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Investigación en la Escuela, nº 4, 1988
La práctica docente y la
formación de maestros (*)
Elsie Rockwell y Ruth Mercado (**)
Dpto. de Investigaciones Educativas
México, D.F.
RESUMEN
Se expone la necesidad de reconceptualizar la práctica docente, estableciendo las relaciones entre ésta y el contexto escolar en
que se efectúa, así como /aes implicaciones de este enfoque sobre laformación del profesor.
El trabajo de maestro se realiza dentro de
un espacio social específico: la institución es-
colar. Parecería obvia esta afirmación, pero a
pesar de ello existe poca reflexión acerca de la
relación entre la práctica del maestro y la
escuela, que es su contexto cotidiano de traba-
jo. Esta carencia es especialmente palpable en
las instituciones de formación y de actualiza-
ción docente, en las que se expresa una queja
constante frente a la gran desvinculación en-
tre los contenidos de formación y la realidad
escolar que enfrentan los maestros al regre-
sar.
Entre las propuestas de formación docente
y la práctica de los maestros siempre media
una realidad institucional preexistente, diná-
mica, compleja, que establece formas de rela-
ción social, concepciones educativas y jerar-
quizaciones específicas del trabajo docente.
¿Qué implica el contexto escolar en la defini-
ción, jerarquización y transformación del con-
tenido y del sentido de la práctica docente?
¿Cómo se puede recuperar la realidad escolar
dentro de los proyectosde formación y actuali-
zación de maestros?
Antes de ofrecer algunas respuestas a estas
preguntas, trataremos de aclarar la concep-
ción de institución escolar que·enmarca nues-
tra reflexión y a la que fue posible llegar sólo
después de desechar la noción de «norma»
como eje de la definición del concepto de insti-
tución; en su lugar, hemos avanzado hacia la
comprensión de los procesos sociales que cons-
tituyen, a través de la historia, acadaescuela.
Las condiciones materiales de ésta, los sa-
beres del maestro, considerado como sujeto, y
el cruce de la biografía personal y la historia
social ofrecen tres aproximaciones distintas a
lapráctica docente en su relación con laescue-
la. Esta reconceptualización, finalmente, tiene
implicaciones para la práctica de formar do-
centes, y para las tareas de investigación y las
formas de participación de los maestros.
(*) Publicado anteriormente en la obra«La escuela, lugardel trabajo docente» de las mismas autoras. Editado por el Centro
de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN de México, D.F. {1986).
(**) Departamento de Investigaciones Educativas.
José Mª Velasco, 101
03900 México, D.F.
Investigación en la Escuela, nº 4. 1988 65
Investigación e Innovación Escolar
La conceptualización del contexto
institucional
Existe la tendencia de aproximarse al
maestro con un enfoque tan estrecho que se le
aisla del contexto en que trabaja. Aun cuando
se reconoce que trabaja en un sitio llamado
escuela, con frecuencia se supone que la ac-
tuación como docente depende más de rasgos
de personalidad, _intenciones conscientes y for-
mación profesional o cultural previa, que de
cualquier caracteristica de la institución esco-
lar que enmarca y constriñe, y también posibi-
lita, su trabajo. Se refleja en esta tendencia
investigativa cierta concepción teórica, pero a
la vez un trasfondo moralista, una propensión
a responsabilizar al maestro de los resultados
de la educación, a enjuciarlo o bien defenderlo,
pero rara vez a conocerlo o estudiar el contex-
to en el que trabaja.
¿Pero qué significa el «contexto» de la prác-
tica docente? Este término, sin mayor clarifi-
cación, resulta ser demasiado general, ya que
abarca desde la situación inmediata en que
actúa el maestro frente al grupo hasta la
«totalidad social». Cada escala de contexto
tiene su propia lógica, sus propias posibilida-
des o bien deficiencias explicativas. Los estu-
dios existentes que ligan la práctica del maes-
tro con el contexto se encuentran polarizados,
unos en lo «micro», otros en lo «macro». En el
caso de la escala más próxima, la situación de
interacción verbal, la investigación sociolin-
güística ha reconstruido la lógica del discurso,
pero tiende a perder de vista el lugar en que
ocurre esa interacción: la escuela. En el otro
polo se recurre a la posición del docente en los
llamados Aparatos Ideológicos de Estado para
explicar su práctica, pero, igualmente se tien-
de a perder de vista las condiciones concretas
de trabajo del maestro y su actuación en tanto
sujeto.
Entre estos polos encontramos la relativa
ausencia de una escala importante, la escuela,
diferenciable tanto del salón de clases como
del sistema escolar, que tienden a ser las
unidades de análisis de la investigación educa-
tiva existente. La observación en el salón de
clases muestra que ahí ocurren cosas inexpli-
cables dentro del marco del propio salón. Las
acciones y prioridades de los maestros, las
respuestas de los niños y las múltiples inte-
66
rrupciones cotidianas remiten constantemen-
te a lo que se encuentra más allá de las cuatro
paredes del aula. Por otra parte, las grandes
relaciones del sistema escolar, como la cons-
tante que se da entre el fracaso escolar y la
clase social, aparecen en el salón mediadas por
características propias de la institución esco-
lar que propician, legitiman y, en casos, con-
trarrestan esas relaciones. Así, para compren-
der la práctica docente resulta ineludible
mirar la escuela.
Identificada la escuéla como contexto perti-
nente para comprender la práctica docente, se
presenta el problema del concepto de institu-
ción. Nuestro propio acercamiento a la escuela
implicó un proceso de reconceptualización de
la institución. A lo largo de las primeras obser-
vaciones de campo constatamos la enorme
distancia entre dos planos que categorizába-
mos, entonces, como «norma y realidad» o
bien como «norma y cotidianeidad». La con-
cepción de institución desde la cual mirába-
mos inicialmente remitía a las normas, espe-
cialmente a las oficiales o estatales. Desde esa
perspectiva la práctica de maestros y alumnos
se tiende a ver como una actuación conforme
a lo prescrito por las normas, o bien como
«desviada» de ellas; la práctica «desviada» no
parece, en ese caso, corresponder a la institu-
ción.
Pero esta concepc10n de institución nos
planteaba muchos problemas al observar y
analizar cada escuela concreta. Cuando la
práctica cotidiana de los sujetos no correspon-
de a la norma, como era el caso, ¿dónde queda-
ba la escuela? No podía quedar sólo en la
norma oficial, en reglamentos que tenían poca
vigencia real, como si todo aquello que obser-
vábamos no «debia ser» la escuela. Replantea-
mos entonces el problema en términos de dos
normas, una «oficial», expresada generalmen-
te en documentos, y otra «real», que se tendría
que inferir de la práctica cotidiana de los
sujetos en la escuela. Pero de ¿cuál práctica?
¿De la recurrente o «normal»? ¿De la reconoci-
da o expresada por los sujetos? Aún así nos
encontramos con prácticas heterogéneas. En
caso de poder determinar la «norma real»,
¿dónde quedaban las prácticas que no corres-
pondí;rn a esa norma real? ¿Fuera de la escuela
como institución aunque ocurran cotidiana-
Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
La práctica docente y la formación del maestro
mente dentro de laescuela como lugar? ¿O es que
existen múltiples normas en la escuela? (1).
Tal vez un ejemplo haga más claro el dilema
al que nos enfrentamos (2). En la enseñanza
de la lectura y la escritura, en primaria, la
práctica del maestro no siempre corresponde a
lo que prescibe el programa o los libros de
texto, considerados en este caso como «la
norma oficial». Incluso las exigencias, explici-
tas o implicitas, de directores y supervisores
contradicen esa norma, y además, éstos difie-
ren unos de otros. Según la primera concep-
ción de institución estas prácticas serían sim-
plemente «desviaciones», por muy constantes
que fueran. Algunas corresponden a normas
oficiales anteriores; otras representan recur-
sos o estrategias que utiliza todo maestro al
trabajar con los alumnos. Frente a estos he-
chos buscamos la «norma real» que pudiera
dar cuenta de lo que ocurre en la escuela. Hay
prácticas recurrentes, las copias en el cuader-
no, por ejemplo, que podrían considerarse co-
mo «normas». Algunas incluso son reconoci-
das como tales al ser recomendadas a los
nuevos maestros por los viejos. Otras prácti-
cas, como las estrategias para enseñar el aná-
lisis de oraciones, pueden ser menos conscien-
tes y no suelen ser explicitadas como normas,
aunque sean muy recurrentes. Dentro de cada
escuela, ciertas prácticas aparecen como más
legítimas, otras son efectivamente sanciona-
das; ambos tipos indican la existencia de nor-
mas reales.
Así, en este caso, parecía posible inferir
«normas» a partir de las prácticas reales, y en
consecuencia clasificar lo que observábamos
según correspondía o no a lo recurrente, lo
legitimo, o lo reconocido como norma. Lo
«anormal» incluía desde prácticas excepciona-
les, o aun reprimidas, como la de organizar
cierto tipo de juegos con los alumnos, hasta
otras que corresponden poco al «deber ser» del
maestro, como la de preparar las clases dentro
del salón o leer revistas mientras los alumnos
hacen su trabajo. Así, bajo esta concepción de
norma, aún parecen coexistir dentro del mis-
mo espacio escolar prácticas normales y prác-
E. Rockwell y R. Mercado
ticas «desviadas», prácticas «escolares» y
prácticas «no escolares». Seguía escindida en
dos partes la realidad orgánica cotidiana ob-
servable en las escuelas.
Sin embargo, toda esta concepción de insti-
tución referida a la norma, ya sea «oficial» o
«real», dejó de ser pertinente al analizar la
práctica docente desde otra perspectiva, la de
los procesos que ocurren en la escuela. En el
caso anterior, al analizar el proceso de apro-
piación de la lengua escrita, encontramos que
éste no se circunscribe al dominio de «lo esco-
lar», tal como se podría definir aun a partir de
la norma real. La apropiación y el uso de la
lengua escrita es un proceso constante en el
trabajo docente cotidiano, donde son insepara-
bles las necesidades de preparación y ense-
ñanza, dadas las condiciones mismas del tra-
bajo escolar. Desde la perspectiva del trabajo
docente, a diferencia de la del «rol» docente,
existe una continuidad lógica entre ciertas
prácticas que pueden no corresponder al «de-
ber ser», como consultar el programa durante
la clase, y otras más cercanas a la norma,
como exponer cierto contenido programático.
Ambas tienen su razón de ser. En la práctica
docente real son inseparables, de hecho, las
rutinas recurrentes, «normales», y las accio-
nes únicas, requeridas por la interacción inme-
diata con alumnos o generadas sobre la mar-
cha para poder enseñar.
Desde los alumnos, tanto las prácticas «es-
colares» como las «no-escolares» que ocurren
en el salón son potencialmente significativas,
en este caso, para su propia apropiación de la
lengua escrita. Al observar los alumnos cómo
actúa el maestro y al participar ellos mismos
en prácticas diversas que requieren de lectura
y escritura (desde contestar cuestionarios
hasta mandarse recados), se da, de manera
continua, el aprendizaje de usos de la lengua
escrita dentro del contexto escolar, correspon-
da o no ese proceso a la norma oficial. De
hecho, en cualquier salón de clase, gran parte
de la actividad de los niños escapa a las nor-
mas explícitas o implícitas del «rol» de alum-
(1) La discusión anterior se encuentra ampliada en E. Rockwell y J. Ezpeleta. la escuela, relato de un proceso de
construcción inconcluso, (1983).
(2) Este ejemplo se encuentra en E. Rockwell. Los usos escolares de la lengua escrita, (1982).
nvestigación en la Escuela, nº 4. 1988 67
Investigación e Innovación Escolar
no. Lo importante sin embargo, es no conside-
rar esa actividad como «desviada», como
necesariamente irrelevante o contraria a la
función educativa de la escuela. La observa-
ción más cuidadosa ha mostrado como todo
tipo de actividad es integrado por los niños a
los procesos educativos que se dan en la escue-
la (3). .
Desde el punto de vista de los procesos que
ocurren en la escuela, aun de aquellos tan
centrales a la existencia misma de la institu-
ción como la apropiación de la lengua escrita,
deja de tener sentido la clasificación de las
prácticas según alguna norma, sea ésta «ofi-
cial» o «real». Los procesos que ocurren en la
escuela, y que son los ejes de su constitución,
de hecho integran tanto prácticas que corres-
ponden a la «norma» como otras, que no co-
rresponden.
Este hecho ha mostrado la insuficiencia de
aquella conceptualización de institución que le
da prioridad a la norma. En realidad, la nor-
ma, sobre todo la oficial, parece estorbar en
cualquier intento de conocer laescuela, porque
no permite ver toda la riqueza histórica y el
trabajo significativo que se dé allí, «fuera de la
norma». Esto no significa suponer que la nor-
ma no existe; desde luego, sigue siendo posible
reconstruir normas a partir de los discursos y
las prácticas recurrentes o más legítimas;
existen normas diversas y frecuentemente
contradictorias en la vida de cualquier institu-
ción. Sin embargo, esas normas dejan de ser el
elemento articulador de una concepción de
institución, para tomar su lugar como uno más
de los elementos que entran en juego en los
procesos que constituyen, en este caso, la
institución escolar.
A partir de esta concepción cobra cada vez
más importancia la materialidad histórica y
cotidiana de las escuelas. Muchas de las prác-
ticas que se observan a diario dejan de perci-
birse en contraposición a alguna norma; dejan
de ser «negativas», en el sentido de «negar»
una norma, y se perciben como «positivas», no
necesariamente en el sentido de ser «buenas»,
sino simplemente en tanto que dan existencia
material a las escuelas y están presentes en
ellas. A partir de reconocer esas prácticas, lo
importante es saber cómo han llegado a exis-
tir, cómo responden a las condiciones reales de
trabajo y qué significado tienen dentro de la
escuela. Aparece así una escuela histórica,
tangible y observable, dentro de la cual pue-
den empezar a adquirir sentido las actuacio-
nes de los maestros y de los alumnos.
