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T E M A 2 9 . E L T E X T O D I A L Ó G I C O .
E S T R U C T U R A S Y
C A R A C T E R Í S T I C A S .
0. INTRODUCCIÓN
María Moliner define el diálogo como «la acción de hablar
unas con otras dos o más personas, contestando cada
una a lo que la otra ha dicho antes». El diálogo ha sido
objeto de interés no solo por sus formas lingüísticas o li-
terarias, sino que se proyecta también a su temática
religiosa, política y filosófica, de modo que se ha conver-
tido en objeto fundamental de algunas investigaciones
hermenéuticas. Así, GADAMER hablaba de la «lógica de la
pregunta y la respuesta» y LORENZEN de una «lógica dialó-
gica» que podría liberar el lenguaje científico de la
subjetividad. La noción de diálogo se encuentra también
en algunas concepciones derivadas de la fenomenología
que fundan y hasta identifican la comunicación y el diá-
logo, como ocurre en M. SCHELER, para quien la
intersubjetividad llega a ser primaria, respecto a la subje-
tividad, ya que el Tú, en su sistema filosófico, se halla
inscrito en el Yo de forma original.
A partir de BAJTIN se denomina dialogismo a la concurren-
cia de voces distintas en forma de diálogo interior, exterior
e incluso de monólogo, lo que engarza con la definición
que da BOBES NAVES, que realza el hecho de que el dialo-
gismo tiene en cuenta al receptor antes de formular su
mensaje y, por tanto, es la relación que un emisor esta-
blece por el mero hecho de serlo, a partir de la idea de
que el mismo emisor se forma en él y que se proyecta
sobre el discurso para presentarlo del modo más ade-
cuado al ser y al entender del receptor.
En este sentido, el dialogismo está en todos los textos li-
terarios y no literarios, y supone unas relaciones entre el
lector y el autor que dan lugar a las estrategias con las
que el autor planifica la lectura de su lector ideal.
Así, afirma BENVENISTE, «desde el momento en que (el lo-
cutor) se declara locutor y asume la lengua, sitúa al otro
enfrente de él, sea cual sea el grado de presencia que atri-
buya a este otro. Toda enunciación es, explícita o
implícitamente, una alocución, supone un público». Por lo
tanto, así entendidos diálogo y dialogismo, en el texto li-
terario cabe afirmar que el diálogo es un fenómeno del
discurso y que el dialogismo lo es de todo el proceso de
comunicación.
1. EL TEXTO DIALÓGICO: DEFINICIÓN
Y ESTUDIO
1.1. Definiciones
El diálogo se define como una cadena de intervenciones
lingüísticas organizadas en un progresivo presente con los
interlocutores cara a cara, en situación compartida. Son
dos o más en funciones alternativas de E-R (BOVES NAVES).
El diálogo puede ser analizado desde tres perspectivas
principales: como un proceso interactivo, que forma parte
de las relaciones sociales y que como tal, puede ser objeto
de una pragmática, bajo los enfoques metodológicos de
esta ciencia; como una construcción verbal, objeto de una
investigación lingüística; y como un recurso literario, cuya
presencia en el discurso está determinada y a la vez con-
diciona a otras formas que están en relación con las
voces, el género, la distancia narrativa, y de las que da
cuenta una teoría literaria.
Como señalan CALSAMIGLIA y TUSÓN (Las cosas del decir,
1999), la conversación espontánea es el género dialogal
por excelencia, que sirve de base para las relaciones hu-
manas que se crean y se mantienen a través del diálogo,
y se enrarecen o terminan cuando el diálogo se hace difí-
cil o se rompe.
Aunque autores como WERLICH o BEAUGRANDE no incluyen
la conversación entre las bases textuales porque parecen
resistirse a la formalización, son muchos los estudios que
sí lo hacen.
Desde una perspectiva pragmática, los rasgos caracterís-
ticos del diálogo son:
a) Es un proceso semiótico interactivo en el que concu-
rren varios sujetos, lo que le da un carácter social y
le impone una normativa.
b) Es un proceso que se desarrolla con la alternancia de
turnos y, en consecuencia, tiene la forma de un dis-
curso fragmentado.
c) Es un proceso semánticamente progresivo que se di-
rige hacia la unidad de sentido en la que convergen
todas las intervenciones.
