docentes que coordinan y llevan adelante el proceso de
construcción del rol a través de estos tres lugares.
Las clases en grupo son uno de los dispositivos de transmisión del
conocimiento y a su vez de esa actividad que constituye el pensar con otros.
Dice Berenstein: “El conjunto a veces sabe, y otras veces no, que se disponen
a pensar unos con otros, precisamente entre todos. El conjunto hace pensar y
produce un pensar: a veces parecemos más inteligentes cuando estamos en él
que cuando estamos solos. Pero ocurre que no se podría estar confortablemente
solo si no se está con otros y no se puede estar con otros si no se puede estar solo”.
Es por ello que priorizamos en las clases el trabajo en grupo que
posibilite un pensar en conjunto. Nos sentamos en forma de ronda, lo que
permite la circulación de la palabra, el contacto visual entre los miembros
y ubica a los docentes como alguien más y no como un portador absoluto
de saber. El dispositivo grupal ocupa un lugar en la formación de un saber
compartido con otros; esta modalidad tiene mucho que ver también con
lo que es la práctica del acompañante terapéutico y el tipo de vínculo que
establece con otros.
En los últimos años hemos tomado la costumbre de utilizar la
primera clase para presentaciones: nos presentamos los docentes, luego
cada uno de los alumnos, luego contamos cómo será la estructura del
curso y por último presentamos los pacientes, para lo cual traemos viñetas
clínicas. Son los cuatro integrantes de un proceso que comienza y producirá
12
www.fundacionsistere.org.ar
44. Capítulo 2 | 45
múltiples implicaciones; algunas previstas y otras no. Es habitual que en
las presentaciones académicas prevalezcan las referencias del recorrido
profesional; sin negarlas, nosotros hacemos énfasis en presentarnos como
personas con intereses y aptitudes, gustos, hobbies, una historia, ya que
todo lo que nos hace “ser nosotros” se desplegará en el transcurso del curso.
El mate circula en todos los grupos, de la misma manera que van a circular
ideas, anécdotas, conceptos, miradas y reflexiones.
En el espacio teórico clínico, de una hora y media semanal,
trabajamos las ideas vértices de la formación del acompañante terapéutico.
Lalecturadetextossiempreestápresenteyselosponeatrabajarcondistintas
propuestas dinámicas, ya sea interrogando al texto, relacionándolo con la
clínica y/o la utilización de técnicas grupales. Creemos imprescindible la
permanente articulación teórico-práctica: la presencia de material clínico,
viñetas y escenas de acompañamiento están presente en cada tramo de las
clases, y de las instancias evaluativas.
La puesta en juego del cuerpo, de la escena, nos parece imprescindi-
ble, ya que no solo acompañamos con conceptos e ideas, se acompaña con
el cuerpo, con la vivencia, la empatía: el “sentir con”. Si es un aspecto fun-
damental del acompañar también debe serlo en la formación. Es por ello
que la utilización de técnicas del psicodrama pedagógico nos ha resultado
esencial a la hora de trasmitir, vivir y presenciar una escena en acompaña-
miento terapéutico, y entre todos procuramos pensarla, compartirla. Este
espacio “como si” nos permite detener, rebobinar, buscar un doble y traba-
jar aquellas situaciones difíciles que la práctica del rol nos impone muchas
veces. En un ida y vuelta, la teoría, la técnica y la clínica, fueron espiralán-
dose en los últimos años, de forma que el cronograma de las clases en la
actualidad no responde a un programa que va de lo general a lo particular.
Apuntamos a un proceso en el que el conocimiento sobre el AT se vaya
construyendo paulatina y críticamente de manera que los alumnos puedan
apropiarse de los conocimientos y tomar posición propia en relación a los
distintos temas. En este espacio van circulando una serie de contenidos
tanto teóricos como técnicos que hacen a la formación del acompañante, el
programa sugiere temas como: qué es el acompañamiento, paradigmas en
salud mental, historia del AT, fundamentos teóricos clínicos del AT, fun-
ciones del AT, especificidades del rol, áreas de inserción, modalidades de
acompañamiento terapéutico, ética y moral (perspectiva de S. Bleichmar)
abstinencia, el del AT en el espacio social, encuadre, supervisión, trabajo
en equipo, vínculo. Transferencia, contratrasferencia, lo corporal en el AT,
planificación de estrategias, escritura de informes, entre otros.