La relación entre práctica docente y
contexto institucional
Con base en esta reconceptualización em-
pieza a aclararse la relación entre la práctica
docente y su «contexto institucional». La pri-
mera referencia a este contexto no es la norma
institucional sino las condiciones materiales
de la escuela, de cadaescuela, en que trabajan
los maestros. Estas condiciones materiales no
son sólo los recursos físicos para el trabajo,
sino también, entre otras cosas, las condicio-
nes laborales, la organización escolar del es-
pacio y del tiempo y las prioridades de trabajo
que resultan de la negociación cotidiana entre
autoridades, maestros, alumnos y padres (4).
A los maestros, por otra parte, los empeza-
mos a conocer no sólo en su «papel» de maes-
tros, sino también como sujetos, es decir, como
personas que organizan su propia vida y tra-
bajo dentro de las posibilidades que dan las
condiciones materiales de cada escuela. Como
sujetos, se apropian selectivamente de saberes
y de prácticas, para sobrevivir y para realizar
su trabajo. A la vez, estos saberes y prácticas
contribuyen a la conformación misma de cada
escuela (5). Entre otras cosas los maestros se
apropian, diferencialmente, de las normas es-
colares, que pueden utilizarse de diversas ma-
neras, por ejemplo para legitimar acciones
propias o para controlar acciones ajenas. La
(3) Véase V. Edwards. Los sujetosy la construcción socialdel conocimiento en la escuela (1985).
(4) La conceptualización de las condiciones materiales del trabajo docente fue explicitada dentro del equipo de proyecto.
Respecto a la definición cotidhna de las prio1idades de trabajo, véase C. Aguilar, El trabajo de los maestros, una
construcción cotidiana, (1986).
(5) R. Mercado. La escuela primaria gratuita, una lucha popular cotidiana, (1985).
68 Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
La práctica docente y la formación del maestro
práctica docente que se observa en las escue-
las tiene así un sustento en determinados
sujetos que ponen en juego sus propios sabe-
res e intereses, sujetos particulares cuya his-
toria personal y profesional se enlaza con la
historia social.
La historiaes, en este sentido, un tercer eje,
precisamente aquél que puede dar cuenta de
toda la heterogeneidad que encontramos en la
práctica docente. Por una parte, el trabajo del
maestro se ubica en determinada escuela, que
lo condiciona y que exige prácticas diferentes,
según la trayectoria histórica de esa escuela.
Por otra, la biografía misma de los maestros,
su apropiación de saberse a lo largo de su
experiencia docente, contribuye a conformar
las características propias de cada escuela.
Así, esta relación entre la construcción históri-
ca y la biografía personal muestra otro nexo
entre la práctica docente y el contexto institu-
cional.
Trataremos de explicitar algunas de las
implicaciones de estas tres relaciones.
Condiciones materiales del trabajo
docente
Las condiciones materiales de laescuelason
la base imprescindible para analizar la prácti-
ca docente. ¿Qué significa condiciones mate-
riales? Se piensa ante todo en el edificio y los
recursos didácticos, que son tal vez los ele-
mentos más variables entre las escuelas, no
sólo de México, sino del mundo. Las constan-
tes materiales que definen a una escuela son
mínimas: algo que enmarque el espacio del
aula, casi invariablemente rectangular, y
asientos para un grupo, ordenados de frente al
lugar del maestro. Este arreglo que caracteri-
za de manera tan inconfundible al aula escolar
tiene, sin embargo, múltiples expresiones con-
cretas; hay aulas rurales rudimentarias en que
apenas sí se techa un espacio y se usan botes
y tabiques como asientos, y en el otro extremo,
aulas modernas que disfrazan la disposición
básica con múltiples «centros de interés» y
aparatos tecnológicos modernos. Estas condi-
ciones materiales, como sabe todo maestro,
posibilitan prácticas diversas; pero no necesa-
Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
E. Rockwell y R. Mercado
riamente las condiciones más modernas impli-
can prácticas mejores.
Sin embargo, la idea de condiciones mate-
riales abarca más que los locales e implemen-
tos físicos de los que disponen los maestros.
Son también condiciones materiales las pau-
tas de organización del espacio y del tiempo en
cada escuela, así como los controles efectivos
sobre su uso. El patio escolar es un ejemplo de
espacio potencial de trabajo docente. cuyo uso
se encuentra condicionado a cierto tipo de
actividades y ciertos horarios; en México sí
suelen ocurrir ahí recreos y ensayos, en cam-
bio no se acostumbran simulacros de evacua-
ción, y el director prohíbe losjuegos de «madu-
ración» en ese espacio durante las horas de
clase, a veces por la presión de los padres que
prefieren ver que los niños trabajen dentro del
aula. El espacio y el tiempo no son así recursos
disponibles incondicionalmente para el docen-
te; siempre son mediados por toda la trama
organizativa y social de la escuela.
De la misma forma, operan como restriccio-
nes al trabajo docente otros múltiples elemen-
tos formales e informales del mundo escolar
institucional. Las relaciones específicas que se
mantienen con la supervisión y con los padres
de familia son condicionantes de la práctica
docente; se dan acciones del más diverso tipo
que, aunque sean externas a la escuela, inci-
den en el aula y afectan el trabajo del maestro
en muchos sentidos. El mismo hecho de traba-
jar con un grupo de alumnos, generalmente
grande, es una condicionante al tipo de rela-
ción pedagógica y de actividades que puede
poner en práctica un maestro.
Frente a este conjunto de condiciones mate-
riales del trabajo docente, que varía mucho de
una escuela a otra, el maestro tiene márgenes
de autonomía, también variables, para decidir
prácticas propias. Desde luego, existen límites
para la autonomía docente, tanto por las con-
diciones materiales de cada escuela como por
los procesos de control efectivos que se ejercen
sobre los maestros. El juego entre la autono-
mía y el control se da de manera especial en el
magisterio, distinto al caso de otros oficios; el
control se ejerce mediante mecanismos ideoló-
gicos y gremiales que pueden explicar cierta
convergencia existente en prácticas y concep-
ciones docentes, aun cuando el proceso del
trabajo docente se encuentre notablemente
69
lnvcstig,1ció11 e ln11ovación Escolar
libre de vigilancia directa (6). Dentro del aula
el maestro puede determinar, en cierta medi-
da, su quehacer cotidiano, dentro del ámbito
sujeto a su propia conciencia y los límites
dados por lanegociación con los mismos alum-
nos. Esta autonomía también tiene su cara
negativa: un aislamiento docente que contra-
rrestra, entre otras cosas, la comunicación y la
organización magisterial. Sin embargo, por
ella, también el aula es indudablemente uno de
los espacios escolares en que se gestan prácti-
cas docentes con sentido contra-hegemónico.
Regresemos a la escuela, que es, en si mis-
ma y toda ella, condición material del trabajo
docente. La escuela es el lugar privilegiado de
reunión natural y permanente para los maes-
tros, como la fábrica para los obreros. Pocos
espacios de reunión o de formación de maes-
tro::; en servicio pueden competir con la escue-
la, sobre todo cuando no se cuenta con la
liberación del tiempo de trabajo y con el local
escolar o de zona, es decir, con respaldo insti-
tucional (una de las claves del poder de las
dirigencias sindicales es justamente ese res-
paldo). La escuela es el contexto principal de
convivencia de los maestros. El aislamiento
del aula se rompe, potencialmente, en la es-
cuela, en la medida que no se impongan aisla-
mientos producidos por todos los otros moti-
vos de fragmentación del gremio... edad, sexo,
formación, agrupación, etc. La escuela es e/
sitio de comunicación entre maestros, a partir
del cual se arman redes con repercusiones
tanto para la práctica docente como para mu-
chos otros aspectos de la vida magisterial.
Tal vez por este hecho se reitera que los
maestro se forman en las escuelas en que
trabajan (7). Se sabe que en la escuela ocurre
gran parte de la formación del maestro, pero
se comprende poco cómo sucede. Este proceso
es tan informal y se encuentra tan sutilmente
integrado a la trama social de la escuela, que
es difícil distinguirlo en el flujo cotidiano, com-
puesto de numerosos pequeños intercambios
entre maestros, de consultas o reflexiones que
se incorporan a las decisiones diarias sobre el
propio quehacer. Sin embargo, esta formación
en el contexto de la escuela parece tener una
consistencia y efectividad decisivas. Desde
luego, no es un proceso que se dé al margen de
otros referentes, se tiene noción, desde la
escuela, de normas, de disposiciones oficiales
y de prácticas en otras escuelas. Una de las
muchas cosas que desconocemos es cómo en-
tran a este proceso formativo cotidiano los
elementos formales -los cursos o talleres, los
eventos culturales y los libros- a los que recu-
rren los maestros, persistentemente, en busca
de mejores soluciones a su quehacer diario.
Los sujetos y sus saberes
La resolución cotidiana de qué enseñar y
cómo hacerlo supone no sólo la reproducción,
sino la integración y generación de conoci-
miento por parte de quienes ejercen ese traba-
jo. Se trata de un conocimiento no formulado,
no sistematizado, ni explicitado como tal, pero
no por ello ausente (8). Desde esta visión la
realización de cualquier trabajo, tal vez parti-
cularmente la docencia, requiere de la incorpo-
ración de conocimientos de muy diverso ori-
gen, apropiados por los sujetos que lo ejercen;
implica el ensayo y construcción de soluciones
a los problemas que el trabajo mismo plantea
en las condiciones específicas en que se pre-
sentan. Significa la existencia de saberes ad-
quiridos en la resolución del trabajo diario y en
la necesaria refl~xión contínua que a la vez
éste impone, saberes que se encuentran inte-
grados a la práctica cotidiana, aún cuando no
se puedan explicitar conscientemente.
Saber ser maestro implica la apropiación no
sólo de contenidos y de teoría pedagógica, sino
también de una cantidad de elementos más
sutiles e implícitos en esos puntos donde se
cruzan lo afectivo y lo social con el trabajo
intelectual; son ejemplo de ello la cantidad de
(6) Desde luego, sí es vigilada la organización magisterial, a diferencia del proceso del trabajo. El control gremial de los
mae~tros, por lo menos en México, se ejerce por medio de mecanismos que entrelazan el doble poder de la administración
escolar y la dirigencia sindical, ejercida generalmente por las mismas personas. Pero este control está dirigido más por
criterios políticos que por normas técnicas o pedagógicas, en la medida que es posible hacer esta distinción. Véase E.
Sandoval. Los maestros y su sindicato: relaciones y procesos cotidianos, (1985).
(7) Otro ámbito de formación significativo, aparte de las Normales, parece ser la familia, ya que por lo menos en México, el
magisterio es aún un oficio «heredado» dentro de las familias magisteriales, en un gran porcentaje de casos.
(8) F. Elbaz, The Teacher's Practica/ Knowledge: Report ofa Case Study (1980)
70
Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
La práctica docente y la formación del maestro
sabéres que se intengran a la habilidad docen-
te de trabajar con el grupo, de atender sus
inquietudes y organizar su actividad. A pesar
de que es posible constatar una posesión espe-
cífica de estos saberes, diferencial entre maes-
tros, es difícil, tanto para maestros como para
investigadores, explicitar su contenido; esa
misma dificultad se encuentra presente en los
intentos de integrar la experiencia del docente
al proceso de formación de nuevos maestros.
Sin embargo, sobre estos saberes se sustenta
gran parte del quehacer cotidiano.
Los saberes no llevan necesariamente en sí
mismos un signo valorativo; no son ni «cier-
tos» ni «falsos», «buenos» o «malos». Simple-
mente operan dentro de la situación de docen-
cia en la escuela, tal como ésta se ha
constituido históricamente. Ciertos saberes de
cómo actuar dentro de esta situación se con-
juntanen estrategias que le permiten al maes-
tro sobrevivir dentro de laescuela. Otros sabe-
res se retoman en los esfuerzos particulares
del maestro por darle sentido a su trabajo
docente. Cada saber puede asumir valor espe-
cífico al usarse y articularse por los maestros
en procesos sociales de diferente orientación
política.
El conocimiento que poseen los maestros en
relación con su trabajo se construye en gran
medida cotidianamente, en cada escuela. La
iniciación en el trabajo de maestro requiere de
aprendizajes nuevos que pueden o no remitir a
lo que se le enseñó en la Normal. El traslado
de una escuela a otra, el cambio de grado, la
promoción a director o a supervisor, la ubica-
ción en determinado medio o tipo de escuela,
la asignación de determinada comisión, todos
son momentos en la carrera profesional que
requieren de la apropiación de los saberes
necesarios para actuar competentemente en
cada situación nueva. Dentro del contexto
escolar algunos de estos saberes se transmiten
de manera explícita entre directores y maes-
tros o de maestros viejos a aquéllos que inician
su carrera; otros se construyen en el aisla-
miento de la práctica frente al grupo, de donde
resultan tanto respuestas comunes a los pro-
blemas, también comunes, que plantea la si-
E. Rockwell y R. Mcreado
tuación escolar al maestro, como versiones
particulares de los saberes compartidos.
Dado este proceso de una construcción acti-
va del saber que requiere el trabajo, se puede
suponer que la práctica docente no es repro-
ducción pasiva de la formación profesional o
de las normas oficiales. La diversidad de prác-
ticas concretas en las escuelas, la heterogenei-
dad de soluciones a los problemas de la institu-
ción y la variedad de formas de enseñanza
demuestran que el proceso de construcción del
saber del magisterio es selectivo. e incluso
innovador; se reproducen, se confirman o se
rechazan tradiciones y concepciones anterio-
res. Se generan o se elaboran, a veces colecti-
vamente, prácticas nuevas, incorporando al-
gunos de los recursos que se obtienen en la
Normal o en los cursos de formación docente.
Al margen de cualquier modelo abstracto de
docencia, es en la permanencia y el ejercicio
diario donde los maestros acumulan, recuer-
dan u olvidan, comparan, integran o rechazan
las propuestas de trabajo docente que se han
formulado desde distintos ámbitos sociales en
diferentes momentos históricos.
En la docencia, más que en otros trabajos,
se utilizan e integran los diversos conocimien-
tos sociales y culturales que el maestro posee
como persona, más allá de su formación profe-
sional como maestro. Este hecho es ineludible,
dada la complejidad de la situación docente,
complejidad que se da tanto en la relación con
el conocimiento escolar como en la relación
social con los alumnos. No existe un diseño
técnico del proceso de trabajo docente capaz
de conformar y de prever - y finalmente de
controlar- paso por paso, el quehacer cotidia-
no del maestro (9). Más bien, éste, como suje-
to, se encuentra en una situación objetiva que
lo obliga a echar mano de todos los recursos
posibles, técnicos y personales, intelectuales y
afectivos para poder seguir frente al grupo.