A los actos verbales hay que añadirles las acciones no ver-
bales de los sujetos que están en la situación, que
condiciona asimismo el progreso del diálogo y lo hace
tenso, distendido, dramático…
Por su carácter social, se aprecia en el diálogo la libertad
de intervención: no admite jerarquías y, de hecho, se
anula cuando no se respetan de forma democrática los
turnos de intervención. La participación de los hablantes,
además, ha de ser activa: hay que intervenir, bien con la
palabra, bien con signos kinésicos y proxémicos para
mostrar que se está escuchando y demostrar que ha en-
tendido.
También es el carácter social el que impone que haya una
fase previa de norma social con intercambio de palabras
de saludo, o para evitar el silencio, lo que GREIMAS (Semán-
tica estructural, 1971) llama «elementos encuadrantes del
diálogo».
Los turnos de palabra son definitorios a la hora de distin-
guir conversación de diálogo, puesto que las normas que
rigen las primeras son más versátiles. Las normas sociales
y semánticas garantizan la producción de sentido que se
va construyendo a través de las intervenciones. BOBES
NAVES distingue entre:
a) Normas semánticas: todas las condiciones externas y
formales necesarias para iniciar, proseguir y terminar
el intercambio verbal y que afectan al sentido que se
va logrando con el diálogo. Grice es quien ha explicado
estas normas semánticas (véase 3.2.).
b) Normas de cortesía conversacional: afectan única-
mente a la conducta de los sujetos del diálogo.
Los sujetos de diálogo establecen entre sí, locutor y alo-
cutor, relaciones de procesos de expresión e
interpretación. La intervención competente de los locuto-
res se orienta por tres criterios generales:
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1) Las modalidades del habla: disposiciones de los suje-
tos que garantizan que saben, pueden y quieren
hablar.
2) El valor semántico y formal de los enunciados
3) Las normas lógicas, semióticas y gramaticales de
todo discurso, cuyo conocimiento y uso es obligatorio
para los sujetos del diálogo.
Al ser lenguaje en el presente, se usan signos no verbales
que han de ser interpretados para que el diálogo avance.
En el diálogo intervienen, además del locutor e interlocu-
tor, que producen un efecto feedback sobre el discurso,
unos posibles «locutores tapados» que dan lugar a pro-
cesos de comunicación indirectos.
TANNEN (Talking voices, 1989) recoge y resumen las estra-
tegias de complicidad que están omnipresentes en
cualquier intervención verbal que quiera llegar a tener
éxito, que busque la colaboración del interlocutor.
a) Estrategias que trabajan con la forma:
• Ritmo: (SCULLON «The rithmic integration of ordi-
nary talk» 1982): Hay un acuerdo en los tempos,
tonos, fuertes y pianos en la conversación para que
no falle el acuerdo y poder seguir adelante.
• Repetición: se da en todos los niveles (fonemas,
morfemas, grupos de palabras…) como forma de
facilitar la producción y la planificación del dis-
curso.
• Figuras de estilo: están en relación con la repeti-
ción. Las más frecuentes son anáfora, epífora,
antítesis, asíndeton, isócolon, anadiplosis, quiasmo.
a) Estrategias que trabajan con el significado:
• Indirectividad: afirmar las cosas de una manera in-
directa sirve para salvar las apariencias y la propia
imagen si la contribución conversacional pudiese
ser no bien recibida. Aumenta la sensación de par-
ticipación.
• Tropos: metáforas, metonimia, ironía… También es
frecuente la aposiopesis, el comportamiento del ha-
blante como si no supiese o quisiese continuar.
• Diálogo reportado: es el uso del estilo indirecto en
la conversación, que da vivacidad al discurso al
crear diversas voces, poniendo en funcionamiento
la imaginación del receptor.
• Imaginería y detalle
• Narración que, para SACKS (El hombre que confundió
a su mujer con un sombrero, 1986) es el principio
organizador de toda conversación.
Así pues, el diálogo y la conversación dominan nuestra
actividad verbal cuando nos relacionamos con los otros
elementos del grupo social. El monólogo lo reservamos
para la introspección: cuando vamos en autobús, condu-
cimos, pensamos qué es lo que hemos de hacer a
continuación o analizamos las posibilidades de una situa-
ción (BASSOLS y TORRENT, Modelos textuales, 1997).
1.2. Diferencia diálogo/conversación
Antes se ha apuntado a una de las diferencias entre el
diálogo y la conversación, la libertad en sus turnos de pa-
labra. Pero esto no es lo único que distingue ambas
formas. Aunque las dos son formas fundamentalmente
orales y consisten en un intercambio verbal entre varios
1 («Turno y alternancia de turno en la conversación», Revista Argentina
de Lingüística, 16, 2000)
interlocutores en turnos de palabra diferentes, sus finali-
dades difieren.