45. 46 | Acompañantes Terápeuticos
Enunasegundapartedelcursado,entramosenlaclínicapropiamente
dicha, pensando e interrogando la especificidad del at en las distintas
áreas de abordaje: acompañamiento en las distintas etapas de la vida: at al
vínculo neonatal, at con niños, la clínica con adolescentes, tercera edad.
También algunas nociones de psicopatología, pensamos al acompañante
en el trabajo con los distintos cuadros: la familia del paciente y el AT,
dinámica familiar, introducción a la Psicofármacología (pequeño seminario
interno a cargo de un psiquiatra). Trabajamos la especificidad del rol en las
distintas áreas: AT con pacientes oncológicos, la discapacidad adquirida,
el AT en los procesos de rehabilitación, autismo y TGD, discapacidad
intelectual, acompañamiento escolar, acompañamiento judicial, aspectos
legales, ética profesional.
Práctica
Nos parece que no se puede separar el pensar del hacer; que una
formación teórica de acompañamiento terapéutico no es suficiente
para lograr aprehender, incorporar, sentir, esta disciplina en toda su
complejidad. Es por ello que consideramos fundamental la posibilidad
de realizar una experiencia práctica del contacto real del alumno con el
paciente, con el sufrimiento, con la familia o la institución, con el equipo
a cargo, con la necesidad de escribir informes, experienciar la transferencia
y la contratransferencia.
Nos proponemos no armar una ficción pedagógica un “como si”,
con tiempos pautados según el cronograma del curso, o ir a “observar”.
La forma que encontramos es la de funcionar como un servicio de
acompañamiento terapéutico. A medida que se va desarrollando el curso,
que nos vamos conociendo, se van convocando los alumnos a realizar
acompañamientos.
Para ello contamos con convenio de diferentes instituciones públicas
y privadas que trabajan con distintas problemáticas: psicosis, adicciones,
discapacidad, servicio de salud mental de hospitales, etc. Los profesionales
de estas instituciones, cuando requieren un acompañante, nos solicitan;
es decir cuando surge una demanda real se comunican con nosotros y
nos hacen una descripción del caso. Nosotros en reunión evaluamos cuál
de los alumnos consideramos que puede tomar esa práctica singular, o lo
ofrecemos en grupo reducido y de esta manera asignamos un paciente a
un acompañante. El alumno devenido at en esta pasantía, deberá llevar
46. Capítulo 2 | 47
adelante ese acompañamiento el tiempo que sea necesario13
, se reunirá con
el equipo, informará sobre lo ocurrido. Lo mismo sucederá si se incopora
a un dispositivo grupal de acompañamiento terapéutico.
Taller de supervisión
Es un espacio al que los alumnos deben asistir con una frecuencia
quincenal. Allí, en grupo reducido y desde el primer día (aún antes de que
tengan la práctica) se trabaja qué es supervisar, las fantasías, ansiedades,
temores prejuicios a la hora de acompañar. Se crea un espacio de reflexión
sobre la práctica del rol del AT, para compartir experiencias y aprender
de los errores y aciertos. La experiencia circula: se aprende no solo de la
experiencia propia sino también de la de los compañeros. La disponibilidad,
el compromiso, la posibilidad de hacer una autocrítica, son situaciones que
uno puede trabajar en estos espacios de supervisión.
Este espacio es coordinado por los mismos docentes del curso de
manera que puedan seguir el proceso que realiza el alumno y llevar a
cabo la integración en la práctica de los conceptos que se trabajan en el
seminario teórico. El coordinador es el responsable de receptar el pedido
de la institución, otorgar el caso a los alumnos y supervisar todo el proceso.