Este saber integrado a la práctica cotidiana
de los maestros es también constitutivo de la
institución escolar. Por una parte, asegura la
continuidad de cada escuela; por otra, explica
la variedad de experiencias que encuentran los
niños al trabajar con diferentes maestros en
(9) Algunos autores prevén que cie1tas modalidades de la «tecnología educativa» norteamericana si se aproximan a tal
situación; véase H. Giroux, Teacher Education and the ldeology ofSocial Control, en Ideology, Culture and the Process
ofSchoollng (1981).
Investigación en la Escuela, nº 4. 1988 71
Investigación e Innovación Escolar
su paso por la primaria. Por ello, los maestros
aportan un conocimiento imprescindible para
1a operación y para la transformación de las
escuelas.
En esta concepción, los saberes sociales
integrados a la práctica docente no remiten
sólo al ámbito de la experiencia individual,
sino que también se constituyen en producto
colectivo, social. En la resolución del quehacer
docente cotidiano, los maestros incorporan ex-
periencias y saberes de origen histórico diver-
so, es decir, en ellos se expresa una acumula-
ción histórica, matizada desde luego por
características particulares de los sujetos y de
las escuelas que enmarcan la práctica docente
cotidiana.
La historicidad de la práctica docente
Esta acumulación histórica expresada en el
presente se constituye en otra dimensión que
permite comprender la práctica docente ac-
tual. La historia es lo que da cuenta de esa
diversidad de prácticas cotidianas de los maes-
tros, que suelen calificarse de «desviadas».
No es fácil pensar una práctica actual en
términos de su historicidad. La idea común de
«historia» suele remitir al «tradicionalismo» de
la práctica docente, por lo general en términos
un tanto despectivos. En el ámbito educativo,
la historia aparece como un proceso de «mo-
dernización» que presenta como inevitable-
mente mejor lo que es más reciente. En el
ámbito de la formación docente, el término
correspondiente es la «actualización»; se pre-
supone que el maestro debe aprender «técni-
cas modernas» para superar una práctica do-
cente de años, con frecuencia, caracterizada
como «empírica». Desde luego, también existe
la contraparte de esta visión; en lugar de la
valoración a priori de todo «lo moderno», mu-
chas veces se escucha una queja generalizada
por todo lo actual, y una reminiscencia algo
nostálgica de otros tiempos en que la educa-
ción era mejor, se aprendía más, los maestros
eran más cumplidos o más estrictos; o bien se
piensa que los libros de tal o cual reforma
anterior eran mejores. Sin embargo, estas
perspectivas, ambas valorativas, aunque en
sentido contrario, no permiten realmente co-
nocer la práctica docente. Al igual que las
concepciones normativas, prejuician a laprác-
tica de determinada época, aún antes de cono-
cerla.
Esta tendencia valorativa es contraria a la
intención de explicar la práctica docente a
través de su historicidad. En primer lugar,
toda práctica docente, no sólo la «tradicional»,
es histórica; es construida en momentos histó-
ricos particulares. Es decir, toda práctica do-
cente refleja un proceso complejo de apropia-
ción y contrucción que se da en el cruce entre
la biografía individual y la historia de las
prácticas sociales y educativas. La biografía
de cada maestro incluye la apropiación de
ciertos saberes a lo largo de su experiencia
docente; todo maestro ha recurrido a la selec-
ción y utilización de elementos diversos, de los
que tiene noticia en momentos sucesivos de su
vida. Estos elementos, a su vez, provienen de
muy diferentes ámbitos, tanto profesionales
como personales; provienen de las disposicio-
nes del sistema educativo y los programas de
formación docente, así como del contexto es-
colar y el medio social específico, en que se
trabaja en diferentes momentos de la carre-
ra.
Algunos de los elementos de la práctica
docente muestran una continuidad histórica
muy larga; es el caso sobre todo de aquellas
prácticas que se heredan casi de manera in-
consciente de la observación temprana de los
propios maestros. En toda docencia existe
cierta base de continuidad histórica que segu-
ramente data desde los inicios de la escuela
(10) y que contiene elementos aún anteriores
(11).
(10) En este hecho se han apoyado algunas de las teorías de la reproducción. Véase P. Bourdieu y J.C. Passeron. La
Reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza, (1977).
(11) Por ejemplo en una tablilla sumeria escrita cerca de 2000 A.C. se lee, en una traducción algo modernizada:
72
- ¿Qué hiciste en la /escuela!?.
- Recité mi tabilla y comí mi almuerzo; preparé una nueva tablilla, la escribí y terminé.
...Fui a la casa, le leí mi tablilla a mi padre y él estuvo muy contento. /Le dije/ Despiértame muy temprano, no debo
llegar tarde o el maestro me pegará.
Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
La práctica docente y la formación del maestro
Sin embargo, no toda la práctica docente se
explica por esta continuidad histórica de fon-
do: no todo es reproducción. Existe también,
por lo menos en las primarias mexicanas, una
gran diversidad de prácticas docentes actua-
les. Esta diversidad no consiste sólo en formas
diferentes de hacer lo mismo, como supon-
drían algunos. Incluye una gama de concep-
ciones divergentes acerca del trabajo del
maestro, así como diferentes prioridades en
cuanto a ámbitos de trabajo (comunitario vs.
académico, por ejemplo) y a contenidos pro-
gramáticos. En la práctica actual coexisten,
además, a pesar de la visión estereotipada de
la escuela, relaciones radicalmente distintas
como los niños, como son las que apelan a las
experiencias propias de éstos, o bien las nie-
gan (12).
Por otra parte, las prácticas de cada maes-
tro son heterogéneas; dicho de otro modo, no
resulta posible clasificar maestros según «ti-
pologías» sencillas que remitan a métodos
(tradicionales vs. activos), a personalidad (au-
toritario/democrático); o a etapa de formación
(empíricovs. científico). En la práctica de cada
maestro se tiende a presentar esa heteroge-
neidad y puede ser amplia la variedad de
acciones que emprende, en distintos momen-
tos del día, en diferentes turnos, materias,
grupos o etapas de vida.
Esta heterogeneidad, resultado entre otras
cosas de la progresiva apropiación y utiliza-
ción de prácticas a lo largo de la vida de cada
maestro, no se da, desde luego, en un vacío: se
da en determinados contextos culturales y
sociales que están también en proceso de
transformación. Sería difícil imaginar que los
maestros pudieran desempeñar un «rol» tal
como se prescribe en las normas, reglamentos
E. Rockwelly R. Mercado
o programas vigentes en un período dado; más
bien conforman a ·lo largo de su vida una
práctica, acumulan una experiencia específica
y única, vinculada siempre a aquellos elemen-
tos concretos de los que pueden disponer, que
están presentes en las localidades en que se
desenvuelve su vida y su trabajo:
Como resultado de este proceso, la práctica
docente actual contiene las huellas de todo
tipo de tradiciones pedagógicas que tienen
origen en los diferentes momentos históricos
que ha atravesado la escuela mexicana. Sería
un error, sin embargo, caracterizar a esta
práctica, globalmente, como «tradicional». La
práctica docente ha cambiado históricamente
y sigue cambiando; no sólo incorpora nuevos
elementos propuestos desde los ámbitos técni-
cos del sistema, sino que también se generan,
desde los maestros mismos, prácticas y estra-
tegias distintas a las que han recibido. Las
clases que se observan no corresponden de
manera lineal a los programas y libros vigen-
tes, sino que integran recursos, elementos y
valoraciones características de diversos mo-
mentos en la trayectoria de la escuela y del
maestro.
Este proceso ha sido comparado a la consti-
tución del «banco de trabajo» de un viejo arte-
sano-obrero, que se describe en De.cadenas y
de hombres (13) y que contrasta, en esa obra,
con la concepción modernizante y supuesta-
mente eficientista de la empresa. Así como, en
ese caso, no fue posible incrementar la eficen-
cia con un reemplazo total de las herramientas
de trabajo que negaba la experiencia del obre-
ro, tampoco es posible «elevar la calidad de la
educación» con un reemplazo total de la prác-
tica docente, o más bien de las normas o
materiales que se supone la rigen; esto no
...Cuando desperté temprano en la mañana... mi madre medió dos panes, fui a la escuela. En la escuela me dijeron,
«por qué llegas tarde» y me dio mucho miedo, mi corazón latía fuerte... Entré y saludé con respeto al maestro...
El encargado de la reja me dijo. «Por qué cuando no estuve, te saliste» y me dió una paliza.
...El maestro me dijo. «Tu letra no está bien» y me pegó. «Has descuidado el arte de escribano».
En A. H. Lass y N. L. Tasman,Going to Scholl, (1980) p. 6-7. Trad. E. R.; véase también D. Tanck. La educación
ilustrada, 1786-1836, (1977), Capítulo: La vida escolar.
Si bien estos ejemplos muestran rasgos más estereotipados de la escuela, también es posible encontrar otros, como
las características, variables de cultura a cultura, de trato a los niños por cualquier adulto, que se hacen extensivos a
la práctica docente.
(12) Véase V. Edwards. Los sujetosy la construcción...
(13) R. Linhart, De cadenasy de hombres, (1979). Incluido como lectura en Taller para maestros de la 5a zona de Morelos;
Programa y materiales, elaborado por R. Quiroz, C. Aguilar, M.A. Candela, R. Mercado, E. Sandoval y otros,
Documentos, DIE, México, 1984.
Investigación en la Escuela, nº 4. 1988 73
Investigación e Innovación Escolar
significa que no interese o importe la calidad,
sino que ésta se puede construir sólo a partir
de la historia de la práctica docente y de la
experiencia de maestros, y no haciendo abs-
tracción de ella.
La formación de maestros y la
práctica docente
La reconceptualización de la práctica do-
cente que hemos esbozado hasta ahora tiene
in:iportantes consecuencias para el proceso de
formación de maestros. La visión normativa,
evaluativa y prescriptiva de dicha práctica ha
permeado, en gran medida, las propuestas
para la formación tanto de nuevos maestros
como de los que ya están en servicio. Al recon-
ceptualizarla, reemplazando la noción de «rol»
por la idea de un trabajo realizado por sujetos
particulares, en las condiciones materiales e
históricas específicas del contexto escolar, el
proceso de formación docente se aborda de
otra manera. Sin pretender agotar el tema,
nos interesaría plantear algunas ideas al res-
pecto.
Comenzaríamos por una reflexión que re-
mite a la «lejanía» que suele haber entre las
propuestas de formación-actualización de
maestros y las prácticas cotidianas escolares.
Esa distancia está relacionada, entre otras
cosas, con la visión evaluativa desde la cual
suele conceptualizarse la práctica docente
real. Desde ésta, la tendencia es tratar de
ajustar la práctica docente a un modelo dado,
implícito o explícito en las propuestas de for-
mación y, en ese sentido a buscar el «perfec-
cionamiento» de la práctica real. En las pro-
puestas llamadas de «actualización» y en las
de formación docente adscritas a esa perspec-
tiva se trata, en el fondo, de una confrontación
entre la práctica docente real (la cotidiana) y
los diversos modelos pedagógicos que circu-
lan, con mayor o menor peso, en el ambiente
educativo.
Por otro lado, la conceptualización evaluati-
va acerca de la práctica cotidiana ha tenido
como una consecuencia más la de obstaculizar
la construcción de conocimiento acerca de sus
contenidos reales. En tanto se le supone cono-
cida -a priori- en su «deficiencia», «tradicio-
nalismo» o como sea que se le califique, no se
plantea la necesidad de reconstruirla para
analizarla. En consecuencia, se supone que
todo el saber sobre docencia para las tareas de
formación existe sólo en las teorizaciones que
desde fuera de su conocimiento específico se
han producido. Es decir, el quehacer docente
cotidiano no parece ser fuente de un conoci-
miento pertinente para el trabajo de forma-
ción. Con lo anterior, no queremos decir que
las aportaciones teóricas sobre la docencia
construidas desde otros planos de la realidad
educativa no sean también pertinentes y nece-
sarias para la formación docente; afirmamos,
en cambio, que no son equivalentes a una
construcción teórica que tome como objeto a la
práctica misma.
La negación de la práctica docente real
como objeto de conocimiento ha tenido su
expresión en las propuestas de formación en el
sentido de que éstas presentan una escisión
entre teoría y práctica, de tal manera que ésta
se supone sólo como la «aplicación de la teo-
ría» (14). Con ello se profundiza aquella dis-
tancia entre las propuestas de formación de
maestros y las prácticas escolares reales.
En la actualidad es posible decir que en
algunas propuestas institucionales empieza a
darse una incorporación de la práctica docente
real a las tareas de formación a partir de
concepciones distintas a las antes señaladas.
Ejemplos de ello son algunos de los programas
de la Universidad Pedagógica Nacional y las
reformas a los planes y programas para edu-
cación normal en el Estado de México (sistema
estatal). Sin embargo, esos avances están le-
jos de representar una tendencia en el sistema
nacional de formación de maestros; creemos
que la posibilidad de romper la distancia entre
la formación docente y la práctica real requie-
re de una reconceptualización y construcción
de conocimiento acerca de ésta, cuestión que
ya empieza a ser preocupación central en al-
gunas instituciones formadoras de maestros.
(14) Algunas notas a propósito de este tema se encuentran en: R. Quiroz. Notas para el análisis del Plan de Estudios de la
Licenciatura en Educación Prim.1ria 1984. Documentos: DIE-Cinvestav, México, 1985.
74 Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
½ªpráctica docente y laformación del maestro
La investigación en las instituciones de
formación docente
En ese sentido, la reconstrucción de la his-
toria acumulada en la práctica docente del
magisterio mexicano y de su expresión en las
prácticas docentes actuales sería una de las
tareas que propondríamos como fundamenta-
les, es decir, plantear el conocimiento de los
contenidos actuales y de la conformación his-
tórica de la práctica docente como un trabajo
que alimente al de formación de maestros.