La conversación es un intercambio comunicativo oral y
presencial con el que queremos darnos a conocer a los
demás, conocer sus opiniones, ideas y sentimientos, y es-
trechar las relaciones sociales. El diálogo tiene voluntad
teolológica más definida, contrastar ideas y llegar a un
entendimiento, un consenso.
La conversación es el género interactivo primario y esen-
cial en el uso del lenguaje, el modo en que se aprende la
lengua materna y las normas interactivas y sociales. Es
esencial para el desarrollo de la personalidad y para el
proceso de socialización de las personas. Su finalidad no
está tan definida como la del diálogo o el texto escrito,
sino que se construye en común por los concurrentes.
Podría decirse que en sentido estricto hay una relación de
hiperónimo (conversación) e hipónimo (diálogo).
BRIZ1caracteriza la conversación frente a otros discursos
dialogales como un discurso:
a) Oral, una modalidad o realización producida por el
canal fónico.
b) Dialogal, por la sucesión de intercambios.
c) Inmediato, que se desarrolla en la coordenada espa-
cio-temporal aquí-ahora-ante ti.
Cooperativo, pues se obra conjuntamente con otro y su
intervención, y dinámico por la continua permuta y cam-
bio de papeles y de interlocutores (de hablante a oyente,
de oyente a hablante), por la alternancia de turnos no ne-
gociada de forma previa (algo en lo que indagaremos en
el punto 4.2.)
1.3. La interacción verbal
El carácter esencial de los textos dialogados consiste en
ser una interacción verbal de varios contertulios. Los diá-
logos son esencialmente orales, pero pueden ser
transcritos, caso del diálogo teatral o del construido den-
tro de una narración. En uno y otro caso la escritura es un
código secundario que acoge al código primario en el que
se produce y se concibe esencialmente el diálogo.
El diálogo escrito, trasunto literario de un diálogo oral, ha
constituido un género literario desde que Platón lo consa-
grara para exponer, argumentar y contraargumentar
teorías. El Renacimiento vuelve al diálogo como vehículo
de la aceptación de perspectivas múltiples y posiciones
contrarias sobre un mismo tema, como sucede con el Diá-
logo de la lengua de Juan de Valdés, Diálogo sopra l’amore
de Marsilo Ficino o los Diálogos de amor de León Hebreo.
Pero el diálogo no literario es una comunicación oral, pre-
sencial e interactiva. Como tal se va construyendo en un
discurso espontáneo regido por leyes implícitas de tipo
lingüístico y social. F. CARTON, por eso, determina que el
discurso oral interactivo es el resultado de las decisiones
que los hablantes van tomando en función de los objeti-
vos que persiguen, decisiones que tienen que ver con tres
planos:
a) Plano interactivo: afecta a decisiones de manteni-
miento de la palabra, rechazo, interrupción,
imposición, toma de palabra, papel del diálogo, etc.
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b) Plano temático, con decisiones sobre la negociación
del tema que se va a tratar, la introducción o no de
una información, eludir una cuestión, cambiar el tema.
c) Plano ilocutivo, con decisiones que afectan al modo en
que el hablante aborda o enuncia un contenido.
Desde la perspectiva de la interacción, la diferencia entre
las situaciones cotidianas y las formales puede conside-
rarse cuantitativamente. En las primeras, la necesidad de
«conquistar» la colaboración de nuestro interlocutor
puede alcanzar hasta la negociación del tema; en las se-
gundas, mediatizadas por el género al que se adscribe la
comunicación, la importancia de las estrategias de inter-
acción es esencial para que el hablante alcance sus
objetivos.
1.4. Otros géneros dialogados
Desde el ámbito periodístico existen, además de los co-
mentados, otros géneros interlocutivos y
conversacionales, fundamentalmente los tres siguientes:
v La entrevista, que ha sido estudiada por HAVERKATE2
como evento de habla, diferente a la conversación, que
es una situación de habla. En la entrevista existe un
reparto de funciones, el entrevistador pregunta y el en-
trevistado responde. El contenido de la entrevista
puede ser narrativo, expositivo, argumentativo o polé-
mico, en función del motivo por el que se hace la
entrevista y las características del personaje entrevis-
tado. El objetivo de la entrevista es transaccional,
obtener una serie de informaciones de quien las po-
see.