Muchas veces hace de puente entre el acompañante y la institución o
profesional a cargo, articulando y acompañando el proceso frente a posibles
dificultades.
De esta manera la formación del at se desarrolla en tres espacios
articulados: la reunión teórica práctica semanal, la supervisión grupal
quincenal, la práctica en una institución; que al ritmo de cada cual irá
produciendo distintos efectos en la incorporación del rol del acompañante
en su complejidad. Es una experiencia importante para nosotros
acompañarlos en las sorpresas, alegrías, desilusiones, emociones que van
construyendo un “saber estar junto a otros”. Aparecen preguntas, obstáculos,
cuestionamientos a veces difíciles de resolver, que generan la necesidad
permanente de revisión y reflexión, lo cual va a cuestionar y retroalimentar
la formación y la teorización en este campo.
El alumno/acompañante se encuentra con el paciente en un vínculo
que intentará promover la subjetividad del acompañado como sujeto,
13
Puede exceder inclusive el tiempo de cursado, nosotros sostenemos la supervisión. Si el
alumno necesita cerrar la práctica y el paciente necesita seguir con at, se le busca dentro
de los alumnos un reemplazo y se realiza un traspaso cuidadoso del paciente.
47. 48 | Acompañantes Terápeuticos
para desde allí trabajar hacia una posibilidad de vínculo promotor de
transformaciones. De la misma manera, el proceso de enseñanza debe
respetar la subjetividad de los alumnos, respetar sus tradiciones, sus miradas
y desde allí trabajar en la construcción que les irá permitiendo rescatar lo
que saben, aprehender lo nuevo, en virtud de tener una posición ética en
el encuentro de aquel sujeto que sufre.
Finalizar
Hacia el final del curso cada alumno escribe un trabajo final
articulando la teoría con la experiencia de su práctica; es un intento de
inscribir y articular la experiencia de acompañamiento que muchas veces
es muy intensa.
Al terminar el curso con la lectura de sus trabajos, los alumnos pueden
transformar, a partir de lo vivido en el curso, la práctica y la supervisión,
la posición de oyentes “que vienen a aprender” a la de at que se autoriza a
decir algo de su experiencia, a ponerle palabras, escribirlo y leerlo en voz
alta como elaboración personal.
Transitar la experiencia de producción personal favorece el ejercicio
de escritura y lectura que permitirá luego participar en congresos y jornadas,
instancias relevantes del compartir con otros y que hacen al ejercicio del
rol del at.
Reflexiones finales
Si los acompañantes queremos que nuestra profesión tenga una plena
inscripción, además de trabajar en promoción de la sanción de leyes que
habiliten a los acompañantes en el ejercicio del AT, tenemos que promover
una formación que otorgue títulos habilitantes.
En Argentina tenemos el ejemplo de la provincia de San Luis, lugar
pionero en crear una carrera terciaria cuyos egresados se pueden insertar
laboralmente gracias a la ley de ejercicio profesional; obtienen su matrícula
en la asociación de at afiliada a AATRA. (ASAT). También cuentan con
la posibilidad de realizar una residencia interdisciplinaria en salud mental
rentada en el sistema público de salud con su título de acompañante
terapéutico.
48. Capítulo 2 | 49
En mi opinión es un desafío generar carreras de AT14
, serias,
coherentes en su formación, de acuerdo con los lineamientos planteados
anteriormente: que contemplen el respeto de los sujetos a acompañar, que
formen ats conscientes de su rol como productores de modificaciones en
lo social y que puedan trabajar en el marco de la ética y la formación
permanente; entendiendo que la supervisión y la terapia personal son
herramientas fundamentales en el ejercicio de la práctica del at. Asimismo
tendremos que generar mecanismos de conversión del recurso para los
acompañantes que vienen trabajando en esta profesión desde hace muchos
años y son idóneos en el tema.