La propuesta de conocer la práctica docente
real, histórica, de convertirla en objeto de
estudio, no supone, desde nuestra visión, una
posición neutral ante la educación; ningún
trabajo de investigación puede dejar de adscri-
birse, ya sea implícita o explícitamente, a
intereses sociales de diversaorientación políti-
ca. En nuestro caso, asumimos que desde
posiciones críticas es factible y necesario plan-
tear transformaciones a la práctica docente
cotidiana; negamos, sin embargo, la posibili-
dad de saber de antemano hacia dónde y cómo
hacerlo, sin conocer lo que es el quehacer
docente en el contexto en que se realiza, esto
es, explicarlo en lo concreto más que suponerlo
en abstracto.
La tarea de conocer la práctica docente en
tanto objeto de estudio implica un trabajo de
investigación al que actualmente se concede
aún poco espacio en las instituciones de for-
mación docente y organizaciones magisteria-
les en nuestro país. Plantearíamos el trabajo
de investigación como necesario, no sólo para
enfrentar de otra manera la formación y la
capacitación de maestros, sino para avanzar
en el conocimiento de una de las zonas más
oscuras en lateoría educativa; nos referimos a
las formas concretas de existir del quehacer
docente en el ámbito de su realización; el de la
vida diaria escolar.
Este trabajo de investigación se orientaría
principalmente en dos sentidos. El primero se
refiere a la reconstrucción, la descripción, de
la práctica docente en las condiciones materia-
les cotidianas en que se realiza. Hasta el mo-
mento, el énfasis en los modelos pedagógicos
y la conceptualización evaluativa sobre el que-
hacerdiario del maestro han impedido la docu-
mentación acerca de los contenidos reales de
éste. En ese sentido, lo que podríamos·llamar
Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
E. Rockwelly R. Mercado
el «deber ser» del trabajo docente está profu-
samente documentado en planes, programas,
libros de texto, documentos oficiales, etc. En
cambio, es prácticamente inexistente la docu-
mentación sobre el quehacer cotidiano, el que
se realiza por maestros «comunes y corrien-
tes» en las condiciones usuales del trabajo
escolar diario.
En nuestra experiencia, la investigación so-
bre cierta línea etnográfica nos ha aportado
algunos elementos para avanzar en esa direc-
ción. Sin embargo, sería necesario promover
el trabajo de investigación en ese campo en las
propias instituciones y organizaciones magis-
teriales, con las variantes que cada contexto
posibilite.
Un segundo sentido al que apuntaría el
trabajo de investigación que proponemos es el
de abordar la historia de la educación en Méxi-
co y en América Latina que, desde nuestra
visión, constituirá un elemento importante en
la formación crítica de los docentes. La re-
construcción de esa memoria históricaes refe-
rente indispensable para la comprensión de la
práctica docente actual, si se pretende la his-
torización de ésta. Es decir, entender, explicar
lo que constituye a la práctica docente, implica
necesariamente la recorrstrucción de su con-
formación histórica; si bien es importante «co-
nocer», «inventariar», el contenido actual de la
práctica docente cotidiana, incluida la inter-
pretación que de ella hacen los sujetos particu-
lares (maestros y alumnos), no lo es menos el
conocimiento de su vinculación con la historia
de la educación en el contexto naciopal y de los
países latinoamericanos.
Es pertinente agregar al respecto que el
trabajo de investigación, como cualquier otro,
requiere condiciones específicas para realizar-
se (como tiempo, posibilitación de trabajo co-
lectivo, espacios de discusión y análisis, etc.)
que sería necesario fortalecer y promover en
las instituciones vinculadas a la formación-
actualización docente. No es posible un traba-
jo de investigación a partir de consignas como:
«ahora los maestros tienen que investigar»,
sin que se promuevan específicas condiciones
laborales para quienes lo realicen ni se propi-
cien los espacios institucionales que realmente
posibilitan ese trabajo. No es posible pedir a
los maestros en servicio que realicen labores
75
Investigación e Innovación Escolar
de investigación como una tarea más del tra-
bajo escolar cotidiano, ya bastante exigente
en sí.
El reconocimiento de las condiciones insti-
tucionales que requiere el trabajo de investi-
gación obliga a distinguir los espacios y proce-
sos destinados a esta actividad de los que
corresponden a la docencia y a la formación de
maestros. Si bien ambas actividades se pue-
den vincular, no se deben confundir. Por una
parte, es importante apoyar a los grupos de
maestros, en instituciones de formación do-
cepte o en organizaciones magisteriales dedi-
cadas a la investigación. Los saberes que han
adquirido en el trabajo docente son un valioso
aporte al proceso de contrucción de conoci-
mientos. La involucración de maestros en este
proceso plantea, sin embargo, como en el caso
de cualquier profesional, una formación parti-
cular teórica y metodológica, que se obtiene
sólo con tiempo y trabajo dedicados realmente
a ese fin.
Por otra parte, la formación en la investiga-
ción no es transferible, tal cual, al trabajo
docente. Aprender a ser maestro o a formar
maestros tiene sus propias exigencias y re-
quiere de capacidades distintas, y debe tener
sus espacios y tiempos propios. Esto no signi-
fica que una misma persona o grupo no puede
dedicarse a ambas cosas, dadas las condicio-
nes y capacidades para ello; tampoco negamos
que la investigación y la docencia aportan
elementos valiosos una a otra. Pero, frente a
la tendencia de considerar que ambas son, por
lo menos idealmente, integrables en un solo
proceso, quisiéramos subrayar esta distinción
analítica y material entre la docencia (o for-
mación docente) y la investigación.
El conocimiento de los maestros y el
trabajo de formacion docente
La segunda propuesta en que sintetizaría-
mos algunas de las reflexiones planteadas en
este trabajo sería la de integrar en las tareas
de formación los saberes que ya poseen sobre
todo los maestros en servicio acerca de su
trabajo, pero que nunca se consideran conoci-
mientos válidos y por lo tanto, difícilmente se
incorporan a las tareas de actualización y
formación docente.
Destacar los saberes de los que se apropian
los maestros en el ejercicio diario de su trabajo
no significa negar las ignorancias (15) que
también lo contituyen. Tampoco significa con-
siderar a prioriesos saberes con signo positivo
en términos de un proyecto de transformación
social. La heterogeneidad de los saberes socia-
les que se expresan en la práctica docente real
no es reducible a una clasificación dicotómica
entre, por ejemplo, prácticas reproductoras-
transformadoras, tradiciones-innovadoras o
cualesquiera de las muchas tipologías disponi-
bles. Ciertamente, en la práctica docente coti-
diana pueden expresarse saberes y apropia-
ciones de signos progresivos y regresivos
(esquemáticamente) aun en la práctica de un
mismo maestro: sin embargo, todo ello consti-
tuye lo que la práctica es y cuyo conocimiento
requerimos.
En la línea de propiciar la participación de
los maestros en los procesos llamados de ac-
tualización y capacitación se han dado inten-
tos tanto en instituciones de formación como
en programas extracurriculares, promovidos
ya sea por instituciones oficiales o por sectores
críticos del propio magisterio. La intencionali-
dad de algunas de estas experiencias se orien-
ta hacia la transformación de la práctica do-
cente mediante la participación de los
maestros en el análisis de su propio quehacer.
Las expresiones que se han dado en ese senti-
do son múltiples y diversas en cuanto a sus
orientaciones conceptuales y políticas; su aná-
lisis· supone un trabajo que no pretendemos
hacer aquí. No obstante, mencionaríamos que
en esas experiencias se han compartido, en
términos generales, algunos de los supuestos
subyacentes a las propuestas de formación
predominantes hasta hoy. Es decir, se pa1te de
nuevo de una visión que supone de antemano
lo que habría que cambiar en la práctica do-
cente sin considerar procesos ya en desarrollo
en los particulares contextos en que aquélla se
(15) No se entiende ignorancia como algo opuesto al saber, sino como parte constitutiva del conocimiento posible para todo
sujeto a partir de los ámbitos que constituyen su cotidianeidad. Esa idea remite a los conceptos que desarrolla A. Heller
sobre la apropiación de saberes sociales por los sujetos en los ámbitos de su vida cotidiana, en Sociología de la vida
cotidiana, (1977).
76 Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
Lapráctica docente y la formación del maestro
realiza. Desarticuladas de esos procesos, las
propuestas para cambiar la práctica se reciben
sólo como un nuevo deber ser difícilmente
incorporable a ella, por más innovadoras o
transformadoras que se les suponga.
En cuanto a los esfuerzos que se hacen en
muchos programas de actualización para que
los maestros aporten su experiencia docente,
se han enfrentado problemas cuyo análisis es
ya necesario pero que requiere de un trabajo
aparte. Sobre este aspecto sólo destacaríamos
tres de los problemas que hemos encontrado
en nuestra propia práctica y sobre los cuales
hemos iniciado una reflexión. El primero de
ellos es el riesgo de que los intentos por incor-
porar la experiencia de los docentes a los
trabajos de actualización conduzcan sólo al
intercambio de experiencias y opiniones.
Cuando eso sucede, tal intercambio seexpresa
frecuentemente en alusión a diversas normas
pedagógicas más que a la descripción y análi-
sis de lo que realmente se hace en el propio
trabajo diario.
Creemos que la posibilidad de que los maes-
tros - o cualquier otro- realice un trabajo de
reconstrucción y análisis de su quehacer, su-
pone una tarea específica que no se da de
manera espontánea ni sólo con el exclusivo
referente de la práctica misma. Supone armar
conceptualmente una tareade reflexión que se
alimente por una parte de la práctica real, de
los saberes colectivos e individuales con los
que ésta se constituye y no de sus normas,
pero que, al mismo tiempo, tome distancia de
ella en un plano de análisis que involucre otros
aportE'.s teóricos. Rebasar tanto el intercambio
de opiniones como la transmisión de modelos
en la formación-actualización docente, implica
la conjugación de los saberes que los maestros
poseen acerca de su propia práctica (sin la
censura que a veces ellos mismos le antepo-
nen) con el conocimiento que se ha generado
en otros ámbitos del quehacer educativo.
El segundo de los problemas en cuanto a
una real participación de los maestros en el
análisis de su práctica es la limitación de los
espacios indispensables y de otros apoyos ins-
titucionales para las tareas que ello supone.
Ese trabajo (con la diversidad de abordajes
posibles) implica tareas como la reflexión sis-
tematizada y colectiva, larevisión y análisis de
materiales de diversa elaboración conceptual
sobre los problemas que se aborden, la redac-
Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
E. Rockwell y R. Mercado
ción de materiales producto de los análisis y
discusiones, etc. La realización de ese trabajo
requiere necesariamente de los espacios y de-
más apoyos institucionales que lo posibilitan.
Hasta ahora, el trabajo entre maestros a
propósito de su propio quehacer no es conside-
rado por las autoridades educativas, y en oca-
siones ni por los propios maestros, como parte
del trabajo cotidiano escolar. Ello se expresa
en que cuando tal trabajo se realiza, se hace de
una manera esporádica, desligada de la vida
diaria escolar; además de que generalmente
requiere de tiempo extra-laboral y de recursos
económicos aportados por los propios maes-
tros. El trabajo docente carece de formas ins-
titucionales de compartir, registrar y acumu-
lar la experiencia cotidiana, de dar existencia
pública al conocimiento y la reflexión implícita
en el quehacer diario. Consideramos que la
ausencia de condiciones institucionales que
apoyen el trabajo sistemático de los maestros
sobre los problemas de su propio quehacer ha
limitado las posibilidades de construcción de
alternativas sobre la práctica diaria que c;urjan
del trabajo realizado por ellos mismos vincula-
do al que se realiza en otros espacios· del
quehacer educativo. El análisis y la transfor-
mación, en su caso, de la práctica docente
diariadifícilmente contarácon la participación
efectiva de quienes la ejercen mientras el tra-
bajo horizontal entre maestros y con otros
involucrados en ese problema no tenga un
reconocimiento institucional, traducido en
apoyos efectivos económicos y en tiempo labo-
ral dedicado a ello.
Un tercer problema surge de los intentos de
utilizar materiales o técnicas de investigación
en los cursos o talleres de formación docente,
con el fin de que los maestros «investiguen su
propia práctica». Sin duda, algunas activida-
des de este tipo han resultado valiosas. La
práctica de registrar -o grabar- una clase,
por ejemplo, ya sea propia o ajena, permite
objetivar por escrito una experiencia para lue-
go poder examinarla colectivamente. Leer re-
gistros de clases reales, en lugar de modelos
didácticos abstractos, sí suele conducir a refle-
xiones más cercanas de las condiciones reales
de trabajo. Sin embargo, las reflexiones que
surgen de manera espontánea durante este
tipo de ejercicios pueden ser de lo más diverso
y muchas de ellas, en lugar de retomar lo que
es la práctica real, vuelvan a remitir a lo que
77
Investigación e Innovación Escolar
«debería haber sido». Las relaciones que se
pueden «ver» en un registro de clase después
de un largo proceso de análisis, para lo cual
generalmente no existen condiciones en los
tiempos asignados a la formación docente, no
son evidentes en la primera lectura del mate-
rial en una sesión de taller docente.
Por ello, en lugar de intentar reproducir en
un curso o taller el proceso de investigación,
tal vez resulte más significativo utilizar este
tipo de tareas o materiales con una intención
explícitamente vinculada a la formación para
la docencia, por ejemplo, para generar y tra-
bajar sobre determinadas conceptualizaciones
del trabajo docente. En este sentido, el conoci-
miento de las prácticas y los saberes del do-
cente, construido paralelamente en proyectos
de investigación, puede apo1tar elementos pa-
ra estructurar sesiones de formación que lo-
gren un acercamiento menos evaluativo a los
contextos y los contenidos de un trabajo, que
por ser tan familiar, resulta poco visible a
quienes lo realizan.
Finalmente, es necesario reconocer que la
intención misma de pedir que los maestros en
formación (especialmente en servicio) «anali-
cen su propia práctica» no deja de implicar un
nivel de exigencia que pocos estaríamos dis-
puesto a aceptar, si se tratara de nuestras
propias prácticas. Exige un grado de seguri-
dad y de distancia excepcional el poder «inves-
tigarse a uno mismo mientras trabaja». En
este sentido los resultados de otras investiga-
ciones,. que muestren las condiciones materia-
les e históricas generales del trabajo docente,
pueden ser puntos de partida menos compro-
metedores o angustiantes para el trabajo de
formación docente que el análisis de registros
de su propia práctica.