v El debate se caracteriza por ser polémico y argumen-
tativo, se enfrentan opiniones, posturas personales,
intereses, ideologías, etc. Los argumentos que se em-
plean son de tipo lógico y retórico y su objetivo es
ilustrar, afianzar y hacer que destaquen unas posturas
sobre otras. En la tradición escolástica se practicaba
como ejercicio dialéctico, son muestra de ello la Elena
y María, la de los Griegos y Romanos del Arcipreste de
Hita y las disputas de las Armas y las letras. Suele haber
un moderador y un público que establece la opinión
sobre la mejor defensa. Hoy en día se practica tanto
en mesas redondas, paneles, foros de debate presen-
ciales y a través de internet.
v La tertulia es una conversación distendida, con fines
lúdicos, recreativos o sociales que se practica por parte
de una serie de personas que se reúnen con esa fina-
lidad. El tema le da un carácter especializado. Ha
pasado a medios de comunicación, especialmente la
radio, para captar la atención y darle un aspecto inter-
activo al mensaje del medio correspondiente.
Sobre tipos de texto conversacionales, existen muchos
trabajos empíricos que describen los rasgos característi-
cos de la denominada conversación espontánea, la forma
más común y esencial que puede adoptar el intercambio
verbal. Además, se distinguen otras clases de conversa-
ción, como la discusión, el debate, la entrevista o la
tertulia, con rasgos propios en cuanto al número de par-
ticipantes en la interacción, organización y gestión de los
turnos y normas de intervención. Recientemente, las tec-
nologías de la información y la comunicación han creado
2 («La entrevista periodística. Análisis discursivo e interaccional» Oralia,
1998)
géneros conversacionales nuevos, con características pro-
pias, como los chat o los foros de discusión en internet.
Estos géneros de discurso virtuales (sincrónicos y asin-
crónicos) ya han sido objeto de descripciones precisas
(cfr., por ejemplo, F. YUS, Ciberpragmática. El uso del len-
guaje en internet, 2001) desde la corriente denominada
Comunicación Mediatizada por Ordenador (CMC: Compu-
ter Mediated Communication en inglés).
1.5. Estudio de los géneros dialogales3
Los analistas de la conversación han abordado el intercam-
bio conversacional desde dos perspectivas
fundamentalmente: las unidades que se distinguen en
una conversación, esto es, su estructura, por un lado, y
los tipos de intercambios verbales distintos que pueden
describirse, por otro. En cuanto a la estructura de la con-
versación, la escuela de Birmingham (J. SINCLAIR Y M.
COULTHARD 1975) ha descrito la organización conversacio-
nal prototípica, descripción desarrollada posteriormente
por investigadores de la escuela de Ginebra (E. ROULET et
al. 1985). Organizadas de forma jerárquica de mayor a
menor, las unidades que constituyen una conversación
son las siguientes:
a) la interacción, que corresponde en su conjunto al hecho
o evento comunicativo, al conjunto de la conversación;
b) la secuencia (episodio o transacción), que se refiere a una
unidad temática caracterizada por el cambio de actividad
discursiva o bien por la alteración de interlocutores; se
habla de secuencias de apertura y de cierre, por ejemplo,
en un texto dialogado.
c) el intercambio, que es la mínima unidad dialogada, com-
puesta por dos o más turnos conversacionales, como los
pares adyacentes o los intercambios didácticos del tipo
pregunta-respuesta-evaluación o comentario;
d) la intervención o movimiento (move en inglés), que de-
signa cada una de las aportaciones de los participantes y
es, pues, la unidad máxima desde el punto de vista mo-
nologal;
e) el acto, que se refiere a las funciones ilocutivas e interac-
tivas de los diferentes movimientos; una intervención
puede estar formada por un único acto o por más de uno.
G. BROWN Y G.YULE (1983) distinguen entre el uso interac-
cional y el uso transaccional del lenguaje. En la
conversación transaccional, el lenguaje se utiliza para
transmitir información o discutir contenidos; en la conver-
sación interaccional, en cambio, se emplea para
desarrollar y mantener una relación social o para la ex-
presión de uno mismo.
