1. Escuelas, complicidad y fuentes de violencia
Juanita Ross Epp
La violencia sistémica es insidiosa porque quienes están implicados, tanto quienes
la ejercen como quienes la padecen, suelen ser inconscientes de su existencia. Los
alumnos, acostumbrados a aprender sobre el mundo desde un punto de vista
positiva que refleja una realidad blanca y rica. No ven su propio fracaso desde
cualquier otra perspectiva.
Cuando los alumnos no tienen suficiente capacidad o no se amoldan como
corresponde, el fracaso no lo asume la escuela porque no ha conseguido
ofrecer una experiencia educativa positiva: se le echa la culpa al alumno por
carecer de aplicación o de habilidad o a los padres, por carecer de un medio
positivo o por no saber apoyar las iniciativas de la escuela.
Los alumnos más perjudicados por la violencia sistémica son apartados de
la escuela, o ellos mismos se van, y sufren las desventajas duraderas de una
educación incompleta. Aceptan como propios la culpa personal v los
perjuicios económicos que van asociados con el fracaso académico.
Los alumnos que son obligados por la ley a asistir a la escuela sufren el
fracaso que el sistema escolar les provoca, aceptan la responsabilidad de lo
que es un fracaso de la institución.
La violencia sistémica se encuentra en cualquier práctica institucionalizada
que afecte desfavorablemente a los estudiantes.
2. La violencia sistémica puede estar presente de forma endémica en las
actividades educativas de todos los días, pero puede manifestarse también
en incidentes concretos. Muchos de nosotros salimos de nuestra educación
elemental con recuerdos generalmente positivos mezclados con algunas
experiencias dolorosas.