Es importante reconocer que es aún poca la
experiencia acumulada en procesos de forma-
ción docente que explícitamente intentan re-
cuperar y analizar algo del contexto y del
contenido de la práctica docente real. Por lo
mismo, prevemos un camino bastante largo
aún por recorrer antes de tener mayor clari-
dad acerca de como lograrlo. Este camino
puede acortarse en la medida que se documen-
ten, se compartan y se analicen los recursos o
talleres organizados con este propósito. En
este sentido las reflexiones que hemos ofreci-
do acerca del trabajo de maestros en escuelas
también pueden ser relevantes para conocer
mejor las prácticas de formación docentes.
SUMMARY
The main issue addressed in this paper is that we need to reanalize the teaching practice, setting up relationships between
this and the school context in which it takes place, anda/so, this approach implications in teacher training.
RÉSUME
On expose le besoin de reconceptualiser la pratique de l'enseignement, en établissant les rélations entre celle-ci et le context
seo/aire oú elle se developpe, et aussi les implications de ce point de vue sur la formation des enseignants.
78 Investigación en la Escuela, nº 4. 1988

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  • 1. Investigación en la Escuela, nº 4, 1988 La práctica docente y la formación de maestros (*) Elsie Rockwell y Ruth Mercado (**) Dpto. de Investigaciones Educativas México, D.F. RESUMEN Se expone la necesidad de reconceptualizar la práctica docente, estableciendo las relaciones entre ésta y el contexto escolar en que se efectúa, así como /aes implicaciones de este enfoque sobre laformación del profesor. El trabajo de maestro se realiza dentro de un espacio social específico: la institución es- colar. Parecería obvia esta afirmación, pero a pesar de ello existe poca reflexión acerca de la relación entre la práctica del maestro y la escuela, que es su contexto cotidiano de traba- jo. Esta carencia es especialmente palpable en las instituciones de formación y de actualiza- ción docente, en las que se expresa una queja constante frente a la gran desvinculación en- tre los contenidos de formación y la realidad escolar que enfrentan los maestros al regre- sar. Entre las propuestas de formación docente y la práctica de los maestros siempre media una realidad institucional preexistente, diná- mica, compleja, que establece formas de rela- ción social, concepciones educativas y jerar- quizaciones específicas del trabajo docente. ¿Qué implica el contexto escolar en la defini- ción, jerarquización y transformación del con- tenido y del sentido de la práctica docente? ¿Cómo se puede recuperar la realidad escolar dentro de los proyectosde formación y actuali- zación de maestros? Antes de ofrecer algunas respuestas a estas preguntas, trataremos de aclarar la concep- ción de institución escolar que·enmarca nues- tra reflexión y a la que fue posible llegar sólo después de desechar la noción de «norma» como eje de la definición del concepto de insti- tución; en su lugar, hemos avanzado hacia la comprensión de los procesos sociales que cons- tituyen, a través de la historia, acadaescuela. Las condiciones materiales de ésta, los sa- beres del maestro, considerado como sujeto, y el cruce de la biografía personal y la historia social ofrecen tres aproximaciones distintas a lapráctica docente en su relación con laescue- la. Esta reconceptualización, finalmente, tiene implicaciones para la práctica de formar do- centes, y para las tareas de investigación y las formas de participación de los maestros. (*) Publicado anteriormente en la obra«La escuela, lugardel trabajo docente» de las mismas autoras. Editado por el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN de México, D.F. {1986). (**) Departamento de Investigaciones Educativas. José Mª Velasco, 101 03900 México, D.F. Investigación en la Escuela, nº 4. 1988 65
  • 2. Investigación e Innovación Escolar La conceptualización del contexto institucional Existe la tendencia de aproximarse al maestro con un enfoque tan estrecho que se le aisla del contexto en que trabaja. Aun cuando se reconoce que trabaja en un sitio llamado escuela, con frecuencia se supone que la ac- tuación como docente depende más de rasgos de personalidad, _intenciones conscientes y for- mación profesional o cultural previa, que de cualquier caracteristica de la institución esco- lar que enmarca y constriñe, y también posibi- lita, su trabajo. Se refleja en esta tendencia investigativa cierta concepción teórica, pero a la vez un trasfondo moralista, una propensión a responsabilizar al maestro de los resultados de la educación, a enjuciarlo o bien defenderlo, pero rara vez a conocerlo o estudiar el contex- to en el que trabaja. ¿Pero qué significa el «contexto» de la prác- tica docente? Este término, sin mayor clarifi- cación, resulta ser demasiado general, ya que abarca desde la situación inmediata en que actúa el maestro frente al grupo hasta la «totalidad social». Cada escala de contexto tiene su propia lógica, sus propias posibilida- des o bien deficiencias explicativas. Los estu- dios existentes que ligan la práctica del maes- tro con el contexto se encuentran polarizados, unos en lo «micro», otros en lo «macro». En el caso de la escala más próxima, la situación de interacción verbal, la investigación sociolin- güística ha reconstruido la lógica del discurso, pero tiende a perder de vista el lugar en que ocurre esa interacción: la escuela. En el otro polo se recurre a la posición del docente en los llamados Aparatos Ideológicos de Estado para explicar su práctica, pero, igualmente se tien- de a perder de vista las condiciones concretas de trabajo del maestro y su actuación en tanto sujeto. Entre estos polos encontramos la relativa ausencia de una escala importante, la escuela, diferenciable tanto del salón de clases como del sistema escolar, que tienden a ser las unidades de análisis de la investigación educa- tiva existente. La observación en el salón de clases muestra que ahí ocurren cosas inexpli- cables dentro del marco del propio salón. Las acciones y prioridades de los maestros, las respuestas de los niños y las múltiples inte- 66 rrupciones cotidianas remiten constantemen- te a lo que se encuentra más allá de las cuatro paredes del aula. Por otra parte, las grandes relaciones del sistema escolar, como la cons- tante que se da entre el fracaso escolar y la clase social, aparecen en el salón mediadas por características propias de la institución esco- lar que propician, legitiman y, en casos, con- trarrestan esas relaciones. Así, para compren- der la práctica docente resulta ineludible mirar la escuela. Identificada la escuéla como contexto perti- nente para comprender la práctica docente, se presenta el problema del concepto de institu- ción. Nuestro propio acercamiento a la escuela implicó un proceso de reconceptualización de la institución. A lo largo de las primeras obser- vaciones de campo constatamos la enorme distancia entre dos planos que categorizába- mos, entonces, como «norma y realidad» o bien como «norma y cotidianeidad». La con- cepción de institución desde la cual mirába- mos inicialmente remitía a las normas, espe- cialmente a las oficiales o estatales. Desde esa perspectiva la práctica de maestros y alumnos se tiende a ver como una actuación conforme a lo prescrito por las normas, o bien como «desviada» de ellas; la práctica «desviada» no parece, en ese caso, corresponder a la institu- ción. Pero esta concepc10n de institución nos planteaba muchos problemas al observar y analizar cada escuela concreta. Cuando la práctica cotidiana de los sujetos no correspon- de a la norma, como era el caso, ¿dónde queda- ba la escuela? No podía quedar sólo en la norma oficial, en reglamentos que tenían poca vigencia real, como si todo aquello que obser- vábamos no «debia ser» la escuela. Replantea- mos entonces el problema en términos de dos normas, una «oficial», expresada generalmen- te en documentos, y otra «real», que se tendría que inferir de la práctica cotidiana de los sujetos en la escuela. Pero de ¿cuál práctica? ¿De la recurrente o «normal»? ¿De la reconoci- da o expresada por los sujetos? Aún así nos encontramos con prácticas heterogéneas. En caso de poder determinar la «norma real», ¿dónde quedaban las prácticas que no corres- pondí;rn a esa norma real? ¿Fuera de la escuela como institución aunque ocurran cotidiana- Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
  • 3. La práctica docente y la formación del maestro mente dentro de laescuela como lugar? ¿O es que existen múltiples normas en la escuela? (1). Tal vez un ejemplo haga más claro el dilema al que nos enfrentamos (2). En la enseñanza de la lectura y la escritura, en primaria, la práctica del maestro no siempre corresponde a lo que prescibe el programa o los libros de texto, considerados en este caso como «la norma oficial». Incluso las exigencias, explici- tas o implicitas, de directores y supervisores contradicen esa norma, y además, éstos difie- ren unos de otros. Según la primera concep- ción de institución estas prácticas serían sim- plemente «desviaciones», por muy constantes que fueran. Algunas corresponden a normas oficiales anteriores; otras representan recur- sos o estrategias que utiliza todo maestro al trabajar con los alumnos. Frente a estos he- chos buscamos la «norma real» que pudiera dar cuenta de lo que ocurre en la escuela. Hay prácticas recurrentes, las copias en el cuader- no, por ejemplo, que podrían considerarse co- mo «normas». Algunas incluso son reconoci- das como tales al ser recomendadas a los nuevos maestros por los viejos. Otras prácti- cas, como las estrategias para enseñar el aná- lisis de oraciones, pueden ser menos conscien- tes y no suelen ser explicitadas como normas, aunque sean muy recurrentes. Dentro de cada escuela, ciertas prácticas aparecen como más legítimas, otras son efectivamente sanciona- das; ambos tipos indican la existencia de nor- mas reales. Así, en este caso, parecía posible inferir «normas» a partir de las prácticas reales, y en consecuencia clasificar lo que observábamos según correspondía o no a lo recurrente, lo legitimo, o lo reconocido como norma. Lo «anormal» incluía desde prácticas excepciona- les, o aun reprimidas, como la de organizar cierto tipo de juegos con los alumnos, hasta otras que corresponden poco al «deber ser» del maestro, como la de preparar las clases dentro del salón o leer revistas mientras los alumnos hacen su trabajo. Así, bajo esta concepción de norma, aún parecen coexistir dentro del mis- mo espacio escolar prácticas normales y prác- E. Rockwell y R. Mercado ticas «desviadas», prácticas «escolares» y prácticas «no escolares». Seguía escindida en dos partes la realidad orgánica cotidiana ob- servable en las escuelas. Sin embargo, toda esta concepción de insti- tución referida a la norma, ya sea «oficial» o «real», dejó de ser pertinente al analizar la práctica docente desde otra perspectiva, la de los procesos que ocurren en la escuela. En el caso anterior, al analizar el proceso de apro- piación de la lengua escrita, encontramos que éste no se circunscribe al dominio de «lo esco- lar», tal como se podría definir aun a partir de la norma real. La apropiación y el uso de la lengua escrita es un proceso constante en el trabajo docente cotidiano, donde son insepara- bles las necesidades de preparación y ense- ñanza, dadas las condiciones mismas del tra- bajo escolar. Desde la perspectiva del trabajo docente, a diferencia de la del «rol» docente, existe una continuidad lógica entre ciertas prácticas que pueden no corresponder al «de- ber ser», como consultar el programa durante la clase, y otras más cercanas a la norma, como exponer cierto contenido programático. Ambas tienen su razón de ser. En la práctica docente real son inseparables, de hecho, las rutinas recurrentes, «normales», y las accio- nes únicas, requeridas por la interacción inme- diata con alumnos o generadas sobre la mar- cha para poder enseñar. Desde los alumnos, tanto las prácticas «es- colares» como las «no-escolares» que ocurren en el salón son potencialmente significativas, en este caso, para su propia apropiación de la lengua escrita. Al observar los alumnos cómo actúa el maestro y al participar ellos mismos en prácticas diversas que requieren de lectura y escritura (desde contestar cuestionarios hasta mandarse recados), se da, de manera continua, el aprendizaje de usos de la lengua escrita dentro del contexto escolar, correspon- da o no ese proceso a la norma oficial. De hecho, en cualquier salón de clase, gran parte de la actividad de los niños escapa a las nor- mas explícitas o implícitas del «rol» de alum- (1) La discusión anterior se encuentra ampliada en E. Rockwell y J. Ezpeleta. la escuela, relato de un proceso de construcción inconcluso, (1983). (2) Este ejemplo se encuentra en E. Rockwell. Los usos escolares de la lengua escrita, (1982). nvestigación en la Escuela, nº 4. 1988 67
  • 4. Investigación e Innovación Escolar no. Lo importante sin embargo, es no conside- rar esa actividad como «desviada», como necesariamente irrelevante o contraria a la función educativa de la escuela. La observa- ción más cuidadosa ha mostrado como todo tipo de actividad es integrado por los niños a los procesos educativos que se dan en la escue- la (3). . Desde el punto de vista de los procesos que ocurren en la escuela, aun de aquellos tan centrales a la existencia misma de la institu- ción como la apropiación de la lengua escrita, deja de tener sentido la clasificación de las prácticas según alguna norma, sea ésta «ofi- cial» o «real». Los procesos que ocurren en la escuela, y que son los ejes de su constitución, de hecho integran tanto prácticas que corres- ponden a la «norma» como otras, que no co- rresponden. Este hecho ha mostrado la insuficiencia de aquella conceptualización de institución que le da prioridad a la norma. En realidad, la nor- ma, sobre todo la oficial, parece estorbar en cualquier intento de conocer laescuela, porque no permite ver toda la riqueza histórica y el trabajo significativo que se dé allí, «fuera de la norma». Esto no significa suponer que la nor- ma no existe; desde luego, sigue siendo posible reconstruir normas a partir de los discursos y las prácticas recurrentes o más legítimas; existen normas diversas y frecuentemente contradictorias en la vida de cualquier institu- ción. Sin embargo, esas normas dejan de ser el elemento articulador de una concepción de institución, para tomar su lugar como uno más de los elementos que entran en juego en los procesos que constituyen, en este caso, la institución escolar. A partir de esta concepción cobra cada vez más importancia la materialidad histórica y cotidiana de las escuelas. Muchas de las prác- ticas que se observan a diario dejan de perci- birse en contraposición a alguna norma; dejan de ser «negativas», en el sentido de «negar» una norma, y se perciben como «positivas», no necesariamente en el sentido de ser «buenas», sino simplemente en tanto que dan existencia material a las escuelas y están presentes en ellas. A partir de reconocer esas prácticas, lo importante es saber cómo han llegado a exis- tir, cómo responden a las condiciones reales de trabajo y qué significado tienen dentro de la escuela. Aparece así una escuela histórica, tangible y observable, dentro de la cual pue- den empezar a adquirir sentido las actuacio- nes de los maestros y de los alumnos. La relación entre práctica docente y contexto institucional Con base en esta reconceptualización em- pieza a aclararse la relación entre la práctica docente y su «contexto institucional». La pri- mera referencia a este contexto no es la norma institucional sino las condiciones materiales de la escuela, de cadaescuela, en que trabajan los maestros. Estas condiciones materiales no son sólo los recursos físicos para el trabajo, sino también, entre otras cosas, las condicio- nes laborales, la organización escolar del es- pacio y del tiempo y las prioridades de trabajo que resultan de la negociación cotidiana entre autoridades, maestros, alumnos y padres (4). A los maestros, por otra parte, los empeza- mos a conocer no sólo en su «papel» de maes- tros, sino también como sujetos, es decir, como personas que organizan su propia vida y tra- bajo dentro de las posibilidades que dan las condiciones materiales de cada escuela. Como sujetos, se apropian selectivamente de saberes y de prácticas, para sobrevivir y para realizar su trabajo. A la vez, estos saberes y prácticas contribuyen a la conformación misma de cada escuela (5). Entre otras cosas los maestros se apropian, diferencialmente, de las normas es- colares, que pueden utilizarse de diversas ma- neras, por ejemplo para legitimar acciones propias o para controlar acciones ajenas. La (3) Véase V. Edwards. Los sujetosy la construcción socialdel conocimiento en la escuela (1985). (4) La conceptualización de las condiciones materiales del trabajo docente fue explicitada dentro del equipo de proyecto. Respecto a la definición cotidhna de las prio1idades de trabajo, véase C. Aguilar, El trabajo de los maestros, una construcción cotidiana, (1986). (5) R. Mercado. La escuela primaria gratuita, una lucha popular cotidiana, (1985). 68 Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