2. ESTRUCTURA
2.1. Estructura formal del texto dialogado
Calsamiglia y Tusón Vals (op. cit.) distinguen una doble
perspectiva en la estructura dialogal: secuencial y jerár-
quica. Secuencial en el sentido de cualquier fragmento o
enunciado sólo se puede interpretar de forma cabal en
función de lo que se ha dicho y lo que se dirá a continua-
ción (por la misma persona o por otra); jerárquico en
tanto que nos señala la existencia de unidades de dife-
rente rango o nivel imbricadas unas en otras de menor a
mayor en la construcción conversacional, desde la unidad
mínima molonogal —el acto— hasta la unidad máxima
3 Los géneros dialogados se estudian desde dos perspectivas fundamen-
talmente: el análisis inductivo de la etnología del habla y el análisis textual
del discurso del análisis del discurso y la lingüística del texto.
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dialogal —la interacción—; es preciso advertir que no se
debe perder de vista la posibilidad de que la articulación
de los diversos niveles sea compleja, ya que pueden apa-
recer unidades secundarias incrustadas en unidades
directoras, como explicamos a continuación.
Así, esquematizan el funcionamiento de la estructura dia-
logal del siguiente modo:
Estos elementos proceden del análisis de ATKINSON Y
HERITAGE4, que determinan que para analizar la conversa-
ción se prefieren las secuencias y turnos de habla antes
que las frases y los enunciados aislados como unidades
básicas.
Podemos distinguir en la intervención (unidad máxima
monologal que forma parte del intercambio) confirmado-
res (—¡A tu salud!, —¡A tu salud!) y reparadores (—Gracias,
—De nada). Además, en la intervención se distinguen dos
aspectos:
a) el constituyente director: el acto de habla que da sen-
tido a la intervención, le aporta fuerza ilocutiva y, por
lo tanto, no se puede suprimir.
b) el constituyente subordinado: actos que apoyan, jus-
tifican, preparan y argumentan a favor del AD.
Siempre suele haber una intervención iniciativa que dirige
el intercambio y que normalmente es la primera. Tiene la
fuerza ilocutiva que asigna los derechos y obligaciones a
los interlocutores.
Con todo ello tiene que ver con mucha fuerza la noción
de acto de habla propuesta por SEARLE5 entendido como
unidad mínima monológica que constituye la interven-
ción. En general podemos decir que son las actividades
distintas que podemos llevar a cabo con el lenguaje: agra-
decer, bautizar, explicar… Una gran serie de acciones que
este autor clasificó en cinco grandes grupos: expresivos,
directivos, conmisorios, representativos y declarativos.
Así pues, podríamos encontrar este esquema, propio de
la Escuela de Ginebra:
Además, ADAM6 defiende que en un intercambio dialógico
suele haber unas secuencias de obertura y cierre muy ri-
tualizadas, que tienen una función claramente fática. Son
4 (Structure of Social Action. Studies in Conversational Analysis, 1984)
5 (Expression and Meaning. Studies in the theory of Speech Acts, 1979),
6 (Les textes: types et prototypes, 1992)
expresiones del tipo «—Perdone, ¿le molesta que le haga
una pregunta», «Ha sido muy amable, gracias». También ha-
bla de las transacciones, núcleo y verdadero motivo del
diálogo. De este modo, para Adam el esquema del texto
dialogal sería:
• Intercambio de apertura
• Intercambio transaccional (el esquema anterior)
• Intercambio de cierre
Por último, tenemos la perspectiva de VAN DIJK7, quien es-
tablece una estructura basada en cinco fases posibles. La
primera y la última encuadradas dentro de la función fá-
tica y las tres fases centrales como un grupo de carácter
recursivo:
a) Obertura: saludos, presentaciones, frases de prepa-
ración.
b) Orientación: prepara el tema de la conversación;
sirve para controlar y comprobar el interés del inter-
locutor («¿Sabes lo que pasó yaer?»)
c) Objeto de la conversación: es la parte central; se co-
munica un suceso, se pide, se ordena algo… Los
objetos en un diálogo pueden ser múltiples, inconta-
bles.
d) Conclusión: frases de síntesis y evaluación. Si los in-
terlocutores advierten el olvido de algún tema, se
vuelve a la orientación (por eso las fases 2-3-4 son
recursivas)
e) Cierre: puede ir desde el uso de formas lingüísticas
hasta el de otro sistemas semiológicos, fundamental-
mente kinésicos y gestuales (un abrazo, un beso, un
apretón de manos…)
2.2. Los turnos de habla (estructura ex-
terna)
(BRIZ, op. cit.) La palabra «turno» es sinónima de orden.
Un mecanismo de orden en la vida y en el lenguaje. Dar
el turno es favorecer o hacer posible una acción, es un
mecanismo de regulación social en cualquier interacción.
