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Fuente: Financial Times
PANAMALEAKS.
Manfred Nolte
No habíamos olvidado aún a Hervé Falciani, el experto informático del Banco
HSBC de Ginebra revelador de información comercial amparada en el secreto
bancario suizo, que en España sirvió para descubrir 659 presuntos fraudes
fiscales y aflorar más de 6000 millones de euros. Ni, más cerca, en 2014, el
monumental escándalo fiscal apodado ‘LUXLEAKS’, las filtraciones del caso
Luxemburgo, un caso de intolerable permisividad fiscal en relación a las
obligaciones tributarias de las grandes compañías transnacionales desviadas
hacia el Gran Ducado: pactos inconfesables para que 350 grandes empresas
pagasen cifras de impuestos irrisorios.
Ahora, el affaire Mossack Fonseca marca un hito histórico, aunque
cualitativamente solo revela más de lo mismo, mucho más de lo mismo.
Todo empezó hace un año cuando un tal ‘John Doe’ –un extendido seudónimo
estadounidense- envió un mensaje al rotativo alemán Süddeutsche Zeitung
(SZ). John preguntó al periódico si ‘estaba interesado en datos, ya que estaría
encantado de compartirlos’. De esta manera estalló el gran escandalo. El SZ
compartió los datos con el ‘Consorcio Internacional de periodismo de
investigación’ y durante 12 meses 400 periodistas de 80 países, en 109
redacciones, trabajando en 25 idiomas colaboraron en el análisis y disección de
los documentos. Más de once millones de documentos, 2,6 terabytes de datos,
(46 veces más que Wikileaks) hackeados del bufete Mossack Fonseca, el
segundo despacho de abogados panameño y uno de los principales del mundo
en su especialidad, una fábrica de figuras jurídicas de distinta naturaleza,
especializada en la constitución de sociedades pantalla (250.000), sociedades
‘offshore’ respaldadas por el ordenamiento jurídico de Panamá, un paraíso fiscal
considerado por diversos organismos internacionales como una de las
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jurisdicciones más opacas y menos colaborativas en materia de transparencia
fiscal internacional. Una sola persona habría tardado veintiséis años en leer la
información. Los periodistas asociados se han tomado un año en filtrarla.
Los medios de comunicación han aireado ampliamente a lo largo de la semana
pasada los dueños o apoderados de las empresas que figuran en la delación,
desde políticos en ejercicio a empresarios de éxito, literatos laureados, artistas
célebres o deportistas de elite mundial. Junto a estos sujetos presuntamente
demócratas y honorables los clientes de Mossack Fonseca incluyen también
criminales, capos de la droga y miembros de varias organizaciones mafiosas.
Los documentos revelan escándalos de sobornos y corrupción en los que
intervienen jefes de estado y de gobierno. A este fétido conglomerado de
descubrimientos se ha calificado como los ‘Panamaleaks’ o simplemente ‘los
papeles de Panamá’.
Las filtraciones no revelan directamente sumas o capitales defraudados sino los
soportes o apoyaturas de aquellos, compañías que son capaces de ampararlos,
en muchos casos desde el más absoluto anonimato. Esa es la piedra angular del
gran fraude global. Bufetes que instruyen certeramente acerca de cómo esquivar
frontalmente las leyes internacionales mediante la constitución de empresas de
puro papel. Augusto Arosemena, Ministro de Comercio de Panamá ha
puntualizado que menos del 25 % de las sociedades documentadas se utilizan
para operaciones en Panamá. En su mayoría son vehículos jurídicos opacos que
enlazan con otras sociedades y entidades financieras cuyos fondos no se
remansan en Panamá. Son simples eslabones en una cadena de confusión
deliberada. Lo cual es peligrosamente cierto. Los bufetes de abogados como
Mossack Fonseca no funcionan de manera aislada sino que se entrelazan con
otros bufetes de abogados o con bancos, para captar clientes y proporcionarles
el requerido apoyo de aquellas estructuras transfronterizas sofisticados que los
clientes necesitan para ocultar sus actividades corruptas y criminales. De esta
manera un bufete panameño puede trabajar en estrecha colaboración con un
banco en Luxemburgo y un agente de la empresa en Jersey, con la implicación
de al menos tres jurisdicciones secretas independientes que contribuyen a
reforzar el secreto y diluir el rastro de las operaciones. Por otro lado, tejer una
red de sociedades en paraísos fiscales puede sonar complejo, pero no tiene más
misterio que sentarse delante del ordenador y escanear su pasaporte. La minuta
no suele sobrepasar los mil dólares.