  • 5. La práctica docente y la formación del maestro práctica docente que se observa en las escue- las tiene así un sustento en determinados sujetos que ponen en juego sus propios sabe- res e intereses, sujetos particulares cuya his- toria personal y profesional se enlaza con la historia social. La historiaes, en este sentido, un tercer eje, precisamente aquél que puede dar cuenta de toda la heterogeneidad que encontramos en la práctica docente. Por una parte, el trabajo del maestro se ubica en determinada escuela, que lo condiciona y que exige prácticas diferentes, según la trayectoria histórica de esa escuela. Por otra, la biografía misma de los maestros, su apropiación de saberse a lo largo de su experiencia docente, contribuye a conformar las características propias de cada escuela. Así, esta relación entre la construcción históri- ca y la biografía personal muestra otro nexo entre la práctica docente y el contexto institu- cional. Trataremos de explicitar algunas de las implicaciones de estas tres relaciones. Condiciones materiales del trabajo docente Las condiciones materiales de laescuelason la base imprescindible para analizar la prácti- ca docente. ¿Qué significa condiciones mate- riales? Se piensa ante todo en el edificio y los recursos didácticos, que son tal vez los ele- mentos más variables entre las escuelas, no sólo de México, sino del mundo. Las constan- tes materiales que definen a una escuela son mínimas: algo que enmarque el espacio del aula, casi invariablemente rectangular, y asientos para un grupo, ordenados de frente al lugar del maestro. Este arreglo que caracteri- za de manera tan inconfundible al aula escolar tiene, sin embargo, múltiples expresiones con- cretas; hay aulas rurales rudimentarias en que apenas sí se techa un espacio y se usan botes y tabiques como asientos, y en el otro extremo, aulas modernas que disfrazan la disposición básica con múltiples «centros de interés» y aparatos tecnológicos modernos. Estas condi- ciones materiales, como sabe todo maestro, posibilitan prácticas diversas; pero no necesa- Investigación en la Escuela, nº 4. 1988 E. Rockwell y R. Mercado riamente las condiciones más modernas impli- can prácticas mejores. Sin embargo, la idea de condiciones mate- riales abarca más que los locales e implemen- tos físicos de los que disponen los maestros. Son también condiciones materiales las pau- tas de organización del espacio y del tiempo en cada escuela, así como los controles efectivos sobre su uso. El patio escolar es un ejemplo de espacio potencial de trabajo docente. cuyo uso se encuentra condicionado a cierto tipo de actividades y ciertos horarios; en México sí suelen ocurrir ahí recreos y ensayos, en cam- bio no se acostumbran simulacros de evacua- ción, y el director prohíbe losjuegos de «madu- ración» en ese espacio durante las horas de clase, a veces por la presión de los padres que prefieren ver que los niños trabajen dentro del aula. El espacio y el tiempo no son así recursos disponibles incondicionalmente para el docen- te; siempre son mediados por toda la trama organizativa y social de la escuela. De la misma forma, operan como restriccio- nes al trabajo docente otros múltiples elemen- tos formales e informales del mundo escolar institucional. Las relaciones específicas que se mantienen con la supervisión y con los padres de familia son condicionantes de la práctica docente; se dan acciones del más diverso tipo que, aunque sean externas a la escuela, inci- den en el aula y afectan el trabajo del maestro en muchos sentidos. El mismo hecho de traba- jar con un grupo de alumnos, generalmente grande, es una condicionante al tipo de rela- ción pedagógica y de actividades que puede poner en práctica un maestro. Frente a este conjunto de condiciones mate- riales del trabajo docente, que varía mucho de una escuela a otra, el maestro tiene márgenes de autonomía, también variables, para decidir prácticas propias. Desde luego, existen límites para la autonomía docente, tanto por las con- diciones materiales de cada escuela como por los procesos de control efectivos que se ejercen sobre los maestros. El juego entre la autono- mía y el control se da de manera especial en el magisterio, distinto al caso de otros oficios; el control se ejerce mediante mecanismos ideoló- gicos y gremiales que pueden explicar cierta convergencia existente en prácticas y concep- ciones docentes, aun cuando el proceso del trabajo docente se encuentre notablemente 69
  • 6. lnvcstig,1ció11 e ln11ovación Escolar libre de vigilancia directa (6). Dentro del aula el maestro puede determinar, en cierta medi- da, su quehacer cotidiano, dentro del ámbito sujeto a su propia conciencia y los límites dados por lanegociación con los mismos alum- nos. Esta autonomía también tiene su cara negativa: un aislamiento docente que contra- rrestra, entre otras cosas, la comunicación y la organización magisterial. Sin embargo, por ella, también el aula es indudablemente uno de los espacios escolares en que se gestan prácti- cas docentes con sentido contra-hegemónico. Regresemos a la escuela, que es, en si mis- ma y toda ella, condición material del trabajo docente. La escuela es el lugar privilegiado de reunión natural y permanente para los maes- tros, como la fábrica para los obreros. Pocos espacios de reunión o de formación de maes- tro::; en servicio pueden competir con la escue- la, sobre todo cuando no se cuenta con la liberación del tiempo de trabajo y con el local escolar o de zona, es decir, con respaldo insti- tucional (una de las claves del poder de las dirigencias sindicales es justamente ese res- paldo). La escuela es el contexto principal de convivencia de los maestros. El aislamiento del aula se rompe, potencialmente, en la es- cuela, en la medida que no se impongan aisla- mientos producidos por todos los otros moti- vos de fragmentación del gremio... edad, sexo, formación, agrupación, etc. La escuela es e/ sitio de comunicación entre maestros, a partir del cual se arman redes con repercusiones tanto para la práctica docente como para mu- chos otros aspectos de la vida magisterial. Tal vez por este hecho se reitera que los maestro se forman en las escuelas en que trabajan (7). Se sabe que en la escuela ocurre gran parte de la formación del maestro, pero se comprende poco cómo sucede. Este proceso es tan informal y se encuentra tan sutilmente integrado a la trama social de la escuela, que es difícil distinguirlo en el flujo cotidiano, com- puesto de numerosos pequeños intercambios entre maestros, de consultas o reflexiones que se incorporan a las decisiones diarias sobre el propio quehacer. Sin embargo, esta formación en el contexto de la escuela parece tener una consistencia y efectividad decisivas. Desde luego, no es un proceso que se dé al margen de otros referentes, se tiene noción, desde la escuela, de normas, de disposiciones oficiales y de prácticas en otras escuelas. Una de las muchas cosas que desconocemos es cómo en- tran a este proceso formativo cotidiano los elementos formales -los cursos o talleres, los eventos culturales y los libros- a los que recu- rren los maestros, persistentemente, en busca de mejores soluciones a su quehacer diario. Los sujetos y sus saberes La resolución cotidiana de qué enseñar y cómo hacerlo supone no sólo la reproducción, sino la integración y generación de conoci- miento por parte de quienes ejercen ese traba- jo. Se trata de un conocimiento no formulado, no sistematizado, ni explicitado como tal, pero no por ello ausente (8). Desde esta visión la realización de cualquier trabajo, tal vez parti- cularmente la docencia, requiere de la incorpo- ración de conocimientos de muy diverso ori- gen, apropiados por los sujetos que lo ejercen; implica el ensayo y construcción de soluciones a los problemas que el trabajo mismo plantea en las condiciones específicas en que se pre- sentan. Significa la existencia de saberes ad- quiridos en la resolución del trabajo diario y en la necesaria refl~xión contínua que a la vez éste impone, saberes que se encuentran inte- grados a la práctica cotidiana, aún cuando no se puedan explicitar conscientemente. Saber ser maestro implica la apropiación no sólo de contenidos y de teoría pedagógica, sino también de una cantidad de elementos más sutiles e implícitos en esos puntos donde se cruzan lo afectivo y lo social con el trabajo intelectual; son ejemplo de ello la cantidad de (6) Desde luego, sí es vigilada la organización magisterial, a diferencia del proceso del trabajo. El control gremial de los mae~tros, por lo menos en México, se ejerce por medio de mecanismos que entrelazan el doble poder de la administración escolar y la dirigencia sindical, ejercida generalmente por las mismas personas. Pero este control está dirigido más por criterios políticos que por normas técnicas o pedagógicas, en la medida que es posible hacer esta distinción. Véase E. Sandoval. Los maestros y su sindicato: relaciones y procesos cotidianos, (1985). (7) Otro ámbito de formación significativo, aparte de las Normales, parece ser la familia, ya que por lo menos en México, el magisterio es aún un oficio «heredado» dentro de las familias magisteriales, en un gran porcentaje de casos. (8) F. Elbaz, The Teacher's Practica/ Knowledge: Report ofa Case Study (1980) 70 Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
  • 7. La práctica docente y la formación del maestro sabéres que se intengran a la habilidad docen- te de trabajar con el grupo, de atender sus inquietudes y organizar su actividad. A pesar de que es posible constatar una posesión espe- cífica de estos saberes, diferencial entre maes- tros, es difícil, tanto para maestros como para investigadores, explicitar su contenido; esa misma dificultad se encuentra presente en los intentos de integrar la experiencia del docente al proceso de formación de nuevos maestros. Sin embargo, sobre estos saberes se sustenta gran parte del quehacer cotidiano. Los saberes no llevan necesariamente en sí mismos un signo valorativo; no son ni «cier- tos» ni «falsos», «buenos» o «malos». Simple- mente operan dentro de la situación de docen- cia en la escuela, tal como ésta se ha constituido históricamente. Ciertos saberes de cómo actuar dentro de esta situación se con- juntanen estrategias que le permiten al maes- tro sobrevivir dentro de laescuela. Otros sabe- res se retoman en los esfuerzos particulares del maestro por darle sentido a su trabajo docente. Cada saber puede asumir valor espe- cífico al usarse y articularse por los maestros en procesos sociales de diferente orientación política. El conocimiento que poseen los maestros en relación con su trabajo se construye en gran medida cotidianamente, en cada escuela. La iniciación en el trabajo de maestro requiere de aprendizajes nuevos que pueden o no remitir a lo que se le enseñó en la Normal. El traslado de una escuela a otra, el cambio de grado, la promoción a director o a supervisor, la ubica- ción en determinado medio o tipo de escuela, la asignación de determinada comisión, todos son momentos en la carrera profesional que requieren de la apropiación de los saberes necesarios para actuar competentemente en cada situación nueva. Dentro del contexto escolar algunos de estos saberes se transmiten de manera explícita entre directores y maes- tros o de maestros viejos a aquéllos que inician su carrera; otros se construyen en el aisla- miento de la práctica frente al grupo, de donde resultan tanto respuestas comunes a los pro- blemas, también comunes, que plantea la si- E. Rockwell y R. Mcreado tuación escolar al maestro, como versiones particulares de los saberes compartidos. Dado este proceso de una construcción acti- va del saber que requiere el trabajo, se puede suponer que la práctica docente no es repro- ducción pasiva de la formación profesional o de las normas oficiales. La diversidad de prác- ticas concretas en las escuelas, la heterogenei- dad de soluciones a los problemas de la institu- ción y la variedad de formas de enseñanza demuestran que el proceso de construcción del saber del magisterio es selectivo. e incluso innovador; se reproducen, se confirman o se rechazan tradiciones y concepciones anterio- res. Se generan o se elaboran, a veces colecti- vamente, prácticas nuevas, incorporando al- gunos de los recursos que se obtienen en la Normal o en los cursos de formación docente. Al margen de cualquier modelo abstracto de docencia, es en la permanencia y el ejercicio diario donde los maestros acumulan, recuer- dan u olvidan, comparan, integran o rechazan las propuestas de trabajo docente que se han formulado desde distintos ámbitos sociales en diferentes momentos históricos. En la docencia, más que en otros trabajos, se utilizan e integran los diversos conocimien- tos sociales y culturales que el maestro posee como persona, más allá de su formación profe- sional como maestro. Este hecho es ineludible, dada la complejidad de la situación docente, complejidad que se da tanto en la relación con el conocimiento escolar como en la relación social con los alumnos. No existe un diseño técnico del proceso de trabajo docente capaz de conformar y de prever - y finalmente de controlar- paso por paso, el quehacer cotidia- no del maestro (9). Más bien, éste, como suje- to, se encuentra en una situación objetiva que lo obliga a echar mano de todos los recursos posibles, técnicos y personales, intelectuales y afectivos para poder seguir frente al grupo. Este saber integrado a la práctica cotidiana de los maestros es también constitutivo de la institución escolar. Por una parte, asegura la continuidad de cada escuela; por otra, explica la variedad de experiencias que encuentran los niños al trabajar con diferentes maestros en (9) Algunos autores prevén que cie1tas modalidades de la «tecnología educativa» norteamericana si se aproximan a tal situación; véase H. Giroux, Teacher Education and the ldeology ofSocial Control, en Ideology, Culture and the Process ofSchoollng (1981). Investigación en la Escuela, nº 4. 1988 71
