El documento describe la relación entre la genética y el ambiente en el desarrollo de los individuos. Explica que la genética determina los procesos internos mientras que el ambiente se refiere al entorno social. También señala que los genes determinan rasgos físicos pero que la interacción entre genes y ambiente moldea el fenotipo general. Finalmente, resalta la importancia de considerar ambos factores de forma conjunta para comprender plenamente el desarrollo.
La historia de la vida estudiantil a 102 años de la fundación de las Normales...
Relacion entre genetica y ambiente
1. RELACIÓN ENTRE GENÉTICA Y AMBIENTE
PRESENTADO POR:
PAULA ANDREA MARÍN VELÁSQUEZ
BIOLOGÍA
CORPORACION UNIVERSITARIA IBEROAMERICANA
CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES
15 DE DICIEMBRE 2020
2. RELACIÓN ENTRE LA GENÉTICA Y EL MEDIO AMBIENTE
Es esencial para comprender el desarrollo de la conducta de un individuo de cualquier especie. Mientras que la
genética trabaja con todo aquello relacionado con los procesos internos y físicos del individuo el medio ambiente se
refiere al entorno social en el cual un miembro de cierta especie se desarrolla y que pos consiguiente contribuye o
perjudica de igual manera a su adaptación.
La genética en el medio ambiente tiene una relación impresionante ya que todos los seres humanos conservan una
estructura genética para la reproducción, eso si, teniendo en cuenta el cromosoma dominante, fenotipos y
genotipos. Todos los rasgos físicos como el sexo, la apariencia, organismos de un ser, depende de los genes de sus
padres
La genética se encarga de estudiar estos fenómenos y es interesante que todo ser vivo en el planeta tiene su
estructura genealógica, como lo son las plantas o animales.
3. QUE ES LA GENETICA
La genética es una rama de la biología que estudia como los caracteres hereditarios se transmiten de generación en
generación.
Los genes son las unidades de información que emplean los organismos para transferir un carácter a la
descendencia. El gen contiene codificada las instrucciones para sintetizar todas las proteínas de un organismo. Estas
proteínas son las que finalmente darán lugar a todos los caracteres de un individuo (fenotipo).
Cada individuo tiene para cada carácter dos genes, uno que ha hereda de su padre y otro de su madre. Hay genes
que son dominantes e imponen siempre la información que contienen. Otros en cambio son recesivos y en este caso
sólo se expresan en ausencia de los genes dominantes. En otras ocasiones la expresión o no depende del sexo del
individuo, en este caso se habla de genes ligados a sexo.
Riesgo ambiental en poblaciones genéticamente sensibles
El dilema entre herencia y ambiente ha marcado gran parte de la historia de la Psicología generando fuertes
polémicas dentro de este campo. Durante el siglo pasado, ambientalistas e innatistas trataron de demostrar el
predominio de un u otro aspecto en el desarrollo humano. Sin embargo, en el presente, la mayoría de las
investigaciones que intentan comprender los procesos involucrados en el desarrollo requieren modelos relacionales,
interactivos, donde los factores genéticos y ambientales aparecen operando en conjunción (Bleichmar, 2004).
Actualmente, la Genética del comportamiento es, sin lugar a dudas, uno de los principales campos de investigación
psicológica. Los avances científicos producidos en los últimos años en las disciplinas de Genética cuantitativa y
molecular se han dado cuenta de que los genes juegan un papel importante en la conducta humana, aportando,
asimismo, la mejor evidencia disponible sobre la importancia del ambiente en las diferencias individuales de los
caracteres psicológicos. En este sentido los aportes más interesantes al estudio del ambiente en el campo de la
Genética del comportamiento
4. Comprendiendo las contribuciones relativas de los genes y el ambiente al
fenotipo
Comprendiendo las contribuciones relativas de los genes y el ambiente al fenotipo El análisis genético clásico se
centra en caracteres que están determinados por la variabilidad alélica de un único gen, presentando un modo
mendeliano simple de transmisión, donde la posibilidad de expresión fenotípica queda definida por la presencia de
un determinado par de alelos. Sin embargo, la mayoría de los rasgos de interés para la Psicología son poligénicos o
multifactoriales, es decir, son el resultado de la interacción y correlación entre varios pares de genes y el ambiente.
A diferencia de los caracteres de localización única, los rasgos multigénicos no poseen una herencia sencilla,
identificable, resultando complejo analizar las contribuciones relativas de los genes y el ambiente al fenotipo
(Kandel, 2000)
.
5. ¿Por qué el Síndrome de Turner? Aspectos neuropsicológicos en el Síndrome de
Turner: interacción genes-ambiente
La literatura revela que las mujeres con Síndrome de Turner
no presentan dificultades en las habilidades verbales y las
capacidades intelectuales (sólo el 10% poseen cierto grado
de retraso mental o trastornos del lenguaje). Sin embargo,
se han reportado dificultades en diversos procesos de
aprendizaje debido a problemas en el funcionamiento
ejecutivo, especialmente en memoria de trabajo y tareas
que requieren control de la impulsividad y automonitoreo
(Ross, Roeltgen, & Zinn, 2006). Asimismo, se han observado
déficit en las habilidades visuoespaciales, en tareas
visuomotoras y tareas de manipulación de información
relación-espacial; registrándose dificultades para generar
y/o comprender conceptos abstractos, para planificar y
llevar a cabo tareas complejas y mantener la atención
activa (Del Alamo, 2006).
