Las infecciones son las complicaciones más frecuentes y mortales en pacientes trasplantados. El diagnóstico es difícil debido a manifestaciones clínicas atenuadas por los medicamentos inmunosupresores y a un diagnóstico diferencial más amplio. El riesgo es mayor en el primer mes después del trasplante y disminuye después del sexto mes a niveles similares a la población general.