La conversación, manifestación prototípica de la interac-
ción lingüís-tica, queda regulada a partir de este orden
social, con la característica añadida de que la toma y ce-
sión de turnos, es decir la alternancia de habla, no está
prevista ni establecida previamente, sino que se produce
sobre la marcha.
Como hemos visto antes, una conversación, desde el
punto de vista de su estructura interna, se organiza en
unidades «monologales» o inferiores (Acto de habla e In-
ter-vención) y unidades «dialogales» o superiores
(Intercambio y Diálogo). Externamente se estructura en
turnos de habla. A partir de éstos se va regulando la ac-
tuación lingüística, la participación de los interlocutores
en la conversación y se logra que la conversación pro-
grese dentro de un orden, un orden social, que puede
variar de acuerdo a ciertas culturas. Según lo anterior, teó-
rica y metodológicamente, conviene mantener sepa-rado
el estudio de unas y otras unidades, puesto que hacen
referencia a órdenes distintos, respectivamente, a un or-
den estructural interno y a un orden externo de carácter
social.
Una conversación, como producto lingüístico, se articula
internamente en constituyentes dialogales o superiores,
7 (Estructuras y funciones del discurso: una introducción interdisciplinaria a
la lingüística del texto, 1980)
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los cuales resultan de la com-binación de unidades me-
nores o monologales. Como manifestación lin-güística
dinámica es un discurso que progresa de acuerdo con el
reparto, permuta y cambio de papeles enunciativos. Quién
y cómo se repartan los papeles, de qué modo progresen,
se ordenen y distribuyan esos papeles son hechos exter-
nos y lineales, que no afectan al armazón estructural
jerárquico5. Ello explica, por ejemplo, que la conversación,
el debate, la entrevista, el juicio oral, etc., sean productos
discursivos similares en cuanto a su estructura interna y,
sin embargo, constituyan distintos tipos o géneros discur-
sivos atendiendo a su diferente dinámica interactiva y, en
concreto, al modo y manera de alternar y distribuir el ha-
bla, un hecho este, sin duda, más de carácter
sociocultural.
Briz define el turno de habla como «como hueco o lugar
de habla re-llenado con emisiones informativas (comp.
Gallardo 1993, Gallardo 1996 y Gallardo 1998) que son
reconocidas por los interlocutores mediante su atención
manifiesta y simultánea (Sacks et al. 1974), la unidad que
hace que la conversación progrese dentro de un orden
(Fant 1996: 150)».
El límite de un turno es el final de una intervención inicia-
tiva de un ha-blante A. Habrá un nuevo turno y, por tanto,
alternancia de turno cuando la intervención reactiva de
otro hablante B sea solicitada o, simplemente, reconocida
y aceptada como tal por A. El final de dicha intervención
será ahora el límite de un nuevo turno y así sucesiva-
mente.
Alguien que ha sido aceptado y elegido como miembro
representante de una junta en una sociedad cualesquiera
tiene voz y voto; en cambio, el mero asistente a dicha
junta sólo tiene voz. Convengamos que el emisor emite
sonidos, tiene voz. El hablante, además de voz, tiene la
facultad concedida por el grupo de interlocutores para
participar en un momento dado. Por consiguiente, enten-
demos que un hablante lo es cuando ha sido
seleccionado, elegido como tal por algún interlocutor pre-
sente en la interacción; si no es así, las emisiones de éste
quedarán como tales, será únicamente emisor; de otro
modo, tendrá voz, pero no voto, habrá intervenido, si bien
no habrá obtenido el turno.
Respeto o transgresión de las reglas de alternancia de
turno:
1. TENER EL TURNO: Un participante A es aceptado o
ratificado por los hablantes.
2. DAR O CEDER EL TURNO A UN INTERLOCUTOR: A través
de recursos verbales o extraverbales.
3. CEDER EL TURNO A CUALESQUIERA: Cederlo estén o
no seleccionados.
4. AUTOSELECCIÓN (robo de turno: lucha por ocupar
el turno de habla) à DESÓRDENES:
a. Arranque simultáneo
b. Fenómenos de habla simultánea
c. Escisión conversacional (con cuatro parti-
cipantes)
Hay intervenciones que quedan como simples emisiones,
por lo que a ojos de los demás, ese participante sigue
siendo oyente.
8 (De la structure de la conversation à la structure d’autres types de discurs,
1988)
En suma, la alternancia de turno es un proceso regulado
por los participantes en la conversación que resulta de la
sucesión y sincronización en el reparto y combinación de
los papeles interactivos: Hablante, Oyente, Emisor, Recep-
tor.
