La Organización Mundial de la Salud define el autocuidado como “la capacidad de los individuos, familias y comunidades para promover la salud, prevenir enfermedades, mantener la salud y hacer frente a las enfermedades y discapacidades con o sin el apoyo de un proveedor de atención médica”. Al respecto, Torres et al., (2021) menciona que el autocuidado constituye un comportamiento aprendido que se internaliza a lo largo de las etapas del desarrollo vital del individuo, a través de las interacciones y experiencias socioculturales del grupo de pertenencia. En este sentido, las acciones de autocuidado no son consideradas “innatas” sino “aprendidas” en las diversas instituciones sociales a través de costumbres, creencias, tradiciones, prácticas y hábitos principalmente en el núcleo familiar y que respectivamente son reforzadas en otras esferas de la vida social.