Bibliografía
Dozza de Mendoça, Leonel (1999). “Lo social es un lugar que no existe: Reflexiones
desde el A.T. de pacientes psicóticos”.
Berenstein, I. (2007). Del ser al hacer Curso sobre Vincularidad. Paidós. Psicología
profunda.
Moreno, J. (2004): “Los niños actuales, una alianza con los medios informáticos”.
Entrevista Por Verónica Castro.
Metzger Clarissa (2010). “Uma proposição sobre a formação do acompanhante
terapêutico”.
14
A fines de 2010 Fundación Sistere obtuvo la autorización precaria del Ministerio de
Educación de la Pcia. de Córdoba para dictar la Tecnicatura Superior en A.T.
52. Capítulo 3 | 53
Capítulo 3
Reflexiones sobre el Encuadre
en el Acompañamiento Terapéutico
María Laura Frank
La clínica del acompañamiento es singular ya que se desarrolla en
un territorio diferente, se inserta en lo cotidiano, la calle, el cine, un bar…
cualquier lugar de la ciudad, del barrio, de la casa; lugares de circulación de
otros, nuestros, de nuestro paciente; son lugares ajenos, distintos al de un
consultorio, quizás por ello el encuadre se convierte en una herramienta de
mucho valor que funciona como brújula, como protección y como sostén
de la estrategia.
El encuadre es un concepto técnico que proviene del psicoanálisis,
si bien S. Freud no lo nombra de esta manera; ha sido estudiado y
conceptualizado por autores post freudianos. Es una herramienta esencial
del trabajo psicoanalítico.
Si buscamos el término encuadrar en el diccionario podemos
encontrar algunas coordenadas que nos van ayudar a pensar el encuadre en
el acompañamiento terapéutico. En el diccionario15
, encontramos el verbo
encuadrar con los siguientes significados: “Encerrar en un marco o cuadro.
2 fig. Encajar, ajustar una cosa dentro de otra. 3 fig. Encerrar o incluir
dentro de sí una cosa; bordearla, determinar sus límites”.
¿Qué debemos encerrar, limitar en el campo del acompañamiento?
Siguiendo a Bleger16
para entender un proceso debemos tener un
no–proceso. El encuadre sería un “no proceso” en el sentido de que es
constante, dentro de cuyo marco se da “el proceso”. Así “el encuadre serían
15
Diccionario de la Real Academia Española (1956).
16
Revista de Psicoanálisis, T XXIV, Nº 2, pág. 241. (1967).
53. 54 | Acompañantes Terápeuticos
las constantes de un fenómeno, un método o una técnica y el proceso al conjunto
de variables”. Refiere que “para que se comprenda un proceso solo puede ser
investigado si se mantienen las mismas constantes (encuadre)”.
Al respecto Zack17
manifiesta: “Utilizo la noción de encuadre para
referirme al conjunto de estipulaciones, explícitas o implícitas, que aseguran,
por un lado, un mínimo de interferencias a las actividades que se desarrollan
entre paciente y analista y por otro, un máximo de utilidad al analista para
la realización de estimaciones diagnósticas y/o pronósticos. Para que las
estipulaciones del encuadre aseguren efectivamente lo que pretenden asegurar,
deben ser, como es obvio, constantes; en el sentido de que se mantienen en forma
invariante en una determinada situación”.
El encuadre delimita el marco que permitirá apreciar la forma en que se
da un proceso en un trasfondo constante. Podemos preguntarnos entonces,
¿cuáles son estas constantes? Bleger en su artículo dirá “… dentro del encuadre
psicoanalítico incluimos el rol del analista, el conjunto de factores de espacio
(ambiente) temporales y la parte técnica (en la que se incluye el establecimiento y
mantenimiento de horarios, honorarios, interrupciones regladas, etc.)”. Son estas
mismas variables las que debemos fijar en el acompañamiento y que darán
marco y sostén al dispositivo del acompañamiento.
