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Bocetos, ilustraciones y collages con los que Jordi Fornas
trabajaba las cubiertas de sus libros
«Con el máximo respeto hacia las artes aplicadas, el diseño gráfico
y la publicidad son una rama de aquéllas y, por ese motivo, están condicionadas
a una finalidad “útil”. El autor no puede desarrollar su pensamiento,
como diseñador, con libertad»
profesional. En su obra se descubre
un raro equilibrio entre una catalanidad
reconocida fundamentalmente en los
temas y contenidos de sus trabajos,
y un estilo “pop” británico que le influyó
indudablemente.
Desde 1975 y hasta la actualidad Fornas ha
retomado un arriesgado camino como pintor
y escultor en el que sus “collages”,
montajes y objetos
encontrados junto
con la fotografía
y sus “pinturas
combinadas”
mantienen una
inquietante relación.
JORDI FORNAS (Barcelona, 1927) inició
su trayectoria artística en la época de
la posguerra española, años en los que el
panorama artístico sólo podía ofrecer a
los jóvenes creadores acontecimientos
como los “Salones de Octubre” y “el arte del
estraperlo”. Cursó sus estudios en la Escuela
de Bellas Artes de Sant Jordi donde obtuvo
el título de profesor licenciado a finales
de los años 40. Inició su formación en el
departamento de diseño de la empresa
Meyba con Sandro Boccola como director
artístico.
Los críticos de la época resaltan el orden,
equilibrio y la voluntad constructiva de su
trabajo, recursos que en la década de los 60
desarrolló en su ocupación principal:
el diseño gráfico. En estos años sorprendentes
contagiados por el impresionante movimiento
que desde Inglaterra, con la influencia
de creadores como Alan Fletcher
o Robert Brownjohn, llegaba
al resto del mundo, desplegó
Jordi Fornas lo mejor de su
producción gráfica. Edigsa,
la Gran Enciclopedia Catalana,
Edicions 62 o el semanario
“Serra d’Or” son algunos
de los trabajos más conocidos
de Fornas durante esta etapa
4. Fundada en 1962, Edicions 62 es una de las editoriales más activas del panorama literario catalán. De entre sus muchas
colecciones destaca La Cua de Palla que marcó toda una época gracias a su extraordinario diseño. Con recursos gráficos
basados en el collage, la utilización de imágenes fotográficas fuertemente contrastadas, unos titulares tipográficos en los
que se descubre la mano del grafista presionando los caracteres transferibles de las hojas de Letraset y un acertado uso
de tan sólo dos tintas (negro y amarillo), Fornas logró crear un estilo de colección plenamente en línea con las corrientes
internacionales más modernas de la época
Jordi Fornas
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5. Diversas portadas de la colección La Cua de Palla creada en 1963
y que en una primera época, que se extendió hasta 1970, publicó 71 títulos;
todos con diseño de Jordi Fornas
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Pioneros
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Jordi Fornas
1966 y 1967. Cubiertas para la editorial El balancí
c. 1965. Cubiertas para la colección Llibres A l’abast
1967. Cubierta para la editorial BBCC
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Jordi Fornas
Diversas marcas creadas, en la década
de los 60, para editoriales, colecciones
editoriales y discográficas
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Pioneros
Págs. 134 a 137. Cubiertas de discos de vinilo realizadas para el sello discográfico Edigsa que publicó
a todos los artistas encuadrados dentro del movimiento “Nova Cançó catalana”. Con fotografías de Oriol
Maspons o Xavier Miserachs, dibujos originales de Joan Miró o versos de Espriu, Edigsa se convirtió en
un referente claro de catalanidad y Jordi Fornas en su “grafista oficial”.
El uso que Fornas hacía de la tipografía y su tratamiento del material fotográfico mantienen estas
cubiertas dentro de una plena actualidad gráfica
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Jordi Fornas
Montajes fotográficos, bocetos y artes finales para diversos trabajos. Fornas utilizaba la fotografía
en blanco y negro como un elemento más del collage y no como una finalidad en sí misma
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De la sugestiva expresión catalana “Qui té la cua de palla s’encén”
(Quien tiene la cola de paja, arde) surge la colección de novela negra
“La cua di palla” (La cola de paja una de las muestras más incendiarias
de modernidad gráfica que aparecieron en el secarral del franquismo
durante los años 60. Su diseñador, Jordi Fornás, era uno más de la legión
de visionarios insomnes que habitaban las noches de la ciudad de los
prodigios. A través de Barcelona, por su proximidad geográfica con
Francia, por su naturaleza abierta de puerto de mar, por la resistencia
férrea de una cultura perseguida, por todo eso junto o separado,
entraron la modernidad, el cosmopolitismo, el ansia de libertad y la
vocación de pluralismo que tuvieron que salir huyendo en 1939 con la
derrota de la república. En la ciudad se organizaron grupos armados
de resistencia editorial (J.M.Castellet, Victor Seix, Carlos Barral, Jorge
Herralde, Esther Tusquets etc.), columnistas de la más diversa procedencia
e intención (Manuel Vázquez Montalbán, Juan Marsé, Jaime Gil de
Biedma, Montserrat Roig, Terenci Moix etc.), guerrilleros plásticos ( Antoni
Tapies,Segales y Val, Colita, Ricardo Franco, Gonzalo Suárez etc.) y
revolucionarios del sonido ( la “nova cançó” con Raimon, Pi de la Serra,
Joan Manuel Serrat, Lluís Llach, etc.).