  • 8. Investigación e Innovación Escolar su paso por la primaria. Por ello, los maestros aportan un conocimiento imprescindible para 1a operación y para la transformación de las escuelas. En esta concepción, los saberes sociales integrados a la práctica docente no remiten sólo al ámbito de la experiencia individual, sino que también se constituyen en producto colectivo, social. En la resolución del quehacer docente cotidiano, los maestros incorporan ex- periencias y saberes de origen histórico diver- so, es decir, en ellos se expresa una acumula- ción histórica, matizada desde luego por características particulares de los sujetos y de las escuelas que enmarcan la práctica docente cotidiana. La historicidad de la práctica docente Esta acumulación histórica expresada en el presente se constituye en otra dimensión que permite comprender la práctica docente ac- tual. La historia es lo que da cuenta de esa diversidad de prácticas cotidianas de los maes- tros, que suelen calificarse de «desviadas». No es fácil pensar una práctica actual en términos de su historicidad. La idea común de «historia» suele remitir al «tradicionalismo» de la práctica docente, por lo general en términos un tanto despectivos. En el ámbito educativo, la historia aparece como un proceso de «mo- dernización» que presenta como inevitable- mente mejor lo que es más reciente. En el ámbito de la formación docente, el término correspondiente es la «actualización»; se pre- supone que el maestro debe aprender «técni- cas modernas» para superar una práctica do- cente de años, con frecuencia, caracterizada como «empírica». Desde luego, también existe la contraparte de esta visión; en lugar de la valoración a priori de todo «lo moderno», mu- chas veces se escucha una queja generalizada por todo lo actual, y una reminiscencia algo nostálgica de otros tiempos en que la educa- ción era mejor, se aprendía más, los maestros eran más cumplidos o más estrictos; o bien se piensa que los libros de tal o cual reforma anterior eran mejores. Sin embargo, estas perspectivas, ambas valorativas, aunque en sentido contrario, no permiten realmente co- nocer la práctica docente. Al igual que las concepciones normativas, prejuician a laprác- tica de determinada época, aún antes de cono- cerla. Esta tendencia valorativa es contraria a la intención de explicar la práctica docente a través de su historicidad. En primer lugar, toda práctica docente, no sólo la «tradicional», es histórica; es construida en momentos histó- ricos particulares. Es decir, toda práctica do- cente refleja un proceso complejo de apropia- ción y contrucción que se da en el cruce entre la biografía individual y la historia de las prácticas sociales y educativas. La biografía de cada maestro incluye la apropiación de ciertos saberes a lo largo de su experiencia docente; todo maestro ha recurrido a la selec- ción y utilización de elementos diversos, de los que tiene noticia en momentos sucesivos de su vida. Estos elementos, a su vez, provienen de muy diferentes ámbitos, tanto profesionales como personales; provienen de las disposicio- nes del sistema educativo y los programas de formación docente, así como del contexto es- colar y el medio social específico, en que se trabaja en diferentes momentos de la carre- ra. Algunos de los elementos de la práctica docente muestran una continuidad histórica muy larga; es el caso sobre todo de aquellas prácticas que se heredan casi de manera in- consciente de la observación temprana de los propios maestros. En toda docencia existe cierta base de continuidad histórica que segu- ramente data desde los inicios de la escuela (10) y que contiene elementos aún anteriores (11). (10) En este hecho se han apoyado algunas de las teorías de la reproducción. Véase P. Bourdieu y J.C. Passeron. La Reproducción. Elementos para una teoría del sistema de enseñanza, (1977). (11) Por ejemplo en una tablilla sumeria escrita cerca de 2000 A.C. se lee, en una traducción algo modernizada: 72 - ¿Qué hiciste en la /escuela!?. - Recité mi tabilla y comí mi almuerzo; preparé una nueva tablilla, la escribí y terminé. ...Fui a la casa, le leí mi tablilla a mi padre y él estuvo muy contento. /Le dije/ Despiértame muy temprano, no debo llegar tarde o el maestro me pegará. Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
  • 9. La práctica docente y la formación del maestro Sin embargo, no toda la práctica docente se explica por esta continuidad histórica de fon- do: no todo es reproducción. Existe también, por lo menos en las primarias mexicanas, una gran diversidad de prácticas docentes actua- les. Esta diversidad no consiste sólo en formas diferentes de hacer lo mismo, como supon- drían algunos. Incluye una gama de concep- ciones divergentes acerca del trabajo del maestro, así como diferentes prioridades en cuanto a ámbitos de trabajo (comunitario vs. académico, por ejemplo) y a contenidos pro- gramáticos. En la práctica actual coexisten, además, a pesar de la visión estereotipada de la escuela, relaciones radicalmente distintas como los niños, como son las que apelan a las experiencias propias de éstos, o bien las nie- gan (12). Por otra parte, las prácticas de cada maes- tro son heterogéneas; dicho de otro modo, no resulta posible clasificar maestros según «ti- pologías» sencillas que remitan a métodos (tradicionales vs. activos), a personalidad (au- toritario/democrático); o a etapa de formación (empíricovs. científico). En la práctica de cada maestro se tiende a presentar esa heteroge- neidad y puede ser amplia la variedad de acciones que emprende, en distintos momen- tos del día, en diferentes turnos, materias, grupos o etapas de vida. Esta heterogeneidad, resultado entre otras cosas de la progresiva apropiación y utiliza- ción de prácticas a lo largo de la vida de cada maestro, no se da, desde luego, en un vacío: se da en determinados contextos culturales y sociales que están también en proceso de transformación. Sería difícil imaginar que los maestros pudieran desempeñar un «rol» tal como se prescribe en las normas, reglamentos E. Rockwelly R. Mercado o programas vigentes en un período dado; más bien conforman a ·lo largo de su vida una práctica, acumulan una experiencia específica y única, vinculada siempre a aquellos elemen- tos concretos de los que pueden disponer, que están presentes en las localidades en que se desenvuelve su vida y su trabajo: Como resultado de este proceso, la práctica docente actual contiene las huellas de todo tipo de tradiciones pedagógicas que tienen origen en los diferentes momentos históricos que ha atravesado la escuela mexicana. Sería un error, sin embargo, caracterizar a esta práctica, globalmente, como «tradicional». La práctica docente ha cambiado históricamente y sigue cambiando; no sólo incorpora nuevos elementos propuestos desde los ámbitos técni- cos del sistema, sino que también se generan, desde los maestros mismos, prácticas y estra- tegias distintas a las que han recibido. Las clases que se observan no corresponden de manera lineal a los programas y libros vigen- tes, sino que integran recursos, elementos y valoraciones características de diversos mo- mentos en la trayectoria de la escuela y del maestro. Este proceso ha sido comparado a la consti- tución del «banco de trabajo» de un viejo arte- sano-obrero, que se describe en De.cadenas y de hombres (13) y que contrasta, en esa obra, con la concepción modernizante y supuesta- mente eficientista de la empresa. Así como, en ese caso, no fue posible incrementar la eficen- cia con un reemplazo total de las herramientas de trabajo que negaba la experiencia del obre- ro, tampoco es posible «elevar la calidad de la educación» con un reemplazo total de la prác- tica docente, o más bien de las normas o materiales que se supone la rigen; esto no ...Cuando desperté temprano en la mañana... mi madre medió dos panes, fui a la escuela. En la escuela me dijeron, «por qué llegas tarde» y me dio mucho miedo, mi corazón latía fuerte... Entré y saludé con respeto al maestro... El encargado de la reja me dijo. «Por qué cuando no estuve, te saliste» y me dió una paliza. ...El maestro me dijo. «Tu letra no está bien» y me pegó. «Has descuidado el arte de escribano». En A. H. Lass y N. L. Tasman,Going to Scholl, (1980) p. 6-7. Trad. E. R.; véase también D. Tanck. La educación ilustrada, 1786-1836, (1977), Capítulo: La vida escolar. Si bien estos ejemplos muestran rasgos más estereotipados de la escuela, también es posible encontrar otros, como las características, variables de cultura a cultura, de trato a los niños por cualquier adulto, que se hacen extensivos a la práctica docente. (12) Véase V. Edwards. Los sujetosy la construcción... (13) R. Linhart, De cadenasy de hombres, (1979). Incluido como lectura en Taller para maestros de la 5a zona de Morelos; Programa y materiales, elaborado por R. Quiroz, C. Aguilar, M.A. Candela, R. Mercado, E. Sandoval y otros, Documentos, DIE, México, 1984. Investigación en la Escuela, nº 4. 1988 73
  • 10. Investigación e Innovación Escolar significa que no interese o importe la calidad, sino que ésta se puede construir sólo a partir de la historia de la práctica docente y de la experiencia de maestros, y no haciendo abs- tracción de ella. La formación de maestros y la práctica docente La reconceptualización de la práctica do- cente que hemos esbozado hasta ahora tiene in:iportantes consecuencias para el proceso de formación de maestros. La visión normativa, evaluativa y prescriptiva de dicha práctica ha permeado, en gran medida, las propuestas para la formación tanto de nuevos maestros como de los que ya están en servicio. Al recon- ceptualizarla, reemplazando la noción de «rol» por la idea de un trabajo realizado por sujetos particulares, en las condiciones materiales e históricas específicas del contexto escolar, el proceso de formación docente se aborda de otra manera. Sin pretender agotar el tema, nos interesaría plantear algunas ideas al res- pecto. Comenzaríamos por una reflexión que re- mite a la «lejanía» que suele haber entre las propuestas de formación-actualización de maestros y las prácticas cotidianas escolares. Esa distancia está relacionada, entre otras cosas, con la visión evaluativa desde la cual suele conceptualizarse la práctica docente real. Desde ésta, la tendencia es tratar de ajustar la práctica docente a un modelo dado, implícito o explícito en las propuestas de for- mación y, en ese sentido a buscar el «perfec- cionamiento» de la práctica real. En las pro- puestas llamadas de «actualización» y en las de formación docente adscritas a esa perspec- tiva se trata, en el fondo, de una confrontación entre la práctica docente real (la cotidiana) y los diversos modelos pedagógicos que circu- lan, con mayor o menor peso, en el ambiente educativo. Por otro lado, la conceptualización evaluati- va acerca de la práctica cotidiana ha tenido como una consecuencia más la de obstaculizar la construcción de conocimiento acerca de sus contenidos reales. En tanto se le supone cono- cida -a priori- en su «deficiencia», «tradicio- nalismo» o como sea que se le califique, no se plantea la necesidad de reconstruirla para analizarla. En consecuencia, se supone que todo el saber sobre docencia para las tareas de formación existe sólo en las teorizaciones que desde fuera de su conocimiento específico se han producido. Es decir, el quehacer docente cotidiano no parece ser fuente de un conoci- miento pertinente para el trabajo de forma- ción. Con lo anterior, no queremos decir que las aportaciones teóricas sobre la docencia construidas desde otros planos de la realidad educativa no sean también pertinentes y nece- sarias para la formación docente; afirmamos, en cambio, que no son equivalentes a una construcción teórica que tome como objeto a la práctica misma. La negación de la práctica docente real como objeto de conocimiento ha tenido su expresión en las propuestas de formación en el sentido de que éstas presentan una escisión entre teoría y práctica, de tal manera que ésta se supone sólo como la «aplicación de la teo- ría» (14). Con ello se profundiza aquella dis- tancia entre las propuestas de formación de maestros y las prácticas escolares reales. En la actualidad es posible decir que en algunas propuestas institucionales empieza a darse una incorporación de la práctica docente real a las tareas de formación a partir de concepciones distintas a las antes señaladas. Ejemplos de ello son algunos de los programas de la Universidad Pedagógica Nacional y las reformas a los planes y programas para edu- cación normal en el Estado de México (sistema estatal). Sin embargo, esos avances están le- jos de representar una tendencia en el sistema nacional de formación de maestros; creemos que la posibilidad de romper la distancia entre la formación docente y la práctica real requie- re de una reconceptualización y construcción de conocimiento acerca de ésta, cuestión que ya empieza a ser preocupación central en al- gunas instituciones formadoras de maestros. (14) Algunas notas a propósito de este tema se encuentran en: R. Quiroz. Notas para el análisis del Plan de Estudios de la Licenciatura en Educación Prim.1ria 1984. Documentos: DIE-Cinvestav, México, 1985. 74 Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
