Aristóteles sostiene que el fin último de la acción humana es la eudaimonía o vida plena y excelente. La eudaimonía perfecta es la vida teórica dedicada a la contemplación, pero la forma más acorde a la naturaleza humana es la vida política virtuosa fundamentada en la prudencia y las virtudes morales. Aristóteles distingue entre virtudes intelectuales relacionadas con el conocimiento y virtudes morales relacionadas con la voluntad, siendo la más importante la prudencia que guía a elegir el justo