Este documento describe el caso de un niño de 11 años que desarrolló el síndrome de Stevens-Johnson secundario al tratamiento con fenitoína para convulsiones epilépticas. El paciente presentó fiebre, malestar general y lesiones exantemáticas en la piel y mucosas. Fue ingresado en el hospital donde se suspendió la fenitoína y se inició tratamiento con corticoides, antibióticos y cuidados. Su condición mejoró y fue dado de alta después de 12 días.