1. Del ser en sí, hasta el ser para siempre
(Ese fue será Fidel)
No en vano se dice de él que nació para la revolución. Para orientar la
transformación. Habida cuenta de su talante, incluido el don de la palabra. Y de lo
gestual, como lenguaje ameno y sólido. Siendo así, entonces, su vida fue
recorriendo el universo. En busca de la libertad. En ese proceso, del paso a paso,
niño miraba el universo. La suya, metida en el arrebato, sólida y en vuelo absoluto.
Y empezó, así, una gesta. Desde ese proceder de familia sin afugias. Pero, él
mismo, pensando que lo que se ve puede ser destruido y reconstruido. En esos
afanes. Retomando la holgura intelectual de José Martí. En un volver atrás,
bebiendo en las fuentes. Tal vez conociendo lo Marx y Lenin, por la vía de su
tozudez. De aquel sujeto empeñado en viví viviendo lo habido. Tanto en su patria,
como en el contexto político internacional. Una apuesta un tanto breve y liviana, en
su primer vuelo libertario.
Empezó a no saber claudicar. A empoderarse de esa personalidad avasalladora.
Con esa palabra intrépida e herética. Sin confundir roles. De aquí y de allá. Con
mirada insaciada. Hurgándolo todo, como quien, en premonición primaria, sabía
que los textos, en su lectura, ilustran; pero también deben ser entendidos y
aplicados. Un horizonte no benévolo. Por lo que era expresión del dominio y el
poder bastardo. Unas ínfulas, las de Batista, unidas a las perspectivas del imperio.
Y, en la expresión moderna, una definición de cuño.
Como, se fue tejiendo su pulso bravo. Y cómo encontró eco en sus pares; es algo
no dilucidado. Por lo mismo que en el ir yendo de cada sujeto, prima y es
fundamental, lo que cada uno o cada una tenemos de autonomía en la visión y en
la acción. O, sino que lo encontremos en la palabra y la acción de Aideé
Santamaría. O, sino que lo vemos en Camilo Cienfuegos. O, en Ernesto Guevara.