3. CARACTERÍSTICAS DEL DIÁLOGO
3.1. Lingüísticas
v Pares adyacentes: dos turnos conversacionales
consecutivos que se caracterizan por que la pre-
sencia de una primera parte requiere una
determinada segunda.
v Personas gramaticales: Yo/Tú.
v Fórmulas de función fática.
v Deícticos.
v Tiempos del presente.
KERBAT ORECCHIONI ha puesto de manifiesto que el uso del
lenguaje en los múltiples modos de interacción cotidiana
(conversaciones, coloquios, transacciones comerciales,
entrevistas, docencia, actuaciones parlamentarias, etc.)
implica tres aspectos de un mismo proceso:
a) Una alocución, es decir, la existencia de un destinatario que se
encuentra inscrito en el discurso del locutor desde el momento
mismo de la codificación del mensaje: bien explícitamente (con
marcadores apelativos de alocución), bien implícitamente
(elección del estilo, tono, estrategias de argumentación)
b) Una interlocución, esto es, un intercambio de palabras o indi-
cación reactiva de tipo gestual, paralingüística. La explicitud del
intercambio es lo que crea la estructura dialogal de los discur-
sos.
c) Una interacción, en el sentido de que el hablar implica siempre
una sucesión de cadenas bidireccionales de estímulo-res-
puesta, de modificaciones de la conducta en función de las
intenciones y de los objetivos que se persiguen.
Además de esto, al ser un género eminentemente oral,
algunas de las características de la lengua oral son fre-
cuentes en el discurso dialogado.
Además, ROULET8 destaca la importancia de los «conecto-
res conversacionales», marcadores de la estructura de la
conversación que no tienen contenido pero indican el en-
cadenamiento ascendente o descendente en la jerarquía
conversacional. Él los clasifica en:
• interactivos: pues, entonces…
• consecutivos: por lo tanto, así, también…
• conclusivos: finalmente, en el fondo, de todas mane-
ras, al fin y al cabo…
La integración de todos los componentes dialógicos se
hace, generalmente, gracias a la integración argumenta-
tiva que suele acompañar la mayor parte de la
conversación.
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3.2. Pragmáticas9
v Principio de cooperación – GRICE
v Implicaturas – GRICE
v Teoría de la Relevancia — SPERBER & WILSON
v Funciones
ROULET (op. cit.), distingue entre:
a) Funciones interactivas rituales: («una pregunta…», «le
molestaría que…?»). Suele ir al principio y al final.
Desde la antropología ya se había puesto de mani-
fiesto lo delicado de estos segmentos. Todas las
culturas dedican un tiempo más o menos largo a las
fórmulas ritualizadas. Cuanto más alejadas (por edad,
sexo, cultura…) estén los interlocutores, o cuanto más
peligroso o escabroso sea el tema, más esfuerzo de
invierte.
b)Funciones interactivas argumentativas: Recordemos
para ello cómo se ha usado el diálogo escrito desde
Platón. Si nos centramos en la terminología austiniana,
diremos que una pregunta es un acto ilocutivo del emi-
sor que produce un efecto perlocutivo en el receptor.
Bellès, además, recuerda multitud de otras utilidades
de las preguntas, como puede ser dar órdenes, pedir
servicios, recordar una obligación…
v El canal es un elemento fundamental en la con-
versación. Es destacable el hecho de que sea
preeminentemente oral, ya sea cara a cara o por
teléfono; sin embargo, en los últimos años el diá-
logo escrito ha florecido gracias a los chats y las
nuevas tecnologías.
BAÑÓN HERNÁNDEZ10 ha estudiado, desde un punto de vista
pragmalingüístico, el proceso de las interrupciones con-
versacionales. Este fenómeno se produce en la
conversación siempre que alguien está hablando o que
haya señales que indiquen que desea seguir hablando, a
pesar de lo cual un segundo hablante desea tomar la pa-
labra, de lo que ya hemos hablado más arriba. DEBORAH
TANNEN11 considera que a veces manifiesta relaciones de
poder social, pero que a pesar de ello también refleja otro
tipo de relaciones sociales e interlocutivas. El concepto de
interrupción no puede ser interpretado de la misma
forma en los estilos denominados ‘de elevada implica-
ción’ (en los que apenas hay espacio entre turno y turno),
que en los llamados ‘estilos de elevada consideración’.
v Interrupciones de la conversación
CESTERO MANCERA12 establece una distinción entre la inte-
rrupción del turno voluntaria e involuntaria. La primera se
produce cuando los conversadores no atienden, conscien-
temente, las indicaciones de sus interlocutores (no
prestan atención al significado de las marcas de proyec-
ción, indicación y finalización que se emiten en el turno
en marcha). La segunda se produce cuando los conversa-
dores no interpretan bien o no reconocen el valor
significativo de las marcas que se emiten en el turno en
marcha, se trata de alternancias anómalas de las que exis-
ten muy pocos ejemplos en la conversación en lengua
española (un 5,4%).