Pensando con otros…
Paicuk18
refiere, “…entiendo conveniente considerar tres ámbitos de
uso del término encuadre: su uso en sentido restringido (las normas acerca de
cómo trabajar, técnica, método, procedimiento), y su uso en sentido amplio (los
parámetros teóricos que fundamentan el modo de trabajar y sus objetivos, lo
que a su vez comprende teoría y metapsicología del psicoanálisis). A ellos será
necesario agregar un encuadre institucional, un tercer ámbito articulado por
una normativa quizá menos precisa.”
Consideramos que el encuadre debe entenderse en un sentido amplio
y en relación a la teoría que los sutenta, para poder leer los fenómenos
clínicos.
Berenstein I.; Puget J. 19
señalan: “El encuadre se constituye
como un conjunto de prescrip
ciones y de prohibiciones que enmarca un
límite de espacio-tiempo donde es posible que se desarrolle una tarea,
17
Revista de Psicoanálisis, T XXVIII, Nº 3, pág. 594.
18
Paciuk S., (2002). “Elogio del encuadre”. Revista Uruguaya de Psicoanálisis.
19
Berenstein I.; Puget J. Lo vincular (1997). Cap. IV “El encuadre”. pag. 117.
54. Capítulo 3 | 55
como puede ser la de habitar un vínculo en una pareja o una fami
lia,
una institución, un tratamiento psicoanalítico u otros. Cualquier
actividad humana en el campo de la cultura re
quiere, desde su misma
definición una zona delimitada entre lo prescrito y lo prohibido. La
tarea habrá de ceñirse a un principio que atañe al conjunto, y no al
deseo y la voluntad de uno solo por sobre el de los otros.”
Siguiendo a estos autores podemos pensar que todos los
conjuntos se regulan por un encuadre dado por las estipulaciones
que coadyuvan a su funcionamiento. Desde allí se puede conside
rar qué es y cómo se valora su cumplimiento o así también su
trasgresión. Si no hay una pauta establecida, una constante, no
podremos entender como trasgresión su movimiento.
“El encuadre tiene varias razones: una es de tipo científico y se
refiere a las condiciones de máximo rigor posible para realizar una
observación dada: tratar de tornar constantes al
gunos elementos,
dando así lugar al despliegue de las varia
bles, que para nuestra tarea es
el proceso psicoanalítico20
. Tam
bién hay una razón práctica, que es la
de proteger tanto al paciente como al analista21
del surgimiento de cualquier
tipo de arbitrariedad dependiente del deseo de uno o de otro. Consti
tuye un
recurso de profundo respeto al tiempo y el espacio de cada uno, de modo de dar
un marco compartido para asegurar la posibilidad de entrar y, especialmente, de
salir del proceso regresivo propio de la sesión22
. Protege al paciente de las incur
siones regresivas de su analista y de sus propias ramificacio
nes inconscientes
puestas en juego por la contratransferencia, y protege al analista del invasor
amor de transferencia. Como se desprende de estas razones, contiene un fuerte
principio ético basado en la solidaridad, en la defensa contra la arbitra
riedad
de los “mejores” deseos, pero deseos al fin, que pujan con su fuerte tendencia a
ser cumplidos.” 23
Tomo estas palabras pues me parecen fundamentales en el
acompañamiento donde no hay un entorno que nos ampare en su
estructura; cuando trabajamos como at estamos solos en los espacios de
circulación del paciente, ya sea su casa, la calle y en diferentes situaciones.
El encuadre se convierte en una herramienta fundamental que nos protege
principalmente de la arbitrariedad del deseo, de la buena voluntad, de
20
El proceso terapéutico, diríamos nosotros, que permite diferenciar cualquier compañía
de lo que es un acompañamiento terapéutico.
21
Al acompañamiento terapéutico, en nuestro caso.
22
Nosotros pensaríamos el proceso regresivo de la patología severa así como el tratamiento
terapéutico.
23
Berenstein I.; Puget J. Lo vincular (1997) Cap. IV “El encuadre”.