La televisión había comenzado sus emisiones en 1956 y el mercado
discográfico se hallaba en pleno ascenso con la llegada de la música
popular a la radio y a las discotecas. España comenzaba a convertirse
en una sociedad de masas y todo estaba preparado para dinamitar el
régimen, lo cual - cuando las únicas armas de las que dispones son la
estética y la razón - es un proceso muy lento que se llama dinamizar
su sociedad. La educación política, estética y sentimental de este país
innombrable se debe a todo un ejército de creadores que abordaron su
disciplina específica con la voluntad militante de construir una sociedad
diferente.
Jordi Fornás es uno de ellos. Con independencia de otros trabajos
y de su posterior dedicación a las artes plásticas, hay que destacar su
participación en tres proyectos capitales de la época. La planificación
del diseño de la revista de origen cristiano “Serra D’Or” que, a partir
de 1959, se convierte en el referente de la cultura en lengua catalana,
y en la que participaron personas de procedencia política e intelectual
muy diversa como Oriol Bohigas, Max Canher o el ya citado Castellet.
De mayor impacto popular e innovación ética y estética en España
fue el diseño para Edicions 62 de la colección de novela policíaca “La
cua de palla”, que según explicaba Manuel de Pedrolo, director de la
colección, “era el rasgo común de todos los criminales (…)” y anticipaba
el carácter necesariamente explosivo de lo que estabas a punto de
empezar a leer. Desde las antípodas creativas de lo que hacía Daniel
Gil paralelamente en Madrid para Alianza Editorial, pero con la misma
brillantez y coherencia, Jordi Fornás se decantó por la utilización de la
fotografía de alto contraste o “quemada”, cuyos motivos eran siempre
imágenes actuales, no de la época en la que se escribieron los títulos,
con lo que acentuaba la contemporaneidad de cada libro y su nexo
con el presente. Sus portadas bicolores añadían dramatismo al título
y la certeza de que estabas ante una novela, definitivamente, negra.
Por otro lado, el rigor en la composición y la cuidadosa elección de las
“”
La cola de paja
y el retrato de humo
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tipografías se combinaban con transgresiones evidentes como que los
títulos empezaran por minúsculas o se utilizase el “Letraset”, lo que le
daba modernidad y cercanía a esta colección, que tuvo una acogida
extraordinariamente amplia para ser un proyecto a contracorriente de la
política cultural del régimen. Por sus portadas se colaron íntegramente
las corrientes modernas de Londres (desde el “free cinema” al “pop
art”) y París (con la revista “Salut les Copains” y los cineastas de la
“nouvelle vague”) de una manera desordenada y profusa, debido a
los cortocircuitos propios de la censura de la época. Sus ilustraciones
dejaban constancia de una nueva forma de vida y traducían la naciente
atmósfera de la “gauche divine” barcelonesa, progresista y epicúrea,
sofisticada y “chic”, a medio camino entre la militancia política y las
disipadas noches en la discoteca Bocaccio, el cine de culto al otro lado
de la frontera y los primeros veranos “hippies” en Ibiza y Cadaqués.
Bajo el imperio de los sentidos de Teresa Gimpera, un nuevo modelo
de mujer se abría camino. El universo imaginario del momento era un
“collage” interminable en el que se mezclaban Twiggy y Carnaby Street,
Marianne Faithfull y Los Rolling Stones, Andy Warhol y Marilyn, Sartre
y el Che Guevara, Miles Davis y Boris Vian, Johnny Halliday y Sylvie
Vartan, Jacques Brel y Françoise Hardy.
Precisamente, el otro gran campo de experimentación estética y de
penetración de la modernidad y la política fue la música. Con la llegada
del “rock and roll” y la canción protesta, las enormes portadas de los
LPs se convirtieron en superficies perfectas para alumbrar las ideas
y conceptos estéticos o vitales de los grupos musicales así como en
un campo de colaboración y experimentación con dibujantes, artistas
plásticos y diseñadores.
Jordi Fornás fabricó la estética de las portadas de Edigsa, la casa
discográfica de la “nova cançó”. Las fotos en blanco y negro de Oriol
Maspons y la austeridad de la tipografía y la composición le daban a
los discos de Guillermina Motta, Raimon, Pi de la Serra o Joan Manuel
Serrat un aire militante, comprometido con la urgente actualidad, como
de reportaje periodístico, hecho con recursos visuales austeros para no
distraer al público con ensoñaciones individualistas. Aquí lo realmente
transgresor eran la letra y la música de las canciones y apenas se
insinuaba la perversión gráfica de las portadas en la alineación vertical
de un título o en la inclinación inverosímil de algunas partes del texto.
Otros muchos artistas como el cineasta Iván Zulueta, el dibujante José
Bort, el escultor Andreu Alfaro o el Equipo Crónica elaboraron propuestas
muy diferentes en este soporte visual por el que desfilaron todas las
tendencias plásticas de aquellos años y que resistió hasta la llegada del
minimalismo del CD a principios de 1980.
Todo lo que ardió en esa época de fuego y juego se puede rastrear
a través del resplandor de las cubiertas de los discos y las portadas de
los libros, que son el negativo fotográfico de una realidad desvanecida
o aún mejor: retratos de humo, como el título (“Retrat en fum”) de
una de las novelas negras más interesantes de aquella aventura
editorial.
Enrique Helguera de la Villa / Escritor y crítico literario