Además, esta autora distingue entre las interrupciones:
- Justificadas:
9 Ver cuadros en el temario desarrollado.
10 (La interrupción conversacional, 1977)
11 (Género y discurso, 1996),
- Justificadas:
o Final inminente del otro turno y contenido pre-
decible.
o Breve y pertinente: supone un enriquecimiento.
o Breve y cooperativo.
- Injustificadas:
o Inexplicable
o Explicable por el contexto
4. EL DIÁLOGO LITERARIO
El diálogo literario tiene la finalidad estética de romper la
monotonía de la expresión monologal, o la enunciación
objetiva de un narrador extradiegético, para dar paso a las
voces alternantes de los personajes, así como una finali-
dad mimética.
En cualquiera de los géneros pueden encontrarse diálogo,
y cuando aparece hay que remitirlo a los personajes de
ficción.
NARRACIÓN
Las posibilidades de expresión y de relación que tiene el
diálogo se realizan de un modo particularmente complejo
en el discurso de la novela y el relato. El narrador realiza
un monólogo para un lector ausente, aunque pueda re-
presentarlo de algún modo en el texto, y abre así un
proceso dialógico, siempre a distancia.
El diálogo de personajes, en alternancia con el monólogo,
lo encontramos en las novelas de todos los tiempos, pero
el discurso indirecto libre es un procedimiento de cuyo
potencial solo a partir del Realismo y el Naturalismo el
novelista toma conciencia.
Cuando se habla del dialogismo en la narración, se hace
referencia a la concurrencia de voces de personajes y de
entes extratextuales. Bajtin llamó a este fenómeno «poli-
fonía».
LÍRICA
En principio el poema es la forma de expresión de una
subjetividad, la del poeta, y no tiene necesidad e acudir a
la forma dialogada. La lírica cambia en el tiempo y cada
una de las propuestas históricas que hace responde a una
poética determinada y a unos códigos culturales concre-
tos.
Este discurso tiene, además del emisor y sus destinatarios
internos que forman parte del poema, unos receptores ex-
teriores que por lo general no coinciden con los internos.
Aunque aquí hay salvedades, como la «poesía de circuns-
tancias» del Renacimiento y el Barroco, como la «Oda a la
flor de Gnido» garcilasiana.
En el momento en que el diálogo real entra más hondo
en las formas líricas en las poéticas «realistas» del grupo
de los cincuenta. Cernuda y su «diálogo dramático», que
parte de los románticos ingleses, también tiene afán de
comunicación. Se trata en muchos casos de un diálogo
abierto con el lector, claro y directo, como en «A sus pai-
sanos»13, o Gil de Biedma en «El día de hoy».
TEATRO
El teatro ofrece directamente los diálogos de los persona-
jes y suprime de su ámbito el mundo del narrador, que
12 «Cooperación en la conversación: estrategias estructurales caracterís-
ticas de las mujeres».
13 «No me queréis, lo sé, y que os molesta cuanto escribo».
7. http://olasdeplatayazulblog.wordpress.com 7
solo aparece esporádicamente en las acotaciones Cam-
bio histórico del diálogo dramático.
Sus principales características son:
1) Presencia de dos o más interlocutores cara a
cara.
2) Vinculación de la palabra a la acción.
3) Situación extralingüística que sirve de marco à
bien delimitada en acotaciones y el propio diá-
logo.
4) Contextos diversos para cada personaje à un
solo actante puede tener varios personajes.
5) Autosuficiencia para referirse a la acción y carac-
terizar a los personajes.
5. CONCLUSIONES
- La consideración dialogal de Bajtín y Lotman
- Psicología de la adquisición del lenguaje y los tur-
nos de palabra
- Aplicaciones didácticas
o El MCER
o El currículo
6. BIBLIOGRAFÍA
(Citadas a lo largo del tema).