2. Los 12 tipos de fiebre (características y riesgos para la salud)
Dependiendo de cuál sea la causa y de cómo evoluciona con el tiempo,
estaremos ante un tipo de fiebre u otra, que es un mecanismo de defensa de
nuestro cuerpo.
La fiebre consiste en un aumento temporal más o menos pronunciado de
la temperatura corporal. Se trata de una manifestación clínica de que algo en
nuestro organismo no funciona como debería, generalmente porque estamos
sufriendo una infección.
Aunque es algo muy subjetivo y que depende de cada persona en función de
cuál sea su temperatura “normal”, se considera que una temperatura entre los
37’2 °C y los 37’9 °C es una febrícula, es decir, el famoso “tener unas
décimas”. Todo lo que esté por encima de los 38 °C ya es fiebre.
Y aunque venga acompañada de síntomas y de malestar general, la fiebre es
nuestro mejor mecanismo de defensa frente a las infecciones y otros procesos
inflamatorios, pues con este aumento de la temperatura corporal se consigue
estimular el sistema inmune y, en caso de que algún patógeno esté
involucrado, se limita su crecimiento.
Más allá de esto, la fiebre puede tomar formas muy distintas, por lo que se
clasifica en distintos tipos en función tanto de cómo progresa en el tiempo y de
cuál es su origen, es decir, el desencadenante.
¿Qué tipos de fiebre existen?
La fiebre ayuda a nuestro cuerpo a superar enfermedades y a combatir
amenazas potencialmente peligrosas, por lo que no debe ser algo que nos
preocupe, pues es señal de que el organismo está luchando contra algo. Solo
cuando la fiebre es superior a los 39’4 °C habría que solicitar atención médica.
Y en función de su progreso y del motivo por el que se tiene fiebre, esta puede
clasificarse en distintos tipos.
1. Según su progreso
Todos hemos tenido fiebre alguna vez, y sabemos que no siempre progresa del
mismo modo ni se alcanzan picos de temperatura iguales. Por ello, en función
de cómo evoluciona en el tiempo, hay cuatro tipos de fiebre.
1.1. Febrícula
La febrícula es aquel aumento de la temperatura corporal que no llega a superar
los 37’9 °C, por lo que no se considera fiebre como tal. Además, no hay un pico
claro de temperatura, sino que se mantiene estable en esas “décimas de más”
durante un tiempo más o menos largo. Algunas infecciones leves, como por
ejemplo el resfriado común, cursan con esta febrícula.
3. 1.2. Fiebre en pico
La fiebre en pico es la más frecuente en las enfermedades infecciosas, con la
gripe como más claro ejemplo. Es aquella fiebre superior a los 38 °C en la que
el aumento de la temperatura corporal alcanza de forma más o menos rápida un
pico en el que se mantiene un tiempo y luego empieza a bajar progresivamente
con o sin tratamiento.
La diferencia con la febrícula es que la temperatura máxima que se alcanza es
superior y que el progreso de la fiebre sigue una curva de crecimiento, mientras
que en la febrícula es algo estable.
1.3. Fiebre remitente
La fiebre remitente no es tan común como las dos anteriores. Algunas
enfermedades inflamatorias (generalmente reumáticas, es decir, por trastornos
en las articulaciones) hacen que la temperatura suba y baje a lo largo del día,
haciendo que haya picos de fiebre que van apareciendo y desapareciendo. Es
decir, durante un mismo día, la fiebre “va y viene”.
Es una fiebre en pico, aunque en este caso, después de volver a la temperatura
base, esta vuelve a aumentar.
1.4. Fiebre recidivante
Propia de enfermedades poco frecuentes en los países desarrollados como por
ejemplo el paludismo, la fiebre recidivante es aquella similar a la remitente,
aunque en este caso los picos de fiebre no aparecen y desaparecen el mismo
día, sino que se tiene fiebre durante varios días, después unos días con
temperatura normal y después se vuelve a tener fiebre, siguiendo así un ciclo.
2. Según su causa
Si bien es cierto que las infecciones son el motivo por el que más frecuentemente
desarrollamos fiebre, hay muchas otras situaciones y enfermedades no
infecciosas que pueden disparar este aumento de la temperatura corporal.
Y es que cualquier patología que requiera de un activación del sistema inmune
hará que el cuerpo recurra a la fiebre para combatirla de forma más efectiva.
2.1. Fiebre por infección
Infecciones pulmonares, gastrointestinales, bucales, de la garganta… En la
práctica totalidad de veces que un patógeno coloniza alguno de nuestros
órganos o tejidos, tenemos fiebre. Y es que este aumento de la temperatura
corporal es un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo para eliminar esta
amenaza lo más deprisa posible.
Con la fiebre, el sistema inmune trabaja de forma más rápida y, además, como
los gérmenes más comunes solo crecen bien a 36-37 °C, con este aumento de
la temperatura se frena su crecimiento.