Es necesario destacar que la ocultación de patrimonios procedente de la evasión
fiscal, con ser una actividad ilegal, no es la que mayor poder destructor
sistémico confiere a los paraísos fiscales. Gabriel Zuckman, uno de los
principales estudiosos de estas jurisdicciones opacas, estima que el importe de
los capitales remansados en los paraísos fiscales puede suponer el 8% de la
riqueza mundial, equivalente a 5,3 billones de euros. No lo sabemos a ciencia
cierta y no resulta aventurado, por tanto, suponer que se trata de estimaciones
conservadoras.
Por supuesto que Panamá es un enclave de baja o nula fiscalidad, pero su
autentica perversión procede de la cobertura jurídica que provee de la verdadera
identidad de los titulares de sus sociedades.
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El bufete Mossack Fonseca.
La compañía analizada en esta historia es Mossack Fonseca, un proveedor
panameño de empresas ‘offshore’ con docenas de oficinas en todo el
mundo. Vende empresas pantalla en ciudades como Zúrich, Londres y
Hong Kong, en ocasiones a precios de saldo. Los clientes pueden adquirir
una compañía anónima por menos de mil dólares. Sin embargo, por ese
precio solo se adquiere una ficha vacía. Por una comisión adicional,
Mossack Fonseca facilita un director fiduciario ocultando la identidad del
accionista real. El resultado es una sociedad opaca cuyo propósito final y
estructura de propiedad son indescifrables desde el exterior. Mossack
Fonseca ha fundado, vendido y gestionado miles de estas compañías. Los
documentos ofrecen una visión detallado de cómo Mossack Fonseca
acepta rutinariamente intervenir en actividades de negocio que viola
potencialmente la legalidad internacional ayudando a la evasión fiscal y al
blanqueo de capitales.
No cabe el recurso contra una sociedad panameña por evasión fiscal, dado que
esta conducta no está tipificada en el ordenamiento panameño como delito.
Pero aunque lo fuera resultaría vano perseguir una sociedad registrada en este
tipo de paraísos fiscales : tras un interminable proceso judicial se identificarán
aquellos directivos de la compañía que son ‘fiduciarios’ del auténtico
propietario, cuya identidad está prohibido desvelar. En realidad los directivos
interpelados lo serán también de cientos o de miles de otras compañías. Se trata
de hombres de paja con cobertura legal bajo la forma del ‘trust’ o negocio
fiduciario (sociedades pantalla). Dada la opacidad y desconocimiento del último
titular de este tipo de sociedades, Panamá –junto a otros Paraísos fiscales-
ampara todo tipos de actividades delictivas, desde la trata de blancas y el tráfico
de armas al narcotráfico y el crimen organizado.
Evidentemente, los ‘papeles de Panamá’ representan solo la punta del iceberg de
un descomunal fiasco mundial que traslada a sus villanos o criminales de una
jurisdicción a otra a falta de una autoridad global que regule, controle y
sancione las conductas delictivas. Los paraísos fiscales apuntan directamente al
corazón de la democracia. Porque fiscalidad y democracia son tan inseparables
como que históricamente esta nace del control y habilitación de aquella. Y
porque las democracias modernas se han desarrollado sobre un contrato social
que las jurisdicciones opacas pisotean sin rubor. Los paraísos fiscales
constituyen, para nuestro sonrojo, la inmensa cloaca del capitalismo, minando
con su mera existencia los pilares fundacionales de la economía de mercado: la
ausencia de posiciones privilegiadas de mercado que conculcan
sistemáticamente las reglas del juego. Y más si amparan conductas criminales.
A la condena rotunda de los sucesos relatados sigue una dramática pregunta:
¿cambiará algo en las grandes Instituciones multilaterales y, detrás de ellas, en
los gobiernos demócratas del mundo, a raíz de estas revelaciones?