1. 1
VINO VIEJO EN ODRES NUEVOS.
Manfred Nolte
La Biblia aconseja no almacenar vino nuevo en odres viejos. La fuerza de sus
jóvenes sustancias acabará reventando el desgastado pellejo. Pero aquí el título
sugiere lo contrario: no guardar vinos caídos en cueros nuevos. Por ejemplo
cuando asistimos a un debate cansino en el que se defiende la conveniencia de
reivindicar viejos proyectos fracasados en un envoltorio de modernidad
pretendida.
Viene esto a cuenta de las declaraciones formuladas en un reciente desayuno
informativo, cuando Pedro Sánchez puso sobre la mesa su intención de pedir un
impuesto finalista a la banca para costear las pensiones. Y en igual manera a la
iniciativa del grupo parlamentario de Unidos Podemos-En Comú-En Marea
registrando días atrás en el Congreso una proposición de ley sobre los
impuestos a la Banca, con la que aspiran a recuperar parte de las ayudas
públicas entregadas a las entidades financieras rescatadas durante la crisis,
mediante un llamado ‘impuesto de solidaridad’.
Además de un recargo del 10% en la cuota de sociedades del sector bancario,
(8% en la formulación socialista), la formación morada también defiende la
necesidad de "legislar de la manera más ambiciosa posible el impuesto sobre
transacciones financieras (ITF) para controlar, registrar y desincentivar las
transacciones más especulativas", y cumplir así con el acuerdo alcanzado en el
2012 por once países de la Unión Europea para crear la conocida como Tasa
Tobin, aspecto que también cubrió la propuesta del Sr. Sánchez.
Sobre la conveniencia de aplicar un recargo a la cuota de sociedades del sector
bancario ya hemos argumentado–negativamente- desde estas mismas paginas.
La cuestión ahora es saber qué queda al día de hoy de la segunda propuesta, de
resucitar un ITF, o ‘tasa Tobin’ y qué futuro cabe augurar a ideas como las
descritas.
2. 2
Pocas personas sostendrán en la actualidad la validez de un ITF para “controlar,
registrar y desincentivar las transacciones más especulativas", -sin especificar si
se trata de los mercados de capitales, de divisas u otro- después de que se hayan
dejado correr ríos de tinta sobre el tema y después de que los sucesivos
progresos en el marco prudencial de vigilancia de Basilea en sus distintas
versiones y sobre todo del Consejo de Estabilidad Financiera hayan avanzado
importantemente en la regulación de estas materias. Cuando las formaciones
arriba citadas hablan de resucitar la Tasa Tobin lo hacen por mero
romanticismo ideológico – recuperar lo que fue una bandera de la sociedad
civil- y en segundo lugar por motivos recaudatorios. Gravar, como se hace en
Francia, las transacciones bursátiles y las operaciones de derivados, ofende el
alcance que en su día tuvo como objetivo la Tasa Tobin y desde luego no
estabiliza ni desestabiliza nada en los mercados financieros franceses.
Y es que no hay nada más triste que devaluar una gran idea, desconectarla de
sus propósitos y objetivos originales, y finalmente situarla en coordenadas
temporales distintas de aquellas en las que se planteó, y si se me permite, se
soñó.
Además de látigo de la especulación, la mayor notoriedad de la figura fiscal
llamada ‘tasa Tobin’ obedeció a una dilatada reivindicación de los movimientos
antiglobalización que hallaron en el impuesto el recurso para la financiación de
las bolsas de pobreza en el mundo. Es cierto que si se gravan absolutamente
todas las transacciones financieras, aunque sea con un tipo simbólico, la cifra
recaudada, dada la amplitud de la base, puede ser astronómica.
Con la crisis, este dividendo social, que históricamente alentó la adopción de la
‘tasa Tobin’, quedó arrinconado y se fue sustituyendo por otro mucho más
mercantilista como era la financiación directa de los abultados déficits
incurridos por los presupuestos públicos, en particular por los de los países
miembros de la Unión Europea. Faltaba una coartada para encender la mecha
del asalto a la Banca y se encontró en las ingentes sumas de dinero volcadas en
su rescate a consecuencia de la crisis. En setiembre de 2011, José Manuel Durao
Barroso recordó ante el Parlamento Europeo que “durante los tres últimos años,
los contribuyentes han concedido ayudas y garantías por un total de 4,6 billones
de euros al sector financiero. Ya es hora de que el sector financiero devuelva lo
que debe a la sociedad. Es una cuestión de justicia que podría generar ingresos
superiores a 55.000 millones de euros anuales”.
El fervor decayó. En Junio de 2012, a falta de acuerdo entre los 27, once países
europeos, entre los que figuraba España, se asociaron para la creación del nuevo
impuesto a la Banca –una ‘tasa sobre las transacciones financieras’- por el
procedimiento de ‘Cooperación reforzada’.
La iniciativa, sin embargo, duerme el sueño de los justos – o de los injustos, si
así se desea-. Desnortada y sin alma, la ‘Tasa Tobin’ afronta la posibilidad de no
asistir nunca a su propio nacimiento. Ahora, algunos remueven las ascuas, pero
no hay calor en las convicciones.