TEMA 3 DECISIONES DE INVERSION Y FINANCIACION UNIVERISDAD REY JUAN CARLOS
(392)long laffer para las haciendas vascas
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LAFFER PARA LAS HACIENDAS VASCAS.
Manfred Nolte
La enésima intención de reforma fiscal de Diputaciones y Gobierno vasco nos da
pie para manifestar algunas consideraciones sobre el siempre delicado y
conflictivo mundo de los impuestos. Matizo lo de ‘intención’ dado que el curso
de los debates y distintos puntos de vista de los actores implicados en dicho
propósito pueden llevar a que un proyecto inconcluso y aparcar para un tiempo
próximo lo que ahora no halle el necesario consenso. Al parecer las partes no
coinciden en hallar un saldo entre bondades y perjuicios del programa y a los
planteamientos meramente numéricos y económicos se agregan
subrepticiamente otros de posicionamiento ideológico -¡los principios!- y
trastienda política. La encrucijada se sitúa en principio en discernir si una
rebaja del tipo de gravamen del impuesto de Sociedades (otros impuestos se
hallan provisionalmente aparcados) del actual 28% hasta otro del 25 o incluso
24% tendrá como efecto una cuota recaudatoria igual, superior o inferior a la
que se registra –boyantemente- en la actualidad. Junto al ajuste a la baja del
tipo impositivo de barajan adicionalmente otras medidas compensatorias como
son fundamentalmente la eliminación de las desgravaciones en la base del
impuesto vigentes en la actualidad.
Tal planteamiento es suficientemente serio como para exigir un comentario en
cierto detalle del alcance de la pretendida rebaja. No obstante limitarlo a su
influencia sobre su resultado recaudatorio sería simplista e insuficiente. A
ilustrarlo se dirigen las líneas que siguen.
El hecho fiscal, la facultad democráticamente delegada por la sociedad para que
el sector público recaude impuestos es el corazón y el origen mismo de los
parlamentos modernos, que surgen para enmarcar los presupuestos fiscales.
Así, la coactividad delegada se erige en uno de los rasgos diferenciales del
sector publico junto a su universalidad, su heterogeneidad y su indefectibilidad.
De la coacción surge la consecuencia: la inexorabilidad en este mundo, junto a
la muerte de tener que pagar impuestos, como avanzó en su día Benjamin
Franklin.1
1 "En este mundo sólo hay dos cosas seguras: la muerte y pagar impuestos."
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Pero el impuesto detrae renta disponible de los particulares y beneficios netos
de las empresas. Si partimos de la base de que el mercado es el mejor vehículo
conocido hasta la fecha para la asignación óptima de los recursos, la injerencia
de un impuesto es negativa e introduce en la actividad económica un
determinado grado de toxicidad. La otra cara de la moneda es que en una
economía social moderna y beligerante esa toxicidad es un efecto colateral
tolerable en una terapia general de las administraciones para ofrecer los
servicios públicos a la sociedad. Aunque el impuesto destruya renta en un
primer momento, a través del presupuesto el sector publico crea nuevos valores:
seguridad, justicia, defensa, cultura, sanidad y protección social. Con el
impuesto se genera el ambiente jurídico y político con el cual los hombres
pueden trabajar, organizar, inventar y producir. Es esta una idea ya veterana en
los anales de la hacienda pública. El gran economista John Maynard Keynes
dota a los presupuestos públicos de una facultad adicional: su carácter
anticíclico capaz de estimular la demanda agregada en épocas de crisis y
relanzar una coyuntura económica debilitada. Finalmente una moderna
fiscalidad debe actuar como un estabilizador automático dentro de una política
redistributiva de las rentas sociales, gravando más a quienes más tienen para
favorecer a quienes tienen menos y contribuir a reducir la desigualdad social.
Los impuestos son en consecuencia distorsionadores pero necesarios, el precio
que pagamos por una sociedad civilizada. El sistema impositivo, a su vez, será
eficiente cuando asegura un determinado volumen de ingresos públicos,
contribuyendo a una redistribución de la renta, con la menor desincentivación
posible de la iniciativa privada.
La realidad es que una vez clarificada la razón fiscal, el ‘que’, nos resta –y esta es
la madre del cordero- el ‘cuanto’. Una aspirina puede calmar una jaqueca
mientras que la ingesta de un envase completo de sus comprimidos puede
provocar la muerte del paciente.
Aplicado a la economía hablaríamos de la curva de Laffer. La curva, una ‘U’
invertida difundida por el economista americano Arthur Laffer en 1.980 traduce
una evidencia empírica, según la cual el incremento sucesivo de los tipos
impositivos no siempre conlleva un aumento de la recaudación fiscal. Cuando el
tipo del impuesto es suficientemente alto, si se sube aún más, los importes
recaudados disminuyen. En su último extremo un tipo del 100% sobre la
actividad tributable, destruiría toda actividad, y la recaudación sería nula.
Aplicado al caso del proyecto de reforma fiscal vasca , tal vez una reducción de
bases tenga un efecto inicial negativo sobre la recaudación, pero
simultáneamente afectaría de forma favorable a la actividad económica y al PIB
comunitario, con lo que estimulando la producción generaría en segunda
instancia un aumento de bases imponibles y un aumento de la recaudación. Esta
hipótesis viene apoyada por un reciente estudio de BBVA Research2 aplicado al
conjunto de la economía española.
2 Estructura Fiscal, Crecimiento Económico y Bienestar. José E. Boscá, Rafael Doménech y Javier Ferri.
BBVA Research Julio 2.017.
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Una consideración final. Llegado el momento, si se incluyese entre sus
competencias, los líderes de las haciendas forales deberían considerar la
introducción de un modelo de devaluación fiscal para las empresas residentes
en Euskadi, esto es, rebajar las cotizaciones sociales de las empresas y financiar
la caída de la recaudación con imposición indirecta. España –y previsiblemente
Euskadi- ha tenido en promedio durante los últimos 20 años una imposición de
las cotizaciones sociales 3,5 puntos superior a la de la Unión Europea (22,9
frente al 19,4 por ciento). En algunos países, como Dinamarca las cotizaciones
sociales no alcanzan el 2 por ciento. Ello daría alas a nuestro tejido empresarial.