4. 2.2. Fiebre por trastorno autoinmune
Entramos ya en el terreno de todas las causas de fiebre en las que no entra en
juego ninguna infección, pues aunque la mayoría de veces está vinculada a ellas,
también hay otros detonantes. Un trastorno autoinmune es toda aquella
patología inflamatoria (artritis, lupus, hepatitis autoinmune…) que aparece
porque, debido a alteraciones genéticas, las células del sistema inmunitario
atacan a células de nuestro propio cuerpo porque, erróneamente, las consideran
como amenazas, es decir, las atacan como si fueran patógenos.
La fiebre aparece porque el cuerpo cree que está combatiendo una infección.
2.3. Fiebre oncológica
La presencia de cánceres también suele disparar un aumento de la temperatura
corporal, y es que el sistema inmune detecta estos crecimientos tumorales e
intenta neutralizarlos. De hecho, el sistema inmune actúa de la misma manera
contra estos cánceres que contra las bacterias, virus y cualquier tipo de
patógeno. Por ello, para trabajar de forma más activa y eliminarlo antes de que
provoque daños, la temperatura corporal aumenta.
Desarrollamos muchos tumores a lo largo de nuestra vida, aunque la mayoría de
ellos desaparecen antes de que den problemas gracias a la acción de las células
inmunitarias.
2.4. Fiebre por vacuna
Las vacunas, aunque varían mucho en la composición, son, básicamente,
patógenos inactivos. Cuando se desarrolla una vacuna, se utilizan partes de las
bacterias y virus contra los que se quiere que la persona desarrolle inmunidad.
De este modo, una vez en nuestro cuerpo, el sistema inmune detecta estas
partes y las “memoriza”, de manera que cuando reciba el ataque de ese
patógeno real, podrá detectarlo rápidamente y eliminarlo antes de que nos
provoque la enfermedad.
Las vacunas nos dan inmunidad sin tener que enfermar. Sin embargo, es común
que las vacunas provoquen algo de fiebre. Y no porque sean tóxicas, sino
simplemente porque el sistema inmune cree que realmente está siendo atacado,
pues cree que esas partes inactivas son el patógeno real. Por ello, el cuerpo
aumentará la temperatura para estimular el sistema inmune.
Además, la fiebre tiende a ser baja ya que el organismo ve rápidamente que
aquello no es una amenaza peligrosa.
2.5. Fiebre por dentición
En los bebés, la dentición, es decir, el crecimiento de los dientes a través de las
encías, puede causar un ligero aumento de la temperatura corporal, aunque
generalmente es una febrícula. Y es que la salida de los dientes provoca un
5. proceso inflamatorio en las encías, motivo por el que a veces se observa este
aumento de temperatura.
De todos modos, si es superior a los 38 °C, habría que ir al médico, pues la
dentición no llega a provocar una fiebre como tal, por lo que lo más probable es
que el bebé sufra alguna infección.
2.6. Fiebre como efecto secundario de medicamentos
Hay algunos medicamentos y fármacos que tienen la fiebre como posible efecto
adverso, y es que estas sustancias, especialmente los antibióticos, pueden
provocar un (generalmente) ligero aumento de la temperatura corporal.
Aproximadamente el 5% de los efectos secundarios del consumo de fármacos
están vinculados a la aparición de fiebre, aunque esta desaparece sin mayores
complicaciones al finalizar el tratamiento en cuestión. Excepto en casos aislados,
esta fiebre, que también recibe el nombre de fiebre medicamentosa, no llega
nunca a ser grave.
2.7. Fiebre por la presencia de coágulos
Relacionada con los trastornos vasculares, la fiebre también suele ser la manera
que tiene el cuerpo de eliminar los coágulos. Con un aumento de la temperatura
corporal, el organismo busca acelerar todos los procesos inmunes e
inflamatorios para eliminar cuanto antes este coágulo antes de que obstruya
algún vaso sanguíneo.
2.8. Fiebre de origen desconocido
La fiebre de origen desconocido es aquella condición clínica en la que se observa
una temperatura superior a los 38’3 °C pero para la que no se puede encontrar
el motivo. Al menos de forma aparente, no hay infección, no hay problemas
autoinmunes, no se padece cáncer y tampoco se están tomando
medicamentos… Ninguna prueba de análisis de sangre ni de diagnóstico por
imágenes detectan que haya nada “raro” en el cuerpo de la persona.
De todos modos, aunque no se encuentre la causa de la fiebre, mientras esta
desaparezca a los pocos días no tiene por qué ser señal de nada grave. El
problema viene cuando esta fiebre de origen desconocido se prolonga durante
más de 3 semanas, en cuyo caso los médicos deben encontrar la enfermedad
de fondo y analizar de forma más exhaustiva.
Uno de los principales motivos de este tipo de fiebre es una inmunodepresión,
como la provocada, por ejemplo, por el virus del VIH.