El Síndrome de Turner es un trastorno
cromosómico no heredable, determinado por la
delección total o parcial del cromosoma X en el
sexo femenino. Su incidencia poblacional es de
1:1900 mujeres nacidas vivas, sin embargo la
frecuencia de aparición prenatal es aún mayor a la
expuesta, ya que se estima que un 99% de los
embarazos que portan esta anomalía terminan en
abortos espontáneos durante
6. La disfunción social como variable
susceptible de riesgo ambiental en el
Síndrome de Turner
NEUROANATOMÍA ESTRUCTURAL Y FUNCIONAL DE LA
AGRESIÓN
El primer paso para enfrentarse a una tarea tan compleja
como estudiar el desarrollo ontogenético del
comportamiento antisocial consiste en comprobar si hay
mecanismos fisiológicos que se relacionen con él. ¿Acaso es
el cerebro de las personas violentas diferente de las
personas que no se comportan de ese modo?
Investigaciones recientes han puesto de relieve alteraciones
estructurales que se asocian al comportamiento violento,
como la corteza prefrontal ventromedial, la corteza
cingulada anterior, la amígdala o la corteza prefrontal dorsal
lateral. Precisamente la lesión de algunas de estas
estructuras ya se había asociado anteriormente al
comportamiento antisocial, sobre todo en relación con el
empeoramiento de las conductas morales y sociales tras
lesiones en la corteza prefrontal; posteriormente se ha
confirmado esta asociación incluso cuando la lesión es
infantil y se evalúan las consecuencias a largo plazo. Otros
autores, como Raine et al, han estudiado cambios
estructurales más finos en el cerebro de pacientes con
trastorno antisocial de la personalidad y han encontrado
una reducción en el volumen de materia blanca prefrontal
en ausencia de lesiones en aquellos sujetos con una mayor
predisposición al comportamiento antisocial. Otros
estudios de este mismo grupo han mostrado que, además
de la reducción de volumen de materia blanca, existe un
metabolismo reducido de la glucosa, al menos en ciertos
tipos de asesinos y homicidas.
En general, el comportamiento antisocial puede
definirse como un patrón general de desprecio y
violación de los derechos de los demás, que
comienza en la infancia o el principio de la
adolescencia y continúa en la edad adulta. El
comportamiento antisocial es un fenómeno muy
amplio que incluye distintos tipos de acciones, de
las cuales destacan diferentes tipos de agresión,
robos, engaños, conductas impulsivas, ultrajes y
violencia entre sus diferentes manifestaciones.
Estos comportamientos se pueden manifestar
tanto en el ámbito clínico como normativo. Sin
embargo, aunque sería interesante poder
distinguir en cada caso cuándo empieza uno y
cuándo acaba otro, la confusión existente en la
bibliografía en referencia a los términos ‘agresión’,
‘agresividad’, ‘agresión impulsiva’ u otros es tan
grande, que en este trabajo consideraremos la
definición arriba propuesta por ser lo
suficientemente amplia. Las consecuencias de
todos estos comportamientos se traducen en una
grave preocupación social en la actualidad, ya que
constituyen el núcleo de la delincuencia violenta.
7. Desarrollo del comportamiento antisocial:
factores psicobiológicos, ambientales e
interacciones genotipo-ambiente
INTERACCIONES ENTRE GENOTIPO Y AMBIENTE: EL
PAPEL DE LAS VARIACIONES EN EL GEN MAOA Y EL
MALTRATO INFANTIL
¿Es posible que la diferente respuesta de algunos
niños a la adversidad infantil sea el resultado de las
diferencias individuales en el funcionamiento de su
sistema nervioso? Quien primero investigó esta
hipótesis fue el grupo de Cadoret, utilizando un
estudio realizado con niños adoptivos y padres
adoptantes y biológicos. Observaron el
comportamiento antisocial y varias medidas de
agresividad en un grupo de adoptados de los cuales
se tenía constancia de los historiales judiciales y
hospitalarios de los padres biológicos, así como de
los adoptivos. Hallaron que el comportamiento
antisocial de los padres biológicos predecía un
incremento en diferentes formas de conducta
antisocial. También encontraron que el ambiente de
crianza influía significativamente en el incremento
de comportamiento antisocial. En resumen, el grupo
de Cadoret halló que la interacción entre factores
genéticos y ambientales, así como los ambientales
en sí, eran responsables de la variabilidad en la
agresividad y del trastorno de conducta en los
adoptados.
Para comprender el desarrollo de algunos rasgos
asociados con el comportamiento antisocial, como
la agresividad, conviene entender el desarrollo
natural de ésta. Quizás la mejor información actual
proviene de los estudios longitudinales llevados a
cabo por el grupo de Tremblay, de la Universidad
de Montreal . Estos estudios, iniciados en la
década de los años setenta, pusieron de relieve
que, en contra de la percepción habitual, la edad
en la que los niños son más agresivos es entre 1 y
4 años, y no durante la adolescencia, como
habitualmente se considera. No obstante, cuando
los adolescentes empiezan a separarse de los
padres y amplían el repertorio de amistades o
compañías, intensifican la gravedad de aquellos
actos antisociales que puedan cometer . También
en esta línea, Widom fue la primera investigadora
que aportó evidencias empíricas acerca de los
efectos de la adversidad ambiental sobre el
desarrollo del comportamiento antisocial [38],
rompiendo así el tópico que afirmaba que la
violencia genera violencia