  • 11. ½ªpráctica docente y laformación del maestro La investigación en las instituciones de formación docente En ese sentido, la reconstrucción de la his- toria acumulada en la práctica docente del magisterio mexicano y de su expresión en las prácticas docentes actuales sería una de las tareas que propondríamos como fundamenta- les, es decir, plantear el conocimiento de los contenidos actuales y de la conformación his- tórica de la práctica docente como un trabajo que alimente al de formación de maestros. La propuesta de conocer la práctica docente real, histórica, de convertirla en objeto de estudio, no supone, desde nuestra visión, una posición neutral ante la educación; ningún trabajo de investigación puede dejar de adscri- birse, ya sea implícita o explícitamente, a intereses sociales de diversaorientación políti- ca. En nuestro caso, asumimos que desde posiciones críticas es factible y necesario plan- tear transformaciones a la práctica docente cotidiana; negamos, sin embargo, la posibili- dad de saber de antemano hacia dónde y cómo hacerlo, sin conocer lo que es el quehacer docente en el contexto en que se realiza, esto es, explicarlo en lo concreto más que suponerlo en abstracto. La tarea de conocer la práctica docente en tanto objeto de estudio implica un trabajo de investigación al que actualmente se concede aún poco espacio en las instituciones de for- mación docente y organizaciones magisteria- les en nuestro país. Plantearíamos el trabajo de investigación como necesario, no sólo para enfrentar de otra manera la formación y la capacitación de maestros, sino para avanzar en el conocimiento de una de las zonas más oscuras en lateoría educativa; nos referimos a las formas concretas de existir del quehacer docente en el ámbito de su realización; el de la vida diaria escolar. Este trabajo de investigación se orientaría principalmente en dos sentidos. El primero se refiere a la reconstrucción, la descripción, de la práctica docente en las condiciones materia- les cotidianas en que se realiza. Hasta el mo- mento, el énfasis en los modelos pedagógicos y la conceptualización evaluativa sobre el que- hacerdiario del maestro han impedido la docu- mentación acerca de los contenidos reales de éste. En ese sentido, lo que podríamos·llamar Investigación en la Escuela, nº 4. 1988 E. Rockwelly R. Mercado el «deber ser» del trabajo docente está profu- samente documentado en planes, programas, libros de texto, documentos oficiales, etc. En cambio, es prácticamente inexistente la docu- mentación sobre el quehacer cotidiano, el que se realiza por maestros «comunes y corrien- tes» en las condiciones usuales del trabajo escolar diario. En nuestra experiencia, la investigación so- bre cierta línea etnográfica nos ha aportado algunos elementos para avanzar en esa direc- ción. Sin embargo, sería necesario promover el trabajo de investigación en ese campo en las propias instituciones y organizaciones magis- teriales, con las variantes que cada contexto posibilite. Un segundo sentido al que apuntaría el trabajo de investigación que proponemos es el de abordar la historia de la educación en Méxi- co y en América Latina que, desde nuestra visión, constituirá un elemento importante en la formación crítica de los docentes. La re- construcción de esa memoria históricaes refe- rente indispensable para la comprensión de la práctica docente actual, si se pretende la his- torización de ésta. Es decir, entender, explicar lo que constituye a la práctica docente, implica necesariamente la recorrstrucción de su con- formación histórica; si bien es importante «co- nocer», «inventariar», el contenido actual de la práctica docente cotidiana, incluida la inter- pretación que de ella hacen los sujetos particu- lares (maestros y alumnos), no lo es menos el conocimiento de su vinculación con la historia de la educación en el contexto naciopal y de los países latinoamericanos. Es pertinente agregar al respecto que el trabajo de investigación, como cualquier otro, requiere condiciones específicas para realizar- se (como tiempo, posibilitación de trabajo co- lectivo, espacios de discusión y análisis, etc.) que sería necesario fortalecer y promover en las instituciones vinculadas a la formación- actualización docente. No es posible un traba- jo de investigación a partir de consignas como: «ahora los maestros tienen que investigar», sin que se promuevan específicas condiciones laborales para quienes lo realicen ni se propi- cien los espacios institucionales que realmente posibilitan ese trabajo. No es posible pedir a los maestros en servicio que realicen labores 75
  • 12. Investigación e Innovación Escolar de investigación como una tarea más del tra- bajo escolar cotidiano, ya bastante exigente en sí. El reconocimiento de las condiciones insti- tucionales que requiere el trabajo de investi- gación obliga a distinguir los espacios y proce- sos destinados a esta actividad de los que corresponden a la docencia y a la formación de maestros. Si bien ambas actividades se pue- den vincular, no se deben confundir. Por una parte, es importante apoyar a los grupos de maestros, en instituciones de formación do- cepte o en organizaciones magisteriales dedi- cadas a la investigación. Los saberes que han adquirido en el trabajo docente son un valioso aporte al proceso de contrucción de conoci- mientos. La involucración de maestros en este proceso plantea, sin embargo, como en el caso de cualquier profesional, una formación parti- cular teórica y metodológica, que se obtiene sólo con tiempo y trabajo dedicados realmente a ese fin. Por otra parte, la formación en la investiga- ción no es transferible, tal cual, al trabajo docente. Aprender a ser maestro o a formar maestros tiene sus propias exigencias y re- quiere de capacidades distintas, y debe tener sus espacios y tiempos propios. Esto no signi- fica que una misma persona o grupo no puede dedicarse a ambas cosas, dadas las condicio- nes y capacidades para ello; tampoco negamos que la investigación y la docencia aportan elementos valiosos una a otra. Pero, frente a la tendencia de considerar que ambas son, por lo menos idealmente, integrables en un solo proceso, quisiéramos subrayar esta distinción analítica y material entre la docencia (o for- mación docente) y la investigación. El conocimiento de los maestros y el trabajo de formacion docente La segunda propuesta en que sintetizaría- mos algunas de las reflexiones planteadas en este trabajo sería la de integrar en las tareas de formación los saberes que ya poseen sobre todo los maestros en servicio acerca de su trabajo, pero que nunca se consideran conoci- mientos válidos y por lo tanto, difícilmente se incorporan a las tareas de actualización y formación docente. Destacar los saberes de los que se apropian los maestros en el ejercicio diario de su trabajo no significa negar las ignorancias (15) que también lo contituyen. Tampoco significa con- siderar a prioriesos saberes con signo positivo en términos de un proyecto de transformación social. La heterogeneidad de los saberes socia- les que se expresan en la práctica docente real no es reducible a una clasificación dicotómica entre, por ejemplo, prácticas reproductoras- transformadoras, tradiciones-innovadoras o cualesquiera de las muchas tipologías disponi- bles. Ciertamente, en la práctica docente coti- diana pueden expresarse saberes y apropia- ciones de signos progresivos y regresivos (esquemáticamente) aun en la práctica de un mismo maestro: sin embargo, todo ello consti- tuye lo que la práctica es y cuyo conocimiento requerimos. En la línea de propiciar la participación de los maestros en los procesos llamados de ac- tualización y capacitación se han dado inten- tos tanto en instituciones de formación como en programas extracurriculares, promovidos ya sea por instituciones oficiales o por sectores críticos del propio magisterio. La intencionali- dad de algunas de estas experiencias se orien- ta hacia la transformación de la práctica do- cente mediante la participación de los maestros en el análisis de su propio quehacer. Las expresiones que se han dado en ese senti- do son múltiples y diversas en cuanto a sus orientaciones conceptuales y políticas; su aná- lisis· supone un trabajo que no pretendemos hacer aquí. No obstante, mencionaríamos que en esas experiencias se han compartido, en términos generales, algunos de los supuestos subyacentes a las propuestas de formación predominantes hasta hoy. Es decir, se pa1te de nuevo de una visión que supone de antemano lo que habría que cambiar en la práctica do- cente sin considerar procesos ya en desarrollo en los particulares contextos en que aquélla se (15) No se entiende ignorancia como algo opuesto al saber, sino como parte constitutiva del conocimiento posible para todo sujeto a partir de los ámbitos que constituyen su cotidianeidad. Esa idea remite a los conceptos que desarrolla A. Heller sobre la apropiación de saberes sociales por los sujetos en los ámbitos de su vida cotidiana, en Sociología de la vida cotidiana, (1977). 76 Investigación en la Escuela, nº 4. 1988
  • 13. Lapráctica docente y la formación del maestro realiza. Desarticuladas de esos procesos, las propuestas para cambiar la práctica se reciben sólo como un nuevo deber ser difícilmente incorporable a ella, por más innovadoras o transformadoras que se les suponga. En cuanto a los esfuerzos que se hacen en muchos programas de actualización para que los maestros aporten su experiencia docente, se han enfrentado problemas cuyo análisis es ya necesario pero que requiere de un trabajo aparte. Sobre este aspecto sólo destacaríamos tres de los problemas que hemos encontrado en nuestra propia práctica y sobre los cuales hemos iniciado una reflexión. El primero de ellos es el riesgo de que los intentos por incor- porar la experiencia de los docentes a los trabajos de actualización conduzcan sólo al intercambio de experiencias y opiniones. Cuando eso sucede, tal intercambio seexpresa frecuentemente en alusión a diversas normas pedagógicas más que a la descripción y análi- sis de lo que realmente se hace en el propio trabajo diario. Creemos que la posibilidad de que los maes- tros - o cualquier otro- realice un trabajo de reconstrucción y análisis de su quehacer, su- pone una tarea específica que no se da de manera espontánea ni sólo con el exclusivo referente de la práctica misma. Supone armar conceptualmente una tareade reflexión que se alimente por una parte de la práctica real, de los saberes colectivos e individuales con los que ésta se constituye y no de sus normas, pero que, al mismo tiempo, tome distancia de ella en un plano de análisis que involucre otros aportE'.s teóricos. Rebasar tanto el intercambio de opiniones como la transmisión de modelos en la formación-actualización docente, implica la conjugación de los saberes que los maestros poseen acerca de su propia práctica (sin la censura que a veces ellos mismos le antepo- nen) con el conocimiento que se ha generado en otros ámbitos del quehacer educativo. El segundo de los problemas en cuanto a una real participación de los maestros en el análisis de su práctica es la limitación de los espacios indispensables y de otros apoyos ins- titucionales para las tareas que ello supone. Ese trabajo (con la diversidad de abordajes posibles) implica tareas como la reflexión sis- tematizada y colectiva, larevisión y análisis de materiales de diversa elaboración conceptual sobre los problemas que se aborden, la redac- Investigación en la Escuela, nº 4. 1988 E. Rockwell y R. Mercado ción de materiales producto de los análisis y discusiones, etc. La realización de ese trabajo requiere necesariamente de los espacios y de- más apoyos institucionales que lo posibilitan. Hasta ahora, el trabajo entre maestros a propósito de su propio quehacer no es conside- rado por las autoridades educativas, y en oca- siones ni por los propios maestros, como parte del trabajo cotidiano escolar. Ello se expresa en que cuando tal trabajo se realiza, se hace de una manera esporádica, desligada de la vida diaria escolar; además de que generalmente requiere de tiempo extra-laboral y de recursos económicos aportados por los propios maes- tros. El trabajo docente carece de formas ins- titucionales de compartir, registrar y acumu- lar la experiencia cotidiana, de dar existencia pública al conocimiento y la reflexión implícita en el quehacer diario. Consideramos que la ausencia de condiciones institucionales que apoyen el trabajo sistemático de los maestros sobre los problemas de su propio quehacer ha limitado las posibilidades de construcción de alternativas sobre la práctica diaria que c;urjan del trabajo realizado por ellos mismos vincula- do al que se realiza en otros espacios· del quehacer educativo. El análisis y la transfor- mación, en su caso, de la práctica docente diariadifícilmente contarácon la participación efectiva de quienes la ejercen mientras el tra- bajo horizontal entre maestros y con otros involucrados en ese problema no tenga un reconocimiento institucional, traducido en apoyos efectivos económicos y en tiempo labo- ral dedicado a ello. Un tercer problema surge de los intentos de utilizar materiales o técnicas de investigación en los cursos o talleres de formación docente, con el fin de que los maestros «investiguen su propia práctica». Sin duda, algunas activida- des de este tipo han resultado valiosas. La práctica de registrar -o grabar- una clase, por ejemplo, ya sea propia o ajena, permite objetivar por escrito una experiencia para lue- go poder examinarla colectivamente. Leer re- gistros de clases reales, en lugar de modelos didácticos abstractos, sí suele conducir a refle- xiones más cercanas de las condiciones reales de trabajo. Sin embargo, las reflexiones que surgen de manera espontánea durante este tipo de ejercicios pueden ser de lo más diverso y muchas de ellas, en lugar de retomar lo que es la práctica real, vuelvan a remitir a lo que 77
  • 14. Investigación e Innovación Escolar «debería haber sido». Las relaciones que se pueden «ver» en un registro de clase después de un largo proceso de análisis, para lo cual generalmente no existen condiciones en los tiempos asignados a la formación docente, no son evidentes en la primera lectura del mate- rial en una sesión de taller docente. Por ello, en lugar de intentar reproducir en un curso o taller el proceso de investigación, tal vez resulte más significativo utilizar este tipo de tareas o materiales con una intención explícitamente vinculada a la formación para la docencia, por ejemplo, para generar y tra- bajar sobre determinadas conceptualizaciones del trabajo docente. En este sentido, el conoci- miento de las prácticas y los saberes del do- cente, construido paralelamente en proyectos de investigación, puede apo1tar elementos pa- ra estructurar sesiones de formación que lo- gren un acercamiento menos evaluativo a los contextos y los contenidos de un trabajo, que por ser tan familiar, resulta poco visible a quienes lo realizan. Finalmente, es necesario reconocer que la intención misma de pedir que los maestros en formación (especialmente en servicio) «anali- cen su propia práctica» no deja de implicar un nivel de exigencia que pocos estaríamos dis- puesto a aceptar, si se tratara de nuestras propias prácticas. Exige un grado de seguri- dad y de distancia excepcional el poder «inves- tigarse a uno mismo mientras trabaja». En este sentido los resultados de otras investiga- ciones,. que muestren las condiciones materia- les e históricas generales del trabajo docente, pueden ser puntos de partida menos compro- metedores o angustiantes para el trabajo de formación docente que el análisis de registros de su propia práctica. Es importante reconocer que es aún poca la experiencia acumulada en procesos de forma- ción docente que explícitamente intentan re- cuperar y analizar algo del contexto y del contenido de la práctica docente real. Por lo mismo, prevemos un camino bastante largo aún por recorrer antes de tener mayor clari- dad acerca de como lograrlo. Este camino puede acortarse en la medida que se documen- ten, se compartan y se analicen los recursos o talleres organizados con este propósito. En este sentido las reflexiones que hemos ofreci- do acerca del trabajo de maestros en escuelas también pueden ser relevantes para conocer mejor las prácticas de formación docentes. SUMMARY The main issue addressed in this paper is that we need to reanalize the teaching practice, setting up relationships between this and the school context in which it takes place, anda/so, this approach implications in teacher training. RÉSUME On expose le besoin de reconceptualiser la pratique de l'enseignement, en établissant les rélations entre celle-ci et le context seo/aire oú elle se developpe, et aussi les implications de ce point de vue sur la formation des enseignants. 78 Investigación en la Escuela, nº 4. 1988